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Bolilla 2 - Sujetos Cambiarios
Bolilla 2 - Sujetos Cambiarios
Capacidad cambiaria
La capacidad cambiaria no es muy distinta de la capacidad de derecho privado, más
allá de algún enfoque interesante que tiene en materia cambiaria.
La capacidad que se requiere para librar títulos valores es la capacidad de
ejercicio, es decir es la aptitud para ejercer por sí mismo los derechos cartulares. ¿Cuáles son
los derechos cartulares que se pueden ejercer?
1. El libramiento del título valor.
2. El endoso del título valor.
3. El aval.
4. La aceptación.
Se aplican las normas generales del Código Civil y Comercial, y en subsidio la
normativa cambiaria. Así, el art. 23 del CCCN establece que “Toda persona humana puede
ejercer por sí misma sus derechos, excepto las limitaciones expresamente previstas en este
Código y en una sentencia judicial”.
Lo que se contrapone con la capacidad de derecho que hace referencia a la titularidad
del derecho o la obligación. Por ejemplo, un menor de edad puede ser dueño de una casa,
pero no puede ejercer los derechos sobre ella hasta tanto adquiera la mayoría de edad.
Cuando uno analiza las personas con incapacidad de ejercicio, el CCCN habla de: 1)
las personas por nacer; 2) las personas que no tienen la edad suficiente; 3) persona declarada
incapaz por sentencia judicial.
En paralelo, el CCCN habla de los inhabilitados, es decir, de los pródigos, quienes
pueden tener una incapacidad de ejercicio y requerir el apoyo de un tutor o curador. El art. 18
establece que pueden ser inhabilitados quienes por la prodigalidad de la gestión de sus bienes
expongan a su cónyuge, conviviente, hijos menores de edad o con discapacidad, la pérdida
del patrimonio. A estos fines, se considera persona con discapacidad a toda persona que
pueda tener una alteración funcional, permanente o no, física o psíquica. Esta inhabilidad
también puede afectar en materia cambiar.
Si uno se atiene al régimen general, los mayores de 18 años se pueden obligar
cambiariamente, o un menor de 18 años que esté casado y emancipado. Por supuesto que
los inhabilitados con el consenso de su
También hay incapacidades determinadas por su contexto. Por ejemplo, el concursado
puede realizar cualquier tipo de acto cambiario, pero no puede realizar actos que importen la
realización de bienes registrables. Entonces si pagan con un cheque o pagaré la disposición
de un bien registrable no podrá hacerlo.
Representación
La representación cambiaria es un instituto por el cual una persona realiza
cualquier acto jurídico por cuenta de otro, en condiciones tales que, los efectos de ese
acto se van a producir directamente para el representado, como si él mismo lo hubiese
efectuado.
El representante debe actuar en nombre del representado. Para ello, debe exteriorizar
que actúa por cuenta de otro, y que ese acto está destinado a producir efectos directamente
sobre el representado. Estoy es muy importante, y es un requisito, que tradicionalmente se
conoce como la contemplatio dome.
Para analizar estos conceptos, se recomienda la lectura del art. 362 y ss. del Código
Civil y Comercial de la Nación para la parte de representación, y el art. 1319 y ss. para la
cuestión del mandato.
En materia cambiaria, podemos decir que prácticamente se dan todos los
supuestos de representación, a saber:
- Representación directa(arts. 8 y 9 Decreto Ley Cambiario)
- Representación indirecta o impropia (art. 3, última parte Decreto Ley
Cambiario)
- Representación pasiva mediante el endoso en procuració(art. 19 Decreto Ley
Cambiario).
- Representación orgánica societaria (art. 58 Ley General de Sociedades).
El primer supuesto es el libramiento de una cartular por cuenta ajena. El art. 3 del
Decreto-Ley Cambiario nos habla de esta representación impropia o indirecta que es cuando
una persona obra en interés de otro, pero a nombre propio. Así, la ley dice que se puede
girar por cuenta de un tercero un título de crédito. Pero hay que tener en cuenta que se trata
de un mandato no representativo, ya que va a producir efecto entre las partes, pero no
respecto de terceros. En otras palabras, el librador actúa en nombre propio y por cuenta
ajena. El tercero no sabe que actúa por cuenta de otro. El librador es un comisionista.
Por otro lado, está el dador de la orden, que no aparece en el documento.
Entre las relaciones jurídicas que se generan, el comisionista(el que firma el título)
queda obligado hacia las demás personas, sin que estas tengan acción contra el ordenante o
comitente. Y en consecuencia, el librador frente al ordenador deberá: cumplir las
instrucciones en virtud del mandato, y si el librador paga el título de crédito, va a tener una
acción contra el ordenante, pero esa acción no es una acción cambiaria. Entre el librador
aparente y los terceros, el único responsable cartular que va a aparecer como si el negocio
fuera propio es el librador.
Distinta es la cuestión cuando se regula cuando se libra un título a nombre y por
cuenta de un tercero. El art. 9 del Decreto-Ley Cambiario dice: “El que pone su firma en
una letra de cambio invocando la representación de otro, debe hallarse autorizado con
mandato especial. El mandato general no hace presumir la facultad de obligarse
cambiarimente. La facultad general de obligarse en nombre y por cuenta de un
comerciante comprende también la de obligarse cambiariamente con motivo de los
actos de comercio del mandante, salvo que en el instrumento del mandato inscripto de
acuerdo con lo dispuesto por el artículo 36, inciso 4°, del Código de Comercio se dispusiera
lo contrario.” Entonces, podríamos señalar que por regla general, en el caso de la
representación cambiaria, y en virtud de lo dispuesto por el art. 9, el mandato general
no hace presumir la facultad de obligarse cambiariamente. Hay que recordar que el
mandato general no comprende más que los actos de administración, y para esto nos
remitimos al art 375 del CCCN. ¿Y qué significa que el mandato debe ser especial?
Significa que en él, deben especificarse las obligaciones que se puedan asumir, no
genéricamente. Por ejemplo: librar, endosar, aceptar, avalar títulos de crédito. No bastan las
cláusulas generales.
Ahora bien, la misma norma establece una diferencia si se trata de la representación
de un comerciante. La ley cambiaria, en ese supuesto, permite un mandato general. Y de este
modo, se permite un mandato general de obligarse, salvo que en el mismo instrumento se
disponga lo contrario.
Hay que hablar de la forma que debe tener el título para esta representación. El
representante debe firmar en el título y debe añadir el nombre del representado, con un
aditamento: “Por poder de”, “En representación de”. En el caso, de que la
representación no surja del título, va a carecer de eficacia. Y eso, aunque el suscripto
realmente sea el representante. Y eso, en virtud de los principios de literalidad y
completitividad.
¿Qué pasa con la ausencia o deficiencia de representación? Entre las condiciones
necesarias para la representación hay dos muy importantes: 1) la facultad para obrar por
otro; 2) que el mandatario actúe dentro de los límites del poder. ¿Qué pasa si no hay
mandato o si el mandatario e excede de sus límites? El acto cumplido resulta inoperante
para el representado. Este principio general en materia cambiaria, está establecido en el art.
8 del Decreto-Ley Cambiario, y lo obliga al representante como si hubiera firmado en su
propio nombre. El art. 8 dice: “El que pusiese su firma en una letra de cambio como
representante de una persona de la cual no tiene poder para ese acto, queda obligado él
mismo cambiariamente como si hubiese firmado a su propio nombre; y si hubiese pagado,
tiene los mismos derechos que hubiera tenido el supuesto representado. La misma solución se
aplicará cuando el representante hubiese excedido sus poderes.”
En el caso que el representante se hubiere excedido en el mandato, el
representado no va a quedar obligado, quedando únicamente el representante obligado
y por la suma total. No por lo que se hubiese excedido.
La falta o exceso de representación puede sanearse mediante la ratificación, que
equivale al mandato
En tercer lugar, vamos a hablar de la representación cambiaria en materia
societaria. Sabemos que las sociedades, al igual que todas las personas jurídicas,
necesitan de otras personas humanas por medio de las cuales van a poder lograr su
objeto. Por ello, las sociedades deben obligarse necesariamente a través de sus
representantes legales. El art. 58 de la Ley General de Sociedades dice: “El administrador
o el representante que de acuerdo con el contrato o por disposición de la ley tenga la
representación de la sociedad, obliga a ésta por todos los actos que no sean
notoriamente extraños al objeto social. Este régimen se aplica aun en infracción de la
organización plural, si se tratare de obligaciones contraídas mediante títulos valores, por
contratos entre ausentes, de adhesión o concluidos mediante formularios, salvo cuando el
tercero tuviere conocimiento efectivo de que el acto se celebra en infracción de la
representación plural.” Esto significa que el representante de las sociedad, al actuar en
carácter órgano, va a obligar al ente. Pero para que así ocurra, es necesario que al
firmar la letra de cambio, invoque esta representación, lo cual debe quedar
debidamente asentado en el documento. Se ha discutido mucho acerca de la ubicación del
nombre de la sociedad en la letra de cambio, y si debe tener o no el sello social(“presidente
de la sociedad””gerente de la sociedad). El curso de la doctrina y la jurisprudencia ha ido
flexibilizando estos conceptos mediante un Fallo Plenario de la Cámara Nacional de
Comercio, que se llama “Banco Sidesa c/ Cementera Comercial” que estableció que si la
firma del gerente no está acompañada inmediatamente del sello o la leyenda alusiva a la
representación de la sociedad, es factible mencionar el nombre de la representada en otra
parte del texto, y será valido. En el supuesto de que el representante legal de una sociedad
gire o libre un título de crédito, el carácter notoriamente extraño al objeto social, por el art.
58, no va a ser oponible a terceros, debido a a la independencia y abstracción de las acciones
cambiarias. Finalmente, la ley establece que la violacion al régimen de organización plural de
la sociedad, por ejemplo cuando el estatuto exige que para librar un pagaré es necesaria la
firma conjunta de dos o más socios, no va a ser oponible a los terceros, si se trata de
obligaciones contraidas por la emisión o la negociación de título valores. Pero ello, claro está,
que el tercero haya conocido que el acto se realizaba violando la organización plural.
Aceptación cambiaria
Primero, solo se da en la letra de cambio y no en el pagaré. Hay que recordar que
en el pagaré, el librador se obliga a pagarle al tomador una suma de dinero a su vencimiento.
En cambio en la letra de cambio, el librador le pide al girado que acepte la letra y que
una vez aceptada, le pague al tomador/beneficiario del título. Entonces en esta relación
triangular, la aceptación y el rol del girado, tienen una aplicación especial.
El girado es hasta que acepta la letra, y una vez que lo acepta, que es un acto
jurídico cambiario, se transforma en aceptante. Este es un tema no menor, porque al
transformarse en un aceptante, implica volverse obligado cambiario, y el obligado
cambiario es un obligado de regreso. En cambio, en el pagaré el obligado al pago es
obligado directo y no hay aceptante o girado.
La aceptación es el momento importante en la letra de cambio, porque a partir
de ese momento se incorpora el girado a la obligación cambiaria. Por eso se ha dicho
que es un acto jurídico cambiario unilateral (el aceptante no requiere aceptación del
librador) por el cual el aceptante se obliga a pagar el título a su vencimiento al beneficio o a
su orden (a quien se lo haya transmitido mediante endoso) y transformarse en obligado
principal. Entonces para la aceptación no hace falta la conformidad del resto de los obligados
cambiarios. Basta con que la letra se presente al girado y este la acepta.
La obligación se limita a lo establecido literalmente. Entonces el aceptante, por
más que tenga un pacto distinto con el librador, si se compromete a pagar, va a pagar lo que
dice la letra. Y también es un acto abstracto, que está desvinculado de la causa que
puede haber generado ese instrumento. Además es irrevocable, lo que significa que no
puede ser revocado una vez aceptado, como la mayoría de los títulos valores.
Los dos sujetos que intervienen son: 1) el aceptante de la letra, y 2) el librador
que le pide al girado que acepte la letra.
La aceptación puede realizarse hasta el vencimiento del plazo. Para aceptarse se
tiene que presentar en el lugar de pago o en el domicilio del aceptante. Esto es lo que
establece el art. 23 del Decreto-Ley.
Obviamente que el plazo que se establece es de 1 año, por lo que la fecha del
libramiento hasta que se presenta no puede transcurrir más de 1 año. Los intervinientes,
ya sea el librador o los endosantes, pueden modificar esto. Ahora bien, los endosantes pueden
reducirla, pero no ampliarla. Se ha aceptado que el plazo de diferimiento puede ser hasta 3
años.Esto es importante porque a partir de la presentación, si la acepta empieza a correr
la obligación de pago, y si no la acepta, también aparece la mora, en cuyo caso, se tiene
un plazo, se presenta, vence, y se tiene una acción de regreso ante el librador del título.
Hay que recordar que el librador está garantizando el título valor.
El sujeto al que se debe presentar debe ser a cualquier portador. El portaador
del título que esté legitimado por una cadena regular de endosos es el que puede
presentar el título. Una persona ajena a la relación cartular, salvo que tenga un poder del
portador, no lo puede presentar.
La presentación es hasta el día del vencimiento y tiene ese año que se puede ampliar
para todos los casos. Y una vez fijado, se puede disminuir por los endosantes. Esto es claro
porque el librador cuando libró el título y amplió el plazo de presentación a 3 años que es lo
que se acepta en la práctica bancaria, sería injusto que un endosante pudiera ampliar ese plazo
El girado puede pedir que la letra le sea presentada a la aceptación por segunda
vez al día siguiente de la primera. Esto está justificada para poder ganar tiempo y
preguntar si puede aceptar o no. Y acá aparecen algunas cuestiones. Si el girado no acepta
la letra, el portador del título tiene acción de regreso contra todos los obligados anteriores.
Son obligados de regresos.
La aceptación debe insertarse en el título. El girado, cuando acepta la letra tiene
que poner “aceptado”, “prometido”. Tiene que ver con una aceptación formal en el cual
queda claro que esa firma puesta como aceptación lo obliga. Se puede ubicar en cualquier
lugar del título, pero es más común que se realice en el anverso del instrumento. Puede tener
límite de monto. Y debe tener fecha de aceptación. Esto es importantísimo, porque es la que
determina el vencimiento. Si no tiene fecha de aceptación, se debe hacer un protesto, no
ya por falta de pago, sino por falta de consignación de fecha de aceptación.
Obviamente, dentro de estas cuestiones se equivale la posición del emisor del pagaré a
la del aceptante de la letra de cambio. Entonces en un pagaré el obligado es obligado directo.