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Texto: "La Cruz de Cristo” (J. Stott) - Agosto 2004 - M.

Pibernus (LL nivel 2)

“La pasión de Cristo”, de Mel Gibson


Texto de opinión

“La pasión de Cristo” es una película que duele en el alma y en el cuerpo.


A veces con paso lento y otras veces con ritmo vertiginoso, es un relato que impregna el
aire de la sala de una tensión inevitable ... ¿Acaso hay alguien en la sala que ignore lo que
va a ocurrir?
El espectador ha venido a acompañar a Jesús en el camino a la cruz, y a menos que se
levante y deje la butaca, deberá quedarse sentado para ser testigo con toda su mente, su
corazón y sus fuerzas.
Tanto sufrimiento excede la piel, la de afuera y la de adentro: Jesucristo, hombre de
carne y hueso, expuesto a una agonía física, mental y espiritual hasta la muerte y a una
soledad que alcanza su clímax aún antes de llegar a la cruz: Jesús ora y hasta suda sangre
en el huerto de Getsemaní (Lucas 22:44). Creo que esta vez el cine nos ha acercado a un
Jesucristo en toda su humanidad y a la vez, a Dios mismo, que en su amor se hace hombre
para venir a rescatarnos, a través de la cruz. Y el resto de la historia, bien lo conocemos:
tortura hasta la desfiguración, sadismo, latigazos, corona de espinas, los clavos y la cruz, la
muerte y la resurrección.
Hay ingredientes que no figuran en los Evangelios, como la aparición de la serpiente en
el huerto, que el espectador puede reponer en su imaginario como símbolo de Satanás.
Quizás un lector entrenado en la lectura de la Biblia puede ir más lejos y discernir en ese
cuadro la opresión espiritual sobre Jesús, cuando en tres oportunidades Él ora al Padre así
”...si es posible, pasa de mí esta copa...” y segundos después, un cambio de actitud con la
inmediata aceptación de la tarea encomendada, hasta la muerte: “...mas que se haga Tu
voluntad...”. También agregan una nota de realidad y dolor las escenas que María recuerda
de la niñez y juventud de Jesús, cuando sigue a su hijo camino al Gólgota.
Valoro estos y otros permisos creativos del director pues ayudan a desverbalizar
escenas que se intuyen en el texto de las Sagradas Escrituras y permiten una captación más
tangible de la persona de Jesús. Que haya usado el hebreo, el arameo, el griego y el latín
añade gran mérito a sus esfuerzos por respetar el tiempo y lugar histórico. Y por qué no

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Texto: "La Cruz de Cristo” (J. Stott) - Agosto 2004 - M. Pibernus (LL nivel 2)

decirlo, por dos horas logra sustraernos del idioma inglés, que es la lingua franca de toda
superproducción hollywoodense.
Ahora bien, ya hemos hablado de algunos méritos de esta obra. ¿Hay algún punto donde
la película hace agua? ¿Hay algo que sea objetable en el relato?
Sí, y es un punto crucial.
Analicemos la escena a la luz de los capítulos I y II del libro “La Cruz de Cristo”, de
John Stott. En principio, hay muchas similitudes: tanto Stott como Gibson se centran en la
cruz de Cristo y su agonía antes y durante la ejecución. A su modo, ambos se refieren a
Jesucristo como hombre, hablan del sufrimiento, quiénes lo ejecutaron, de su camino
voluntario a la cruz y de la sangre derramada. Y es aquí donde quiero detenerme:

El público que conoce sobre Jesús, pero no a Jesús (es decir, no ha tenido un
encuentro con Él aún) queda impactado por este relato religioso, por la crudeza, el
idioma original de las Escrituras, el dolor de María, etc. Sin embargo, podríamos
decir que se retira del cine “a oscuras”, es decir, no habiendo entendido el para qué
de tanta sangre. Gibson olvidó (?) o quizás no registró lo que es crucial en la muerte
de Cristo: el para qué.
El por qué de la ejecución resulta más obvio quizás: un castigo por auto-
declararse Dios en medio de los judíos, porque con voz profética, Jesús denunciaba
a los sacerdotes como sepulcros blanqueados y eso era peligroso, sumado a un
arreglo demagógico de Pilato para conservar su imagen y poder frente a los líderes
judíos y a su propio jefe, Tiberio César.
Sin embargo, el para qué está ausente. Aquí quizás hace agua la película. Pues
se convierte en un mensaje de alto impacto visual y emocional que no tiene un
correlato de propósito. Lo que falta es lo que justamente debiera justificar tamaña
producción.
A diferencia del estudio que hace John Stott, la obra de Gibson deja el mensaje
de salvación afuera, ni un subtítulo, ni un versículo, ni una reflexión que aluda al

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lugar central de la cruz en el plan de redención preparado por Dios para el mundo
sufriente.

Y ahora con una mirada revelada, recogeré las amarras que solté en las primeras aguas
de estas páginas:
“La pasión de Cristo” es una película que duele en el alma y el cuerpo porque no acerca
a Jesús. A menos que el espectador haya tenido una experiencia con Él, sólo le queda
reservado el lugar de testigo, ajeno, sin esperanza y sin posibilidad de abrazar esa cruz. Y
se pierde lo más precioso y delicado, el aroma más fragante de la historia: la ofrenda de
Jesús a Dios por nuestros pecados y la puerta a la Salvación.

María Pibernus
(ABUA)

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