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Edith Stein: la filosofía como apertura

al Otro
EZEQUIEL GARCÍA RoJO, OCD
San Esteban (Salamanca)

El afán investigador del ser humano parece no conocer límites;


las ciencias nos sorprenden cada día con nuevos avances, incluso lo
conseguido hoy se supone que no es sino la plataforma ocasional
para nuevos lanzamientos, y así sucesivamente. Claro está que tal
procedimiento esconde una convicción acríticamente asumida: el
supuesto de que a mayores descubrimientos mejor bienestar para los
sujetos; lo que se traduce alegremente por mayor felicidad.
En medio de esta vorágine intelectual, y como cuestión menor,
casi olvidada, despunta una y otra vez el misterio del ser personal.
Se puede decir que los intereses gnoseológicos actuales, los cientí-
ficos en especial -que son los que dominan el panorama-, repro-
ducen los primeros esfuerzos filosóficos, al preguntarse por cuanto
nos rodea, al objetivar lo que nos está enfrente, al cosificar cuanto
está a nuestro alcance, incluido el sujeto humano.
A modo de repulsa, y siendo consciente de lo que está en juego,
Edith Stein (1891-1942), atenta siempre al devenir de la humanidad,
lanza un grito razonado contra la invasión objetivizante, defendien-
do la originalidad de cada ser personal. Para esta pensadora no todo
conocimiento ha de someterse a criterios cientistas, ni estrictamente
racionales; se dan ámbitos donde el recurso a otros mecanismos
resulta más acertado y enriquecedor. Edith Stein advierte por expe-
riencia la originalidad que presenta su yo y, por analogía, el yo de
quienes la rodean; y tal privilegio obliga a nuevas tácticas. ¿Cómo
acceder a quien tengo enfrente, al otro, sin caer en la burda cosifi-
REVISTA DE ESPIRITUALIDAD (58) (1999), 9-42
10 EZEQUIEL GARCIA ROJO, OCD

cación, sino respetando su alter ego irremplazable? La respuesta a


este interrogante es en resumen la gran tarea que se prefijó Edith
Stein en los comienzos de su carrera filosófica; más en concreto
cuando apostó por la fenomenología de Edmund HusserL El interés
por el tema no decaerá con el paso de los años ni con la evolución
existencial de la autora; más bien, irá adquiriendo nuevas ampliacio-
nes así como tratamientos subjetivos dignos de tener en cuenta.
En el estudio que presentamos, nos detendremos sobre todo en
la eclosión de la cuestión, en esos momentos en que Edith Stein
sienta las bases para futuros desarrollos, pero también, cuando emer-
ge con toda la fuerza su talante, su espíritu aniesgado, su fuerza
juvenil, sus ilusiones filosóficas recién estrenadas. Buena parte del
trabajo se asienta sobre su tesis doctoral, como manifestación re-
flexiva de esa inquietud que tanto le acució: el acceso al otro, res-
petando su oliginalidad. Bajo el ténnino otro, se cobijan los diferen-
tes seres personales, incluidos los espíritus puros y al Otro por
excelencia: Dios. Esta extensión por elevación vendrá considerada
en escritos posteriores, cuando la autora que nos ocupa ha pasado ya
el momento clitico de la conversión al catolicismo. (Su bautismo
tuvo lugar el primero de enero de 1922).

1. FILÓSOFA POR NECESIDAD

En el escrito donde Edith Stein nos refiere la historia familiar y


las inquietudes personales, a un cierto momento, cuando la adoles-
cencia irrumpe en su evolución, provocando un serio desajuste psi-
cológico -también intelectual-, se verá obligada a tomar algunas
decisiones, que a la postre se materializarán en tres abandonos y en
una decisión. Tal actitud manifiesta en ciernes el talante inconfor-
mista de que está dotada ya la joven Edith Stein.

1.1. Crisis de adolescencia

En torno a los quince años su despierta inteligencia cae en la


cuenta del mundo que la envuelve y de lo artificial del mismo; en
EDlTI-I STEIN: LA FILOSOFIA COMO APERTURA AL OTRO 11

su espú·itu se despiertan anhelos con los que no se conesponden las


ofertas del entorno próximo y lejano. Por todo ello la crisis de la
adolescencia será momento clave en el porvenir de Edith Stein,
como suele serlo en la evolución de todo ser humano. Cuando años
más tarde, ya convertida al catolicismo, se le encargue artículos y
conferencias sobre la mujer, tendrá la ocasión de manifestar la im-
portancia decisiva de este momento para la joven, y en el que resulta
casi inevitable un desconcierto no fácil de controlar. En un escrito
acerca de la educación de la mujer refiere repetidas veces lo que
denomina segunda crisis ¡. Seguramente que la reiteración viene a
resaltar, por una parte, lo cmcial del momento y, por otra, el impac-
to personal que dicha experiencia le produjo. Nos dejará esta des-
cripción al respecto: "La época de la maduración en que la indivi-
dualidad y feminidad surgen; en que la condición infantil no se
comprende a sí misma; en que la personalidad autónoma podría y
sin embargo siente que le falta llegar a darse y afirmarse contra otras
y ser tenida en cuenta por ellas; en que, por todos estos motivos,
desearía cerrarse en sí misma y sin embargo anhela comprensión y
guía" 2.
Más aniba se hizo mención de tres abandonos y una decisión
acaecidos en la crisis de la adolescente Edith Stein. Los abandonos
que tienen lugar son: la escuela, la familia y Dios. Las enseñanzas
que se imparten en el centro escolar no atienden a las inquietudes
que asaltan al espíritu despierto de la joven, por lo que decide to-
marse unas vacaciones. Ante la sorpresa de todos intelTUmpe con
catorce años su asisten¡;;ia a las aulas 3. Pero hay más; quiere tomarse

I La primera crisis tendría lugar "cuando la niña va a la escuela y entra con


ello en un nuevo mundo". EDITH STEIN, La mujer, Ediciones Palabra, Madrid
1998, p. 276. De esta experiencia infantil también nos ha dejado buena muestra
en su relato autobiográfico. E. STEIN, Estrellas amarillas, 2." ed., EDE, Madrid
1992, págs. 65-69.
2 E. STEIN, La mujer, p. 276. También págs. 292, 307, 309.
3 Ella misma lo refiere de esta manera: "Un instinto sano fue lo que me
hizo ver decisivamente que yo había estado lo suficiente en el banco escolar
y que necesitaba ya otra cosa distinta. Precisamente en el séptimo año mis
esfuerzos habían decaído un tanto. Seguía en los primeros puestos, pero a
veces fallaba. En parte el motivo era que yo comenzaba a preocuparme de
cuestiones, especialmente de las relativas a la manera de ver el mundo, de las
cuales en la escuela no se nos decía gran cosa. Echaba de menos sobre todo
12 EZEQUIEL GARCIA ROJO, OCD

un respiro y ponerse a pmeba a sí misma, y se aleja de familia y


cuidad natal, Breslau -cuya presencia se le antojaba un agobio-,
para transcurrir una temporada de 10 meses en Hamburgo (de mayo
de 1906 a marzo de 1907) 4. Y será precisamente entonces y en esta
ciudad, cuando abandone también toda práctica religiosa 5, entrado
a formar parte de ese gmpo, cada vez más numeroso en su entorno
-incluido el familiar- en el que Dios ya no cuenta, se prescinde
del mismo sin que su ausencia provoque desasosiego, La fe infantil
se hundió en el recuerdo, dando paso a la indiferencia.
Pero precisamente en medio de esta situación un tanto descon-
trolada y de esta época crucial de la vida de Edith Stein, y a modo
de presión concéntrica aflorará una luz orientadora, que, cual estre-
lla polar, se decide a seguirla. Ella lo traduce de la siguiente manera:
"Se había despertado la primera búsqueda de la verdad" 6. En el
fragor de la crisis de la adolescencia se alumbra la senda promete-
dora que alivie la insatisfacción personal del sujeto que nos ocupa.
y paradojas de la vida: cuando el interés escolar es más bien escaso,
alcanzar la verdad se le antoja una cuestión ineludible; hacia ella
encamina sus propósitos intelectuales.
La decisión está tomada. A partir de este momento Edith Stein
sabrá unificar esfuerzos e inquietudes, de tal manera que los estu-
dios corran en paralelo a las cuestiones personales que más le intri-
gan. Es su mundo interior quien pide una aclaración, la crisis exige
una salida. Desde pequeña se otorgó una alta estima, y en modo
alguno está dispuesta a prescindir de tal concesión. El misterio de la

una iniciación con respecto al desarrollo físico que ya estaba a las puertas ...
Así dejé la escuela y fui a Hamburgo unas semanas después ... ". E. STEIN,
Estrellas amarillas, p. 126-127. Más adelante escribirá: "No me costó decir
adiós a la escuela. Por un lado estaba harta de aprender. .. ", p. 132.
4 Ciertamente no le costaba salir de casa. Cuando haga balance de esta
ausencia no todo será positivo, ya que no sirvió a aclarar mucho la confusión
mental que la invadía. "Mi círculo era muy reducido y vivía todavía más
aislada en mi mundo interior que en mi casa", E. STEIN, O. c., p. 135.
5 En Hamburgo reside en casa de su hermana Else, casada con el derma-
tólogo, Max Gordon. Rememorando su estancia aquí, nos ha dejado el siguien-
te testimonio: "Eran incrédulos por completo. En aquella casa, de religión,
nada en absoluto. Aquí tuve conciencia completa de la oración y la abandoné
por una decisión libre". E. STEIN, O. c., p. 135.
6 E. STEIN, O. c., p. 143.
EDlTH STEIN: LA FILOSOFIA COMO APERTURA AL OTRO 13

persona, a la vez que atrayente, le resulta desconcertante, mas lo que


no resulta aceptable en modo alguno es eludir el problema, pasar de
largo, ya que es su ser lo que está en juego. La verdad, tras la que
anda su espíritu, es la verdad del hombre, es su verdad. Esta mujer
que siempre pretendió dominar (intelectualmente) todo, se encuentra
a esta edad con un hueso duro de roer; mas no por eso hay que
desistir.
Como estimulada por una fuerza irrefrenable, Edith Stein se en-
camina hacia instituciones, lugares y personas, donde el enigma que
persigue, halle las mejores condiciones para su desvelamiento. Re-
torna con renovadas ganas al estudio; recupera el tiempo perdido; de
nuevo vibra ante los textos que va asimilando; la felicidad hace acto
de presencia; y es que todos los constitutivos de su personalidad
colaboran entusiasmados en la misma tarea 7. Recordará el tiempo
empleado en prepararse para continuar los estudios y acceder a la
universidad como "la primera época verdaderamente feliz de mi
vida" 8. Esta confesión puede darnos idea del talante configurador
que va tomando asiento en la joven Edith Stein: el saber intelectual
se le presenta como el terreno propicio para la búsqueda inaplazable
de la verdad, de su verdad como persona-en-el-mundo. A partir de
estos momentos serán los libros los compañeros ideales, los que
mayor alegría y serenidad le propician. Y es que nuevos horizontes
se despliegan a medida que se adentra en el variadísimo mundo del
saber. A poco de ingresar en la universidad de su ciudad natal,
Breslau, en 1911, su espíritu parece ser invadido por un gozo y una
liberación jamás sentidos con anterioridad, y escribirá al respecto:
"Me encontraba muy a gusto con el día completamente ocupado y
me sentía como pez en el agua clara y a la luz del sol" 9.

7 Tras diez meses de estancia en Hamburgo, en marzo de 1907 regresa a


casa en Breslau. Sin ocupación fija se entretiene en leer literatura; le atrae en
especial Schakespeare. Pero también cae en sus manos una obra filosófica de
envergadura: El mundo como voluntad y representación de Schopenhauer; ante
el peligro que según los mayores podría ocasionar en el debilitado espíritu de
Edith Stein, tuvo que desistir de su lectura. Lo leerá en el verano de 1914
coincidiendo con el estallido de la primera guerra mundial, Cfr. E. STEIN, O.
c., p. 138, 273.
8 E. STEIN, O. c., p. 142.
9 E. STEIN, O. c., p. 172. Esta concentración en los estudios traía consigo
el descuido por las tareas domésticas y el desinterés por las preocupaciones
14 EZEQUIEL GARCIA ROJO, OCO

Así pues, de los tres abandonos que se producen al despuntar la


adolescencia (escuela, familia, Dios), sólo el primero se recupera con
espíritu decidido: el interés por los estudios. La familia quedará muy
desplazada, y Dios no tiene cabida. En consonancia con esta recupe-
ración intelectual está la decisión tomada por entonces: la búsqueda
de la verdad. Seguramente que la crisis dejada atrás no fue una oca-
sión del todo perdida, sino más bien un paréntesis reflexivo en el que
quedó al descubierto la desolada situación personal de esta mujer -
sin lugar propicio en familia, escuela o mundo- y ante lo que no
cabe cruzarse de brazos y esperar a que transcurra la existencia. Si la
vida humana se le presenta como misterio a descifrar, a dificultar su
desenlace se le añadió su condición de mujer, cuestión que no que-
dará en el olvido, y que será tematizada con posterioridad. En los
aburridos y nebulosos días en Hamburgo advirtió ya lo que expresará
años más tarde tratando de la cuestión femenina" "Nuestro sentido y
nuestra vida se nos plantean como problema. No podemos pasar de
largo la cuestión de qué es lo que somos y debemos ser. Y no sólo la
inteligencia reflexiva nos lleva a plantearnos la cuestión: la vida
misma ha convertido nuestra vida en problema" 10.

1.2. El encanto de la fenomenología

Un instinto decidido conduce a esta mujer al terreno idóneo


donde hallar soluciones buscadas. Y así en un principio depositará
todas sus esperanzas en la psicología; un saber todavía en ciernes,
pero que brinda sugestivos análisis del complicado mundo interior
del ser humano. Edith Stein frecuentará las aulas universitarias de
Breslau con la encendida ilusión de ver satisfechos su anhelos más
profundos. La ciencia que estudia la psique del hombre, ese núcleo
personalísimo y que de manera determinante constituye a toda la
persona, se le antoja a la joven la mejor garantía para hallar lo que
busca: la verdad de su ser. Se entrega a esta materia con todas las

familiares; más tarde reconocerá esta laguna. Según ella por entonces, "vivía
completamente en mis estudios y aspiraciones, a las que me había entregado.
En ello veía yo mi deber y no era consciente de ninguna injusticia", p. 197.
10 E. STEIN, La mujer, p. 83.
EDITH STEIN: LA FILOSOFIA COMO APERTURA AL OTRO 15

fuerzas de que dispone, mas a medida que progresa en el estudio, en


igual proporción va calando hondo la desilusión por la misma. Las
explicaciones del ser humano y de sus actuaciones eran reducidas en
última instancia al mecanicismo y al juego de estímulo-respuesta,
con lo que la persona quedaba vacía por dentro y al vaivén de los
agentes externos. Paradójicamente, la dirección adoptada por este
saber desemboca en la negación de su objeto específico, la psique;
de aquí que Edith Stein la califique de psicología sin alma 11, con
abundancia de naturalismo.
Es tan fuertemente sentida la inquietud interior, que al desencan-
to psicológico no puede sucederle la renuncia a la búsqueda; se
impone explorar otros campos. Edith Stein con sus veintiún años
cumplidos opta por seguir la decisión tomada años atrás, aunque
esto implique alejarse una vez más de la familia (lo que no supuso
para ella problema alguno). Y es que su agudo espíritu ha sospecha-
do nuevas expectativas en otro saber y en otra ciudad; y como re-
solver la cuestión se le antoja inaplazable, se toman las medidas
oportunas.
Serán la fenomenología y, su fundador, Edmund Husserl, los
nuevos puntos de mira, ejerciendo un atractivo irresistible sobre la
joven Edith Stein. y así, después de cuatro semestres en la univer-
sidad de Breslau (1911-1913), llega a la siguiente conclusión: "To-
dos mis estudios de psicología me habían llevado al convencimiento
de que esta ciencia estaba todavía en mantillas. Le faltaba el nece-
sario fundamento de ideas básicas claras y que la misma ciencia era
incapaz de elaborar esos presupuestos. En cambio, lo que hasta aquel
momento conocía de la fenomenología me había entusiasmado, por-

11 Siendo profesora en Münster enseñará que "en los primeros años ha


experimentado la psicología una gran transformación; la psicología de los ele-
mentos ha sido arrinconada cada vez más en favor de otra que se podría
caracterizar como comprensiva, como psicología estructural, también como
científico-espiritual. En ella había que distinguir aún diversas direcciones.
Común a ellas es que entienden la vida anímica como un todo unitario que no
se deja disolver en elementos ni componer por ellos. En los inicios de la
psicología científico-natural se hablaba gustosamente de la psicología sin
alma ... ". E. STEIN, O. c., p. 208. La misma expresión es usada en Ser finito y
ser eterno. Ensayo de una ascensión al sentido del ser, FCE., México, 1994,
p. 37, nota 29; y en El Castillo del alma, en Escritos espirituales, BAC.,
Madrid 1998, p. 65.
16 EZEQUIEL GARCIA ROJO, OCD

que consistía fundamental y esencialmente en un trabajo de clarifi-


cación y porque desde el principio ella misma había forjado los
instrumentos intelectuales que necesitaba" 12,
Atrás queda la psicología de Breslau; su lugar lo ocupa la filo-
sofía en Gotinga, Ambas ramas del saber "no tenían nada en co-
mún" 13; incluso la distancia espacial de los respectivos centros en la
última ciudad, denunciaba la separación clara de contenidos, A
medida que avance en el dominio de la fenomenología, se irá con-
venciendo de que es la psicología quien ha de prestar atención a los
resultados de la filosofía 14, cual ciencia primera, sostenedora del
resto de saberes, A poco de llegar a Gotinga ha entrado ya a formar
parte del privilegiado número de los miembros del Círculo de Go-
tinga, para quienes "la filosofía era el elemento esencial de la
vida" 15,
¿Por qué la fenomenología de Edmund Husserl? Desde hace
tiempo Edith Stein busca claridades a su confuso mundo interior;
aspira a fundamentos sólidos sobre los que construir su más precia-
da obra: su persona; aspira a saber quién es ella y qué representa el
mundo en el que trata de desenvolverse. A esta serie de intenogan-
tes la fenomenología ofrece una vía de solución. La doctrina de E.
Husserl no está orientada tanto a enseñar filosofías cuanto a filoso-
far; es decir, ofrece el instrumental para que cada sujeto alcance los
conocimientos más certeros sobre sí y sobre las cosas, Lo primero
que el maestro exige a quien se le acerca es liberarse de cuantos
prejuicios acompañan a nuestro conocer, y que están impidiendo un
acercamiento más objetivo y real al ser.
Desde la inupción del racionalismo cartesiano, la filosofía optó
por la senda del conocimiento, por detenerse en analizar la concien-
cia del sujeto pensante. De esta guisa, el criterio intelectual lo de-
tenta la razón y no las cosas, las cuales pasan a un segundo plano,
llegando incluso a no tener éstas más entidad que la que el enten-

12E. STEIN, Estrellas amarillas, p. 203.


13E. STEIN, O. C., p. 223.
14 Cfr. E. STEIN, Sobre el problema de la empatía , Universidad Iberoame-
ricana, México 1995, p. 48-49.
15 E. STEIN, Estrellas amarillas, p. 236. Alguien le ha comunicado: "En
Giittingen no se hace otra cosa sino filosofar día y noche, en la comida y por
la calle. En todas partes. Solo se habla de fenómenos", O. c., p. 199.
EDITH STEIN: LA FILOSOFIA COMO APERTURA AL OTRO 17

dimiento les conceda. En esta especie de enrocamiento de la razón


sobre sí misma, la consecuencia lógica es su derivación hacia el
idealismo, en el que el mundo no es sino una de las encarnaciones
del espíritu absoluto en su proceso dialéctico. En buena medida la
filosofía de los siglos XIX y XX se resuelve en ser un diálogo con
el genio de Hegel, bien para deducir aplicaciones a ciertos ámbitos,
bien para corregirlo, o bien para oponerse decididamente. La feno-
menología husserliana se alineará con la actitud última, pretendien-
do recuperar la independencia del otro campo, la aulononúa de las
cosas. "Todo los jóvenes fenomenólogos -escribe Edith Stein-
eran decididos realistas" 16, La novedad que les viene propuesta tie··
ne la consideración de una nueva escolástica por su orientación
predilecta hacia los objetos, y que encuentra su expresión en el lema
identificativo de la fenomenología: zu den Sachen selbts, es decir: a
las cosas mismas, a la realidad en su pureza, sin que los prejuicios
o ídolos de cualquier tipo distorsionen la captación de las mismas.
Escribe en otra obra: "Tendremos que fijar nuestra atención en las
cosas mismas e ir construyendo sobre esa base en la medida en que
podamos" 17.
La conexión entre la fenomenología de Edmund Husserl y la
filosofía escolástica puede hallarse en la figura de Franz Brentano
(1838-1917). Este sacerdote católico (que romperá con la Iglesia a
partir del Concilio Vaticano 1) tuvo como alumno en Viena (1884-
1886) a E. Husserl, que aunque formado en las ciencias matemáti-
cas, las lecciones del citado profesor lo ganaron para la filosofía IS.
La concepción de la filosofía como saber riguroso, que ha de dar

16 E. STEIN, O. C., p. 231.


17 E. STEIN, La estructura de la persona humana, BAC., Madrid 1998, p.
48. "Nos ocupamos de los fenómenos en toda su concreción. Partimos de ellos
en nuestras descripciones, y cuando el análisis nos obliga a abstraer, acabamos
volviendo una vez y otra a los fenómenos, pues lo que nos interesa es conocer
su estructura y comprenderlos en ella", O.c., p. 102.
18 El influjo directo de Franz Brentano alcanzará también a Martin Heide-
gger, quien leerá, no sin esfuerzo, la tesis doctoral de aquél, Sobre la múltiple
significación del ente en Aristóteles. "Allí encuentra Heidegger lo que él llama
la lógica rigurosa, glacialmente fría, algo para espíritus fuertes, que no quieren
vivir solamente de sus opiniones y sentimientos". Rüdiger Safranski, Un maes-
tro de Alemania. Martin Heidegger y su tiempo, Tusquets, Barcelona 1997,
p.49.
18 EZEQUIEL GARCIA ROJO, OCD

razón de todos sus pasos, de los principios y de los instrumentos


empleados, cala hondo en el espíritu serio a la vez que inconformis-
ta del atento oyente. También recogerá de Franz Brentano la doctri-
na de la intencionalidad de la conciencia, así como cierta aversión
a los idealistas alemanes.
Las pretensiones de rigor y de claridad con que se presenta la
fenomenología, atraen la mente inquieta de Edith Stein. Cuando en
1913 lee Investigaciones lógicas de Edmund Husserl descubre las
enormes posibilidades que allí se le brindan para conseguir sus pro-
pósitos; en la obra citada tropieza con afirmaciones tales como: "La
ciencia se refiere al saber, como dice su nombre ... Ahora bien, en el
saber poseemos la verdad" 19. Este filósofo aspira a rehacer la filo-
sofía para que compita cualitativamente con el resto de saberes,
hasta poder calificarla de strenge Wissenschaft (ciencia rigurosa). Se
trata de evitar una de las acusaciones frecuentemente vertidas sobre
esta ciencia: la de caer en el relativismo, cuando no en el escepti-
cismo. El esfuerzo de E. Husserl va orientado ante todo a elaborar
un método preciso, un proceder bien prefijado, así como unos con-
ceptos maduros. Edith Stein misma reconoce en su autobiografía los
méritos del profesor "por educarnos en la más estricta objetividad y
solidez, en el radical decoro intelectual" 20. Con todo ese material se
aspira ofrecer las suficientes garantías para acceder objetivamente al
núcleo esencial de las cosas; de aquí que también se conozca a la
fenomenología husserliana como ciencia de las esencias. Estos re-
cursos gozan del privilegio de constituir lo que se denominaría filo-
sofía primera, y desde esta plataforma elaborar una Weltanschauung,
una cosmovisión plena de sentido, donde cada individuo y el todo
gozan de claridad suficiente para ser captados por un espíritu.
Edith Stein sucumbe pronto a los encantos del método fenomeno-
lógico, y como avezada ya en este menester, con espíritu filosófico
prescinde de las particularidades y accidentes para recalar en el todo
y en lo esencial. Esta manera de ver más allá de los acontecimientos
puntuales, intuyendo una realidad transcendente, acompañó desde

19 Edmund Husserl, Investigaciones lógicas, Revista de Occidente, Madrid


1976, p. 41.
20 E. STEIN, Estrellas amarillas, p. 240.
n

EDITH STEIN: LA F1LOSOFIA COMO APERTURA AL OTRO 19

joven a Edith Stein; incluso se sabe de la aversión que sentía por los
círculos reducidos, miradas apocadas o espíritus encogidos; no le iban
las estrecheces. Seguramente que en este talante abierto y decidido
de la joven puede verse una de las razones que propiciaron su desem-
barco en la escuela de E. Husserl; aquí su espíritu halló acogida y
espacio de libertad donde dar rienda suelta a todo su caudal intelior.
Aspira a lo último y más profundo de que es capaz el espíritu huma-
no, a la totalidad, y la fenomenología así se lo brinda. "Entender
-escribe en su tesis doctoral- no significa otra cosa que el paso de
una parte a otra dentro de una experiencia de la totalidad de la viven-
cia (no un objetivar), y todos los objetivos, todos los sentidos obje--
tivos se constituyen solamente en vivencias de esta clase. Una acción
es unidad de comprensión o de sentido en cuanto que las vivencias
parciales que les constituyen está entre sí en un nexo vivencial" 21.
Lo que defiende en la tesis de 1917, lo seguirá proponiendo años más
tarde cuando el tema a tratar sea la educación de la mujer. Es de
suponer que hay mucho de experiencia personal en todas las obras
steinianas; cuando trata sobre la cuestión femenina, en ellas reverbe-
ra el espíritu que desde siempre animó a Edith Stein. También la
mujer es filósofa por naturaleza, aspira a una Weltanschauung satis-
factOlia con sus anhelos; dirá al respecto con cierto matiz desafiante:
"La tendencia a una imagen acabada del mundo, la tendencia meta-
física, está en el espíritu humano en cuanto tal, y en las chicas se
encuentra incluso muy fuertemente definida" 22.
En el caso de Edith Stein puede decirse que es filósofa por
naturaleza, además de por convicción, por exigencia personal; y no
lo es sólo cuando atiende concentrada a su admirado maestro o fija
su atenta mirada y mente despierta en un texto denso y profundo,
sino que el talante filosófico le brota irremediablemente también en
cada experiencia personal, hasta las vivencias más comunes vienen
contempladas por ella de manera diferente al común de los mortales.
Quizá por eso ya desde pequeña fue un tanto incomprendida por los
I

21 E. STEIN, Sobre el problema de la empatía, p. 139-140.


22 E. STEIN, La mujer, p. 273. Una página más adelante expresa lo que ha
de ser uno de los fines de toda buena educación, también para las jóvenes:
"Toda institución que forma a sus discípulos para la vida debe llevarles a una
imagen coherente del mundo", p. 274.
20 EZEQUIEL GARCIA ROJO, OCD

mayores, llegando a sacudirse su tutela cuando tuvo posibilidad. Es


decir, Edith Stein vive espontáneamente como filósofa, ya que no
sólo está afectado su pensar, sino que el entero comportamiento de
dicho sujeto está regido por coordenadas filosóficas, aún sin preten-
derlo explícitamente.
Esta modalidad de vida encaja perfectamente con el talante im-
perante en el círculo fenomenológico de Gotinga; por lo que cabe
decir que aquí encuentra esta mujer el ambiente más apropiado. La
relación de amistad, de confianza, de libertad, de rigor epistemoló-
gico, etc. constituía el elemento natural de los oyentes husserlianos.
Yes que "los fenomenólogo s pretendían ser más que una escuela y
por eso se autodenominaban movimiento. No se trataba solamente
del restablecimiento de la filosofía como una ciencia estricta, tal
como ellos querían caracterizarse oficiosamente, sino también de
una reforma de vida bajo el signo de la honradez intelectual. Que-
rían superar la falsa pasión, el autoengaño ideológico, la falta de
disciplina en el pensar y sentir" 23. Conociendo un poco la trayecto-
ria del sujeto en cuestión, no sorprende en absoluto su elección
inaplazable por esta modalidad filosófica; es consciente de su espe-
cial sintonía para con la fenomenología. Aún después de convertida,
y de aceptar la doctrina de santo Tomás de Aquino, reconocerá en
un estudio desde la clausura conventual, que su lengua materna fi-
losófica sigue siendo fenomenológica 24.

2. EXPERIENCIA FENOMENOLÓGICA DEL OTRO

La travesía, en la que Edith Stein se ha embarcado con su opción


por la escuela de Edmund Husserl, le supone aportar cuantos recur-
sos están a su alcance. Sabe de lo arduo de la empresa, mas ningún
obstáculo lo es tanto que no pueda ser superado. Está convencida de

23 R. SAFRANSKI, O. C., p. 101. "Si tenemos en cuenta el espíritu de humil-


dad y de ascética, de honradez y pureza, que entre los fenomenólogos a veces
llegó a llamarse castidad, no puede considerarse casual el hecho de que algu-
nos fenomenólogos fueran después muy piadosos. El ejemplo más sobresalien-
te es Edith Stein, tiempo después beatificada", p. 103.
24 Cfr. E. STEIN, Ser finito y ser eterno. Ensayo de una ascensión al sentido
del ser, p. 30.
EDITH STEIN: LA FILOSOFIA COMO APERTURA AL OTRO 21

que lo suyo es la filosofía, y más en concreto, la fenomenología; se


le antoja ésta el campo abonado para que la siembra, que espera
recolectar, sea la más gratificante: en este caso el fruto es el misterio
de la persona humana, del suyo y de quienes conviven con ella.
Durante dos años (1913-1915) asiste en Gotinga a las clases del
fundador de la fenomenología; y aunque la admiración por el maes-
tro es grande, esto no es óbice para que se detecten discrepancias;
mas el sistema filosófico ha calado tanto en los discípulos, que los
sigue uniendo metodología y espíritu intelectual. Por ese tiempo
Edmund Husserl se había enredado en la intrincada cuestión de la
conciencia (tema clave en la fenomenología), que con su car~cter de
intencionalidad, se constituyó en el principio primero de la citada
filosofía, en cuanto que, en cierta manera, todo depende de aquélla.
El maestro había concentrado todo su esfuerzo en llevar a cabo una
rigurosa introspección de las vivencias de la conciencia; la concien-
cia siempre es conciencia-de (fenómenos), y en eso radica la inten-
cionalidad. Esta especie de obsesión por la conciencia, y el consi-
guiente reduccionismo en el que parece caer, trajo consigo la
.confrontación con los alumnos, a la vez que un cierto desencanto. A
medida que avanzaba en la explicación, aquéllos advertían una pe-
ligrosa aproximación al idealismo (en oposición directa al genuino
talante fenomenológico); ya que tales presupuestos impedían el
transcender la conciencia de cada sujeto pensante y hacían inviable
la constitución de un mundo intersubjetivo, compartido por otras
conciencias interdependientes entre sí.
Edith Stein advierte el peligro que se cierne a raíz de los nuevos
derroteros del maestro, y que no es otro que el del solipsismo: el
mundo no sobrepasa mi conciencia individual; los mundos de los
otros sujetos me son totalmente inaccesibles; somos como mónadas
sin ventanas. La inquieta alumna se resiste a tales derivaciones; ella,
que si algo le atrae es el mundo personal propio y ajeno, ella, que
cree posible una Weltanschauung de la que todos forman parte. En
modo alguno se resigna a tan frustrante resultado y pone manos a la
obra. Se cree con fundamentos suficientes como para abordar el
problema que presenta su admirado profesor, proponiéndose contri-
buir con un estudio propio, y que a la postre será su tesis doctoral:
El problema de la empatía.
22 EZEQUIEL GARCIA ROJO, OCD

No está demás recordar que Edmund Husserl era un catedrático


muy exigente consigo mismo y con sus alumnos; era celoso de su
docencia, Y así queda demostrado cuando, tras el brillante examen
de licenciatura que Edith Stein realizó sobre historia y literatura, el
maestro un tanto dolido, le insinúa que quizá podría hacer la tesis
en las referidas materias; esto hirió la sensibilidad y el fino orgullo
de la joven estudiante: "Señor profesor -le dije con profundo en-
fado- no se me ha pasado por la cabeza obtener el título con
cualquier trabajo, Quiero hacer la prueba de si soy capaz de hacer
algo personal en filosofía, Esto pareció hacerle entrar en razón" 25;
porque de hecho, la investigación doctoral que emprende, la lleva a
cabo bajo la dirección del mismo Edmund HusserL

2,1. Interés por el otrD

Edith Stein se propone con su estudio hallar una salida al calle-


jón en que se encontraba el profesor Edmund Husserl en su análisis
de la conciencia. Si algo dignifica al ser humano es su capacidad
para acercarse a su semejante, de entablar relaciones, de compartir
experiencias, de colaborar en la construcción del mundo, de inter-
cambiar puntos de vista, de coincidir en múltiples apreciaciones, de
sentirse heredero de un patrimonio común ... Enseñará en 1932: "Cada
persona dista mucho de representar un mundo totalmente cerrado en
sí mismo. Hemos visto que su ser natural estriba en la apertura
recíproca entre las personas. Que las personas estén abiertas unas
para otras significa que están unas con otras en un mismo contexto
espiritual de actuación, ante todo en un contexto de comprensión" 26,
En honor a la verdad, hay que decir que este talante relacional,
de comunidad, casi de familia, venía siendo algo natural entre los
fenomenólogos de Gotinga. El círculo que componen brinda la opor-

E. STEIN, Estrellas amarillas, p. 294.


25
E. STEIN, La estructura de la persona humana, p. 218. Al ser social de
26
la persona humana dedicará el cap. VII de la citada obra. Antes había escrito:
"La existencia del hombre está abierta hacia dentro, es una existencia abierta
para sí misma, pero precisamente por eso está también abierta hacia fuera y
es una existencia abierta que puede contener en sí un mundo", O. c., p. 55.
EDITH STEIN: LA FlLOSOFIA COMO APERTURA AL OTRO 23

tunidad para salir del individualismo, creando una atmósfera de


amplia confianza y profunda amistad entre los integrantes. Basta
leer las páginas que la autora dedica a su permanencia en la citada
ciudad (1913-1915), para darse cuenta del espíritu particular que
anima a cuantos por entonces entran en contacto con Edith Stein; es
como si una fuerza interna hubiese hecho saltar cerrojos y prejui-
cios, dando lugar a la transparencia y claridad, y al espíritu familiar.
No resulta, por tanto, extraño que el nombre de Gotinga le traiga
recuerdos gratos imborrables: "Querida ciudad de Gottingen! ... Creo
que solamente quien haya estudiado allí entre los años 1905 y 1914,
en el corto tiempo de esplendor de la escuela fenomenológica, puede
comprender lo que nos hace vibrar este nombre" 27. La apertura li-
beradora practicada espontáneamente por estos filósofos, contrasta-
ba con la actitud reservada y proteccionista de los estudiantes de
psicología de la misma universidad, hasta confesar con cierto orgu-
llo que "nosotros, los fenomenólogos, nos reíamos de todo este
secreto y nos sentíamos satisfechos de nuestro libre intercambio de
ideas. No teníamos ningún miedo a que uno pudiera atrapar las
conclusiones de otro" 28. El otro ya no viene considerado cual con-
trincante al que ocultar mi experiencia, sino un semejante embarca-
do en la misma aventura que yo, y de cuya intercomunicación ambos
salimos beneficiados. Las triquiñuelas psicológicas no sintonizaban
en absoluto con la mentalidad participativa de la joven filósofa.
A pesar del poco aprecio que manifiesta Edith Stein por la psi-
cología de entonces, en buena medida se verá obligada a echar mano
de la misma, dada la complejidad de la vivencia humana a la que
pretende enfrentarse: el problema de la intersubjetividad, es decir,
del acceso de un yo a otro yo, manteniendo ambos su originalidad;
de aquí que su tesis esté a caballo entre la filosofía fenomenológica
y la psicología empírica. Por más que la autora se esfuerza por
limitarse al campo del análisis filosófico, en ciertos momentos pa-
rece sucumbir a explicaciones psicológicas. No en balde, como se
apuntó más arriba, en un primer momento puso su punto de mira y
esperanzas en la psicología, hasta que sobrevino el desencanto.

27 E. STEIN, Estrellas amarillas, p. 221.


28 E. STEIN, O. C., p. 246.
24 EZEQUIEL GARCIA ROJO, OCD

A la vez que Edith Stein redacta su trabajo doctoral, vive con


toda la intensidad la experiencia de la guerra (la primera guerra
mundial 1914-1918). Una vez más entra en juego su espíritu abierto
y universal, reacio a miradas estrechas, egoístas y provincianas. Es
consciente de que su ser individual adquiere sentido pleno a la luz
de la comunidad, en este caso, de la nación, del estado; y hacia ellos
orienta la realización de su presente y el futuro personal. Es decir,
solamente abriéndose a los otros es como la existencia cobra pleno
sentido; y nos dejará la siguiente reflexión con tal motivo: "Ahora
mi vida no me pertenece -me dije a mí misma-o Todas mis ener-
gías están al servicio del gran acontecimiento. Cuando termine la
guerra, si es que vivo todavía, podré pensar de nuevo en mis asuntos
personales" 29. Sabemos que la joven estudiante renuncia a cuantos
privilegios tiene derecho en virtud de su condición femenina, ofre-
ciéndose voluntariamente para prestar su ayuda desinteresada a los
otros; en esta ocasión, los otros, destinatarios de su entrega genero-
sa, serán los soldados heridos durante el conflicto bélico. Basta leer
el capítulo en el que Edith Stein nos refiere su experiencia como
enfermera en el hospital militar de Mlihrich-Weiskirchen, para cons-
tatar la perfecta puesta en práctica de lo que redacta a la vez para
la tesis: el interés por el otro, la preocupación por sus sentimientos,
los intentos por ponerse en su lugar, el tratar de captar sus expresio-
nes (muchos no sabían alemán) para comprenderlos mejor, a lo que
hay que añadir el respeto que les muestra y la dignidad que les
reconoce; todo ello evidencia la coherencia entre pensar y obrar que
siempre caracterizó a esta gran mujer.

2.2. Empatizar el yo extraño

Retornando al estudio sobre la empatía. Si Edith Stein elige este


tema, además del especial interés personal para el que parece predis-
puesta de manera natural, está el dato de que Edmund Husserl recu-
rría a este término sin que se detuviera en su análisis; lo que no es
de recibo para quien persigue la claridad en todo. Ella se propone

29 E. STEIN, O. C., p. 276.


EDITH STEIN: LA FILOSOFIA COMO APERTURA AL OTRO 25

subsanar esta laguna. Estamos ante un problema largamente debati-


do en filosofía: cómo defender la realidad extramental desde mi
experiencia intelectual; y en consecuencia, si es posible la coinci-
dencia de los diversos sujetos en un mundo objetivo exterior. El
profesor defendía que únicamente mediante el intercambio cognos-
citivo de diferentes individuos cabría constituir un mundo de tales
características. "Según esto, se presupone la experiencia de los otros.
A esta peculiar experiencia, Husserl, siguiendo los trabajos de Theo-
dor Lipps, la llamaba Einfühlung ... Yo quería investigar qué era la
Einfühlung" 30.
Así como para Edmund Husserl la empatía era ante todo el pre-
supuesto que posibilita el conocimiento de un mundo objetivo, com-
puesto por cosas, naturaleza, individuos, personas, el mundo espiri-
tual, Edith Stein, sin embargo, concibe la Einfühlung, la empatía,
como ese procedimiento intelectual que permite el conocimiento de
la conciencia extraña (de otro). Es decir, mientras al primero le
preocupa la constitución del mundo, la segunda se centra en el ac-
ceso desde mi yo a otro yo, por tanto en los sujetos de la empatía 31.
Cuando la universitaria se enfrenta a la cuestión, es consciente de lo
difícil de la misma, pero también de lo importante del tema, porque
aquí radica en última instancia la posibilidad o no de contactar con
los otros, de romper el solipsismo, de fundamentar con ciertas ga-
rantías la verdad propia y ajena. A lo largo de los escritos insistirá
una y otra vez Edith Stein en la necesidad de los otros para cono-
cemos a nosotros mismos. Por tanto, el problema del otro en el caso
de este sujeto, no es sólo una cuestión epistemológica más, sino el

30 E. STEIN, O. C., p. 249-250.


3I Las discrepancias no sólo son con su maestro, Edith Stein también se
desmarcará de Theodor Lipps en la noción de la Einfühlung. La divergencia
principal radica en el diferente lugar en que quedan emplazados el yo empa-
tizante y el yo empatizado. Según la interpretación de Theodor Lipps en la
experiencia empática ambos yo se unifican, hasta la suplantación de uno por
el otro: el yo empatizador se identifica con el yo empatizado; es decir, mi yo
pasa a ser yo del otro. Edith Stein no comparte tal posibilidad, al negar la
identificación: cada yo ha de permanecer en sí, uno junto al otro, y por tanto,
habría de hablarse de nosotros, en el que cada yo conserva su originalidad. En
el caso de Theodor Lipps se trataría más bien de una Einsfiihlung, un sentirse
uno, una identificación con el otro; en Edith Stein la Einfiihlzmg, es un acceder
a otro yo, para estar junto a él.
26 EZEQUIEL GARCIA ROJO, OCD

tema crucial de la entera filosofía primera 32, puesto que sobre él


descansa el ser o no ser del conocer. Si la ipseidad que acompaña
a toda vivencia, "la tomamos como medida, entonces nos encerra-
mos en la cárcel de nuestra individualidad; los demás seguirán sien-
do para nosotros un enigma o, lo que es peor, los modelamos según
nuestra imagen y así falseamos la verdad histórica" 33; no se saldría
del reducionismo autocognoscitivo, lo cual invalida toda garantía
epistemológica. Ya se dijo que lo que Edmund Husserl perseguía
mediante la fenomenología, era recuperar para la filosofía el rigor
de la ciencia y, por tanto, sentar los fundamentos para cualquier otro
desarrollo. Edith Stein será fiel a dicho cometido, y por eso opta por
aclarar este principio básico, hasta ahora no resuelto satisfactoria-
mente.
El arranque de la tesis constituye ya todo un programa a desa-
rrollar: "A la base de todas las controversias sobre la empatía está
implícito un presupuesto: se nos dan sujetos extraños y sus viven-
cias" 34. He aquí, pues, formulada la temática doctoral: la empatía
como experiencia por parte de un yo de las vivencias de otro yo
(extraño). Dicha experiencia tiene lugar en la conciencia, que siem-
pre es conciencia-de (intencional); en este caso de las vivencias de
otros sujetos. Claro está que para que este procedimiento ofrezca
garantías, Edmund Husserl exhorta a poner en práctica la epojé fe-
nomenológica; es decir, prescindir de opiniones preconcebidas o de
juicios, para quedarse con el fenómeno tal y como acontece aquí y
ahora en mi conciencia. Aplicado al ser humano el método fenome-
nológico tiene esta traducción en Edith Stein: "Fijar nuestra aten-
ción en las cosas mismas. No interrogar a teorías sobre las cosas,
dejar fuera en cuanto sea posible lo que se ha oído y leído y las
composiciones de lugar que uno mismo se ha hecho, para, más bien,
acercarse a las cosas con una mirada libre de prejuicios y beber de
la intuición inmediata. Si queremos saber qué es el hombre, tenemos
que ponemos del modo más vivo posible en la situación en la que
experimentamos la existencia humana, es decir, lo que de ella expe-

32 Cfr., Ruben Guilead, De la phénoménologie a la science de la croix.


L'itineraire d'Edith Stein, Béatriee-Nauwelaerts, Paris 1974, p. 40.
33 E. STEIN, Sobre el problema de la empatía, p. 181-182.
34 E. STEIN, O. e., p. 21.
EDITH STEIN: LA FILOSOFIA COMO APERTURA AL OTRO 27

rimen tamos en nosotros mismos y en nuestros encuentros con los


otros hombres" 35.
Con denodado esfuerzo acomete Edith Stein tan emevesado asun-
to. En las páginas autobiográficas queda constancia de los obstácu-
los que hubo de sortear durante la elaboración de la tesis; fue un
alumbramiento doloroso, hasta confesar: "Me costó un esfuerzo es-
piritual como nada de lo que había hecho hasta aquel momento.
Creo que nadie que no haya hecho un trabajo filosófico creador
puede hacerse una idea de esto" 36. Le sobrevino una crisis existen-
cial en la que no veía la salida 37. Mas el esfuerzo se verá recompen-
sado, y la defensa del estudio tendrá lugar el 3 de agosto de 1916,
mereciendo los mejores elogios del tribunal, del que formaba parte
también Edmund Husserl. El trabajo vendrá publicado al año si-
guiente, sin la primera parte dedicada a la investigación histórica
sobre la empatía.
Edith Stein, fiel a la metodología fenomenológica, se detiene en
primer lugar en analizar el acto de la empatía en sí, su esencia; y nos
ofrece un ejemplo demostrativo como punto de partida: "Un amigo
viene a mí y me cuenta que ha perdido a su hermano, yo me doy
cuenta de su dolor. ¿Qué es este darse cuenta? ¿En qué se basa, de
dónde percibo el dolor?" 38. Así pues, en todo acto de empatía dos
sujetos entran en juego: yo y otro yo extra o, en este caso mi amigo.
El puente que los une es la experiencia empática que permite apre-
hender la alteridad conservando, no obstante, la originalidad propia.
La fina sensibilidad de esta filósofa constata la existencia del fenó-
meno vivencias de otro, y simultáneamente, mi experiencia de las
vivencias del otro; pues bien, ella quiere aclarar qué es lo que ca-
racteriza esta comunicación intersubjetiva, y que denomina la esen-

35 E. STEIN, La estructura de la persona humana, p. 49.


36 E. STEIN, Estrellas amarillas, p. 261.
37 Llaman la atención las expresiones a las que recurre para describirnos el
estado de ánimo que la invadía por entonces: "Esta lucha por la claridad se
cumplía ahora en mí a través de grandes sufrimientos y no me dejaba descansar
ni de noche ni de día. En aquella época perdí el sueño ... Seguía trabajando en
una constante desesperación. Por vez primera en mi vida me encontraba ante
algo que no podía domeñar con mi fuerza de voluntad ... Esto me llevó tan
lejos, que la vida me parecía insoportable". E. STElN, O. c., p. 257.
38 E. STEIN, Sobre el problema de la empatía, p. 25.
28 EZEQUIEL GARCIA ROJO, OCD

cia de la empatía. A medida que progresa en el estudio, irá recha-


zando otros tipos de vivencias humanas que, aunque se asemejan, no
equivalen a la empatía; como por ejemplo: la simpatía, la sensación,
el recuerdo, la fantasía, la percepción propia; igualmente se distan-
cia de las posiciones al respecto de Theodor Lipps, de Max Scheler
o Münsterberg.
El espíritu exigente del profesor Edmund Husserl, como ya que-
dó reflejado, imponía la necesidad de aplicar la reducción fenome-
nológica a toda experiencia para evitar errores, y que viene a ser ese
prescindir de todo lo accesorio, para fijarnos en lo estrictamente
esencial. A modo de método cartesiano se pone entre paréntesis
todo, hasta topar con algo irreductible y que se nos da con toda la
evidencia: el fenómeno. Este proceder riguroso viene aceptado por
la discípula, quien al describir el fenómeno de la empatía, echa
mano también de la reducción, para que la experiencia de la viven-
cia del otro respete la subjetividad y posibilite la más estricta obje-
tividad. Escribe Edith Stein: "Puedo yo dudar si esa cosa que veo
delante de mí exista, hay posibilidad de un engaño, por lo que debo
eliminar la afirmación de la existencia, no debo hacer ningún uso de
ella; pero lo que no puedo eliminar, lo que no está sujeto a ninguna
duda, es mi experiencia de las cosas junto con su correlato, el com-
pleto fenómeno de la cosa" 39. Es un momento de descarga, de libe-
ración de la conciencia de cuantos prejuicios, ídolos, y otras añadi-
duras, las cuales nos impiden ir a las cosas mismas en su pureza
Oliginal que nos manifiestan. Ciertamente, la reducción es un ejer-
cicio epistemológico que requiere entrenamiento, mas resulta im-
prescindible para quien aspire a fundamentar el conocimiento; y está
claro que la fenomenología se enorgullecía de dicha pretensión,
considerándose a sí misma como una especie de metafísica primera.
La empatía en la concepción steiniana es formalmente la expe-
riencia no originaria (de mi parte) de una vivencia originaria (por
parte de otro); en otras palabras: es la experiencia que un yo tiene
de otro yo, prescindiendo de qué clase de individuo represente. ¿Qué

39 E. STEIN, O. C., p. 22. Este texto recuerda también a san Agustín, quien
en contra de los académicos (escépticos) defiende la imposibilidad de negar
una verdad: Si enim fallar, sumo O también: puedo dudar de todo, menos de
que estoy dudando.
EDITH STEIN: LA FILOSOFIA COMO APERTURA AL OTRO 29

entiende Edith Stein por originaria?: la vivencia propia presente.


Tomando pie del ejemplo que nos propone la autora: el dolor, que
advierto mediante las palabras y por la expresión del rostro al expre-
sarlas, no es originario en mí, mientras que sí lo es para el amigo;
sin embargo, hago mío el dolor del amigo y lo vivo intensamente
hasta sentirlo tanto como él (a pesar de que ni siquiera conozca con
anterioridad al fallecido). Según Edith Stein aquí radica precisamen-
te lo característico de la empatía, que "en mi vivencia no originaria
me siento igualmente guiado por una originaria, que no es experi-
mentada por mí [originariamente], y sin embargo allí está, se mani-
fiesta en mi vivencia no originaria" 40. Por tanto, el sujeto de la
vivencia ernpatizada (originaria) no es el mismo sujeto que lleva a
efecto la experiencia empática; ambos protagonistas están perfecta-
mente diferenciados y separados; cosa que no sucede con los recuer-
dos, fantasías, etc., pues aunque estas vivencias versen sobre otros,
son originariamente mías, y no cabe la posibilidad de acceder a
otros sujetos distintos al mío.
A modo de resumen y de manera esquemática, la empatía stei-
ni ana viene a ser mi experiencia de sujetos extraños con sus viven-
cias 41 ; es la aprehensión de un yo sobre otro yo extraño y sus viven-
cias. Resolver con claridad esta cuestión supone para Edith Stein
sentar las bases de cualquier otro desarrollo epistemológico, de tal
manera que quien no tenga en cuenta este mecanismo cognoscitivo,
manifestará una carencia elemental a la hora de entender; es decir,
tiene sus facultades intelectivas mermadas. La autora recurre a un
ejemplo bien plástico: "Quien no ve en la piel de gallina de otro o
de su nariz amoratada que tiene frío, sino que primero debe hacer
una reflexión de que el malestar que siente es ciertamente escalo-
frío, debe sufrir una extraordinaria anomalía de aprehensión" 42. Pa-
rece ser que ella gozaba de cierto privilegio empático, como para
ejercerlo con cierta asiduidad.

40 E. STEIN, O. C., p. 32. En otra página dejará la siguiente definición:


"Empatía es solamente la vivencia no originaria [en nul, que manifiesta una
originaria [de otro], pero no la vivencia originaria [en mí] ni la asumida", p.
37.
41 Cfr. E. STEIN, O. C., p. 19.
42 E. STEIN, O. C., p. 106.
30 EZEQUIEL GARCIA ROJO, OCD

En los relatos autobiográficos aflora espontáneamente dicho re-


curso en determinados momentos de su existencia o cuando se clUza
con ciertas personas. Casi se podría decir, que el espíritu siempre
atento y comprensivo de esta mujer es capaz de traspasar los límites
humanos, hasta practicar la empatía incluso con sujetos de otra es-
pecie (como puede ser un animal). Nos ha dejado la siguiente expe-
riencia de cuando adolescente. En 1906 intermmpe los estudios,
pasando una temporada de diez meses en Hamburgo, en los que la
soledad y el desaliento la invaden por doquier, descendiendo su
estado anímico a cotas peligrosas. Pues bien, en una excursión a la
isla de Helgoland, "había una oveja atada a un poste. Cuando nos
acercamos balaba lastimosamente y desde el fondo de sus ojos verde
claro y transparentes venía un abismo de angustia mortal e incom-
prensión, que no pude olvidar" 43. La joven Edith percibe a la vez
que los ojos del animal las vivencias profundas que éstos delatan.
Seguramente que después de todo tuvo lugar un compartir situacio-
nes semejantes entre ambos sujetos; y la empatía vino una vez más
en ayuda del penetrante espíritu de esta mujer.
Dejando aparte la anécdota elocuente sobre el animal, la feno-
menóloga sabe que los sujetos propios de todo acto empático son las
personas humanas; sólo por analogía cabría extender a otros ámbitos
la citada experiencia. Y es que Edith Stein acepta el dato de que
detrás de cada sujeto se cobija un individuo psicofísico, es decir,
una naturaleza física y una estlUctura subjetiva perfectamente en-
sambladas, Son los individuos psicofísicos los auténticos artífices de
la empatía.
Para esta filósofa está claro que cada individualidad es al mismo
tiempo también expresión de unidad; no obstante, en la descripción
que del sujeto empático nos brinda, distingue perfectamente los cons-
titutivos del mismo, y que son 10 siguientes:
a) El yo puro. Cada sujeto es una ipseidad, un absoluto sin
cualidades. Es el referente que unifica el rico y variado flujo de la
conciencia, otorgando coherencia y sentido. Este yo independiente
del tiempo y del espacio, es quien posibilita designar algo como
mío. Quedaría por resolver el mecanismo mediante el cual se pasa

43 E. STEIN, Estrellas amarillas, p. 137,


EDITH STEIN: LA FILOSOFIA COMO APERTURA AL OTRO 31

del yo puro al yo empírico y las relaciones entre ambos. Resuena


aquí la cuestión cartesiana del puente entre la res cogitans y la res
extensa. "Quizá a este respecto, no resulta lo suficientemente claro
recurrir solo al concepto de intencionalidad. Waltraut Stein advierte
que aquí hay un problema ontológico, y que Edith Stein halla la
solución considerando las sensaciones como un puente o anillo de
conjunción entre el yo puro y el yo empírico" 44.
b) Elflujo de conciencia. Es el cúmulo de vivencias tenidas en
el tiempo personal y también a lo largo de la historia, y que pode-
mos hacer nuestras incluyéndolas en nuestro mundo experiencia!.
Según Edith Stein, este torrente variopinto de vivencias, que en
definitiva configuran la vida, es el elemento configurador de los
individuos psicofísicos; los contenidos de estas vivencias aportan
material para que se vayan moldeando personalidades dispares. La
autora situaría aquí, en el variado mundo interior, el principio de la
individuación, con lo que sería más partidaria de la teoría de Duns
Escoto que de la corriente aristotélico-tomista.
c) El alma. Se trata de una estructura básica, dotada de cate-
gorías permanentes, cohesionadas por la unidad sustancial de la mis-
ma. Este constitutivo es el referente de los hábitos, reacciones, sen-
timientos, voliciones, presentes en el flujo de conciencia. Viene a
ser una especie de estructura transcendental kantiana. También es
propio' del alma estar unida siempre al cuerpo vivo (Leib).
d) El cuerpo (Leib). De dos modos cabe concebir el cuerpo,
dando lugar también a dos términos (en alemán): cuerpo animado
(Leib) y cuerpo físico (Korper). Edith Stein se interesa por la prime-
ra acepción y es el que entra a formar parte del individuo psicofí-
sico; y que a la postre será elemento indispensable para el acto de
la empatía steiniano (al igual que el resto de los constitutivos rese-
ñados). El cuerpo (Leib) siempre me está presente, siempre está
aquí; pero paradójicamente con frecuencia le resulta extraño a la
conciencia. El cuerpo vivo es el referente obligado de las sensacio-
nes, y Edith Stein lo propone como punto cero de orientación; si él
se mueve, cambia mi entorno, se modifican las distancias y las re-

44 Carla Bettinelli, Il pensiero di Edith Stein: dalla fenomenologia alla


scienza della Croce, Vita e Pensiero, Milano 1976, p 13-14.
32 EZEQUIEL GARCIA ROJO, OCD

ferencias a otros cuerpos y objetos. Para la filósofa es inconcebible


un cuerpo (Leib) sin un yo (mientras que al contrario será factible).
Refiere la autora que nos ocupa: "Fantasear mi cuerpo dejado del yo
no significa ya mi cuerpo, sino un cuerpo físico semejante a él parte
por parte, fantasear mi cadáver. (En el momento en que yo dejo mi
cuerpo vivo (Leib), es para mí un cuerpo físico (Korper) como los
demás" 45.
Esta distinción de elementos no ha de perder de vista la unidad
real del individuo, en el que lo físico y lo psíquico constituyen una
estructura superior a la simple suma de componentes. Pues bien,
teniendo en cuenta lo arriba reseñado, Edith Stein definirá al sujeto
de la empatía como esa realidad "en la que la unidad de conciencia
de un yo y un cuerpo físico se unen indisolublemente, donde cada
uno de ellos recibe un nuevo carácter: el cuerpo físico (Korper) se
presenta como cuerpo vivo (Leib), la conciencia como alma del
individuo unitario" 46.

2.3. Recurso a la corporeidad

De los componentes del individuo psicofísico, queremos dete-


nemos en uno de ellos: el cuerpo vivo (Leib) por lo original del
tratamiento a que es sometido en la tesis y por el particular papel
que desempeña en la comprensión del otro.
En el análisis steiniano la percepción de mi cuerpo admite dos
modalidades: por una parte, como realidad sentida en mí y, por otra,
como cuerpo sensible para el mundo exterior; en ambos casos son
las sensaciones lo que constituyen al cuerpo vivo (Leib); y las sen-
saciones proporcionan el flujo de conciencia y, por tanto, pertene-
cen a un yo. Con palabras de Edith Stein: "El cuerpo vivo está
caracterizado frente al cuerpo físico por ser el portador de campos
sensoriales, se encuentra en el punto cero de la orientación espa-

E. STEIN, Sobre el problema de la empatía, p. 85.


45
E. STEIN, O. C., p. 99-100. Para evitar equívocos o deducir una falsa
46
concepción del sujeto psicofísico, afirma con rotundidez: "La separación que
hemos propuesto era artificial, pues el alma está siempre necesariamente en un
cuerpo vivo (Leib)", p. 76. También p. 89.
EDITH STEIN: LA FILOSOFIA COMO APERTURA AL OTRO 33

cíal" 47. Como todo individuo psicofísico está regido por un yo


unificador de sus constitutivos y vivencias; lo cual supone que, desde
esta posición integra cuanto lo circunda. El cuerpo mío actúa como
centro desde el que siente e interpreta el resto de las experiencias,
incluida la empatía. A este lugar formal, Edith Stein lo denomina
punto cero; que no se corresponde con ninguna parte física del
cuerpo, y además varía de unos individuos a otros, en función sobre
todo de la gama sensitiva de que gozan. El yo y el punto cero
siempre coinciden 48. Esto hace posible que cada sujeto elabore su
mundo (su Weltanschauung), dependiendo de dónde ponga su lugar
de observación, asumiendo además que el procedimiento repercute
asimismo en el propio sujeto: a la vez que configuramos nuestra
mundo, éste simultáneamente nos constituye. Vale traer a colación
la actitud orteguiana de que mundo es lo que me afecta, por eso yo
soy yo y mi circunstancia. Se da una perfecta simbiosis entre ambos
elementos, sosteniéndose mutuamente.
Edith Stein hace coincidir el cuerpo vivo (Leib) con el punto
cero de orientación y lo aplica al acto empático, cual experiencia de
la vivencia extraña. Cuando mi yo empatiza otro yo con sus viven-
cias, al trasladarme a él, empatizo también el punto cero orientativo
de ese yo extraño; con lo cual "gano una nueva imagen del mun-
do" 49, sin que por eso pierda nunca mi propio punto cero de Olien-
tación. La autora, coherente con su concepción de la empatía, tratará
de salvar siempre la originalidad de cada sujeto interviniente en la
vivencia empática, sin que mi yo suplante y, por tanto, anule a otro
yo, o viceversa (esta venía a ser la posición de Theodor Lipps, quien
apostaba por la identificación de sujetos, por la Einsfiihlung). Sin
embargo en la tesis steiniana al aprehender un cuerpo vivo extraño,
lo aprehendo simultáneamente como punto cero de orientación, pero
desde mi punto cero. Es decir: al empatizar a otro mantengo mi
punto cero originario y adquiero otro punto cero no originario para
mí, pero sí para el otro sujeto 50. Este proceder trae como consecuen-
cia que, ante el multiplicarse de puntos ceros orientadores diferentes

47 E. O. e., p. 100.
STEIN,
48 E. O. e., p. 79.
STEIN,
49 E. O. e., p. 107.
STEIN,
50 Cfr. E. STEIN, O. e., p. 107.
34 EZEQUIEL GARCIA ROJO, OCD

en la empatía, el paso siguiente consistirá en pasar a considerar mi


punto personal, ya no tanto como punto cero absoluto, sino como
uno entre otros, dando pie para un posterior acceso intersubjetivo, a
un contraste de pareceres desde los distintos puntos (de vista), Esta
equiparación de posiciones propiciará también el contemplar mi
cuerpo como un cuerpo más,
Pero todavía hay más, Al empatizar otro cuerpo humano con su
punto cero, lo aprehendo como cuerpo vivo (Leib), regido por un
yo, unido a un alma, capaz de sentir, y no como un cuerpo físico sin
más, Como cuerpo vivo, es campo de expresión de las vivencias del
yo correspondiente a través de sus actuaciones propias: las sensacio-
nes. Esto es fundamental para Edith Stein, ya que la base sobre la
que empatizamos las vivencias de otro sujeto psicofísico es su cuer-
po vivo sensorial; al captar sus expresiones sensitivas es como apre-
hendemos su cuerpo vivo (Leib) habitado por un yoSl. Resulta, por
tanto, fácil inducir el carácter insustituible del cuerpo vivo para una
verdadera experiencia empática, tal como la concibe esta filósofa.
La comprensión del otro pasa necesariamente por su cuerpo, que
actúa como sensorium del yo extraño. Esta idea permanecerá en
vigor en estudios posteriores; pudiéndose leer en uno de ellos expre-
siones como: "El modo de ser interior de un hombre se expresa en
su exterior, el cual -junto con los actos concretos de la vida del
alma- constituye para nosotros la principal vía de acceso al modo
de ser de otras personas" 52 • Aprehendiendo sus gestos, sus movi-
mientos, sus sonidos, sus signos, se nos da a la vez el sujeto de

51 Cfr. E. STEIN, O. C., p. 136. A un cierto momento escribe: "Toda acción


de otro la experimento como brotando de un querer y éste a su vez de un sentir;
con esto me ha sido dado igualmente un estrato de su persona y un campo de
valores ... Cada acción y también cada expresión corporal -una mirada, una
sonrisa- me puede por eso ofrecer una mirada en el núcleo de la persona", O.
c., p. 171-172.
52 E. STEIN, La estructura de la persona humana, p. 158. "El alma habla a
través del cuerpo. Éste le sirve de expresión, en virtud de la cual el alma y su
vida interior comparecen de modo accesible a los sentidos" , O. C., p. 81.
También: "El ser espiritual-anímico y la vida se expresan en el cuerpo, nos
hablan a través de él", O. c. , p. 160. Escribe un autor refiriéndose a esta
cuestión steiniana: "Para penetrar en el espíritu de otro, para captar su parti-
cularidad personal, nos es necesario también lo que se nos presenta delante de
manera inmediata, a saber: su cuerpo vivo (Leib)", R. Guilead, O. c., p. 39
EDITH STEIN: LA FILOSOFIA COMO APERTURA AL OTRO 35

quien derivan; las expresiones corporales traducen sensaciones de


un cuerpo animado por un yo original; esta íntima conexión, expre-
sión corporal-sensación, es la que propicia en última instancia la
experiencia empática del otro.
Años más tarde -siendo Edith Stein ya cristiana y luego cam1e-
lita, pero sin renunciar a su formación filosófica-, es de suponer
que le produciría una gran satisfacción, con no poca sorpresa, cons-
tatar la importancia que santa Teresa de Jesús otorga a la humanidad
de Cristo, como medio muy acertado para un mayor acercamiento a
Él y el consiguiente conocimiento del mismo. La carmelita española
de manera intuitiva se adelantó a la filósofa alemana en la práctica
empática aplicada a ese otro sujeto extraño que es el Hijo de Dios
encarnado.
Con relativa frecuencia sorprende la pericia empática que por
doquier manifiesta esta mujer. Ya se ha aludido a experiencias pun-
tuales. Edith Stein acepta que las expresiones manifiestan sensacio-
nes vitales de un sujeto. Pues bien, una de las expresiones a tener
en cuenta es la palabra, que no sólo comunica un mensaje, sino que
también desvela de manera inevitable algo de quien la pronuncia o
escribe; por todo lo cual se convierte en un inmejorable vehículo de
acceso al sujeto que se manifiesta. Escribiendo sobre la educación
de la mujer en el año 1932, refiere: "La palabra desvela siempre la
propia alma, lo quiera o no. Como fruto maduro se desprende de su
ser más íntimo y da noticia de su trabajo interior; o como irrupción
irrefrenada, delata efervescencias y tempestades; irreflexivamente
manifestada, da testimonio de una impostación superficial, y siem-
pre es un acceder a las almas ajenas" 53.

2.4. Necesitamos de los otros

La ocasión que movió a Edith Stein a elegir el tema de la em-


patía para su tesis doctoral era llenar una laguna en las explicaciones
del profesor Edmund Husserl: la construcción de un mundo objeti-
vo, para lo que se hace necesario una experiencia de intersubjetivi-

53 E. STEIN, La mujer, p. 290.


36 EZEQUIEL GARCIA ROJO, OCD

dad; es decir, una comunidad de individuos que intercambien sus


vivencias.
Edith Stein cree haber hallado la solución recurriendo a la em-
patía, como experiencia de vivencias de sujetos extraños. Para la
fenomenóloga es necesario hallar la ventana que nos comunique con
las otras mónadas, ya que "encerrado en las barreras de mi indivi-
dualidad, no puedo ir más allá del mundo como a mí se me aparece;
sin embargo, se podría pensar que la posibilidad de su existencia
independiente que podría todavía darse como posibilidad, siempre
permanece indemostrada. Pero tan pronto como sobrepaso esas ba-
rreras con ayuda de la empatía y alcanzo la segunda y la tercera
aparición independiente de mi percepción del mismo mundo, se
demuestra esa posibilidad" Sol. Así pues, la experiencia empática es
la condición de un conocimiento del mundo exterior subsistente
compartido por una pluralidad de sujetos. Ya se dijo que al empa-
tizar a otros sujetos, se aprehenden sus cuerpos vivos como puntos
ceros de orientación, con las consiguientes visiones del mundo que
de los mismos derivan, pasando a ser mi punto cero uno más entre
tantos. Soy un yo entre muchos, y así ha de aprehenderse a la vez
que aprehendo a los otros sujetos. Es aquí donde cabe asentar la
experiencia intersubjetiva que hace posible un mundo objetivo.
Por lo general nuestras vivencias son sentidas (vividas) pero no
objetivadas simultáneamente; nos alegramos, nos entristecemos, odia-
mos, amamos, etc., sin que la reflexión sobre estos sentimientos nos
acompañen necesariamente; es en un segundo momento cuando vol-
vemos sobre esas modificaciones del ánimo y las evaluamos, las ob-
jetivamos. Pues bien, según Edith Stein son los otros quienes nos
provocan esta reacción, ya que en principio nuestros juicios se diri-
gen a las expresiones del cuerpo vivo extraño, que analizo y capto
como semejante al mío, y en consecuencia, me objetivo también yo ss.
Aquí topamos con uno de los axiomas más queridos por Edith Stein:
necesito de los otros para conocerme (objetivarme) a mí. Para la

54 E. STElN, Sobre el problema de la empatía, p. 111.


ss E. STEIN, O. c., p. 145. "Debería preguntarse cuánto de 10 que percibimos
dentro de y en nosotros mismos procede de una analogía con lo que captamos
en la experiencia externa como ser del hombre", E. STEIN, La estructura de la
persona humana, p. 136.
EDITH STEIN: LA FlLOSOFIA COMO APERTURA AL OTRO 37

autora, a la base de nuestro autoconocimiento y precediéndolo está el


conocimiento de los otros. De la misma opinión sería Ortega y Gas-
set, quien defiende que el yo viene después que el tú, "como culatazo
que nos da el terrible descubrimiento del tú" 56. Así pues, el otro me
constituye; somos o no somos en referencia a los demás. La origina-
lidad de cada yo y su respectividad común nos lleva a suponer que el
sujeto de la empatía no puede ser mi yo (es la postura de Theodor
Lipps), dado que se respetan los otros yo; en realidad habría que
hablar preferentemente de nosotros (que es más que la simple suma
de varios yo). Cada yo empático se comprende a sí mismo mejor a
partir de su relación con el resto de los yo extraños. En la obra Ser
finito y ser eterno, al tratar de la oración como puerta de entrada a las
profundidades del alma, menciona otras alternativas de introspección;
por ejemplo: "Una posibilidad de acceso al interior es la consecuen-
cia de las relaciones con otros hombres de la sociedad" 57.
Este modo de razonar está poniendo de manifiesto la importancia
de la comunidad a la hora de conocernos personalmente: aquí radica
el papel decisivo que Edith Stein otorga a los otros; el sujeto solita-
rio, eremita, sería para sí mismo un perfecto desconocido. "Sabemos
por experiencia que sin ayuda de otros hombres, separado de todo
entorno humano, no se desplegaría, en modo alguno, hasta alcanzar
su plena condición humana" 58. La autora lo aplica en especial al
campo ético, llegando a confesar que "aprendemos a valorarnos de
cuando en cuando a nosotros mismos justamente desde el momento
en que nos experimentamos como más o menos dignos de compara-
ción con los otros" 59. Quien vive solo, pensará siempre que lo suyo
es lo mejor, instalado como está en ilusos prejuicios personales. En
la biografía de Edith Stein no es raro encontrar testimonios donde se
56 J. ORTEGA Y GASSET, Prólogo a 'Historia de la Filosofía' de Émile
Breier, Obras completas VI, 4 ed., Madrid 1958, p. 386. Seguramente que
podrían encontrarse más aproximaciones entre el pensador español y la feno-
menóloga alemana. Así por ejemplo, para Ortega la función de la historia
(como disciplina) consiste en "hacer de todo otro ser humano un alter ego,
donde ambos términos -el ego y el alter- han de tomarse en plena eficacia",
p. 385-386. Edith Stein hablará de la permanencia de los diferentes yo origi-
narios en todo acto empático.
57 E. STEIN, Ser finito y ser eterno, p. 523, en nota.
58 E. STEIN, O. c., p. 260.
59 E. STEIN, Sobre el problema de la empatía, p. 183.
38 EZEQUIEL GARCIA ROJO, OCD

deja constancia del efecto corrector y siempre benéfico de los otros


respecto de ella. Antes de partir hacia Gotinga en abril de 1913, al
despedirse, un amigo le reprocha el exceso de exigencia para con los
demás de la auto suficiente y un tanto severa joven estudiante; a 10
que comentará: "Aquellas palabras me dejaron muy sorprendida. Yo
no estaba acostumbrada a ser reprendida ... , vivía en el ingenuo au-
toengaño de que en mí todo era correcto, como es frecuente en las
personas incrédulas que viven en un tenso idealismo ético. Y es que
cuando se está entusiasmado por el bien, cree uno que es bueno ...
Aquello fue una llamada que me hizo reflexionar" 60.
La vena originaria de la filósofa Edith Stein aflora también cuan-
do por los años 30 escribe sobre el sujeto humano, defendiendo una
vez más que no somos islas, ni mónadas cerradas; que sólo desde la
totalidad se explica lo particular, que desde el nosotros se compren-
de al yo. Cuando este nosotros adquiere las dimensiones de la hu-
manidad, se han puesto las bases para la mejor comprensión de cada
sujeto. De cara a la educación y desarrollo del ser humano este
planteamiento sugiere interesantes supuestos a tener en cuenta; ca-
bría decir: me conozco en todos los otros. En expresión de Edith
Stein con cierto sabor a hegelianismo: "Todo individuo tiene su
lugar y su tarea en el único gran desarrollo de la humanidad. Hay
que entender la humanidad como un único gran individuo (sólo bajo
este postulado puede comprenderse la historia de la salvación). Cada
ser humano individual es miembro de este todo. En cada miembro
se muestra la estructura esencial del todo, pero a la vez cada cual
tiene su propio carácter de miembro y debe desarrollarse, si quiere
que el todo llegue a su plenitud" 61. Una vez más, la perfecta sim-
biosis, el mutuo sostenimiento y el beneficio para ambos -yo y los
otros- queda del todo manifiesto.

60 E. STEIN, Estrellas amarillas, p. 179. Otro testimonio claro del beneficio


que aporta a un sujeto el convivir con otros, en este caso una comunidad
religiosa, lo refiere ella mismo cuando escribe desde el Carmelo: "Uno conoce
de verdad sus faltas cuando se vive en un convento. En la soledad se puede
engañar sobre sí mismo. Esto solo es ya una inestimable ventaja de la vida
conventual", citado en : Rilda Graef, Edith Stein. Versuch einer Biographie,
Frankfurt a. M., 1963, p. 162.
61 E. STEIN, La mujer, p. 231. Cfr. E. STEIN, La estructura de la persona
humana, p. 249.
EDlTH STEIN: LA FILOSOFIA COMO APERTURA AL OTRO 39

2.5. ¿Empatizar a los espíritus incorpóreos?

Está claro que en la concepción steiniana la empatía se lleva a


cabo ente individuos psicofísicos, donde el cuerpo vivo (Leib) juega
un papel determinante: es el vehículo que nos permite acceder a las
vivencias personales extrañas; las expresiones corporales son las
que revelan estratos profundos de las personas a los otros sujetos de
la empatía. Bajo este punto de vista, Edith Stein se alinea con la
postura aristotélica de que todo conocer tiene como presupuesto la
experiencia sensitiva; la corporeidad se le antoja requisito impres-
cindible, hasta afirmar taxativamente: "Yo, como individuo psicofí-
sico no llego verdaderamente al conocimiento espiritual de otro in-
dividuo por ningún otro camino. Ciertamente sé de muchos vivos y
muertos que no he visto nunca. Pero lo sé por otros que veo o por
medio de sus obras que percibo sensiblemente y que han sido pro-
ducidas gracias a su organismo psicofísico. En innumerables formas
viene dentro de nosotros el espíritu del pasado, pero siempre ligado
a un cuerpo físico: palabra escrita o estampada o grabada en la
piedra, piedra o metal convertidos en una configuración espacial" 62.
Cuando Edith Stein redacta la tesis doctoral (1915-1916) ha de-
jado atrás toda práctica religiosa, viviendo en la indiferencia. No
obstante, en el escrito aparecen referencias que traicionan el origen
y la formación religiosa de la autora y que son traídas cuando se
trata de aclarar diferentes aplicaciones de la empatía. Por ejemplo:
¿Un ateo podría empatizar la vivencia creyente de otro sujeto? La
respuesta que nos ofrece suena así: "Yo mismo puedo ser incrédulo
y, sin embargo, entender que otro ofrezca a su fe lo que posee en
bienes terrenos. Veo que obra así y empatizo como motivo de su
obrar una valoración cuyo correlato no me es accesible y le atribuyo
un estrato personal que yo mismo no poseo. Así empatizando ad-
quiero el tipo de homo religiosus, que me es esencialmente extraño
y lo entiendo" 63. A través de las acciones (expresiones) que trans-
miten sensaciones, capto un mundo interior, originario de otro, pero
aprehensible por mí.

62 E. STEIN, Sobre el problema de la empatía, p. 183-184.


63 E. STEIN, O. C., p. 181.
40 EZEQUIEL GARCIA ROJO, OCD

y surge la cuestión: ¿Qué posibilidades quedan para acceder a


otro que se define espíritu puro, a Dios, por ejemplo? El rigor filo-
sófico de esta mujer no admite excepciones ni componendas: Dios
seda otro sujeto al que se accede por los mismos mecanismos que
cualquier otro yo extraño. "También así capta como creyente el
amor, la ira, los mandamientos de su Dios, y no de otra manera Dios
puede captar su vida. Dios, como en la posesión de un conocimiento
más perfecto no se engañará en la experiencia de los hombres, como
se engañan los hombres entre sí en sus vivencias. Pero tampoco para
él serán iguales las vivencias de los hombres ni el mismo modo de
datidad" 64. ¿No recurren los místicos a expresiones del todo sensi-
tivas para describirnos sus experiencias sublimes? Ya se mencionó
la importancia capital que santa Teresa de Jesús otorgaba a la con-
sideración de la humanidad de Cristo para ascender a la contempla-
ción de Dios. Asimismo la historia religiosa proclama que Dios se
ha manifestado de muchas maneras con la sana finalidad de darse a
conocer a los otros, a los sujetos psicofísicos, y en su mayor mani-
festación asumió la condición humana, se encarnó.
A pesar de lo expuesto en este último apartado, son muchos los
interrogantes que flotan en el aire, y cuya complejidad invita a ser
cautos. Ciertamente la ausencia de la corporeidad afecta gravemente
a la posibilidad empática, por lo que por coherencia intelectual la
autora cierra la tesis con la siguiente confesión: "Ha habido hombres,
que en un imprevisto cambio de sus personas creyeron experimentar
la acción de la gracia divina, otros que se sintieron guiados por un
espíritu protector ... Entre tanto yo dejo la respuesta de la pregunta
formulada a ulteriores investigaciones y me contento con un non li-
quet" 65. Muy bien podría estar haciendo referencia esta judía conver-
tida a ciertas narraciones bíblicas del Antiguo Testamento donde Dios
toca a algún personaje, o a algún santo, caso de Teresa de Jesús.
La continuación y una posible respuesta a la cuestión aquí plan-
teada puede hallarse en otras obras de Edith Stein, sobre todo en
Ser finito y ser eterno. Ensayo sobre una ascensión del ser y en
Ciencia de la Cruz. Estudio sobre san Juan de la Cruz; en éstas

64 E. STEIN, O. e., p. 33.


65 E. STEIN, O. e., p. 184-185.
EDITI-I STEIN: LA FILOSOFIA COMO APERTURA AL OTRO 41

el recurso a la fe tiene papel decisivo, sobrepasando de alguna


manera la dinámica natural del proceder fenomenológico aplicado
a la empatía del otro, cuyo nombre es Dios. Mas por otra parte, la
autora no se apartará ni renunciará a su sistema filosófico, con el
que simpatizó durante toda su existencia, incluido su tiempo cris-
tiano y religioso contemplativo. Sirva como ejemplo un texto to-
mado de la última obra citada, donde constata la autora la escasa
atención prestada por el doctor Místico a este problema, pero a la
vez apunta la posibilidad de su desarrollo: "Poco es lo que haHa-
mos en la doctrina del Santo relativo a la comunicación de las almas
entre sÍ. Hay una sola relación humana de que trata con alguna
atención: la de las almas espirituales con su director. Mas tampoco
se interesa en señalar los medios por los que se establece esta co-
municación. Tan sólo una vez hace la advertencia de que el hom-
bre, a quien le ha sido otorgada la gracia de la discreción de es-
píritus, puede conocer por pequeños indicios externos lo que
acontece en el interior de los demás" 66.
y a modo de conclusión. ¿El esfuerzo steiniano consigue la fi-
nalidad marcada a los inicios: la constitución de un mundo objetivo
compartido por mi yo y por otros sujetos extraños? Si atendemos al
juicio que le mereció al director de la tesis, Edmund Husserl, la
respuesta ha de ser del todo afirmativa 67. Claro está que no siempre
quien está embarcado en la misma tarea goza del punto de vista más
idóneo para una valoración desinteresada.
Cuando Edith Stein acude a Gotinga (1913) acaba de ser publi-
cada la obra de Edmund Husserl Ideas para una fenomenología

66 EDlTH STEIN, Ciencia de la Cruz. Estudio sobre san Juan de la Cruz,


Monte Carmelo, Burgos 1988, p. 189. (Subida, JI, 24)
67 El juicio valorativo de Edmund Husserl sobre la tesis misma puede leerse
en la traducción italiana de la misma: E. STEIN, Il problema dell'empatia, Roma
1985, p. 29-30. En la recomendación que escribe el profesor en 1919 a favor de
Edith Stein de cara a un puesto en la universidad, hace la siguiente valoración:
"La señorita Doctora en filosofía Edith Stein, alumna lIÚa durante unos años en
las universidades de Gotinga y Friburgo, consiguió en el semestre de verano de
1916 el doctorado en Filosofía en Friburgo con summa cum laude, con una sin-
gular disertación científica sobre la Einfühlung, despertando el interés de los
especialistas desde su aparición", E. HUSSERL, Empfehlung für eine Habilitation
Edith Steins, en: Waltraud Herbstrith, Edith Stein. Ein neues Lebensbild in Zeug-
nissen und Selbstzeugnissen, 2." ed., Herder, Freiburg 1985, p. 77.
42 EZEQUIEL GARCIA ROJO, OCD

pura y una filosofía fenomenológica, donde los alumnos advierten el


peligroso deslizamiento del profesor hacia el idealismo, al hacer
depender las cosas de la conciencia 68. Ahora bien, ¿logra la alumna
subsanar el error del maestro? Bien miradas las cosas, parece ser
que no del todo; porque, en definitiva, cuando yo empatizo otro yo
extraño, este segundo no escapa a mi yo, de alguna manera queda
incluido en el ámbito de mi conciencia; es decir, forma parte de mi
vivencia, Ruben Guilead advierte de la aporía en que se enredan
tanto Edmund Husserl como Edith Stein: los otros, a los que apren-
do como otros, es decir transcendentes a mí, con sus vivencias ori-
ginarias propias, en realidad los constituyo en la imnanencia de mi
yo 69. Estaríamos ante una transcendencia inmanente del otro; con lo
que paradójicamente nos situaríamos en una posición inversa a la
que Edith Stein defiende: yo no me conozco a partir de los otros,
sino que son los otros quienes se constituyen a partir de mí (de mi
vivencia empática). El otro no es otro sin más, el otro es un tú que
aparece como contraste ante un yo original.
Sea como fuere, el esfuerzo y el mérito de Edith Stein por brin-
damos un acceso al otro, que es nuestro semejante y constituyente,
es innegable. Estamos ante una aportación a una de las cuestiones de
más actualidad: el interés por los otros, por acceder a los mismos sin
vulnerar su originalidad y dignidad, dando lugar así a un mundo de
todos y para todos 70. Se requiere un nuevo talante, un liberarse de
tantos prejuicios y una nueva sensibilidad hacia lo ajeno, en una
sociedad donde el individualismo y la superficialidad está adqui-
riendo mayor peso en las relaciones interpersonales. El otro no
debería ser reducido a contrincante al que vencer en el difícil campo
de la vida; es un sujeto personal con un rico bagaje interior por
compartir. Por tanto, su presencia me enriquece. Así lo consideró
Edith Stein, y así nos lo ha hecho ver.

Cfr. E. STEIN, Estrellas amarillas, p. 232.


68
Cfr. R. Guilead, O. C., p. 41. También se hace eco de la dificultad Carla
69
Bettinelli, O. C., p. 20.
70 «Después de setenta años de ver la luz, la obra de Edith Stein sobre la
empatía (Einfühlung) ha irrumpido en el actual debate sociológico". Alejandro
Llano, La nueva sensibilidad, Espasa, Madrid 1988, p. 228.

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