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El mes de marzo del 2020 significó para el mundo globalizado un cambio de

paradigmas en lo que a educación se refiere, por cuanto la pandemia propició la

dependencia a la conectividad en tecnologías digitales e Internet y a su vez, hizo

emerger nuevos perfiles de vulnerabilidad (Robinson et al., 2020), puesto que la

desigualdad digital se convirtió en un factor importante para estratificar, aún más, las

clases sociales dentro del mundo donde las Tecnologías de Información y

Comunicación (TIC) se volvieron esenciales para mantener las actividades sociales

(Kuric, Calderón y San Martín, 2021).

Al respecto, al confirmarse la pandemia, la UNESCO (2020) desplegó todas las

capacidades técnicas y tecnológicas para dar respuesta a la emergencia producida por el

COVID-19, reorganizando sus recursos para atender las demandas de los organismos de

Educación y según refiere un comunicado del organismo internacional, cimentando las

bases para una nueva educación digital personalizada entre profesor y alumno, que

permita dotar al estudiante de un alto grado de dominio tecnológico. Sin embargo,

existen opiniones contrarias que, aunque admiten que esta virtualidad fue necesaria para

frenar la pérdida del año escolar, opinan que el salto a una educación en línea sin un

proceso previo de capacitación a los docentes, no puede tener buen resultado (Ahora,

2020) y que “ninguna plataforma digital puede cambiar la vida de un estudiante, solo

los buenos profesores pueden hacerlo” (Ordine, 2020).

Ahora bien, lejos de las opiniones sobre si la educación virtual será o no, la nueva

educación post-pandémica, se presenta una realidad más latente y problemática como lo

es la existencia de sectores sociales empobrecidos que no cuentan con la capacidad para

acceder a esta educación virtual y aunque existen personas de bajos recursos en los

centros urbanos, esta investigación se realiza dentro de las acciones efectuadas para

llevar a cabo la educación rural en todos sus niveles.


Si bien los organismos encargados de paliar los efectos de la pandemia en la educación,

tomaron medidas para evitar la crisis educativa, no pudieron evitar que surgieran

diferencias entre las distintas clases sociales. Según expresa Burrial et al (2018), las

clases sociales, desde una perspectiva sociológica, surgen por las desigualdades en la

dotación de bienes, oportunidades y mecanismos de producción y son vistas como

procesos históricos sociales, desde donde surgen los términos, rural como lo opuesto a

lo urbano y ruralidad como la antítesis de la modernidad

Por las razones expuestas, la expansión del COVID-19 a lo largo del país puso en riesgo

al sistema educativo rural quien presento deficiente cobertura de Internet aunada a los

escasos conocimientos de los docentes en materia virtual, por lo que las brechas

educativas existentes en el país entre los sectores urbano y rural se han visto

aumentadas, de ahí el interés de esta investigación en identificar a través de una revisión

bibliográfica, los desafíos presentados por el sector rural a pesar de lo dispuesto por

Ley.

En estudios como el de Pacheco (2021), se muestra como el Gobierno peruano aún no

ha tomado en serio la diversidad de su cultura y territorio y de esta manera, poder

atender cada sector de acuerdo a sus necesidades. En este sentido, refiere Anaya et al.

(2021), durante la pandemia se pudo comprobar que, con las medidas tomadas para

implementar la educación a distancia, el sector rural no salió favorecido debido a que no

hubo un ajuste previo a las necesidades de aprendizaje de los estudiantes (Acosta et al,

2020), lo que dio como resultado que el cambio de las clases presenciales a las virtuales,

afectaran en mayor medida a los estudiantes de los estratos socioeconómicos más

vulnerables (Vivanco, 2020).


Un gran sector de la sociedad quedo fuera por no tener acceso a los recursos

tecnológicos, con escaso o nulo acceso a las redes de conectividad, lo que incrementó

aún más las desigualdades sociales (Martínez y Maestri 2020) y es que, de acuerdo a

Lion (2020), las desigualdades en el sector afectan de igual manera el uso de la radio, la

televisión o la estrategia digital (Orduz, 2020; Rivero, 2021; Kuric, Calderón y

Sanmartín, 2021)

Acosta et al (2020) hace una lista en su investigación de los diversos retos que

presentaron las instituciones educativas en el contexto rural, desde condiciones adversas

propias de su territorio, poca presencia de sus gobernantes al igual que pocos recursos

para poder enseñar, como la conectividad y el acceso a internet, la formación de sus

profesores, entre otros

Con la finalidad de seleccionar los problemas presentados por los estudiantes del medio

rural, Kuric, Calderón y Sanmartín (2021) realizaron un estudio para identificar los

grupos más vulnerables y los identificaron en 4 tipos de acuerdo a las dificultades que

tuvieron para continuar con la educación virtual, las cuales fueron: Q1-sin problemas

importantes, Q2-problemas técnicos, Q3-problemas psico-sociales y Q4-problemas de

competencias que permitieron dimensionar los diferentes tipos de dificultades según las

características sociodemográficas de los sujetos. De sus resultados, la falta de

competencias fue la problemática más extendida para continuar con los estudios. En el

mismo orden de ideas, Gómez y Escobar (2021) catalogaron estas brechas observadas

en los estudiantes de estos cuatro niveles rurales como: Brechas económicas, sociales,

culturales, emocionales y digitales al estudiar los efectos del confinamiento en el sector

rural; Jóvenes desorientados, angustiados, familias sin trabajo, condiciones de habilidad

disparejas, imposibilidad de ayuda de los padres en las actividades educativas de los

hijos, falta de acceso a recursos tecnológicos y escasa competencia digital.


La educación virtual en Perú, refieren Gómez y Escobar (2021), ha aumentado las

debilidades que el sistema educativo ya tenía, en especial al aumentar las brechas

existentes entre clases sociales y sectores más vulnerables, y ha dejado en claro que la

educación en épocas de pandemia deja de ser un derecho universal para todo ser

humano y se convierte en una mercancía para quien pueda pagarla al contar con los

recursos económicos y tecnológicos. Situación que advierte Giroux (2020) al mencionar

que los sectores desprotegidos que corren el mayor riesgo a quedar sin derechos en

cualquier situación de emergencia son justamente aquellas poblaciones que se han

considerado residuales y empobrecidos, como las poblaciones étnicas minoritarias, los

inmigrantes indocumentados, entre otros. En su investigación, Van Deursen (2020)

advierte que, con la desigualdad digital durante la pandemia, se está alimentando un

círculo vicioso en el cual los grupos más vulnerables están siendo marginalizados aún

más en tiempo de crisis

Lion (2020) describe que la pandemia ha fortalecido el modo de construir y compartir

recursos y experiencias; los docentes fueron creando vínculos que fortalecieron la

producción de conocimiento compartido, las redes han contribuido al fortalecimiento de

estas comunidades basadas en la solidaridad y según Martín Vegas, coordinador del

Programa Horizontes de Educación Secundaria Rural de la Unesco en el Perú, los

profesores han producido su propio material y los han distribuido por medio de los

dirigentes comunales, por vía telefónica o vía WhatsApp para poder trabajar con los

estudiantes y sus familias (Pacheco, 2020)

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