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Jonathan A.

Pitre González, MPH


841-15-6411
Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras
Fundamentos Filosóficos de la Psicología, PSIC-8000-0U1
Eduardo Valsega Piaza, PhD

Alma y Psicología Actual

Cualquier disciplina que intente producir nuevas formas del saber debe distinguir los

fundamentos históricos, epistemológicos y semánticos que originan sus propios objetos de

estudio. La psicología como disciplina que intenta dar cuenta de la interioridad (el anima, mente,

pensamientos, yo-ello-superyó) y/o hacer (conducta, comportamiento, acción, acciones

conjuntas), no emerge como espectadora de la historia, sino que está circunscrita a ella en todos

sus empeños. Incluso la interioridad y el hacer contemplados como objetos presupone su propia

existencia libre de valores, experiencias y creencias. Permea, entonces, una omisión que

reconozca que la historia y el discurso, cocrean tradiciones y mitos1 que articulan la forma en que

acordamos representarnos. Reconocer la psicología y sus objetos de estudio como una tradición

continua, permite dar cuenta de su estructura discursiva históricamente formulada.

En este ensayo se enlazan las presunciones de la psicología actual con los antecedentes

históricos del alma, específicamente aquellos de la Grecia Antigua. Utilizando fragmentos del

trabajo de Platón (1992;1998) y Aristóteles (1999) se argumenta que los objetos de estudio de la

psicología actual sostienen principios conceptuales que se derivan de la obra de ambos autores.

Específicamente se argumenta que las nociones de interioridad, el hacer en sus distintas

variaciones conceptuales se relaciona con la forma en que Aristóteles y Platón la tipificaron el

ser. Se propone que en ambos autores se encuentra una o ambas suposiciones lo que facilita el

ser. Desde la tradición trascendente es el alma como entidad lo que da lugar al ser, mientras que

1
Tradiciones y mitos no pretenden ser un juicio valorativo sobre lo factual, más bien ubican las formas en que la
narrativa expuesta cumple con el fin de explicar algo veáse Gergen (2005).
en la tradición trascendente es la potencia naturalmente constituida lo que permite en la forma

del alma dar lugar al ser. Reconocer estas tradiciones como dos narrativas posibles entre varias,

permite reflexionar sobre narrativas alternas para una psicología que supere las suposiciones

reforzadas históricamente por las posturas interiores y de hacer para formular el ser.

La palabra psicología proviene del griego y deriva su nombre de las palabras psyché

(Ψυχη) que significa “alma” y logia (λογια), que proviene de logos que suele ser traducida al

“estudio de” (Anders, n.d). Por lo que la psicología entendida desde su etimología puede ser

definida como “el estudio del alma”. Esta concepción no es azarosa, sino que ilustra los matices

históricos que originan la psicología como disciplina conceptualizada desde la psyché (el alma,

anima). El alma (psyché, anima) de la Grecia Antigua tiene un origen que significaba "aliento" o

"viento" (Antonakou y Triarhou, 2017). Este significado temprano refleja la creencia griega de

que el alma estaba estrechamente relacionada con el aliento y que el acto de respirar era un signo

de vida. Concepciones posteriores asociaban el significado de la palabra para incluir el concepto

de animar. Este cambio en el significado fue influenciado por la creencia griega de que el alma

era una fuerza vital que animaba el cuerpo (permitiendo movimiento) y daba vida. Es así como

se entiende la psyché como halito vital. El alma griega estaba relacionada con aquello que daba

paso al movimiento autónomo en los organismos vivientes (Antonakou y Triarhou, 2017). De

esta noción básica sobre el alma en la Grecia Antigua se desprenden dos propuestas sobre cómo

concebir el alma: la trascendente y la inmanente. Ambas propuestas pueden ser resumidas en las

obras de Platón (1992;1988) y Aristóteles (1999) respectivamente.

La tradición trascendente Platónica establece una separación entre el cuerpo biológico y

el alma. Mientras el cuerpo es “humano, mortal, milforme, irracional, soluble” (Platón, 1988) el

alma es “lo más semejante a lo divino, inmortal, inteligible, uniforme, indisoluble y que está
siempre idénco consigo mismo” (Platón, 1988). Platón logra esta conclusión porque diferencia lo

terrenal de lo divino. Para Platón, lo terrenal se refiere a la realidad material que experimentamos

a través de nuestros sentidos, mientras que lo divino se refiere a la realidad inmutable y eterna

del mundo de las ideas. (Platón, 1988) Según Platón, lo terrenal es transitorio y está sujeto a

cambios y variaciones, mientras que lo divino es perfecto, inmutable y eterno. (Platón, 1988). Lo

divino y la perfección para Platón son en parte las ideas, que se encuentran en su esencia

primordial en el mundo de las ideas, el topus uranus (Platón, 1988).

Platón argumenta que el anima pertenece a lo divino en virtud de su capacidad para poder

realizar movimiento, “toda alma es inmortal. Porque aquello que se mueve siempre es inmortal”

(Platón, p. 343). Como el alma permite el movimiento autónomo en el cuerpo biológico,

entonces es una entidad distinta y se caracteriza como divina. La separación del alma del mundo

de las ideas es explicada por Platón indicando que las almas humanas pierden sus alas cuando

“no puede seguir a los dioses, cuando por un extravío funesto, llena del impuro alimento del

vicio y del olvido, se entorpece y pierde sus alas, entonces cae en esta tierra” (p. 295). Platón

sugiere que cuando hay un distanciamiento de lo bueno, bello y verdadero (Platón), las almas

caen a tierra y quedan atrapadas en cuerpos mortales. Platón utiliza la alegoría del cochero para

describir el alma y el camino que debe recorrer para regresar al mundo de las ideas:

“…en la especie humana, el cochero dirige dos corceles, el uno excelente y

de buena raza, y el otro muy diferente del primero y de un origen también muy diferente ;

y un tronco semejante no puede dejar de ser penoso y difícil de guiar.” (p. 292)

El cochero entonces se encuentra entre las fuerzas del caballo excelente y el caballo

rebelde. Mientras que el caballo excelente tiende hacia las facultades divinas (la belleza, el amor,

la verdad, etc.), el caballo rebelde tiende hacia lo terrenal (lo transitable, lo material, lo
instintivo, etc.). El cochero utilizará su razón para manejar el caballo rebelde y junto al caballo

excelente se acercará a lo divino. Si logra acercarse a lo divino podrá reencarnarse en un nivel

más elevado que le permitirá acercarse al mundo de las ideas y al cabo de un ciclo de 10,000

años, si ha vivido una vida digna de divinidad, su alma ascenderá al mundo de las ideas. Para

regresar a la divinidad Platón establece la reminiscencia. La última siendo la capacidad para

recordar fragmentos de su vida en el topus uranus antes de haber descendido a la tierra. La

posibilidad de atribuir amor, la belleza, la justicia y la verdad a las condiciones terrenales sirven

como evidencia de los recuerdos que fueron formados sobre la esencia más pura de todas las

ideas en el topus uranus. Utilizando la mayéutica y el dialogo se consigue la reminiscencia,

acercándose a lo divino de las ideas.

Para resumir lo discutido, conviene presentar el Mito de la Caverna (Platón, 1992). En el

mito de la caverna, Platón describe a un grupo de personas que han estado encarceladas en una

cueva y solo pueden ver las sombras proyectadas en la pared frente a ellos. Ellos creen que estas

sombras son la realidad y no tienen conocimiento del mundo fuera de la cueva. Uno de los

prisioneros finalmente es liberado y descubre la verdad sobre el mundo fuera de la cueva.

Regresa a la cueva para compartir este conocimiento con los demás, pero ellos no le creen y

eligen permanecer en su ignorancia. La alegoría muestra las diferencias entre la condición de

vida terrenal contrapuesto con lo divino. La caverna sirve para representar el mundo terrenal,

guiado por los sentidos, mientras que las proyecciones representan la cercanía hacia las

realidades aparentadas que ocurren en el mundo terrenal. Las apariencias subvierten a los

encadenados haciéndoles creer que esa es la belleza, el amor y la verdad. La persona que es

liberada de sus cadenas solo lo logra por medio de la mayéutica. De esta forma asciende hacia

fuera de la caverna en donde se encuentra el exterior. El exterior de la caverna representa el


mundo de las ideas, el lugar en donde se encuentra la belleza, amor y la verdad en su esencia más

pura.

La perspectiva trascendente presenta un punto importante que debe ser resaltado para

delinear la forma en que esta tradición podría enlazarse con planteamientos posteriores sobre el

alma. El alma y el cuerpo son unidades independientes en el mundo terrenal. Sin embargo, el

alma necesita del cuerpo para recuperar su valor y acercarse al mundo de las ideas. Este

planteamiento figura como un mito sobre el interior y el hacer. Entiéndase, la propuesta de que

existe una entidad encarcelada dentro de un cuerpo que permite el movimiento, es un mito que

sirve para explicar que dentro de cada individuo hay algo que merece ser estudiado, la psyché.

La interioridad en el caso Platónico (en otras tradiciones posteriores también), subraya la

importancia de que existen individuos que tienen algo dentro de sí. Al mismo tiempo el hecho de

que exista una interioridad (alma, anima, etc.) permite un hacer, en este caso el movimiento.

Platón se une a la larga tradición de la psicología que entablan la interioridad y el hacer como

parte de sus explicaciones mitológicas sobre lo que sucede en las personas como unidades

individuales. Platón reitera y enfatiza la interioridad y el hacer como objetos de estudio desde su

mito. Al enfatizar lo que debe hacerse para atender el interior, se establecen métodos (o

caminos) para continuar desarrollando algún saber. La teoría trascendente de Platón propone la

explicación y operacionaliza los objetos de estudio para continuar desarrollando su propuesta.

Vislumbrando lo interior y el hacer desde Platón, conviene presentar las formas en que sucede

desde la propuesta inmanente.

Aristóteles se distancia de Platón (1988) en su premisa fundamental, cuestionando la

noción que asocia el movimiento como señal de inmortalidad del alma. “Por lo pronto ya ha
quedado explicado con anterioridad que no es necesario que lo que mueve se encuentre a su vez

en movimiento” (p. 32). En su lugar, Aristóteles indica que el alma no era inmortal, es inherente

a los seres vivos y no puede existir sin ellos (1999). El cuerpo, en la propuesta inmanente, ocupa

un papel constitutivo sobre el alma. Aristóteles utiliza los conceptos de Eidos (forma) y Materia

para dar cuenta de esta. El Eidos representa la forma, un conjunto de funciones que corresponden

a algo orgánico en virtud de su forma (Ainsworth, 2020). La materia por su parte es indefinida y

solo consigue ser definida a partir de su forma (Ainsworth, 2020). Cada forma va a constituir la

materia en cada situación.

Es necesario profundizar, ¿cómo las formas de las almas se distinguen entre sí?

Considerando que la forma del alma animal no es la misma que el alma humana, Aristóteles

presenta los conceptos de acto, potencia y entelequia. Potencia se refiere al conjunto de

capacidades o posibilidades de la sustancia para llegar a ser algo distinto de lo que actualmente

es (Valsega, 2023), el acto es la posibilidad obtenida. La entelequia es aquello que realiza o hace

actual lo que de otro modo es meramente potencial (Britannica, 2022). Cada cuerpo representa

un alma en potencia a partir de la materia del cuerpo. La distinción y correspondencia entre

cuerpo/materia y alma/potencia ha sido ampliamente discutida en otros lugares (Ainsworth,

2020) y superan las expectativas de este trabajo. Lo importante a destacar es que el alma existe

por la relación entre materia y forma que forman la constitución del ser biológico que a su vez se

desarrolla de una potencia particular.

El trabajo de Aristóteles fundamentalmente muestra una propuesta natural sobre el alma.

En lugar de mostrar el cuerpo y alma como unidades independientes, propone que son

interdependientes. El alma humana tiene una forma que da origen a una estructura particular,

caracterizada por sensación, memoria, sentidos, imaginación, movimiento e intelecto. Esta


propuesta sobre el alma admite una visión inevitablemente mortal sobre lo humano. Esta

presume que el alma no puede existir sin un cuerpo que en la pueda ser constituida. Si bien la

propuesta trascendente enfatiza una interioridad que permite un hacer, en el caso de Aristóteles

se descarta la interioridad completamente. Y es que en Aristóteles no existe una separación del

cuerpo del alma, sino que el alma sirve como una representación total de las funciones del

cuerpo. Es precisamente las características del cuerpo, y lo que ha de ser su potencial lo que

permite que la persona tenga un hacer en particular. Así que el ser en la propuesta aristotélica es

desarrollado por una forma particular en potencia que de origen a un conjunto de funciones en

particular. El hacer es no es más que el resultado de una forma predeterminada, por lo que el

objeto de estudio lógico en esta perspectiva es el hacer, pero también la forma.

La perspectiva trascendente e inmanente presentadas anteriormente se diferencian de

múltiples maneras fundamentales. Tanto en su objeto de estudio, como en la forma en que

elaboran las representaciones del ser. En la propuesta trascendente se construyen separaciones

para crear relaciones independientes entre objetos de estudio. El alma está atrapada en el cuerpo,

pero no pertenece al cuerpo en un orden natural, sino que es inmortal. En la propuesta

inmanente, no ocurre una separación de unidades individuales independientes, sino que la forma

del alma tiene como resultado lo que se llega a ser. Por tanto, en la propuesta inmanente el ser es

el resultado de una forma, mientras que en la propuesta trascendente el ser está más relacionado

con una esencia inmortal. Como pudo haber sido notado anteriormente, en la propuesta

trascendente no hay una interioridad, el ser, el alma está formado a partir de las condiciones

naturales del sujeto (Wilkes, 1995) , contrario al modelo trascendente. Ambas posturas

convergen en tanto reconocen el ser como unidad individual básica para la constitución de la

razón. Es desde el individuo que se puede razonar, la salvación es del individuo. Y si bien
Aristóteles conceptualiza la razón como inmortal en sí misma, atribuye sus posibilidades a los

individuos.

Las conceptualizaciones ramificadas de las propuestas inmanentes y trascendentes

permean en la psicología hasta el día de hoy. Ambas propuestas pertenecen al discurso popular y

el objeto de estudio de la psicología en diferentes formas. Si bien el concepto de la psyché como

alma ha sido abandonado y probablemente sustituido por el de la mente, todavía guardan una

relación identificable. La concepción de la mente pudiese estar vinculada con las nociones del

alma siempre que la primera de esta sea admitida como una entidad que podría ser separada del

propio cuerpo. Modelos analógicos de inteligencia artificial que buscan representar en redes

computacionales la interioridad del ser parten de la premisa de que un cuerpo no es necesario

para obtener múltiples características de lo mental. Así, en la medida en que generadores de

lenguaje natural como CHAT-GPT continúan creciendo, es posible que su integración sea lo

suficientemente sutil como para eliminar la distinción entre lo humano-mental de lo artificial-

mental. A propósito, se incorporaron a lo largo de este ensayo, diferentes fragmentos de

generaciones artificiales, ¿las notó? Note, especialmente, los diferentes tonos que a propósito se

utilizaron a lo largo del ensayo.

A pesar de la vasta influencia de la propuesta trascendente sobre la psicología actual,

podría argumentarse que la propuesta inmanente propició repercusiones que perduraron todavía

más sobre el discurso de la psicología actual. Suponer que hay un cuerpo que está atado a esas

funciones expresadas es la propuesta de la neurociencia moderna, modelos neurocognitivos,

psicología evolutiva y hasta el psicoanálisis. Las emociones son constituidas biológicamente, al

igual que la mente no está adscrita a un área del cerebro, sino que se dice que es el resultado de

procesos cerebrales. Todo se explica a partir de un cuerpo que está constituido en y por las reglas
naturales del mundo. Este discurso representa la hegemonía dominante sobre la forma en que se

constituye el ser: un individuo mediado por su cerebro y mente no siendo más que el resultado de

un proceso bioquímico que ocurre primordialmente en su lóbulo frontal. Antes de concluir,

conviene resaltar que, en adición a lo comentado anteriormente, ambas tradiciones han prestado

su legado en el presente al fomentar tradiciones del saber relacionadas con la memoria,

movimiento, aprendizaje, sensaciones, razonamiento, amor, justicia, honestidad y belleza en la

psicología actual.

En este ensayo se presentaron las propuestas trascendentes e inmanentes como propuestas

de la Grecia Antigua que moldean el saber actual de la psicología. Sus diferencias fundamentales

distinguen el alma inmortal, de la mortal, al igual que el rol del cuerpo. Mientras que en la

propuesta trascendente el alma está separada del cuerpo, en la propuesta inmanente el cuerpo y el

alma se co-constituyen. Ambas tradiciones atribuyen la experiencia del ser al individuo y han

obsequiado numerosas tradiciones actuales de la psicología. Especialmente la propuesta

inmanente se eleva como la de mayor concordancia social. Si bien esto último es cierto, es

especialmente meritorio reflexionar otras formas del ser que superen a la unidad individual del

ser. ¿Cómo se puede constituir u orientarse en formas de ser que nos sitúen en la relación? La

realidad es que se necesitan psicologías que se muevan hacia la superación del individuo y se

muevan hacia el énfasis en la relación. Tal vez el siguiente ejemplo pudiese ilustrarlo mejor:

Hace un año atrás perdí las sensaciones, en mis brazos, manos, piernas y pies. No sentía

nada. Durante gran parte del tiempo que estuve sin sensaciones me cuestioné como podría vivir

un mundo en el que no podría recibir un abrazo, sentir las fibras de mi ropa, ni tan siquiera

presionar apropiadamente el pedal de acelerar. Todo me angustió muchísimo. Había algo mal en

mi propio cuerpo, en mis sensaciones, que impedía que me conectara con el mundo. Por mucho
tiempo despreciaba mi desconexión del mundo desde mis sensaciones. “La única forma de

conectarse con el mundo es a través de los sentidos,” me lamentaba. Un día me levanté y

caminando sin sentir nada, entró un pensamiento que me dijo “¿A caso mis sensaciones no son lo

que me separa a mí del resto del mundo?” Las sensaciones me indican cuando acabo yo y

comienza el mundo. Tuve la realización de que la única razón por la cual las cosas existen es

porque tengo sentidos. De no tenerlos probablemente no representaría más que un conjunto de

moléculas que se organizan y flotan en un espacio particular, en un tiempo particular. Me

pregunto cómo me puedo separar del otro si la distinción entre tú y yo no es más que sensorial.
Referencias

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