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De Tensiones y Expectativas - Experiencias de Prácticas de Lenguaje en El Colegio San José
De Tensiones y Expectativas - Experiencias de Prácticas de Lenguaje en El Colegio San José
Universidad de Chile
Cristóbal Salamanca.
Profesores:
Adian Baeza
Maria Flores
La escuela cuenta con una matrícula de 398 estudiantes para el presente año, estando
el estudiantado distribuido entre Primer Ciclo -Pre-Kínder a Segundo Básico-, Segundo Ciclo
-Tercero Básico hasta Octavo Básico- y Enseñanza Media -Primero Medio hasta Cuarto
Medio-, manteniendo régimen de Jornada Escolar Completa en todos sus niveles (Proyecto
educativo Institucional1, p. 6). Se reconoce un 65% de estudiantes prioritarios reconocidos
por la Ley SEP, mientras que el índice de vulnerabilidad escolar corresponde a un 53% en la
educación pre-básica, un 87% en la básica y un 90% en la educación media y se señala que el
establecimiento es 100% gratuito. En el establecimiento, un 17% del alumnado es inmigrante
y no se pudo realizar una estimación de estudiantes pertenecientes a la comunidad LGBTQ+.
En términos de infraestructura, el edificio es uno pequeño que cuenta con dos pisos
donde se distribuyen las distintas salas de clases, laboratorios, biblioteca y salas
administrativas. La multicancha está hecha de concreto, al lado de ella hay un pequeño patio
por donde los estudiantes circulan entre sus clases y durante el recreo. Los estudiantes de
básica más pequeños tienen su propio patio, pero estos también se expanden hacia cualquier
1 PEI desde ahora en adelante
rincón que sus juegos requieran. Existen salas hechas de containers que bien pueden servir de
bodegas u oficinas de atención psicológica. Los estudiantes de media no cuentan con salas
propias, sino que se deben movilizar entre las salas temáticas para asistir a sus clases. El
octavo básico es uno de los cursos que resulta una excepción para algunas asignaturas, puesto
que siendo 34 estudiantes es un curso muy grande para algunas de estas salas. Sin embargo,
la institución se ha caracterizado por resguardar a sus estudiantes, protegiendo sus intereses y
velando por la calidad de su educación.
Tras esto, nos dirigimos cada uno a nuestras respectivas salas de clases, donde nos
encontraríamos con nuestros profesores de práctica. El primer curso con el que tuve contacto
fue el primero medio. La sala de lenguaje está pintada de rojo, tiene un mural de violeta parra
en una de sus paredes y una colección de libros de poesía en uno de sus estantes. Los
estudiantes no tienen mesas, sino que sillas-pupitres que ellos pueden organizar como ellos
quieran, lo cual es la constante en la mayoría de las clases a pesar de los requerimientos de
los profesores. El curso consta de 26 estudiantes, muchos vecinos del colegio y habitantes de
la villa el Cobre. Dentro del curso hay dos estudiantes PIE que solicitan apoyo para realizar
algunas tareas, por lo demás, ningún otro estudiante parece necesitar apoyo educacional
profesional constantemente. Al llegar, me presentan, saludo y me siento en un puesto al
costado de la sala. Algunas miradas me siguen, pero el clima de la sala está enfocado en otras
cosas: estudiantes comiendo en un rincón, otros conversando vivamente, mientras ríen y
muestran cosas en sus celulares. Otros caminan para prestarle algo a su compañero, más
juegan en sus celulares, en grupo en una misma partida. La clase aún no comienza ya que el
profesor está contando un folio de hojas. Pide silencio e indica que va a comenzar la prueba,
les pide que vuelvan a sus puestos, la profesora PIE refuerza la indicación, por lo que los
estudiantes se ven vencidos, más no derrotados en este pulso. La evaluación no se desarrolló
con el silencio que debe ser resuelta una prueba que contiene textos largos de lectura. Los
estudiantes hablaron, comieron y jugaron al celular mientras se desarrollaba la evaluación.
Muchos terminaron antes, pocos la hicieron por completo, el resto de la hora se desarrolló en
ambiente de desorden mientra algunos pocos aún escribían e intentaban mantener la
concentración en ese ambiente. El cenit de la jornada llegó cuando “el Freddy”, arrojó una
bola de papel, desde el medio de la sala hacia el basurero que está enfrente. Sin embargo, la
bola no llegó al papelero, sino que directamente al profesor: Tristan Madrid. Quien procedió
a llamarle la atención y anotarlo. La situación sin duda es caótica, pero poco tiempo después
suena la campana y los alumnos van al recreo. Salgo junto al profesor a la sala de profes que
queda al lado. Allí me relata un poco de su vida.
El profesor Tristan Madrid es un profesor joven, cuya carrera docente lleva apenas
unos años. Me indica que ha estado en otros trabajos, donde ha granjeado todo tipo de fama.
Tuvo problemas con la dirección de su colegio anterior, que incluso llegaron a desarrollarse
legalmente; sin embargo, plantea que tuvo excelentes relaciones con sus estudiantes
anteriores. En pocas palabras es una personalidad que busca destacarse en varias aristas del
campo de las humanidades: es profesor, también modelo y actor, pero también ha publicado
varios libros con sus cuentos y escritos. Sin ahondar en la calidad de estos, (me regaló uno al
final de mi implementación), es preciso considerar que el profesor denota bastante
personalidad, confianza en sí mismo ademá de un cuidado permanente a su imagen, lo que
puede evidenciarse a través de su vestimentas y maquillajes, que siempre buscaron romper
con la heteronorma que preexiste como base dentro de la sala de clase.
La siguiente hora de clases eran varios bloques después y siendo apenas las 12, me
dispuse a explorar los alrededores del colegio. Es una comunidad que a pesar de tener sus
años sigue en construcción de sus espacios comunitarios e intenta complementar los nuevos
espacios recreativos y áreas verdes en los blocks de la villa. Cerca del colegio hay una plaza,
hay varios locales que venden completos y distintas comidas a precios muy económicos.
Todo esto nos indica sobre el pulso del desarrollo que se vive entre esas calles. La
organización popular, la intervención y ornamentación en las plazas, hablan de una
comunidad dispuesta a los cambios progresivos, la buena convivencia y el respeto por la
juventud. El colegio intenta insertarse en este espíritu del cambio, y realiza esfuerzos que se
traducen en la reactivación de instancias afectadas por la pandemia y el cierre de las escuelas
en 2020. El resurgimiento del Centro de Estudiantes y el Centro de Madres, Padres y
Apoderados, así como también el interés por recuperar la vinculación del colegio con la
comunidad desde el volver a dictar talleres y actividades para los vecinos y vecinas del
sector, son muestra de esta convicción.
Volví al colegio luego de una merienda. Nos tocaba el octavo básico, otros profesores
los presentaron como un buen curso, listo y dispuesto a realizar cualquier tarea. Palabras que
si bien, no pude confirmar del todo, si pude evidenciar los buenos ánimos de los estudiantes,
su unión como curso y el humor que emanaba desde ellos y ellas. La sala era ruidosa a ratos,
sin embargo, prestaban atención, anotaban cuando les indicaron que debían hacerlo y se
concentraban para realizar las tareas que el profesor les proponía. Al llegar a la clase me
presentaron y me fui a sentar atrás, de inmediato, uno de los estudiantes, que durante toda mi
implementación uso mascarilla, me comenzó a hablar y a realizar un montón de preguntas,
muy interesado por mi persona. Es imposible destacar la variedad de conductas de los
estudiantes del octavo básico, pero sí podemos plantear que habían estudiantes que se
destacaban y tomaban roles de liderazgo frente a otros. Eran estos estudiantes los que a pesar
del desorden, de que sus compañeros jugaran o hablaran con otros, seguían trabajando para
sacar su tarea o grupo adelante. Además, estos estudiantes eran los que más desplegaban
personalidad y dicho sea de paso, los que más participaban en las clases. Sin embargo, este
despliegue de personalidad en la clase eclipsaba el trabajo que ofrecían otros estudiantes, qué,
al no tener la misma atención en sus trabajos, simplemente pasaban de hacer uno mejor o
destacarse o derechamente no hacer el trabajo. De forma que se generaron líderes
excesivamente activos, cuyos seguidores yacen acomodados a su trabajo, ritmos y gustos a la
hora de las actividades, lo que evidentemente resulta en un problema para el desarrollo de su
independencia. Esto pude percibirlo en estos primeros acercamientos en la actividad que iban
a realizar ese día: analizar la estructura interna de un poema. Muchos de ellos lograron
completar la guía, pero solo unos pocos aplicaron verdaderamente el conocimiento que
tenían. Muchos optaron por copiar el trabajo de sus compañeros, de forma que no se puede
apreciar realmente su aprendizaje a través de este medio. A pesar de eso, la jornada terminó
bien, ya que el clima que emanaba de la sala era bastante tranquilo a pesar del paseo y charlas
de los jóvenes.
Ese primer día perfila muy bien el contexto escolar y, de alguna forma, logra ver a los
actores que serán relevantes para el desarrollo de esta práctica. Mi día concluyó pensando en
el reto que sería implementar en aquel colegio, el contexto vulnerable, los alumnos
desafiantes y desinteresados en el aprendizaje que pueden desarrollar en la escuela, me
plantean diversos escenarios en mi mente. Las alternativas que comencé a barajar fueron
intervenciones que se adapten a su conducta y a lo que están acostumbrados a hacer: usar sus
celulares, dialogar con sus compañeros y compañeras o moverse por la sala. De inmediato
observé los problemas que ocasiona la conducta de Freddy y sus amigos que, en más de una
vez ocasionarán un enredo. Sin embargo, todas esas especulaciones y expectativas poco se
parecieron y se ajustaron a la sucesión de eventos que sucedieron realmente.
Las clases del profesor Tristan se componían básicamente de una breve explicación
que luego daba paso a la actividad que el profesor proponía. Por lo demás, era bastante
flexible con las conductas desaforadas de los estudiantes, apenas detenía o ponía atención en
las constantes peleas de los alumnos. Muchos de ellos arrojándose cosas unos a otros,
terminaron golpeando a otros estudiantes e incluso a mí de “casualidad” o “accidente”. Sin
embargo, el profesor era muy estricto con “masticar chicle”, ya que esto le “daba asco” [¿No
le causaba nada que los estudiantes peleaban o que le arrojaran cosas unos a otros?], de igual
forma era muy estricto con los celulares, ya que los estudiantes los usaban constantemente y
los desconcentraba, pero le daba igual que hablaran unos con otros interrumpiendo la clase o
metiendo ruido comiendo. Los contenidos entregados no se adaptaron al currículum nacional
hasta el momento de mi implementación, ya que visualicé que el profesor me había
encargado las primeras unidades de primero medio (libertad) y octavo (amor) para
desarrollar. Los contenidos entregados a los estudiantes fueron los necesarios para hacer las
actividades y responden a los formatos que el profesor les entregaba: exposiciones, poesía y
la carpeta. Lamentablemente no pude asistir a observar las clases del miércoles, las cuales
estaban destinadas a reforzar la ortografía de los estudiantes, tampoco pude observar las
primeras clases del profesor, las cuales, en teoría, pasó materia que los estudiantes apenas
anotaron en sus cuadernos, cosa que se evidenció en los paupérrimos resultados de la primera
prueba, donde se les permitió usarlos para responder. Sin embargo, a través de esas
actividades los alumnos podían enfrentarse al contenido: ya que no hubo ninguna preparación
para las exposiciones orales frente a sus compañeros, ni ningún entrenamiento en dicho tipo
de evaluación. Los estudiantes estudiaron sobre mitos y leyendas además de preparar las
presentaciones por su cuenta, sin clases destinadas a explicar cómo realizar este tipo
actividades. De forma que, en dichas evaluaciones orales, muchos estudiantes apenas leyeron
muy nerviosos lo que habían copiado y pegado en su Power Point, mientras que unos pocos
expusieron relajadamente frente a sus compañeros. Un número importante de ellos no supo
realizar el Power Point, presentando imágenes o videos descargados de Canvas que debían
pausar y adelantar para entregar toda la información. Esta situación se vivió también en
octavo básico, cuando el profesor le encargó a los estudiantes exponer sobre Héroes y Dioses
de forma oral e individual frente a sus compañeros. Muchos estudiantes solo leyeron, pocos
pudieron presentar de forma sosegada y yo mismo tuve que ayudar a muchos a hacer sus
Power Points el mismo día de las presentaciones.
En mi apreciación las clases del profesor Madrid eran ambivalentes, ya que si bien sus
actividades responderán a una ampliación de referentes e incursiones fuera del currículum
nacional para que los estudiantes exploren su creatividad a través del lenguaje, estas
intenciones no eran captadas o eran de poco interés para los estudiantes. Esto se vió
evidenciado tras el desarrollo de la última remedial de la primera prueba, ya que tras su
acabose, muchos estudiantes que vieron arreglada su nota se relajaron y decidieron no prestar
atención o derechamente no realizar las actividades que se les proponía, demostrando que el
desarrollo de las primeras actividades era por el interés de subir su nota. Durante mi
implementación intenté que los estudiantes adquirieran más independencia en el trabajo, pero
también intenté que se acercaran al trabajo en clases por un interés genuino que no
dependiera de una nota.
Las primeras tensiones que tuve con el profesor Tristán Madrid fueron unos
comentarios que recibí por parte de unos estudiantes de Octavo Básico, a los que yo les había
comentado una actividad realizada por el profesor durante mi etapa de observación. En ese
momento, ellos me preguntaron “¿Cuál era el viaje del héroe de Afrodita?” ya que el profesor
les había encargado exponer sobre el viaje del Héroe del personaje histórico-mitológico que
se les designaba. A esto yo les comenté que era complejo hablar del viaje del héroe de los
dioses, ya que estos no mueren y a veces a penas se preocupan por las cosas humanas y que
por sobre todo porque ellos son dioses y no heroes estrictamente hablando. Esta disyunción
plantea que los dioses no alcanzan a cubrirse dentro del marco que propone el monomito de
Joseph Campbell agregó aún más confusión dentro de los estudiantes que ni siquiera habían
entendido del todo la breve explicación sobre el “viaje del héroe”. Comenté ciertas
incongruencias de esta actividad con algunos estudiantes, estos, al parecer, se las comentaron
al profesor en algún momento donde yo no estaba presente. Los comentarios del profesor
fueron que yo mentía, y que los profesores a veces mentimos para no darles las respuestas
correctas a los jóvenes. Esto me pareció curioso en un primer punto, pero apenas le di
importancia y lo dejé como un mero comentario aislado.
Las verdaderas tensiones las observaría dentro de mis primeros momentos de práctica,
al interrumpir mi discurso inicial al curso, un discurso que buscaba plantearle a los
estudiantes ir más allá de la lógica del castigo y las demandas de comportamiento normativas.
Tras este breve discurso, el no desaprovechó el breve silencio que generé para volver a
plantear las reglas de Su Clase: no mascar chicle, ni tampoco hablar por celular, poner
atención al profesor, cualquier ruptura de estas reglas iba a ser sancionada con una anotación.
Independientemente de las intenciones de estas indicaciones hacia los estudiantes, establecía
un eje de simetría clarísima donde él dominaba la clase y podía intervenir en la
implementación cuando él quería, remarcando la perspectiva conductista que precisamente yo
quería romper. No sé hasta qué punto el profesor no entendió mi declaración de intenciones o
quizá la vió solo como un palabrerío; no obstante, noté la ausencia de consideración de la
teoría psicológica docente básica cuando me dirigió sus comentarios a mi primera clase.
Frente a toda la sala de profesores dijo: “Hiciste todo mal”, “Te salió todo mal”; “Yo creo
que resultó a veces”, reparó la profesora Lorena. Ante esto no respondí nada relevante,
cambiamos el tema y continuamos con el día y las implementaciones como estaban
programadas, pero estos comentarios, el clima general de la sala y las expectativas de las
clases no cumplidas, generaron un rechazo y en fin, un refuerzo negativo hacia esas tres
primeras horas de clases que escaló con los días y los eventos.
El comentario negativo se volvió a repetir tras la segunda clase, de la cual volvió a
declarar frente a los otros profesores y practicantes que estaban en la sala de profesores que
los estudiantes ‘no entendieron nada y se acercaron a preguntarle’, ‘que los estudiantes tienen
los cuadernos vacíos y es necesario que registren’, ‘que no sabían que les estaban enseñando’,
‘que dejara ese conocimiento en la universidad ya que a ellos les corresponde aprender otros
contenidos’. Frente a esto me remití en mostrarle el fajo de hojas de cuadernos con las
distintas experiencias que los estudiantes habían escrito, lo que para mi era una evidente
muestra de que había un entendimiento con el grupo y varios ellos, además de evidencias de
su trabajo.
Los comentarios negativos se hicieron una constante tras la implementación de mi
tercera clase en el primero medio, el Lunes 12 de Junio. En esta clase, busqué implementar el
OA 07 “Comprender la relevancia de las obras del Romanticismo, considerando sus
características y el contexto que representan” (CN, 2015, p. 63). Pensé mucho en esta clase y
en cómo el currículum nacional buscaba que los y las profesores integremos este objetivo de
alguna manera a la unidad de la Libertad. La observé en la proyección con distintas las
unidades que podrían ver más adelante y al mismo tiempo intenté plantearla como un
aprendizaje simple, rápido y formativo. Y así, entre tanta idea y consideración, llegué a la
conclusión de que reducir el romanticismo a 4 conceptos: libertad, naturaleza, sentimientos y
enfermedad, solucionaba los primeros requerimientos, pero que debido al contexto y
conductas del grupo, sería complejo de plantear significativamente, en una sola clase, dichos
conceptos. La solución la encontré al ver un viejo video en youtube: en él un joven buscaba
un tesoro en un intrincado laberinto, entonces pensé: eso mismo puede plantearse en el
colegio: la búsqueda de un tesoro.
En mi apreciación la actividad fue un éxito que motivó al trabajo incluso a aquellos
alumnos que apenas solían estar interesados y hacían la actividad. Sin embargo, la situación
se salió de control desde el primer momento y hubo que remarcar muy bien las instrucciones
para comenzar. Los estudiantes debían descifrar códigos, los cuales escondían en sí unos
poemas, dichos poemas describían lo que debían encontrar. La actividad tenía una trampa: los
elementos que debían encontrar eran tarjetas con uno de los cuatro conceptos escritos en
ellas, entonces si el estudiante puso atención a la clase y era lo suficientemente hábil con su
pensamiento lateral, podría adivinar rápidamente que los poemas escondían los 4 conceptos
sin descifrar el código y eso fue justamente lo que pasó: el grupo ganador pensó en el truco,
me dijo las claves y salió a buscar las tarjetas. Esta ha sido la clase más experimental que he
realizado en toda mi práctica pedagógica y debo admitir que necesita mucho cuidado en
varias dimensiones. En primer lugar, hay que llegar relativamente más temprano al colegio
para acomodar los carteles en los sitios que se tienen pensado para que los estudiantes
mañaneros no se den cuenta, de igual forma, se debe avisar a los funcionarios que se va a
realizar una actividad así y también se les puede incluir, como fue en este caso con una de las
funcionarias del colegio. La actividad debe realizarse antes de que comience el recreo del
primer ciclo, ya que los niños, en sus juegos, pueden encontrar uno o dos de estos carteles y
repartirlos por áreas no imaginadas. Pero por sobretodo, hay que remarcarles a los estudiantes
que no pueden salir si no resuelven los acertijos, ya que si no lo hacen solo estarán dando
vueltas sin encontrar nada, como pasó con varios grupos. Me causó gran satisfacción que
Matías, quien a pesar de estar siempre tranquilo y en silencio, solía dormir o jugar siempre en
las clases, me dijera al ganar: “Profesor podemos hacer más clases así”. A pesar de que la
elección de los grupos fue al azar estos volvieron a acomodarse en sus grupos iniciales una
vez iniciada la búsqueda en el colegio, sin embargo, los círculos se habían ampliado
incluyendo los estudiante que azarosamente quedaron con ellos. Si bien la actividad fue
planteada como una competencia, no hubo un solo ganador como tal, simplemente dije cuál
grupo había terminado, di la claves y las asocié con la materia y agradecí a todos y todas por
la disposición que tuvieron para realizar la actividad. Tras esto, les di dulces.
Si bien a mi juicio la clase no fue perfecta, que los estudiantes se hayan motivado a
participar como lo hicieron en ese momento no tiene comparación dentro de todo lo que
observé durante el semestre. Y si bien no todos participaron: Freddy continuó sin participar
activamente, dedicándose netamente a jugar en su celular, comer y conversar con otros
estudiantes que solo mostraron interés inicial y luego dejaron el trabajo. El carácter
experimental de la actividad consideró que tal vez no fuese del interés de todos, pero buscaba
que las personas que participaran tuvieran una experiencia integral con el colegio y que los
pusiera en contacto con las distintas dimensiones y personas que trabajan en él, ya que ofrece
explorarlo, además que demanda el trabajo en equipo que debe coordinarse para buscar un
pequeño trozo de cartón, da vuelta la situación de la sala, dejándola completamente fuera de
lugar, convirtiendo el patio en el aula. La profesora Lorena, me recomendó realizar una breve
actividad de cierre, donde ellos respondieron a la pregunta: “¿Qué aprendí en esta clase?”.
Muchos estudiantes no estuvieron muy seguros de lo que aprendieron, muchos solo lo
principal: que el romanticismo no se trata solo de los sentimientos románticos. Y un grupo
respondió sobre los conceptos revisados en la clase. A pesar de que hubieron estudiantes que
sí captaron las ideas principales que se querían plantar, la actividad fue vista como totalmente
fuera de lugar por el profesor. Para él no tenía sentido abordar el romanticismo sin antes
pasar los géneros literarios, pues los alumnos debían aprender poesía. De esta forma, observé
claramente que existía una notoria diferencia y sobreinterpretación de mis intenciones
pedagógicas, las cuales incluso para él se inclinaban en la improvisación, ya que ese día
olvidé mi pendrive y tuve que limitarme a buscar las imágenes de ejemplo en internet.
También apuntó a la actividad de la carta que implementé en octavo básico la semana pasada.
Según él “hice una actividad que no debía hacer”, que “no tenía sentido”. De esta forma, me
hallé ante comentarios para nada relevantes ni pertinentes para mi formación pedagógica y
que sobre todo no consideraban el planteamiento de un diagnóstico en un primer lugar.
El currículum si bien plantea recomendaciones de actividades e incluso de lecturas,
estas se quedan eso y pueden adaptarse según el contexto lo amerita, ya que el currículum
nacional no destaca el aprendizaje de contenidos, sino que el de habilidades. El romanticismo
es un objetivo dentro de la unidad de libertad ya que dentro de la realidad histórica de esa
época sucedieron hechos que determinaron la sociedad como la conocemos ahora: revolución
francesa, término de la idea de Dios, hombres enfrentados al destino, así que no está
desconectado del todo con la unidad; por otro lado, la unidad de Amor revisada en octavo
básico no propone una línea específica de acción y plantea la exploración de distintos
formatos para que los estudiantes se habitúan a investigar. Si consideramos que todos los
géneros literarios nacen desde el desarrollo del género epistolar, ¿acaso revisar la carta no es
introducir a este objetivo curricular?
Estos reclamos por parte de mi profesor guía en ningún momento se vieron
acompañados por una recomendación o cambios específicos en mi planteamiento. Y solo
mermaron mi disposición de cualquier diálogo valorativo en el futuro. Solo la profesora
Lorena se me acercó a ofrecerme una guía para que dirigiera mis siguientes presentaciones.
Actualmente, atesoro esas direcciones y las incorporo de alguna u otra forma en mis
implementaciones. En conclusión estos comentarios, plantearon en mi trabajo una mirada
bastante pesimista, ya que constantemente, el profesor me indicaba que los estudiantes no
estaban entendiendo nada y que la materia que yo les entregaba no le servía para nada. Yo
encontraba que estos comentarios caían a veces en la ironía, ya que en parte, todo lo que él
comentaba de mi trabajo era lo que yo había visto durante mi implementación: desconexión
con los estudiantes frente a la materia, improvisaciones constantes, donde yo participe, a la
hora de plantear actividades evaluativas, inventar o modificar teorías para que se adapten a lo
que él necesita.
Más allá de los simples comentarios, el profesor me sugirió que el iba a implementar
la siguiente clase de octavo (la cual estaba dentro de mis planificaciones) y la siguiente clase
de primero medio para sentar las bases de lo que los estudiantes “necesitaban” aprender en
esta unidades, ya que yo “no le estaba enseñando lo que ellos necesitaban”. De esta forma, vi
roto el primer acuerdo que emanó desde la reunión con el didacta: yo debía implementar
hasta el final de semestre; además que vi en peligro el desarrollo de mi práctica profesional,
ya que mis horas de práctica ya eran reducidas y si el me quitaba esas horas, serían reducidas
aún más. La falta de preocupación por esa dimensión por parte del profesor me preocupó y
me extrañó en un primer punto, ya que desestabiliza y cortaba entre medio el trabajo de
proyectos y el contenido que buscaba plantearle a los estudiantes. Seguí sus órdenes y sin
decirle mucho acepté su idea dejarlo implementar en los cursos que él solicitaba, lo hice más
bien con cierto desánimo, ya que me veía obligado por una suerte de jerarquía invisible que
englobaba nuestra relación profesional y que me hacía pensar dos veces antes de llevarle la
contra al profesor.
De esta forma, mi implementación tuvo un giro drástico, ya no determinado por los
estudiantes ni por el departamento de UTP, sino que por las mismas necesidades del profesor,
el cual sondeaba, de alguna forma, que los estudiantes de octavo básico y primero medio
necesitaban aprender poesía, la misma materia: elementos internos y externos de la poesía, ya
que eso era lo que pedían las unidades. Sin embargo, me gustaría repetir que en ningún punto
las unidades piden la aplicación de contenido específico, sino que más bien de habilidades
que se buscan desarrollar en los estudiantes, las cuales pueden o no guardar en sí cierta
dirección hacia el contenido. Mis clases se encontraban dentro de estos márgenes
curriculares, por lo que vi con cierta sospecha los actos del profesor ya que era evidente que
no había ninguna reflexión verdadera sobre estos documentos y que más bien le preocupaba
que mi clase no tuviera la forma que él pensaba era más eficiente.
Las siguientes implementaciones llevadas a cabo por el profesor Tristan, plantearon
giros al contenido y actividades que estaba realizando con ellos: en octavo dejó de lado la
dimensión personal y afectiva que intentaba plantear en la unidad y dió paso a realizar un
“waterfall card” donde se proyectaran los distintos tópicos literarios que abordan el amor
como el amor pos mortem, ignis amoris, amor mixtus, etc. La actividad fue evidentemente
improvisada y sin plantear ninguna conexión con el contenido que yo había revisado. Los
estudiantes la realizaron como las actividades anteriores: con desgano, copiando el trabajo de
sus compañeros o directamente buscando la información en internet para cumplir con lo que
el profesor le solicitaba. Al día siguiente, el profesor implementó también en primero medio,
pasando la misma materia que le vi pasar en octavo básico: estructura interna y externa de los
poemas. Los estudiantes recibieron la información como muchas otras anteriormente
recibidas e hicieron la actividad propuesta por el profesor como los había visto realizar
muchas otras. El contenido ofrecido por el profesor no era para nada difícil ni complejo ya
que es materia que se comienza a pasar en 7° básico. El análisis de estructuras internas y
externas es relativamente sencillo en sus primeros acercamientos pero estéril al fin y al cabo,
ya que no ahonda en la reflexión poética, sino que intenta clasificar a los poemas dentro de
una tabla donde se aprecian sus características más básicas como: número de versos, estrofas,
métrica y tipo de rima, además de intención del autor, la identificación de la voz poética y el
tono del poema. Elementos que si bien plantean un análisis, para los estudiantes solo fue
contar versos, estrofas y copiar el contenido que no entendían. El profesor buscó acercar el
contenido con una canción de Rosalía, pero los estudiantes no se vieron muy interesados en
ella.
La siguiente implementación de octavo fue planteada por el profesor, ya que si bien la
expuse yo, él me dijo lo que debía hacer: terminar el “Waterfall Card” y pasar el resto de la
materia a los estudiantes. Lo hice, sentí la actividad fuera de contexto y pude cerciorarme que
repetían los mismos fenómenos de antes: los estudiantes apenas realizaban lo que tenían que
hacer, hacían lo mínimo para cumplir, muchos copiaron el trabajo a su compañero. En mis
implementaciones posteriores volví a retomar, sutilmente estas ideas y ninguno supo
recuperar este contenido. Ese día martes, antes de despedirme del profesor, hablamos y
llegamos al acuerdo de que yo iba a implementar en la siguiente semana. Hecho que no pasó.
Consecuencias finales