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oe Recetas re Seer ASS oa E, sero estaba at at et para, onde ya no habia flores, ni caminos, ‘nt bantos. Solo crecian unas matas fltisimas como en una selva. 5 Ingo se. metis entre los arbusios pra buscar au pelotn La habs pede | doenet sto mentrasugaba con el | OSS pelotal llamo. INo te es | condes! Se mets ain mis entre rama Una hormigh fe hizo cosy fa plern. Las espins: ea rare fran la cara No habia rst de it peota ENO s puede efumar asi como asi pened Ingo, enc, fue Me heh mans lego ‘acs sole | “Pero zr que sche denes que per der oo Gan a a apr ae far", me preguntara enfadada, Yt | ema Kata sta mia i's te curr tical» Tago ‘iguiobuscando, Se tr al suelo y se arast como: pul. por dba de unas amas: Hasta que om: prendlo que tao er intl sila pelota ha volo! La. dejo por impos De repente, el scto se acabi. A continuacion “se extendia_un, verde prado, Sri verdad to que vlan sus Sion’ Nommaimente, donde acabuba e 6 ke SS —_——— ‘eto estaba el muro gris de la fabrica. jo, hoy veia aquel prado cu- ‘una fespesa y suave, al sol En medio se veia algo redondo y de colores. its mi pelotal —exclamé. Ingo. a forma. Esto parece un huevo. Corrié hasta aquel objeto y lo levan- 16, Bra grande, pesado, y al tocarlo lo hnot6 caliente a causa del sol. La cés- Gera tena unos colores tows, ‘cho més bonitos que los de su pelota. Hola, huevol —le dijo el mucha- cho—. Te llevaré conmigo a casa. ‘Ahora eres mio. Ta vuelta no fue nada fécil, pues lievaba tuna mano ocupada. Por eso ipa con cuidado, despacio, para que tno le pasara niada al huevo, Las rales Y las ramas le cerraban el camino. Los Espinos no le dejaban andar. Pero Ingo avanzaba tranquilo. Mientras, le hhablaba carinosamente a su huevo: —No tengas miedo, yo te cuidaré. {iste es un seto horrible, pero pronto estaremos al otro lado. Te Mevaré a asa, te haré un nido muy cémodo. Estarés de maravilla. Ya verds lo bien 146 el huevo entre la camisa y la piel. "“para que no te vea nadie —le dijo, ‘Acontinuacién ech a correr por el argue, Aquello era digno de verse: bo deren, agarrandose barge con as dos manos y hublando sot & 9 los pantalones. Se la puso bien er Al pasar por la fuente un chuch fempez a. ladrarle. Bra cl perro de Miguel y Petra De oe ert Miguel Por Corres como st te persiguieran? Que es exe bulto que tienes debajo {ue ee bto gue tenes debajo de —Was a tener un nifo? —pregunts Petra S Como Miguel y Petra eran amigos suyos, Ingo’ sacd el huevo y se. lo fensené. Lo encontraron hermosisimo y original, y-querian saber donde lo habia encontrado. ¥ st quedaban mas. No, slo estaba éste —les respon- 46 Ingo. Lo encontré en el prado, detras de los arbustos. “"Detrés de los arbustos hay un ‘muro, no tn prado —dijo Miguel—. Y Aetras del muro, la fabrica. Ingo nego con la cabeza: Voy habia, un prado, y en la Iherba estaba este huevo. SP yQue vas a hacer con él? —pre- sunt Petra Lo empollaré. allo dices en serio? y'tan en serio! Miguel y Petra no pudieron conte- ner la risa, Ya se imaginaban a Ingo Sentado dia y noche sobre el huevo. Se fHeron tan fuerte que el perro comenz “Ingo vol andar sth 0 volvi6 @ guardar su huevo y Jijo que debia marcharse a casa. Ma fhana por la tarde volveria al parque y tracria el huevo. x Conspo 11260 a cas, tam es veces para que supiesen que era é. Su madre abrio Ia puerta, Cuando vio el uevo, se le olvidé preguntar por la pelota, 2 —i0ué huevo més curioso! ¢Lo vas ‘a quardar o lo Hevamos a una paja- reria? w Me lo voy a quedar —contest6 Ingo—. No es un huevo de pajaro. ee pues, qué animal crees que 10 hhabra puesto? Eso no lo sé. Ingo Hlevé el huevo a su cuarto, Su hhermana Mara estaba sentada junto a Ta mesa haciendo sus deberes, El mu- chacho se puso detras de ella y la Saludo muy amable. Mara se sorpren- {io tanto por el saludo de Ingo que le pregunté: “E:Qué favor quieres pedirme? —JMe prestas tu viejo cochecito? Para qué? Ingo no contest6. Le entrego el hue; vo y. sin esperar respuesta, cogid el Cochecito que estaba en un rincén del Guarto. Hacia mucho tiempo que na- ‘die lo usaba y estaba leno de cachiva~ tches. Ingo lo coloc6 todo en el estante: {res munecas, una zapatilla de depor- te, un teléfono de juguete, algunas fichas de dominé, lapices de colores, vias del tren eléctrico y la bruja del 3 _§ teatro de marionetas, que Hevaba per- dida una eternidad, Después fue hasta la cOmoda y sacé del eajén de la ropa de invierno su bufanda roja y su gorro azul. Envolvié el huevo con la bufan~ da, lo puso en el gorro y lo metid todo cen el cochecito, Mara le miraba. —Desde Inego, gracioso si que es el huevo —dlijo la nina —iNo es gracioso, es precioso! Ingo llev6 el cochecito a Ta terraza, Lucia el sol. En. las macetas brillaban las petunlas rojas y amarillas. Ingo se Sento en una silla de mimbre, muy cerca de la barandilla. Apoy6 el pie en el eje del coche y comenz6 a balancear- lo hacia delante y hacia atras, —Se puede saber qué haces? —pre- gunto Mara, que le habia seguido hasta la terraza, —1o que hacen las mamas en el Parque cuando sus hijos Horan. —iPero tu huevo no esti llorando! Qué barbaridad! Mara volvid a sus deberes. Ingo, por su parte, fue a buscar un libro que hhablaba de los animales prehistoricos, 4 [Bra su tesoro més querido. Estaba eno de ilustraciones de animales que hhabian vivido hacia millones de anos. ax ls ‘hojes hasta encontrar, ls dedicadas @ los huevos. Comparé los distintos modelos con el que asomaba por debajo de su gorro de lana. (fra tn ejemplar milenario! Lo habia sabl- 40 desde el primer momento. ’Al-atardecer, cuando ya refrescaba, Ingo tapo el huevo con la manta de Jas muttecas de Mara y entro de nue- vo en su cuarto. ‘Se oy6 la puerta de la casa. Pap volvia del trabajo. Buenas tardes a todos! —grt6. ‘Mara corrié a su encuentro, para conta las totes de ngs: uta Saber lo que pensaba su fi Se puede esperar de un nino que lleva ‘2 casa un huevo rarisimo y lo mete, ‘envuelto entre ropa, en un cock {de mudiecas? ;Tendria que prohibirselo! HI padre contemplo el huevo. Le pea Nee parets mal que Ingo to tubiera lievado a casa. ‘No le quites las thusiones —dljo a Mara, ¥ le tiré de una trenza. 16 Mara se enfad6 y murmuré entre dientes que a Ingo siempre le permi- tian todo. }Como era el pequeno y wv -—— tenia aquellos ricitos castafos tan gra- tiosos. a mover la cabeza hhacia los Tados hasta que Ingo le dio ‘mis comida. Cuando ya no pudo mas, Ingo lo cogié. Antes de que al chico le diera tiempo de meterlo en el cochecito. se fenroseé y se quedé dormido en el hhueco de'sus manos. ‘Ingo To tap6 y se sent6 al lado del ‘coche. Bra feliz. Tengo que ponerle un nombre He dijo.a su madre. =jHas pensado ya alguno? u Fue a buscar otra vex su libro, Ha- bia dos animales gigantescos que le fistaban mucho, Debajo de cada dl jo estaba su nombre. —iSe tiene que llamar como uno de estos dos! —aljo el ni, —Nyctosauro diplodocus..Dragén vo- lador.. —Ingo, me parece que esos nombres son demasiado largos y complicados Si, tienes razon. ce gusta Drago? Drago era un nombre corto y sona- ba bien. jingo y Drago! Le gustaba, ‘Su madre estaba de acuerdo, =Si, pero fijate bien: en tu libro el dragon tiene dos alas, y Drago no las tended munca “ed —No, claro que no las tendré —gri- 16 Ingo'asustado—, Si no, se me iria volando, 6 BEB cc, tape sgt Drago coma 80 bendy duis un en rato, Cando se despert, VOWS comer abaharseya dormir otro rato, “Tambien se deslz6 por la mesa de cocina y, al legar al bord, dio media 37 vuelta, Ingo pens que eso era muy. Inteligente por su parte, porque podria, hhaber seguido y caerse al suelo. —iEh, Drago! —le dijo—, me estoy dando cuenta de que eres muy listo. Muy... —y_prob6 con una palabra ‘nueva que habia oido varias veces—: ‘muy teligente. —Inteligente —Ie corriglo su madre ‘con una sonrisa, Se alegraba de que Ingo utilizara palabras nuevas. =o también soy inteligente? —pregunt6 el nifo. "Claro que si. Si ta te pascaras por encima de'uina mesa y fegoras la nila —Nie tiraria al suelo —dlijo Ingo—. Pero para Drago la mesa es tan alta como para mi una casa. Y yo jamais ‘me tiraria desde una casa. Porque soy inteligente. Drago comid, se bafié y durmio la siesta. Y ast pasé la tarde en un abrir y cerrar de ojos. Ingo lo desperto y, ‘cuando Drago se espabil, lo sacd a la terraza soleada para que pudiera corre- tear por las jardineras. ‘A través de los barrotes de la baran- 38 dilla, Ingo vio a papa que volvia a casa. Sali6-a su encuentro en el rellano de la escalera, —Papa, te tengo preparada una sorpresal 'Y colocé @ Drago sobre la alfombra gris del salon. El animal se movia con mucha mas dificultad por la alfombra ue por la superficie lisa de la mesa. Drago avanzaba poco a poco con mu- cho esfuerzo. De repente, levant6 el rabo y dej6 tras él una mancha verde. —iAy, no! —chill6 Mara, La madre fue a buscar un trapo y {roto la mancha. Pero a pesar de todos ‘sus esfuerzos, qued6 una sombra ver- "™"® Sebsle ra como reve da en que bus cabatla pelotaen el set. Drago esta: ba debajo de la cama, en el rineon 8 oscuro, tos See poble aue me des es sustos? —le riR6 Ingo. Aunque de time podria esperar cualquier cosa. Pero entonces se io cuenta de que, 4uiza, Drago necesitaba una eueve Para él solo. Cogié una toalla del uarto de bano ¥ quitd con ella el Polvo del rincén. Cogio de la cocina tres hojas de lechuga medio platano. ‘Tambien fue a buscar una peta de ping-pong para que jugara Fe gusta’ le pregunt. Drago ronrone —Wes! —Ingo ‘asinté contento— ‘Te prometi, cuando atin eras un hue. v0, que bas estar de maravila. ry —_-— A. ta manana sete ttn jlo. i madre limplaba la case. Ingo estaa'en co de ten: Benando 50 4 Dragoon avo, La slangana e bia quedado pequcha. Le. gusta ‘ome brllaban Las escamas coloreadas de Drago y le fuerea de sus custo Pequeftas patas al nadar por el agua “ingo, ven aqui enseguida! m6 eu made. pei cn ht ay cao con empapado en sus brazos. Ta mare estaba con el aspirador delante de su cama y Je ensehé la toalla arrugada, manchada de verde y on seftales de plitano. QUE significa esto? Exes de Drago —aio Ingo. Noi {Es mia! Es mi toalla. La he buscado por todas partes y no sabia Ande ta podia haber metido ““brago la necesitaba para su Qué cueva? Bscucha, Ingo. madre estaba muy seria. ¥ led faquélla era una casa para personas ‘Que eno podia excontler debajo de st ama toallas ni platanos. Ingo no respondio, acarcks In piel thameda de Drago y le dj: ‘Todo te lo prohiben! No puedes 31 estar en el salén. No puedes estar en Ia cocina. Tampoco, debajo de la ca- ma. Me gustaria saber donde te po- nnemos. “En la terraza —dijo su madre—. Le pondremos un cajén con serrin, ara que se acaben de una ver las manchas. 32 AL DIA siguiente Ilamaron a la puer- ta. Eran Miguel, Petra y su perrto, y Querian saber por qué Ingo no iba nds por el pargue. Ingo tos hve a su habitac ns enseharé el motivo. Drago estaba jugando con la pelota de ping-pong. 1a empujaba cn su hhoclo, y después cormia detrés ‘Miguel y Petra estaban tan asom- brados que se callaron por unos segun- dos. Despues gritaro: = ifs preciosol es maravillosot 1Y tan simpatieo.- Podian jugar’ con Drago? clo po- dian coger en brazos? “Tanto mimo cern au l pero se pasieraceloso y emperara ala Drago se escurnié, eno de micdo, hhasta debajo de la cama, Ingo se aga: ho 9 cops, Mientras, Mil ie ‘el perro por la correa Petra puso a Drago en sus rodillas. 1o dej6 Jugar en su falda y se rio Porque le hizo cosqillas con sus dim mata ues. “AZQué le dais de comer? —se inte- reso. 2¥ que hace el resto del dia? 53 —iManchar! —dijo Ingo—. No hay forma de que sea limpio. Como ense- ‘hastels a Vuestro perro? “UM La verdad es que fue dificil No aprendia ni a tiros. Hasta que la abuela no le refreg6 el hocico en el ccharco de pis que dejo. “2H hocico? —grit6 Ingo enfada- do. Yo no haré eso con Drago nun- ‘ca, Lo encuentro repugnante, “Nosotros también —dijo_ Mi- ‘guel—. Pero es lo Gnico que funciona, st Petra acaricié a Drago en el cuello yen la tripa y propuso ir al parque. “Alo mejor es demasiado pequenio para eso —dijo Ingo—, Mama dice {Que no es bueno sacar a la calle a los hiios. muy pequefios. A mi mo me fsaco hasta que yo tenia cuatro sema- has, Y Drago s6lo tiene dos dias. B30 le recordé la noche en que Drago salié del huevo, y se lo conto @ sus amigos. Con los dedos les ensei To pequeto que era Drago entonces, ¥ Miguel dijo: Pues ahora es tres veces mayor! Si —dijo Ingo Ileno de orgullo— Fs que crece muy deprisa, mucho més que yo. “Y atin crecera més en el parque —aseguré Petra, Estaba deseando sacar a Drago de asco para pore enero al resto jos nis. SE ARMO un gran alboroto cuando faparecieron con el cochecito junto a 55 Ja fuente del parque. Petra sacé a Drago de su cuna y lo ensenié a todo el mundo. Todos los nifios querian acariciarlo yy cogerlo en brazos. Pero Drago no Gejaba de girar la cabeza hacia la fuente, y pataleaba y grufia. Asi que Petra lo colocé en el borde de piedra y cl animal, enseguida, se dej6 caer al ‘agua, Ingo grito del susto, pero Drago ‘nadaba tan tranguilo, mientras chapo- teaba y salpicaba a los nifios que fstaban a su alrededor y lo miraban, ‘Tras el bao, se dedic6 a corretear por el césped, y todos querian jugar ‘con él. Al principio tenia un poco de vergiienza, pero enseguida se le paso ¥ ronroned mimoso. Cuando Ingo lo jpuso de nuevo en el cochecito para Yolver a casa, todos los ninos los acom- pafiaron y, de pronto, habian inventa- {60 una neva cancidn. Deci 56 Ingo empujaba el cochecito acom- pafado por Miguel y Petra, y estaba ‘ms feliz que nunca. ‘A partir de entonces volvié a 37 toros los dias al parque. Alli se encon- taba muy 2 gusto. in casa no todo era tan fil. Habla algunos problemas. Drago erecta Correteaba ‘cada ver més deprisa por toda la. casa, y"ai habia. algun Ermario. que no estaba cerrado, ya sab ‘dentro, Reva toda. ingo le rehis, pero no entendia y"seguia corriendo. de” un {ado a otro. ‘Cuando no estaba de acuerdo con algo, grunia, Si se encontraba bien, Tonroneaba. Y seguia creciendo sin paar. ‘Su apetito también aumentabe. Hacia tiempo que comia varias le- cchugas y tres 0 cuatro platanos dia- Flos. Pero con eso tampoco se conten- taba, asi que se arrastraba de la terr ma ala cocina y se colocaba junto vverdulero. No pedia nada, solo levan- taba la cabeza y, de vez en cuando, grunia con cara de lastima. Asi has- ta que alguien sentia pena de él y |e tiraba una zanahoria o una judia. No le gustaban las patatas ni los to- 58 mates. Pero los guisantes tiernos le encantaban, Cada tarde aparecian Miguel y Pe- tra para llevar a Drago al parque. Atn lo acostaban en el cochecito de mufe- ‘eas, a pesar de que se le estaba que- dando pequeio. os niios ya los esperaban en la fuente. Metian las marios en el agua, pero Drago las evitaba, como buen nnadador que era, y seguia avanzando sin hacerles caso. Después del bao se paseaba por el césped y comia la fruta Que los ninos le regalaban. HI dia en que hubo las primeras cerezas, Petra llegé con una bolsa lena y las repartié entre todos los chicos: La altima, grande, redonda y ‘oj, la ofeio Drago. Mira lo que tengo... —y le ense- faba la cereza. Drago se incorporé sobre sus patas traseras y le quit6 la fruta de las manos. os niios aplaudieron y lo jalea- ‘Bravo, Drago! —gritaban. tn ser gordo past en aquel mo, mento por alli. Se paré y le pregunt6 59 4 Ingo si queria venderle aquel animal tan gracioso. “ENol contests Ingo enfadado. daria bastante: dinero por él jo el seBior— Puede costar mur cho dinero. Nol rept In Miro al caballero con mala cara y colocé a Drago en su cocheclto. Mi. fuel y Pera tambien fe echaron una mirada enfadada y el perro gruno. Los {res acompaliaron Ingo y Brag as 60 Mara tenia visita, su amiga Lina, —Drago puede ponerse de pie —les {informé Ingo—. Y un senor me lo queria comprar. Por un montén de dinero. ‘Mara y Lina no se lo ereian; pero ‘cuando vieron a Drago andar a dos patas por la habitacién, comprendie- ron al seftor. —i¥a lo creo! Es divi Lina—. 1¥ tan simptico. Mara estaba de acuerdo y dijo que también lo encontraba divino y simpi- tico. —2Desde cuando? —e pregunté In- g0 extraflado—. Porque tt dij 1 — rt Pox 14 nanoe, pro le dees ‘al padre de Ingo lo bien que se le daba 2 ate eo teers Mes soda eo Hernan os gris caminat ones, De vez em cuand 62 se caia, pero volvia a ponerse dere- cs y emacs meee de- te. se 116 y lo alabo: Drago se ha vuelto todo un mu- chachote! TE intent6 que le diese la pata, como hhacen los perros. Pero Drago no era un perro, Por primers vex reson. pero tan bajo que solo ing. “Todo un muchachote de verdad —repitié el padre—. Sino dejara man- ‘chas por todas partes.. = Khora tiene su. cajén en la terra- z2,.. dijo Ingo. “pero nolo usa nuncal —grit6 Mara—. ¥ el cochecito se le ha queda- do pequenio. Ingo dijo: whe todas formas, ahora que ya puede caminar no lo necesita. Y por Tas noches puede dormir en la caja de carton de la aspiradora, SEZs sigue creciendo? —pregunt6 Mara. 2 ate le quoda tambien fa Tngo le iba a decir que podria dor- mir en el sofé del salon, pero su padre se le adelanto: 63 —Si Drago se hace més grande que la aspiradora, tendra que marcharse (0, por favor! —suplicé Ingo— zAdonde ira entonces? Se arrastré con Drago hasta su cue- va y le pregunt6: —2No puedes crecer més despacio? Como yo, slo un poquito cada ai. ‘Drago apoyé la cabeza en el brazo de Ingo y ronrones ero siguio creciendo, La madre se quejaba de todo et revuelo que organizaba Drago en la ‘Con las uhas sacaba los hilos de las alfombras. Se restregaba por todos los uebles. Le gustaba, sobre todo, el todo el barniz del suelo. ¥ como el sillon era bajo subi6 con facilidad, metié las ufhas en la funda ¥ tid con todas sus fuerzas, hhasta que destrozd la tela. = jDrago no entrara mas en el sa- We at I madre. Vetey jueea con él, Ingo. "Tambien se quejaba del dinero que gastaba en comprar fruta y verdura. “Sia ‘Katia tenia razon —comen- 64 16—. Dijo que «Drago» significaba «que vale mucho», jy tanto que nos cuestal —Se referia a lo que valia, porque era tan carifioso. No a lo que costaba —le corrigié Ingo. Desde que Drago se podia poner en pie, las frutas y verduras del verdulero estaban a su alcance. Manzanas, pe- ras, espinacas... se comia todo lo que gncontraba y ‘nunca quedaba satis: —éPor qué esta otra vex en la coct- na? —gimis la madre—. Vete y juega con él, Ingo. gJugar con Drago? A Ingo le hubie~ ra encantado hacerlo. Lo intentaba, pero Drago no colaboraba. Solo queria observar cémo jugaba Ingo, y moles- tarle lo mas posible. Con ‘las patas chafé las figuras de plastilina y las deshizo todas. Destroz0 las casas que Ingo habia construido. Vole6 el bote de agua en el que Ingo limpiaba sus Bl tren eléctrico era lo nico que lo asustaba Cuando estaba en marcha Drago se escondia en cualquier rincon. Cuando Ingo paraba el tren para guar 65 Drago se atrevia a salir y arafaba la pintura brillante de los vagones. —iNo me rompas todo! —gritaba Ingo. Intentaba tener paciencia, pero a veces era muy dificil 66 Pero cuando ocurtié lo del rompe- ‘eabezas, se le acabé la paciencia, Ha- bia tardado un monton de dias en hhacerlo, Estaba casi terminado. Solo faltaba una esquina pequeiita y, de repente, vino Drago, agit la cola por ‘encima del rompecabezas y no quedé ‘nada. Ingo le pegé un empujén tan fuerte que Drago rod6 por toda la hhabitacion y fue a dar contra la puerta, —Draguituko! Espantado, corrié hasta él, lo abra- 7 26 y le aseguré que no queria hacerlo, de verdad que no. Su madre entr6, =2Oué ha sido ese ruido? 2Te has hecho dao? Ingo neg6 con la cabeza y le ensené el rompecabezas. —2Por qué me ha hecho esto? Siem- pre me fastidia. Yo nunca lo molesto. 68 =A lo mejor no le gusta que ti pases el rato con otras cosas —le dijo su madre—. Tal vez quiere que estes siempre con él —Pero, zes0 es posible? —pregunt6 Ingo sorprendido—. Quiero decir: zes posible tener una persona para ti solo? No, eso no puede hacerlo nadie. Nadie pertenece a nadie. Lo entiendes? Ingo asintis, aunque no lo habia comprendido del todo. ‘Su madre salié y el nino recogié las piezas del rompecabezas. —Ya lo ves, Draguituko. Ta crees que yo te pertenezco y que me tienes Bara ti soo, Pero eso no es posible, Porque. nadie pertenece a nadie. clo entiendes? Drago ronroneo suavemente. Ingo se alegré de que Drago no le guardara rencor por el empujon de antes. PASO UNA SEMANA. Como el coche- ‘ito de mufecas se le habia quedado muy, muy pequefio, Miguel y Petra trajeron un carrito. 69 —2De donde lo habéis sacado? —pregunté Ingo. De nuestro huerto —le dijo Petra. —2Desde cudindo tenéis un huerto? Ta verdad es que no es nuestro dijo Miguel—. Lo que pasa es que tenemos la lave. Bs de un tio nuestro. Pero es tan mayor que ya nunca va bar all ver de un ert parece Ia iHso es ideal! Seguramente alli se podié jugar de maravila —exclamé Ingo. ag hltuel neg6 con Ia cabeza y Petra jo: —De ninguna manera. No es como tun jardin, Esta leno de hierbas salva- jes y de zarzas, Las ortigas y los cardos Son mas altos que nosotros. Y las hierbas se quedan prendidas de todas partes, Hasta del pelo. —iQué lastimal —dijo Ingo. Desde ayer andaba buscando un ‘nuevo lugar donde jugar por las tar- ‘des, El dia anterior habia habido jaleo fen el parque. Después del baito en la fuente, Drago se paseaba por el césped, ‘como de costumbre, justo en direecion 7 hacia un nifio que se estaba comiendo tun plitano. El nifio empez6 a gritar, tir6 el platano y corri6 hasta su ma- ‘dre, Drago no sabia qué hacer y fue hhacia otros niftos, que tambien empe- garon a gritar y corrieron hasta sus madres. Tas mamés y las abuelas, que esta- ban sentadas en los bancos, se levan- taron y le riieron: —iEs un animal peligroso! Habria gue ponerlo entre rejas y no traerlo al argue. jTendria que estar prohibidot Dos dias mas tarde paso lo de la pelota de plastico. Era una pelota hin- chable, grande y roja, que flotaba en la fuente. Su duena era una nifha yueha, Drago nad detras de la 1 Ia abraz6 con las pezuitas y fapreté con todas sus fuerzas, hasta ‘que la pelota estallé. La nifia emy A chillar como una descosida. Su abue- la corri6 hasta ella, saco del agua los restos de la pelota’y se los ensefi a Ingo. —iflendras que traer otra! —te dijo. iter # no tengo ninguna —con- testo Ingo la mar de triste— La mia . n Ja perdi. De todas formas, era mucho ‘mas pequeha... Entonces, la sefiora dijo tranquila- mente: —Pues tendras que darnos el dine- roy nosotras compraremos una nueva. Ingo pidi6 a Petra y a Miguel que cuidaran de Drago. Cortié hasta su casa, vacié su bucha y volvio al argue. Cuando lleg6, Drago estaba debajo 4e.un banco. Delante del banco estaba tun chucho. Movia la cola eontento y no tenia la menor intencion de irse de alli, Habia estado persiguiendo a Dr 0. y ahora le ladraba indicéndole que fl juego tenia que seguir. La gente gritaba: —iBl parque es para estar trangui- los! —chillaban, —iEl parque no es para que los perros ladren, ni para que vayan de- tras de los dragones! —chillaban. —Si continiia esta locura, nos va a dar un ataque de nervios! —seguian chillando. Ingo le entregé el dinero a la seo ra. Y los tres nifios decidieron irse a ‘tro sitio donde la gente no estuviera SN 73 tan nerviosa, 0, mejor, donde no hu- Diera gente. ‘Montaron a Drago en el carrito y tiraron de él hasta que legaron al final del pargue. Alli estaba el dltimo ‘anco antes de Ilegar al seto, El perro ueia seguir jugando; Tadraba, y le laba a Drago con el hocico. Pero Drago no le hacia caso; se arrastro hasta el seto y lo recorrié de un lado otro, como si buscara la entrada y no la encontrara. Ingo lo oy6 ronro- hear y gemir. Los tres nifios se senta- ron en el banco. 2Qué te ha dicho tu madre cuan- do te ba isto coger el dinero de Io hhucha? —le pregunt6 . mR co Soni Ingo Ha —zQué puedo hacer si ya no lo ‘quieren en casa y deciden echarlo? ‘Miguel dijo pensativo: —Tenemos la llave del huerto. No ‘es una maravilla, es, una margeila, pero sino hay otra Uses vias aernée cours na nueva desgracia. Los dos ancianos que vivian en el piso de abajo subieron y se quejaron, En ese momento Drago se entrete- 76 ‘nia empujando el recogedor de basu- tas, El ruido se ofa por toda la casa. los vecinos querian. saber por qué hhabia siempre tanto alboroto arriba. Y sila causa de aquellos ruidos molestos era aquel bicho tan desagradable. ‘Unos dias antes se habian cruzado con Drago en la escalera y lo habian encontrado encantador y graciosisimo. Pero cambiaron de opinion desde que Drago comenz6 a entretenerse tirando por el suelo el recogedor, las tapaderas de la cocina y los cepilios de limpiar zapatos, 0 cambiando de lugar’ los muebles de la terraza. Los dos ancia- nos movieron la cabeza enfadados y Ajeron: —Si no termina este alboroto nos quejaremos a la comunidad. Ingo y su madre colgaron muy alto todos los recogedores, escobas y cepi- Ios, para que Drago no pudiera alcan- ‘arlos. Después pegaron unos trocitos de fietro debajo de las patas de los | muebles de la terraza. —Fistoy intrigada. {Qué nueva sor- Dpresa nos reservara Drago para. la [proxima ocasion? —gimio mama. 7” La sorpresa fue que, de repente, faltaron cosas. Al padre le desapareci6 Tapipa. Una cuchara de café se perdio, y la encontraron debajo de la alfom- brilla del bafto. Una zapatila también se evapord: después descubrieron que cra la causa de que el water estuviera atascado. Pero cuando desaparecié la cinta amil del pelo de Mara, nadie la fencontré. ‘Mara estaba invitada a la fiesta de cumpleafios de Lina. Con su vestido al y el pelo suelto corri6 por toda la ceasa buscando su cinta. Al cabo de un ato emperd @ pensar que habia so a0. { —2¥ cémo sabes ti que ha sido Drago? —le pregunté Ingo. —iPorque: siempre es él La_pipa también se ha perdido. 2Y ahora qué cinta me pongo en el pelo? —iLa rojal —dijo Ingo—. Es Igual © de bonita. —ifres tonto! —se enfadé Mara—. eCémo me voy a poner una cinta roja con un vest azul elaro? iu madre le aconsej6 que se pusiera el vestido blanco con la cinta blanca, » pero Mara grits: —iNo voy a hacer la Primera Co- munién! Voy a la fiesta de cumplea- fios de Lina y quiero llevar mi cinta ail. no voy acambiar de idea, y..y. casi se ahoga de lo enfadada que estaba. —Ya la encontraremos —le dijo su —zEncontrarla? jLlena de manchas verdes! 'Y mientras se ponia el vestido blan- o, repitié una ver mas que a ella no hhabia forma de que le compraran un tocadiscos y. en cambio, al sefior Ingo Teconsentian tener aquel animalucho, 9 queencima hat ton de cosas... TLuego, se fue dando un portazo. —Bsctichame, Ingo —le dijo su ma- dre—. Si no encuentra su cinta azul, Je tendrés que comprar una nueva. Ingo asintio,triston. —Pero... no me queda ni un duro. =A ni tampoco. Hoy Drago se ha zampado las espinacas que se comeria ‘una familia entera. Debes comprender {que el dinero que tenemos para man- tenernos no da para cintas azules. Ingo la miré. —2¥ la pipa de papa? —pregunto—. También tengo que comprarie una —La pipa la he encontrado. zAdivi- nnas dénde? En el cajén de Drago, en Ia terraza. Ingo dijo contento: —Entonees, el cajén sirve para algo. —Si, pero no para lo que estaba destinado. Lo pusimos por las manchas de Drago, no para la pipa de papé. Bra verdad que Drago no se preocu- aba por el cajén. No lo habia usado ni una sola vez, a pesar de que Ingo lo 80 ‘desaparecer un mon- llevaba hasta él més de todos sus sdeslcesey le deste = —iAqui dentro, Drago! :Lo vas a entender de una ver Th ns eres nt to,Dragutiko, tu eresintelignte:Por ae no me haces caso? Drago lo escucho,ronrones y sguls fu camino, Su, propio camiso,e nadie mas que é1 podia comprender. ‘Agnoraba el cajén con serrin y la caja 81 de la aspiradora que habian puesto delante de la cama de Ingo. Tambien le daba lo mismo el collar de piel amarilla y la correa que le habia com- prado tia Katia, Cuando Ingo le tiraba de la correa, Drago se empenaba en tumbarse y no habia manera de que caminara, ni un paso siquiera. ~—éle enseno como conseguirlo? le pregunté Mara, Le quit6 la correa de la mano y arrastr a Drago por toda la habi- tacion, wa —i¥o no puedo hacerle esol —grit Ingo—. ¥ preflero ser asi. Le quit6 el collar y Drago se escon- dio en su cueva, débajo de la cama, Era su escondite preferido, Pero tenia otros: el mueble de la méquina de coser y detras de la cortina del cuarto trastero. Ingo se pasaba todo el dia bbuscindolo por todas partes, —2DONDE esté Drago? —pregunt6 In- 0 unos dias més tarde, despues de ecorrer toda la casa sin encontrar ni rastro del animal. Mara y Lina estaban en el cuarto de {os nifos, Tejian unos guantes para cl Invierno, que les habia encargedo la Profesora de labores. —Alabsis visto a Drago? No, y es una pena —dijo Lina—. Tengo tantas ganas de vert. Mara me ha contado que ha crecido un ‘montén.. De pronto se oy6 un ruido en el farmario de los zapatos. La puerta se brio de golpe y Drago sallé rodando. =iAy! —chillé Lina—. (Qué susto ime has pegado! las gracias de Drago —aijo ‘Lina se habia quedado blanca del Todos os puntos se te habian sgulas. se diri- enfadado hacia ella,” iNo! {Quédate donde estas! —gri- INO te acerques! ‘No hace nada —le aseguré In- 83 Pero Lina recogié su labor y se despidis. Mara la acompané hasta abajo. Cuando volvi6, grit6: No aguanto mis —281 qué? —pregunt6 Ingo, como sino la entendiera ms —aTodo! —contest6 la nitia—. ;To- do lo que tiene que ver con Drago! iY ahora me deja sin mi mejor amiga! ¥ no podemos pasar ni una noche en Pefgo queria tranguilizar ‘queria tranguilzarla: =Fsta tarde To encerraremos en la terran, pare que no molt mis. Ingo obedecto a disgusto. Y, cuando Mara ya hacia rato que dormia, él atin estaba despiert, Escuchaba como Drago, afuera, gratia y corria de un lado @ otro, Hasta que se tro contra la puerta: una_vez, dos veces, con Ingo la respuesta, pero Mara todas sus fuerza, se vols hacia la pared yn Te ha So Ey ae nae sexo no le hablo ‘MiPor que no duermess —le su- Eh, Mara, siento que Lina se ha surré—Si'no lo queres hacer en la levado’ese aust. Die que Drago no caja, échate abi, cde mi cama. hace daio a nadie. Pero Drago no le hizo caso. Recorrid Ja habitacion oscura, barrié con la cola la ropa colgada de las sillas, se froto la espalda contra el estante & Intent6 subirse en la cama de Mara, ‘que se puso a gritar: —iLlévate enseguida este horrendo animal! Ya no podemos ni dormir. —2Ahora vuelve a ser horrendo? ‘Ta y Lina dijisteis que era divino y simpatico. —Desde hace tiempo ya no lo es. iE un monstruo! ¥ Lina ha dicho que no vendré més a visitarme por culpa de is Drago.. No es un monstruo, Sélo es gran- de —dijo Ingo—. Si yo supiera qué hacer para que no crezca mas. —iCome demasiado! —dijo Mara—. Si no le dieras tanta comida, creceria menos. —2Tii crees? 86 87 bian ido con su abuela al cine. Ingo se wear ed 8 a ee wna tt Samet sees ‘igre ae, a pe isin Dai ewer eet Soe pellizcaran en la barrigal Se a len ss tao cea a a = Bs anemone se la puso a Drago delante de las se ae Si a ati Er ‘atrés. Drago queria perseguirle, pero ‘elotro chico lo tenia cogido por la cola. ect eases ce Por nesoracis a cia siguiente Saal. De proto stir Drago hizo otra de las suyas en el tanta fuerza que obligé al chico & paraue, tng fo solo. Miguel y Petra ‘Se dio la vuelta a toda veloc 88 bian prestado el carrito y se ha- Wyle tir6 al suelo, No le hizo nada, 89 sélo se le puso encima y no le dejé levantarse. El otro muchacho echo a corer, pidiendo ayuda, —Sueitale, Drago —le rogo Ingo— Te han molestado, pero suetal, por Cosa rara, pero Drago obedeci6. Se ‘se levanté y ‘salié corriendo, sin parar de chillar Solo tenia unos aranazos. Ingo pensé ‘que todo habia terminado, pero ocurrié algo horrible Una piedra vol6 por los aires. Le dio a Drago en la cabeza. Ingo sintio un nudo en la garganta, Rodeo con su brazo el cuello de Drago, —Ze duele, Draguituko? —le pre- {gunté—. Ven, no nos quedaremos aqui i un minuto mas. intenté soltarse. Se levants y estré las garrasQueria luchar £08 Sus enemigos, golpearlos con la cola y arrojarles piedras. asa a Pe Por favor no les iagas nada! —le suplicé Ingo—. Si No, todo sera peor. Cogio el carrito y metié a Drago dentro, No sabia de donde habia saca- do la fuerza. Drago se rebelaba y chi- Maba. Después tir6 del carro. A toda Pisa atraves6 el parque. Por fin lego casa =2Cémo es que ya ests de vuelta? Dregunto su madre cuando le vio Y siguio preguntandole cuando su cara: Por Dios. qué te ha pasado? 0 le explico lo de la piedra y su ‘36 asust6 muchisimo. Abrato Ingo comenz6 a Morar y metié la ‘cabeza en el regazo de su madre. —iNo volveré a ir nunca mas al Parguel iNo volveré a ir a ningdin sitio! (Mejor me quedo en casa. Drago, que alin estaba cefiudo y enfadado, se arrastrd mientras tanto hhasta el cuarto de los nics. Mara hhacia los deberes. Drago se metio de- bajo de la mesa y la levanto. —iYa te puedes ir marchando! —gri- t6 Mara, y le peg6 un pisotén. Primero pedradas, luego pisotones! Bra demasiado para Drago. Dej6 caer la mesa y se abalanz6 hacia donde estaba Mara. La nifta salié corriendo y gritando en direccién al sal6n, donde estaba su madre consolando a Ingo. POR LA TARDE hubo consejo de fami- lia. Mama le explico a papa todo lo que habia pasado. JB pede do, mlenres chogabe on se acabé con Drago. Se lo dare- Mos aaiguien. ue —Bntonces también me dar a mil —gritd Ingo. — so podemos vender? —pregunts Mara. Una ved un sefior en el par- ‘ue. o, mejor, lo regalaremos. io mejor ser que To llevernos al soologico ~~aijo el padre. “Pero alli lo encerrardnt —grité Inge ane a sens Pa Ingo y lo senté en sus todllas. Lo hacia ‘siempre gue hhablaba de cosas seria con tngo: de hombre a hombre, como él dec “Sgscucha, hijo. Aqui tambien esté ‘encerrado, aungue sea en Ta terraza, ‘que es demasiado pequeta. En el 200. Ibgico lo tendran en una Jaula grande Y hermosa, Ni siqulera en una jaula. To dejaran en un eereado, ¢Por qué no duleres permitirselo? ncendio. la pipa, dej6. que Ingo apagaraa ceria ye go wstenie- icon las plernas. "“Sé razonable, hijo. No To puedes tener siempre. “Pero vo To quiero —Ingo comen- 26 a llorar de nuevo. “ya"'sé: que lo” quieres. Pero, a pesar de eso, no lo puedes tener Sem= pre aqui. 94 Ingo Hloriques: —#Por qué no? Es mio. Su madre le dijo con calma: No, Ingo, s6lo ha sido tuyo mien- fo y te necesitaba, Ingo—. zAhora de quien es? nadie, Solo de si mismo —con- ‘madre, sigulé ilorando el resto de la ‘No podia parar. Estaba echado ‘eama, con la colcha por encima 95 de la cabeza. Debajo de la cama estaba Drago en su cueva. El animal se res- treanba la espa contra el somler. ‘Tenia en los hombros dos bultos que leescocian y Ie cecian. Ingo ya ia preguntado a su madre si debian ir al veterinario pa- rra que les dijera la causa de esos bul- tos. ‘Mara entré en la habitacién y, cuan- do oyé que su hermano gemia debajo de la colcha, se senté en su cama, —IPara ya de berrear! Subié los pies para que Drago no se los tocara. —Venderlo 0 realarlo —gimi Ine ‘20. iso es lo que habéis decidido! nosotros nadie nos regalaria ni nos renderia, venderia. ‘—Pero, Ingo, no es lo mismo. Noso- tros somos personas y Drago es un animal, Un animal rarisimo, que ne- die sabe de donde ha salido. —Tii no lo quieres. —No, yo no lo quiero —acepté Mara—. is tan distinto! —j¥o también soy distintot —afir- m6 Ingo. 96 afte o_o certo, Ta eres como ‘muchos nits... Pero como Drago no nies —iPues, por esol —Ingo se sent6 de olpe-—. iNo hay nadie como él! (Esta Solo! ¥ en ver de sentir pena por él, le das un pisotén y lo quieres echar, —Yo no soy la unica. Papa y mama i y los vecinos. Porque es mis "erande que ninguno de nosotros. Mara, hace poco me dijite que st Je dabamos tanta comida, creceria elo crees de verdad? ¢s lopico. Pero tenias que ha- ido antes. Ahora ya es de- A. bia stupor donne 4 daningo mds bie oe te i Se Toda la familia se quedé ipo en la cama para descan- sar. A Ingo también le hubiera gusta do hacerlo, pero Drago no le dejé tranquilo, exigiéndole su desayuno. Ingo fue a la cocina y le dio una Techuga y un platano. —No puedo darte nada més, Dra- gultuko. Por favor, procura que se te pase el hambre. Ingo estaba tan preocupado que le dolia el corazon. Drago esperd. Gruné con impacien- cia. Y como no recibi6 ni un bocado mas, se marché de alli lleno de tristeza. ‘Ala hora del desayuno —un buen desayuno de domingo— la madre de Ingo dijo: Hoy no haré comida al mediodia. Estamos invitados a casa de tia Katia, para celebrar su santo. ‘Mara se alegro; nadie hacia los pas- teles tan buenos como tia Katia. —2Vendra Drago también? —pre- Ingo, aunque ya se imaginaba respuesta. No, se quedaré aqui —le contest6, acd a Drago de debajo de la y lolllevé ala terraza. 99 —iPero si esté loviendo! —le repli- 6 Ingo, No importa. A Drago le gusta el agua, 'l padre cerré la puerta de la terra- za y comprob6 que también estaba ‘cerrada la puerta que daba a la cocina. Ingo permanecio en su cuarto y miro a través del cristal de la terraza. —Drago, portate bien —le murmu- 16. Ti puedes hacerlo, Tal vez asi se Tes pase la idea de llevarte al z00l6gico... estaba sentado bajo la lluvia volvié la espalda. ALAS DOS y media todos se march ron de casa. Drago se quedé solo. Durante un buen rato se dedicé a pasear entre los :uebles empapados, hasta que los vol- 6. Tenia hambre y, como no encon- ‘r6 nada para comer, se subié a las jardineras y se comio todas las petu- nlas. Se las trag6 en un momento y no {dej6 ni las raices.. Después se baj6 y empez6 a tirarse 100 contra la puerta del cuarto de los nifios. Como no le abria nadie, hizo lo mismo con la puerta de la ‘cocina, hhasta que al final consiguié abrirla. Ronroneé contento y se echd encima del verdulero. En el estante de abajo habia tres botellas, que la madre ha- ‘bia comprado el dia anterior: una de de del verdalero y comensd a comer. ‘verduilero se vole6, Drago se cay all fue todo rodando. Las botellas se lon, Se subié en una silla; de la silla a la mesa, sin ni siquiera respetar el frutero que estaba en el centro. Comen- 2 mordiendo varios melocotones. Le- go, probé las ciruelas. Finalmente, que- do tan leno que no ie cabia més, y se quedé dormido. INGO y su familia también se sen- tian llenos y cansados cuando se des- pidieron de tia Katia, El pastel result exquisito. ‘Alla hora de la despedida, tia Katia le envolvié a Ingo el ailtimo pedazo wa que se lo diera a Drago. Adn llovia.. Bl padre dijo: —Pasaremos el resto del dia senta- dos comodamente en casa. A lo mejor hhay algo interesante en la television. Cuando entraron en el portal, se f@gntraron con fos dos ancianos, ue bajaban las escaleras. ==Pero, zqué es lo que han hecho @Mennudo rao han mete! “les sefior. 103 —2Nosotros? —la madre nego con la cabesa—. No habia nadie en casa. Seguramente se habrén confundido. =Confundido —el sefor se puso rojo de indignacién—, (Ruido en la terraza,ruldo en la cocina, ruido en el relbidor! iY un domingo! YY se marché sin despedirse. Ellos comeron escaleras arriba. "Al abrir tropezaron con el paragiie- 10, El padze lo colocd en su sitio y se ‘qued6 con un baston en la mano. La madre corrié hasta la cocina. ego tn grito, miro en la terraza, y ‘al momento pego. otro grito. De la terraza corrié al salon, en donde esta ba el padre con los nitios. ‘Drago dormia encima de. la. mesa. CCon las patas abrazaba el frutero, Ei tapete de la mesa estaba cublerto de troros de ciruela y manchas verdes. HL padre levants el baston, —iNo le pegues! —grit6. Ingo— 1A nosotros no nos peg ‘La madre hizo bajar a Drago de la mesa y éste se marché hasta su cueva. eva ale terraal —ordend el padre. 104 Ingo se metié debajo de la cama: —zComo has sido capaz de portarte \ asi? Lo has ensuciado y mordido todo! iSal de ahi enseguidal Drago no se movid.. —i8al a la terrazat Ingo lo empujo por detras, pero no hhubo manera de moverlo. Entonees le ensefié el trozo de pastel de tia Katia aver siasi se animaba a salir. Pero Drago habia comido tanto que no se movie. A Ingo ya no se le ocuria nada para sacarlo de su escondrijo y tiro con fuerza de las patas delanteras del animal. Tiro_ de él por toda la hhabitacion y casi chillo de desespe- racion. Drago resoplaba y, antes de ue Hlegaran a a terraza, Levanto la e —INo, Drago! {No vuelvas a empe- ‘art —grito Ingo indignado. ero era demasiado tarde. Una nue- va mancha verde brillaba en el suelo. Ingo fue a buscar un trapo. —iNo tienes remedio, Drago! Sino Jo aprendes de una vez. tendré que hhacer contigo lo que hacen con los perros. Lo cogié por el cogote y empujé la cabeza del animal hasta rozar la man- cha. Drago se resistid, jaded y le mor- dio a Ingo en la mano. Luego, salié ‘tranguilamente a la terraza, Ingo gimoted. Notaba un peso que 106 le oprimia el corazén. Se miré la ma- no, se frotd un pequefio rastro de sangre mpi ta mancha verde det lo y llevo el trapo a la cocina. La madre barria los cristales rotos, ‘en medio de un charco de vinagre, aceite y zumo de frambuesas. Papa le ayudaba, ‘Qué tienes abi, Ingo? Donde? —De verdad, no es nada importan- te. S6lo un araiiazo.. ‘Mama le mir6 la’ herida, Le puso tuna venda y le dijo: —2Ves como tiene que marcharse? —Mafana temprano lo llevaré al mool6gico —le dijo el padre—. iY se “cabo! ‘Cuando papa decia «se acabé». ya habia nada mas que hacer. T sali6 a la terraza. Aun ovia. WVen, Drago! iNos vamos! el recibidor se puso su impermea- ‘capucha y todo. 107 —zAdonde vas? —le pregunto ‘mama. “Me marcho. —2Qué quiere decir «me marcho», ‘Ingo? Quiero saber adonde vas. «Me marcho» quiere decir «me imarchor —contetd Ingo con ter ‘Pero aiin esta lloviendo. —No importa. A Drago y a mi nos gusta el agua... Ni el mismo Ingo sabia por qué contestaba de aquella manera. Tenia tun lio en la cabeza. Ni siquiera sabia si queria a Drago de verdad, o si solo To queria para llevarles la contraria a los demas. —:Cudndo volveris?, —pregunt6 ‘Tenia ganas de decir «nunca», pero mami le miraba fijamente. Entonces se dio cuenta de que sentia miedo. Voy a casa de Miguel y Petra dijo con prisa—. Lego iremos a agin sitio. Y después, volveré. 108 ACO EL CARRITO del cuarto de tas, puso a Drago dentro lié a la calle mojada. Miguel y vivian dos calles més alla. La 109 puerta estaba cerrada. Ingo llamé al timbre, En el primer piso se abrié una ventana y los dos chicos miraron ha television, Sube. “iNo, bajad vosotros! —les grité—. YY traed las llaves. ya sabéis cuales. Detras de los chicos aparecié la f- gura de la abuela. Ingo oy como Miguel decia: “Nos vamos a pasear, abuela. —zAdénde quereis ir? —les pregun- t6, igual que la madre de Ingo. ‘AA respirar aire puro —dijo Mi- guel—. Estar todo el dia viendo la {elevision no es sano. "ti misma lo has dicho muchas ‘veces, abuela —alijo Petra. —Ademas, hay que sacar el perro... —ahadié Miguel. Si no, ya sabemos lo que puede pasar! —coment6 Petra. ‘Le prometieron a la abuela que vol- verian pronto. mezTenéis las Haves? —les pregunt6 Ingo cuando bajaron—. Tenemos que evar a Drago al huerto. m0 ‘Miguel sacé las Haves de su bolsillo y dijo: —Aqui estan. HL CAMINO pasaba por dlante dl Parque, que oso, tan mi Jado y an vrds, re e —zista muy’ lejos? —les & xy lejos? —les pregunts —No. Alli mismo, ya estamos cerca Dejaron la calle principal y Hegaron a rieice Tole coal cf sca se vlan un alma Cuando Ilueve, por aqui n Signin cs ree Ti los huertos crecian érboles fruta- arbustos y flores. Las casas esta. rodeadas de un césped verdisimo. lun tinico huerto descuidado, de hierbajos y de matorrales, 4 abrio la oe oxidada. Metie- carrito lo inclinaron para que pudiera at hhabia desaparecido entre las. m1 —iNo hay un escondite mejor! —gri- 6 Petra—. Aqui nadie lo encontraré. Se abrieron paso a través de los matorrales, hasta que llegaron a una caseta medio derruida. Alli guardaron cl carro. Habia un montén de trastos tirados por el suelo. Ingo tiré de un ccolchén viejo hacia fuera y les pre- gunt: —{Se lo puede quedar Drago? —2Donde se ha metido? —dijo Miguel. ios tres chicos comenzaron a bus- carlo, Drago grutia entre el follaje. Cuando al fin lo encontraron, estaba sentado bajo un drbol, con una pera ‘medio mordisqueada entre sus patas. Con eso no tiene ni para empezar dijo Petra preocupada—. Le tendre- ‘mos que traer comida todos los dias. 40s penséis que va a vivir de las hierbas? Ingo se encogié de hombros. Ter ‘una nueva preocupacién. Fue hasta la verja a través de la que se veian unas rosas rojas y amarillas. —2Cémo son los vecinos? —pregun- t6—. ¢Son buenos? —Vaya... —dijo Petra. Un vecino cultivaba rosas. Drago se ppaseé por el borde de la verja y le pego tun bocado a un capullo medio abierto. —INo debes hacer eso, Drago! —le rif Miguel asustado—. Nuestro vect- Ino se pone furioso si le tocan sus rosas, Ingo mir6 el jardin perfectamente cuidado. Habian pasado el rastrillo ppor el camino, el césped estaba recién cortado, habia rosas de todos los colo- res, La verja no era demasiado alta, a ua Drago le seria facil saltarla. Ingo sabia gue lo hara en cuanto tuviera ganas ‘comer capullos. Hl otro vecino cultivaba todo tipo de frutas, y eso atin era muchisimo peor. En cualquier momento Drago iria a buscar todas las manzanas, peras y ciruelas que estaban tiradas por el suelo. —2in qué piensas, Ingo? —Miguel Je empujé suavemente—. Tenemos que volver a casa. La abuela nos esti esperando. “Antes de que se marcharan, Ingo le construyé a Drago una nueva cueva. ‘Apoy6 contra la pared de la caseta dos listones de madera y puso el colchon en medio para que a Drago no se le enfriara la barriga. Después cerraron la caseta y la verja del huerto y vol- vieron a casa. Ingo se quedé con la ave. Ya anochecia. Miguel y Petra no pparaban de hablar de lo feliz que iba a estar Drago en el huerto. Ingo perma- necia callado, No estaba tan seguro... 16 7 —No te importa —le contest6 Ingo. El padre fruncio el ceno. —Claro que nos importa. 2No nos vas a decir qué has hecho con él? —Dejadlo tranguilo —les dijo YY tampoco dijo nada cuando Ingo no quiso cenar y se marché al cuarto enseguida.. ‘Se meti6 debajo de la cama, en la cueva de Drago, pero eso no ie hizo sentirse mejor. Las lagrimas tampoco le sirvieron de mucho. Salio del escondrijo y se fue a la terraza, que estaba desolada con las jardineras peladas y el cajén de serrin vacio. Ingo cogio al cajén, lo llevé al patio y lo tiré en el cubo de la basura. —i¥a no te necesitamost —dijo. Y taps el cubo. Por fin habia parado de llover. En et elo brillaban las estrellas, la luna resplandecfa. Era un consuelo: también resplandeceria sobre el huerto. Por lo menos Drago no tendria mie- do a la oscuridad... ‘Qué estar haciendo?», pensaba Ingo. «¢No se sentir abandonado, tan us solo en medio de la noche, en aque! hhuerto desconocido y salvaje?». 2Y mafana? Qué pasaria mafana? Mafiana luciria el sol. Fl vecino de las rosas y el vecino de las frutas volverian 4 sus huertos y casi les daria ‘un sincope cuando vieran aquel ani- mal desconocido a través de la verja. Drago, hambriento, se quedaria tan tranguilo mientras se comia todas las osgs ls ruts. ay Los dos vecinos armarian un escan- dalo, hasta que se enterara toda la gente del barrio, y alguien fuera a avisar a la polica. iNo queria ni imagindrselo! Ingo sublo coriendo a casa y entré en Ia cocina. Le tenia que llevar a Drago algo de comer, para que dejara tranquilos a los vecinos. En el verdu- lero solo habia patatas. En la nevera, Ingo encontré un ramillete de pereiil lun manojo de rabanos y un paquete de esparragos. Lo metio todo en la bolsa de la compra y cerré la puerta de la casa muy suavemente. Sus pa- dres y Mara estaban viendo la televi- 120 Ta cerradura. Al final, la pi ests? El huerto todavia parecia més salva- je, como si desde la tarde ain hubie- ran crecido mas cardos y ortigas. Se ‘abri6 paso entre los rastrojos, busc6 junto a la caseta. El colch6n’ estaba ‘vacio. Corrié hasta la verja para mirar ‘en los huertos vecinos. Ni una huella Al final se dio por vencido y eld para. No sabla dénde bus- repente, oyé un ronroneo. Venia ‘Ingo levanto la cabeza y vio Sentado en el peral. 1a Drago! 2Cémo has subido? Drago ronroned mas alto. Estiro dos hermosas alas y planed hasta abajo, directamente a los pies de Ingo. Tngo not6 como su corazin dej6 de latir por un momento. —i0h, Draguituk volar! Intent6 acariciarlo, pero Drago se fue para. atrés. Ingo supo, aun sin ‘acariciarlo, que los dos bultos de su eapalda se habian convertion dos Ahora, te marcharés? —le pre- ‘gunto. 2 iYa... puedes.. Drago levant6 la cabeza. La luz de la luna se reflejaba en sus ojos. De su garganta salié un sonido, que Ingo no habia oido nunca, No era ni un ron- roneo ni un grufiido; més bien una Mamada extrana y melancélica. —Pues vete cuando quieras.. dijo Ingo. Drago se volvié hacia la verja y emprendio vuelo, cortando el cielo ‘con sus alas. Miré hacia atrés, por si Ingo lo seguia, Con un ronroneo le te Indies que lo acompaiara. Aleteando sala dt huertoy. por encima de los {ejados, crus Ta Calle, asta eg st ago intent alcanzar la canzarlo, pero ca vez ue se acercaba para tocarlo, Dra fo emprendia et vue. No se dejaba tocar. Continuo volando por encima etparque, ‘Cuando egaron al sto se abe un comin para Lak amee alan {se pertin en dos, sepula, betrat del seto estaba of prado, rea dente af fade a uns, Ro tenia fn, ergs Gg hots, ‘ue para, Drago apoyo st cabera End fombro del mochacho, canner Samente, como hacia, antes’ cuando ra poqueno, Despuésalete hain a ba, por encima dela blebs pateada, Sie alto, describ dos creas en faire ysubio hecta el cil extrellado, Ingo’ lo sguidmirando, hasta que dssaparecié en lo alto, “SYAddnde vas. Dragituko? 2Mey lejos? cHasta Dragolandia? :Donde na die te tire pleas te encierre enn Dio la vuelta y cored hasta casa, ci fo. Apes de lo que cota, iar. Tenia que ser may iascales cstaban vacias, como Simadre se paseaba por elated ss paseaba por delante de fsa, Cuando vio venir alo Su “Sing INo debes de estar bien de ealezalMarcharte ast De noche! ech os ban seha marcha. Para sem- Ue han salido alan y se ha do ‘Ingo temblaba y su madre le arrops m7Te Gals gue se as? He pre- pt ts muy ie) no supo responder y le. fos exparagos, los rabanos ya de la compra. todo esta eh el sa importa. ‘No me gules con- No lost. lo, By trie orm Drago estoy tontene edo extar tise content la —Si,-claro que si —contesté ma- mé—. Ya lo ves. Ingo, cubierto con el abrigo de ma mi, entré en casa. Poco @ poco, el calor volvié a su cuerpo. 128

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