Está en la página 1de 3

Rúbricas del culto público

La bienvenida
Cuando sea conveniente, se hace una procesión de entrada, con música adecuada. Un comentarista
puede mencionar el tiempo litúrgico en el que se está realizando la celebración, destacando, si fuere
el caso, los santos y fiestas de la semana. En ausencia de un comentarista, el presidente de la
celebración lo hará.

En la acogida, el oficiante saluda al pueblo y le da la bienvenida. Se dice una oración inicial.

Cánticos
Sigue un momento de himnos de alabanza a Dios. Las canciones deben cantarse preferencialmente
con todos de pie (excepto los que no puedan permanecer de pie). Se cantan tres o cuatro canciones,
por un tiempo máximo de 15 a 20 minutos. Pueden ser himnos tradicionales, cánticos modernos o
salmos bíblicos con música. Si la comunidad tiene compositores, recomiéndase utilizar sus
producciones también. Obviamente, los cánticos deben ser apropiados para el tiempo litúrgico
vivido y/o de acuerdo con las lecturas del día, así como con la doctrina y la teología adoptada por
esta Iglesia.

Después de los cánticos, todos se saludan, los unos a los outros, con la paz del Señor (a discreción
del oficial, este saludo de paz se puede hacer después del Credo).

Confesión de los pecados y absolución


Después de la confesión, se canta o se toca una canción. de contrición; luego el sacerdote pronuncia
la absolución y el pueblo responde: “Amén. el Señor también perdone todos sus pecados” – [cf. la
liturgia mozárabe].

En ausencia de un obispo o presbítero, el oficiante y el pueblo dirán juntamente, después de la


confesión: “En Cristo ‘tenemos redención, es decir, el perdón de los pecados’. Gracias a Dios” [cf.
Col 1.14]; o: “Oh Señor, te rogamos que escuches compasivo nuestras oraciones y perdones a todos
aquellos que a ti confiesen sus pecados, para que los que están acusados por sus conciencias sean
absueltos por tu perdón. Por Jesucristo, nuestro Señor, que vive y reina contigo y con el Espíritu
Santo, un solo Dios, ahora y siempre. Amén".

Bendición de los niños


En este momento, cuando hay niños, y si fuere el caso, ellos salen para las actividades de la escuela
bíblica infantil; pero antes van al frente y reciben la bendición del oficiante, la cual puede ser, a su
discrición, con unción con aceite o aspersión con agua.

Liturgia de la Palabra
Las lecturas deben ser las designadas por el Leccionario anglicano dominical y serán precedidas por
la oración del propio del día. Por razones pastorales, se puede suprimir o sustituir cualquier lectura
excepto el Evangelio, que nunca debe ser suprimido y solo puede ser reemplazado por razones muy
graves, que se deben informar al obispo anticipadamente, siempre que sea posible.

Los textos sagrados se leen en este orden [diciendo al final]:


• Antiguo Testamento
– [Lector: “Palabra del Señor” – Todos: “Gracias a Dios”]
• Salmo de respuesta (para ser cantado o leído)
– [Cantante/Lector: “Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo” – Todos: “Como era en el
principio, es ahora y será por los siglos de los siglos. Amén.”].
• Nuevo Testamento (Epístola, Hechos o Apocalipsis)
– [Lector: “Palabra del Señor” – Todos: “Gracias a Dios”].
• Evangelio
– [Lector: “Palabra de salvación” – Todos: “Gloria a ti, Señor”].

El Salmo es un cántico entonado por la congregación como respuesta a la lectura del Antiguo
Testamento; pero también puede ser leído, a discreción del oficiante. Las lecturas del Antiguo
Testamento, del Salmo responsorio y del Nuevo Testamento se hacen con el pueblo sentado. La
lectura del Evangelio es privilegio de un diácono, si estuviere presente. Antes de la lectura, todos se
ponen de pie [para el cántico de aclamación al Evangelio, que puede ser comunitario, un coro o un
solo (a discreción del oficiante, este cántico puede ser suprimido)]. Entonces el lector dice:
“Proclamación del Evangelio de Jesucristo, según... [o: como escribió...]” y hace la lectura. Todos
se sientan excepto el predicador, que asume el púlpito. El obispo, a su discreción, puede predicar
sentado en su silla.

Sermón / homilía
A menos que una razón pastoral requiera lo contrario, el sermón debe ser sobre los textos leídos (o
sobre uno de ellos) y estar adecuado al tiempo litúrgico. Es necesario tener sabiduría para no
predicar sermones muy largos o demasiado eruditos; la palabra de Dios se debe anunciar con
brevedad y sencillez, pues ella hablará por sí misma.

Credo
Los credos autorizados por esta Iglesia son los comúnmente llamados "Apostólico" (o "de los
Apóstoles") y “Niceno” (o “Niceno-constantinopolitano”). Cualquier otro credo o confesión de fe
sólo puede usarse con el permiso del obispo. Después del Credo, se canta o toca una canción
apropiada para crear un ambiente propicio para la oración.

Oración
En este momento, se pueden decir oraciones espontáneas o con el uso de alguna fórmula prescrita
en este Breviario, especialmente de los oficios de la Oración Matutina y la Oración Vespertina, o la
Oración de los Fieles. Los que puedieren arrodillarse, deberán hacerlo. El oficiante, a su discreción,
podrá llamar a la frente a los enfermos y a los demás que sufren, y ungirlos con aceite o asperjar
agua, orando por sanidad y milagros. La manifestación de los dones espirituales es bienvenida, pero
la moderación debe ser el nuestro estándar. Corresponde al presidente de la celebración velar por la
buena orden, estableciendo los límites para la expresión de dones.

Liturgia Eucarística - Cena del Señor


Comienza con la entrega de diezmos, ofrendas y outras donaciones. Se reparten sobres, en los que
cada uno pone el diezmo y cualquier otra cuantía que propuso en su corazón. Luego el oficiante
dice una oración de agradecimiento po los diezmos y otras ofrendas, bendiciendo las finanzas de
todos los presentes y se pone de pie en un lugar apropiado para recibir lo que ellos trajeren. Al
recibir, aprieta la mano al dador, bendiciéndolo.

Luego todos los concelebrantes se lavan las manos, empezando por el presidente de la celebración
(obispo o presbítero) y el cual inicía la Plegaria Eucarística, estando todos de pie.

Autoexamen
Después de la Plegaria Eucarística, todos se sientan y se examinan delante del Señor, en silencio,
durante algunos momentos El examen no tiene la intención de encontrar pecados que impidan uno
de participar, porque todos somos pecadores, y Jesús murió precisamente por esta razón, por la que
somos pecadores. El objetivo aquí es concientizarnos de que somos pecadores, es decir, debemos
reconocer nuestro estado a lamentable ante Dios, y así acercarnos a la mesa eucarística, para nos
alimentarmos del Cuerpo y de la Sangre de nuestro Señor Jesucristo.

Para terminar el autoexamen, se puede cantar una música apropiada, antes de rezar el Padre
Nuestro.

Rúbrica disciplinaria: Si el oficiante entiende que alguien debe ser prohibido de participar de la Cena del Señor, por
mantener una conducta incompatible con la fe cristiana y no demostrar arrepentimiento o deseo de cambio, debe hablar
en privado con esa persona, haciéndola saber que no puede comulgar hasta que se elimine este impedimento. El obispo
debe ser comunicado lo antes posible, con una explicación de los motivos que llevaron a esa decisión.

La Fracción del Pan y la Comunión


El celebrante comulga, luego los que le están ayudando; y luego se distribuye la Cena al pueblo.

Ritos finales
Antes de la bendición final y la despedida, pueden ser dados los avisos y ser hechos los arreglos
para alguna outra actividad de la iglesia. Un diácono, si está presente, hace la despedida del pueblo,
o lo hará el celebrante.

De las tradiciones de la Iglesia


El artículo 34 de los Treinta y Nueve Artículos de Religión de la Iglesia de Inglaterra enseña que no
podemos tener los ritos, las tradiciones y las ceremonias de la iglesia como intocables; pero si han
sido establecidos por la autoridad competente, a nadie es dado el derecho de cambiarlos por su
própria cuenta ("por su juicio particular"). Como todo debe ser hecho para edificación, cualquier
cambio debe ser propuesto primero al obispo y discutido con él, el cual debe ser sensible a la voz
del Espíritu Santo y autorizar lo que fuere conveniente.

San Ignacio de Antioquía, escribiendo a los Magnesianos, enseñó: “Tal como el Señor no hizo nada
sin el Padre, con quien estaba unido, sea por sí mismo o por medio de los apóstoles, ustedes nada
deberán hacer sin el obispo y los presbíteros. Y no intenten hacer que parezca bueno lo que hagan
aparte de los demás: sino que haya entre ustedes una oración en común, una suplicación, una mente,
una esperanza, en amor” (Mag 7). Y las Escrituras Sagradas habían ya recomendado: “Obedezcan a
sus guías, y sujétense a ellos; porque ellos velan por sus almas, como quienes han de dar cuenta;
para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no les es provechoso” (He 13.17).

(Texto recogido del Breviario del Libro de Oración Común de la Iglesia Anglicana de las Américas em Brasil,
publicado em 2007).

También podría gustarte