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adriana y el caimán

07/06/10

Adriana era una niña muy solitaria y siempre estaba


buscando aventuras para pasar el tiempo. Un día,
mientras caminaba por el campo, escuchó un extraño
ruido que venía de un pequeño estanque.

—¿Qué es ese ruido tan raro? —dijo Adriana en voz alta,


esperando que el sonido de su propia voz calmara el
miedo que sintió.

Al acercarse al estanque, vio un caimán. Al verlo allí


solo, con cara de pena, Adriana se tranquilizó.

—Hola, pequeño caimán. ¡Qué solito estás! ¿Quieres


jugar conmigo? —dijo Adriana.

El caimán movió su cola y empezó a chapotear en el


agua.

—¿No veo a nadie por aquí? ¿Te has perdido? —preguntó


la niña

El caimán dejó de chapotear y apoyó la cabeza en la


orilla.

—Si quieres puedes venir conmigo. ¡Te adoptaré como


mascota! ¿Te parece bien? —dijo Adriana.

El pequeño caimán empezó a chapotear de nuevo y a dar


vueltas sobre sí mismo.
—¡Vale, amigo! Yo me llamo Adriana. ¿Cómo te llamas
tú?

El pequeño caimán salió del estanque y se fue corriendo


hasta un montón de piedras que había cerca del
estanque.

—¿Eso es una pista? ¿Te llamas Piedra? —preguntó


Adriana.

El caimán se quedó quieto y apoyó su gran cabeza en las


piedras.

—No, Piedra no. Entonces te llamas… ¡Roca!

El caimán dio dos golpes en el suelo con la cola y se


quedó quieto.

—No, Roca no, pero estoy cerca, ¿verdad?

El caimán dio tres golpes con la cola en el suelo.

—Vale, si no es Roca, entonces es… Ya sé. ¡Rocky!

El caimán empezó a dar vueltas y se fue corriendo al


estanque a chapotear de nuevo.

—¡Qué listo eres, Rocky! Vámonos a casa. Te prepararé


un gran estanque en el jardín para que siempre tengas
agua y te enseñaré muchas cosas.

El caimán se quedó quieto y dio dos golpes con la cola.

—¡Vale! Tú también me enseñarás cosas a mí.

Rocky chapoteó y dio vueltas antes de salir del estanque.


A la familia de Adriana no le gustó mucho la idea de
tener un caimán como mascota. Pero en cuanto vieron lo
inteligente y lo bueno que era Rocky, lo consideraron
uno más de la familia.

Cuando se hizo grande, Rocky tuvo que demostrar que


seguía siendo bueno. Porque un caimán es un caimán.
Aunque no le costó mucho, porque le habían querido
tanto de pequeño y que, al crecer, se había convertido
en un caimán muy cariñoso y amable.

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