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sae riteO aa lamemorié ; Sobre’ asl 524896 Reservados todos los derechos. De conformidad con lo dispuesto en el art, 534-bis del Cédigo Penal vigente, podrén ser castigados con penas de multa y privacién de libertad quienes reprodujeren 0 plagiaren, en todo 0 en parte, una obra literaria, antistica 0 cientifica fijada en cualquier tipo de soporte sin la preceptiva autorizacién ® Luis Pernandez-Galiano @ Alianza Editorial, S. A., 1991 Calle Milén, 38; 28043 Madrid; teléf.: 200 00 45 ISBN: 84-206-7110-X Depdsito legal: M.38179-1991 open FER Fotocomposicién, S. A. Lenguas, 8. 28021 Madrid Impreso en: Raiz T.G., S. L.. Gutierre de Cetina, 26, 28017 Madrid Printed in Spain Indice PRESENTACION ... Tntroduccién IGNIS MUTAT RES Capitulo 1 LA ARQUITECTURA ENCUENTRA EL FUEGO Construccisn y combustion en ef horno y el hogar Sobre materia y energia: Ja arquitectura entre el barro y el halito . El edificio como artefacto exosomatico: tun proceso que alberga provesos ....... La choza y la hoguera: orden constritido, desorden combustible ....... 00. El fiego en a infancia de la arquitectura mitos de origen, ritos de fundaciON .........cccceeseeesevesesersees El fuego en la arquitectura de la infane: nostalgias y ensoflaciones bees Ademis del fuego que habita la construccién, el fuego que construye la habitacién ...... 2-200. Fl sol relojero y el fuego impredecible: cosmologias y cosmogonias ............. a Un cdificio filoséfico y dos filosofias del edificio: Le Corbusier solar, igneo Wright 13 29 31 36 38 40 44 I TIME’S ARROW Capitulo 2 PL CALENTAMIENTO DEL MUNDO, DE NEWTON A CARNOT De la mecdnica celeste a la termodinamica ierrestre BI paradigma mecanicista y el termodinamico: trayectorias y PrOcesOs 0... .eseeeeeeenee ee recseeeeen neta nerees zx 35 Arquitecturas newronianas: cenotafio y pandptico, simbolo y funciéa del mecanismo .....2.60202, 58 El desafio de una extrana ciencia: necesidad y azat ante el fuego y Jas Orbitas 0... ccc cece eeeeeeeeeees 61 La termodinamica del primer principio: Joule y la cultura de la energia 65 La termodinimica del segundo principio: Chassie'y lreuliyrarle lareheropla say cops aumas cimenronennannronns . 67 Tiempo y entropia: irreversibilidad y duraciOn .....46464+ . 69 Entropia, orden, probabilidad, informacion: weenie 73 jDarwin versus Carnot? « Capitulo 3 . ARQUITECTURA, MEMORIA Y ENTROPIA: AMNESIA O HISTORIA La persistencia morfaligica: la poreza de las formas y el tiempo testarudo La energia que se acumula como informacion: la memoria de la materia.....--.+-- beta, ala snare Rt « 7 De la amnesia de la modernidad a la arquitectura como soporte de la memoria... 066s eee reer ieee ieee 80 La transmision de informacion: CO i ee 82 La evolucién lamarckiana de la cultura y la falacia de las analogias biolégicas ......4.++++ scoop thoes 84 Genotipos y fenotipos arquitectnicos: sugestion y riesgo de la metafora 86 La energia que fluye para mantener la conformacién: la heteronomia de lo construido 90 Arquitectura y entropia: pot una teoria de la rehabilitacién F 95 El stestarudo tiempos y la erestauracién de las obras», segtin Alberti 98 La constancia de Ja forma: 100 homeostasis ¢ histéresis I LA BETE MACHINE Capitulo 4 PARADIGMAS DE LA VIDA Y ARQUITECTURAS TERMODINAMICAS Heliotecnologia, bioclimatismo y rehabilitacién, entre la energia y la entropia La arquitectura de la energia: gnuevo organicismo o nuevo funcionalismo? .........60cceceeeeveeeee 109 Vida y entropia los organismos como sistemas termodinamicos abiertos .. 0... ee eee 110 La arquitectura del primer principio: eimiccanicistio heliotéchicd sa wei sod seve see des eens eaien ce cenm anes 112 Culturas de la entropia: el pesimismo de Georgescu y el optimismo de Prigogine ...........0. 4. 118 El debate sobre las estructuras disipativas como paradigma nuevo ee 121 Las arquitectuzas del segundo principio: bioclimatismo y rehabilitacion .............. ee ee 123 Arquitecturas termodindmicas ante el tiempo y la funcion ... 6.606 .e ce vececeeeeeeeees crease iggy «ER Capitulo 5 ORGANISMOS Y MECANISMOS, METAFORAS DE LA ARQUITECTURA Maquinas mecanicas, térmicas y cibernéticas ante el ser vivo y el edificio De la fraternidad entre edificios, BSS RIOS MATING se erecns esinersnnce raveeesinneys eines rn) Organismos mecénicos: de la béte machine al automata Del reloj a la maquina de vapor: Freud termodinamico Del motor al servomecanismo: una antropologia cibernetica Mecanismos orginicos: maquinas maquinales y maquinas maquinantes ... 00.00.02... eee eee 140 Las maquinas vivas: entre el golem y el hecho cultural . 146 Wright mecinico, Le Corbusier organico: la unanimidad biotécnica .... 02... cece eeseeeeeeeccueeeneuseerers 148 Catedrales mecanicas: la maquina funcional y la maquina simbélica 0... 60... eee s eevee + 152 El ambiente y la forma: entre la tabula rasa y la memoria del lugar .. 2... .e0ee sees ee esa ee + 158 tl DIE ENTROPIE DER WELT Capitulo 6 LA ENERGIA, MONEDA DE LA NAT URALEZA: UNA GENEALOGIA De la energética social a la construccién de una economia ecolégica La contabilidad energética, del mito a la herramienta ...+++++++- La prehistoria del calculo: Jos fisiécratas y el Tableau Oeconomique ...essseeeceeeeereesens 2 Equivalencias energétieas, de Rumford a Joule: la energia, moneda de la fisica ....--- La conciencia de la escasez y el despilfarro en el Jevons de la Coal Question ...+++++0e00+ “ E] auge de las teorias energéticas, entre Rankine y Ostwald vo .0ceseeee+ wees Entre la economia fisica y la economia biolégica Geddes y el «presupuesto vital> ... La energética social, de Frederick Soddy a Lewis Mumford ......+0+0+ + ¥ Los Alujos energéticos en el ecosistema, entre Lotka y Lindeman . Haeia una economia ecoldgica: Ia entropia de Georgesen y la potencia de Odum ....s.ssevererereree Capitulo 7 ECONOMETRIA Y FLUJOS ENERGETICOS: CONTAR SIN DINERO ‘Alternativas técnicas y escenarios del futuro en el espejo de ta termodindmica Métodos espectficos versus métodos estadisticos: anilisis de proceso y andlisis input-output .....6-. +++ 8eerereeee es La prediccién del fucuto: escenarios energéticos, escenarios ccondmicos «+++ +++0 see eee : Alternativas tecnologicas: de la energia neta a los precios sombra..+++s0++2600-seeereenseetsess Termodinamica y economia: guna teorla energética del valor? «2.06065 Dilemas metodolégicos: limites y heterogencidades .....06+csse0sssreeennerereseeeeesnees El mecanicismo del calculo: cnergia-y moneda bajo el signo de Leibniz. ....+seeseseseersereerees La encrucijada cultural: i EE en 193 195, 198 200 Epilogo LOCUS FOCI Capitulo 8 FL ESPACIO TERMICO EN LA ARQUITECTURA Construccién y combustién, de Vitruvio a Le Corbusier El silencio del lugar y el silencio del hogar: del fuego primitivo al mutistno térmico Del hogar central y el brasero a la chimenea: confort térmico y espacio privado ..... sO eC RS Doctores en humos y doctores en vidrios: chimeneas, estufas, invernaderos ...... 60... eeeere eee Pandpticos y pantérmicos: homogeneizacion y cuantificacién ..... : Prisiones y parlamentos: desatrollos pricticos y contribuciones tedricas Homogencidad visual, homogeneidad térmica: la era del conducto y el exilio del fuego Neutralidad funcional y elocuencia simbdlica: cl espacio térmico en Wright y Le Corbusier BIBLIOGRAFIA INDICE DE NOMBRES .. 238 240 245 251 Presentacién Del ojo a la piel: tal es el itinerario arquitectonico que aqui se propone. Esta- mos acostumbrados 2 pensar en los edificios como formas congeladas en la retina o-en ha pelicula fotografica; sin embargo, la arquitcetura se ofrece por igual a la mirada y al tacto, La introduccion de la energia en ese panorama cristalino y de- tenido permite el deshielo de la arquivectura, desbaratando su perfil hermético instalindola en el ambito de los procesos y de la vida. El libro reconstruye el trinsito de la arquitectura fria a la arquitectura caliente a través del saqueo metafSrico de diversas disciplinas, de la antropologia a la eco- noma, pero muy especialmente de la ecologia y de la termodinimica. En esa li- nea, recorre la historia del espacio térmico desde el fuego mitico en los origenes de Ia arquitectura hasta su expresion simbdlica en los arquitectos de este siglo, que ilustea con las figuras paradigmaticas de Frank Lloyd Wright y Le Corbusier. Frente a la amnesia catacteristica del espacio moderno, las formas construidas se describen como soporte de la memoria culvural: energia acumulada en la ma- teria, in-formacion al fin. E] didlogo tedrico entre combustion y construccion se representa a través de doscientas imagenes y quinientas voces —desde los tratadis- tas de la arquitectura hasta los filsofos y cientificos contemporéncos— en una conversacién entre ideas y formas que se detiene especialmente en las analogias mecinicas y orgénicas, la relacién entre tiempo y entropia o el protagonismo del azar, A excepcién del epilogo, que lo fue un aiio mis tarde, este libro se redacté durante el verano de 1982. Al publicarlo ahora he afiadido media docena de notas y los pies de las figuras, pero no he alterado el cexto original. Escrito al calor de las preocupaciones ecoldgicas de finales de los setenta, sus ambitos de reflexion han recibido escasos estimulos en la década siguiente: la energia barata de los ochenta paralizé el debate, que-sélo ahora —en el marco del nuevo orden generado por el derrumbamiento de los regimenes socialistas y la guerra del Golfo— vuelve a juz- garse pertinente y a recabar atencién publica. La revisién del texto para su edicién ha sido una experiencia contradictoria. Por un lado, su lectura —casi diez afios después de haberlo escrito— produce la 14 Presentacién sensacion fatigosa de que apenas nada requiere modificacion porque apenas nada se ha avanzado en este terreno desde entonces. Por otro, el reencuentro con los que fueron los intereses de tantos de nosotros —anegados por la marea de pros- peridad, esteticismo y desapego de la tiltima década— induce la emocién singular que asociamos a las ideas entre:ejidas con proyectos. Bl esfuerzo por difunditlas es probablemente estéril, pero es también imprescindible, y posee esa dimensién in- Cognita que esta reservada a las pasiones indies. Un trabajo tan extendido cn el tiempo hace contraet a su autor deudas de agra- docimiento tan numerosas que son dificiles de enumerar sin omitir muchas signi- ficativas, Por este motivo, prefiero reconocer genéricamente mi gratitud a los co- legas de la Eseucla de Arquitectura de Madrid y a los que han compartido conmigo las aventuras editoriales de estos afios en AGV/Arquitectura Viva, CAU y Her- mann Blume, asi como a mi familia, que ha sufrido mas de lo razonable mi de- dicacion a estos asuntos. Debo no obstante mencionar a algunas personas que, pese a no pertenecer al mundo profesional de los arquitectos —en el que tantas veces inscnsiblemente nos enclaustramos— manifestaron un interés especial por este tra- bajo y me brindaron su apoyo y estimulo. En distintos momentos, Ivan Illich, Emilio Lledé, Juan Antonio Ramirez y el desaparecido Manuel Sacristin leyeron todo o parte del texto, y me hicieron comentarios valiosos. Por ailtimo, ¢s conveniente hacer constar que algunos capitulos de esta obra se han difandido con anterioridad. Los capitulos 5 y 8 fucron objeto de sendas con- ferencias en la Universidad Internacional Menendez Pelayo, en Toledo (mayo 1982) y Santander (agosto 1983), y se publicaron respectivamente en el libro Ar- quitectura, técnica y naturaleza (MOPU, Madrid, 1984) y en el niimero 14 de AG (1988), ilustrados de forma muy semejante a como aparecen aqui. Los capitulos 6 y 7 fueron publicados, en esta ocasién sin imagenes, on los mimeros 14 y 15 de Mientras tanto (1983). Finalmente, de los tes capitulos ms ‘arquitecténicos’ (1, 5 y 8, que utilizan las figuras de Wright y Le Corbusier como articulacién argu- mental) aparecieron adelantos en los nameros 17, 3-4 y 13 de la revista El Croquis (1984, 1982 y 1983). Luis Fernandez-Galiano Madrid, otofio de 1991 A mis padres Introduceién IGNIS MUTAT RES Del fuego primitive, arquitectura ab ove La vieja divisa de los alquimistas, «ignis mutat resp, que alude al fuego como principio transformador, podria aplicarse también a la concepcion vitruviana que lo asocia al inicio de las relaciones entre los hombres y los origenes de Ja arquitectura; aqui se ilustra con una imagen procedente de la edicion que G. A. Rusconi realiz6 de la obra de Vitruvio (Venecia, 1590). A la derecha, junto al texco del romano sobre «el principio de los edificios» se reproduce un grabado de una edicién alemana (Nuremberg, 1548). Los hombres en: los antiguos riempos nacian en las selvas, grittas y bosques como fieras, Y vivian sustentindose de pastas silvestres, Sucedis en cierta ocasion enrcenderse cierto hos que a la continua confricacion de sus érboles y densisimas ramas en: una tempestad de vienias. Espantados del fuego ys voracidad los que por alli vivian, huyeron al punto; pero mitigado después, se fueron acercando; y advirtiendo ser de una gran comedidad para los enerpos, afiadieron nuevo pébulo al fuego que quedaba, le conservaron, y fueron con- vocando otras gentes, a quienes por sefias iban informande de las utilidades del fuego Vitruvio, De Architectura (ed. Ortiz y Sanz, 1787). Capitulo 1 La arquitectura encuentra el fuego Construcci6n y combustion en el horno y el hogar Sobre materia y energia: la arquitectura entre ef barro y el halito La arquitectura no existe como objeto de conocimiento fuera de lo que los fisicos denominan las dimensiones intermedias. En la escala de lo muy grande o lo muy pequeio pucde hablarse de la arguitectura del cosmos o de la arquitectura intima de la materia, pero se trata de un empleo metaforico del término. La arquitectura de la que aqui se habla tiene la escala del edificio o la ciudad, del recinto o del te- rritorio; comparte con cl hombre y sus otros artefactos esa dimensién intermedia en Jb que es legitimo hablar de materia y energia como conceptos diferenciados. Tal distincion, desde luego, no seria facil de mantener en realidades que pertenecen a otro dmbito dimensional; en la fisica de las altas energias, por ejemplo, los investi- gadotes miden habitualmente la masa de las particulas en unidades energéticas; ya fin de cuentas, la ecuacion rclativista que sefiala la equivalencia entre masa y ener- gia es seguramente la mis popular de ia historia de la ciencia. Sin embargo, lo que importa subrayar aqui es que en nuestro entorno inmediato, en esa parcela de rea- Tidad que un contemporineo de Galileo habria denominado el mundo sublunar, la distincin entre materia y energia es epistemologica y fenomenologicamente legitima '. Existe en nuestro mundo intermedio una importante caractezistiea que separa la materia de la energia. Sin energia, el movimiento de la materia queda reducido a locomocion, trayectorias, colisiones elasticas; sin energia no hay procesos, trans- formaciones, devenir; sin clla no puede darse la vida, que requiere, para seguir En lo que sigue habra, pues, mumerosas referencias a la organizacién material y los flujos ener géticas en la edificacion como realidades diferentes; abora bien, en ocasiones, se expresaran éstos en. Lunidades propias de Ia materia —toncladas o licros de tal 0 cual combustible—; mas frecuentemente, sera lo material lo que se traduzca cn unidades energéticas —ultos 0 vatios necesarios para fabricar wo Iadrillo o une puecia—, Tales equivalencias, desde luego, en nada alteran nuestro argumento, ya que se trata de meras convenciones contables y, como probablemente es ocioso mencionar, nada tienen que ver con la corzespondencia rolaivista entre masa y enerala. 22 El fuego y la memoria Materia y energia, del cjo de Ledoex al ojo de meteoro, Mientras el teatro vacio no alberga Magriste, En contraste con las geometrias representacin alguna, en el falso espejo se impividas de la retina del axquicecto, el ciclo en refleja verarment el flyjo de la vids. movimiento del pintor: en su pupila nublada y 1, Teatro de Besancon, Ledoux, ©. 1775; cambiante habita la arquitectura vivaz del 2. Le Faux Miroir, Magritte, 1929 La arquitectura encuentra el fuego 23 existiondo come tal, un flujo permanente de energia *; es precisamente este lazo entre energia y vida cl responsable de la asociaciOn entre las teorias energéticas y las filosofias vitalistas 0 animistas. A lo largo del tiempo, materia y energia se oponen de igual manera que lo hacen lo inanimado y lo animado —aquello que esta dotado de dnimus. En el Gé- nesis, la materia adguiere vida —se anima— bajo cl soplo que le infunde el espi- rita, inaugurando el dualismo entre el barro y el hélito que tiene seguramente su expresion mis acabada en la distincién cartesiana entre la res exttensa y la res cogi- fans, Cuando Laplace replica «Je n’ai pas besoin de cette hypothese» al Napoledn. que se interesa por el lugar de Dios en su Sistema del Mundo, sabemos que no es s6lo Dios el expulsado de su Mecénica Celeste: con él salen el espiritu, las causas finales aristotélicas, la vida y la energia del mundo material, ordenado ¢ inmutable de las trayectorias. Y no puede sorprender que el mas radical esfuerzo ideoldgico del tleimo siglo por colocar la energia en el centro de la explicacion del mundo, la teorfa energética de Wilhelm Ostwald, se enfrentara polémica y acidamente con el reduccionismo mecanicista del materialismo cientifico *. La energfa introduce, pues, la vida, los provesos y el devenir en el mundo in- animado de la materia; y de igual forma lo hace en e] mundo de la arquitectura, Estamos habitcados a considerar ésta exclusivamente referida a objetos fisicos, quietos ¢ inmutables; los propios arquitectos gustan de fotografiar sus edificios apenas acabados, silenciosos y vactos. Se disia que la arquitectura no se ocapa sino de formas materiales, frias ¢ intangibles, situadas més alla del tiempo. Una parte de responsabilidad en esta visién de In arquitectura, en esta frmagen gue de ella conservamos (y el propio lenguaje y sus polisemias nos traicionan) re- side precisamente en la dictadura del ofo sobre los restantes drganos perceptivos Pero otra razén, quizd més importante, es la ausencia escandalosa de consideracio- nes energéticas en el andlisis y la critica arquitecténicas. Cuando no es ignorada, la irrupcidn de la energia cn el universo de la arqui- tectnra desharata sus imagenes cristalizas, agita su perfil mudo y la instala defini tivamente en el ambito de los procesos y de la vida. La arquitectura se contempla entonces como transformacién del ambiente material por seres vives y cambiantes, continuamente modificada para adecuarse a las variaciones del uso y del entorno, en permanente degradacién y reparacién ante las agresiones del tiempo, intermi- nablemente gestandose y peteciendo. Para ser mis exactos, deberiamos escribir que la vida requiete degradar cnergia, Como estructura termodinimica fuera del equilibrio que es, su condicidn de permanencia es un flujo constante de entro- ‘pia, No se alimnenta, pues, en rigor, de energia, sino de neguentropia. Adviertase que no hay contra diccién alguna entre la mecinica clisica y ol primer principio de la cermodinamica, gue consagra la conseevacién de la enesgia. El eonflicto surge, como es notorio, con el segundo principio; pero de tado esto se hablard en deralle més adelante. © Vease A. Baracca y A. Rossi, Materia ¢ encrgia, Feltrinelli, Milano, 1978, pp. 53 y 307-314, para textos originales y comentarios criticos sobre Ostwald. 24 El fuego y la memoria El edificio como artefacto exosomatico: un proceso que alberga procesos La arquitectura puede entenderse como organizacion material que regula y ordena flujos energéticos; y al propio tiempo, inseparablemente, como organizacién ener gética que estabiliza y mantiene formas materiales *. Al llegar aqui se produce la primera bifurcacién metaforica: la arquitectura como artefacto del entorno humano regula los flujos encrgéticos naturales y ca- naliza la energia acumulada cn los couabustibles en beneficio de los seres vivos que a habian; simuleineamente, la arquitectura como materia organizada sometida a tun permanente deterioro y caducidad, necesita de un suministro continuo de ma- tetiales y energia que le permitan reconstruir su forma. El edificio alberga procesos, pero él mismo es también un proceso y ambas cit cunstancias demanan la presencia de Ja energia. Asi, la energia se instala en el co- razon de la arquitectura por una doble via: a través del consumo energético de los cdificios (0 mas bien, en puridad, de los usuarios de los edificios) en acondiciona- miento térmico, calentamiento de agua, iluminacidn, etcétera, y a través de la energia necesaria para organizar, modificar y reparar el entorno construido, Dicho en otros términos: a través de la energia que consumen los procesos que alberga el edificio, y a través de la energia que consume el propio edificio como proceso. A la primera, la denominaremos energia de manienimienso, y a la segunda, energia de construccidn *. Importa subrayar la transcendencia de este segundo termino, frecuentemente marginado en el tratamiento de los temas energéticos en la arquitectura. Sélo su introduccién permite entender los lazos profundos que anadan la degradacion de la energia con la degradacion de la materia. Materiales y energia, separados por conveniencia metodoldgica °, estén, sin embargo, tan inextricablemente vincula- dos como la urdimbre y la trama. El edificio, en efecto, tal como Von Bertalanffy escribiese de la célula viva y cl organismo, «no es uma organizacion estatica 0 una estructura semejante a una méquina formada por “materiales de construccién” mas © menos permanentes en Ja cual los “materiales energéticos” procedentes de la nutricién se descomponen para suministrar las necesidades energéticas de los procesos vitales. Es un proceso continuo en el que tanto Los Hamad cias energéticas [los Bau y Betriebsstoffe de la fisiologia clasica] se descomponen y regeneranp ’, materiales de construccién como las sustan- * Véase Ramon Margale€, Perspectivas de la eoria ecol6gica, Blome, Barcelona, 1978, p. 98, para cl examen de los vinculos entre materia, energia y organizacion. Bl término energia de menienintiento no es enteramente satisfactorio, ya que se presta a confusion con las actividades de reparacién. y conservacién, que hemos incluido bajo la ribrica de energia de cons- truccién; pero las denominaciones alternativas resultan igualmente ambiguas * No debe confundirse esta separacion metxiologica con una separacién cpistemolégica. Episte~ mologicamence, materia y energia estin nitidamente diferenciadas en ¢! mundo de las dimensiones in- tcrmedias; es st presencia sicmpre simultinca la que permite calificar su separacion de mero artificio metodolégico, dictado por la conveniencia. ” Ludwig von Bertalanify, General System Theory, Braziller, New York, 1968, p. 158. poe La energia solar que ateaviesa el vidrio o la energia fésil que se consume en la estufa hacen el edifcio habitable para los seres vivos que en él sc albergan; y los propios materiales que lo fozman no son sino energia acumulada, coma mucsiran clocuentemente los campesinas que, amenazados por el hamixe, alimentan al ganalo La arquitectura encuentra el fuego 25 con la paja de sus tejados. Animales y plantas compacten con el hombre esa arcuitectura cilida y mutricia a la que nos referimos cuando describimos el edificio como proceso. 3. Invernadero con estufas (Jan Commeleyn, Nederlantze Hesperides, Avnsterdam, 1676) 4. Campesinos rusos durante una hambruna. 26 El fuego y ta memoria {Qué bien conviene esta descripcién del organise a Ia arquitectura! Podria pensarse que Ja formulacién anterior no se presra sino a una mera analogia biolé- gica mis o menos afortunada, Sin embargo, en éste como en orras casos, la meta- $yen traduce una profunda realidad, expresa ¢ ilumina unos lazos subterrineos con frecuencia mis esclarecedores que la exclusiva descripcién fenomenolagica. Sc decia arriba que la cnergia introduce Ia vida en el mundo de fa arquitectura. Con mis propiedad, deberia haberse escrito que os la yinculacion entre vida y ar quitectura —el hecho de que ésta sea creacion de seres vivos— la que introduce Ta energia en el niicleo de la reflexion y la prictica arquitectonica. ‘En efecto, la arquitectura puede considerarse como un artefacto exosomatico (exterior al cuerpo) del hombre *. En esta medida, la energia utilizada en Ja cons- ticcion y mantenimiento del entorno constraido se debe englobar dentro del concepto general de energia externa o exosomitica, que Margalef define como quella eque contribuye a mantener 1a vida y la organizacion de los ecosistemas, pero que no pasa 0 se degrada a través de las vias del metabolism somatico». ¥ afiade: «En el hombre actual merece tal calificacién la energia usada en calefac- Cid, transporte, coccién de alimentos, acondicionamiento del atze, construccion y mantenimiento de viviendas y diseminacién de toda clase de informacion» * ‘Una pausa y algunas aclafaciones son necesatias al llegar 2 este punto, La ene aia endosomitica —aquella que alimenta el metabolismo interno de Jos organis- mos— tiene unos umbrales de variacién limitados, Entre el maximo y el minimo bioldgicamente posibles, no existe nunca una relacion mayor de dos a uno 1, Muy otro es el caso. de la energia exosomatica, cuyo ambito de variacidn carece pricticamente de limites. Desde culturas como la esquimal, cn la que practica- vente no ae usa otra energia que la endometabolica, hasta el empleo, por parte de algunos grupos de individuos de los paises industriales, de cantidades de energia tnosométicn mil veces —0 ziin mas— superiores a la energia metabolica que con- samen sus organismos, el abanico de posibilidades es extraordinariamente amplio 7 Los términos endosomitico y cxosornitico para referirse los instcumentos orgnicot y extracr- ghices de la epecie humana, facron intzoducidos po el biclogo y demégrae ‘Alited Lotka para subrayar aa continniad entre los procesos biologicos y los proectives come el diferente comportariento evolutivo de unos y otros (yéase también capitulo 3). Ramwon Margate La biogfea, entre a termodindmicay el juego, Omega, Bareslona, 1980, p. 9+ To aaaec disttica estamos familiaizados con cl hecho de que el sec hursino precisa alre- dedot de 2.300 keal daria, el espaol medio, por cjemplo, consume una cra inuy proxima & Gia: 3759 eal, (Exe dao, y ls inmediatamente sigutentes, provienen de arl Cook, Man, Energy, Sots), Freeman, San Francisco, 1976, pp. 230-20, que cita como fuente a Naciones Unidas, 1971.) El marco Fee ae aere cr cbligadamentereluido, por razonexbiolgieas obvias, entre ls 3.300 heal del Toe ae cdioy lis 1,750 del indonesio exist, en efecto, una sclacion inferior a 2:1. Fuers de aac beads sobreviene la muerte del organise por exceso 0 dcfecto de mutricion. Al estar cone aquf superior + 300:4; om En las arquitectusas extremas se evidencia mejor cl estrecho tenzado de construccion y combustidn. La madera, material y combustible al tiempo. rene Ja cabatia y la fgata cn las La arguitectura encuentra el fuego 27 feonteras climaticas y culturales. En la choza primitiva o vernicula arde la hoguera original. 5. Tienda, en la Lapponia de Scheffer, 1673, 6. Calutia de troncos de pioneros americans. 28 El fuego y la mermoria Como imaginar construccién sin firego, casa sin chimenza? La cabafia arcaica y el albergue rural en la ilustracion de Godin comparten con Ja cascta ferroviaria cl énfasis en el calor que los hhace habitables, En le arquiteccura de ls norma yel tipo la combustion deviene protagonista 7. La cabafta del hombre primitive y Ta casa individual del campesino. Jean Baptisie Godin (1870). 8. Construccién tipo para estaciones y casetas ile guardia, Direccién Técnica de los Ferrocarriles, Turin, 1882. La arguitectura encuentra el fuego 2% \ Pues bien, es precisamente en este ultimo marco, tan dramitica y espectacular- mente variable, de la energia exosomitica, donde hemos de representar el pano- rama energético de la arquitectura '” . Se advertir4, antes de seguir adelante, que cl condicionamiento bioldgico del constimo endosomatico contrasta fuertemente con la determinacién cultural del consumo de energia exosomatica. E] reino biolégico de la necesidad y el reino cultural de la libertad se complementan y oponen: la ubicacién de la arquitectura en el terreno cultural debe servir de advertencia ante los reduccionismos biologistas, permanente tentacién que acecha al empleo —tan esclarecedor y estimulante en sus propios términos— de las analogias orgénicas. La choza y le hoguera: orden construido, desorden combustible Existe una paribola, debida a Reyner Banham, que puede servir para ilustrar al- gunos de los temas desarrollados hasta agui '°. El relato se refiere a una cribu pri- mitiva —esa tribu arquetipica que, como el autor nos recuerda, tantos anteceden- tes tiene en la critica arquitectonica, desde Laugier hasta Le Corbusier— recién llegada a un claro del bosque donde sus integrantes proyectan pasar la noche. En el claro hay ramas caidas y algo de madera. La tribu se encuentra enfrentada a un dilema: yempleardn la madera para levantar un pequefio cobijo o la usarin como lefia para encender uma fogata? En este breve interrogante se encuentra encapsu- lada toda una teoria de la arquitectura. La madera es, por supuesto, material de construccion y combustible a la vez: reine por tanto [a condicién potencial de materia y energia ¢ ilustra la estrecha nortezmericano dispone de casi cien veces el valor de la energia metabdlica; un eciope, menos de un cercio. 2 algunos datos, referidos a nuestro pals, pueden ilustrar clocucntemente Io que se entiende por situar la arquitectara en el escenario de los attclactos exosomticos. El espaiiol medio consumié, on 1976, alrededor de 49.400 kcal diarias de enesgia exosomética —una cantidad veinte veces superior a su consumo endosomético—. Esta cifra no es excepeional: por el contratio, resulta coincidir con el pro- medio mundial, segiin Jantsch (citando un trabajo de Hall de 1973) que lo expresa grificamente se- ficlando que sla tecnologia ha incrementado gor un factor de 20 la poreién biolégica del mundo hu- manos. (Eric Jantsch, The Self Organizing Universe, Pergamon, Oxford, 1980, p. 276.) Pues bien, de la cantidad rencionada artiba, segun una estimacién propia, 6.100 kcal diarias se emplearon en 12 construccién del entomo edificado, y unas 9.150 en su mantenimiento, Fn conjunto, la energia reque- rida por la creacioa y mantenimienta del entorno consttuide del hombre ascendié a 15.250 keal dirias por persona: una cantidad seis veces superior al consumo mezabéllico y casi un texcio del consumo exo- somatico total. La magnitad de las cifras hace innecesario cualquier comentario sobre la trascendencia del vinculo entre arquiteetura y energia. © La parabola se recoge en sti The Architecture of the Wel-tempered Lnvirountent, Architecraral Press, London, 1969, p. 19, La mencién en este contexto de Reyner Banham es, sin duda, paraddjica, ya que las coniclusiones a que se arriba on este ensayo son casi simétricamente opuestas a las defendidas por el itico britinico en la obra de referencia, recorrida por un optimismo tecnolégico exuberante; sin em- bargo, el valor de La arquitectura del entorno bien climatizade reside, « mi juicio, ris en el punto de ‘yista, indiscutiblemente renovador, gue en Ja propia vision, condicionada por las doradas expectativas de la década de los sesenta. (Aunque Banham siguio fiel a sus origenes, y expatriado en California, fue e] mis elocuente defensor de la sociedad hipertecnologica de la costa veste, y un enamorado de las Freeways de Los Angeles.) 30 El fuego y la memoria STATIS Qf INITIVM: BEPROPTER IGIEM_SERMONY PROGRE/- ATIO.AG ARCHITECTVRE ERINGINY FVISSEDICITVR + [AVAEA AETAS QU FRISCO: MOMINVACVITCHVMANT/ Los relatos miticos sobre el origen de la arquiteetura asribuyen al fuego ua lugar de privilegio, el mismo papel relevante que ocupa en los ritos fundaciomales de la ciudad o la casa. La combustion precede y acompafia ¢ la construction, 9, El descubrimiento del fuego, en el Vitruvio de Cesariano (1521). 10. La construccion de los primeros abrigos y chozas, en ‘a misma edicion de Viuuvio. La arquitectura encuentra el fuego 31 unién entre ambas. La tribu ante la madera, como el hombre constructor ante el recurso natural (material 0 energético), se plantea las dos estrategias basicas de in- tervencién ambiental: la regulacién de los flujos energéticos naturales a través de la creacién de estructuras matcriales (la choza), o la explotacién de la energia ac- mulada en los combustibles (el fuego); el empleo de las energias libres del clima a través de la construccién o el empleo de las energias acumuladas del clima a través de la combustion. La construccion se nutre de flujos; la combustién, de depésitos. Aqueélla emplea nuestra renta y ésta, nuestro capital termodinémico. Se trata de eserategias perfectamente diferenciadas, pero solo excluyentes cuando compiten por los mismos recursos. Pues bien, ante el dilema de nuestra tribu, ambas estrategias son factibles; am- bas se presentarin simulténeamente en la mayor parte de las culturas; y ambas me- recen el nombre de arquitecnura. Tan arquitecténico es, en efecto, el espacio visual de la cabaiia como el espacio térmico ce nico y una concepcién objetual e hieratica de la arquitectura puede negar a la fo- gata el caricter de arquitectura ab ovo que tan gustosamente se concede a la cabafia. La casa, a fin de cuentas, no ¢s sino ¢] hogar. ‘Mas aun: cabaita y fogata, construccién y combustion se entrelazatl insepara~ blemente en a historia de la habitacién, que no puede entenderse sino como com- binacion singular de orden construido y desorden combustible. La energia intro duce la arquitectura en el mundo de los procesos y de la vida: pero en la misma virtud, siembra en ella la consuncién, la apariencia fugaz. el tiempo irreversible. La arquitectura ayunta asi fuego y cabaia, caos y organizacién. La estrecha relacion entre construccién y fuego puede hallarse nitidarnente re- flejada cuando Ia arquiitectura se reduce a sui ser mas clemental y primigenio: por un lado, en los telatos sobre el origen de la arquitectura y los ritos de fundacién urbana; por otro, en la percepcidn infantil y el psicoandlisis de la casa. Ast, en todo principio u origen, en cl mito y en el rito lo mismo que en la mente preconsciente © inconsciente, la construccién y el fuego se enredan y entrelazan ‘*. la fogata: s6lo un pertinaz fetichismo icé- EL fuego en la infancia de la arquitectura imitos de origen, ritos de fundacton En los que son probablemente los dos tratados de arquitectura paradigmaticos, De architectura y De re aedificatoria, Vitruvio y Alberti ofrecen relatos simétricos y sig- nificativamente contrapuestos sobre el origen de la arquitectura '°. En el relato co- lorista del romano sobre «el principio de los edificios» (libro I, capitulo 1) es el descubrimiento del fuego el que da origen a la sociedad humana (dos concursos Quizé no sea ocioso aiadir que en: la investigacin de los propios origenes de nuestra especie, los arquedlogos encuentran en los restos de combustion la sefial mas notoria de la existencia de chabitacion humana» (véase New Scientist, 19-11-81, p. 50). Las cites de ambos proceden de las ediciones facsimiles realizacas por los Colegios de Aparcja~ doces e impresas en Oviedo en 1974 (el Vitnuwic de Ortie y Sanz, 1787), y en 1975 (el Alberti de Lozano, 1582). 32 Fl fuego y la memoria entre los hombres, la vida comin y frecuencia de muchos en un sitio») y con ella a la construccién de los primeros abrigos y chozas. Esta descripcion de Vitruvio procede, sin duda, del evolucionismo epiciireo que ctistaliza en Lucrecio. La idea no es original: el Hefesto griego —como después el Vulcano de los romanos— representaba ya el ignis elementatus, el fuego fisico ci- vilizador que se contragone al fuego simbélico del conocimiento en Prometeo y, desde Homero, el Dios del Fuego se reconoce como Arquiartesana y Maestro de Ja Humanidad, gue ensefia los oficios a los hombres que hasta entonces «vivian en cuevas como las bestias salvajes» '. Es esta misma expresion —ut ferae— la que emplea Vitruvio para describir el estado en que se hallaban los hombres antes del descubrimiento del fuego, y de la consiguiente formacion de le sociedad humana y los inicios de la arquitectura. Leon Battista Alberti, a diferencia de Vitruvio, ya en el prologo se declara per- suadido de que es sel techo y la pared» el principio de ela congregacion de los hombres» y no, como shubo algunos que decian», cl agua o el fuego. Sin em- argo, pocos folios mas allé, en el comienzo del capitulo TI de su libro 1, el hogar precede a los techos y las paredes en el relato del origen de la casa: «Al principio C1 género de los hombres buscé para si algunos espacios de sosegar en alguna re- gion segura, y hallada area o planta cmoda y agradable para su necesidad asents alli, y ocupé aquel sitio de suerve que no quiso que en wan mismo lugar se hiciesen todas les cosas domésticas y particulares, sino acostarse en una parte, y en otra te- ner el hogar, y en otra poner las dems cosas para el uso. Y de aqui comenz6 a imaginar como se pondrian los techos, para que estaviesen cubiertos del sol y las Ituvias, y para hacer esto aiiadicron después los lados de las paredes...n. Como se ve, ya en lo que Alberti lama la partitio (la distribucion de los sos cn la planta), el ftego se instala en el seno de su arquitectura. En todo caso, y pongamos el énfasis en las semejanzas estructurales de los re~ latos, como ha hecho Joseph Rykwert"”, 0 lo hagamos en las diferencias de su organizacién textval, tal como ha argumentado exhaustivamente Frangoise Choay ", el fuego se asocia intimamente a la construccién en los mitos de origen; ¥ no otra cosa sucede en los ritos de fundacién urbana o doméstica. En el mundo clisico, por ejemplo, la importancia del furego en los ritos vin- eulados con la ciudad o la casa era efectivamente muy grande. Hay que tener en cuenta que, tanto para los griegas como para los romanos, el fuego sagrado de la ciudad era «wu altar primario, el origen de su idenidad y la fuente de su vida re- i Erwin Panoféky ha comentado algunos cle estos temas en su estudio sobre «La historia primitiva del hombre en dos ciclos de pinturas de Piero di Cosirao» (Estudios sobre itonologia, Alianza, Madrid, 1972, pp. 45-92). ee Adam's House in Paradise, Museum of Modem Art, New York, 1972, Rykwert, sin em: bargo, dela bien claro que inientras para Vitruvio la euestion de los origenes es capital, para Albert cs smas bien secundaria, La ragle et le modéle, Seuil, Paris, 1980. En este pumo es imposible no mencionar a Gortfried Seenpery su elocuente defensa del foego del hogar como una de as «formas primordialess Urfermer) de by arguitectura, en toro a la cual surgen Tas otras tres Formas o elementos la pataforma, el cerra- tientoy la cubierta el hogar es el centro espritual y social de la casa, transformandose en altar cuando ie hamanidad aleanza la condicion uebana. (Lina scleccién de los eseritos de Semper ha sido publicada por la Cambridge U. Press en 1989.) wixiye wor TENS OF BRITISH EIST APRICA VueACe HOT La posicion central del fuego en la infancia de la arquivecturs es simbolica y funcional. En el “Africa oriental, los islas britanicas o las estepas asiaticas, la vida de la casa gira en too a un puiado de brasas, que gobiernan la cocina y la ctiqueta. E) fuego tinal presice ol templo to mismo que el hogar, vivificando los recintos de refigio SUCCRSTED Pathe aa OF GUSTONDURY LE La arquitectura encuentra el fuego 33 + Hosta”. en Petes ae (ome) et “ey " i fine Rees 5 NC 3 3 é 11. Secciones comparadas de una choza africana y una cabafia britinica primitiva 12, Distribucion interior de una yurea del Alli, definida por estrictas normas de protocolo. 1. El facgo rnal del Takeru, eno scours du Tabernacle de Philippe d’ nae lippe d’Aquin 34 El fuego y la memoria 44, Elculto de Vesta o del fuego sogrado, comparado con similar culo del fuego en el templo de los indios Natchez de Louisiana (Joseph- Francois Lafiran, Moers des sauvages américains comparies aucx moeurs des premiers temps, Parts, 1724), La arquitectura encuentra el fuego 35 ligiosa». Hestia, la diosa griega del hogar, era «el “foco” del espacio interno de la ciudad ... la “casa desde la que comienzas”» 'Y. Su fuego ardia en el prytaneion, el palacio-templo comunal, sede del poder citidadano ™. Por su parte, la romana Vesta egobernaba tanto el fuego de la casa de las familias individuales como el hogar civico de la ciudad, EI suyo era el fuego que calentaba y alimentaba, un poder be- nigno y fertilizadors “'. No deja de ser significativo que los nombres de ambas diosas derivaran de una raiz indo-curopea comtin, que «qpiza fuese “wes, vivir en, ocu- par, pero mis probablemente *deit, guemar» °°. Asi, cuando se establece Roma, sus fundadores, después de saltar sobre las ho- gueras purificadoras *, excavan un muadus (un agujero redondo que fepresenta la boca del submundo) en Jo que serd el corazon de la ciudad, colocan sobre él un altar de piedra, y sobre cl altar encienden fuego: este furgo seri — esctibe Ryk- wert— «el “foco” de la ciudad. En este punto la citidad puede también haber re~ cibido su nombre» **. Ese fuego primigenio se leva de una ciudad 2 otta, y no se abandona nunca; cuando se funda una colonia, el fuego procede de la ciudad ori- ginaria de los colonos; cuando las viegenes vestales Ihuyen de los galos que se apro- ximan, llevan con cllas el fuego sagrado en una vasija. La presencia imedular del fuego en los ritos de fundaciin no es, desde Inego, exclusiva de la cultura grecorromana, El propio Rykwert, y otros autores como Frazer o Raglan, han resefiado ceremonias semejantes, que asocian la casa, el fuego y la ciudad, en culturas orientales, africanas, amerindias © europeas primitivas. Desde el papel del facgo sagrado védico en la fundacién de los templos indios hasta la fancion genésica, de simiente, que vincula siempre el fuego a la implantacién habitacional en las culturas animistas, construccién y combustion se asocian en una relacion estrecha y permanentemente renovada, como ocurre en la fiesta del fuego nuevo ente los Natchez americanos, que relata Chateaubriand: «Las cortezas de roble fueron qucmadas sobre cl altar y el fuego nuevo brindé de inmediuto una nueva simiente a los hogares apagados del villorrio» °°. La misma concepcién del fucgo como principio fértil esti presente en las ceremonias nupciales de fundacion de un hogar, tal como sucedia en la antigua Grecia, donde la madre de la novia evaba el fuego a la nueva casa para significar la continuidad del culto doméstico, oen le India, donde los recién casados traian a st nucvo hogar una parte del fuego sagrado que habia sido testigo de si union, y que se usaria en el futuro en todas las ceremonias domésticas, como nos cuenta Raglan El fuego se asocia, pues, a la casa y la ciudad en los ritos fundacionales —el ' Joseph Rykwert, The Idea of a Tow, Faber & Faber, London, 1976, pp. 104-105, * Lewis Mumford, The City in History, Penguin, Hardmondsworth, 1966, p. 182, 2. J. Rykwert, op. et, pp. 99-100. J. Rykwert, op. cit, p. 104. Mircea Eliade y J. G. Frazcr han escrito abundantemente sobre la presencia del fuego en los titos inicidticos 0 purificadores. De este ultimo metecen destacarse especialmente los Myths of the Origin af Fire (Macmillan, London, 1930) y los capitulos LXI y LX de su famoso The Golden Bough (Mac- millan, London, 1957 - 1.‘ edieién, 1922) © J, Rykwert, op. cit., >. 59. * Chateaubriand, Voyage en Amérique, pp. 123-124 (citado en Gaston Bachelard, Peicoundlisis fuego, Schapire, Buenos Aires, 1973, pp. 61-62), * Tord Raglan, The Temple and the House, Routledge and Kegan Paul, London, 1964, p. 78. 36 Bl fuego y fa memoria establecimiento de la ciudad, la creacién de un hogar— y en las ceremonias civieas y domésticas posteriores que reclaman la continuidad de la lama, pero lo hace a través de su condicién de imagen de la fertilidad y metéfora de la vida. Esta identificacion entre el fuego y la vida, presente también notoriamente en- tre los alquimistas ”, dificilmente puede sorprender. Como hace notar Lisa He- schong, «el fuego cra ciertamente el elemento de Ja casa mas semejante a la vide: Consunia alimento y dejaba resichos; podia crecer y moverse a lo que parecia su Tibre albedrio; y podia extinguitse y morir. Y lo més importante de todo, estaba caliente, una de las cualidades mas fundamentales que asociamos con nuestras pro- pias vidas, Cuando el faego muere, sus cenizas se enfrian, lo mismo que se erfria Cl cuerpo de una persona cuando muere. Bstableciendo un paralelismo coa el con cepto del alma que anima el cuerpo fisico de la persona, el fuego, entonces, es el espirita que anima el cuerpo de Ja casan ™ Materia y energla, arquiecrura y fuego, construccién y combustisn se ven una vez mis puestos en relacion a través del hilo delgado de la vida, los procesos y el devoniz, que los enhebran, vinculan y enredan cn una madeja inextricable. El fuego en la arquitectura de la infancia: nnostalgias y ensofiaciones La casa y el fuego se ayuntan y complementan también en la mente del nifio y del poeta, en la conciencia que empieza a despertar y en aquella que se sitéa en los mbrales del sucio. Los dibujos infantiles y la poesia tejen la trama subconsciente que anuda la cueva y la fogata, la chimenea y Ia casa, el calor y el hogar. Gaston Bachelard, que sabe que «la casa es, més aim que el paisaje, un estado de altmas, ha descrito los estudios tealizados sobre los dibutjos de casas hechas por los nifios: «En ciertos dibujos es evidente, dice Mme. Balif, “que hace calor dentro, hay fuego, un fuego tan vivo que se le ve salir de la chimenea”. Cuando Ta easa es feliz, cl humo juega svavemente eneima del tejado, Si el nifio es desdichado, la casa lleva la huella de Jas angustias del dibujante. Francoise Minkowska ha ex- puesto una coleccién especialmente conmovedora de. dibujos de nifios polacos y La ccuacién del fuego y de la vida forma la base del sistema de Paracelso. Para Paracelso, el fuego es vida, y todo cuanto encierra fuego posce, verdadcramente, el germen vitals (Gaston Bache lark op ci, pe 132), A fin de cuentas, ef movimiento yatroquimico dal siglo xv1 zeune, como ha mos- trad Needham, ls tradicién de la provoguimica helenistica centrada en la fatsricacién del oro con la tradicion china que llega a craves cle la alquimia drabe, mis preocupada por la preparacion de elixives Ge permitan alcanzar la inmortalidad. La aurifaccion helenstca y lz macrobiotica (macro bios, larga Gah china se fanden en el elixir al-ihsir: sla medicina del hombre y de los metales»); no en vano la jnis conocidh frase de Paracelso dice que «e] objezo de la alquimia no es fabricar oro, sino preparat remedios para los males Lininanoso, La transformacion por el fuego de las sustancias permite albergar tspecinza de elminar sas impurezasy coccupcioness tanto de Tos metales como del eucepo biumao, yr qe en éte son causa de Ia enfermedad y la muerte; 1a alquimia se vinculs asi tanto al logro de ln ‘innortalidad conto la propia cteacion de vida arcificial (rccuérdense los homuinculos de Paracelso © Fausto), la aciencia de la generacions arabe, los autématas, etcetera, Joseph Needham, Science i Trex ditional China, Chinese University Press, Hong Kong, 1981, pp. 57-84). 2 Lisa Hesckong, Phermal Delight in Archiccinve, MIT Press, Cambridge, 1979, p. 72. La arguitectura encuentra el fuego 37 judios que padecieron las sevicias de la ocupacién alemana durante la ultima gue I irido escondiéndote a la micxior aleita, ea un anmatio, ddbois mucho, después de aguellas horas malditas, casas esteechas, fas y cortadase La casa calida, como el vientre materno, expresa la felicidad del cobijo protec- tor, mds intensa cuanto mis desapacible sea la estacién, mas intima cuanto as frio frags alucta: Esa identidad entre Ja madre y la casa la ha expresado Milosz en dos Lineas tensas: 4¥o digo madre mia, y pienso en ti, joh Casa! Casa de los bellos y oscuros estios de mi infancian™, La nostalgia de la infancia, la nostalgia protectora de la madre, la nostalgia melane BF nden y picrden una en-otra, Kent C. Bloomer y Charles W. Moore han recordado recientemente la vieja ee la cueva y el vientre de la made tierra; no han dicho, sin em- bargo, que en ella el Zaego representa el principio fecandante mascalings sn ese ego sexuslizado que ha descrito Bachelard ®, la cueva es un vientre ester. La cueva necesita del fuego como la casa del nifio la chimenea humeante. Solo en. fonces expresan y albergan la vida, slo entonces devienen arquitecrura deseada. cq enone del gesto prmitivo de habicat, que es una nostalgia del viene y el nid, «> una nostelgia tsa y redonda; no cs un mero senimieato espacio taml —y habria la tentacion d 8 st pens y le escribir: es sobre todo— un sentimiento tér- Hay un ctmoxo fragmento de Bachelard qu lo lust de foro admirable, 2 través de une pigina de Hens Bachein , cribe Bachelin en s i ae Le servitewr: «Me complacia —guardaba para mi solo mis 6 magimr que viviamos en medio de los bosques x uma choza de Bitotecn, bien calentada; hubiera querido oir a los lobos afilando sus uiias en el Sento ineshume de nuestro portal. Nuestra casa era mi choza. Me veia en ella al eo i Bee, del hambre. Si me estremecia un escalofrio era de bienestare. Y aa el filésofo francés: «Mas dichoso que los sofiadores de evasiones Jejanas, oe in aa en la casa la misma raiz del ensuefio de la choza. No tiene wae bona un poco el espectéculo del cuarto familiar, escuchar, en el silen- lode Slade, Js etfs qe ronca, mens el cise alts os, para saber ue en cl centro de eta, bajo el citculo de luz que proyecta la limpara, vive en a as sedans, veces prin. , igual que en Ja cabafia pri ratadista fi A ta beta gue eI abi primitiva de os waaay el ego ests presente en recent sofade por Bichelin ni, Tanto en el texto del exer como en cl co- (jentawt del flésofo, las sesaciones teeieas priman solve cualquier ota, «La ~ bien calentada ... al abrigo del frio», esti inspirada por «.. la estufa que © Gaston Bachelatd, La podtia de : : » La poeta de! espacio, Fondo de Culsura Economics, México, 1975 Melancalia (citado en Gaston Bachelard, op. cit, p. 77) nal eae Te BS * Kent C. Bloomer y CI New Haven, 1977, p 5.) Charles W. Moore, Bod, Memory and Architecture, Yale University Press, 5 © Bachelasd, Psicoanalisis del fuego, p. 81. G. Backelard, La pottica del espacio, p. 62 38 Bl futego y fa memoria ronca mientras el cicrzo asalta la casa...>. La tinica definicién espacial de la cabana la suministra un haz de luz, y el propio bienestar se manifiesta a través de un es ealofrio. La cabaha primitiva y el fuego primitivo se revelan como inseparables, El fuego protoarquitectonico de los tratadistas, la larva sagrada de la ciudad y la casa, la chimenca humeante de! dibujo infantil, muesiran todos ellos la profunda identi- dad de la casa y el fuego en ese crisol luminoso que son los origenes, el momento singular ¢ irrepetible en ¢] que la arquitectura nace en el mito, en el tito 0 en ke conciencia. La cilida choza imaginada manifiesta eso mismo en un momento aun mis trascendente: aquel en cl quc la arquitectura renace en la ensofiacién Adenmds del fuego que habita la construccién, el fuego que constrinye la habitacién El relato de la tribu primitiva enfrentada al dilema de la cabafia y la fogata nos ha permitido repasar brevemente otros principios, otros origenes que hablan clocuen- temente del vinculo entre la construccién y el fuego, Pero hay algo mis. No se trata solamente de la presencia benéfica de la energia en el edifieio, que Io hace habitable o sagtado, intimo 0 feliz; quedarse en este punto significaria encerrarse exclusivamente en el terreno de le que hemes llamado energia de manienimienwo, aquella que alimenta los procesos que acoge el edificio. Por el contratia, es de mayor importancia tener en cuenta, simultineamente, la energla que nutre, no y los procesos del edificio, sino el propio edificia como proceso, a la que hemos dado el nombre de energia de consiruccisn. Después de hablar del fuego que habita la cons- truccién, es obligado referirse al fuego que construye la habitacidn. Nuestra tribu indecisa, ante la noche que se aproxima, podria muy bien habe decidido utilizar a la vez las dos estrategias de intervencién ambiental a las que se hacia referencia mas arriba: emplear una parte de la madera en la construccion de un pequefio abrigo y encender una fogata con la madera restante. Hasta aqui nos movemos tinicamente en el ambito de les lazos de complementariedad entre la baiia primitiva y el fuego primitivo: un componente material y otro energético forman un entorno habitable. Ahora bien, nuestra tribu podria igualmence haber preferido levantar una ca- bafia mas espaciosa, empleando para ello toda la madera disponible, o bien haber prescindido de construir choza alguna, entregando la madera a las lamas. En el primer caso, la estraregia de intervencién ambiental seria exclusivamente material; en el segundo, exclusivamente energética. Como se ve, existe una cierta conmutabilidad entre materia y energfa que re side, evidentemente, en ¢] hecho de que la madera es, potencialmente, tanto ma- terial de construccién como elemento combustible. Pues bien, es precisamente esta propiedad la que nos intcresa ahora. Se puso énfasis anteriormente en la comple mentariedad y simultancidad de la estrategia material y la energética; se pondra alora en la conmutabilidad e intercambiabilidad de ambas actitudes. La construccién y el fuego, los materiales y la energia son complementarios; pero también son inter- cambiables. fuego del hogar habita la construccién; Jos fuegos de lox hornos constrayen la habitacion. Tan importante cs la cnergia necesacia para mantener una casa como la energia precisa para ‘constranrla: arquitectura y fuego se vinculan fanto por el hogar como por los homes de la cerimica, del vidrio o det metal, La arguitectura encuenira el juego 39 15. Laboratorio de ensayos (Lazarus Ercker, Bescireibung allefuenemister miueralischen First und Berckwercksarten, Praga, 1374), 16. Un taller de vicriero (Agricola, De re metallica, 1556). 17. Homos paca sefinado de menas cupriferas (Agricola, De re metallica, 1556). PEARLLTESESSEYS EFEEE LER AN OSS. CHES SS 0. El fuego y la memoria La energia procede de la combustién de un material y el material puede ex- presarse en unidades energéticas: en esta permeabilidad reside la posibilidad de comparar ambos reduciéndolos a un denominador comin. De ahi que se haya he. cho tanto hincapié en que si los procesos del edificio necesitan energia de mante- nimiento, el edificio como proceso necesita cnergia de construccién. En el caso de la tribu, esta energia esta acumulada en el propio material, la madera, que ha recogido y concentrado la radiacién solar; y habri de emplearse también energia metabélica para transportarla, prepararla y cnsamblarla. En nues- tra sociedad, la energia esté similarmente acumulada en los materiales, formados en el calor de los hornos de la ceramica, del vidrio, del cemento o del metal; y de igual forma se habré de utilizar energia mecinica y metabélica para transportatlos y colocarlos en obra. La energia, que esta en el principio y fundamento de todo proceso, lo esti tame bien en ese proceso —de construccién, de reparacién— que es el edificio. No existe transformacién, cambio irreversible, mutacién, sin el concurso de la energia; sin ella no hay construccién ni destruccién, animacion ni tiempo. Solo la energia transforma la materia; solo el fuego transforma el material. Tal como rezaba la divisa de los antiguos quimicos, ignis mauiat res, El fuego opera alteraciones y me- tamorfosis en la fragua del herrero y el crisol del alqutimista: en el horno del fa- bricante, el fuego transforma el mineral en material. El fuego cucce el barro, ge- nera el metal, fabrica el vidrio. En el hogar, el ftrego habitaba la construccién; en el horno, el fuego construye la habitacion, El edificio precisa la cnergia de man- tenimiento lo mismo que requiere energia de construccion, Arquitectura y fuego se unen por el doble lazo del horno y el hogar. El sol relojero y el fuego cosmologias y cosmogonias npredecible Las dos formas bisicas de intervencién ambiental se hallaban ya perfiladas pi- ginas atrés: considerabamos, por un lado, la regulacion de las energias libres “ través de la construccién; por otro, la explotacion de las energias acumuladas *” a través de la combustion. Hemos visto que la construccién necesita energia para levarse a cabo; la combustion, por su pazte, suele efectuarse con ayuda de artefac- tos materiales (chimeneas, estufas, calderas, depésitos ...) cuya manufactura de- manda igualmente energia, que habra de atiadirse a la propia del combustible. Ambos métodos, pues, demandan energia, si bien la magnitud de la misma y la distribucion de su consumo a lo largo del tiempo es muy distinta y ambos también, aunque habitualmente se presenten asociados, pueden llegar a ser aceptables por si solos. Entre ellos, sin embargo, se abre un amplio foso conceptual y filoséfico. La construccién supone un aprovechamiento pasivo del mundo ordenado de las trayectorias; el fuego, un aprovechamiento activo del mundo caotico de la Hlabria que decir: de la energia solar libre —en la radiacién, el movimiento del aire y los demis fendmenes clinniticos—. °° Habra que decir: de la energia solar acumulada —en la madera, el carhén, el petrdleo...— Is See Diferentes visiones del cosmos: el ocden exacto bajo la mano del creador 9 el caos igneo de las Constelacioncs, la maquinaria celeste de las Orbieaso las madculas aleatorias de la estrella 18 La creacin (Liber Chronicarum, Nuremberg, 1493), 19. Bl c2os celeste, la portada de la eicién La arguttectura encuentra el fuego 41 inglesa (1658) de la Magia Nawwtal de Gianbattista della Porta (edicion anginal en Napoles, 1558), 20, Instrumentos de observacion y escala de Johann Hevelius (1611-1687), exteaido de su Machisea caelestis. 21. Galileo, eraquis de manchas solares (1610). 42 El fuego y la memoria La arguitectura encuentra el fuego 43 E] mundo impasible de las trayectorias, glacial y relojevo, frente a las eropciones impredecibles y cabticas de los fucgos celestes. Cosmologias 0 termoogontas, esas oposiciones reviricas Lacilitan ttansitos metatoricos al universo sublunar de las arquitecturas. 22. Bl modelo prolorneivo, en el Atlas de 24. El rostro volednico del sol, en Aranasius Christoph Cellarius (1658-1707), Karcher, Mundis Subierraneus (1664-65). 23. El universo infinito de Leonard y Thomas 25. Fotografia concemporanea de una Digges en su Pregnostiation Everlasting (1576) Pe citiencia solar 44 El fuego y [a memoria combustion. El orden construido se opone al desorden combustible, la mecanica celeste a la termodindmica terrestre, el sol relojero al fuego impredecible Esta oposicién formidable, ontologica y existencial, entre el sol y el fuego, que alimenta y devora toda nuestra cultura —y que esti también presente, como ces- pués veremos, en nuestra cultura arquitectonica— ha sido descrita admirable- mente por Michel Serres en un trabajo sobre una obra de Zola.

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