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Apareció en el cielo una gran seal,

una mujer envuelta en el sol, con


la luna bajo sus pies y una corona
de doce estrellas sobre su cabeza…
(Apoc. XII, 1)

El único retrato de procedencia auténticamente divina que posee


el mundo de la Santísima Virgen, es sin dudarlo la Imagen
Sacrosanta de Guadalupe.
Esta pintura gráfica, la única que Dios ha hecho de su excelsa
Madre, coincide perfectamente con la pintura que, de su Esposa,
el Espíritu Santo nos revela en el Apocalipsis de San Juan.

¿Es acaso la aparición de la Virgen de Guadalupe el cumplimiento


de dicha revelación?...

Nadie podrá negar que todo cuanto en la descripción, hecha por el


santo apóstol, coincide con lo que la Imagen de Guadalupe nos
muestra; puesto que la revelación nos dice que era una mujer
envuelta en el sol... pues la Guadalupana se nos presenta
rodeada por los rayos del sol, o mejor dicho eclipsando a este
astro; la revelación refiere que tenía la luna bajo sus pies...
pues también la Guadalupana tiene la luna a sus plantas y no
dudemos que también se nos presenta coronada, ya no de doce
estrellas como nos lo narra San Juan, sino de doce rayos que
circundan su adorable cabeza.
Sin embargo, no nos confundamos, las palabras inspiradas del
apóstol, en su sentido literal, como las toman algunos exégetas o
expertos en las Sagr1adas Escrituras, se aplican al cuerpo
virginal de María, de modo que este retrato nos presenta la vida
glorificada y eterna de la Madre de Dios después de su gloriosa
asunción.
Pero lo más relevante que nos presenta esta Sagrada Imagen, es
que ha captado la atención no tan sólo de un círculo muy reducido
de ignorantes o sencillos, sino que ha ido más allá, captando la
atención tanto de creyentes como de incrédulos, asombrando a los
cultos y a los que se precian por sabios; por lo cual se llega a
traslucir el origen sobrenatural de esta bendita Imagen.

Introducción
Así que, la finalidad de esta conferencia será mostrar, con la
ayuda de Dios, ¡qué ha visto el hombre en esta imagen que le ha
cautivado!, aun cuando hablemos acerca de diferentes círculos
culturales, pues la veremos a través de la apreciación que
obtienen los sencillos e ignorantes, desconocedores de todo arte
o ciencia (como lo fueron los primeros indios del Nuevo Mundo);
la veremos, también, a través de la apreciación que tienen los
artistas, con ese ojo clínico que ve codificada a la belleza en
un conjunto de reglas y proporciones; y por último a través de la
apreciación, tan distinta, que logran tener los científicos, los
cuales tan sólo se doblegan ante los resultados salidos del
laboratorio.
Pero, ¿cuál es la relevancia de mostrar lo que esta imagen ha
logrado captar en la atención de estos tres tipos de hombres: el
sencillo, el artista y el científico?...
Es el hecho de poner de manifiesto el origen divino de esta
Sagrada Imagen, pues sólo la belleza que elabora el Artífice
Divino es capaz de llenar por completo la atención de estos tres
tipos de hombres, quedando así de manifiesto su sello divino.
¡Sí!, ya que si hablamos, por ejemplo, de una obra de arte, ya
sea una pintura, una obra musical, etcétera, encontramos que sólo
puede ser apreciada por un círculo muy selecto de conocedores,
dejándonos tal vez a la mayoría de nosotros fuera de la gloriosa
contemplación; ahora, ¿qué decir del campo científico tan
apasionante para los físicos y matemáticos con sus
especulaciones, fórmulas e invenciones? Es una pasión que no es
por mucho del agrado de una mayoría.
Sin embargo si nuestra atención la fijamos en algo que haya sido
creado por Dios y no por industria humana, sin duda, podemos ver
que todos encontramos algo que contemplar. Porque si hablamos de
la luna, vemos claramente que su naturaleza atrae a los
ignorantes, por su belleza manifiesta (los cuales no toman en
cuenta ninguna regla del arte); y qué decir del artista, el cual
se eleva en contemplación, al notar esta belleza, la cual le hace
crear obras de arte; o qué decir del científico que encuentra en
este mismo astro algo que despierta su curiosidad y que le hace
analizarlo a través de sus numerosos inventos científicos,
llegando a descubrir en su naturaleza, cosas que le asombran y
subyugan.
Pues de un modo análogo, esta Sagrada Imagen de Guadalupe,
plasmada en el grosero ayate del pobre indio Juan Diego, ha
podido captar su atención de un modo semejante como lo vamos a
ver...

La tilma a través de los ojos de los indios

Comencemos por ver qué es lo que atrajo tanto la atención de los


primeros indios, sencillos e ignorantes, al contemplar esta
bendita imagen:
Corría el ao de 1531, habían pasado ya diez aos del
sometimiento del Imperio Azteca al dominio espaol reconociendo
su gobierno; con los conquistadores habían venido también los
ministros de Jesucristo, su celo por la salvación de las almas
indígenas, les devoraba; predicaban, trabajaban día y noche sin
descansar. Trepaban riscos inaccesibles; se exponían a todos los
peligros por salvar a estas almas que vivían ofreciendo
sacrificios humanos a los mismos demonios, a los cuales tenían
por dioses, sacrificando así tan sólo en México 20 mil seres
humanos al ao y 100 mil en todo el Imperio.
Sin embargo, a pesar de sus titánicos esfuerzos, en estos diez
aos, pocos indios se habían convertido, puesto que permanecían
obstinados en la idolatría. Mas un 12 de diciembre del mismo ao
de 1531, desde el Tepeyac, acabó la Virgen Santísima con la
idolatría, los sacrificios, la poligamia, e hizo de sus indios
una de las más impresionantes transformaciones o conversiones en
masa en todo lo largo de la historia cristiana; y así los diez
aos siguientes sólo los franciscanos bautizaron 10 millones,
según lo refiere el padre Motolinía, cifra increíble e imposible
de no mediar la Virgen guadalupana que habló al corazón de los
nativos y les movió a presentarse en hileras interminables, que
los misioneros no sabían cómo atender. Y así refiere el mismo
padre Motolinía que eran tantos los que pedían el bautismo, que
los sacerdotes no podían levantar el brazo de cansancio y por
traer en las manos el jarro de agua para bautizar, se les hacían
callos y hasta llagas.
¿Qué es lo que contemplaron los ojos de estos pobres indios, que
les hizo correr en cientos de miles hacia los misioneros, para
ser bautizados?...

Descripción de la Imagen por Antonio Valeriano


La siguiente descripción de la Santa Imagen está tomada del libro
intitulado Nican Mopohua, escrito por Antonio Valeriano, indio
contemporáneo a las Apariciones y que sería imposible juzgar que
no conociera a los protagonistas de la Aparición; éste escribió
su libro alrededor del ao de 1570, esto es, a escasos 39 aos de
las Apariciones, y de cuyo testimonio habla por sí solo su
dignidad, pues, además de haber ocupado la cátedra del primer
Colegio en México, por su máximo aprovechamiento, en vida se dijo
de él que como intérprete de antigüedades, era el general y más
sabio; como latino, hablando ex tempore, se le comparó con
Cicerón y Quintiliano; como nahuatlato consumado, no le hallaron
rival; le enaltecieron como uno de los mejores retóricos salidos
del mencionado Colegio llamado de Santa Cruz, esto entre otras
cosas. Pero baste lo dicho para resaltar la calidad del
testimonio descriptivo que viene a ser el siguiente:
Es tan alta la bendita imagen, nos refiere, que empezando en la
planta del pie, hasta llegar a la coronilla, tiene seis jemes y
uno de mujer (jeme es la distancia que hay desde la extremidad
del dedo pulgar a la del dedo índice, separando el uno del otro
lo posible. El hombre es unos centímetros más grande que el de
mujer), esto es 1.43 m de altura.
Su hermoso rostro es muy grave y noble, un poco moreno (el cual,
podemos agregar, coincide con una joven de unos 14 a 15 aos de
edad, de la misma edad que la viera el vidente Juan Diego; pues
como nos dice un fiel historiador, los indios eran muy
respetuosos con sus superiores de modo que al decirle Juan Diego
a la Santísima Virgen mi nia..., es porque realmente así la
veía).
Su precioso busto aparece humilde, están sus manos juntas sobre
su pecho, hacia donde empieza la cintura.
Es morado su cinto. Solamente su pie derecho descubre un poco la
punta de su calzado color de ceniza.
Su ropaje, en cuanto se ve por fuera, es de color rosado, que en
las sombras parece bermejo y está bordado con diferentes flores,
todas en botón y de bordes dorados.
Prendido de su cuello está un anillo dorado, con rayas negras al
derredor de las orillas, y en medio una cruz.
Además, de adentro asoma otro vestido blanco y blando, que ajusta
bien en las muecas y tiene deshilado el extremo.
Su velo, por fuera, es azul celeste; sienta bien en su cabeza;
para nada cubre su rostro, y cae hasta sus pies, ci éndose un
poco por en medio; tiene toda su franja dorada, que es algo
ancha, y estrellas de oro por dondequiera, las cuales son 46.
Su cabeza se inclina hacia la derecha, y encima sobre su velo,
está una corona de oro, de figuras ahusadas hacia arriba y anchas
abajo.
A sus pies está la luna, cuyos cuernos ven hacia arriba; se
yergue exactamente en medio de ellos y de igual manera aparece en
medio del sol, cuyos rayos la siguen y rodean por todas partes;
son 100 los resplandores de oro, unos muy largos, otros
pequeitos y con figuras de llamas; doce circundan su rostro y
cabeza, y son por todos 50 los que salen de cada lado.
Al par de ellos, al final, una nube blanca rodea los bordes que
forman el contorno de la imagen.
Esta preciosa imagen, con todo lo demás, va corriendo sobre un
ángel, que medianamente acaba en la cintura, en cuanto descubre,
y nada de él aparece hacia sus pies, como que está en la nube.
Acabándose los extremos del ropaje y del velo de la Se ora del
cielo, que caen muy bien en sus pies, por ambos lados los coge
con sus manos el ángel, cuya ropa es de color bermejo a la que se
adhiere un cuello dorado y cuyas alas desplegadas son de plumas
ricas, largas y verdes, y de otras diferentes.
La van llevando las manos del ángel que al parecer está muy
contento de conducir así a la Reina del cielo.

Esta es, pues, la descripción que de la Bendita Imagen hiciera


Valeriano ha más de 4 siglos y que el día de hoy se nos presenta
de la misma manera sin perder por ello un ápice de su belleza.
¿Fue suficiente la vista de esta bendita imagen?...
Sin dudarlo podemos decir que sí, ya que a la vista de esta
imagen ellos entendieron lo que Ella sin palabras les quería
decir. ¿Cómo es esto?...
La Sagrada Imagen, vista por los indios del Nuevo Mundo, fue como
un libro escrito en pictografías (en dibujos) como lo eran sus
libros, y de este modo comprendieron el sentido del mensaje
escrito en esta Pintura, el cual Ella les quería transmitir, que
era el siguiente:

Escritura ideográfica

Rayos: Nuestra Seora aparece rodeada por los rayos del sol, sin
embargo Ella lo eclipsa con su cuerpo. Esto significó para los
indios, que adoraban al sol, que Ella era más poderosa que su
dios sol, y a la vez que, el ser humano representado por Ella
demostraba ser más grande que el sol, por lo tanto el sol no era
un dios.

Broche: Ahora Ella lleva una cruz negra engastada en un broche de


oro el cual lleva al cuello, la misma cruz que los indios vieron
en las velas de los barcos de Cortés y en las banderas del
ejército conquistador. Esto indicó entre otras cosas a los
indios, que Cortés y los misioneros, al igual que Ella, tenían la
misma religión: el culto a la Cruz.

Túnica: La túnica de color azul y verde, era reservada a los


reyes, y en la creencia de los aztecas este color pertenecía a la
divinidad. Además estaba adornada de estrellas de oro, luego Ella
se mostraba más poderosa que las estrellas las cuales adoraban
como a dioses.

Túnica interior: El cuello y mangas están forrados con piel


blanca, aparentemente de conejo; esta marca representaba para
ellos la realeza, por tanto Ella era reina.

Flor: La flor, que es de cuatro pétalos y se encuentra adornando


el vestido de la Santísima Virgen, les mostraba la presencia de
Dios en Ella, la plenitud; pues esta flor era para ellos el
símbolo principal y máximo que les representaba la presencia de
Dios, la plenitud, el centro del espacio y del tiempo.

No era diosa: Sin embargo, no es una diosa, puesto que sus manos
están dobladas en actitud de súplica y su postura indica que está
intercediendo por ellos ante el trono del verdadero Dios
invisible, pues sus manos juntas denotan la actitud de quien ora
y su cabeza inclinada manifiesta reverencia hacia alguien
Superior.

Cinto: El cinto les mostraba que Ella estaba embarazada y el


hecho de que el cinto cayera formando dos extremos trapezoidales
les indicaba en su lenguaje el fin de un ciclo y el nacimiento de
una nueva era. Además su embarazo se constata por la forma
aumentada del abdomen, donde se destaca una mayor prominencia
vertical que transversal, lo cual corresponde a un embarazo casi
en su última etapa.

Cabello suelto: Lo aparentemente contradictorio es que también


lleva el cabello suelto, lo que entre los aztecas era seal de
virginidad, por lo que entendieron por la imagen que era Virgen y
Madre a la vez.

Luna: Está pisando una luna en creciente y de color oscuro. La


luna en creciente era la idea -vocablo de Quetzalcóatl, la
serpiente emplumada, otra deidad igualmente importante para
ellos; dios a quien ellos adoraban con una religión de temor y a
quien aplacaban por medio de sacrificios humanos. De modo que el
estar María de Guadalupe pisando la luna, les revelaba que esta
Seora era más poderosa que su dios- serpiente, y que ya no
necesitaban aplacarle con sacrificios humanos.

Ángel: El ángel que la lleva era semejante a los que se habían


aparecido aos atrás al Rey de Texcoco, Netzahualcóyotl, en 1464
y a Papatzin, hermana de Moctezuma II, en 1509; ambos ángeles
tenían el signo de la cruz negra en la frente y también ambos
dijeron que eran mensajeros del verdadero Dios invisible, Creador
de todas las cosas, palabras que usó la Virgen Santísima con Juan
Diego para identificarse: Soy la Madre del verdadero Dios por
quien se vive. Por último, el hecho de que el ángel sujetara los
dobleces de su manto y vestido indicaba para ellos que Ella venía
del cielo.
Y así lo que no pudieron tantos sermones y buenos ejemplos de los
misioneros, las lecciones contenidas en la Santa Imagen
milagrosa, lograron el triunfo de esta gigantesca tarea.
La tilma a través de los ojos de los artistas

Hemos visto cómo la Santa Imagen conmovió a los sencillos, ahora


pasemos a ver cómo esta misma bendita imagen sorprendió a los
cultos, a los críticos del arte.
El arte en un principio no se ocupó de la Sagrada Imagen, pues
como testificó el padre Cabrera, hasta 1629, después de casi un
siglo de la milagrosa aparición, eran rarísimas las copias hechas
de la santa imagen; pues no había en esa época un solo hombre
capaz de pintar algo remotamente parecido, pues los indios no
tenían aún las técnicas europeas y los espaoles eran apenas
guerreros muy ocupados en la conquista todavía inestable.
No fue sino hasta el ao de 1666 (20 de marzo) que se reunió una
comisión de siete pintores, los más afamados que en aquellos días
se pudieron hallar, para que estudiaran y analizaran la pintura
impresa en el ayate. De nuevo en 1751 (30 de abril), Miguel
Cabrera, llamado con razón el Miguel Ángel mexicano y tres
pintores de renombre, volvieron a realizar por separado nuevos
estudios de l pintura. De entonces, hasta nuestros días, se han
repetido estos análisis, cada vez con mejores medios, según que
la ciencia avanza y facilita sus progresos.
Pasemos a conocer lo que han dado a luz dichas investigaciones en
la pintura del ayate según el testimonio jurado de personas
probadas en la materia.

Ayate: ...ningún artista humano hubiera escogido, para ejecutar


una obra de tal magnitud, una tela o lienzo de la calidad del
ayate, y mucho menos con una costura al centro... palabras del
profesor Francisco Camps Ribera, de Barcelona, reconocido
mundialmente como experto en pintura, en 1963. A semejante
conclusión llegaron Miguel Cabrera y los pintores que han
examinado la tela en que se imprimió la Bendita Imagen. ¿A qué se
debe esta conclusión?...
Según descripción de las informaciones obtenidas en 1666, sobre
la tilma de Juan Diego, era un ayate con el que se cubría todo el
cuerpo hasta la rodilla, de hilo tan burdo y basto que sacan de
la planta que llaman maguey, que aun acabándola de tejer queda
con el mismo grosor y aspereza, que por ninguna manera es capaz
de poder pintar en él ningún santo; a este parecer se suman los
testimonios de los viejos de Cuautitlán que en el mismo informe
de 1666, dijeron que por ser el ayate ralo y no tupido se cernía
tierra, y que como burdo y basto era incapaz de sujetar pintura;
ni aun consentía rayas de carbón o tinta.
No obstante esto, y que logró asombrar a los críticos del arte,
es la contradictoria suavidad que se experimenta al tocar dicho
ayate, pues toda aspereza que ofrece a la vista (y que por sí
debiera tener) se convierte al tacto en una apacible suavidad muy
semejante a la fina seda y esto sólo por la parte de enfrente
pues por la parte trasera de la imagen, conserva su aspereza;
siendo esto una cosa difícil de alcanzar y definir.

Aparejo: Cuando el pintor se dispone a plasmar una imagen en


cualquiera tela o superficie, le es necesario disponerla de tal
manera que le proporcione un aislamiento entre la pintura y su
soporte, para evitar los peligros de alteración y destrucción,
además de servirle para hacer tratable la superficie y para que
el pintor pueda pintar sin las molestias de los hilos, evitando
con ello el impedir el paso de los colores, lo cual es llamado en
el arte de la pintura aparejo.
Pues bien, la tela guadalupana como lo testificaron los pintores
de 1666, que la llegaron a ver sin ninguna protección, afirmaron
con juramento que dicha imagen carece de aparejo pues, entre
otras cosas, viéndola por el reverso se ve transportada toda la
imagen con todos los colores los cuales se logran observar por el
haz de luz; lo que sería naturalmente imposible si hubiera
aparejo, a esto se une el testimonio que un siglo después diera
el pintor Cabrera, que al ver la imagen también por el reverso a
través de las hendiduras que separaban las dos láminas de plata
(con que habían cubierto las espaldas de la imagen) pudo
distinguir con claridad y distinción los objetos que estaban del
otro lado, como si viese a través de una celosía, lo que el
aparejo lógicamente impediría pues como dijimos éste consiste en
formar una capa entre la pintura y la tela para proporcionarle al
pintor una superficie tratable al rellenar los imperfectos de la
tela.
Estudios hechos recientemente revelaron que los colores no
penetraron en los hilos de la tilma. Pues mirando las diferentes
partes de la imagen donde los hilos se encuentran sin pintura, se
ve el color natural de la fibra. De modo que si los colores no
penetraron dentro de la tela, quitando la imagen nos quedaría la
tilma como era antes de tener la imagen, una prueba más de su
origen sobrenatural.

Colores: Sin embargo, han existido pintores que no han dudado en


afirmar lo contrario, esto es, que la Sagrada Imagen tiene el
aparejo suficiente; y esto responde a otra no vulgar singularidad
que en su tiempo también engaó, a primera vista, al célebre
pintor Cabrera como él mismo lo testifica diciendo que, al
parecer en esta sagrada imagen concurren cuatro modos, especies o
estilos de pintura; decimos al parecer porque las autoridades
pictóricas que han analizado la imagen –en todas las épocas- se
han declarado impotentes para dictaminar sobre la clase de
pinturas en la Imagen; a lo más afirman, junto con Cabrera, que
hay en apariencia, determinada clase de colores que al
clasificarlos en la Imagen se diría que: cabeza y manos, están
pintadas al óleo (pintura que se realiza con aceites desecantes,
es la más perfecta según Cabrera); la túnica y el ángel con las
nubes que circundan, pintadas al temple (pintura que se hace con
pastas y cola o goma); el manto, de aguazo (pintura que se
ejecuta humedeciendo el lienzo por el reverso); y el campo en que
caen los rayos pintura labrada al temple o llamada fresco por los
italianos; siendo esta cuarta, según el parecer de Cabrera, la
causa del equívoco, pues por ser una pasta, por el mismo hecho de
ir pintando se va cubriendo la superficie.
Lo asombroso del hecho es que estas especies, siendo de suyo tan
distintas en su práctica, requieren cada una de por sí distinto
aparejo y disposición, y no encontrándose en todas ellas alguno
como ya se ha notado, hace más fuerza su maravillosa y nunca
vista combinación, pues como atestigua el mismo Cabrera: Hasta
que apareció la pintura de Guadalupe, ninguno la había imaginado.

Copias: Y así no teme en afirmar que si algún pintor tratase de


imitar o copiar la Sagrada Imagen en un lienzo de esa calidad e
iguales circunstancias, después de un grande y minucioso trabajo
no conseguiría su fin.
Y no se engaó, pues en el ao de 1785 (27 de diciembre), el
doctor don José Ignacio Bartolache y Díaz Posada (nacido en la
ciudad de Guanajuato en 1739), hizo el experimento con la
finalidad de demostrar los supuestos defectos y equivocaciones en
el dictamen de Cabrera y la falsedad de la Aparición; sin embargo
se llevó un gran desengao pues comenzando por la copia del
ayate, donde se iba a plasmar la pintura, de cuatro que mandó
hacer ninguno quedó como el original (que es áspero y suave a la
vez); y en cuanto a la copia de la imagen (de la que se sacaron
dos) no se logró la identidad buscada, de modo que hubo de
confesar que estaban bien lejos de ser idénticas las copias, no
ya en el dibujo, sino en el modo de pintar, que ciertamente es
inimitable aunque en ello se ponga cuanta diligencia humana cabe.
Y aún más, una de las copias se colocó en la capilla del Pocito,
próxima a la Basílica de Guadalupe (el 2 de septiembre de 1789),
y a pesar de la mucha protección con que se le resguardó, se tuvo
que quitar (el 8 de junio de 1796) y arrinconar en la sacristía,
pues los colores de desvirtuaron, en algunos lugares se saltó la
pintura y en otros los hilos se reventaron, poniendo así de
manifiesto el origen sobrenatural de la impresión en la imagen
guadalupana.

Dorado: Otra cosa que ha asombrado a los peritos del arte, por
ser tan fuera de serie, es el oro y dorado que se encuentra en la
Santa Imagen, que según testimonio de Cabrera al verlo la primera
vez se persuadió que el oro estaba sobrepuesto como si fuera en
polvo y que el más ligero toque o soplo lo haría volar, sin
embargo se desengaó al comprobar lo incorporado que está con la
trama, de tal manera que parece que fue, nos dice, una misma cosa
el tejerla y dorarla, pues se logran apreciar distintamente todos
sus hilos como si fueran de oro, como un oro impreso de molde, no
encontrándose en todo el lienzo material alguno de aquellos que
se practican para el efecto de dorar, circunstancias que sólo
pueden ser de una pintura sobrenatural.
Otro tenaz examinador de la pintura, de nuestros días, resumía
así lo extraordinario de este dorado: El dorado es transparente,
y debajo se ven los hilos del ayate. Por lo cual concluía que
como no hay ningún metal que sea transparente, ese dorado dotado
de transparencia no puede ser obra humana.

Perfiles: Otra singularidad en la pintura que asombró a los


artífices del arte, es que la Túnica se encuentra perfilada por
el contorno y dintorno, por un perfil imposible de realizar por
ningún hombre, pues es como del grueso de un cabello, como afirma
haberlo visto Cabrera y que han testificado otros pintores más
recientes, como el caso del insigne pintor José de Acíbar que en
1795 dice haber comprobado lo dicho por Cabrera pues como él
mismo afirma clara, distinta y perceptiblemente las flores
doradas de la túnica -al igual que las orlas- están finamente
perfiladas con negro de una manera tan sutil como el grueso de un
cabello, hechos con raro aseo y primor. El hecho de que hoy en
día no luzca tan brillante el dorado de la imagen, como se nos
refiere, se debe a lo que ya desde entonces advertía Cabrera y
es, que la causa reside en la continua práctica de tocar la
imagen con estampas, medallas, etcétera, por lo que este oro ha
perdido aquel lustre.

Ángel: El ángel presenta también en su ejecución algo asombroso,


pues como refirió Cabrera, ningún pintor ha logrado ejecutar el
matiz de las alas del mismo modo que en el original, pues éstas
presentan no muy poca dificultad, puesto que las plumas de una y
otra ala, se dividen en tres clases u órdenes, de modo que los
dos encuentros son de un azul finísimo, al que le sigue un orden
de plumas amarillas, y las del tercer orden encarnadas, además de
no ser estos colores tan subidos o vivos, como suelen pintarlos.

Estampamiento: Algo más que ha logrado admirar, es que los


dobleces tanto del manto como de la túnica, tienen, en lugar de
la redondez natural, un quiebre o arista, que acusa la presión
suave que todos conocemos y aplicamos cuando queremos que un
objeto se estampe en otro.

Pues al analizar la Santa Imagen encontramos:


1 La curvatura del manto se levanta ligeramente de la cabeza,
esto debido a la presión del estampamiento.
2 y 3 El manto presenta a la altura de las manos otras aristas
formadas por la presión del estampamiento, en vez de que esta
parte del borde del manto cayera y se doblara suavemente.
4 La curvatura natural del manto sobre la manga se aplana
horizontalmente debido a la presión del estampamiento.
5 Y arriba del mismo brazo izquierdo se ven ciertos pliegues
hechos hacia arriba; se deben a que estando esta parte del manto
suelta, cayendo del hombro hacia abajo, se levantó por la presión
del estampamiento. (En todas las copias de la Imagen Guadalupana
omiten los pintores hacer estos pliegues, porque son poco
visibles a simple vista y sólo la placa infrarroja los muestra
claramente).
6 El Cíngulo se nota perfectamente aplanado.
7 El doblez que se hace debajo de la misma siniestra es otro
doblez que debiera ser semirredondo, y se hace horizontal por la
presión.
8 Continuando hacia debajo de la misma mano y por el manto se
observan ciertas líneas naturales producidas por la presión del
estampamiento.
9 Del mismo lado se nota un recorte ondulante y tieso debido a la
presión del estampamiento.
10 Al finalizar la cara opuesta del manto se observa otra curva
que se aplana debido a la presión del estampamiento.
11 Y al final de dicho lado, en el mismo manto, se observan en
forma triangular aristas muy quebradas debido a la presión del
estampamiento.
12, 13 y 14 Del lado derecho del manto se observan en el mismo
nivel otras artistas formadas por la presión del estampamiento,
en vez de caer dando la vuelta con ligera ondulación, que hubiera
sido lo natural.
15 Por último se observan en el vestido ciertos pliegues o
líneas, que empiezan en la cintura y acaban hasta abajo, que se
hacen debido a la presión del estampamiento, perdiendo la
suavidad ligera de la tela.

Es conveniente hacer notar que tanto el bellísimo rostro y las


manos de la Santísima Virgen, como la cara y las manos del ángel,
no revelan deformación alguna por lo que de allí también
concluimos que fue una suave presión, es decir, estampamiento, ya
que de otra manera no hubiera sido estampamiento, sino algo más
fuerte, como aplastamiento o machucamiento.

Proporciones de la Santa Imagen


Ahora, al analizar la Sagrada Imagen en su conjunto llegó a
sorprenderles el encontrar en Ella la asombrosa proporción áurea,
que viene a ser la expresión más perfecta de la armonía estética,
universalmente buscada en las obras de arte de Egipto, Grecia,
Roma, en la época del Renacimiento, etcétera. De allí estas
palabras de Cabrera: ...asombro de perfecciones, pasmo de
belleza, suavidad, unión, dulzura y portento del más acendrado
primor y valentía que puede imaginarse, como obra de un pincel
del cielo que supo unir cuanto tiene de bueno la pintura.
Analicemos la Sagrada Imagen y veamos por qué lo dicen:

Unidad: Vemos cómo la Sagrada Imagen, no obstante la variedad de


riquezas que nos presenta con sus formas acabadas con suma
perfección, es una en conjunto de sorprendente amplitud,
obedeciendo así a la ley artística que dice: No tengáis ojos,
primeramente, más que para el conjunto. Interrogadle y no
interroguéis sino a él. ¿Cómo se ha logrado esto?
Simetría y asimetría: En la Bendita Imagen podemos encontrar un
maravilloso contraste de simetría y asimetría, lo cual es
indispensable en cualquier obra para que exista ese orden que dé
el equilibrio –no igualdad- en los volúmenes y colores a diestra
y siniestra del cuadro, y esto por medio de sutiles y
variadísimas compensaciones en volumen y color; en nuestra Santa
Imagen sorprende cómo son concebidos cada uno con admirable
moderación: de este modo podemos ver rigurosa simetría en la
silueta elíptica o resplandor, llamada aureola de la imagen, que
envuelve la figura enmarcándola, contrastando armónicamente con
la antisimetría del contorno de las formas de la Inmaculada
Virgen; sin embargo, la línea que perfila la aureola, es
asimétrico, pues su borde de fuego se perfila como una línea
ondulada de curvas diversas y con diferente magnitud, lo cual
evita la desagradable uniformidad; lo mismo podemos decir del
fuego que aparece en el contorno, el cual a primera vista luce
simétrico y sin embargo resulta irregular cuando es estudiado
detalladamente.
El perfil virginal, de tres cuartos a la derecha de la imagen, se
vuelve equilibrándose a la izquierda con el manto, ya que el
pecho logra lucir una alterada simetría gracias al pliegue, del
mismo modo que se altera la simetría de los brazos y manos
juntas, por el gran doblez del manto que es recogido por el brazo
en la propia siniestra. También podemos apreciar que de la
cintura hacia abajo no encontramos ninguna simetría, cerrándose
así la composición, mas de una manera admirable, puesto que los
volúmenes llegan a equilibrarse en una conclusión maravillosa:
porque vemos una túnica que en lugar de terminar sencilla hacia
abajo, en una orilla que hubiera sido mísera, luce gran dobladura
en forma curvilínea, plegada, que en parte deja ver una franja
dorada ocultando suntuosamente los pies; y todo ello sostenido
por el ángel, artísticamente y con grande majestad, el cual opone
simetría a la antisimetría que llevábamos hasta aquí, gracias a
que abre de par en par los brazos, las alas y los ojos; y también
por inclinar la cabeza en sentido contrario a la de la Virgen y
de detener con sus manos de manera desigual el manto y la túnica.
Asimismo la media luna aporta armonía al contraste por enriquecer
el final del manto, aun cuando tampoco es simétrica ni en
dirección ni en magnitud, dando así otro recurso de variedad.
De modo que esta disposición en lugar de interrumpir la armonía
de todo el conjunto o le quite belleza, pasa al contrario, pues
mutuamente se hacen resaltar: el resplandor al manto, el manto a
la túnica, los pliegues a lo liso, lo simétrico a lo asimétrico.
De todo esto podemos concluir que la variedad múltiple de formas,
cuerpo, túnica, manto, resplandor, trono, en juego constante de
simetría y antisimetría logra la maravillosa unidad que
caracteriza a toda la Sagrada Imagen dignificándola y llegando a
ser así admirada con asombro por los más afamados pintores.

Proporción: Del mismo modo, toda Ella es una maravilla en


proporciones, pues si miramos su Rostro, en cuanto al arte, es
hermoso y perfectísimo en sus formas, pues ni es delgado ni
grueso, concurriendo en él aquellas partes de que se compone una
buena pintura, como son hermosura, suavidad y relieve; al
contemplar su nariz se la observa en bella y correspondiente
proporción con las demás partes al igual que su frente y barba,
las cuales corresponden con igualdad a tanta hermosura y belleza;
sus ojos de manera inexplicable causan regocijo y reverencia, al
verlos tan apacibles y amables; cuando llegamos a su boca
sorprende, puesto que aun cuando tiene los labios muy delgados,
el inferior misteriosamente coincide en una marra o nudo del
ayate que elevándolo un poco le da tal gracia que como que se
sonríe; su garganta es redonda y muy perfecta.
Tal vez hasta aquí no nos haya asombrado mucho el análisis, sin
embargo es de advertir que estas perfecciones que muestra el
original del Rostro no se han podido copiar en otra pintura, ni
aún la fotografía ha logrado copiarla exactamente, ya que en
pequeo se desvirtúa, esfumándose así (a escala menor que el
original), todo su encanto no obstante los progresos reportados
ahora por la ciencia. Lograse recabar tan sólo el mérito del
Rostro, fotografiándolo a su tamao original.

Difracción e iridiscencia: Además de lo hasta aquí analizado,


pasemos a ver lo que ha llegado a sorprender a muchos pintores
como al afamado profesor Francisco Camps Ribera, experto en
pintura, el cual examinó la tilma en 1954 y 1963; y es que los
colores de la Santa Imagen vistos de lejos, aparecen vigorosos,
claramente marcando sombras y claros, pero cuando se ven de cerca
y con la ayuda de una lupa son borrosos. Tal vez este dato
parezca no tenga mucha relevancia, sin embargo si atendemos a la
fuente de este fenómeno llegamos a que esto se debe a la
difracción de la luz, es decir, a que la luz se desvía mostrando
así los cuerpos borrosos. Sin embargo esta técnica es imposible
de lograr por manos humanas por lo que no existe en el mundo
ninguna otra pintura de la cual se pueda decir lo mismo. Otra
cosa que es de admirar, en cuanto al color, es que éste cambia
ligeramente según el ángulo desde el que se mira la imagen, lo
que se conoce como iridiscencia (hondas de luz reflejada,
proporcionando brillantes o destellos) y esto mismo da otra
particular característica que consiste en que se vea más grande
de lo que en realidad es; otra circunstancia fuera de lo común.

Clasificación artística: Al tratar de ser clasificada, según las


reglas del arte, esta Bendita Imagen vuelve a maravillarnos, pues
logra reunir las características de una verdadera pintura, propio
del llamado arte pictórico, pues en Ella logran notarse
volúmenes, conforme a los cuerpos tridimensionales, y que son
clasificadas en este arte; y por otra parte también llega a ser,
por varios modos, clasificada entre el arte decorativo, el cual
siempre se expresa en planicies; lo que resulta al parecer,
imposible de conciliar y por tanto maravilloso.

Claroscuro: Otra cosa que llega a sorprender es la estabilización


de colores en esta Imagen, el cual es áureo; sorprende ver cómo
la luz quedó debajo de las formas, dando al conjunto de la figura
entera, la calidad de portentosa lámpara encendida y esto gracias
a que la pintura no es de un cuerpo común, es decir, un cuerpo
opaco iluminado, sino de un cuerpo refulgente el cual en lugar de
tener una sola fuente y dirección de luz, a fin de regular el
claroscuro (esto es la mezcla de la sombra con la luz) recibe
tantas y tan encontradas luces cuantos rayos solares la rodean,
con el resultado prodigioso del más excelente claroscuro,
producto de un maravilloso astro que despide rayos áureos a
diestra y siniestra sobre fuego, oculto casi todo, que se revela
únicamente en los bordes del resplandor.

Barniz: También ha llegado a admirar la brillantez y frescura de


sus colores, los cuales, parecen tener luz propia y en esto
resulta otra maravilla ya que no se encuentra en Ella el recurso
del barniz que artificialmente permite la brillantez y viveza de
los colores en otras pinturas, ya que después de aplicados su
brillo llega a ser absorbido por la tela o materia dispuesta para
trabajar; a lo que se puede agregar que aun hoy en día en nuestra
Imagen se conserva dicha característica que ha más de cuatro
siglos ya debería de haberse opacado y oscurecido como sucede a
todas las pinturas antiguas.

Retoques: En otras cosas que han logrado descubrir los críticos


del arte, se encuentra el hecho de haber comprobado que ya desde
los primeros aos de la aparición algunos devotos por una
equivocada y tonta piedad quisieron mejorar lo perfecto y
enmendar lo divino y así ya el canónigo Francisco de Siles, a
cuya iniciativa se levantaron las Informaciones Guadalupanas de
1666, afirmó que pareció a la piedad de los que cuidaban del
culto y lucimiento de la bendita imagen que sería bien adornarla
de querubines, que alrededor de los rayos del sol le hicieran
compaía y representasen el reverente obsequio que los soberanos
espíritus hacen a su Reina en el cielo. Así se ejecutó: pero en
breve tiempo se desfiguró de suerte todo lo sobrepuesto al pincel
milagroso que por la deformidad que causaba, a vista de la
permanente belleza y viveza de los colores de la Santa Efigie, se
vieron al fin obligados a borrarlos, siendo esto, en parte, causa
de que en algunas partes del rededor de la Santa Imagen parece
que están saltados los colores. El padre Cuevas opina que incluso
se los pintaron también dentro del mismo sol.
Por su parte, Miguel Cabrera observó que la imagen tenía retoques
y sobrepuestos en la misma Efigie teniendo retocados los rayos
con oro y la luna con plata. Lo primero se demuestra
sencillamente al comprobar que los actuales rayos no pueden ser
los auténticos con sólo contarlos, puesto que el indio Valeriano
que vio recién aparecida la Santa Imagen, como ya vimos, afirma
que tenía 100 rayos, repartiéndose 50 por cada lado. Aunado a que
en 1648 Miguel Sánchez, autor de la primera Historia Guadalupana,
afirma lo mismo; sin embargo a partir del siglo XVII y hasta
nuestros días, se observan 126 rayos, repartidos 62 por el lado
derecho y 67 por el lado izquierdo. La mayor parte de ellos se
miran truncados, sin puntas, pues poco a poco se van cayendo por
sobrepuestos. En cuanto a la media luna, textualmente asevera el
padre Mariano Cuevas, autor del Álbum Guadalupano, la media
luna... está también retocada y de ahí que haya dos lunas
concéntricas, siendo la exterior la original y primitiva.
Ahora, cabe preguntar si esto ha sido o no en perjuicio y
deterioro de la Santa Imagen. A lo que se responde que,
naturalmente, pues no sólo ha habido retoques y sobrepuestos,
sino también raspaduras para quitar los restos de tales
aadiduras cuando estaban cayéndose, como ya dijimos en el caso
de los querubines, y que consta también pasó con la corona
enigmática que nos menciona el mismo Valeriano, entre otros, y
que sin embargo no se logra apreciar hoy en día. Pero, ¿existió
alguna vez una corona?...
Corona: Conforme a la opinión más acertada del seor canónigo
don Jesús García Gutiérrez, la confusión nació cuando un nefasto
retocador tuvo la ocurrencia de pintar sobre la frente de la
santa Efigie una raya que uniera las dos puntas de cada lado, al
mirar los rayos que circundan la cabeza de la Santísima Virgen,
formando así una especie de peineta, dando como resultando la
famosa corona. Por lo que, sí se borró, sola esta raya
sobrepuesta en la frente fue la que se borró, dando paso lo
artificial y humano a lo divino; o por otra parte la borraron
como parece afirmarlo don Antonio Pompa y Pompa, distinguido
historiógrafo mexicano, al cual confidencialmente contó el
insigne pintor mexicano don Rafael Aguirre, que siendo él
discípulo del maestro Salomé Pia le tocó ver cómo era llamado
por el seor Abad de Guadalupe don Antonio Plancarte, para
realizar la desaparición de los restos de corona que aún se
veían, secreto que por encontrarse ya en el lecho de muerte no se
quería llevar a la tumba con recargo de su conciencia.
Y así si creemos a este testimonio encontramos que no contradice
a Valeriano y demás escritores guadalupanos que afirmaron se
apareció con corona, ya que por corona pudieron ellos tomar los
rayos culminantes sobre la cabeza los cuales suman un total de
doce.

Mutilaciones: Ahora, los retoques no ha sido lo único que ha


venido agraviando a la Sacrosanta Imagen, pues casi todas las
ocasiones que se ha quitado el sagrado Lienzo de su lugar por
algún traslado o para colocarle nuevo bastidor o nuevo marco, se
le han recortado partes como reliquias. Sí, porque al examinar
las imágenes pintadas a fines del siglo XVI y principios del
XVII, observamos que en lo alto de la tela tienen bastantes nubes
formando un ángulo largo y agudo; lo cual no se logra apreciar
hoy en día en nuestra Imagen, pues la Sacra Cabeza de la Virgen
casi está pegada al marco y lo mismo consta por las medidas que
de la tilma se han venido dando desde 1648, 1675 y 1793 que son
distintas y cada vez menores.
Esto no debe extraarnos pues ya desde el traslado de la Santa
Imagen a su primera ermita, el 26 de diciembre de 1531, una
tercera parte del ayate del indio Juan Diego, fue cortado y
repartido en reliquias, por no tener nada impreso, a destacados
personajes y a varias iglesias donde consta que se veneraron
(como en la Catedral de México y en la Congregación de
Querétaro). Ya que, según la usanza de los indios, los ayates
constaban de tres piezas, unidas por las orillas; y el cual
ataban por el hombro izquierdo, cubriendo el derecho, dejando así
libre la misma siniestra; por lo que media tilma caía
necesariamente por delante y media por detrás, siendo un error
histórico figurar a Juan Diego con su tilma sujeta por detrás del
cuello y sólo caída por delante, lo cual hacían sólo para recoger
o cargar algo en ella.

La tilma a través de los ojos de los científicos

Hasta aquí hemos visto lo referente a los dos primeros aspectos,


es decir, lo que han logrado apreciar los sencillos y los
artistas. Pasemos ahora a la parte tal vez más interesante pues
conforme avanza la ciencia y sus inventos, más asombra esta
Sagrada Imagen, la cual parece desafiar a todos los tiempos.

Duración del lienzo: La ciencia ha tenido que reconocer su


admiración al comprobar, por un lado la misteriosa conservación
del pobre ayate donde descansa impresa la bendita Imagen
guadalupana, pues como ya observaban los protomédicos que
analizaron el lienzo en 1666, es inexplicable la resistencia que
ha demostrado, sin tratamiento o cuidado especial a pesar de
haber resistido sin ninguna protección durante 116 aos, a la
humedad o salitre, muy abundante y corrosivo en aquellos parajes
del Tepeyac, antes de que fuese secado el Lago de Texcoco;
mientras que cuadros de más firme contextura y especialmente
preparados no duraban más de 20 aos, y como también afirma
Cabrera, aun las maderas y metales no duraban entonces más de un
siglo gracias a este clima corrosivo. Además si a esto aunamos
que al estar expuesta directamente durante estos 116 aos sin
ningún vidrio, al contacto de toda clase de objetos, al humo de
millones de veladoras, velas y virios (pues más de 70 lámparas
ardían día y noche enfrente de Ella), y a la imprudente
veneración popular, en un altar tan bajo que las manos de
cualquiera pudieron tocarla, ¿cuál no debió haber sido su
desgaste, naturalmente hablando? ¿Cuántas imágenes, manos y en
fin cosas no se frotaron en tantos aos? Cabrera refiere en 1753,
que al estar él presente en una de las tantas veces que se habría
la urna o vidriera que cubría la bendita Imagen para la devoción
de la gente, dice haber contado 500 imágenes, aparte de rosarios
y medallas que frotaron o tocaron al lienzo durante dos horas en
que así estuvo abierta; ¿qué decir del contacto que tuvo de
espadas y pulseras de mujeres?, pues aunque hubiera sido hecha de
bronce, si no fuera por causa sobrenatural, ya se encontraría
borrada, rota o destrozada, pues como afirmaba el doctor Uribe en
1795, hacen mella aun en los mármoles y bronces como lo logramos
apreciar en Roma en la Escala Santa de mármol y en la Estatua de
bronce de San Pedro en el Vaticano
No menos desconcertante y que ha desafiado a la ciencia y aumenta
el prodigio de la conservación del lienzo, es que éste consta de
dos piezas iguales, cosidas con un hilo de algodón, bien delgado
e incapaz de resistir por sí solo cualquier violencia y, ¿qué
podemos decir, también, ante el hecho insólito de que a pesar de
ser tan frágil resiste y continúa resistiendo la fuerza, peso y
tirantez de los dos lienzos que une, por su naturaleza de ser más
pesados y muchos más toscos que el débil algodón?... Y pensar que
en nuestros días para conservar las obras bellas de las Bellas
Artes y para que no se alteren las pinturas, el Museo Británico
recomienda: un 60 por ciento de humedad relativa a 60̊F, salas no
muy grandes (para así evitar la contaminación atmosférica),
fumigaciones adecuadas, control continuo de la temperatura y de
la ventilación, eludir reflexiones en los cuadros, precaver la
formación de micro-organismos, verificar la ausencia de
compuestos azufrosos y de polvos, impedir cambios bruscos en la
humedad y en la temperatura, prevenir iluminaciones intensas,
control microscópico y tinto métrico, análisis con rayos X,
fotografías con luces ultravioleta de onda corta y larga, y al
infrarrojo, etcétera.

Resistencia: Científicamente, es también imposible explicar que,


cuando le cayó ácido nítrico al Sagrado Lienzo en 1791, mientras
unos plateros limpiaban el marco de plata que enmarcaba la
Imagen, no se hubiese destrozado el lienzo, lo cual hubiese sido
lo más natural, y sin embargo tan sólo se manchó, mancha que aún
se puede ver y que con el tiempo se ha ido borrando. Otro hecho
que muestra la resistencia sobrenatural de este lienzo, y es
científicamente inexplicable, es que haya resistido a la
explosión de 1921 (14 de noviembre a las 10:30 a.m.), provocada
por Luciano Pérez al colocar un enorme ramo de flores sobre el
altar y a los pies de la Sacrosanta Imagen, en donde llevaba
escondida una poderosa bomba, que a pesar de destruir las gradas
de mármol del altar que sostenían la Virgen, hacer volar por los
aires los pesados candelabros, doblar un gran crucifijo de metal
que todavía se exhibe en ese estado, convertir en polvo jarrones,
floreros y vidrios de casas cercanas a la basílica, además del
cristal de un cuadro de San Juan colgado detrás de la Imagen
Guadalupana. Prodigiosamente la Imagen de la Virgen no recibió ni
un rasguo; más aún, quedó intacto el cristal que la protegía. (Y
entonces no había cristales antibala).

Color: En cuanto al extrao origen de los colores, la ciencia


también ha tenido que inclinarse admirada, pues los análisis
hechos a las fibras coloreadas del ayate han sido
desconcertantes, pues en 1936 siendo Abad de la Basílica de
Guadalupe, don Feliciano Cortés Mora, le dio para su relicario al
seor Francisco de Jesús María Echeverría (obispo de Saltillo en
1905), algunos hilos de la Sagrada Tilma, dos de los cuales, éste
último, envió a Alemania para que el químico doctor Ricardo Kuhn
(nacido en Viena en 1900), Premio Nobel de Química en 1938, los
analizara sin decirle su procedencia. El resultado que mandó fue
el siguiente: En las fibras analizadas, una roja y otra amarilla,
no existen colorantes vegetales, ni colorantes animales, ni
tampoco colorantes minerales... a lo que podemos agregar
nosotros, que ni colorantes sintéticos puesto que en 1531, no
existían, pues no es sino hasta 1868 cuando se obtiene el primer
color sintético a partir del ácido antraquinonsulfónico; lo cual
resulta absolutamente desconcertante.

Infrarrojo: La ciencia tampoco ha podido encontrar explicación


posible de la imagen ante los procedimientos de la fotografía
infrarroja. Ya en 1979 los norteamericanos Philip Callahan y Jody
B. Smith, quienes trabajaron en la NASA, quedaron muy
sorprendidos al comprobar que realmente la pintura no tiene
pinceladas, ni aparejo, ni barniz aplicado sobre la pintura;
además de observar que la tela es aprovechada para dar
profundidad al retrato, como el aprovechar amarras o nudos para
resaltar la figura de los labios y párpados de la Virgen; además
lograron observar detalles que a simple vista humana no se logran
ver, como que el cabello es suave, ligeramente rizado u ondulado
en su caída sobre el hombro derecho; que las cejas y hasta las
pestaas se logran apreciar vistas con placas infrarrojas de
mayor fidelidad. En las mismas placas infrarrojas se perciben
muchos pliegues de la túnica y manto, que dan al vestido
sorprendente naturalidad y que no se alcanza a distinguir a
simple vista.
Según ellos no es posible explicar ni el tipo de los pigmentos
cromáticos utilizados, ni la permanencia de la luminosidad y
brillantez de los colores. Además lograron verificar el perfil
del grosor de un cabello, y dado lo tosco y burdo del ayate, que
no tolera exquisiteces, este perfil es una prueba del origen
sobrehumano de la pintura.

Fenómeno de rechazo: Otro fenómeno no menos singular y que ha


dejado desconcertados a los mismos científicos por no tener
explicación natural alguna, pues se han hecho estudios sobre
tilmas hechas con el mismo material de la Tilma guadalupana y no
sucede lo mismo, pues se trata del fenómeno de rechazo que logra
presentarse en el ayate de Juan Diego hacia los insectos y aun
hacia el polvo suspendido en el aire. Hecho insólito e
inexplicable.

Rasgos orgánicos de la Sagrada Imagen


Temperatura: Otra cosa que no ha podido encontrar explicación
científica y asombra a la naturaleza, es la aparente vitalidad de
la Sagrada Imagen pues en ella se comprueban ciertos rasgos que
solamente se encuentran en un ser vivo. Como el hecho de
comprobar que a pesar de que hoy en día la Tilma se encuentra
colocada sobre una placa metálica cuya temperatura oscila
alrededor de los 15̊C, no obstante que el sagrado lienzo descansa
sobre ella, éste conserva una temperatura constante de 36̊C,
temperatura que caracteriza a un cuerpo humano sano.

Reacción de los ojos: Aunado al hecho de que los ojos de la


Sagrada Efigie, vistos a través de un oftalmoscopio de alta
potencia, revelan tener profundidad, esto es, que se comportan
como los de una persona viva: pues al proyectar la luz de un
oftalmoscopio sobre el segmento exterior del ojo, el iris brilla
más que el resto, no así la pupila, lo que da una sensación de
profundidad; pareciendo, además, como si el iris fuera a
contraerse de un momento a otro.
En ellos se logra apreciar el efecto llamado Purkinje – Sanson,
en honor a sus descubridores, el doctor Purkinje de Bélgica y el
oftalmólogo Sanson de París (hecho en 1860), teoría comprobada y
admitida por todas las escuelas y textos de oftalmología.
¿En qué consiste este efecto?...
Es una experiencia que cualquiera puede probar estudiando el
reflejo de su propio rostro, bien iluminado, en su mismo ojo
delante de un espejo, o mejor todavía en el ojo de otra persona.
La imagen, así vista, es la que llaman primera de Purkinje-
Sanson, la cual es reflejada en la córnea, con la misma
coloración y un poco distorsionada, ya que la córnea no es plana
sino redonda; decimos primera porque se dan una segunda y tercera
imágenes (si bien, pueden faltar aun existiendo la primera, pues
para que éstas se produzcan, el objeto tiene que permanecer
frente a las pupilas); éstas se producen cuando hay poca luz y
las pupilas están dilatadas, y así se logran observar en las
misas pupilas o al borde de ellas, siendo la segunda más grande y
tenue; y la tercera más intensa, pero mucho más pequea y es la
única que aparece invertida, esto es, boca abajo.
Tal es la forma como toda imagen se refleja en nuestros ojos y
como se ha descubierto pasa en los ojos de la Guadalupana; otro
hecho no menos sorprendente y que confirma lo que venimos
tratando es lo que descubrió en 1991, el doctor Escalante, a
saber, la aparente red venosa, microscópica, de un ser humano
normal, en los párpados y en la córnea de los ojos de la Virgen.

Imágenes en los ojos: En comprobación de que los ojos de la


Santísima Virgen de Guadalupe son del todo similares al de un ser
vivo, llegamos al reflejo de ciertas imágenes que se logran
apreciar en ellos, a pesar de ser el izquierdo de tan sólo 8mm de
diámetro y el derecho de 7mm, las cuales son tan diminutas y
prácticamente imperceptibles a simple vista, que sólo se logran
apreciar aumentando la imagen de 25 – 30 veces, lo que sería una
prueba más de su real existencia y no de una ilusión óptica, ya
que la misma amplificación se hubiera encargado de desvanecerlas.
En un principio se creyó ver una sola imagen que podría ser del
vidente Juan Diego, sin embargo, gracias al avance científico y
tecnológico, sobre todo al llamado “Proceso Digital de Imágenes”,
el doctor José Aste Tonsmann, descubrió un total de trece figuras
minúsculas, que se reproducen en ambos ojos, con excepción de un
solo personaje, que se indicará más adelante.
Pasemos a ver de qué personajes se trata:
El recorrido de las imágenes reflejadas lo haremos desde el
extremo derecho de cada córnea hasta el extremo izquierdo, es
decir, desde el más cercano a la nariz, cuando se trata del ojo
izquierdo, y el más alejado de la nariz en el caso del ojo
derecho.

Un indio observa con atención: En el extremo izquierdo de la


córnea izquierda, se puede observar la figura de un indio de
apenas 3.3mm, el cual aparece de cuerpo entero y sentado en el
suelo; parece mostrar la pierna izquierda la cual extiende sobre
el piso, mientras que la derecha está doblada y pasa sobre la
otra, además al parecer lleva en la espalda una calabaza como
depósito de agua. El afirmar que es un indio se basa en la
postura que parece adoptar conforme a la que se ve tienen los
indios representados en una de las láminas del Códice Aubin y era
la común de aquellos que no acostumbraban usar sillas. Otro
detalle significativo es que se logra apreciar bastante bien una
arracada en su oreja derecha al igual que se logra apreciar que
su cabello es largo y parece que un lazo lo recoge a la altura de
las orejas. Las características descritas, según el doctor Aste,
nos llevan a pensar que la imagen correspondería a la de algún
sirviente del obispo Zumárraga. Siendo ésta la hipótesis más
probable. Al ver el otro ojo, logramos apreciar también la misma
imagen no ya de cuerpo entero sino tan sólo su rostro, pero que
coincide perfectamente con el rostro del ojo izquierdo.
Anciano y asombro de hombre joven: A continuación del indio
aparece, también en la córnea izquierda de la Virgen un hombre
anciano, que apenas mide 1.6mm. y a cuya izquierda aparece otra
figura.
En cuanto a la primera figura, la imagen corresponde a la de un
hombre anciano, con una calva bastante grande y brillante en
algunas partes. Vemos que conserva un poco de cabello. Su nariz
es grande y sobre todo aguilea, sus ojos aparecen hundidos, y su
mirada se dirige hacia abajo. Entre otras cosas se logra apreciar
que su mejilla, ya sea por la edad o enfermedad, se halla
descarnada mostrando así el hueso molar derecho; además el hueso
de la mandíbula sobresale, firme, rígido, y sobre él aparece una
barba blanca espléndida. Otra característica sorprendente, es que
al parecer una lágrima corre por su mejilla hacia la comisura de
sus labios. Todo parece suponer que dicho personaje no es otro
que el obispo Juan de Zumárraga, pues llega a tener un gran
parecido con el retrato que de él se conserva pintado por Miguel
Cabrera. Aunque esto sea tan sólo una hipótesis.
La otra figura que se encuentra cerca del anciano y a su
izquierda, a pesar de la dificultad que presenta para ser
reconocida, el doctor Aste, precisa que se trata de un hombre
joven. Este personaje parece mirar casi de frente, y en una
ampliación pueden verse sus ojos, nariz, boca, mejillas, frente y
parte de la cabellera. Sus facciones denotan asombro, y debido a
su cercanía al presunto obispo de México lleva a pensar que se
trata de un traductor, ya que como se sabe el obispo Zumárraga no
hablaba el náhuatl y el vidente Juan Diego desconocía entonces el
espaol. Lo que nos lleva al personaje que pudo haber cumplido
tal función y que según la tradición se trata del padre espaol
Juan González, intérprete del obispo Zumárraga, según un óleo
anónimo del siglo XVIII; hombre joven en la época de la
aparición, pues había nacido entre 1500 y 1510.
El rostro de este personaje y el del anciano, aparecen en la
córnea derecha en idéntica posición, aunque imprecisos y de menor
tamao.
Un indio maduro: En la misma córnea izquierda, a continuación de
las figuras ya mencionadas, se encuentra un hombre de edad madura
y con aspecto de nativo, pues al examinar los rasgos de su
rostro, se logra apreciar que tiene pómulos prominentes, barba
rala, algo de bigote muy pegado a la cara, labios que parecen
entreabiertos y una nariz aguilea, bastante grande, que
constituye el rasgo de la cara más notable y que recuerda la
nariz de Juan Bernardino, tío de Juan Diego, que se encuentra
representado en la pintura conocida como “El primer milagro”.
También se logra ver sobre su cabeza una especie de sombrero con
forma de cucurucho que, en opinión de gente conocedora de las
costumbres de la época, era de uso corriente entre los naturales
dedicados a las faenas del campo; lo que hace más interesante a
esta figura es que aparentemente lleva una tilma anudada al
cuello, su brazo derecho lo extiende debajo de ella y la
despliega en dirección al lugar donde se encuentra el anciano.
En la córnea derecha la posición, facciones y detalles de la
cabeza son semejantes; no obstante que la figura sea algo más
pequea, pues sólo se nota el rostro. Por lo que se concluye que
de los rasgos típicamente indígenas, la posición del personaje
dentro del conjunto y, sobre todo, la tilma expuesta, no se trata
de otro que del vidente Juan Diego, según opinión del doctor
Aste.
Mujer negra: En el mismo ojo izquierdo, parada y detrás del indio
que hemos sealado ser Juan Diego, aparece la figura de una
mujer, de ojos penetrantes, que mira con asombro lo que ocurre
por encima de los hombros del indio. Es el personaje más retirado
y sólo puede verse su busto y cara. Su tamao es de apenas 0.7mm.
Según apreciación del mismo doctor Aste, la tez oscura, la nariz
achatada y los labios gruesos del rostro, llevan a concluir que
se trata de una mujer de raza negra.
Sobre la cabeza parece llevar un turbante o tal vez se trate
simplemente del peinado. La ubicación de este personaje en el
contexto, en un principio pareció al doctor Aste un error
histórico, sin embargo, ¡cuál no fue su asombro! al comprobar que
el padre Mariano Cuevas en su Historia de la Iglesia en México,
narra la libertad de una esclava negra concedida, en testamento,
por el obispo Zumárraga la cual le había servido en México. Y al
revisar el acta de embarque de Zumárraga hacia México, encontró
que entre los acompaantes allí registrados, estaba la esclava
negra.
La misma imagen logra percibirse en el ojo derecho coincidiendo
bastante bien la forma y posición del cuerpo, aunque en esta
última un foco luminoso impide ver el rostro, como logra
apreciarse al comparar ambas imágenes.
Hombre barbado: La siguiente figura, que está ubicada en el
extremo derecho de ambas córneas y que es mucho más precisa en la
córnea derecha que en la izquierda, es la que erróneamente en un
principio se creyó ser Juan Diego (así lo creyeron Alfonso Marcué
en 1929 y Carlos Salinas en 1951, que la vieron con una lupa);
sin embargo, las ampliaciones confirman que las facciones de este
personaje son europeas; en ambas representaciones el personaje
muestra una actitud contemplativa; parece ensimismado y su rostro
expresa interés y perplejidad. Mantiene la mirada orientada hacia
el lugar donde el indio extiende su tilma. Un detalle interesante
que puede observarse en la córnea derecha es que el personaje
toma su barba con la mano derecha, se nota claramente el dedo
pulgar introducido en ella. También se distinguen el hombro,
brazo y antebrazo del personaje.
En el ojo derecho aparecen con gran nitidez las tres imágenes de
Purkinje–Sanson. Esas imágenes corroboran lo que varios
oculistas descubrieron aos atrás, como ya hemos mencionado. El
porte y dignidad aparentes del personaje, corresponderían a un
hombre importante, tal vez un noble de origen espaol. No es
posible, por el momento, identificar con toda certeza al hombre
barbado, pero algunos entendidos en la materia especulan que se
trataría de don Sebastián Ramírez y Fuenleal, presidente de la
Segunda Audiencia de la Nueva Espaa en ese entonces.
Grupo familiar indígena: En el centro de ambos ojos aparece otro
grupo de imágenes, de tamao mucho más pequeo, al que ha
denominado el doctor Aste como el grupo familiar. Este grupo de
nuevos personajes parecen encerrar un misterio dentro del
misterio que venimos analizando ya que los nuevos personajes
presentes en este grupo no guardan relación ni proporción con las
otras imágenes descubiertas, antes bien resultan ajenos a la
escena hasta ahora observada. Además de esto, existen otras
particularidades que hacen de este grupo la parte de mayor
interés en los ojos de la Santísima Virgen de Guadalupe, ya que
dichas imágenes están ubicadas en las pupilas, lugar que ocupan
las imágenes precisamente cuando son observadas por una persona
viva, pues aunque las córneas reflejen varias imágenes, aquellas
en las que la persona centra su visión son las que se encuentran
en sus pupilas.
Al analizar a este grupo despunta por su ubicación y tamao, una
mujer joven de rasgos muy finos, que ocupa el centro del nuevo
cuadro en la escena ubicada en la pupila izquierda; su rostro
mide, del cráneo a la barbilla, medio milímetro; sobre su cabello
parece tener una especie de trenzas o flores entretejidas con el
cabello. Lo interesante de esta joven es que parece tener sujeto
a la espalda un bebé, por el rebozo y con una cinta para
sujetarlo, a la usanza que aún mantienen muchas indígenas de
diferentes zonas de América; pudiéndose distinguir en ambos ojos
la cabeza del bebé.
En un nivel más bajo y a la derecha de la joven madre, se
encuentra un hombre el cual luce un sombrero, y aparentemente
está sentado. Entre ambos personajes se observa una pareja de
nios, además de poderse observar una mujer y un hombre maduros
los cuales observan la escena ubicados de pie a la espalda de la
joven, figuras que se logran apreciar mejor en la pupila del ojo
derecho.
Tal como ocurre con las otras imágenes antes analizadas, las
correspondientes al grupo familiar se encuentran también en ambos
ojos, con excepción del hombre de pie detrás de la mujer que no
se ha podido descubrir en el ojo izquierdo. De quiénes se trate,
lo ignora el doctor Aste, lo único que sí es seguro es que según
la ubicación de estos personajes, es la posición en que debieron
caer las flores presentadas por Juan Diego al obispo, y que como
afirma él, no logró encontrarlas a lo largo de su investigación.
De todo esto se concluye que científicamente es imposible
explicar cómo en el pequeísimo diámetro de las córneas, de
apenas 7 u 8mm, sea posible pintar las miniaturas encontradas en
los ojos de la Virgen; más aún si se tiene en cuenta el material
tan burdo sobre el que está grabada la imagen. Si una obra de
esta naturaleza –con los detalles tan minuciosos como lo
expuesto– es imposible para el hombre de hoy, a pesar del
desarrollo tecnológico, con mayor razón lo fue para cualquier
artista del lejano 1531.
Después de todos estos análisis que hemos hecho, parece lógico
concluir que esta Imagen no es de origen humano, pues no tiene
explicación científica natural. De aquí que hagamos nuestras las
palabras dichas por S.S. Pío XII, de feliz memoria, esta imagen
es obra de pinceles que no son de acá abajo.
Y así debe ser un orgullo para nosotros los mexicanos el poder
poseer en nuestra nación la especial protección de la madre de
Dios en su advocación de Guadalupe, y quiera Dios, por el amor
que tiene a su Santísima Madre, que el haber nosotros conocido un
poco más acerca del gran misterio que encierra la Sagrada Imagen
de María de Guadalupe y su especial predilección hacia nuestro
México, dé lugar en nuestro corazón a una mayor devoción hacia
Ella, impregnada de un amor filial hacia nuestra Bendita Madre;
pues lo que no hizo en Lourdes (Francia), en Fátima (Portugal), y
en fin en todas aquellas partes en donde ha posado sus benditas
plantas, lo ha hecho con los más pequeitos de sus hijos, pues
como dijera su Santidad Benedicto XIV, acerca del regalo tan
especial que nos ha hecho nuestra Santísima Madre, lo que ha
hecho con nuestro México: Non fecit taliter omni nationi.
La Epopeya de Juan Diego

Pbro. Dr. J. Jesús Ríos.

Era humilde y era pobre Quiere bajar, en seguida,


de ésos que el mundo desprecia, a nuestra tierra salvaje
pero que estima y aprecia -ahora ya florecida-
el Seor que justiprecia y traernos su Mensaje
lo que es oro y lo que es cobre. de fe, amor y de vida.

Guarda, cual los más puntuales, Se engalana y atavía:


los mandamientos legales: queda hermosa como el día
oye Misa, ora en el templo y fresca como maana;
y edifica con su ejemplo el sol a su espalda ardía,
a iberios y naturales. la luna era su peana.

Ante engaosos vislumbres, Y del Tepeyac la cumbre


jamás vaciló su fe la tie la luz de la aurora;
ni dio su virtud traspié. el arco iris la colora
¡era águila de las cumbres, y mil aves con su dulcedumbre
por su vida y sus costumbres! Cantan allí a la Seora.
Fue la primer flor nacida, Y al bajar, con raudo
vuelo,
humilde flor escondida arrancan sus manos bellas
en un rincón de este suelo, un girón de nuestro cielo,
pero que honraba la vida muy recamado de estrellas,
y que perfumaba el Cielo. que le servirá de velo.

María, al sentir su aroma, E intentando, como


buena,
pregunta de dó ha venido; ganar el alma pagana
mas Ella misma se asoma de la población indiana,
y viendo que ha florecido quiso aparecer morena,
el pueblo que fue vencido, muy guapa y muy
mexicana.

quiere tomar esa flor Y ante tan grande desplego


y prendería en su pecho; de gloria y grandeza, luego
quiere embriagarse en su dolor; la Virgen habló a la raza,
quiere hacer “lo que no ha hecho a la América que pasa
con ninguna otra nación”. En persona de Juan
Diego.
Fue él, indio de Cuauhtitlán María es la _Misionera
quien, con su virtud y celo, que, con ternura sincera,
atrajo al azteca suelo, ablanda los corazones
como irresistible imán, y convierte las naciones
la Reina misma del Cielo. a la fe que es verdadera.

Por él, nuestra Virgen bella, Con grandísima alegría


nuestro amor y nuestra Estrella y olvidando lo que fue,
en la tilma nos pintó los indios piden la fe,
su imagen y nos dejó y el Anáhuac queda en
pie
su gran Corazón en ella. ¡por Espaa y por María!

Si la Virgen ha llamado Tal es la gran epopeya


al indio su “hijito amado, escrita con sangre y
fuego
pequeito y delicado”; y con virtud que destella;
si ha dicho de varios modos mas no existe sin Juan
Diego,
que Ella es la Madre de todos, ni puede existir sin Ella.

en pueblos americanos, Fue grande la


heroica espada,
indios y conquistadores, pero más grande fue la cruz:
vencidos y vencedores, Esta nos trajo la luz
iberos y mexicanos y aquélla no trajo nada
son, de hoy en adelante, hermanos Para el alma conquistada
Y les pidió por Juan diego En el Tepeyac se
aliaron
que le hagan un templo santo estrechamente dos razas:
donde pueda, son sosiego, Cuauhtémoc y el Cid
juraron
escuchar siempre su ruego amarse siempre y
juntaron
y enjuagar siempre su llanto. sus corazones y sus
casas.

Fue, Juan, crisol de crisoles Desde entonces, en


las eras
que dos razas ha fundido ya no hay choques de
banderas;
y vinculado dos soles sólo hay una -según supe-
-mexicanos y espaoles- en nuestras tierras cimeras:
con el Tepeyac querido. la virgen de Guadalupe.

Y fue el venturoso puente


que tierra y cielos unió:
él sublimó el Continente
y nueva Madre nos dio
para besarla en la frente.

DÍA DOCE DE CADA MES PARA HONRAR A LA SMA.


VIRGEN MA. DE GUADALUPE

Acto de Contrición

Omnipotente y Sempiterno Dios: lleno de confusión y de vergüenza


me postro en tu divina presencia, doliéndome de todo corazón haber
ofendido tu inmensa bondad: conozco, Seor, toda la gravedad de mi delito
y de mi ingratitud, pues me he atrevido a ofenderte tantos, cuantos han sido
los días que me has conservado la vida que respiro: mucho he desconocido
los beneficios que a cada momento me dispensa tu mano liberal. Mi vida ha
sido una serie no interrumpida de crímenes y ofensas a un Dios de infinita
bondad. Mis ocupaciones no han sido otras, que las cosas mundanas y
perecederas, que desaparecen como el humo y dejan un vacío inmenso en el
corazón del hombre. Ciego corría precipitado a un abismo sin fin, había
sepultado en el olvido tu Ley Santa y quebrantado tus mandamientos; pero
ha llegado Seor la hora en que conociendo mis errores, vengo a llorar mis
pasadas ingratitudes; y arrepentido, como el hijo pródigo, vengo a implorar
el perdón: aquí me tienes, Padre clementísimo, desnudo de buenas obras,
pidiéndote con humildad la vestidura de la gracia; estoy hambriento y quiero
saciarme en tu sagrada mesa con el Pan Eucarístico; estoy sediento, y deseo
apagar la sed que me devora en ti que eres la fuente de agua viva. Como
oveja extraviada del rebao, vuelvo al redil del pastor divino, para no
separarme jamás ya del aprisco. Como navegante en un mar preceloso y
enfurecido a merced de los vientos, caminaba en el mar insondable de los
vicios; mas tú, Dios mío, con tu poder divino, me sacas ya del precipicio
horrible; empieza a lucir para mí la aurora de tu luz divina, se calma ya la
borrasca del pecado y llegaré pronto al puerto de salvación, que es el
Sacramento de la penitencia; desde hoy, arrepentido de mis culpas, prometo
firmemente no volver a ofenderte y perseverar en tu santa gracia, esperando
que con el auxilio y la intercesión de tu Santísima Madre y Madre mía de
Guadalupe, lograré las gracias que necesito para salvarme y al fin de mi
vida, verte eternamente y alabarte en la Jerusalén celestial. Amén.
ORACIÓN

Poderosísima Madre y Seora mía de Guadalupe, único refugio de los


pecadores, dulce imán de nuestras voluntades, Eva divina de la gracia,
consoladora de los afligidos, Soberana Emperatriz de los cielos y la tierra;
yo te pido humildemente me asistas en el terrible trance de la muerte; pues
cuando yo esté luchando con la agonía, mis sentidos estén ya entorpecidos,
mi vista eclipsada, el oído tardo, turbadas las potencias, descompuesto el
semblante, mi cuerpo próximo a exhalar el último suspiro y mi alma
inmediata a presentarse al tribunal de su Criador para darle cuenta de mi
vida; mis enemigos estarán dispuestos para acusarme de los innumerables
crímenes que he cometido contra Dios de infinita bondad: ¿a quién dirigiré
mis ojos y elevaré mi corazón atribulado en tan terrible trance sino a ti que
eres Madre de misericordia? A ti solamente me acogeré porque eres la
misma clemencia, en ti solamente confío porque nada puede negarte el Ser
Supremo, que por obra del Espíritu Santo encarnó en tus virginales entraas,
te eligió para que fueras su amorosa madre y te dio por hijos a los pecadores
que intercedieses por ellos: ¿cómo has de permitir que se pierda una alma
por quien tu preciosísimo Hijo derramó hasta la última gota de su sangre en
el ara Santa de la Cruz? No, Madre mía, no, yo espero por tu intercesión, ser
personado; porque arrepentido he llorado y lloraré mis culpas: en aquel
terrible trance tendré que combatir con mis poderosos enemigos, Mundo,
Demonio y Carne: el mundo me recordará sus vanidades aunque esté en mi
postrera agonía; el demonio, enemigo común de los mortales, me asaltará
con las tentaciones más horribles; la carne me brindará aún con los placeres
que en mi desarreglada vida apetecí: la lucha ha de ser terrible, mi cuerpo
agobiado bajo el peso de los sufrimientos y postrada en el lecho del dolor,
no me dejará ni aliento tal vez, para invocarte; y por lo mismo desee ahora
te suplico rendidamente me asistas en ese trance; no me desampares en
aquella hora tremenda: ¿qué sería de mí miserable pecador, si tu me
abandonarás? ¿qué sería de mí, si no me acogiera bajo las alas de tu
misericordia?: abrígame con ellas, como el ave cubre y oculta a sus polluelos
para que no los devore otra ave de rapia; yo confió en ti; porque ¿cómo me
atrevería a imaginar siquiera que me abandonarías, cuando te has constituido
el más poderoso refugio de los pecadores, después de Jesucristo? Yo,
animado con esta confianza, desde ahora te invoco, desde ahora te convido y
poniendo en tus manos preciosísimas mi alma, para que la presentes al
tribunal de tu amantísimo Hijo, que como su juez debe juzgarla, así logre por
tu intercesión verse en el Paraíso celestial donde eternamente te alabe por
todos los siglos de los siglos. Amén.
Ave María y Gloria Patri
CON LOS SERAFINES.

Dios te salve, Virgen pía,


Bella Emperatriz del cielo,
Del Mexicano el consuelo,
El refugio y la alegría.

Ave María y Gloria Patri:


CON LOS QUERUBINES.

Dios te salve, Luz fulgente,


Que del Empíreo viniste.
Y en el Tepeyac quisiste
Tu poder hacer patente.

Ave María, etc.


CON LOS TRONOS

Dios te salve, pues hiciste


Que un cerro lleno de abrojos,
Con la luz de estos tus ojos
En el jardín lo convertiste.

Ave María, etc.


CON LAS DOMINACIONES

Dios te salve, Sol brillante,


Que en el firmamento brillas,
Y de Lucifer humillas
Esa soberbia arrogante.

Ave María, etc.


CON LAS VIRTUDES

Dios te salve, Luna hermosa,


Aurora del Sol Divino,
En quien se goza Uno y trino
La majestad poderosa.
Ave María, etc.
CON LAS POTESTADES.

Dios te salve, pues de estrellas


Te veo Reina coronada
Y también miro postrada
La Luna a tus plantas bellas

Ave María, etc.


CON LOS PRINCIPADOS.

Dios te salve, porque eres


La hermosa Arca de la Alianza,
Del mortal firme esperanza;
Bendita entre las mujeres

Ave María, etc.


CON LOS ARCÁNGELES

Dios te salve, Virgen pía,


De Jerusalén la gloria,
De Israel firme alegría,
Del hombre Corredentora.

Ave María, etc.


CON LOS ÁNGELES

Dios te salve, Hija del Padre,


Del Santo Espíritu esposa,
Y también del hombre Madre.
ORACIÓN

¡Oh Reina de los Patriarcas y profetas! ¡Oh Emperatriz soberana del


Empíreo! ¡Oh Madre amorosísima de Guadalupe! Humildemente postrado a
tus soberanas plantas, te ofrezco estas nueve Ave Marías, en memoria de los
nueve coros de los Ángeles, de quienes eres dignísima Reina; y te pido
Madre y Seora mía, aceptes el pequeo obsequio que te hago en esta
devoción, en memoria de tu milagrosa aparición en el venturoso cerro del
Tepeyac; ¡dichoso una y mil veces el suelo Mexicano, pues la Santa Iglesia
asegura que no has hecho con otra nación lo que con él! Yo te doy las
gracias Madre y Seora mía, por todos los beneficios que a cada instante nos
dispensa tu mano liberal; te pido y suplico seas siempre nuestra guía y
nuestro consuelo en las tinieblas: nos entregamos a ti llenos de confianza,
depositamos en tus sagradas manos, nuestras vidas, nuestras familias,
nuestros intereses, encárgate, Madre amorosísima, de nuestra tutela,
alcánzanos de tu Divino Hijo la pureza en todas nuestras acciones y una
resignación perfecta en todo lo que sea de tu agrado: te pido además, Seora
y Madre mía, por la exaltación de nuestra Santa Fe Católica, por las
necesidades temporales y espirituales de la Santa Iglesia, por el alivio y
descanso de las benditas Animas del purgatorio, por el acierto, salud e
intención de nuestro Santísimo Padre y que alcancemos una contrición
verdadera de nuestras culpas y un propósito firme de la enmienda, para que
llegado el término de nuestra vida, logremos gozar eternamente de ti vista en
la gloria. Amén.

PETICIÓN
Aquí cada uno puede exponer a la Santísima Virgen sus necesidades
tanto espirituales como temporales para que se digne remediarlas.
Se reza después una Salve y se concluye con lo siguiente:

ORACIÓN
Soberana Emperatriz del cielo y de la tierra, amantísima Madre y
Seora mía de Guadalupe, yo me recreo y enajeno al ver tus admirables
virtudes; y cuando observo tus ojos hermosísimos y llenos de misericordia,
inclinados hacia la tierra, con la mayor gratitud, advierto que los estás
dirigiendo a todos los que estamos en este valle de lágrimas: cuando veo tus
preciosas manos juntas y en ademán humilde de pedir, conozco que siempre
están intercediendo por los pecadores, porque tú eres la Madre más amante
de tus hijos. Esa corona que, como a Reina soberana, adorna tus hermosas
sienes, nos manifiesta que tienes poder y que por tu conducto debemos
alcanzar la gracia de ser perdonados. Ese astro resplandeciente, que forma
una ráfaga y con sus resplandores te circunda, nos está diciendo que tú eres
la aurora hermosa del verdadero Sol de justicia. Ese manto que, como la
bóveda celeste, está manifestando que tú eres su más hermoso firmamento.
Esa luna que a tus sagradas plantas sirve de tapete y a quien con tu belleza
opacas sus luces apacibles, nos declara, que tú eres la Luna hermosa y sin
menguante. Ese Querubín alado que te sirve de repisa, en su actitud
demuestra, que se complace al estar a las plantas de su Augusta Soberana.
Todo, todo cuanto en ti se observa, pública y engrandece las glorias del
Eterno, porque, tú eres la más hermosa y la más perfecta obra de la creación
y, por lo mismo, la escogida para Madre del Divino Verbo. Tu eres la
Escala miseriosa de Jacob, la gloria de Jerusalén y la alegría de Israel. Toda
eres pura y mancha no hay en ti. Yo te pido, Soberana Reina, que por todas
las preeminencias y privilegios que te concedió el Omnipotente Dios, nos
concedas una muerte feliz para gozar eternamente de la gloria.
Amén.

Se pide por amor a la Virgen, una sola Ave María por el autor y por
los que tomaron parte en su reimpresión.

LAUS DEO

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