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1810 – 1815: PRIMER CICLO DE LA REVOLUCION

POLITICA
Desde el 22 el orden colonial ya no existe. El Cabildo, urgido por los comandantes, asume
el 23 el poder vacante para crear al día siguiente una Junta, que presidiría el ex virrey Cisneros e
integrada por dos de los promotores de la crisis, Saavedra y Castelli. Los dos revolucionarios
renuncian al día siguiente. Hay una nueva agitación en la plaza que aumenta las tensiones y genera
que el ex virrey acepte dejar la presidencia de la Junta.
Se conforma la PRIMERA JUNTA presidida por Saavedra, con Moreno y Paso como
secretarios, y con Belgrano, Alberti, Azcuénaga, Castelli, Larrea y Matheu como secretarios. Las
nuevas autoridades deciden hacer llegar la noticia de su instalación a toda la jurisdicción virreinal
mediante expediciones militares. Junto con el virrey, todos los funcionarios de carrera
(peninsulares) son los que se sienten amenazados con el cambio de régimen. Los Cabildos del
interior serán los escenarios de lucha entre partidarios y adversarios del nuevo sistema. La
revolución encontrará resistencia principalmente en la Banda Oriental y en el Alto Perú.
La revolución comenzó por mostrar como arma de triunfo el apoyo de los cuerpos
milicianos donde Saavedra era el oficial más influyente. Pero la composición de la Junta
representaba bastante mal la hegemonía miliciana.
Comenzará una política que transforma a los españoles europeos en extranjeros
enemigos, cuyo promotor decidido será Mariano Moreno. Desde la Gaceta de Buenos Aires, que
vio su primer número en junio de 1810, Moreno ofreció una teoría y una línea política para la
revolución. Pero esa línea suscito oposiciones entre las víctimas del rigor revolucionario y entre los
jefes milicianos que no encuentran en el nuevo régimen el lugar que esperaban y que ven en el
presidente de la Junta condenado a un segundo plano por su brillante secretario.
Moreno hace aprobar un Decreto de Supresión de Honores del presidente de la junta que
despoja a Saavedra de esas honras de poder monárquico y de comandancia militar, que deja de
ser unipersonal y recae en toda la junta. En diciembre, con la incorporación de los diputados del
Interior a la Junta se frenan los avances de Moreno quien renuncia a su cargo y emprende una
misión diplomática hacia Europa, donde morirá sin llegar a destino. Con la incorporación de los
diputados el 18 de Diciembre queda conformada la JUNTA GRANDE.
El 22 de marzo la Junta Grande decreta la expulsión de la ciudad de todos los europeos
solteros. La medida despierta una reacción en sectores opositores. Los afectados se dirigen al
cabildo que se hace vocero de una agitación a la que se lanzan los seguidores del ex secretario. El
24 la junta deroga la resolución que expulsaba a los peninsulares.
El 5 de abril comienza a reunirse en la Plaza Mayor una muchedumbre, cuyo artífice es el
doctor Joaquín Campana (saavedrista). La asonada interrumpe los progresos de la facción
derrotada en diciembre. La Junta es depurada, French y Berutti detenidos y Belgrano enviado a
juicio militar.
La sistemática campaña contra Saavedra y Funes va a encontrar nuevos servidores en las
víctimas directas e indirectas del 5 de abril. En ese clima, el desastre del Alto Perú implica que
Saavedra se dirija al norte. Mientras deja de ser presidente de la Junta, surge al lado de ella un
poder destinado a doblegarla.
Entre el 12 y el 19 de septiembre una agitación muy viva domina buenos aires, mientras
circulan los petitorios para un Cabildo Abierto. El 22 de septiembre se constituye un TRIUNVIRATO
integrado por los diputados elegidos en el Cabildo abierto del 19, Chiclana y Paso, y el más votado
de los apoderados del pueblo, Sarratea. El triunvirato disuelve la Junta, elabora un Estatuto
Provisional. El nuevo ejecutivo se libra de la Junta y tiene tras de sí al Cabildo que tiene aún el
derecho de superintendencia, pero tiene además que enfrentar a esos regimientos urbanos que
han sido la base de poder de la Junta.

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Paso dirige la agitación a favor de una convocatoria de una Asamblea General. La
asamblea se reúne en abril de 1812. Tras la salida de Paso elige como triunviro a Pueyrredón
quien es partidario de convocar finalmente a un congreso.
Mientras tanto surgen nuevos centros de control político, no ya dentro sino fuera del
aparato del Estado. Desde enero de 1812 comienza a funcionar la Sociedad Patriótica, que reúne a
los morenistas y cuyo portavoz es Bernardo Monteagudo. Las relaciones entre la Sociedad y el
Triunvirato no son buenas. Critican la política oficial que acepta salidas transaccionales en
Montevideo, y que frenan cualquier tendencia a organizar un Estado independiente.
La oposición tiene otra base más. Desde fines de 1811 la presencia de San Martín y Alvear
dan lugar a la creación de la Logia que toma como sus funciones la de favorecer la suerte militar
de la revolución y de influir en el gobierno local para transformarlo en servidor más eficaz en esa
causa.
Mientras tanto el Triunvirato se disgrega. El gobierno queda en manos de Rivadavia,
triunviro suplente y Pueyrredón, que se ha negado en toda aproximación a la Logia. Luego de
agitaciones militares, el Cabildo elegirá al nuevo Triunvirato. Así surge el Triunvirato compuesto
por Paso, Rodríguez Peña y Álvarez Jonte. Pero el nuevo triunvirato ha caído bajo la tutela estricta
de la Logia. El 24 de octubre de 1812 es citado el congreso que define que una constitución debe
dar forma al nuevo estado. La ASAMBLEA CONSTITUYENTE se reúne en enero de 1813, se
proclama soberana y delega las funciones ejecutivas en el triunvirato. Considerando que hay
regiones enteras no representadas se posterga la promulgación de cualquier estatuto
constitucional. Desde septiembre de 1813 sus recesos serán cada vez más largos, cada vez más su
función se reduce a dar respaldo a decisiones políticas del ejecutivo.
Una vez en el gobierno la Logia perdía unidad. A la tendencia que reconocía como
inspirador a San Martín, que estaba más cercana a los objetivos originarios de la agrupación, se
enfrentaba la que tenía como jefe a Alvear, que veía en la Logia un instrumento para ser utilizado
renunciando a la intensificación de una lucha y limitando los objetivos revolucionarios. A lo largo
de 1813 y 1814 las victorias de la segunda tendencia son innegables. Mientras San Martín se
consagra en una sólida carrera militar, Alvear, sin alejarse por completo de los campos de batalla
está muy presente en Buenos aires.
Es iniciativa de Alvear a comienzos de 1814 la concentración del poder. El Triunvirato deja
paso a un Poder Ejecutivo Unipersonal, EL DIRECTORIO. Para ocuparlo la Asamblea elige a
Posadas, tío de Alvear. La persona del director no tiene importancia, es Alvear la figura dominante
del régimen. Este enfrenta dos dificultades principales: la expansión del federalismo litoral y la
cada vez más desfavorable situación internacional. Mientras se entablan complicadas
negociaciones en Europa luego de la restauración de Fernando VII (Rivadavia y Belgrano como
enviados), el gobierno parece acercarse a la disolución. En diciembre de 1814 Alvear es rechazado
por el Ejército del Norte, mientras que la revolución federal se ha expandido a todas las tierras al
este del Paraná. Posadas abandona su cargo y el 9 de enero Alvear es elegido nuevo director
supremo.
Frente a la expansión del movimiento federal se intentó por un momento el camino de la
negociación; la entrada de Córdoba en el sistema de Artigas demostró que sólo la guerra frenaría
el avance de la disidencia litoral. El 17 de abril de 1815 la partida del director supremo al
destierro y la disolución de la Asamblea parecen marcar el fin de ese estado construido y a la vez
destruido por cinco años de revolución y guerra.

GUERRA DEL NORTE (1810-1815)


En noviembre de 1810 Castelli entra en Potosí. Siguiendo instrucciones de la Junta busca
ganar nuevas adhesiones a la revolución arbitrando entre grupos sociales y étnicos, favoreciendo a
los criollos contra los peninsulares y ofreciendo a los indios la emancipación del tributo y los
servicios personales.

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La revolución encontraba en el Alto Perú un terreno poco seguro. Al no estar en
condiciones de proseguir la ofensiva, el 16 de mayo de 1816 se firma el armisticio de Desaguadero
con las fuerzas del rey. Estas se les anticipan, rompen el armisticio y el 20 de junio atacan el
campamento revolucionario de Huaqui obteniendo una total victoria. El Alto Perú estaba
totalmente perdido. Viamonte dirigirá la retirada hasta Salta donde lo remplazará Pueyrredón,
quien en marzo de 1812 será relevado por Belgrano.
Frente al avance realista Belgrano se retira llevando consigo toda la riqueza trasladable y
una parte de la población de Jujuy. Decide resistir en Tucumán violando las instrucciones que le
imponían una retirada hasta Córdoba. El 20 de febrero de 1813 el ejército patriota combate y
vence a las fuerzas realistas al mando de Tristán. Luego de la victoria Belgrano mantiene una
inactividad y sostiene una postura defensiva.
El 1 de octubre las fuerzas realistas ahora al mando de Pezuela vencen a las de Belgrano
en Vilcapugio. Belgrano establece un nuevo campamento e intenta defender Potosí, y decide
atacar el campamento realista en Ayohuma el 12 de octubre obteniendo una nueva derrota.
Belgrano se retirara hasta Tucumán y Pezuela tomará Salta.
San Martín que durante unos meses remplaza como jefe del Ejercito del Norte a Belgrano,
es partidario de renunciar a ofensivas que han llevado a desastres. En remplazo de San Martin, el
general Rondeau pasa a comandar el ejército del norte. En enero de 1815 Rondeau retoma la
ofensiva y logra un avance, pero el 29 de noviembre el ejército revolucionario es deseche en Sipe-
Sipe y por tercera vez todo el territorio altoperuano queda perdido para la revolución. A partir de
ahora es adoptada la línea anticipada por San Martín. Ya no habrá ofensivas.

LA GUERRA DEL ESTE


Fue el Paraguay el primero en tomar una trayectoria propia. La Junta enviará al Paraguay
las fuerzas que preparó para actuar en la Banda Oriental al mando de Belgrano. El 19 de enero de
1811 los revolucionarios son derrotados. Dos meses después el Paraguay hará su propia
revolución y se mantendrá alejado de los conflictos en el resto del Rio de la Plata.
El peligro real en la B. O. se encontraba en Montevideo. En febrero de 1811 Elío le declara
la guerra a Buenos Aires. En enero Artigas, capitán de Blandengues, se fuga más allá del río a
ofrecer sus servicios a la revolución. Las autoridades de Bs. As. colocan a Artigas en posición
subordinada respecto de Rondeau. El 26 de febrero, el grito de Asencio da comienzo a la
revolución oriental. En mayo de 1811, la vanguardia patriota comandada por Artigas vence en las
Piedras a las fuerzas realistas. Comienza a darse un enfrentamiento entre ciudad y campaña.
Encerrado en Montevideo Elío recurre a la ayuda de Portugal que comienza su avance. Elío
se niega a la alianza anti portuguesa que le propone Rondeau, pero se muestra dispuesto a un
armisticio propuesto por Bs. As. cuya situación no era favorable. Había perdido el alto Perú, había
fracasado el intento de disputar a los realistas el dominio naval, y el enfrentamiento con la
capacidad de Montevideo para defenderse indefinidamente. Mientras los portugueses avanzan, se
ratifica el armisticio, donde ambas partes reconocen los derechos de Fernando VII. Las fuerzas
porteñas se retiran de la B. O. y le dejan a Elío la tarea de lograr la retirada de los portugueses. La
retirada portuguesa es acordada en 1812.
La retirada de los portugueses significa el retorno de la guerra a territorio oriental. En junio
de 1812 llega al campamento de Ayuí en Entre Ríos, el nuevo jefe de las fuerzas porteñas,
Sarratea, Artigas debe integrar sus fuerzas con él y aceptar su mando supremo; Artigas se niega a
hacerlo. En Octubre comienza el sitio de Montevideo, ahora dirigido por Rondeau. En diciembre
Sarratea lo conmina a Artigas a integrarse al ejército pero éste rompe con Buenos Aires y corta las
comunicaciones entre el ejército de Bs. As. y las bases en Entre Ríos.
Invitado a reconocer la autoridad de la soberana Asamblea reunida en Bs. As. Artigas
prefiere convocar a un congreso provincial y remitirse a sus decisiones. El 5 de abril de 1813 en
Tres Cruces designa cinco diputados orientales para integrar la Asamblea y les da instrucciones

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precisas: debe crearse con todos los territorios al este de Uruguay una provincia oriental
autónoma. Se produce un nuevo congreso en Capilla de Maciel en diciembre de 1813 que elige
nuevos diputados a la Asamblea General y un nuevo gobierno provincial., pero sin la presencia de
Artigas. Buenos Aires desconoce al nuevo gobierno provincial y transforma a la B. O. en
gobernación-intendencia desprovista de toda autonomía.
Buenos Aires intenta nuevamente disputar a los realistas el dominio del río, con Guillermo
Brown al frente de la flota. En mayo de 1814 Bs As. obtiene la victoria de Buceo donde vence a la
escuadra realista. Montevideo deja de ser la amenaza que era para Bs As. Ahora sólo queda
eliminar la disidencia artiguista que ha comenzado a ganar adhesiones más allá del río Uruguay y
amenaza con constituirse en una alternativa política capaz de disputar al gobierno central la
adhesión del Litoral entero. Buenos Aires intentará eliminar a los disidentes mediante
expediciones y negociaciones sin resultados favorables. La disidencia Artiguista domina todo el
Litoral y Córdoba, Buenos Aires ha sucumbido en el esfuerzo por suprimirla.

1815 – 1820: SEGUNDO CICLO DE LA REVOLUCION


POLITICA
El movimiento federal parece extenderse a casi todo el país: Córdoba está firmemente en
manos de un sector que se identifica con el artiguismo, La Rioja le sigue bien pronto; en Salta,
Martín Güemes, comandante de la vanguardia del ejército nacional, lo abandona para hacerse
gobernador de la provincia y entrar en un largo conflicto con el general en jefe de las fuerzas
nacionales, Rondeau, que se ha propuesto conseguir la captura de Artigas.
Mientras Artigas descubre que ya no tiene enemigos se rehace un poder central. Buenos
Aires designa un nuevo gobierno: un cuerpo electoral que nombra director supremo a Rondeau,
ausente en el Alto Perú, y sustituto a Álvarez Thomas, mientras crea una Junta de Observación
para vigilar la gestión del nuevo ejecutivo. La disuelta Asamblea será reemplazada por un
Congreso Constituyente que se reunirá en Tucumán.
El congreso se reúne en Tucumán el 24 de marzo de 1816 en un clima de marcada
hostilidad a la influencia porteña. El 3 de mayo será elegido Pueyrredón como Director Supremo,
quien llegará a Buenos Aires el 29 de julio. Los problemas que enfrenta el nuevo gobernante son
complejos no sólo porque se ha reabierto la disidencia litoral, ni porque el norte debe comenzar a
defenderse con sus propios recursos de la presión realista, sino por la amenaza del retorno militar
de la metrópoli al territorio americano luego de la restauración de Fernando VII. Pueyrredón
apoya la campaña de San Martín que debe cruzar los Andes para liberar Chile y transformarla en
base de la acción sobre el Perú. Pueyrredón se une a la resurrecta Logia. Surge ahora una nueva
política revolucionaria, que acepta moderar sus ambiciones pero considera imprescindible el
surgimiento de una nueva nación que debe ser independiente. La diplomacia posterior a 1815 le
dio un respiro externo a la acorralada revolución rioplatense. En el Interior, el nuevo régimen logra
mantener un frente relativamente unido. En el Litoral, en cambio, las tentativas de conciliación
son demasiado breves y no alcanzan ningún resultado, sin embargo logró encerrar lentamente la
disidencia federal en su Litoral originario.
La elección de Pueyrredón revela la existencia de un terreno de acuerdo entre el interior y
la capital. La unanimidad se hace en torno de la declaración de independencia votada el 9 de julio,
pero se rompe en torno del problema de la forma de gobierno. Belgrano propuso la restauración
de la monarquía incaica que reconciliaría la revolución porteña con Europa y con su ámbito
americano, y que transformaría la revolución municipal en un movimiento de vocación
continental. Las discusiones siguieron pero no llegaron a conclusiones precisas.
Mientras se suspende la resolución de ese asunto, el Congreso se reserva una función de
auxilio y asesoramiento al poder ejecutivo. En enero se traslada a Bs. As, pero ahora su
importancia decrece. El Congreso será sobre todo el auxiliar disciplinado de la política de
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Pueyrredón. Su gravitación ha sido la que devolvió la calma al interior. Es la intervención del
Congreso al que se aseguró la vuelta de La Rioja al gobierno nacional. La paz se gana pactando con
los sectores localmente influyentes que se han sentido marginados durante la anterior etapa
revolucionaria. En Salta se reconoce la legitimidad del gobierno de Güemes. Su régimen, que
impone a la clase alta lo más pesado del costo de la guerra, se entiende muy bien con el Congreso
y el Directorio. A cambio, Güemes cumple una función esencial. Con los recursos de su provincia,
apoyados con un moderado auxilio del poder central, defiende contra los realistas la frontera.
Pero el combate se hará en salta, que cada año recibe una invasión realista y cada año éstas
termina en retirada. Pero la resistencia salteña no sólo asegura la defensa exterior sino que libera
al ejército del Norte, permitiéndole desempeñar nuevas funciones en la custodia del orden político
interno.
Así se logra un ordenamiento político que se arraiga sólidamente en el Interior y que logra
volcar los recursos del interior a la economía de guerra que hasta entonces la había afectado
superficialmente. Son las provincias andinas las que ofrecen la mayor parte de los recursos para la
expedición a chile. El gobierno revolucionario está dispuesto ahora a reconocer las exigencias
locales y a tratar con ellas. Las reformas en las intendencias introducidas en 1814 (que crean
cuatro en el interior: Salta, Tucumán, Córdoba y Cuyo) ofrecen un marco para que sectores de
arraigo local sean integrados en el aparato político. Si Salta es de Güemes y Cuyo será dominada
por la influencia de San Martín, en Córdoba se afirmará el influjo de los Funes y en Tucumán el del
coronel Araoz.
El régimen no sabrá encontrar iguales apoyos en el Litoral ni en Bs As. Su popularidad es
limitada, la ciudad se resigna mal a ver a los portugueses instalados en Montevideo y Colonia. La
política portuguesa de Pueyrredón encuentra resistencias muy firmes. Entre los que piden una
acción sobre el avance portugués se encuentra Dorrego, quien junto con un grupo acusado de
conspirar contra el régimen será desterrado de Buenos Aires, donde el gobierno de Pueyrredón
adopta cada vez más un estilo dictatorial que logra doblegar la oposición abierta pero no la
campaña de chismes e insidias dentro de la elite porteña.
Por más que Pueyrredón logre hacerse obedecer, cumple muy mal sus funciones en jefe
de una nación en lucha por su supervivencia; apenas logra ser el organizador más o menos eficaz
de la retaguardia en una guerra que se ha alejado del territorio nacional. Pero ya en 1818 y sobre
todo en 1819 el régimen directorial parece a punto de quebrarse bajo el peso de un esfuerzo
excesivo.
Mientras tanto el Congreso redacta la constitución, discutida hasta el 20 de abril de 1819.
La nueva carta establece un poder ejecutivo unipersonal, un senado a cuyos miembros electivos se
le agregan tres senadores militares elegidos por el poder ejecutivo y el director Supremo saliente;
el director, elegido por cinco años por las cámaras, podrá ser relegido. Este aparato comienza a
funcionar sólo parcialmente.
La crisis del régimen es ya inocultable y la disidencia federal denuncia a un Director y un
Congreso que quieren introducir la monarquía e imponerla a un país ya republicano. La crisis se
precipita, Pueyrredón renuncia el 9 de junio y es remplazado por Rondeau. El orden directorial ya
estaba condenado. Como en 1815, en 1820 el gobierno central se derrumbará bajo los golpes del
federalismo litoral, la otra cara de la revolución platense. El federalismo litoral propone una
alternativa real a la revolución de Bs. As. Además, el federalismo destruye la hegemonía porteña
en el Litoral, privando a la ciudad del área productiva que parecía ser la única opción para
mantener la actividad mercantil. Con su instalación en Santa Fe, el artiguismo había completado la
conquista del Litoral; dominaba también las rutas que comunicaban Buenos Aires con el Interior.
El dominio federal en Santa Fe iba a ser una causa de fricción constante entre las dos facciones
rivales.
En el Litoral, los caudillos de Entre Ríos y Santa Fe, Francisco Ramírez y Estanislao López,
al frente del Ejército Federal, avanzaban sobre Buenos Aires y se enfrentaban con Rondeau,
derrotándolo en los campos de Cepeda. En febrero de 1820 el Cabildo porteño asumió el papel de
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gobernador, proclamó la disolución del poder central y renunció en nombre de Buenos Aires a su
carácter de capital de las Provincias Unidas.

AUGE Y CAIDA DE LOS PUEBLOS LIBRES


La Banda Oriental se encontraba gobernada por una curiosa diarquía: Artigas, instalado en
Purificación, era más que un asesor, pero la administración directa estaba en manos del cabildo,
desde julio de 1815 gobernador de toda la jurisdicción montevideana. En 1815 la B. O. comienza
su reconstrucción. Se decreta el Reglamento provisorio de la provincia oriental para seguridad de
su campaña y fomento de sus hacendados, que da normas precisas para la reconstrucción rural y
dispone una redistribución de la tierra. Sin embargo, a fines de 1815 esa reconstrucción está
amenazada de muerte ya que Portugal comienza con los preparativos militares para ocupar la B.
O. Los portugueses pretendían implantar sólidamente su dominio sobre la Banda Oriental.
Al Director Pueyrredón lo que más le preocupaba era que los portugueses no sobrepasen
la línea del Uruguay. El Cabildo en la alarmada Montevideo, se decide a una reconciliación con
Buenos Aires, aceptando su ayuda a cambio de que el Cabildo devuelva a la provincia la
obediencia a Bs. As. Artigas se pronuncia en contra, pero sufre aquí el abandono de la elite urbana.
Ya a principios de 1817, a pocos días de ocupada por los portugueses, Montevideo es
sitiada por los artiguistas. Sin embargo, en el nordeste, entre la Banda Oriental y las Misiones la
guerra no ha sido favorable al artiguismo. Ya la catástrofe ha caído sobre la Banda Oriental. En un
doble movimiento por tierra y por mar, los portugueses logran tomar Purificación y capturan a la
mayoría de los jefes artiguistas.
Luego de cuatro años de lenta, implacable presión, los portugueses han logrado sofocar
finalmente la revolución oriental comenzada nueve años antes. Para Artigas la lucha debía
continuar, era preciso salvar lo que queda de los Pueblos Libres.
Lo que quedaba al oeste de Uruguay, sería respetado por los invasores portugueses. Sin
embargo, el gobierno nacional se decide por la guerra, que terminará con ese eterno problema
santafesino. El plan consiste en la ejecución de todos los rebeldes, pero no resultará favorable a
las fuerzas nacionales. EL 12 de abril de 1819 se firma el armisticio de San Lorenzo, por el cual los
nacionales se comprometen a retirarse de Entre Ríos y Santa Fe autoriza el tránsito entre Buenos
Aires y el Interior. Artigas no aprobará este pacto. Pueyrredón renuncia y su sucesor Rondeau le
ofrece la paz a Artigas. Este exige que Buenos Aires le declare la guerra a Portugal.
En Buenos Aires el régimen directorial ya no existe. Bs. As. será una provincia más entre
las que se han constituido y se siguen constituyendo sobre la ruina del Estado nacional, su primer
gobernador será Martín de Sarratea. Luego de varias derrotas militares, Artigas se refugiará en
Paraguay donde morirá tras treinta años de destierro.

LA LIBERACION DE CHILE Y EL CAMINO HACIA PERÚ


Desde 1814 San Martín había advertido la esterilidad de los intentos de ofensiva que
buscaban quebrar directamente la resistencia realista en el Perú. En cambio, juzgaba posible,
reforzar la revolución chilena. Para ello se forma el ejército de los Andes, extendiendo la
militarización por las ciudades cuyanas. La mayor parte de los recursos en dinero deben tomarse
de la próspera economía de Cuyo.
Para fines de 1816, el ejército se encontraba listo para cruzar los Andes. En enero de 1817,
comenzará el cruce de la cordillera. El cruce de los Andes fue así una operación militar
particularmente compleja, se trataba de varios cruces sincronizados, venciendo enormes
dificultades de transporte y comunicaciones. El ataque principal consistió en la marcha coordinada
de dos columnas, una al mando de Gregorio de Las Heras, mientras que el grueso del ejército iría
al mando de San Martín. Este avance múltiple más la guerra de rumores, desconcertó al jefe
español Marcó del Pont sobre cual sería exactamente la zona del ataque y facilitó los planes del
ejército de las Provincias Unidas. El 12 de febrero de 1817 San Martín triunfaba en Chacabuco yy

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el día 14, junto con el general O´Higgins entraba en Santiago de Chile. En marzo de 1817 las tropas
patriotas fueron sorprendidas y derrotadas en Cancha Rayada. Ante la noticia san Martín
reorganizó sus fuerzas y se preparó para defender Santiago de Chile obteniendo una victoria el 5
de abril de 1817 en los llanos de Maipú. Pero los realistas han podido retirar al sur una parte de
sus fuerzas, por lo que el 3 de marzo la columna de Las Heras partirá en su seguimiento. La
resistencia del sur ha de durar algunos años, pero ello no impide encarar ya, desde una base
chilena segura, la nueva etapa de la guerra que ha de llevarla al Perú.

ECONOMIA
La revolución por una parte trae consigo guerra y destrucción de riqueza, y por otra
significa la dislocación del orden español, en cuyo marco el Río de la Plata había conocido una
prosperidad creciente a partir de la segunda mitad del siglo anterior.
En cuanto al primer punto, los impuestos no sufrieron grandes aumentos, pero tampoco
cubrieron las crecientes necesidades del Estado revolucionario. Este buscará satisfacerlas
mediante contribuciones extraordinarias, exigidas sólo parcialmente en dinero. Mientras el
comercio deberá correr con las nuevas contribuciones monetarias, serán los hacendados quienes
entregarán frutos y ganados.
Las contribuciones recaen entonces sobre todo en los comerciantes. De ellas surgirán dos
tipos diferentes: por una parte las que significan aumento de tasas y por otra las exigidas por
razones de urgencia y recaudadas en plazos muy breves a partir de su imposición. Estas
contribuciones extraordinarias, permiten elegir a las víctimas de las nuevas imposiciones,
dirigiéndolas sobre sectores políticamente poco peligrosos. Aparece un sector mercantil
privilegiado, el de comerciantes británicos, y uno más duramente golpeado, el de comerciantes
peninsulares.
Junto a las contribuciones en dinero, están las de recursos, entre ellas las de esclavos. Las
corporaciones, las iglesias y los conventos, ceden rápidamente sus esclavos para la guerra. La
contribución de ganados, caballerías y alimentos es casi totalmente rural. Esta es igualmente muy
irregular y es sólo en pequeña proporción responsabilidad directa del gobierno central.
La guerra afecta entonces la riqueza monetaria de las ciudades pero también la riqueza
principal de las zonas rurales que son sus ganados y frutos. La revolución no era sólo la guerra.
Esta significaba la pérdida del alto Perú, de donde provenía hasta 1810 el 80% de las exportaciones
de Buenos Aires; significaba la ruina del aparato de comercialización. Es toda la economía urbana
de la ruta altoperuana, que ha sido el eje mercantil colonial en el Río de la Plata la que entra ahora
en crisis.
El comercio libre
El Reglamento Provisorio de 1809 excluye a los comerciantes extranjeros de todo el
comercio interior, les prohíbe vender, les impone utilizar a comerciantes nacionales debidamente
registrados. Pero esas severas limitaciones entran bien pronto en desuso para ser abandonadas
definitivamente en 1813. Desde entonces el comerciante peninsular debe enfrentar sin protección
alguna la concurrencia del extranjero.
La guerra en Europa y la revolución local impiden que sobreviva el sistema comercial que
tenía su eje en la ruta de Cádiz. El mercado británico tiene ahora un peso superior al de todos los
otros tomados en conjunto y son los comerciantes ingleses los que se instalan en el Río de la Plata.
Estos instalan un nuevo estilo de traficar. La hegemonía mercantil de Buenos Aires había supuesto
un sistema de comercialización lento, complejo, caro, pero muy regular; había supuesto también
una muy alta concentración de la parte de metálico que no tomaba el camino de la metrópoli en
manos de los comerciantes porteños, que sumaban a los lucros comerciales los financieros. Los
nuevos comerciantes aprovechaban muy bien la situación anómala provocada por la guerra y
obtenían desemboques excepcionales para “stocks” industriales que la guerra impide instalar en
sus mercados habituales. Los comerciantes ingleses crearán en Buenos Aires un aparato de

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comercialización reducido y poco costoso, aprovechando abundancias y escaseces locales para
obtener lucros excepcionales, ofreciendo sus mercancías pero también dinero a cambio de frutos.
El ofrecimiento de dinero es la innovación fundamental que caracteriza a los nuevos mercaderes.
La inyección de dinero en un sistema que usaba sobre todo el crédito, libera al productor y al
pequeño comerciante respecto de su dependencia respecto del gran importador-exportador que
es también su acreedor.
De esta manera, todo un sector social, el adicto a la ruta de Cádiz, es así condenado a la
lenta o rápida ruina.

LA REVOLUCION EN LA SOCIEDAD
La decadencia de un sector tan significativo de la clase alta virreinal, el comercial, era
ineludible. Pero otro sector tan significativo de ella esta formado por altos funcionarios,
magistrados y dignatarios eclesiásticos. La revolución significa una permanente depuración de la
alta burocracia, primero despojada de realistas, luego de los demasiados adictos a la situación
caída. La batalla de los sectores altos prerrevolucionarios se parece a una defensiva en retirada.
Estos sectores altos están, por otra parte, profundamente divididos contra sí mismos. Estas
divisiones explican el carácter oscilante y contradictorio de la legislación antipeninsular y el ritmo
de las represiones políticas.
La revolución cambiaba la finalidad misma y la estructura del estado en el cual los criollos
se habían sentido marginados en tiempos coloniales. La ahora carrera de la revolución,
remplazante de las honorables carreras administrativas, era más adecuada para aventureros que
para personas de respeto y caudales. La creación de la carrera de la revolución significa más bien
que la emergencia de un grupo rival frente a los sectores altos de origen prerrevolucionario, una
transformación interna de esos sectores bajo el impacto de los cambios revolucionarios que
introdujo un nuevo elemento disruptivo en el delicado equilibrio interno de la elite urbana. La
carrera de la revolución, al lado del curso administrativo, crea el militar.
El primer objetivo de la Revolución es vencer en la guerra. Esta subordinación al objetivo
bélico transforma al sector de oficiales en el primer estamento del Estado. Empobrecidas, las
clases altas urbanas parecen ser las víctimas principales de la revolución. Tampoco la suerte de los
sectores medios urbanos parece haber sido demasiado favorable.
En la campaña, las consecuencias sociales se diferencian de las económicas. Las clases
terratenientes son en todas partes más pobres en 1820 que en 1810, pero son también más
poderosas. La guerra ha obligado al gobierno central a delegar progresivamente poderes en las
autoridades locales de las zonas rurales. En tiempos coloniales, la designación de estas
autoridades provenía del Cabildo, pero ahora la militarización posrevolucionaria concede
importancia nueva a las autoridades de milicias. Por el momento, estos jefes rurales serán el brazo
leal de la revolución.

1820 – 1829: DERRUMBE DEL PODER NACIONAL


Y TENTATIVAS DE RECONSTRUCCION
LA ECONOMIA
La revolución dislocó el orden al que la ciudad debía el avance tan rápido del último medio
siglo colonial. A partir de 1820 la campaña encuentra un nuevo destino: remplazar al Litoral
devastado como proveedor de cueros para el mercado ultramarino.
La expansión ganadera significa en primer término expansión territorial: la provincia,
liberada de sus obligaciones guerreras más allá de sus fronteras, se dedica a avanzar sobre las
tierras de indios. La ampliación de la frontera deja un inmenso botín de tierras, de cuya propiedad
el Estado no se desprende: las ofrece en enfiteusis a quienes quieran explotarlas, requiriendo

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cánones muy bajos. De todos modos, la enfiteusis prepara la constitución de una zona de grandes
propiedades en las tierras nuevas. Los enfiteutas, reclutados entre los hacendados de las tierras de
vieja colonización, pero también entre los dirigentes políticos y militares de la provincia y los
titulares de la riqueza mercantil urbana forman el núcleo de esa clase terrateniente cuya
gravitación en la vida de la provincia ya no ha de borrarse.
Esos terratenientes son los jefes naturales de la sociedad ganadera. El núcleo social a la
vez que económico de las tierras ganaderas es la estancia, cuya victoria es acelerada por el poder
político y administrativo, es el Estado el que garantiza en último término la disciplina de trabajo en
la estancia.
La expansión productiva era extensiva más bien que intensiva puesto que el factor
sobreabundante que le aseguraba era la tierra y no el capital o la fuerza de trabajo. Es en la etapa
de elaboración y comercialización donde surgen sobre todo las novedades: la más importante de
la década del 20 es la expansión del saladero. Aun así, el cuero sigue proporcionando más del 80%
de las exportaciones rioplatenses. Ya en 1825, Buenos Aires se ha transformado en la primera
región ganadera del país, y su campaña remplaza a las tierras nuevas de más allá del Paraná y el
Plata como proveedora para el mercado internacional del primer rubro de las exportaciones del
nuevo país.
En el Litoral, la revolución y la guerra clausuraron por quince años el mercado de mulas
santafesinas y entrerrianas que había en el Alto y Bajo Perú; y lo que es más grave, consumieron
desenfrenadamente la riqueza ganadera local. El Litoral, que parecía la región destinada a
aprovechar en primer término las posibilidades abiertas por la liberación comercial, es todavía en
1830 la que sufre más duramente las consecuencias de la crisis revolucionaria. Sin duda sus
posibilidades de expansión siguen siendo vastísimas; pero tras la inseguridad política y la violencia
se evidencia el predominio de Buenos Aires como nexo ineludible entre el Litoral fluvial y el
mercado ultramarino; ahora el puerto al que la complicada política posrevolucionaria ha librado
de la competencia de Montevideo tiene su propia zona productiva; a ésta son supeditados los
productores del Litoral.
En el Interior, la guerra había significado el aislamiento de esta región que en la última
etapa colonial había funcionado sobre todo como intermediaria mercantil y de transportes entre
Buenos Aires, el Alto Perú y Chile. Desde 1817 Chile ha vuelto a ser liberado; ello significa que el
acceso del mercado trasandino vuelve a abrirse para el Interior argentino, lo cual estimula las
exportaciones mineras y ganaderas de Chile, y con ello acrecienta las posibilidades de su
hinterland argentino. Las provincias de la ruta chilena recuperan así una cierta prosperidad; en
particular Mendoza. Salta vuelve a gozar de las ventajas de su contigüidad con su mercado del
norte en la República de Bolivia. La expansión de las exportaciones hace sentir mejor sus efectos
en las provincias del Interior mediterráneo: Córdoba, Santiago del Estero y Tucumán.
De este modo, la economía primaria del Interior se rehace de los golpes que le trajo la
revolución. Menos bien sobrevive su economía mercantil, al perder Buenos Aires los mercados
chileno y altoperuano, al Interior pierde también su papel de intermediario para limitarse a la
menos lucrativa comercialización de su producción primaria
Es la nueva estructura comercial, constantemente desequilibrada, la que hace precaria la
circulación económica. El déficit del intercambio con ultramar se hace constante. Pese a su
expansión, la ganadería tardará aún dos décadas más para cubrir el inmenso hueco dejado por la
desaparición de las exportaciones de metal precioso peruano; mientras tanto las importaciones no
dejan de crecer. La primera víctima de ese desequilibrio es el circulante metálico, que emigra del
Interior a Buenos Aires y de Buenos Aires a ultramar.
La década del 20 se abre entonces como un conjunto de aventuras monetarias que,
siguiendo el ejemplo dado por la Salta de Güemes, buscan imponer como moneda de plata
remplazante de la antes proveniente de las cecas reales sus discos de ínfima ley. A mediados de la
década la fiebre de acuñaciones parece calmarse. La falta de moneda pequeña, se hace sentir cada
vez más desde que el estilo mercantil posrevolucionario expande el uso de la moneda. El papel se
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transforma en moneda interna de Buenos Aires, mientras que el Interior prefiere al peor metálico
que el mejor papel.

POLITICA
Hasta 1820 se enfrentaron dentro del campo revolucionario el poder nacional obedecido
en Buenos Aires y en todo Tucumán y Cuyo, y el bloque dirigido por Artigas, que abarcaba todo el
Litoral. El gobierno nacional sucumbió en 1819-1820, pero antes de sucumbir preparó eficazmente
la ruina de su gran rival al aceptar la nueva intervención portuguesa en la Banda Oriental que
contribuyó a despojar a Artigas de su base política. Con la Banda Oriental en manos portuguesas,
no le quedaba al Litoral fluvial más intermediario con el resto del mundo que Buenos Aires. Pero
antes de volver a una nueva hegemonía de Buenos Aires en el Litoral, el resultado inmediato de la
caída de Artigas iba a ser la desintegración de su sistema político, remplazado por una pluralidad
de centros de poder independientes entre sí y mucho más débiles que la unión de los Pueblos
Libres.
En el norte, la caída del poder nacional es anticipada por la secesión tucumana encabezada
por Aráoz. En Santiago del Estero, Felipe Ibarra conquista la capital, y gobernará la provincia
durante los siguientes 30 años. Catamarca que se encontraba dentro de la intendencia tucumana
se separa en 1821. Tres provincias comienzan ahora su existencia separada.
El predominio de Güemes en Salta fue finalmente socavado por la prolongación de la
guerra en la frontera altoperuana; esa guerra ha agotado los recursos de Salta y su peso terminó
por caer también sobre esa plebe a la que Güemes había organizado en fuerza política y hostil a la
aristocracia de comerciantes y terratenientes. Finalmente, una excursión exitosa de los realistas
acaba con la vida de Güemes.
En el centro del país la crisis del Estado central deja una provincia aspirante a la
hegemonía regional que es Córdoba. Sus aspiraciones se basan en su importancia demográfica. La
provincia de Córdoba se separa del gobierno central luego de que el Ejército del Norte, sublevado
en Arequito (7 de enero de 1820) se ha reusado a seguir obedeciéndolo y a intervenir en la lucha
con el Litoral artiguista. Conducido por jefes cordobeses el ejército se instala en Córdoba y permite
el alzamiento de Bustos con el poder.
La situación cordobesa provocó la secesión de La Rioja que se incorporaba a un frente
andino no controlado por Córdoba, y que a partir de 1823 iba a ser gobernada por Quiroga. En San
Juan un golpe militar encabezado por el coronel Mendizabal desembocó en la formación de una
provincia autónoma. También San Luis se separó de la jurisdicción mendocina. Así, la Intendencia
de Cuyo, se separó en tres fragmentos, de los cuales el más importante era el mendocino
gobernado por su elite de mercaderes y hacendados.
Así nueve provincias remplazan a las dos que existían en 1810 y a las cuatro organizadas
antes de 1820. Se crean así poderes legislativos y la mayor parte de los gastos los absorbe el
presupuesto de defensa. La revolución ha dejado como innovación destinada a durar la presencia
de cuerpos armados relativamente numerosos. El derrumbe institucional de 1820 no significa en
el Interior un traspaso del poder político a sectores sociales nuevos, ni reajustes importantes entre
los ya dominantes.
En el Litoral fluvial la autoridad de Artigas no se había ejercido directamente; en Entre Ríos
y Santa fe eran dirigentes locales los que habían orientado a ambas regiones al bando federal. La
situación en corrientes era más compleja. La eliminación de Artigas, impuesta por las victorias de
Ramírez, dejó a Corrientes dominada por éste e incluida en la efímera república de Entre Ríos
mediante la cual el caudillo entrerriano buscó institucionalizar su hegemonía en la Mesopotamia.
De esta manera, Corrientes se determina políticamente a partir del recelo hacia su antigua
dominadora y vecina del sur; el temor a Entre Ríos la acerca a Santa Fe y, por medio de ella, a
Buenos Aires. Luego de la derrota y muerte de Ramírez, queda como gobernador Lucio Mansilla
quien hará en el gobierno de Entre Ríos la política de Buenos Aires.

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De las provincias del Litoral fluvial, la crisis de 1820 deja en primer plano a la más pobre y
despoblada, Santa Fe. Su gobernador Estanislao López venció a Ramírez y se alineó con Buenos
Aires. López arroja su influjo en 1820 y 1821 contra las tentativas de Bustos de enfrentar la
renaciente amenaza de la hegemonía porteña.
Buenos Aires de esta manera queda aliada a Santa Fe, dominante en Entre Ríos y
enfrentada a Córdoba. La desaparición del Estado central ofrece a buenos Aires beneficios
adicionales: implica el fin del esfuerzo de la guerra y la eliminación de la parte del fisco central en
los costos de administración del resto del país, mientras lo principal de los ingresos del antiguo
Estado queda en manos de la nueva provincia.
De la crisis de 1820 la provincia porteña ha surgido, además, con un aparato institucional
renovado. La crisis ha enfrentado en Buenos Aires los restos de la clase política que ha dirigido el
Estado central con un partido a la vez popular y militar aguerrido en la oposición al régimen
directorial. Mientras tanto la provincia elabora sus instituciones. El 16 de febrero de 1820 se llama
a Cabildo Abierto y de allí emerge la Junta de Representantes, como mero colegio electoral para
ser transformada luego en depositaria del poder constituyente y legislativo. La nueva Junta
nombró gobernador provisorio a Manuel de Sarratea. La misión principal de Sarratea era lograr la
paz que finalmente concretó el 23 de febrero de 1820 al firmarse el Tratado del Pilar entre las
provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos.
La ciudad era dirigida por una clase política reclutada entre los notables del foro y de la
iglesia. El sector gobernante, que se daba a sí mismo el nombre de Partido del Orden, debía
enfrentar la oposición de los herederos del pasado directorial y por otra a los herederos de la
oposición popular a ese régimen. El Partido del Orden pudo encontrar apoyo en los sectores altos
que apreciaban la política de la vuelta hacia la provincia, el remplazo de la tradición belicosa y
revolucionaria por la primacía de los problemas administrativos y la transformación militar que se
orientó la defensa de la frontera indígena.
La inestabilidad política del período provocó que para el 20 de junio de 1820 hubiera tres
gobernadores: Ramos Mejía Soler y el Cabildo. Sarratea había sido derrotado por presiones de los
sectores directoriales. Sin embargo, ninguno de estos tres tenía el mando efectivo. Esta confusa
situación comenzó a clarificarse cuando el 2 de agosto de 1820 Manuel Dorrego, que había sido
elegido gobernador por la ciudad, batió en San Nicolás a su rival Carlos María de Alvear,
proclamado por la campaña bajo presión del ejército.
A la vez, Dorrego se enfrentó con Estanislao López y lo venció el 2 de septiembre
en la batalla de Pavón. López no aceptó la sugerencia de pacificación de Dorrego, quien se dispuso
a esperar los refuerzos del comandante de campaña Juan Manuel de Rosas y del general Martín
Rodríguez. López lo atacó antes de que llegaran y lo venció en Gamonal. La derrota militar y
política de Dorrego llevó al gobierno al general Martín Rodríguez, que comenzó el 26 de
septiembre de 1820. Se iniciaron nuevas tratativas con López y el 24 de noviembre de 1820
firmaron el Tratado de Benegas y la “paz perpetua” entre Buenos Aires y Santa Fe. El tratado de
Benegas modificó las relaciones provinciales al convertir a Santa Fe en aliada de Buenos Aires.
Mientras tanto en córdoba, el gobernador Bustos convocó a un Congreso Nacional
para organizar la nación en federación, pero fracasó debido a la acción de Buenos Aires, que
trabajó para que el congreso no se reuniera. Al mismo tiempo trabajó sobre una alianza
interprovincial que culminó en el tratado del Cuadrilátero con Santa Fe, Corrientes y Entre Ríos, el
25 de enero de 1822, para estrechar vínculos y comprometerlas a no concurrir a córdoba. Por él se
establecían la unión de las cuatro provincias, la asistencia recíproca y la mediación en caso de
guerra; reconocían la autonomía de Misiones y la libre navegación de los ríos. Este tratado
significó el triunfo de Buenos Aires y el fracaso del congreso de córdoba.
Con el inicio de la gobernación de Martín Rodríguez se da inicio a un período de paz
denominado como la feliz experiencia. La obra de gobierno consistía en institucionalizar la
provincia, obtener el reconocimiento de la Independencia por los estados extranjeros y asegurar
su desarrollo económico por medio de inversiones de capital extranjero. Las reformas tendían a
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establecer un Estado moderno que dentro de los límites de la provincia comenzaron a implantarse
desde que Martín Rodríguez colocó como ministros a Bernardino Rivadavia y Manuel García.
Para transformar el Estado se eliminaron magistraturas que eran reliquia colonial (como el
cabildo en 1821); se reformó la justicia con destrucción del fuero corporativo para los
comerciantes, el Consulado; se creó un sistema de enseñanza pública dirigido por la Universidad
creada en 1821; se produjo una reforma eclesiástica que suprimió varios conventos y promovió las
secularizaciones regulares.
La acción renovadora se extendió también al sector económico-financiero: se produjo la
ampliación de la superficie explotable de la provincia por avance de la frontera, avanzó una
política de tierras que comenzó la entrega del nuevo botín de terrenos fiscales a los sectores altos,
sumado a la creación del Departamento Topográfico. Las cuestiones económicas eran de gran
importancia para el gobierno. Otra de sus medidas fue la creación de la Bolsa Mercantil en enero
de 1822 y posteriormente del Banco de descuentos.
Pese a estas medidas las dificultades financieras se hicieron sentir. La forma corriente de
obtener fondos faltantes era por medio de empréstitos pero, como los capitales interiores estaban
agotados, fue necesario recurrir al crédito exterior.
Las transformaciones económicas fueron acompañadas por la prosperidad rural y el
cambio urbano, visible en los progresos en la edificación privada y pública.
Desde el punto de vista político, después del Tratado del Cuadrilátero, Buenos Aires
restableció su prestigio y la provincia. Rivadavia envió representantes a las provincias para
invitarlas a reunirse en una nación bajo el régimen representativo. Varias provincias prestaron
conformidad, pero no sucedió lo mismo con Santa Fe, Córdoba, Santiago del Estero, La Rioja y
Catamarca que no confiaban demasiado en el proyecto de Rivadavia.
En 1824, Juan Gregorio Las Heras fue elegido gobernador al terminar el mandato de
Rodríguez. Ya el 27 de febrero de 1824, Buenos Aires invitaba a todas las provincias a un Congreso
General. El 16 de diciembre de 1824 se reunió el Congreso con los diputados elegidos por las
provincias en número proporcional a su población. Poco después de constituido (1825), el
Congreso dictó la Ley Fundamental: por ella se declaró constituyente, se delegó en Buenos Aires el
manejo de las relaciones exteriores y las provincias conservaban su autonomía, soberanía e
independencia hasta tanto se dictara una nueva Constitución. El Congreso aprobó también el
amistad y comercio con Gran Bretaña sin oposiciones importantes, así como el tratado de
amistad con Colombia. Al mismo tiempo tuvo que enfrentar el problema de la presencia brasileña
en la Banda Oriental.
El 6 de febrero de 1826 dictó la Ley de Presidencia y Rivadavia fue elegido como
presidente de un país convulsionado por la guerra contra el Brasil. Para gobernar necesitaba una
base territorial adecuada por lo que propuso una Ley de Capital que separaba a la ciudad de
Buenos Aires de sus alrededores de la provincia, constituyéndola en capital de la república, libre
de toda subordinación a la autoridad provincial. La capitalización significaba arrebatarle la mayoría
de las rentas a la provincia de Buenos Aires y destruir su tradicional estructura económica. Rosas,
Anchorena y Dorrego se opusieron a la Ley que fue sancionada el 4 de marzo. Desde ese momento
la escisión entre los rivadavianos y las otras fuerzas fue irreversible.

GUERRA CON BRASIL


En 1821 un congreso reunido en Montevideo decidió la incorporación dela Banda Oriental
al Reino Unido de Portugal y Brasil, convalidando la acción de las tropas portuguesas de
ocupación. Al proclamarse la independencia del Imperio del Brasil las fuerzas se dividieron entre
partidarios del Reino y del Imperio.
No obstante, el 29 de octubre de 1823 el Cabildo de Montevideo se declaró bajo la
protección y el gobierno de Buenos Aires. En las Provincias Unidas había partidarios como
Estanislao López, de la aceptación de este pedido, y otros, como Rodríguez y Mansilla,

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consideraban que no se tenían los medios ni los recursos para enfrentarse al Imperio. El gobierno
de Buenos Aires inició una labor diplomática que buscaba asegurar la paz y contener al Imperio.
Al mando del coronel Lavalleja, un hacendado de la campaña de Minas y en su época
seguidor de Artigas, un grupo de 22 orientales desembarcó en la Banda Oriental el 19 de abril de
1825, y en menos de un mes controlaban gran parte de la campaña uruguaya. El 25 de agosto los
orientales se reunieron en el Congreso de Florida y se pronunciaron por la unidad con las demás
provincias. El congreso lo aceptó y para el 10 de diciembre de 1825 Brasil le declara la guerra a las
Provincias Unidas.
Brasil se encontraba en mejores condiciones, tenía mayor homogeneidad política, la
autoridad imperial era aceptada y las finanzas eran muy superiores a las existentes en las
Provincias Unidas. Aquí apenas se reconocía al poder político y la contribución a la guerra
dependía de las provincias. Al mando de las tropas terrestres se dispuso a Carlos de Alvear
mientras que Guillermo Brown quedó a cargo de las fuerzas navales.
La escuadra brasileña impuso un severo bloqueo naval, alertando a los británicos que
temían que la competencia estadounidense los desplazara del mercado. Los comerciantes
porteños sentían además, la disminución del comercio. Las rentas del gobierno bajaron y no se
podían pagar las importaciones con las exportaciones por lo que hubo que recurrir al metálico. Las
autoridades incrementaron el presupuesto para la guerra lo que los obligó a la sucesiva impresión
de billetes con la consiguiente bancarrota de las finanzas locales.
Gran Bretaña se mostró proclive a una solución diplomática y designó como ministro en
Buenos Aires a Lord Ponsomby, pero Pedro I se mantuvo inflexible. La Banda oriental debía
quedar como provincia del Imperio y Brasil debía asegurarse la navegación del complejo fluvial
Paraná-Plata. Pese a las victorias militares de la escuadra del Brown y del ejército de Alvear, la paz
no pudo ser instaurada. Para esto el gobierno envío una misión diplomática a cargo de Manuel
García, quien firmó un tratado donde se acepta la propuesta imperial, convencido de que la Banda
Oriental nunca aceptaría la soberanía argentina. EL 27 de mayo se reconoce a la Banda Oriental
como parte del Imperio.
El tratado era un triunfo para Brasil. Cuando García regresa a Bs. As. el gobierno
presidencial tambaleaba, las provincias desconocían a Rivadavia y la Constitución. Tal vez para
evitar su caída, el presidente Rivadavia denunció el tratado y solicitó su rechazo. No obstante la
maniobra no resultó y presentó su renuncia el 28 de junio. El Congreso designó como presidente
provisional a Vicente López y Planes.
La independencia de la Banda Oriental parecía constituir la única salida a la paz. En febrero
de 1828 Lord Ponsomby logró que Dorrego (ya gobernador) aceptara su propuesta y los generales
Guido y Balcarce convinieron la paz sobre la base de la Independencia absoluta de la Banda
Oriental y la libre navegación de los ríos. La paz se firmó el 27 de agosto y fue ratificada a fines de
septiembre. La Banda Oriental era independiente.
López como presidente provisional reconstituyó la provincia de Buenos Aires y en agosto
de 1827 llamó a elecciones de gobernador que consagraron al jefe del partido federal, Manuel
Dorrego. El Congreso se disolvió el 18 de agosto, el presidente provisional cesó en sus funciones y
las relaciones exteriores quedaron nuevamente a cargo del gobernador de Buenos Aires.

GUERRA CIVIL EN EL INTERIOR


El sistema político que se inauguró en 1820- 1821 comenzaba a dar ya signos de fatiga
hacia 1825. En particular el frente andino, que Bs. As. había visto armarse contra las tentativas de
Córdoba, comenzaba a resquebrajarse. Hacia 1825 comienza a darse una reorientación que hará
del comandante de armas y figura dominante de La Rioja el jefe de un Interior unificado a través
de la guerra civil. Ya para 1825 Quiroga, dominaba desde hace tres años la política provincial.
Para 1826 comienza a formarse un nuevo alineamiento que desde la Rioja a santa Fe
formará una franja capaz de aislar del resto del país al extremo norte. Se desató una guerra civil,

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ejércitos provinciales atraviesan vastas distancias para conquistar otras provincias. Las victorias de
Quiroga consolidaban un bloque de las provincias centrales (Cuyo, La Rioja, Córdoba, Santiago del
Estero) en el cual Bustos parecía aún la figura dominante, pero era Quiroga el dueño del poder
efectivo, apoyado en sus milicias llaneras. Era ese ejército la fuente de poder de Quiroga.
Mientras tanto, Santa Fe, con López a la cabeza, parece como la alternativa más
inquietante para Quiroga. López pudo capitalizar la resistencia que la solución unitaria ha
encontrado en Corrientes y en Entre Ríos. Sin embargo, Santa Fe es demasiado despoblada y
pobre para ser la cabeza de un vasto sistema de alianzas interprovinciales. Su población ha
abandonado la vocación guerrera necesaria para cualquier aspiración hegemónica posible.

LA REVOLUCION DE DICIEMBRE
Entre el gobernador Dorrego y los distintos sectores políticos hubo desconfianza desde el
comienzo. Estaba ese residuo del Partido del Orden que es el unitarismo y el ejército que teme
que la paz le devuelva a las postergaciones posteriores a 1820. Pero también estaban los nuevos
federales que tenían un servidor en Manuel Moreno, ministro de gobierno de Dorrego. A fines de
1827 los opositores dieron batalla en las elecciones para la Legislatura de Buenos Aires y en abril
de 1828 le arrebataron el control del cuerpo.
Para noviembre de 1828 las tropas que han obtenido victorias más allá del río y cuyos
frutos juzgan sacrificados por el tratado de paz, están de retorno en Buenos Aires. El primero de
diciembre estalla la revolución militar, alentada y sostenida por dirigentes del unitarismo. Durante
todo el día el gobierno (representado por los ministros, pues el gobernador ha ganado la
campaña) es sitiado en el Fuerte. Una asamblea del pueblo realizada en San Ignacio designa como
gobernador al jefe del alzamiento, el general Juan Lavalle. La resistencia fue limitada, la plebe
urbana se abstuvo de toda resistencia activa al nuevo orden.
Lavalle delegó el gobierno provisoriamente en el almirante Brown y salió a la campaña a
combatir a Dorrego, a quien derrotó el 9 de diciembre en Navarro. Rosas huyó a Santa Fe a buscar
el apoyo de Estanislao López. Vencido y apresado por Lavalle, Dorrego fue fusilado el 13 de
diciembre de 1828.
La derrota y muerte de Dorrego no terminaron con el partido federal que encontró un
nuevo jefe en al figura de Rosas. Un mes después del fusilamiento de Dorrego el panorama había
cambiado. Mientras Lavalle obtenía pequeños triunfos en la raya de Santa Fe, la campaña porteña
comienza a moverse. Es el alzamiento campesino de 1829 el que cambia el destino de la provincia.
La campaña sufre un cambio en el modo de expresión política, sus fuerzas ya no surgen como en
1820 encabezadas por generales del ejército y grandes propietarios. Ahora sus jefes son mucho
más humildes, capataces, oficiales menores de la milicia. Rosas, en cuyo nombre se ejerce la
resistencia, se encuentra por el momento más allá de la frontera santafesina.
La rebelión comienza por un conjunto de episodios en que el gobierno prefiere ver sólo
incidentes policiales, pero ya a fines de diciembre el borde del Salado está alzado. Para abril la
campaña parece perdida y sin esperanza de reconquista para los decembristas.
Esta crisis militar presenta además consecuencias para el comercio. La ruptura con Santa
Fe significa la de las comunicaciones con el Interior; el alzamiento de la campaña priva al puerto de
Buenos Aires aún de los saldos exportables de su propia provincia. El marasmo mercantil es
inevitable. Para los importadores-exportadores el triunfo federal es el camino más corto hacia la
paz. Esa es también la opinión de una provincia fatigada por la guerra y comienza a ser la opinión
de Lavalle quien se prepara para una ineludible negociación.
Del 21 al 24 de junio de 1829 Lavalle se encontrará con Rosas en el campamento de éste
en Cañuelas. El resultado es un pacto por el cual Lavalle se compromete a llamar a elecciones para
constituir una nueva legislatura; negociaron la elección de legisladores provinciales y el
nombramiento de un gobernador a quien Rosas y Lavalle le entregarían el mando de las tropas; se
reconocían las obligaciones contraídas por el ejército federal y los grados militares en él

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establecidos; en cláusula reservada se acordó que ambos partidos concurrirían a elecciones de
representantes con una misma lista de elementos moderados. Pero los unitarios decidieron ir a
elecciones con listas propias y el 26 de junio el acto electoral fue seguido de violencias y fraudes.
Lavalle debe iniciar nuevas negociaciones y el 24 de agosto se firma el pacto de Barracas,
por el cual se nombra gobernador provisorio con facultades extraordinarias al general Viamonte
quien debía hacer cumplir el pacto de Cañuelas. Lavalle se retira hostigado por unitarios y
federales mientras que Rosas se mantiene expectante en la campaña.
Los sectores federales tenían una bandera, la restauración de la Legislatura legítima
disuelta en diciembre del año anterior. En diciembre Viamonte se inclina ante esa exigencia, y el 5
la Legislatura elige gobernador con facultades extraordinarias a Juan Manuel de Rosas. La crisis
de las instituciones porteñas comienza a cerrarse, rosas es el Restaurador de las Leyes, es decir,
del sistema de leyes fundamentales en cuyo marco se había dado la experiencia del Partido del
Orden.

EL INTERIOR
Mientras Rosas con la ayuda de Estanislao López buscaba eliminar al general Lavalle, el
general Paz obtenía una serie de triunfos y lograba crear en el Interior una organización político
militar unitaria. El interior, pese a las victorias de Quiroga, está lejos de formar en 1829 un bloque
coherente. La Rioja, Catamarca y Cuyo se hayan bajo la hegemonía militar llanera.
En abril de 1829, tras su regreso de la Banda Oriental, el general Paz organizó un pequeño
ejército y conquistó sin esfuerzo Córdoba. Bustos, gobernador de la provincia, encuentra
finalmente refugio al lado de Quiroga que con tropas riojanas y cuyanas avanza sobre Córdoba.
Mientras el frente andino dirige sus fuerzas contra Paz, el extremo Norte le ofrece su apoyo. Salta
y Tucumán envían tropas a Córdoba que permitirán vencer a las fuerzas de Quiroga en La Tablada.
A partir de esta jornada el predominio de Paz en Córdoba queda consolidado. Sin embargo,
Quiroga domina aún intacto el frente andino, mientras que Paz tiene sus dificultades para hacer de
córdoba la base de un poderío militar sólido.
La guerra entre Paz y Quiroga era inevitable. Paz obtuvo la neutralidad de Santiago del
Estero y Santa Fe. Rosas adoptará una política que rechaza la posibilidad misma de un sistema
político que incluya la hegemonía federal en el Litoral y la militar-unitaria en el Interior. En 1829
será todo el Interior el que debe resolver su destino en la lucha entre Quiroga y Paz. Y ya entonces
esa lucha resulta transformada por la presencia de Rosas que ha comenzado a rehacer la unidad
de la provincia de Buenos Aires por medio de un instrumento político nuevo, el Partido Federal
que ha aprendido a utilizar la ampliación de la base política que el Partido del Orden había
buscado esquivar en sus consecuencias.

LA CONFEDERACION (1829-1852)

LA ECONOMIA
El primer plano, en veinte años de hegemonía rosista, está ocupado por una sucesión de
altibajos brutales provenientes de anomalías climáticas y fundamentalmente por las
características mismas del mercado rioplatense; demasiado pequeño y mal soldado con el resto
del mundo para que pueda cumplir su papel equilibrador. Pero por encima de la coyuntura o el
clima se hacen sentir sobre le economía los daños que le impone una política atormentada por la
discordia.
En primer lugar está el costo mismo del Estado. Las guerras acentúan la miseria fiscal de
un Estado que afronta el peso casi permanente de la guerra exterior. Rosas, para hacer frente a los
gastos ordinarios, tiene los ingresos aduaneros. Pero durante los bloqueos estos amenazan con
desaparecer, entonces, para atender las necesidades que la guerra acrecer, el régimen acude a un
recursos heredado de la etapa anterior: la emisión de papel moneda inconvertible. Surgió así en

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Buenos Aires un sistema de doble circulación de monedas y valores: el papel moneda para todas
las transacciones internas y el metálico para atesoramiento y comercio con el Interior. Esa moneda
era estrictamente interna y las tentativas de expandir su área de circulación a otras provincias
fracasaron. La emisión provocaba una redistribución de ingresos que afectaba negativamente a los
más modestos, encerrados en esa economía de circuito local que usaba el papel. Pese a todo, ,as
que la atracción de las ventajas del emisionismo, es el rechazo de las soluciones alternativas
(empréstitos forzosos, aumentos de impuestos) el que explica la adhesión que este encuentra.
Entre 1830 y 1852 Buenos Aires prosigue su expansión ganadera iniciada en el decenio
anterior. Los nuevos avances heredan una estructura de producción y comercialización ya
consolidada en sus líneas esenciales. Del decenio anterior es la expansión del saladero,
acompañado de aumentos en la exportación de tasajo y de un triunfo de los cueros salados sobre
los secos. A partir de 1830 se asistirá a la difusión de la grasería, el vapor extrae la grasa de reses
enteras y permite ofrecer a los mercados ultramarinos grasas competitivas. La innovación del
vapor permite completar la exportación de cueros y tasajo con la de sebo, que se orienta sobre
todo a Gran Bretaña y alcanza sus cifras más altas en 1841 y 1849.
Bien pronto la producción de cueros excede la absorción del mercado británico y en la
década del 30 y del 40 encontrará un desemboque paralelo en Amberes y en el Havre. Ese proceso
va acompañado de una privatización a escala gigantesca de tierras fiscales. El fracaso de la
enfiteusis decidió al gobierno de Rosas a remplazar el sistema por la venta de tierras, acompañado
por otra parte de donaciones destinadas a menudo a premiar méritos políticos.
Ya en los últimos años rosistas, la ganadería porteña comenzará a remplazar el vacuno por
el ovino, que se traduce en la aparición de la lana entre las exportaciones importantes de la
provincia. Para que esa transformación haya podido iniciarse fue necesaria una cierta afluencia de
mano de obra. La provincia explotó hasta el agotamiento las posibilidades de la expansión del
vacuno en tierras nuevas. Mientras Buenos Aires parece así vacilar en la cresta de un proceso
ascendente que no podría ya continuarse, el Interior y sobre todo el Litoral pueden exhibir
avances más tardíos y limitados, pero que prometen un mejor futuro.
En el Interior, no es sólo la paz la que explica su relativa prosperidad; su expansión es un
eco de una más amplia que está dándose en el pacífico. Desde 1831 ha comenzado un nuevo ciclo
minero chileno, apoyado en la plata y en el cobre. Para ese Chile en expansión produce el interior
andino, desde Mendoza a Salta. EL renacer agrícola es limitado y sobre todo se da en los breves
oasis riojanos, catamarqueños, sanjuaninos que ofrecen los alimentos y frutos que necesitan los
mineros.
Ese retorno a una cierta prosperidad en las provincias andinas, que facilita la consolidación
de la paz impuesta por la conquista porteña de 1841, no tiene consecuencias sociales tan felices.
En esas tierras, la expansión de cultivos para forraje o exportación sólo es posible marginando a
una porción de las poblaciones rurales. Mientras que en el Litoral es problema es llenar la tierra,
en mas de un rincón andino los propietarios encuentran urgente vaciarla.
En las provincias centrales la orientación hacia el Pacífico es menos decidida; la ganadería
vacuna y mular tiene sus mercados no sólo en Chile y Bolivia sino también en Buenos Aires, y a
través de su puerto en ultramar. Ese doble desemboque se dará hasta el final del período en
Córdoba y Santiago del Estero. Tucumán depende aún más que las otras provincias centrales del
consumo litoral.
Pese a la indudable reconstrucción económica, las actividades vinculadas con el comercio
no recuperarán en el Interior la importancia que han tenido hasta 1810; la pérdida irreversible de
las funciones de intermediación entre Buenos Aires, emisaria de ultramar, y la retaguardia chilena
y peruana sigue haciendo sentir sus consecuencias. El resurgimiento económico del Interior está
vinculado sobre todo con la expansión de sus producciones primarias y amenaza hacer de la región
una dependencia económica del país trasandino. Buenos Aires intenta contrarrestar esta
tendencia pero es incapaz de absorber la creciente producción del interior y por otra parte su

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sistema de papel moneda hace al mercado porteño poco atractivo para las economías que se
siguen manejando con moneda metálica.
EL FEDERALISMO ROSISTA
El triunfo federal ha sido el resultado de esa ola de fondo, que ha politizado y radicalizado
a la provincia en su conjunto, ha unificado políticamente ciudad y campaña y ha dado a esos dos
sectores militantes un jefe único, surgido de la campaña, que es el nuevo gobernador. A él se le
asigna el doble papel de apaciguador y de representante político de ese peligroso sector popular
que los unitarios han ignorado.
Mientras el federalismo triunfa en Buenos Aires, el general Paz, está obteniendo victoria
tras victoria en el Interior. Rosas cree que sólo un triunfo pleno del federalismo puede asegurar al
país la paz que ha perdido desde 1824. La paz es en verdad el objetivo de la acción política de
Rosas. Según él, el Río de la Plata sólo puede gobernarse popularmente, su herencia colonial
excluye toda solución aristocrática. La victoria del federalismo de 1829-31 es la de los pueblos en
lucha contra el ejército profesional. Para el gobernador, el dirigente que lograse orientar en su
favor la movilización popular afirmaría su predominio frente a posibles enemigos; y además, si ese
dirigente estaba dispuesto a restaurar el orden amenazado, su séquito popular podría ser utilizado
para ello. La unanimidad de la plebe en una fe facciosa podía ser transformada en elemento de
cohesión y estabilidad aún más eficaz que la pasividad política ya dejada atrás. Esta postura le
imponía una táctica a Rosas, la de llevar al extremo la tensión entre las facciones, haciendo del
triunfo total de aquella con que se ha identificado la base de una nueva unanimidad.
En el interior el partido federal tuvo una realidad menos profunda que en Buenos Aires; si
ofreció un terreno de encuentro para sectores locales dispuesto a asegurarse los beneficios dela
poyo porteño, no logró imponer a esos sectores ni una disciplina capaz de evitar las luchas
internas, ni una cohesión auténtica. Así, la pacificación del Interior bajo signo federal debía
terminar por identificarse con la conquista del Interior por Buenos Aires. Pero esa solución no es
adecuada al Litoral, donde elementos externos e incontrolables impiden el triunfo total de la
hegemonía porteña.
En la nostalgia por la paz de Rosas se refleja muy bien la de esos ganaderos y exportadores
porteños, los cuales ven alarmados las interrupciones en el ordenado desarrollo productivo de la
provincia. Pero si esta política comienza a asegurarle sólidos apoyos, estos irán desapareciendo a
medida que la política rosista revele su elevado costo. Hay algo errado en una política que en
nombre de la paz conduce de guerra en guerra.

DOMINIO FEDERAL EN BUENOS AIRES


Entre los dirigentes del federalismo porteño es posible descubrir al menos tres tendencias.
Estaban quienes habían militado en la vieja oposición popular porteña. Los que habían llegado más
tarde a la coalición triunfante y no se sentían identificados con la vieja oposición (Guido, García). Y
los que no apoyaban ni a la oposición popular, ni al Partido del Orden y veían en la victoria federal
el punto de partida para una restauración (Anchorena). Rosas tendrá contactos muy directos con
los dos últimos sectores. Puesto que la herencia de Dorrego es suya, Rosas no necesita de los
dirigentes de la vieja oposición y los ubicará en posiciones secundarias. Rosas es partidario de la
incorporación de antiguos adversarios al grupo dominante. En Buenos Aires, se intenta lograr un
equilibrio entre el sentimiento faccioso que asegura a la coalición triunfante su séquito popular y
la política de paz y relativa conciliación que satisface mejor los intereses de los sectores más
poderosos dentro de esa coalición.
En marzo de 1830 llega a Buenos Aires Facundo Quiroga, expulsado del territorio antes
sometido a su predominio por las victorias de Paz. El federalismo porteño está dispuesto a hacer
suya la tarea de vengar al federalismo derrotado en el Interior. En marzo de 1831 Paz es hecho
prisionero y la Liga Militar derrotada. Con la victoria federal segura no sólo en la provincia sino
también en el país, se plantea nuevamente la alternativa entre la perpetuación de la política

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facciosa y una normalización político-institucional. En efecto, la normalización es identificada con
el abandono de las facultades extraordinarias otorgadas al gobernador en 1829 y el retorno
efectivo a las instituciones nominalmente restauradas en esa fecha. En mayo, Rosas hace renuncia
de las facultades extraordinarias, señalando sus dudas sobre la certeza de la medida. El
gobernador planteó sus reservas frente a la admiración común por las instituciones mismas, aún
los ministros son partidarios del retorno ala plena vigencia de esas instituciones y la Legislatura
omite encara una reforma de éstas. Es sin duda el rechazo de toda reforma por parte de la
Legislatura lo que lleva a Rosas a rechazar reiteradamente la relección, dos veces ofrecida por los
legisladores. Frente al rechazo de Rosas, la Legislatura eligió como gobernador a Balcarce el 12 de
diciembre de 1832.
Rosas se aparta de la escena política para asegurar, mediante una expedición militar, la
pacífica posesión de las tierras ganadas al indio en el decenio anterior. La Expedición ofrecía un
buen medio para estar a la vez presente y ausente en al contienda política y aseguraba a Rosas un
nuevo medio de poder y de presión. La expedición no ganó nuevas tierras al indio, pero cumplió
perfectamente la finalidad de asegurar una estabilidad mayor de la frontera.
El 3 de noviembre Balcarce renuncia y el 4 es elegido gobernador el general Viamonte. Su
gobierno deberá manejarse bajo la severa vigilancia de la Sociedad Popular, organización rosista
surgida en la lucha contra la disidencia. Para junio de 1834 Viamonte presenta una renuncia cuyo
texto menciona la presencia de fuerzas que no le permiten gobernar como quisiera. La Legislatura
acepta la renuncia y elige gobernador a Rosas quien nuevamente rechaza el cargo por considerar
imposible la tarea de gobernar sin facultades extraordinarias, por lo que se nombra gobernador
provisorio al doctor Maza.
En febrero de 1835 Facundo Quiroga es asesinado en Barranca Yaco, en Córdoba. Su
muerte es el signo del retorno a crisis anteriores. La alarmada Legislatura le concede facultades
extraordinarias, legislativas y judiciales. Los asesinos de Quiroga serán juzgados por rosas. Su
aparición en ese papel nacional revelaba como en esos seis años el país no sólo había pasado de la
división en bloques hostiles a la indisputada hegemonía federal sino también comenzaba a ser
sometido en nombre de ésta a una hegemonía porteña mucho más sólidamente asentada que en
cualquier momento anterior.

LA LIGA DEL INTERIOR


Cuando la revolución de diciembre concluye en Buenos Aires, comienzan los éxitos de Paz
en el Interior. Quiroga ha debido refugiarse en Buenos Aires, y desde Córdoba hasta Jujuy, Paz
domina todo el Interior. Ese predominio lo debe a la victoria de Oncativo del 25 de febrero de
1830. Las consecuencias de Oncativo fueron muy importantes. El general Paz transformó a la
provincia de Córdoba en la cabeza de una gran alianza de poderes provinciales. El 5 de julio de
1830 pactan la Liga del Interior (unitaria), una alianza ofensiva-defensiva firmada por Salta,
Catamarca, La Rioja, San Juan, Mendoza, San Luis, Santiago del Estero, Tucumán y Córdoba. Poco
después, el 31 de agosto acordaron un nuevo pacto por el que concedían el Supremo Poder Militar
al general Paz.
En respuesta a la Liga del general Paz, el 4 de enero de 1831, Buenos Aires, Santa Fe, Entre
Ríos y Corrientes firmaron el Pacto Federal que reconocía la recíproca independencia, libertad,
representación y derechos de las provincias.
El Pacto Federal de 1831 era también un primer paso hacia la organización constitucional
del país. En su artículo quince establecía el funcionamiento, en la provincia de Santa Fe, de una
Comisión Representativa de los Gobiernos de las Provincias Litorales de la República Argentina,
compuesta por un diputado de cada una de las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y,
más tarde, Corrientes.
Sin embargo, Rosas, López y Quiroga —nuevamente jefe regional del interior— no tenían
las mismas intenciones sobre la efectiva convocatoria -al Congreso General. Rosas no era

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partidario de la realización del Congreso y, muy frecuentemente, el diputado por Buenos Aires
estuvo en minoría en las discusiones y votaciones de la Comisión Representativa. El gobernador
porteño presionó a López para que abandonara el proyecto de constituir jurídicamente al país. La
convocatoria fue remplazada por una imprecisa invitación a todas las provincias a adherirse al
Pacto Federal y cumplir con sus objetivos.
Finalmente, la Comisión Representativa se disolvió a mediados de 1832 cuando Quiroga
reveló a Rosas que los diputados por Corrientes y por Córdoba hacían propaganda antiporteña con
el objetivo de unir a los gobernadores del Litoral y del interior contra Buenos Aires. Estos
representantes sostenían la necesidad de cambiar el régimen de libre comercio que arruinaba las
economías provinciales por otro de mayor protección a la producción local. Este fue el último
intento de organizar un Estado centralizado para la República Argentina, mientras Rosas mantuvo
el poder.
Estanislao López asumió el mando supremo de las fuerzas federales, y junto con Quiroga
iniciaron la ofensiva sobre Paz. Para marzo de 1831 Quiroga dominaba Cuyo y tenía paso hacia La
Rioja y Córdoba. El general Paz veía derrumbarse el poder surgido en Oncativo y cuando avanzaba
para enfrentarse con el ejército de López su caballo fue boleado y el general Paz apresado.
La caída de la Liga del Interior se revela a largo plazo como la primera etapa de una
mediatización del Interior frente a un Litoral de nuevo en ascenso. Ese nuevo equilibrio se expresa
en el predominio sobre el país entero de los jefes regionales vencedores: López, Rosas y Quiroga.

EL FEDERALISMO ROSISTA AVANZA EN LA NACION


A partir de 1835 las bases del nuevo orden político serán el predominio de Rosas sobre
Buenos Aires, y el de Buenos Aires sobre todo el país. La muerte de Quiroga habría paso a una
nueva hegemonía regional en el norte, la de Alejandro Heredia, gobernador de Tucumán. Heredia
fracasó en imponer su hegemonía en Catamarca pero ello no fue obstáculo para que se dedicara a
remplazar administraciones hostiles por otras adictas. Así, en Salta impuso a su hermano Felipe
Heredia y en Jujuy al coronel Pablo Alemán. Mientras tanto en el centro, la desaparición del jefe
riojano debilita la situación cordobesa, cuya responsabilidad en el asesinato parece indudable. Los
hermanos Reinafé fueron ejecutados en 1837 como resultado de la presión de Buenos Aires, y en
su remplazo es hecho gobernador de la provincia Manuel López.
Manuel López es uno de los tantos hombres limitados en inteligencia o en ambiciones que
es promovido por rosas a un gobierno provincial. Eses hombres, inseguros de su poderío local,
serán mucho más dóciles a las directrices de Buenos Aires. Así Rosas contribuye a acelerar el fin de
la época marcada por el predominio de los caudillos provinciales y regionales. De este modo se
introducía en las provincias, con signo federal, un equilibrio político nuevo, marcado por el
predominio de factores externos a las provincias mismas. Para Rosas, ese proceso debía llevar a un
alineamiento del federalismo provinciano sobre el modelo porteño: una politización facciosa de las
masas daría apoyo y a la vez disciplina a las demasiado reducidas elites federales. Pero la adopción
del federalismo rosista por las provincias centrales no iba a seguir ese curso: en Buenos Aires el
rosismo había utilizado a una movilización popular que le era previa. En casi todo el interior esa
movilización había faltado, y pese a que provincia tras provincia fue adoptaron la liturgia federal,
la política siguió siendo el campo de luchas y alianzas entre letrados y comerciantes urbanos y
grandes señores rurales, mientras aquí el elemento disciplinante no estaba dado por la presencia
exigente de masas dotadas de una exasperada conciencia facciosa sino por el temor al poderío
porteño.
La política comienza a ser elaborada desde una perspectiva nacional a la vez que
provincial. Esa nueva perspectiva nacional se manifiesta en la Ley de Aduana de 1836, que intenta
reconciliar al país entero con el rumbo ganadero y exportador.

NUEVA GENERACION

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Cuando en 1830 Esteban Echeverría regresó de París, se transformó en el oráculo de un
grupo de jóvenes con inquietudes intelectuales y políticas que se convertirían en la oposición a
Rosas. Los jóvenes renegaban de la división violenta entre los partidos y de las posturas de los
viejos unitarios. Eran partidarios de la organización constitucional del país, de la igualdad y del
progreso. Para ellos la democracia era el dato básico de la sociedad posrevolucionaria y el
problema residía en que Rosas recogía mal las tendencias progresistas y el espíritu democrático
del momento. Para ellos, Rosas no supo rodearse de un grupo capaz de proporcionarle una
orientación ideológica y de fijarle metas precisas a la acción política. El propósito de la Nueva
Generación se resume así en la tentativa de dotar de una nueva guía letrada a la Argentina
federal.
Cuando el grupo evolucionó en el sentido antirrosista y comenzó a ser perseguido, optó
por la clandestinidad. Las persecuciones y el temor condujeron a muchos de sus miembros al exilio
y algunas de las figura provincianas retornaron a sus hogares.

CRISIS DEL SISTEMA FEDERAL (1838-43)


Los desafíos internos al poder de Rosas entre los años 1839 y 1841 tuvieron diversos
orígenes. Las provincias de Salta y Tucumán respondieron formando la Coalición del Norte y
llevando la guerra a varios gobernadores federales. Razones económicas y constitucionales
movieron a la provincia de Corrientes a alzarse contra Buenos Aires. Los estancieros del sur de
Buenos Aires, reaccionaron contra las políticas de tierras y los abusos de poder del gobierno.
Lavalle con el apoyo de la escuadra francesa, lanzó una invasión contra Buenos Aires. Todos estos
desafíos resultaron no exitosos debido a la falta de cooperación de la población con los ejércitos
libertadores, a las disputas de poder dentro del campo unitario, y a la impericia militar de algunos
de sus principales generales.
El conflicto con Berón de Astrada
En febrero de 1839, el gobernador de Corrientes, Berón de Astrada, declaró la guerra a
Buenos Aires y Entre Ríos. Las razones de su oposición deben buscarse en los perjuicios
económicos que producía la aduana de Buenos Aires al comercio de Corrientes y en diferencias
entre las dos provincias con respecto a la cuestión constitucional. Corrientes había exigido la libre
navegación de sus ríos, la habilitación de puertos para el comercio de ultramar y la sanción de una
constitución nacional en breve plazo. Además de estas diferencias políticas, existían antecedentes
bélicos. Un año antes, las fuerzas pro-rosistas de Echagüe, de Entre Ríos, habían invadido la
provincia de Corrientes para castigar a su gobernador por negarse a enviar tropas a Oribe. Para
protegerse de una nueva invasión, Berón de Astrada buscó el apoyo de Rivera, que lo convirtió en
enemigo de Rosas. En la batalla de Pago Largo, el 31 de marzo, se enfrentaron correntinos y
entrerrianos, resultando vencidos los primeros. El gobernador Berón de Astrada fue muerto en el
campo de batalla y ochocientos de sus hombres fueron degollados. Echagüe, entonces, invadió
Corrientes y estableció un gobierno leal a Rosas.
La conspiración de Maza
En Buenos Aires, miembros de la Asociación de Mayo decididos a derrocar a Rosas
planearon un alzamiento militar en la ciudad que sería encabezado por Ramón Maza. En junio de
1839 el plan estaba listo para ser llevado a cabo cuando Rosas se enteró de la conspiración e hizo
arrestar a sus principales mentores: Maza, Alvarracín, Ladines y Tejedor. Este incidente causó una
enorme reacción popular. El pueblo federal pidió la destitución de Maza como presidente de la
Sala de Representantes, aunque no llegó a realizarse porque Maza fue asesinado por mazorqueros
el 27 de junio antes que la Sala pudiera considerar su renuncia. Al día siguiente, su hijo Ramón fue
fusilado por orden de Rosas.
La rebelión del sur
El plan de provocar un levantamiento en la campaña, llevado a cabo cuatro meses después
de la conspiración de Maza, también fracasó. Consistía en aprovechar el descontento que la

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política de tierras de Rosas había provocado entre los hacendados sureños y las expectativas de
cambio generadas por la anunciada invasión de Lavalle para provocar una rebelión. El mayor
Pedro Castelli, modesto estanciero de El Volcán y ex guerrero de la Independencia, había
conseguido importantes adhesiones al plan entre los hacendados locales, algunos de ellos ex
oficiales de la Independencia y actuales jefes de milicias. Dolores y Chascomús serían el centro del
levantamiento.
El 29 de octubre de 1839 se desató la rebelión en Dolores. La reacción federal no se hizo
esperar: los comandantes Nicolás Granada y Prudencio Ortiz de Rozas, con fuerzas de Azul y
Tapalqué, mejor disciplinadas y pagas, sofocaron fácilmente la rebelión. Luego de la batalla de
Chascomús el 7 de noviembre y de otras pequeñas escaramuzas, la rebelión quedó virtualmente
eliminada.
La coalición del norte
Liderada por las provincias de Tucumán y Salta, gobernadas por Marco Avellaneda y
Manuel Solá, se constituyó a fines de 1839 la coalición del norte, a la que adhirieron las provincias
de Catamarca, La Rioja y Jujuy. Era propósito de la coalición erigirse en oposición a Rosas,
denunciando sus métodos de gobierno, quitándole la representación de los asuntos exteriores y
armando un ejército que pudiera oponérsele. El general Lamadrid, que había cambiado de bando
al ser desafiado por la población de Tucumán, fue el comandante de las más importantes acciones
militares de la coalición. Con las milicias tucumanas y con refuerzos provenientes de Catamarca y
La Rioja, defendió la provincia de La Rioja de los ataques del fraile Aldao, enviado de Rosas. Luego
dirigió su ejército hacia Córdoba. Allí, los habitantes de la ciudad habían depuesto al gobernador
federal el 10 de octubre de 1840, integrando momentáneamente la provincia a la Coalición.
Lamadrid trató luego de reunirse con las fuerzas de Lavalle pero, para entonces, éstas ya habían
sido derrotadas por el ejército de Oribe. Hacia noviembre del año '40, aunque la guerra
continuaba en las provincias de Cuyo, las expectativas de derrotar a Rosas parecían inviables.
Ibarra y Aldao habían contenido efectivamente el avance de los unitarios en Cuyo y Santiago del
Estero. Las fuerzas de Lavalle reagrupándose en las sierras de Córdoba no constituían ninguna
amenaza. Y Rosas ya había logrado la paz con Francia.
La invasión de Lavalle
En agosto de 1840, Lavalle invadió la provincia de Buenos Aires y estuvo a punto de atacar
la ciudad. El ataque había sido planeado un año antes, pero la marcha de la guerra en Entre Ríos y
la Banda Oriental lo habían forzado a cambiar sus planes. Dispuesto a ayudar a Rivera, Lavalle
había dirigido sus fuerzas hacia Entre Ríos, donde, luego de algunas victorias inconsecuentes, su
ejército libertador había sido derrotado en Sauce Grande en julio de 1840. Sus tropas menguadas
habían sido rescatadas por la escuadra francesa y ayudadas a cruzar el Paraná. En la primera
semana de agosto de 1840, contando con nuevos refuerzos y con barcos franceses, Lavalle
desembarcó cerca de Baradero. La invasión avanzó sin oposición llegando hasta Mercedes, muy
cerca de la ciudad de Buenos Aires, pero en este punto Lavalle se detuvo diez días a esperar
refuerzos de los franceses. Rosas, mientras tanto, consiguió reunir una enorme fuerza. No tuvo
que utilizarla porque, al no recibir los refuerzos esperados, Lavalle decidió abandonar la provincia
y marchar hacia Santa Fe. En retirada hacia Córdoba sus tropas fueron diezmadas por el ejército
federal al mando de Oribe en la batalla de Quebracho Herrado el 28 de noviembre de 1840.
Éstos no fueron los únicos desafíos que debió enfrentar Rosas durante su gobierno,
aunque fueron, sin embargo, los más importantes. A través de estos episodios Rosas pudo
consolidar su hegemonía sobre la Confederación mientras que los jefes unitarios aprendieron
lecciones importantes. Los ejércitos federales no sólo eran más numerosos y disciplinados sino
que, contando con el apoyo de la población campesina, tenían menos problemas de
aprovisionamiento, comunicaciones y transporte. Para ganar la guerra era necesario contar con el
apoyo de provincias clave como Entre Ríos, Córdoba y Santiago del Estero, las que, por el
momento, permanecían controladas por los federales. La alianza con los franceses había aportado
pocos recursos financieros y mucha oposición, aun dentro de las filas unitarias. Y, finalmente, los
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reclamos de las provincias contra Buenos Aires (y contra Rosas) eran tan disímiles que hacían que
cualquier alianza fuese insostenible.

CONFLICTOS INTERNACIONALES
Encargado de las relaciones internacionales de la Confederación. Rosas tuvo que afrontar
una serie de desafíos externos a la integridad territorial y a la soberanía de la incipiente nación.
Para impedir la intromisión del dictador Santa Cruz en asuntos internos de la Confederación y la
posible anexión de dos provincias argentinas, Rosas sostuvo una guerra con la república de Bolivia
en 1837. La guerra se extendió hasta 1839, absorbiendo importantes recursos de las provincias de
Tucumán, Salta y Jujuy. El intento del gobierno francés de obtener privilegios para sus súbditos
residentes en la Argentina, junto a la influencia que ejercieron los unitarios desde Montevideo,
llevaron a Rosas a una confrontación con Francia entre los años 1838 y 1840. El bloqueo francés,
aunque no totalmente efectivo, redujo el comercio exterior y, por ende, los recursos de la aduana.
Pero tal vez el desafío más formidable que enfrentó Rosas fue el bloqueo mantenido por las
fuerzas combinadas de Francia y Gran Bretaña entre 1845 y 1848. Este conflicto, directamente
ligado a la cuestión de la independencia y al legítimo gobierno del Uruguay, también puso en duda
el control argentino de los ríos interiores. En la mayoría de estos conflictos, con la excepción de la
guerra con Bolivia, las fuerzas federales, y la posición de Rosas en particular, resultaron
victoriosas.
La guerra con Bolivia
La guerra contra la confederación peruano-boliviana (1837-1839) fue una campaña corta,
a la que puso fin la propia inactividad de los ejércitos argentinos. Aunque los motivos de la guerra
nunca quedaron suficientemente claros, es indudable que la cuestión de Tarija, reclamada por
Salta y retenida por Bolivia, fue uno de los detonantes. Los obstáculos que el dictador Santa Cruz
ponía a la importación de artículos de ultramar vía Salta o Jujuy también contribuyeron a
empeorar las relaciones. Un tercer factor fue la sospecha de Rosas de que Santa Cruz continuaba
brindando asilo y tal vez ayuda militar a los unitarios.
La creación de la confederación peruano-boliviana en octubre de 1836 fue interpretada
como una amenaza a la estabilidad de las fronteras. Chile declaró la guerra a Bolivia ese mismo
año y buscó el apoyo de la Confederación Argentina. Respondiendo a esta invitación, Rosas le
declaró la guerra en mayo de 1837. Los resultados de esta guerra fueron desfavorables para los
ejércitos federales. Las reducidas fuerzas del ejército argentino, financiado casi exclusivamente
por las provincias del norte, pues Buenos Aires ayudó muy poco, no pudieron impedir que el
ejército boliviano ocupara la Quebrada. La guerra en el norte argentino terminó en abril de 1838,
cuando Santa Cruz declaró finalizada la campaña por la dispersión de las tropas argentinas. Luego
se produjo la victoria del ejército chileno al mando del general Gamara en Yungay, en enero de
1839, lo que llevó a la disolución de la confederación peruano-boliviana y la caída de Santa Cruz.
Rosas festejó esta victoria como propia, haciendo que los pueblos de la campaña rindieran culto a
los "valerosos federales" que liberaron a Bolivia del "ambicioso dictador".
El bloqueo francés
Durante el corto gobierno de Lavalle, en 1829, se dispuso conceder la exención del servicio
de armas a los franceses como premio a su decidido apoyo a las fuerzas rebeldes. Luego de que
Rosas asumiera el gobierno, se desconoció esta concesión, quedando los franceses residentes
obligados a prestar servicio militar, de acuerdo a una ley de 1821. Las protestas interpuestas por el
gobierno francés desde 1830 no tuvieron resultado. A fines de 1837, el vicecónsul de Francia,
Aimé Roger, exigió de la Confederación la exención del servicio militar a los subditos franceses y el
pago de indemnizaciones por abusos cometidos por el gobierno en perjuicio de súbditos
franceses. Ante la negativa de Rosas a considerar la demanda de Francia, en marzo de 1838 el
almirante Le Blanc inició el bloqueo del puerto de Buenos Aires. Esto fue el principio de una
confrontación con Francia, que duraría hasta octubre de 1840. El bloqueo francés produjo
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importantes perjuicios económicos y políticos a la Confederación. La escuadra francesa se apoderó
de la isla Martín García y hostilizó a las fuerzas federales en los ríos Paraná, Uruguay, y de la Plata.
El apoyo naval francés dio confianza a los unitarios, facilitó la alianza entre Corrientes y Uruguay e
hizo que Rivera declarase la guerra a Rosas, en febrero de 1839. La disminución de los ingresos de
aduana produjo el aumento de la presión fiscal interna y la reducción de importantes gastos
públicos. Al final del bloqueo, sin embargo, Rosas salió fortalecido. Por el tratado Arana-Mackau,
Rosas consiguió la devolución de la isla Martín García, el levantamiento del bloqueo y el
reconocimiento francés de la independencia de Uruguay a cambio de muy pocas y ambiguas
concesiones. Los residentes franceses gozarían de los derechos concedidos a la nación más
favorecida, las indemnizaciones quedarían supeditadas a una comisión de arbitraje, y se brindaría
amnistía a los emigrados argentinos que depusieran las armas. Internamente, el tratado fue
reconocido como un éxito. La Sala de Representantes concedió nuevos honores, títulos, medallas y
premios a Rosas por haberlo logrado.
La intervención anglo-francesa
La intervención de las fuerzas navales combinadas de Gran Bretaña y Francia durante el
período 1845-1848 para, entre otras cosas, terminar con la guerra en el Uruguay, fue uno de los
conflictos más complejos de resolver para Rosas. Hacia 1845 el balance de fuerzas en Uruguay
había cambiado. La aplastante victoria de Urquiza sobre Rivera en India Muerta había hecho
desaparecer a uno de los principales contendientes al poder. El general Oribe, al frente del ejército
sitiador, estaba a punto de tomar Montevideo cuando los unitarios residentes en esa ciudad
solicitaron la intervención armada de Gran Bretaña y Francia. El ministro inglés Aberdeen,
presionado por los comerciantes de Liverpool que pedían la apertura de los ríos interiores de la
Confederación a la navegación de ultramar y preocupado por los temores de los residentes
extranjeros en Montevideo, decidió forzar la resolución del conflicto. Ordenó, a través de su
enviado Ouseley, que la flota inglesa impidiera el ataque final a Montevideo y exigió del gobierno
de Buenos Aires que se levantara el sitio a Montevideo y que se retiraran las fuerzas argentinas del
territorio oriental. Ante la negativa de Rosas, el 29 de setiembre de 1845 la flota anglo-francesa
declaró el bloqueo de Buenos Aires.
Las acciones de guerra, sin embargo, habían comenzado un mes antes. En agosto de 1845,
las escuadras francesa y británica habían apresado buena parte de la escuadra argentina. La flotilla
uruguaya al mando de Garibaldi había atacado la isla Martín García y la costa del río Uruguay. En
noviembre la flota anglo-francesa organizó una incursión aguas arriba del Paraná para abrirlo a la
navegación internacional. Rosas ordenó que se les cortara el paso mediante el establecimiento de
una batería en la Vuelta de Obligado. A pesar de la tenaz resistencia de los artilleros federales, el
20 de noviembre las naves británicas consiguieron pasar, escoltando un convoy de cien buques
mercantes. Esta victoria no expandió los mercados para las importaciones ni produjo ganancias
políticas para los unitarios. Por el contrario, el apoyo a Rosas creció con la reacción nacional en
contra de este acto de invasión externa.
Este hecho prolongó el sitio de Montevideo por tres años más, redujo el comercio exterior
en el Plata, y complicó las relaciones entre la Confederación Argentina, Gran Bretaña y Francia. No
decididas a llevar adelante una invasión mayor, estas naciones enviaron sucesivas misiones entre
1846 y 1848 tratando de obtener una paz que garantizara el libre comercio, la independencia de
Uruguay y la seguridad de los extranjeros. Las diferencias de criterio entre Francia y Gran Bretaña
llevaron a esta última a levantar unilateralmente el bloqueo en marzo de 1848. También en esta
ocasión la política exterior de Rosas obtuvo un triunfo. El tratado Arana-Southern el 24 de
noviembre de 1849 levantó la intervención inglesa en el Río de la Plata y fue netamente favorable
a la Confederación Argentina. Oribe fue reconocido presidente de Uruguay y los extranjeros que
peleaban del lado unitario fueron desarmados. Inglaterra y Francia se comprometieron a evacuar
Martín García, a devolver los buques de guerra tomados y a reconocer la navegación del río
Paraná como un problema interno a la Confederación.

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Los conflictos entre la Confederación Argentina y los gobiernos de Francia, Gran Bretaña y
Bolivia estuvieron muy relacionados con las actividades de los unitarios. Los unitarios exiliados en
Montevideo comenzaron a atacar el gobierno de Rosas hacia 1838. Creían que su régimen era una
dictadura cruel que coartaba las libertades de expresión, así como las garantías de propiedad y
seguridad individual propias de todo régimen republicano. Sus actividades políticas hicieron
posible el apoyo de la provincia de Corrientes a la causa de Rivera, así como las diferentes
incursiones sobre el Litoral y el centro argentinos comandadas por Lavalle. Los unitarios exiliados
en Bolivia, por otra parte, se aliaron a los opositores a Rosas en Jujuy y Salta y apoyaron las
acciones del dictador Santa Cruz. Los exiliados en Chile y Brasil también ocasionaron dificultades
diplomáticas al gobierno de Rosas. El recurso frecuente a la intervención extranjera por parte de
los unitarios no hizo más que ayudar a la causa federal. La figura de Rosas, ya acreditada con el
título de "Restaurador de las Leyes", se engrandecía con el mérito de ser el único jefe americano
que había resistido las presiones de las dos naciones más poderosas de la tierra.
De esta forma, el federalismo rosista conseguiría imponer su hegemonía en las provincias
del norte a partir de 1846 y en las provincias del Litoral a partir de 1848. Los años 1844-1846
fueron años de relativa tranquilidad, en los cuales se devolvieron las propiedades confiscadas, se
disolvió la Mazorca, y se permitió el regreso de los emigrados. En los años que siguieron a la
intervención anglo-francesa, 1848-1851, Rosas pareció consolidar su control sobre la vida política
de la Confederación. Se fortificó el "unanimismo", se extendió el uso de las divisas federales, y las
provincias dejaron de insistir en la necesidad de una organización constitucional del país.

MADUREZ DEL SISTEMA ROSISTA EN BUENOS AIRES Y EL PAÍS


A partir de 1843 vuelve a afirmarse un sistema institucional caracterizado por los esfuerzos
de dotar al régimen por una creciente normalidad y estabilidad. La normalización social es
indudable. Rpsas cumplió con su papel de protector y árbitro de un orden rural basado en la
extensión del sistema de gran propiedad.; del mismo modo, en la economía mercantil la
pretensión de presentarse como el mejor custodio del buen orden en los negocios estaba cada vez
más justificada. Para 1846 el rosismo no era incompatible con la prosperidad.
Luego de 1841, el dominio rosista se afirma sin obstáculos en las provincias del Interior, y
vence sin gran esfuerzo los que aún le presenta en el Litoral. Todo el país es ahora unánimemente
federal, y se une en forma disciplinada al culto de Rosas. Pero la unanimidad federal tiene como
consecuencia una reconciliación casi clandestina con muchos de los que hasta 1841 han sido
sucesivamente adversarios del federalismo y de la hegemonía rosista. La paz impuesta por el
terror porteño en 1841 ya no ofrece coyunturas para que los gobernantes interiores adquieran
estatura de caudillos militares; por el contrario, la tranquilidad del interior y el paulatino y
modesto resurgimiento económico de la región favorecen un retorno a posición prominente de
esos sectores urbanos que desde la independencia han visto disminuir su riqueza y poderío.
Ha sido Rosas el que ha promovido sistemáticamente caudillos mansos, más dóciles a sus
directivas, y ha sido la amenaza de Buenos Aires la que ha congelado los conflictos políticos del
Interior. Des esta manera, Buenos Aires se uniforma en el orden rosista, mientras el Interior goza
provisionalmente de la paz que le viene de haber aceptado su derrota y su propia desaparición
como elemento determinante de la política nacional.

LA GRAN ALIANZA Y LA CAÍDA DE LA "TIRANÍA"


En febrero de 1850, las tensiones con el Imperio del Brasil recrudecieron cuando el barón
de Jacuhy, con tropas reclutadas en Río Grande, invadió el norte de la Banda Oriental. Las quejas
interpuestas por el ministro Guido ante el Imperio no fueron escuchadas por el gobierno de Río de
Janeiro, que desde hacía tiempo buscaba la forma de derrocar a Oribe y de llevar a Rosas a un
enfrentamiento decisivo. El problema de la Banda Oriental llevó al rompimiento de relaciones
entre la Confederación y el Brasil un año después. A principios de 1851, la guerra con el Brasil

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parecía inminente. Su desenlace, sin embargo, debió esperar a que, desde la propia Confederación
Argentina, surgiera un líder capaz de disputar el poder a Rosas.
El primero de mayo de 1851, el general Urquiza (gobernador de Entre Ríos) publicó un
"pronunciamiento", en el que expresaba la decisión de su provincia de reasumir el ejercicio de las
facultades delegadas en Buenos Aires hasta tanto se produjera la organización constitucional de la
República. De esta forma, Entre Ríos aceptaba la renuncia que había presentado Rosas a continuar
ejerciendo la representación de las relaciones exteriores en nombre de la Confederación.
La invitación de Urquiza a que las provincias se unieran al pronunciamiento no produjo el
efecto esperado. A excepción de Corrientes, ninguna provincia aceptó como legítimo el acto de
Urquiza. Muchas, por el contrario, reiteraron su confianza a Rosas en momentos en que,
aparentemente, la Confederación se encaminaba hacia una guerra con el Brasil. Las provincias de
Entre Ríos y Corrientes carecían de los recursos necesarios para costear un ejército capaz de
enfrentarse al ejército de Buenos Aires. Es por ello que Urquiza buscó el apoyo del Brasil,
resignando a cambio, parte del control de las operaciones militares. El gobierno de Montevideo,
opuesto a Oribe, también sería parte del emprendimiento. La alianza entre los gobiernos de
Uruguay, Brasil y Entre Ríos quedó consolidada en un tratado firmado el 29 de mayo. En él se
acordaba como objetivo primario consolidar la independencia del Uruguay y, en forma indirecta,
se aludía a la respuesta firme que daría la alianza a una posible acción militar del gobierno de
Buenos Aires. La prensa de Brasil y Uruguay supo leer entre líneas: la alianza buscaba el
derrocamiento de Rosas y de Oribe.
En Buenos Aires, el pronunciamiento de Urquiza desató una reacción popular en favor de
Rosas. El propio Rosas no creía que Urquiza representara una amenaza importante a su poder y,
por ello, no ordenó ningún preparativo militar hasta noviembre de 1851, cuando naves brasileras
comenzaron a bombardear las costas del Paraná. Y, aun entonces, confió en que el general
Pacheco, al frente de un poderoso ejército, de no menos de 10.000 hombres, sabría contener a los
invasores.
En realidad, la movilización para la defensa de Buenos Aires fue tardía y desorganizada. El
ejército aliado, luego de desembarcar sin obstáculos cerca de San Pedro, avanzó fácilmente hasta
Chivilcoy y Luján. Sin dar batalla, el ejército federal se concentró entonces cerca de la ciudad,
luego de sufrir numerosas defecciones de sus oficiales y soldados. Finalmente, el 3 de febrero de
1852 se batieron en los campos de Caseros las fuerzas principales de ambos ejércitos, resultando
victorioso el ejército aliado.
La batalla de Caseros puso fin al régimen rosista, un experimento republicano que había
involucrado a los sectores populares en prácticas electorales, festividades patrióticas y una
"Guerra Santa" muy costosa en términos humanos y materiales; un régimen en cierta medida
paradojal que defendía el sistema federal mediante el centralismo político, que sostenía la
voluntad de los pueblos por medios autoritarios; un régimen que sus opositores liberales llamaban
"Tiranía" mientras que sus seguidores, los vecinos federales, concebían como la forma más
adecuada que la República podía tener bajo las condiciones extraordinarias de la guerra civil.
Sin comprender demasiado las causas de su caída, Rosas aceptó los hechos y emprendió el
camino del exilio. Herido en la mano derecha y acompañado sólo por un asistente, Rosas buscó
protección en la casa del encargado de negocios de Gran Bretaña, Robert Gore, y en la mañana
siguiente se embarcó con Manuelita en la fragata de guerra Centaur. Por un día o dos, Buenos
Aires quedó librada a las "pasiones" que Rosas había logrado controlar. La ciudad fue saqueada
por una combinación de dispersos federales y de regulares del ejército aliado, hasta que Urquiza
frenó, violentamente, estos excesos. La violencia parecía marcar la transición hacia un período de
afianzamiento constitucional.

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