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CAPÍTULO II - CLASIFICACIÓN DE LOS CONTRATOS. Borda
CAPÍTULO II - CLASIFICACIÓN DE LOS CONTRATOS. Borda
16. Concepto
Se llaman contratos unilaterales aquellos en los que una sola de las partes resulta obligada hacia la
otra, sin que ésta quede obligada, como ocurre en la donación, que sólo significa obligaciones para el
donante; bilaterales son los contratos que engendran obligaciones recíprocas entre las partes (art. 966),
como ocurre en la compraventa, la permuta, la locación.
El Código Civil y Comercial no ha recogido una clasificación que algunos autores habían aceptado
pero que en general había sido rechazada: la de los contratos bilaterales imperfectos. En ellos sólo se
prevén obligaciones a cargo de una de las partes; sin embargo, y a pesar de que no hay una
contraprestación pactada, la otra parte puede eventualmente resultar obligada por el acaecimiento de
hechos posteriores; así, por ejemplo, ocurría en el Código Civil de Vélez, con el contrato de depósito
(arts. 2182 y sigs.), en el que el depositante, entregada la cosa (lo que resultaba constitutivo del
contrato) no tenía ninguna obligación a su cargo; sin embargo, debía reembolsar al depositario todos los
gastos que hubiese hecho para la conservación de la cosa depositada e indemnizarle todos los
perjuicios que se le hubieran ocasionado por el depósito. Nuestra doctrina ha sido generalmente
adversa a la admisión de esta categoría intermedia, y que en el Código Civil y Comercial aparece aún
menos justificable desde que han desaparecido la clasificación de los contratos reales (véase nº 38),
como era el caso del contrato de depósito, en la que encajaban todos estos contratos bilaterales
imperfectos.
17. Consecuencias
La doctrina clásica atribuye a esta clasificación las siguientes consecuencias jurídicas: 1) El Código
Civil de Vélez exigía que los contratos bilaterales debían ser redactados en tantos ejemplares como
partes hubiera con un interés distinto (art. 1021); este recaudo, conocido como el doble ejemplar, no era
exigible en los contratos unilaterales, pues bastaba con que la parte acreedora tuviera el contrato, pues
es este título el que lo legitima para cobrar su crédito. El propio art. 1022 del Código velezano permitía
prescindir del doble ejemplar si, al momento de celebrar el contrato, una de las partes había cumplido
enteramente las obligaciones a su cargo. 2) En los contratos bilaterales una de las partes no puede
exigir el cumplimiento de las obligaciones contraídas por la otra si ella misma no probara haber cumplido
las suyas u ofreciera cumplirlas (art. 1031); caso contrario, la demandada puede oponerse al progreso
de su acción fundada en el incumplimiento de la actora: es la llamada exceptio non adimpleti contractus.
En los contratos unilaterales esta excepción no se concibe, ya que una de las partes nada debe. 3) La
cláusula resolutoria, es decir, la resolución del contrato por efecto del incumplimiento de las obligaciones
en que ha incurrido la otra parte, sólo funciona en los contratos bilaterales.
21. Consecuencias
La distinción entre contratos a título gratuito y a título oneroso (art. 967) tiene una enorme
repercusión jurídica. Las principales consecuencias son las siguientes:
a) Los adquirentes por título oneroso están mejor protegidos por la ley que los adquirentes por título
gratuito; por consiguiente: 1) La acción de reivindicación tiene mayores exigencias cuando se dirige
contra quien adquirió la cosa por título oneroso. 2) La acción revocatoria no exige la prueba
del consilium fraudis (que es el conocimiento que el tercero tiene del fraude, o, al menos, la posibilidad
de conocerlo) cuando el tercero adquirió la cosa por título gratuito; pero es indispensable si la hubo por
título oneroso. 3) La acción de reducción (tendiente a proteger la legítima de los herederos forzosos)
procede contra las enajenaciones hechas por el causante a título gratuito pero no contra las onerosas.
4) La garantía de evicción y contra los vicios redhibitorios, sólo procede en principio, en los contratos
onerosos.
b) La acción de colación (tendiente a que se consideren las transmisiones de dominio hechas por el
causante en favor de uno de sus futuros herederos como un adelanto de herencia) sólo funciona
respecto de los actos gratuitos.
c) La aplicación de la lesión no se concibe en los contratos gratuitos.
d) Las cláusulas dudosas en los contratos onerosos deben ser interpretadas en el sentido que
produzcan un ajuste equitativo de los intereses de las partes; en los contratos gratuitos, en el sentido
más favorable al deudor.
22. Concepto
Son contratos conmutativos aquellos en los cuales las obligaciones mutuas están determinadas de
una manera precisa; de alguna manera, estas contraprestaciones se suponen equivalentes desde el
punto de vista económico. De ahí la calificación de conmutativos con la que se quiere expresar que las
partes truecan o conmutan valores análogos. Ejemplos: la compraventa (salvo la hipótesis que en
seguida veremos), la permuta, la prestación de servicios, la locación de obra, etcétera.
Son aleatorios los contratos en los que las ventajas o las pérdidas para al menos una de las partes,
dependen de un acontecimiento incierto (art. 968). Tal es el caso de una renta vitalicia, en la cual una de
las partes entrega un capital a cambio de una renta que durará mientras viva la persona cuya vida se ha
tenido en cuenta. El alcance económico de la promesa hecha por el deudor de la renta es impreciso;
depende de la duración de la vida contemplada. Y el contrato será más o menos ventajoso, según esta
persona viva poco o mucho tiempo. Otro ejemplo de contrato aleatorio es la venta de cosa futura,
cuando el comprador toma sobre sí el riesgo de que la cosa no llegare a existir (art. 1131); como
también la venta de cosa existente pero sujeta a un riesgo, cuando el comprador toma el riesgo a su
cargo (art. 1130).
Los contratos conmutativos y aleatorios son una subespecie de los onerosos.
23. Importancia
En principio, sólo los contratos conmutativos están sujetos a resolución o reducción de las
prestaciones excesivas por causa de lesión. En los aleatorios, las partes asumen deliberadamente el
riesgo de que el contrato pueda resultar desventajoso, especulando en la posibilidad contraria. Nadie
puede quejarse, por tanto, de falta de equilibrio económico entre las contraprestaciones definitivamente
resultantes. Por excepción, puede admitirse la aplicación de la lesión también a los contratos aleatorios,
cuando la diferencia de las contraprestaciones sea de tal carácter que ni el álea mismo pueda
justificarla. Así, por ejemplo, cuando se compra una cosa que puede llegar o no a existir y se paga
mucho más de lo que ella valdría, existiendo. En efecto, cuando el comprador asume el álea de que la
cosa no exista, se supone que ofrecerá menos precio que el que ella vale. Pedro ofrece 100 por una
cosa que de existir, valdrá 200. El contrato es normal: ninguna de las partes podrá invocar la lesión.
Pero si ofrece 200 por lo que aun existiendo vale 100, el contrato puede resolverse por lesión, porque
desde el punto de vista del vendedor, no ha habido álea; el contrato le será siempre ventajoso.
Tampoco es aplicable a estos contratos, en principio, la teoría de la imprevisión, cuando el
desequilibrio ha resultado del álea normal del contrato. Supongamos que se suscribe un contrato de
renta vitalicia, contemplando la vida de una persona que —al momento de celebrarse el contrato— tiene
70 años, calculando que ha de vivir unos diez o quince años más. Luego resulta que vive treinta años
más. El contrato resultaría desastroso para el deudor de la renta; pero no podrá hacer jugar la
imprevisión. En cambio, si se ha producido durante ese tiempo una inflación de ritmo violento e
imprevisible, que convierte la renta en un valor despreciable, el juego de la teoría de la imprevisión
permite reclamar un reajuste de ella. Expresamente, el art. 1091 dispone que esta teoría es aplicable al
contrato aleatorio si la prestación se torna excesivamente onerosa por casusas extrañas a su álea
propia.
26. Concepto
Son contratos nominados los que están previstos y regulados especialmente en la ley. Son los
contratos más importantes y frecuentes y por ello han merecido una atención especial del legislador. Su
regulación legal, salvo disposiciones excepcionales, sólo tiene carácter supletorio; esto es, se aplica en
caso de silencio del contrato, pero las partes tienen libertad para prescindir de la solución legal y regular
de una manera distinta las relaciones. Por lo tanto, el propósito del legislador no es sustituir la voluntad
de las partes por la de la ley; simplemente desea evitar conflictos para el caso de que las partes no
hayan previsto cierto evento, lo que es muy frecuente. Para ello dicta normas inspiradas en lo que es
costumbre convenir, o que están fundadas en una larga experiencia, o en una detenida consideración
acerca de cómo puede ser hallado un equilibrio tolerable entre ambas partes y exigible en justicia a cada
una de ellas.
Los contratos innominados no están legislados y resultan de la libre creación de las partes. No
pierden su carácter de innominados por la circunstancia de que en la vida de los negocios se los llame
de alguna manera, tal como ocurre, por ejemplo, con el contrato de garaje, el de espectáculo público, de
excursión turística, etcétera; lo que los configura jurídicamente como nominados es la circunstancia de
que estén legislados. Muchas veces ocurre que nuevas necesidades van creando formas contractuales
que tienden a tipificarse espontáneamente y a llevar una denominación común; cuando esa forma
contractual adquiere importancia suficiente como para merecer la atención del legislador, éste la
reglamenta: el contrato queda transformado en nominado.
32. Concepto
Con respecto al momento del cumplimiento, los contratos pueden clasificarse de la siguiente manera:
a) De ejecución inmediata; las partes cumplen con todos sus derechos y obligaciones en el momento
mismo del contrato; tal es el caso de la compraventa manual, en el que la cosa y el precio se entregan
en el mismo instante de contratar. b) De ejecución diferida: las partes postergan el cumplimiento de sus
obligaciones para un momento o varios momentos ulteriores; así ocurre en la venta hecha con condición
suspensiva, o cuyo pago se pacta en varias cuotas, las que comienzan a vencer al cabo de cierto
tiempo pactado. c) De ejecución instantánea: las partes cumplen sus obligaciones en un solo instante,
momento este que puede ser el de la celebración del contrato, o posterior a él. d) De ejecución
continuada o periódica o de tracto sucesivo: las relaciones entre las partes se desenvuelven a través de
un período más o menos prolongado; tal el contrato de prestación de servicios, la locación, la sociedad,
etcétera. Dentro de esta especie deben ubicarse ciertos contratos en los cuales una de las partes
cumple todas sus obligaciones desde el comienzo, quedando pendientes las de la otra parte. Así ocurre,
por ejemplo con la venta a plazos, en la que la cosa se entrega al contratar, quedando el precio para ser
satisfecho en cuotas periódicas hasta su extinción total; cosa parecida ocurre en el contrato oneroso de
renta vitalicia.
Los contratos de tracto sucesivo y de cumplimiento diferido constituyen el dominio de acción de la
teoría de la imprevisión: las cláusulas de una convención, que pueden haber sido equitativas en el
momento de contratar, pueden resultar injustas debido a la transformación de las condiciones
económicas entonces imperantes. Ya veremos más adelante cómo se resuelve este problema (véanse
números 331 y sigs.); por el momento sólo hemos querido destacar el interés práctico de esta
clasificación.
También es remarcable la diferencia que existe en torno de la cláusula resolutoria. En los contratos
bilaterales se entiende implícita la facultad de resolverlos si una de las partes no cumpliera su obligación
(art. 1087); sin embargo, si se trata de un contrato de tracto sucesivo, las prestaciones que se hayan
cumplido quedarán firmes y producirán, en cuanto a ellas, los efectos correspondientes, si resultan
equivalente, son divisibles y han sido recibidas sin reserva respecto del efecto cancelatorio de la
obligación (art. 1081, inc. b).