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1° Titulo: Tierna petición de Dios a Sus hijos

Proverbios 23:26 Dame, hijo mío, tu corazón, Y miren tus ojos por mis caminos. Este es un
versículo corto pero que tiene mucha profundidad. Su valor radica en que es un llamado de Dios,
es una petició n, hasta puedo afirmar que es una súplica que Dios nos hace. Es Dios hablando
con ternura y amor, tal como lo hizo cuando se hizo hombre en la persona de Cristo Jesú s, y se
entregó a sí mismo para rescatarnos del señ orío del pecado.

Dios quiere que cumplamos con Su propósito de vivir para Él, teniéndolo como el centro
de nuestra vida, que nuestra vida, nuestras conversaciones, nuestra recreació n, nuestras
alegrías, tristezas, sueñ os, nuestro trabajo, nuestra vida social, familiar, profesional, que todo gire
en torno É l; en pocas palabras, que le entreguemos todo nuestro ser. Las palabras de Proverbios
23:26 son la invitació n sincera de un padre a su hijo… y es la invitació n de Dios a nosotros: “Hija
mía, entrégame tu corazó n”. El corazó n representa tu ser interior. Esa parte de ti, que ha sido
hecha solo para Dios. Es la parte de ti que Dios conoce, y que ve. Proverbios 4:23 dice, “Cuida tu
corazón más que a otra cosa, porque él es la fuente de la vida.” Lo que debe de fluir de cada
uno de nuestros corazones es el deseo de servir a Dios en este pasaje el Señ or nos da dos
“consejos” y una advertencia. De los dos “consejos”, uno es imperativo; y el otro, se podría decir
que es algo voluntario que él pide de nosotros.

Los dos consejos: Dame, hijo mío, tu corazón – Acá el Señ or nos ordena que le demos nuestro
corazó n, muy probablemente porque de éste mana la vida. Pero debemos notar el amor en estas
palabras… “hijo mío” – Porque soy tu Padre en los cielos; porque te redimí, te rescate, te compré a
precio de sangre, la sangre del Amado, y eres mío; por el amor que manifesté para poderte llamar
“hijo”, al darte a mi Unigénito Hijo a morir en una cruz por ti; “Dame, hijo mío, tu corazó n” porque
te amo, te anhelo celosamente y quiero lo mejor para ti.

Y miren tus ojos por mis caminos – Una vez le damos nuestro corazó n, Dios no nos ordena,
sino que tan solo nos pide, se podría decir, que dejemos, permitamos, o causemos que nuestros
ojos miren por sus caminos. Acá creo fundamental recordar el Salmo 119:1-3 “Bienaventurados
los perfectos de camino, Los que andan en la ley de Jehová. Bienaventurados los que guardan
sus testimonios, Y con todo el corazón le buscan; Pues no hacen iniquidad Los que andan en
sus caminos.” ”. ¿Por qué Dios nos pide suplicantemente que le amemos y andemos en sus
caminos?: Porque nos ama y quiere lo mejor para nosotros, nunca, y lo repito con toda
seguridad, nunca el hombre podrá sentirse plenamente realizado y feliz lejos de Dios, y no estoy
hablando de tener un Dios de religió n, sino de una relació n personal, activa y real con Dios,
basada en el amor y el respeto hacia É l.
¿Qué entiendes tú de este llamado de Dios? ¿Cómo correspondes tú a este llamado de
Dios? ¿Para quién vives? ¿Cómo le expresas tu amor a Dios? ¿Con obediencia, canticos,
pasando tiempo con Él en oración, lectura de Su Palabra? (por medio de ella Él nos habla)

Solo en Él y en Sus caminos está el todo del hombre, el sentido de la vida, el gozo y la paz
plena. Dios no nos hace esta petición para Su beneficio, todo lo contrario, la hace para
nuestro bienestar.

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