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LA CRISTOLOGÍA DE JESÚS, UN PROYECTO DE VIDA

Francisco Gabriel López González1

INTRODUCCIÓN

Este trabajo pretende estudiar la cristología de Jesús colocándola de forma análoga a un


proyecto de vida, para lo cual, se lo dividirá en tres secciones importantes, como cualquier
proyecto. En el primer punto, la intención es entender ¿cuál es el objetivo principal de Jesús de
Nazaret? Y ¿de dónde sacaba el coraje y la fuerza para vivir entre sus contemporáneos de la
forma como vivió?
El segundo momento del trabajo, se aborda la vida apostólica del Mesías de los pobres, se busca
comprender ¿por qué Jesús realiza esas acciones? ¿Qué buscaba al elegir esos destinatarios?
¿Cómo deben ser interpretados los gestos de Jesús durante si vida pública?
El último punto hace referencia a los resultados del proyecto de Jesús, se intenta responder a
las siguientes preguntas ¿qué resultados buscaba el Mesías de los pobres? ¿Cuál es el camino
elegido por Jesús para realizar, a cabalidad, su proyecto de vida?
Para la realización del trabajo se recurrió a diversos estudiosos de la Cristología, como son
Ricardo Jacquet sj, Santiago Andrade, ofm y José Luis Martín Descalzo, a través de sus trabajos
CONOCER, AMAR Y SEGUIR A JESÚS EL CRISTO, EL ROSTRO DEL PADRE EN SAN
JUAN y VIDA Y MISTERIO DE JESÚS DE NAZARET I LOS COMIENZOS, respectivamente.

1 UN HOMBRE DEDICADO COMPLETAMENTE AL PADRE

Aventurarse de lleno al estudio de la persona de Jesús es, sin duda, un desafío grande, el hecho
de que no se tenga la posibilidad de estar frente a frente, personalmente con Jesús, hace que
estudiar su persona sea a la vez que, en esfuerzo intelectual, un esfuerzo también de fe. Ningún
teólogo contemporáneo puede gloriarse como los apóstoles. "Lo que existía desde el principio,
lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron
nuestras manos acerca de la Palabra de vida" (1 Jn 1, 1).
El único sendero del teólogo contemporáneo es pisar los caminos trazados por la hermenéutica,
que interpreta la Tradición y las Escrituras en busca de la verdad. Entender la cristología como
un proyecto de vida permite dividir este estudio en las tres partes fundamentales de un proyecto,
las motivaciones y objetivos, el trabajo de campo y, por último, los resultados finales.
Teniendo en cuenta la estructura, citada anteriormente, se aborda el primer punto con las
siguientes preguntas, ¿cuál era la motivación de Jesús? ¿Qué buscaba con su forma de actuar?
¿Qué inquietudes apretaban su corazón? ¿De dónde sacaba toda la energía, vitalidad y alegría
con que se lo observa durante su vida apostólica?
La respuesta cabal para conocer lo que motivaba todo el obrar mesiánico se encuentra en (Juan
5:30) "…porque no busco mi voluntad, sino la de aquel que me ha enviado". En ese sentido, si
se hace un análisis de los textos evangélicos puede llegarse a la conclusión de Martín Descalzo.
"Descubriremos que él no vino a triunfar y ni siquiera a morir; vino a cumplir la voluntad de
su Padre y que, si murió y resucitó, es porque ambas cosas estaban en los planes de quien le
enviaba". (MARTÍN DESCALZO,1986. P.307).
Es, pues, este, el motor de la conducta del mesías de Israel, un hombre que antes de volcarse
hacia el campo de la misión, se vuelca auténtica, definida y decididamente al Padre. Afirma
Santiago Andrade, "El Padre aparece como el centro unificador y totalizador de la existencia
de su Hijo, su voluntad rige todos los movimientos de su enviado; de modo que el obrar de

1
Alumno del primer curso de Teología. (Trabajo realizado como primer examen Parcial de la materia Cristología).
Jesús se corresponde con el de su Padre, e igualmente sus palabras". (ANDRADE, 1999. P.
1).
Existe entre Jesús y su padre una relación íntima, fuerte y de entrega total, los evangelios
informan las numerosas ocasiones en que Jesús se retira de entre los suyos para estar a solas
con su Padre, la oración, sin dudas, es más que la respiración de su alma. Las decisiones
importantes, los acontecimientos más destacados de su vida, en los evangelios son narrados con
la presencia de una comunicación con su Padre. Referente a la oración se encuentran así
diversos pasajes de los evangelios, (Lc 3, 21; Lc 6, 12; Mc 7, 34; Jn 11, 41; Mt 14, 19; Mt 11,
25; Mt 11, 25; Jn 11,4; Mt 26, 39. Puede deducirse, a partir de esta información, que, si Jesús
llegó tan alto en la comunidad con sus hermanos, fue gracias a dedicarse totalmente a la
comunión con su Padre. (MARTÍN DESCALZO, 1986.).
Sin embargo, desde la perspectiva de Martín Descalzo, no se trata de una simple vida de oración,
"se trata de algo más hondo aún que la oración. Es que toda la esencia de la vida de Jesús se
centra en el cumplimiento de unos planes establecidos previamente por su Padre". (MARTÍN
DESCALZO, 1986. P. 309). La oración de Jesús es la oración del humilde, de quien busca, no
su interés personal, sino cumplir la voluntad de Dios, Jacqued describe esta actitud de la
siguiente forma, "El humilde no intenta violentar a Dios, arrancarle lo que él desea (…). El
humilde acepta el tiempo de Dios y la manera de obrar de Dios. Por tanto, no es una persona
débil; al contrario, es un creyente que tiene una gran fuerza de alma". (JACQUET. P. 30).
Este es el campo de relación entre Jesús y su padre, definitivamente no se puede comparar esta
relación con la de cualquier relación humana entre padre e hijo, entre Cristo y su Padre, al que
llama abba, existe algo más que una relación afectiva o de respeto. En el evangelio de Juan
aparece una afirmación contundente, "El Padre y yo somos uno" (Jn 10,30).
Se destaca, de esa forma, una identificación total con el Padre, y tal vez, esta identificación,
este volcarse o ir hacia su Padre siempre es lo que le da toda la vitalidad y fuerza para enfrentar
el día a día, por eso, Martín Descalzo no duda en afirmar que, "en Jesús jamás encontramos
rastro de debilidad alguna". (MARTÍN DESCALZO, 1986. P. 291).
Así también, se debe destacar que el vínculo que Jesús había establecido con su Padre se sale
de todos los parámetros de la relación con Dios que se tenía hasta entonces en Israel, pues la
palabra abba, era una palabra utilizada a nivel coloquial y tal vez, en un arameo simple de las
aldeas judías, y esto se puede fundamentar al percibir que no se encuentra ningún texto antiguo
en el que se llama de esa forma a Dios en la literatura judía, esto según Santiago Andrade, "por
expresar mucha intimidad, lo cual es visto como una ofensa a Dios". (ANDRADE, 1999. P.
2).
Por tanto, el Dios que Jesús presenta y el cual, a la vez es motor de toda su acción entre los
hombres, definitivamente no es el Dios del antiguo Testamento, sino que es un papá amable y
misericordioso. El nuevo testamento no deja espacio para dudas, de cuan diferente es la
concepción de Dios que tenía Cristo.
Al comprender la cristología de este hombre llamado Jesús de Nazaret, que tiene un proyecto
de vida cuyo objetivo principal es hacer, nada más que la voluntad del Padre, se debe, en este
primer momento, mirar a Jesús como a un hijo, ciertamente, colocan a Jesús diversos títulos en
los cuales se lo comprende como a un hijo, como son estos: Hijo de David, Hijo de María, Hijo
del hombre e Hijo de Dios.
Teniendo en cuenta que se ha establecido como la idea central de este capítulo que Jesús, antes
de ser el Hombre para los hombres, es primeramente el hombre para Dios, es decir, para su
Padre. Para desentrañar esta idea y llegar a una conclusión, debe responderse a la siguiente
pregunta, ¿qué necesidad tenía Jesús de pasar tanto tiempo con Dios, si él es Dios?
La respuesta es, evidentemente, motivo de largas disputas intelectuales a lo largo de la Historia,
pero se debe responder que, aunque Jesús es Hijo Dios es también totalmente Hijo del Hombre,
es decir, Jesús es completamente Dios, pero también completamente hombre y, como hombre,
necesita de su padre para actuar en el mundo.
Contemplar a Jesús en los evangelios dirigirse a su padre con tanta dulzura, con tanto amor
filial, a este hombre nazareno no le interesaba su prestigio personal, como dirá San Pablo
posteriormente. "Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios;
al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo" (Filipenses 2:6-11). Jesús
es un hijo Feliz, el humilde y desprendido que espera todo en Dios.
Se puede, de ese modo, afirmar junto con Santiago Andrade. "Confiar en un Dios Padre así,
llevó a Jesús a mantenerse fiel, a esperar en su promesa a pesar de la contradicción, la
persecución, la condena, la muerte en cruz. La confianza sin límites en su Padre bondadoso es
la raíz de donde brota la entrega, también sin límites, a su voluntad" (ANDRADE, 1999. P.
2).
En el horizonte del mesías de los pobres no hay otra cosa que no sea hacer la voluntad de aquel
lo envió, es, tal vez, el hombre más libre que ha pisado esta tierra, su voluntad es tan firme que
al describirlo parece describirse a un hombre que sabe lo que quiere, no un falso líder que anda
acomodándose para quedar bien de acuerdo a las circunstancias de la vida.
En todo el peregrinar de este pobre nazareno se destaca que siempre estuvo en busca de cumplir
la voluntad de Dios, aunque dicha voluntad implique el trago amargo de la muerte. Lucas
informa sobre esta personalidad franca y decidida desde los inicios de su vida" y ¿por qué me
buscabais? ¿no sabías que yo debía estar en la casa de mi Padre? (Lc 2:49).
Para las personas, los lazos familiares son tan importantes, ante la pregunta de quiénes son las
personas más importantes en la vida de una persona, esta, casi siempre, responderá que las
personas más importantes son sus familiares. Jesús nuevamente se coloca un paso por delante
de una persona común, para él, la voluntad de su padre es mucho más importante que las
relaciones de familia. "He aquí a mi madre y mis hermanos. Quien hiciere la voluntad de Dios,
ese es mi hermano, y mi hermana y mi madre" (Mc 3, 32).
El lector de los evangelios se sorprenderá al percatarse que en varios pasajes Jesús parece
obsesionado única y exclusivamente al cumplimiento de la voluntad de su querido Abba. Así
se encuentra en (Lc 2, 48; Lc 24, 25; Mt 3, 15; Mc 1,12; Mt 4, 4; Mc 1, 38; Jn 4, 3). Martín
Descalzo tiene razón al escribir lo siguiente, "Esta voluntad es, en realidad, lo único que le
interesa. No duda en abandonar a los suyos, primero por tres días en el templo, luego por tres
años a su madre por cumplir esa voluntad. Ante ella desaparecen todos los demás intereses.
No le retienen cautivo las cadenas doradas de las riquezas, no le preocupan los honores de la
tierra, huye de los aplausos. Incluso evita hablar de sus milagros. Porque sabe que éstos sólo
tienen sentido en cuanto realización de esa voluntad”. (MARTÍN DESCALZO, 1986. P. 310).
En fin, este es el proyecto de vida del nazareno y esto es lo que ofrece como Mesías de Israel,
si los cristianos hoy pueden llamar papá a Dios es gracias a este hombre que supo revelarlo de
esa forma y que nunca se apartó sus designios.

2 UN HOMBRE DEDICADO A LOS HOMBRES

Descubierto el proyecto de vida de Jesús, se pasa ahora a observar los medios que utiliza para
llevar a cabo dicho proyecto. Este hombre, que se volcó totalmente hacia su abba, sale ahora a
comunicar todo cuanto vio y vivió con su padre, el trabajo de campo de este proyecto, la misión
en medio de los hombres es también comprendida por Cristo como voluntad de Dios.
Este, pues, es el momento de estudiar a Jesús desde la perspectiva poética. Jacquet explica que
"se trata de pensar una cristología en acto (del hacer – poiein) en el horizonte de una poética
del gesto que se descubre a través de la vida, los hechos, las palabras y las expresiones de
Jesús.". (JACQUET. P. 1).
Al observar a los destinatarios de la acción poética del nazareno se resalta, nuevamente, que
Jesús está un nivel por encima de cualquier líder religioso o político de su tiempo. Durante su
actividad taumatúrgica emana una delicadez, una atención especial por los pequeños detalles
propios de la humanidad, se dedica especialmente a los pobres, marginados, prostitutas,
enfermos y oprimidos su sociedad.
Ante esta realidad, Martín Descalzo no duda en afirmar que "nadie se ha metido tan
radicalmente en esa miseria del hombre; nadie y menos viniendo desde las felices playas de la
divinidad ha aceptado tan plenamente ese dolor, esa pobreza, ese cansancio, ese mismo pecado
que Jesús tomó sobre sí e hizo suyo". (MARTÍN DESCALZO, 1986. P. 316).
Cuando se observa la actitud del Mesías de los pobres, en el evangelio, parece ser que se trata
de una persona que se olvida de sí mismo y se dedica completamente a los demás. Es
impresionante la práctica de la alteridad por parte de Cristo, bien se sabe ya, que el motor que
impulsa esta actitud es dar cabal cumplimiento a la voluntad del padre.
Es también bien sabido, que el servicio a los demás en muchos líderes religiosos es puro
maquillaje, que en la mayoría de las ocasiones se convierte en un puro humanitarismo, no es el
caso del pobre nazareno, este es un buen pastor, que entregaría su vida por una sola oveja que
se pierda. (Juan 10:11).
Jesús no es cualquier taumaturgo, es un amigo de verdad, que recorre las aldeas, llevando
misericordia de comarca en comarca, la empatía que vivía era tan cercana, era un sentir
haciendo suyos los sufrimientos y el dolor del hombre de su tiempo. Un sentir como lo describe
Jacquet, “Sentir” no es tanto un simple sentimiento cuanto un sentimiento dinámico que
conduce a un fin, un orientarse” (JACQUET. P. 1), de lleno, totalmente hacia el hombre.
Es importante destacar que este sentir lleva a una acción posterior, el tocar, Jesús se involucra,
efectivamente, él también es un pobre trabajador, que conoce la realidad de ese pueblo pobre y
sufriente. Jacquet no duda en afirmar que “Jesús toca el cuerpo del otro”, como lo evidencia el
pasaje de (Jn 9,4-7): “Tenemos que trabajar en las obras del que me ha enviado mientras es
de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, soy luz del
mundo. Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, y untó con el barro los ojos del
ciego y le dijo: Vete, lávate en la piscina de Siloé (que quiere decir Enviado). Él fue, se lavó y
volvió ya viendo”. (JACQUET. P. 22).
Martín Descalzo lo define más claramente en las siguientes palabras, “Nunca nadie tan
centrado en lo espiritual tuvo tan fina atención a los problemas materiales. Nunca nadie estuvo
tan radicalmente (con) los hombres”. (MARTÍN DESCALZO, 1986. P. 316).
Si se dice que el hijo del hombre fue de verdad un amigo, debe decirse también que fue un
verdadero maestro, un pedagogo con todas las letras. Varias son las referencias del nuevo
testamento que presentan a Cristo como un maestro, se tienen así, (Jn 1,38; Mt 7, 28; Mt 17,
2; Jn 3, 2; Mt 22, 1; Mt 9,16; Jn 8, 4; Jn 11, 28; Jn 20, 16; Mt 26, 25; Mt 26, 49; Mt 10, 24;
Mt 26, 18, entre otros).
Pero, ¿cuál era su intención? al rodearse de seguidores, al escoger a unos pocos discípulos más
íntimos. ¿Qué quería verdaderamente este hombre?
Martín Descalzo deja una respuesta a estas interrogantes, que dejaría pensando a cualquiera,
sin embargo, un pesimista mirando las necesidades del mundo actual y la realidad humana dirá
que Cristo no consiguió, con su predicación, tan grande anhelo de su corazón. Según el autor,
“Jesús trae nada menos que una nueva vida. No sólo un nuevo modo de entender la vida, sino
una vida realmente nueva que puede construir una humanidad igualmente nueva. El que los
ciegos vean, los cojos anden, los leprosos queden limpios, oigan los sordos, resuciten los
muertos y la buena noticia sea predicada a los pobres” (MARTÍN DESCALZO, 1986. P.
319).
Definitivamente, algo especial tenía ese hombre, toda su predicación y dedicación a los últimos,
esta acción apostólica no puede calar tan hondo en el corazón de la humanidad si es que no
lleva consigo un elemento esencial, este elemento es el amor. Y, bien es sabido en la
contemporaneidad que la palabra amor es, a la vez, una palabra demasiado falaz, pues, en
nombre del amor se han hecho tantas atrocidades.
En ese sentido, el pensamiento de Jacquet iluminará esta cuestión, el amor que se desprende de
este hombre para los hombres es un amor ágape, un amor que se entrega, un amor que sale al
encuentro del otro llevando “vida y vida en abundancia”. (Jn.10, 10). “De ahí, una cultura del
encuentro al estilo de la Buena Noticia de Jesucristo lleva la marca de una promesa de “salir
aprisa al encuentro del otro portando vida para compartir entre todos la vida de Dios y
entretejiendo relaciones nacidas de los gestos de misericordia”. (JACQUET. P. 17).
Este, es, pues, el contexto en el cual Jesús desenvuelve su acción poética para realizar su
proyecto de vida, así el pobre de Nazaret cumple la voluntad de su abba. “Las obras y las
palabras de Jesús dan testimonio del Padre, y al mismo tiempo, las obras del Padre dan
testimonio de su enviado”. (ANDRADE, 1999. P. 5). Esta reciprocidad entre la acción de Jesús
y la voluntad del padre se comprenden por las mismas palabras de Jesús, “las obras que el
Padre me ha encomendado llevar a cabo” (Jn 5,36; cfr 8,18).
Ante la magnitud de la actividad realizada, ante la incomprensión de las personas, ante el
rechazo de los miembros de su religión, desde el punto de vista psicológico, una persona normal
entraría en momentos de rabia, decepciones, impotencias, angustias. Pues bien, el hijo del
hombre, demuestran los evangelios, presenta una constitución psicológica admirable, un
equilibrio y una serenidad total sea cual sea la situación o el contexto en que actúa.
Para un profeta revolucionario como Jesús, no fue, indudablemente, un ambiente tranquilo para
proclamar la buena nueva del reino, sino todo lo contrario. No fue precisamente fácil la vida de
Jesús. “Vivió permanentemente en lucha, a contracorriente de las ideas y costumbres de sus
contemporáneos, en la dura tarea de desenmascarar una religiosidad oficial que era la de los
que mandaban.” (MARTÍN DESCALZO, 1986. P. 293).
Al referirse a los judíos de la época de Jesús, Grandmaison dice, “No eran los judíos de entonces
una generación aplatanada: ardían con sólo tocarles. Y, en medio de ellos, Jesús vivió su tarea
con aquella serenidad impresionante que hace que los fariseos no se atrevieran a echarle
mano” (Jn 7, 45). (MARTÍN DESCALZO, 1986. P. 293).
En fin, este fue el hijo del hombre, que, para cumplir la voluntad de su padre, estableció un
proyecto de vida y lo vivió hasta las últimas consecuencias, relacionándose con toda clase de
personas, con la autenticidad de un profeta incorruptible, un testigo insobornable. Un humilde
hijo de Dios, que, en todo tiempo, supo también ser Emanuel, es decir, Dios con nosotros.

3 LOS RESULTADOS DEL PROYECTO DE VIDA DE JESÚS

Después de haberse adentrado en la relación entre Jesús y su padre, relación de la cual brota
todo el servicio apostólico en favor de la humanidad, se aborda ahora la parte final de este
proyecto de vida de Jesús. ¿Cuáles fueron las consecuencias del paso de Jesús por este mundo?
¿Qué resultados obtuvo Jesús al entregar la vida por el hombre?
Teniendo en cuenta todo lo que hizo el Nazareno durante su vida apostólica, más allá de los
milagros narrados en los evangelios, se debe resaltar que el resultado final que buscaba Cristo
con su proyecto de vida era instaurar definitivamente el Reino de Dios, abriéndole las puertas
del mismo, de par en par, a los hombres que aceptaran su propuesta.
Martín Descalzo informa que en ningún momento Jesús busca algo diferente, “Sus
pensamientos no quieren investigar, explicar, razonar, mucho menos elaborar construcciones
teóricas, se limita a anunciar el amor de Dios y la llegada de su Reino con el mismo gesto
sencillo con el que alguien nos dice: mira, esto es un árbol. Su pensamiento está concentrado
en lo esencial y no necesita retóricas.” (MARTÍN DESCALZO, 1986. P. 295).
El reino de Dios, pues, no es un lugar determinado, palpable que se pueda indicar o determinar,
ese Reino de Dios es Jesús mismo. Otro punto importante a aclarar es que este Reino que Cristo
presenta es el reinado de Dios, es decir, el gobierno de Dios sobre la vida del hombre, en ningún
momento se debe comparar el reinado de Dios con un gobierno que maneja a su antojo a las
personas, en este reino se destaca como característica fundamental del hombre, la plena libertad
para adherirse o no a la propuesta del Señor.
Ciertamente, según Martín Descalzo, en todo momento, “Jesús se presenta a sí mismo como el
comienzo y la plenitud del Reino que anuncia, como la fuente de la que salen todas las energías
de la nueva comunidad” (MARTÍN DESCALZO, 1986. P. 336). De este modo, se comprende
la vocación del cristiano como un vivir y dedicar toda su vida de este reino que es Cristo mismo.
Un estudioso contemporáneo, sin vida de fe, sin dudas, puede formular la siguiente pregunta,
¿cuál es la prueba que demuestra que ese reino que Jesús proclama se ha ya instaurado? ¿Ya se
instauró o todavía no?
He aquí las preguntas que acompañan al cristiano a partir de la primitiva comunidad. Sin más
se debe responder con el concepto escatológico del ya pero todavía no, dicho concepto
teológico sostiene que los cristianos, por su fe, están ya participando activamente en el reino de
Dios, sin embargo, el reino de Dios no ha alcanzado todavía su plena realización en este mundo,
sino hasta algún momento futuro, en la parusía del Señor Jesucristo.
Ahora bien, si se quisiera, se podría responder a las preguntas, antes mencionadas, utilizando
la misma palabra de Dios. Es decir, el anuncio que hace Jesús a sus discípulos. El Mesías dice,
“que ya no beberá el fruto de la vid hasta que beba el vino nuevo en el reino de su Padre (Mt
26, 29). Confiere poderes a sus apóstoles y son los que él ha recibido del Padre celestial: Y yo
dispongo del Reino en favor vuestro como mi Padre ha dispuesto de él en favor mío (Le 22,
29).” (MARTÍN DESCALZO, 1986. P. 338).
Con este gesto del Nazareno, se puede interpretar que, el hombre, pues, a través de la
disposición de Jesús, tiene ya total participación del reino de Dios. El paso a paso de Jesús con
sus apóstoles, la formación de las primitivas comunidades a partir de la resurrección del Señor
son ejemplos de que el hombre es invitado a una participación poética en la construcción del
reino de Dios en el mundo.
Respecto a esa cuestión, Jacquet dice que, “Eso significa que es posible vivir sin perseguirse:
hay una forma de unidad que no se logra a través de la opresión frente a un tercero (chivo
expiatorio), es unidad de puro amor, de gratuidad que rompe la violencia. Jesús y sus
discípulos empiezan ya a fundar el reino: un mundo de perdón y gracia en que los hombres
puedan vincularse sólo por amor.” (JACQUET. P. 33).
Y con esto es que tiene sentido el proyecto de vida de Jesús, el haber dado la vida por el hombre,
entender la cristología de Jesús desde esta perspectiva coloca a Jesús como el logos que se hace
carne, (Juan 1, 14). Muestra quien es el padre, se dedica completamente a él, de ahí se orienta
al hombre y hace suyo su sufrimiento y su corazón irredento, convirtiéndose en el hombre para
los hombres, para que, al final, deje su mismo proyecto de vida como testamento a la
humanidad.
Con la muerte y resurrección del Señor, la presencia del mismo ya solo se dará en la comunidad,
de ahí que, a partir de ahora, este estudio se enfoca a mirar la personalidad de Jesús, en sus
rasgos interiores y exteriores que ayuden a entender como vivió su proyecto de Vida, con que
actitud comenzó a instaurar el Reino de Dios quedándose en la Iglesia de la cual él mismo es la
cabeza como un modelo de vida para este reino en el que participan los cristianos de todos los
tiempos.
Con su paso por la tierra Jesús establece una nueva forma de vivir en el mundo. “Desde Jesús
y con él se ha superado la ley del talión (ojo por ojo y diente por diente) y anuncia así la buena
nueva de Dios para los hombres. Es la buena nueva de un Dios que ya no funda su poder en la
violencia, un Dios que no castiga a los culpables, que no persigue a publicanos-prostitutas, no
utiliza ningún tipo de chivo expiatorio para mantenerse con poder sobre la tierra.”
(JACQUET. P. 33).
El eje principal de esta nueva vida para los cristianos está en identificarse plenamente con su
maestro, asumiendo para sí el proyecto de vida de Jesús, es en el sermón de la montaña (Mt 5,
1) donde mejor se explica esta propuesta que ayudará al creyente a recorrer los mismos pasos
del Mesías de los pobres y poder cumplir así con su mandato de oro (Mt 22:37).
Jaquect, iluminado por Acosta, presenta positivamente las bienaventuranzas de Jesús como una
propuesta de Felicidad al alcance de todos los hombres de fe. “Las bienaventuranzas presentan
una visión de proyecto. Su forma enunciativa y su expresión del verbo en tercera persona del
plural, permite comprender que ellas no están dirigidas a un grupo exclusivo de personas sino
a “todos”. Entonces, todo cristiano que lea, escuche o reflexione este texto debe convencerse
de que está dirigido a él. Que Jesús le llama feliz, pero al mismo tiempo le pide trabajar para
hacer posible y visible el reino de los cielos y que éste llegue a su plenitud a través de actitudes
de fraternidad y hermandad.” (ACOSTA, 2007 en JACQUET. P. 29).
Vivir las bienaventuranzas implica, pues, una imitación constante de las actitudes de Cristo,
solamente con la fórmula de las bienaventuranzas el cristiano podrá realizar una acción poética
y colaborar con el Mesías en la construcción del Reino, para ello, es importante desentrañar el
contenido del sermón del monte, es decir, la idea central y describir las actitudes, a través de
las cuales, Cristo consiguió, siendo hombre, vivirlas plenamente.
En el corazón de las bienaventuranzas se resalta, pues, la apertura de la gracia a los pobres de
espíritu, según Jacquet, “Alude a aquella persona capaz de vivir la pobreza espiritual, es decir,
la que logra ser desprendida, generosa, confiada, en otras palabras, la persona que vive una
desnudez espiritual frente a Dios, sin máscaras. Cabe pensar que la pobreza de que habla Jesús
es ante todo una apertura a Dios, una actitud espiritual.” (JACQUET. P. 29).
Así, pues, la pobreza a la cual se refiere Jesús en su predicación es al pobre en el sentido de la
humildad, debido a que en las personas humildes predomina una esperanza limpia y abierta a
la voluntad de Dios, son humildes aquellos que lo esperan todo de Dios.
De este modo, la disponibilidad de una vida pobre y humilde es la llave para una vida
bienaventurada, ese fue, evidentemente, el sendero que recorrió Jesús que se presentó a sí
mismo como “manso y humilde de corazón” (MT 11:29). Todas las demás bienaventuranzas
están establecidas desde esta perspectiva.
Si bien, suena un poco contradictorio que sean felices propiamente los que padecen, en este
caso se encuentran, Los mansos (los no violentos) son justamente ellos los que heredarán la
tierra, los afligidos (los que lloran) para ellos será la consolación de Dios. Así también, los que
tienen hambre y sed de justicia, estos serán saciados. El nuevo testamento informa que todo
esto lo vivió Jesús, fue manso y humilde (MT 11:29), lloró (Juan 1:35), fue consolado, (Lc
22:43), pasó hambre (Mt 4:2), pero siempre buscó cumplir la voluntad de su Padre. “Tener
hambre y sed de justicia» quiere decir aspirar a una vida perfectamente de acuerdo con lo que
el Padre quiere que seamos (ser verdaderos hijos suyos; por consiguiente, imitarle). La justicia
de Dios está hecha de gratuidad y misericordia.”. (JACQUET. P. 31).
En ese horizonte, son descritos los actores del Reino, que son justamente, los misericordiosos
porque alcanzarán de Dios la misericordia. Los limpios de corazón, los que como Jesús sean
auténticos, francos y cuiden lo que sale de su corazón (Mt 15:19), porque estos son los que
verán a Dios. Así como Jesús, procurar la paz porque aquellos serán llamados hijos de Dios.
Fue esto lo que realizó Jesús a lo largo de misión apostólica entre los hombres, de esta actitud
bienaventurada surgió el Mesías de los pobres. “Se trata de un estado interior que se traduce
en un obrar. Los misericordiosos son los que efectivamente abren su corazón a los demás y
alivian la desgracia ajena. Dos maneras de practicar esta bienaventuranza: Socorrer todo tipo
de miserias (Mt 25,31-46) y perdonar (Mt18,23-35)”. (JACQUET. P. 31).
Estas acciones y actitudes, citadas hasta ahora, son hasta fáciles de realizar, inclusive por
personas sin fe, sin embargo, ante la contradicción y la persecución, la dimensión pascual de
las bienaventuranzas es el grado máximo de amor, que requiere la entrega total, la entrega ágape
de Cristo. Estas bienaventuranzas son, pues, para los perseguidos por causa de la justicia porque
de ellos es Reino de los Cielos.
Los injuriados, perseguidos y calumniados en nombre de Jesús, estos son llamados a Alegrarse
y a regocijarse, porque su recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera
persiguieron a los profetas, que al igual que Jesús, fueron totalmente rechazados. “El verdadero
Dios nos ha ofrecido la vida desde su propio cautiverio: se ha dejado perseguir, no ha
perseguido; se ha dejado rechazar, no ha rechazado; de esa forma se ha hecho carne sobre el
mundo (Jn 1,14), como expulsado entre los expulsados; crucificado con los crucificados. Sólo
de esa forma su palabra salvadora puede resonar y ha resonado victoriosa, como anuncio de
reino y esperanza para todos los pequeños y humillados de la tierra.” (JACQUET. P. 33).
En fin, así se describe la Cristología del resultado que buscaba el Mesías de los pobres, toda su
actitud interior que provenía del encuentro íntimo y profundo con su Padre, que lo llevo a vivir
la espiritualidad de las bienaventuranzas, destacándose como un pobre y humilde. Un hijo feliz
de Dios, que lo esperaba todo de Él, un trabajador poético que esparció misericordia por donde
transitada sin distinciones ni acepción de personas.
Jesús supo ser, un bienaventurado, un hombre para los hombres solo porque supo también ser
un hombre completamente para Dios. Este, es, pues, el camino a recorrer de aquel cristiano para
llegar a la respuesta de la pregunta de las preguntas. ¿Quién es Jesús de Nazaret?

CONSIDERACIONES FINALES

A lo largo del trabajo se logró comprender la cristología de Jesús en forma análoga a un


proyecto de vida, cuyos principales elementos son los objetivos, el desarrollo del trabajo y los
resultados que pretende dicho proyecto. De esa forma, quedaron establecidos tres rasgos
importantes de Cristo Jesús que sirven, también, como respuesta a la pregunta fundamental del
estudio de la cristología. ¿Quién es Jesús de Nazaret?
Fue aclarado que el centro de donde brota la personalidad mansa y humilde de Jesús de Nazaret
es su mismo Padre, que se identifica como el motor de la conducta del mesías de Israel, su abba
se destaca como el centro unificador y totalizador de toda su existencia como Hijo, la voluntad
de Dios es la que rige el obrar de Jesús y este obrar se corresponde con el de su Padre, el título
del primer capítulo engloba la idea central del mismo, Jesús es un hombre dedicado
completamente al Padre.
De ahí, el segundo elemento importante de Cristo Jesús, su misión en medio de los hombres, al
igual que en el primer capítulo, el título del segundo ilumina todo su contenido, Jesús es un
hombre dedicado a los hombres. Jesús, siendo verdaderamente Dios y verdaderamente hombre,
trae una propuesta de nueva vida, en busca de una humanidad nueva, por ese motivo, toda su
acción poética resalta que los ciegos vean, los cojos anden, los leprosos queden limpios, oigan
los sordos, resuciten los muertos y que la buena noticia sea predicada a los pobres.
En el tercer punto como resultado del proyecto del Mesías se encuentra la instauración del
Reino de Dios, y la llamada a la participación para todos los hombres. Se definió que el camino
trazado por Jesús para instaurar su reino entre los hombres fue el de las bienaventuranzas, en el
sermón de la montaña se describe el estilo de vida de Jesús de Nazaret, el cual, el cristiano debe
imitar su presentación en plural, permite entender las bienaventuranzas en sentido amplio,
abierto a todos los que lo escuchen. Por tanto, el proyecto de vida de Jesús es ahora el proyecto
de vida del cristiano, este es el camino que debe recorrer junto con su Maestro hasta que el reino
de Dios se instaure en forma definitiva en el mundo.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

ANDRADE, Santiago, ofm. EL ROSTRO DEL PADRE EN SAN JUAN. 1999


BIBLIA DE JERUSALÉN.
JACQUET SJ, Ricardo. CONOCER, AMAR Y SEGUIR A JESÚS EL CRISTO.
MARTÍN DESCALZO, José Luis. VIDA Y MISTERIO DE JESÚS DE NAZARET I LOS
COMIENZOS. 1986.

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