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El cielo

Changó o Shangó (en yoruba, Ṣàngó) es el orishá de la justicia, de los rayos, del trueno y del


fuego. Fue rey en la ciudad de Oyo, identificado en el juego del merindilogun por los odus
obará y ejilaxebora y representado material e inmaterialmente en el candomblé a través del
asentamiento sagrado denominado igba xango. En la santería sincretiza con San
Marcos y Santa Bárbara. Pierre Verger da, como resultado de sus investigaciones, que
Shangó o Changó, como todos los otros imolè (orishás y eboras), puede ser descrito bajo dos
aspectos: histórico y divino. Pertenece al Panteòn Yoruba.

Como personaje histórico, Changó habría sido el cuarto Aláàfìn Òyó, "Rey de Oyo", hijo
de Oranian y Torosi, la hija de Elempê, rey de los tapás, aquel que había firmado una alianza
con Oranian. Changó tuvo tres divinidades como esposas: Oiá, Oshun y Obbá.
Changó es el orishá de los rayos, truenos, grandes cargas eléctricas y del fuego. Es viril y
atrevido, violento y justiciero; castiga a los mentirosos, a los ladrones y los malhechores. Por
ese motivo, la muerte por el rayo es considerada infamante. De la misma forma, una casa
alcanzada por un rayo es una casa marcada por la cólera de Changó. Changó es el Orishá del
Poder, él es la representación máxima del poder de Olorum.
En un día muy importante, en que los hombres estaban prestando culto a los ancestros, con Xangô al
frente, las Iyámi Ajé hicieron ropas iguales a las de los Egúngún, las vistieron y trataron de asustar a los
hombres que participaban del culto, todos corrieron pero Xangô no lo hizo, se quedó y las enfrentó
desafiando a los supuestos espíritus. Las Iyámis quedaron furiosas con Xangô y juraron venganza, en
un cierto momento en que Xangô estaba distraído atendiendo a sus súbditos, su hija jugaba
alegremente, subió en un pie de Obi, y fue ahí donde las Iyámis Ajé atacaron, derribaron a la abadía de
la hija de Xangô que más adoraba.
Xangô se desesperó, ya no podía gobernar su reino que hasta entonces era muy próspero, fue
a Orunmila, quien le dijo que Iyami era quien había matado a su hija, Xangô quiso saber lo que podría
hacer para ver a su hija sólo una vez más, y Orunmilá le dijo que hiciera ofrendas al Orichá Iku
(Oniborun), el guardián de la entrada del mundo de los muertos. Eso hizo Xangô, siguiendo los rastros
de Orunmila. Xangô logró revivir a su hija y tomó para sí el control absoluto de los misterios de Egúngún
(antepasados), estando ahora bajo dominio de los hombres este culto y las vestimentas de los Eguns, y
estando estrictamente prohibida la participación de mujeres en este culto, si esa regla es irrespetada,
provocará la ira de Olorun, Xangô, Iku y los propios Eguns. Este fue el precio que las mujeres tuvieron
que pagar por la maldad de sus antepa

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