Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Katz - Mair - Emergence - Cartel Party Es - Unlocke
Katz - Mair - Emergence - Cartel Party Es - Unlocke
V O L 1 . N o. Ipp . I-28
PO LI C I D A D E S PA R
TIDAS
Londres - Thousand Oaks - Nueva Delhi
A B ST RA CT
PALABRAS CLAVE - partido cartel - organización del partido - gobierno del partido -
teoría democrática
rom the SAGE Social Science Collections. Todos los derechos reservados.
KATZYMAIR
(Lawson, 1980, 1988; Sainsbury, 1990). La otra ha sido infravalorar hasta qué
punto las diferencias entre los partidos pueden entenderse también por
referencia a sus relaciones con el Estado.
En nuestra opinión, ambas implicaciones están mal fundadas. Como
demostraremos, el modelo de partidos de masas está ligado a una concepción
de la democracia (véase también Pomper, 1992) y a un ideal particular, y
ahora anticuado, de estructura social, ninguno de los cuales es característico de
las sociedades postindustriales. Además, el modelo de partido de masas implica
un proceso lineal de desarrollo de los partidos que, incluso cuando se elabora
para tener en cuenta desarrollos más recientes (por ejemplo, el partido universal
de Kirchheimer o el partido electoral-profesional de Panebianco), sugiere un
punto final a partir del cual las únicas opciones son la estabilidad o la
decadencia, y que, como todas las hipótesis del final de la evolución, es
intrínsecamente sospechoso. Por el contrario, nosotros sostenemos que el
desarrollo de los partidos en las democracias occidentales ha sido el reflejo
de un proceso dialéctico en el que cada nuevo tipo de partido genera una
reacción que estimula un mayor desarrollo, dando lugar así a otro nuevo tipo
de partido, y a otra serie de reacciones, y así sucesivamente. Desde esta
perspectiva, el partido de masas es simplemente una etapa de un proceso
continuo.
También creemos que los factores que propician esta dialéctica no se reducen
únicamente a los siguientes factores
de los cambios en la sociedad civil, sino también de los cambios en las
relaciones entre los partidos y el Estado. En concreto, sostenemos que en los
últimos años se ha producido una tendencia hacia una simbiosis cada vez
más estrecha entre los partidos y el Estado,
.' ' ' ' ' . ' . .' '.'..
que identificamos como el partido del cártel . Al igual que los anteriores, el
partido del cártel
implica una concepción particular de la democracia; además, también como
los tipos de partido anteriores, estimula nuevas reacciones y siembra las
semillas de una evolución aún mayor.
representantes en cargos clave. Cada uno de estos grupos tiene un interés, que
se articula en el programa de "su" partido. Este programa no es sólo un
¡; ! Sin embargo, no se trata de un conjunto de políticas, sino de un todo coherente y
lógicamente conectado. De ahí que la unidad y la disciplina del partido no sólo
sean ventajosas desde el punto de vista práctico, sino también legítimas desde el
punto de vista normativo. Esta legitimidad depende, a su vez, de la participación
popular directa en la formulación del programa del partido y, desde una
perspectiva organizativa, esto implica la necesidad de una amplia organización de
la afiliación en ramas o células con el fin de proporcionar vías para la aportación
de las masas al proceso de formulación de políticas del partido, así como para la
supremacía del partido extraparlamentario, en particular tal como se encarna en el
congreso del partido.
La elección electoral individual se ve limitada por el encapsulamiento de la
masa del electorado en uno de los grupos subculturales que representan los
partidos, de modo que la política electoral tiene menos que ver con las tasas
diferenciales de conversión que con las tasas diferenciales de movilización. No
obstante, a nivel de sistema, el modelo socialista/de partidos de masas
proporciona un control popular prospectivo sobre la política, en el sentido de
que los votantes apoyan a uno u otro partido y su programa bien definido, y el
partido (o coalición de partidos) con la mayoría de los votos consigue gobernar.
Los partidos, desde este punto de vista, proporcionan el vínculo (no esencial)
entre los ciudadanos y el Estado (Lawson, 1988: 36). Esto también implica una
concepción particular de la conveniencia organizativa. Dado que la competición
electoral consiste principalmente en la movilización más que en la conversión,
el requisito clave para que un partido tenga éxito es aumentar el nivel de
compromiso de aquellos que ya están predispuestos a ofrecerle su apoyo, es
decir, los miembros de su electorado social "natural". Por tanto, por razones
tanto de legitimidad como de conveniencia, se esperaba que se produjera un
"contagio desde la izquierda", por el que los partidos que representaban otros
intereses/segmentos de la sociedad se vieran obligados a adoptar las
características y la estrategia básicas del modelo socialista/de partido de masas
o, de lo contrario, perecerían (Duverger, 1954: xxvii). Desde esta perspectiva, el
partido de masas se consideraba el partido del futuro.
La aparición de lo que Kirchheimer (1966) denominó el "catch-all party"
puso seriamente en entredicho esta noción "del partido como representante de
sectores predefinidos de la sociedad". En primer lugar, el comienzo de una
erosión de las fronteras sociales tradicionales a finales de los años 50 y 60
implicó un debilitamiento de identidades colectivas anteriormente muy
distintivas, lo que hizo menos fácil identificar sectores separados del electorado
y asumir intereses compartidos a largo plazo. En segundo lugar, el crecimiento
económico y la mayor importancia del Estado del bienestar facilitaron la
elaboración de programas que ya no eran tan necesariamente divisivos ni
partidistas, sino que podía afirmarse que servían a los intereses de todos, o casi
todos. En tercer lugar, con el_desarrollo de los medios de comunicación de
masas, los líderes de los partidos empezaron a disfrutar de la capacidad de
apelar al electorado en general, un electorado formado por que estaban
aprendiendo a comportarse más como consumidores q u e c o m o ciudadanos.
participantes activos.
El resultado fue la formulación tanto de un nuevo modelo de partido como,
vinculada a éste, de una nueva concepción de la democracia, que los
observadores a veces, aunque
7
Los modelos de partido que hemos estado debatiendo suponen una clara
distinción entre los partidos y el Estado. El partido de masas clásico es un
partido de la sociedad civil, que emana de sectores del electorado, con la
intención de irrumpir en el Estado y modificar las políticas públicas en
interés a largo plazo de los electores a los que rinde cuentas. El catch-all
party, aunque no surge como un partido de la sociedad civil, sino como uno
que se interpone entre la sociedad civil y el Estado, también pretende
influir en el Estado desde fuera, buscando
que caracterizaba a la época. Aun así, en esta concepción, los partidos seguían
principalmente del tipo de cuadros o caucus, y esquemáticamente tendrían que
representarse como en la Figura 1, en la intersección del Estado y la sociedad
civil. Es decir, los partidos eran básicamente comités de personas que se
constituían conjuntamente,
tanto del Estado como de la sociedad civil.
A medida que avanzaba la industrialización y la consiguiente
urbanización, aumentaba el número de personas capaces de cumplir los
requisitos de sufragio del régime censitaire, incluso cuando esos mismos
requisitos se relajaban. Además, las restricciones a la organización de la
clase obrera se consideraban cada vez más incompatibles con la lógica
liberal del Estado burgués y, en cualquier caso, no podían impedir que la
clase obrera se organizara y actuara tanto en la esfera política como en la
industrial. Juntos,
9
DownOadedf0mh#p/ppqsa9epubcomaZBMEDenApi27,2010
KATZYMAIR
Sociedad civil
Fiestas
Estado
Estos procesos crearon una separación mucho más clara entre el Estado y la
parte políticamente relevante de la sociedad civil, que ahora es mucho
mayor, y que ahora incluye a un gran número de personas que no están
personalmente relacionadas con los gestores del Estado y que perciben al
Estado en términos de "ellos" y no de "nosotros".
con sus miembros organizados, estructuras formales y
y así sucesivamente, es la forma característica esta segunda etapa en la
Sociedad "
civil Fiestas Estado
* Partes *
Sociedad civil J* Estado
Por ejemplo, aunque siga habiendo algunos vínculos formales entre los
sindicatos y los partidos socialdemócratas, no sólo los sindicatos tratan
directamente con los partidos burgueses cuando están en el poder, sino que
también tratan con los partidos socialdemócratas cuando están en el poder de
forma muy parecida. A la inversa, los partidos socialdemócratas pueden
encontrarse defendiendo políticas antisindicales aparentemente necesarias por
circunstancias que escapan a su control.
La idea de que los partidos actúan como intermediarios es especialmente
apropiada para la concepción pluralista de la democracia que, no por
casualidad, se desarrolló junto con ella (Truman, 1951; Dahl, 1956). Desde
este punto de vista, la democracia reside
principalmente en la negociación y acomodación de intereses organizados de
forma independiente. Los partidos construyen coaliciones constantemente
cambiantes entre estos intereses, y es vital para su función como facilitadores
del compromiso y garantes contra la explotación irrazonable de un grupo por
otro que cada partido esté abierto a todos los intereses. Las elecciones son
propiamente elecciones entre equipos de líderes y no concursos entre
agrupaciones sociales cerradas o ideologías fijas. El antiguo partido de masas,
como sugirió Michels (1961 [1911]), puede haber estado dominado por sus
dirigentes en lugar de encarnar la verdadera democracia que implicaba su
ideología pero, en esta nueva concepción de la democracia, la oligarquía de
partido se convierte en realidad en una virtud más que en un vicio. Por lo
tanto, el modelo "catch-all" no sólo es atractivo desde la perspectiva
interesada de los líderes de los partidos, sino que también resulta deseable
desde el punto de vista normativo.
El modelo de las partes como intermediarios tiene varias caciones
potencialmente importantes que influyen en la evolución futura de la naturaleza y
las actividades de las partes.
En primer lugar, la posición de los partidos como intermediarios entre la
sociedad civil y el Estado sugiere que los propios partidos pueden tener
intereses distintos de los de sus clientes a ambos lados de la relación.
Además, pueden obtener una comisión por sus servicios. Aunque no suele
plantearse precisamente en estos términos, el papel asignado a las
recompensas personales del cargo en, por ejemplo, el modelo downsiano de
política racional (Downs, 1957),
,y corresponde a esta comisión por servicios prestados.3 Esta comisión no tiene por
qué limitarse a recompensas materiales a individuos (por ejemplo, oficina
y sus por sitios), sino que también puede incluir pagos al partido como
organización, así como Terence a preferencias políticas, ya sean las del
partido o las de
,( individuos concretos. En segundo lugar, la capacidad de un partido para
desempeñar la función de intermediario depende no sólo de su capacidad para
atraer al electorado, sino también de su capacidad para manipular al Estado.
Pero si un partido puede manipular el Estado en interés de sus clientes de la
sociedad civil, también debería ser capaz de manipular el Estado en su propio
interés. Así, como señaló Epstein (1986: 171) en relación con su modelo de
"partidos como empresas de servicios públicos" de los partidos
estadounidenses, es posible imaginar "que los partidos, como muchas
empresas comerciales reguladas, [consiguen] utilizar el poder del Estado para
proteger sus propios intereses".
Y lo que es más importante, observar las figuras 1-3 como una dinámica y
no como tres instantáneas aisladas, sugiere la posibilidad de que el movimiento
d e los partidos d e
de la sociedad civil hacia el Estado podría continuar hasta el punto de que las
partes
formar parte del propio aparato estatal. En nuestra opinión
14
E L M O D E L P A R T I D O CA R TE L
Son varios los factores sociales, culturales y, sobre todo, políticos que
facilitan o incluso fomentan este movimiento hacia el anclaje de los partidos
en el Estado. Entre ellos se incluye un descenso general de los niveles de
participación e implicación en la actividad de los partidos, ya que los
ciudadanos prefieren invertir sus esfuerzos en otros ámbitos, especialmente en
grupos en los que pueden desempeñar un papel más activo y en los que es más
probable que estén totalmente de acuerdo con un abanico más reducido de
preocupaciones, y en los que sienten que pueden marcar la diferencia. El
ámbito local, más inmediato, resulta así más atractivo que el ámbito nacional,
remoto e inercial, mientras que los grupos abiertos y monotemáticos resultan
más atractivos que las organizaciones de partido tradicionales y jerárquicas
(por ejemplo, Lawson y Merkl, 1988; Dalton y Kuechler, 1990). Una de las
consecuencias de todo esto es que el tamaño y el compromiso de los partidos
no han podido seguir el ritmo del crecimiento del electorado, por un lado, y
del rápido aumento de los costes de la actividad de los partidos, por otro,
Por lo tanto, los partidos se han visto obligados a buscar sus recursos en
otra parte, y en este caso su papel como gobernantes y legisladores les facilitó
recurrir al Estado. La principal estrategia que podían seguir era la concesión y
regulación de subvenciones a los partidos políticos, que, aunque varían de un
país a otro, a menudo constituyen uno de los principales recursos financieros
y materiales con los que los partidos pueden llevar a cabo sus actividades
tanto en el parlamento como en la sociedad en general (véase Katz y Mair,
1991; Mair, 1994).
El crecimiento de las subvenciones estatales en las dos últimas décadas, y la
promesa de un mayor crecimiento en los próximos años, ha llegado a
representar uno de los cambios más significativos en el entorno en el que
actúan los partidos. Al mismo tiempo, sin embargo, hay que destacar que este
cambio ambiental no es exógeno a los partidos, ya que son los partidos, en su
papel de gobernantes, los responsables últimos tanto de las normas relativas a
las subvenciones estatales como de las cantidades de dinero y recursos que se
destinan a la educación.
disponibles. Además, también es necesario subrayar que, precisamente
porque estas subvenciones suelen estar vinculadas a los resultados o la
posición previa del partido, ya se definan en términos de éxito electoral o de
representación parlamentaria, contribuyen a garantizar el mantenimiento de los
partidos existentes, al tiempo que suponen barreras para la aparición de
nuevos grupos. En una línea similar, las normas relativas al acceso a los
medios de comunicación electrónicos, que, a diferencia de los anteriores
medios impresos, están sujetos a un control y/o regulación estatal
sustancial, ofrecen un medio por el cual los que están en el poder pueden
adquirir un acceso privilegiado, mientras que los que están en los márgenes
pueden quedar desatendidos. Una vez más, las normas varían de un país a
otro, y en algunos casos son claramente menos restrictivas, y menos importantes,
que en otros.
DOw?Oa0ed10mMp£ppQaQPpubcOmatZBMfDOnApi27',2010
KA T Z Y MA I R
19
Pero si bien los partidos del cártel pueden limitar la competencia entre ellos,
son incapaces de suprimir la oposición política en general. Esto es
especialmente cierto cuando los partidos, tanto individualmente como en
grupo, están cada vez más estrechamente relacionados con el Estado y dejan
de ser canales eficaces de comunicación entre la sociedad civil y el Estado.
En lugar de que los partidos planteen demandas al Estado en nombre de
determinados grupos de la sociedad civil, estos grupos se encuentran con que
ellos mismos tienen que plantear demandas al partido/Estado. Por lo tanto, la
articulación de demandas se convierte cada vez más en competencia de las
organizaciones de intereses. En algunos casos, por supuesto, y sobre todo en
lo que respecta a las organizaciones de intereses de los grupos más grandes y
establecidos (por ejemplo, sindicatos, asociaciones empresariales), éstas han
desarrollado relaciones con el Estado que no son muy distintas de las
desarrolladas por los propios partidos. Este es el fenómeno que se ha
denominado "neocor oratismo" y que, entre otras cosas, implica la concesión
de una posición privilegiada y segura a determinados grupos a cambio de
"buen comportamiento". Pero precisamente porque estos grupos establecidos
han sido cooptados por el sistema, a menudo se muestran reacios o incapaces
de expresar algunas reivindicaciones, y esto, a su vez, puede dar lugar al
surgimiento de organizaciones alternativas, que a menudo son efímeras y
se caracterizan por la falta de voluntad política.
estridente.
Como esto sugiere, los mecanismos de autoprotección que las partes del
cártel han
creados tienen, por tanto, sus propias contradicciones internas. En la medida
en que los partidos del cártel limitan la posibilidad de disidencia
intraorganizativa, minimizan las consecuencias de la competencia dentro del
cártel y se protegen a sí mismos de las consecuencias de la insatisfacción
electoral, impiden que las elecciones desempeñen siquiera la mínima función
de retroalimentación que les asigna el nuevo modelo de democracia. Esto
sólo se ve favorecido si las principales organizaciones de intereses también
han sido incluidas dentro del paraguas autoprotector de los acuerdos
neocorporativistas. Al mismo tiempo, sin embargo, esto no puede impedir
que surjan desafíos desde fuera del cártel, aunque sea posible poner barreras
en el camino de los nuevos partidos que pretendan entrar en el sistema, como,
por ejemplo, la predicción de subvenciones estatales a la previa
23
electoral o la restricción del acceso a las urnas. Y lo que es más importante, los
intentos de exclusión también pueden resultar contraproducentes, ofreciendo a
los neófitos excluidos un arma con la que movilizar el apoyo de los desafectos.
Así pues, del mismo modo que los partidos de élite crearon las condiciones
sociales y políticas para la aparición y el éxito de los partidos de masas, y que
los partidos de masas, a su vez, crearon las condiciones para la aparición y el
éxito de los partidos comodín, y que el partido comodín dio lugar a las
condiciones que generaron el partido del cártel, e l § ; ;yeore reciente éxito del
cártel genera inevitablemente su propia oposición.
Los nuevos partidos que pretenden introducirse en el sistema pueden, por
supuesto, hacer campaña para conseguir apoyos basándose en una amplia
variedad de llamamientos ideológicos. Sin embargo, la experiencia sugiere cada
vez más que un grito de guerra particular, que parece común a muchos partidos
nuevos y que parece especialmente eficaz para movilizar apoyos (véanse, por
ejemplo, las recientes experiencias de la campaña de Ross Perot en EE.UU. y la
campaña del partido reformista en Canadá), es su exigencia de "romper el
molde" de la política establecida (véanse, por ejemplo, Poguntke, 1994;
Scarrow, 1994). En muchos casos, esta exigencia es en gran medida retórica, y
sus protagonistas, sobre todo los que buscan apoyo entre las nuevas clases medias
-partidos que van desde los Democrats 66 en los Países Bajos a los Demócratas
Liberales en el Reino Unido y los Demócratas Progresistas en Irlanda
- a menudo se muestran más que dispuestos a unirse al establishment que
inicialmente denunciaban. Incluso en otros casos, como el de muchos de los
partidos Verdes, en los que la oposición está más arraigada, estas
reivindicaciones también demuestran ser susceptibles de acomodación y
cooptación.
En algunos casos, sin embargo, la protesta se n u t r e de una desafección más
radical. Este es el caso de una serie de nuevos partidos de extrema derecha,
como el Vlaams Blok en Bélgica, el Frente Nacional en Francia, Acción
Nacional en Suiza e incluso posiblemente Nueva Democracia en Suecia, que
parece querer seguir el camino de los partidos del Progreso en las vecinas
Dinamarca y Noruega. Lo mismo ocurre con el Partido de la Libertad de
Austria, ya establecido pero cada vez más estridente y excluido. Todos estos
partidos parecen defender una oposición profundamente antidemocrática y a
menudo xenófoba al consenso que ahora prevalece en la mayoría de las
democracias occidentales, y esto constituye obviamente una base importante
para sus apoyos. Pero lo que quizá sea más sorprendente es que muchos de
estos partidos también parecen estar sacando provecho de su supuesta
capacidad para romper lo que a menudo denominan los acuerdos "cómodos"
que existen entre las alternativas políticas establecidas. De hecho, al funcionar
como un cártel, al intentar garantizar que no haya "ganadores" y "perdedores"
claros entre las alternativas establecidas y al explotar su control del Estado para
generar recursos que puedan repartirse entre ellos, los partidos del cártel a
menudo están proporcionando, sin darse cuenta, la munición con la que los
nuevos manifestantes de la derecha pueden librar sus guerras con mayor
eficacia. Estos nuevos manifestantes no representan un desafío al partido; al
fin y al cabo, su protesta está organizada por el partido. Pero sí se ven a sí
mismos como un desafío a
24
de la parte del cártel, un desafío que bien puede estar alimentado por las
acciones de las propias partes del cártel y que, a largo plazo, puede por tanto
contribuir a legitimar su protesta.
Como señalamos al principio de este documento, gran parte de la literatura
contemporánea habla del declive o fracaso de los partidos, un énfasis que,
desde nuestra perspectiva, es en gran medida erróneo. De hecho, hay pocas
pruebas reales de que el papel de los partidos haya disminuido. Al contrario,
mientras que en algunos aspectos los partidos son menos poderosos que antes
-disfrutando, en general, de lealtades partidistas menos intensas, proporciones
más bajas de adherentes, identidades políticas menos distintivas-, en otros
aspectos su posición se ha fortalecido, sobre todo como resultado del aumento
de los recursos que el Estado (los partidos en el Estado) pone a su disposición.
Sin duda, si se toma como norma el modelo del partido de masas, como
parece hacer gran parte de esta literatura, entonces los partidos mayoritarios
son quizá menos poderosos que antes. Es decir, son partidos de masas menos
poderosos. Pero éste, hemos argumentado, es un estándar inadecuado, que no
tiene en cuenta las formas en que los partidos pueden adaptarse para asegurar
su propia supervivencia, y que ignora las nuevas fortalezas que pueden
adquirir en compensación por las debilidades que se han hecho evidentes.
Son, en resumen, partidos diferentes. Hablar del desafío al partido, más que de
su declive o fracaso, es quizás pisar terreno más seguro, aunque también
fundamentalmente erróneo. Porque lo que vemos ahora en las democracias
occidentales no es tanto un desafío al partido en general como un desafío,
inevitablemente, a los partidos del cártel en particular.
Notas
Esta es una versión sustancialmente revisada de un trabajo presentado por primera vez
en el Taller sobre Democracias y Organización de Partidos Políticos, Sesiones Conjuntas
del ECPR, Limerick, 1992, y se basa en un trabajo que fue apoyado en parte por la
National Science Foundation (Grant No. SES 8818439).
1 Así, por ejemplo, Lawson y Merkl (1988: 3), que señalan que "el fenómeno del
declive de los grandes partidos, a menudo señalado en el contexto del sistema político
estadounidense, es cada vez más evidente también en otros sistemas políticos"; o Selle
y Svåsand (1991: 459-60), que apuntan a una perspectiva "bastante pesimista" en la
literatura desde la década de 1970, que refleja tendencias que han llevado a algunos a
concluir "que los partidos ya no funcionan tan bien como antes". De hecho, tan común
se había vuelto hablar del declive de los partidos que, ya en 1980, Stephen L. Fisher
(1980) podía escribir sobre la tesis del "declive de los partidos" sin que pareciera
necesario citarla. Véase también Finer (1984).
2 Lo mismo puede decirse del ofesional electoral de Panebianco {y, que difiere
del partido catch-all principalmente en el sentido de que o i t s r g a n z a pn. está dotada
de personal ejrofissonals y co_;ysultants en lugar de partybureaucrats.
3 Son precisamente estos términos los que emplea David Mayhew (1974) para
describir las recompensas personales de los puestos de liderazgo en el Congreso
estadounidense.
4 El Reino Unido es un caso curioso en el que el comportamiento asociado a la parte
del cártel
modelo es cada vez menos frecuente. Si bien el énfasis en el partido parlamentario
25
Referencias
Beer, Samuel H. (1969) Modern British Politics, 2ª edn. London: Faber y Faber.
Castles, Francis, ed. (1982) The Impact o[Parties. Londres: Sage.
Dahl, Robert (1956) A Preface to Democratic Theory. Chicago, IL: Universidad de
Chicago Press.
Dalton, Russell y Kuechler, Manfred, eds (1990) Cfioffeagiog the Political Order:
New Social and Political Mouemeflts in Western Democracies. New York: Oxford
University Press.
Downs, Anthony (1957} An EconomiC TheOr y o[ Demo6ro6y. Nueva York: Harper &
Row.
Duverger, Maurice 1 954) Los partidos políticos: Su organización y actividades en la
Estado moderno. London: Methuen.
Einhorn, Eric S. y Logue, John (1988) Continuity and Change in the Scandinavian Party
Systems', en Steven B. Wolinetz (ed.) Parties and Part y Systems in Libera/
Democru6ies, pp. 159-202. Londres. Londres: Routledge.
Epstein, Leon (1986) Los partidos políticos en el molde americano. Madison: Universidad
de
WlSconsin Press.
Finer, S. E. (1984) "The Decline of Party?", en Vernon Bogdanor (ed.) Parties and
Democrac y in Britain and America, pp. 1-6. New York: Praeger.
Fiorina, Morris (1981) Retrospective Voting in American National Elections. Nueva
Haven, CT: Yale University Press.
Fisher, Stephen L. (1980a "The "Decline of Parties" Thesis and the Role of Minor
Parties", en Peter H. Merkl (ed.) Western Earopeua Tart y S ystems: Trends and Prospects.
Nueva York: Free Press.
Katz, Richard S. y Mair, Peter, eds (1992) Pony Organizations: A Dutn Hundhoofi
on Party Organizations in Western Democracies, 1960-9O. Londres: Sage.
Kirchheimer, Otto (1966) "The Transformation of West European Party Systems", en
Joseph LaPalombara y Myron Weiner (eds.) Political Parties and Political
DereloQmenf, pp. 177-200. Princeton, Nj: Princeton University Press. Princeton, Nj:
Princeton University Press.
Lawson, Kay, ed. 1 980a TO/ificf2/ P'ffffeS and Linkage: A Comparative Perspective.
New Haven, CT: Yale University Press.
Lawson, Kay ( 1988) 'When Linkage Fails', en Kay Lawson y Peter H. Merkl (eds)
Cuando los partidos fracasan. Princeton, NJ: Princeton University Press.
Lawson, Kay y Merkl, Peter H. (1988) 'Alternative Organizations: Environmental,
Supplementary, Communitarian, and Anti authoritarian', en Kay Lawson y Peter
H. Mer kl (eds) When Parties Fail. Princeton, NJ: Princeton University Press. Lipset,
S. M. y Rokkan, Stein (1967) "Cleavage Structures, Party Systems and Voter
26
Descargado de http://ppq.sagepub.com en ZB MED el 27 de abril de 2010
E L M O D E L P A R T I D O CA R TE L
Richard S. Katz y Peter Mair son también coeditores de Pdrfy Organizations: A Data
Hoadfioofi on Part y Organizations in Western Democracies (Londres: Sage, 1992) y
de How Parties Organize: Change and Adaptation in Pnrfy Organizations in Western
Democracies (Londres: S a g e , 1994).
28
Descargado de http://ppq.sagepub.com en ZB MED el 27 de abril de 2010