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vt See Eee CS" eden eeninnsasee UBueros Aires Respaldada por Ia autoridad del arquitecto Mario J. Buschiazz0 apatece esta obra, en cuyas pigi- nas el autor, valido de su profun- do conocimiento del tema, aborda uno de los aspectos més importan- tes que caracterizan el trasplance de la cultura occidental a tierras de ‘América por via de la colonizacién ibérica y, pasticularmente, de la espatiola De acuerdo con lo que podria- ‘mos lamar la geografia del Des- cubrimiento y Ia consi nologia de los sucesos, Buschiaz20 empieza por estudiar el nacimien- to de la arquitectura colonial en el ambito del Mar de las Antillas, al que atribuye papel anélogo al desempetiado por el Mediterraneo en el proceso cultural del Viejo Mundo. Como en los demés aspectos de Ia Conquista, en el concernien- te al arte debia produciese tam- bién un chogue inicial con las manifestaciones del géncso coctes pondientes a la cultura indigena, con Ia cual, segin las citcunstan cias, la europea habria de fundirse Juego o superponerse a ella, En «ste sentido se comprende por qué el arquitecto Buschiazzo, al mac- gen del anilisis consagrado a las tierras colonizadas por Espatia, es tudia las caracteristicas del ya men- cionado desplazamiento cultura, (Signe on la 2 solapa) fen territorios sometidos a la in- fluencia de la cosriente civilizado- a husitana, “Lo cierto es que —escribe—, tanto en Ia América espafiola co- mo en la portugnest, Ja arquite tura de los siglos xVt al xvi de tuna cantidad fabulosa de monu- mentos que van desde el trasplan- te purista europeo hasta la crea- cid de formas nuevas, donde los aportes americanos cobran jerar- quia propia. Hora es ya de que se los conozca bien, s¢ los juzgue criticamente como metecen, y se Jos. incorpore definitivamente al repertorio areistico universal, del que han estado excluidos por ua equivocado criterio de valoraciin hoy superado.” Para definie con exactitud los métitos de este libro y Ja atrac- cidn que su lectura habrd de ejer- cer aun en fos lectores no espe- ializados, bastac4 con sefalar la profunda erudicién y el alto valor didéctico que, a través de un es- tilo accesible y conciso trae cada una de sus piginas. HISTORIA DE LA ARQUITECTURA COLONIAL EN IBEROAMERICA MARIO J. BUSCHIAZZO Historia de la Arquitectura Colonial en Iberoamérica EMECE EDITORES / BUENOS AIRES Queda hecho el depéito que previene It ley nimero 11.735 © Escé Eorronss, §.A. - Buenos Ales, 1961 CAPITULO PRIMERO EL MAR DE LAS ANTILLAS, MEDITERRANEO DE AMERICA ha dicho con acierto que Ta cuenea del Caribe representé para ‘América, en los primeros tiempos de la conquista, Ia misma fun- Glin que el Mediterrinco para las viejas civilizaciones europeas. Ast ‘como en los bordes del histérico mar se asentaron “as antiguas cultu- tas del aceite de oliva®, os primeros estadios de la vida hispanoame- ricana tuvieron por escenario las tierras que salpicaban un mar de Cobalto bajo cl cielo del trépico. Alli, en la isla que el descubridor de América llamé La Espafiola, fund6 su hermano Bartolomé la primera ciudad del nuevo mundo: Santo Domingo. ‘Durante los afios iniciles, y mientras la conquista de México y sus tesoros no derivé el interés de los espafioles hacia cl continente, Santo Domingo fue pricticamente la capital de las tierras recién Aescubiertas; en pocos afios aleanzé gran florecimiento y riqueza, {que se tradujo en edificios magnificos en relacién al medio y Tas Circunstancias en que fueron erigidos. El primer obispado tuvo su sede en ella, y por oédula de 1928 quedé instalada la Real Audiencia, fon lo que se afirmé la jurisdiccién eclesiistica y Ia judicial sobre fodas lat Antillas. Un intenso movimiento comercial dio ripida pros- peridad a su puerto, del cual partieron las expediciones de Velizquea hhacia Cuba, Ponce de Leén para Puerto Rico, Alonso de Ojeda para Tierra Fie, Balboa para Panamé y Hemnén Cortés para México, sas actividades y despliegue de riquezas duraron poco tiempo. La conguista de la parte continental atrajo poderosamente el interés de te cortieron’ tras el espefisino de muevas y mis féciles los colons, riquesas. Al promediar el siglo xvt gran parte de México estaba ya fn poder de los espatioles, y Ia recién fundada ciudad de La Habana, con su amplio y abrigado puerto natural, iba a desplazar a Santo Domingo como punto de concentracién de la flota de carabelas y galeones que hacian el viaje entre Espafia y cl nuevo mundo. La primera ciudad de América perdi6 su ampulso inicial, convirti¢ulore 8 Marto J. nusentazzo cn un lugar de vida vegetativa, casi una estacién de trinsito adonde Jos navios s6lo Hegaban en arribada forzasa. Las otras ciudades de la isla, Santiago de los Caballeros, Azua, 0 Ia Vega Real, siguieron idéntica 0 peor suerte, cayendo en el olvido, Pero habian bastado 0s tres cuartos de siglo para lenar a Santo Domingo de monu- ‘mentos arquitceténicos que oftecen el doble interés de ser los pri 10s levantados por europeos en América y reflejar las formas artis- ticas peninsulares todavia sin el menor stomo de influencia local Cuando en 1496 Bartolomé Colén fundé la ciudad, aun no se hhabian promulgado las Leyes de Indias, que iban a reglamentar todos Jos detalles a tencrse en cuenta para trazar las ciudades del ‘nuevo mundo, Sin embargo, sus calles fueron tiradas a cordel, aune que la reticula no fue perfecta; es Iégica que ast fuese, puesto que se trataba de una ciudad totalmente nueva, para cuyo trazado no cexitian impedimentos de construcciones anteriores, Por otra parte, los Reyes Catélicos ya habfan aplicado el sistema de damero en la fundacién de Santa Fe, la ciudad-campamento establecida frente Granada, y comenzaban a difundirse por todo el mundo las ideas de Durero, Leonardo, Francesco di Giorgio y otros tratadistas de] renacimicnto sobre trazado de ciudades ideales. Reflejo también de Jas costumbres europeas fue el cercar Ja nueva ciudad con podeross rmurallas de piedra, que no fueron suficientes para detener al pirata Francisco Drake en 1586, ocasién en que saqucé terriblemente a Ia ciudad, Para comprender mejor 1a evolucién de las formas artsticas en sta parte de América, es preciso recordar lo que sucedia en el viejo continente en esa época. El renacimiento habia cundido por casi toda Europa; Florencia ya habia visto levantarse sus mejores momi- ‘mentos cuando atin el genovés Colén no se habia Ianzado a la aven ‘ura genial. Roma comenzaba a entrar de leno en el renacimiento, asi como casi todo el resto del continente se iniciaba en el uso de las nuevas formas. Tan sélo Espafia estaba atin algo rezagada, pues Por una caracteristica de su manera de ser que no es del caso analizar aqui, siempre acepté con retraso y resistencia la utilizcién de las formas artistas forineas. Cuando Jot expafioles descubrieron la isla de Santo Domingo, atin quedaban al gético unos treinta © cuarenta afion de vida en la peninsula, mientras comenzaban a asomar timida ‘mente los primeros intentos platerescos. Légico es, por lo tanto, que fea el estilo gétco el que haya predominado en los primerosedificos coloniales, aun cuando realizados en forma bien modesta y provin. cana, For otra part, los indigenas que poblaban el Caribe eran sak HISTORIA BELA ARQUITECTURA COLO: vvajes y sin el menor azomo de civilizacién, de modo que su colabora- cin com los artistas espafioles debié de’ concretarse tan séio a la ayuda en el transporte de los materiales y otras tareas accesoras A comienzos del siglo xv1 el gético en Espafia habfa derivado hacia va modalidad tan tipica que te llama isabelina, en la que concurren para fusionarse admirablemente los elementos del gético nérdico ¢ llevado por flamencos y germanot con el mudéjar de larga tradicién | en Espafia. Bn lugar de las altas eatedrales de organizacién piramidal, de indudable procedencia francesa, se prefiri6 el tipo de las “hallen- ‘kirchen”, en el que una igual altura de las bévedas cuando el templo tera de varias naves daba al edificio el aspecto interior de una vasta | ln, Las bévedas nervadas multiplicaron sus ligaduras en forma de ‘etrella; los haces de columnillas se fundieron en el pilar monocilin- rico, y Ia decoracién Hené de flechas, yugos, granadas, pomas y ‘otros simbolos isabelinos las fachadas de los edificos, en tanto que cl alfiz 0 arrabé moruno se repitié como infaltable encuadramiento de portadas. Ya no se levantaron en Espatia grandes catedrales como las de Toledo, Burgos o Leén, prefirifndose las pequetias iglesias como San Juan de los Reyes o la Capilla Real de Granada, con amplio crucero, cabecera poligonal y profundas capillas aterales que | pparecian excavadat a expensas del propio dmbito espacial de la nave. | Este es precisamente el tipo de edificio religioso que iban a levantar ‘en las Antillas en los primeros tiempos de a colonizacién. J Es claro que cuando se habla de arquitectura gética en América, ces nevesario tener en cuenta Ia relatividad de tal concepts © defini cin, y olvidarse o hacer abstraceién del goticismo europeo. Primero eico con que se produjo la evolucién de las formas Juego la enorme distancia entre la metrdpoi y las eolonias, cen Espafi, y finalmente, Ia falta de grandes téenicos sumada a Ia incultura de los indigenas, todo se concerté para que Jos primeros edificios levan- tados en el Caribo fuesen un modesto remedo de los europeos. Y aun 4x, en los primeros 1 los colonos levantar construcciones de tablas y ramas, de caricter precario, més que suficientes en el lima henigno del trépico. Sin embargo, lox Reyes se preocuparon desde el comienzo porque se levantaten edificios de noble arquitec tura, y en varias Reales Cédulas recomendaron a Tas autoridades que construyesen templos dignos y sélidos, El eronista Juan de Herrera relata que en 1502, poco después de haberse trasiadado la ciudad de Santo Domingo a la otra orilla del rfo Ozama, los vecinos inicia- ron Ia constriceién de casas de piedra, y que el Gohernador Nicolis de Obando fue quien dio el ejemplo erigiendo toda una seric de 10 MARIO J. BUSCHIAZZ0 residencias, una de las cuales, netamente gétieas, ain puede verse en la calle Obispo Billini. Una Real Cédula de 1506 ordenaba que “Jos cimientos se hagan de piedra y lo demés de muy buena tapie- ria’, y en cartas del Rey a Diego Colén dectale: “ya sabéis cudntas veces os he encargado que con mucha diligencia se entienda en las cobras de las iglesias”, No obstante esta preocupacién real y las buenas intenciones del Gobemador Obando, la primera catedral de América fue durante bastantes alos un simple rancho de madera y paja. Fue necesario ue viniese como Obispo un notable humanista florentino, Fray Ale- Jandro Geraldini, para que las disposiciones reales se volviesen rea dad, Gcraldini se habfa distinguido en Ia corte espafiola al servicio de los reyes; en las Iuchas que precedieron el advenimiento de Isabel la Cat6lica al trono se habia declarado en favor de ésta, con lo gue se granje6 su confianza, al punto de ser nombrado mis tarde preceptor de sus hijos. No obstante estar en Espafia desde joven, no haba olvidado su tierra natal, pues continuaba cultivando el italiano en sus poesias, y tenfa fama de buen latinista. Era un infa- tigable viajero, que habia desempefiado mumerosas misiones por encar= go de los Reyes. En 1519, a los sesenta y cuatro aiios, acepté el Obispado de Santo Domingo, y emprendié tan azaroso viaje, que aproveché para recorrer de paso parte de las costas de Africa. En su Itineririum, dedicado a su amigo personal el Papa Leén X, des- cxibié las peripecias de esta aventura que duré seis meses, Pese a sus afios, lleg6 con tales brios y entusiasmes al nuevo mundo, que la descripcién de Santo Domingo que nos dejé esta tefiida de exagera- cién, ya que decia que estaba “admirado de ver tan inclita ciudad, fandada hace el buen tiempo de veinticinca afos, porque ous edificios son altos y hermosos como los de Ttalia, su puerto capaz de contencr todos los navios de Europa, sus mismas calles anchas y rectas, que con ellas no sufren comparacién las de Florencia", Pero el clima ochornoso del trépico, sumado al ambiente de mezquinas ambicio- nes aventureras que le rodeaba, fue aplacando sus impetus, y pocos afios después de Ilegar ya escribia: “Ay de mf, que tantas veces hube de emprender largos viajes por tierra y por mar, y con Snimo intxé= pido sorteé infintos peligros que a otros més valientes acobardaron, y ahora tan profundamente me consume este sofocante calor y me daa Ia humedad de este clima, que ni me aprovechan los alimentos, 1 fruta alguna me agrada ya. Preludios son estos, jay, suerte amar gal, de que he de morir en esta tierra.” Y asi sucedié, pucs aunque cscribié a los Reyes: “cupio enim urbe Roma, olim Domina rerum, HISTORIA UE TA ARQUITECTURA COLONIAL EN TBEROAMERICA rune fidei capite diem obire” (deseo morir en Roma, un dia duefia ‘del mundo, y cabeza hoy de la fe crstiana), terminé sus dias en Santo Domingo, en cuya catedral ests enterrado este humanista florentino, primer Arzobispo de América ‘Cuando Julio II instituyé, en 1504, Ia primera didoesis del nuevo mundo, la iglesia existente era un simple galpén de tablas, reempla- zado cn 1511 por un edificio no mucho mejor, construido bajo 1a direvciéa del alarife andaluz Luis de Moya. Pero el obispo Geraldini hho se conforms eon tan modesto edificio, “tignis e goeno ¢ luto creo fum® (construida de madera, cieno y barre), y bajo su impulso se iniciaron los trabajos para tun gran templo. La piedra fundamental fue colocada en 1521, pero las obras s6lo se iniciaron dos afios mis tarde. Es un templo gético, de tres naves libres mis dos de capillas pro- fundas, de extructura tipo sal6n, es decir, de bévedas de igual altura, rno muy clevadas, Io que le da un sentido espacial de latitud mis que de enguitsiento, La iluminacién del templo se produce por las ven fanas que se abren sobre las capillas laterales. El abside o cabecera tes poligonal, correspondiendo al ancho de la nave central. El goti- tdamo de este templo se manifiesta en las bivedas estreliadas, caracy terfsticas de la tltima etapa de ese estilo en Espafia. Las columnas {que soportan las bévedas son lisas, de scecién circular, y en tugat de Gapitel tienen un hilo de perlas, decoracién tipicamente isabelina, To- dos estos detalles dan al templo wna sensacién de sobriedad y pesadea aque fe acentia con la relativa oscuridad debida a la pequetiez de I Ventanas, solucién Idgica en un clima donde hay que protegerse de Ta fuerte Tuz y los calores. La excasa decoracién, muy sobria, se com: ccentra en el presbiterio, donde las nervaduras de las bivedas recaen Sobre columaillas torsas en espiral con ricos capiteles con escenas de animales y hojas de cardo enroscadas. La ventana central del &b- fide mezcla euriosamente los trebolados géticos con el cordén fran Ghcano dentro de un arco de herradura mudéjar. Y para mayor tvidencia de la yuxtaposicién de formas que caracteriza al momento fen que ae Ievanté el tempo las claves de las bvedas tienen motivos fn los que ya asoma el renacimicnto. EL obispo Geraldini silo vio la iniciacién de los trabajos, pus, en 1525 fallecié, cuando faltaba mucho para su conclusién, La len titud de las obras hizo que cuando se legara a la fachada, s¢ la dec tara en estilo plateresco, pues ya el gético haba muerto definitiva- mente. Y aun asi, la llegada de las novedades renacentistas coincidié on el comienzo de la decadencia de Santo Domingo, por lo cual SHISHORIA De LA ARQUITECTURA COLONIAL. HN menoammcA 13 sélo nos poces edificios mucstran esas influencias. La catedral tiene tres portadas, la principal com parteluz, y dos laterales en arco cono- pial todavia gético, La portada principal es plenamente plateresca, fencuadrada por dos contrafuertes decorados en tablero, que soportan cl entablamento, La parte central 0 puerta propiamente dicha esta resuclta con dos arcos abocinades, como en la eatedral de Palma de Mallorca, que secaen sobre cl parteluz, Nuevamente encontramos aqui el choque de dos épocas, pues en tanto que el uso del partehuz 6s todavia una concesién a la edad media, el habérsele reemplazado por una columna corintia —a primera que se Jevanté en el nucvo continente— es un detalle renacentista. Incluso es indicio de visién de profundidad de la portada el dar forma de bocina a los arcos y colocar un doble parteluz de distinto tamafio, uno que soporta el arrangue de los dos arcos y otto detrés que divide la portada propia mente dicha, logrando un curioso y agradable efecto de juegos de perspectiva ‘Los dos contrafuertes decorados y el entablamento forman un en euadramiento que parece un gran alfiz mudéjar, tema muy grato fa los arquitectos espafioles. El friso esté finamente decorado con una rie de “putt” que levan una guimalda, hasta encontrarse en un ‘lipeo central con una cabeza, tema frecuentemente usado en el renacimiento italiano, levado a Espafia por via de levante para infltrarse en cl plateresco. En las manifestaciones espafiolas de este estilo era frecuente decorar las pilastras con motivos en forma de candelabro, pero aq de recuadros donde colocé bajo relieves con temas de dragones, gru tescos y cl haz de flechas con el yugo, simbolo de los Reyes Catdlios El intradés de los arcos est dividido en casetones, cada uno de ellos | desconocido artista prefirié hacer una serie con un resetén o un candelabro en relieve, Los nichos que quedan entre las columnas del cuerpo superior y las pilastras del cuerpo bajo contenian estatuas que fueron destruidas euando el saqueo de Drake, ‘Nunca fueron repuestas, reemplazindoselas por unas modestas pin- turas de santos. Los nichos bajos son otro ejemplo de la mezcla de Gpocas y formas, pues tienen doseletes y repisas a la manera gotica, pero realizadas con pequefios temas renacentistas era de esta fachada principal, terminada hacia 1540, el resto el edificio no ofrece mayores valores estéticos. Su portada lateral norte, fechada 1527 en una inscripeién sobre la puerta, muestra res- tos del gético flamigero, semidestruidos por adiciones posteriores, y otro tanto puede decirse de la otra portada lateral, en la que una inscripcién con Ia fecha de 1524 recuerda la intervencién que tavo 4 MAanro J. RUSOWIAZZO 1 Obispo Geraldini en el templo. El campanatio, comenzado en 1542, tquedé interrumpido pocot ios después por orden de Felipe TI, para fho entorpecer con su altura Ia accién de Jos caflones de la vecina. fortaleza “Acerca de quién ha sido el autor o autores del primer templo his- panoamericano nada conereto se sabe. Luis de Moya, el sevillano que Ponstruyé Ta catedral provisoria que precedié a la que estamos co- entando, intervino en la direecién de los trabajos de éta, pero no Consta que la haya proyectado, Como su actuacién se sitia hacia la Epoca en que el edificio estaba por concluirse, es mis ffeil pensar ique se deba a él In fachada. Otro posible autor et Rodrigo Gil de Liendo, de quien se sabe por exctitos de aquella Epoca que tuvo des- tacada actuacién en varios edificios de Ia isla, entre cllos Ia catedral, do los documentos no dicen qué parte del templo fue obra “Algunas en ruinas, otras muy transformadas, se conservan varias iglesias de los primeros afios inmediatos al descubrimiento, Donde mas claramente pueden verse todavia las influencias del gético flo- ido es en el templo de los Padres Dominicos, cuya planta es neta- mente isabelina, con cabecera poligonal, crucero de doble ancho que profundidad, coro a los pies del templo cargando un areo carpanc] Inuy bajo, y bévedas nervadas en el presbiterio, crucero, varias de fas capillas laterales y sotocoro. En este caso, mucho més que en Ja Catedral, la organizacién. tectOnica responde a las caracteristi- ‘gotico final espaftol, aun cuando exteriormente una serie de malhadadas reformas hayan desfigurado el edificio. Interiormente tl erucero se une con cl presbiterio dando una sensacién de amplitud fxpacial que recuerda a San Junu de los Reyes, Ja caplla de Tesbel Ia Catdlica en Toledo. En la vecina isla de Puerto Rico existe un templo dde In misma poca que el dominicano, que aun cuando figura hoy bajo la advoeacién de San José consta que fue también de Ja Orden de Predicadores, y que repite las mismas caracteristicas arquitect- nicas, lo que hace sospechar que uno y otro se deben al mismo arqui- tecto. Exteriormente el templo de Santo Domingo tiene toda In pesa- ddez y reciedurmbre de las construcciones americanas del siglo xv, sin ‘cépula y con una robusta expadafia en lugar de campanario. La portada principal es una adicién del siglo xvmt, aun cuando una ins- tripcién grabada en ella dice que la iglsia ex de 1517, fecha que se reflere probablemente al comienzo de las obras generals, Esa portada, ‘oun simple motivo de érdenes toscanos superpuestos, hechos en Iadri- To, con decoraciones en forma de placas recortadas, motivo que puso cat del | i } | { ; | } | | 1 | j | } | | TnsTORIA DE TA ARQUITEGTURA COLONIAL. EN maEROAMERICA 15 cen boga en Espaiia el famoto Alonso Cano, Estas decoraciones en Tadrill, a base de recuadros y grutescos que parecen csgrafiados, ‘ponen una simpética nota de color en el adusto templo dominico. Por ‘1 miso documento que nos informa acerea de la intervencion de Rodrigo de Lienda en In catedral, sabemos que fue el autor del templo de Santo Domingo, To que nos dice que este arquitecto fue tun digno representante del estilo isabelino, que luego de florecer fen Espafia como titima forma del goticismo, vino a morir tardia- ‘mente en el trépico americano, ‘Sumamente interesante es Ia béveda esculpida que cubre la capi- Ia del Rosario, con representaciones del sol, los cuatro planetas rmasculinos y Jes signos del zodiaco. Esta béveda, caso dnico en ‘América, representa una vieja creencia medieval, que concebia. cl Iniveno conto basado en cuatro elementos, cualidades, temperamen- tos, 0 cstaciones, que frecuentemente se identificaban con los evan ‘gelistas, bajo el gobierno de Dios personificado por el sol. En esta béveda, el sol ocupa el centro, y los evangelistas las pechinas, trans- figurados en planetas (J6piter con el cuerno de la abundancia como Primavera; el fiero Marte como Verano; Saturno, helado, como invierno; y Mercurio, tempestuoso ¢ inconstante, como Otofio) ‘Al mismo Rodrigo Gil de Liendo se debe Ia iglesia de San Fran- cisco, en ruinas desde el siglo sax, cuando los franceses en uno de sus ataques a la ciudad colocaron pesada artilleria sobre sus bivedas. Nucvamente nos encontramos frente a manifestaciones en las que cl goticimo que moria y el renacimiento que surgia se ven uno al Jado del otto, Las bévedas que cubrfan este templo, de nave inica ‘con contrafuertes interiores que van formando capillas, eran nerva~ {as pero sus nervios formaban casetones cuadrados, es decir que con tun procedimienta constructivo medieval se formé un reticulado deco- rativo de aspecto renacentista. Formando Angulo recto con esta igle= sia y comunicada con ella por el presbiterio quedan las ruinas de ‘tro templo franciseano, construido a comienzos del siglo xvt en estilo fético, y reemplazado a mediados de dicha centuria por el que facabamos de comentar. Para mayor complicacién estilistica y crono- 1igica, la portada del templo de San Francisco fue hecha en 1664 por Fray Juan de Madarra, empleando académicamente medias co- Jumnes dérico-romanas que soportan un entablamento con triglifos, dentro del cual se inscribe la puerta de medio punto, Interesante fe la portada del convento porque luce como motivo ormamental tun grucso cordén franciscano que se enrosea formando tres clipeos fn uno de los cuales esti inscripto el escudo de la Orden, 6 Manto J Por supuesio no fueron éstos los tinicos templos que se levantaron cen la primera ciudad hispano-americana, pero para no hacer pesada esta descripcisn, nos concretaremos a citar los principales, entre los cuales descuclla Ia Merced, obra también de Rodrigo de Liendo, aun cuando sx portada lo fue de Pedro Portillo, en 1635; Ia Compa- fifa, de 1714-1755, con planta jesuitica de naves colaterales de dos pisos a la manera del Gest; y'Ia de Regina Angelorum, iglesia de ‘monjas dominicas, terminada en 1722, Pasando a la arquitectura civil, el ejemplo mis interesante es el de] Hospital de San Nicolés de Bari, hoy lamentablemente en ruinas Durante mucho tiempo se lo crey6 el edificio de fundacién europea ‘mis viejo de América por haberse ereado en 1593, pero hoy sabemos que esa fecha coresponde a Ia institucién y no al edificio, que se comenz6 en 1533 terminindote diez y nueve afios después. Depen institucionalmente del Hospital del Santo Espfritu en Sasia, de Roma famosa organizacién hospitalaria que agrupaba a los principales esta- blecimientos de salud del mundo entero. Este hospital, cuya planta completa la conocemos por los docu- rmentos que se conservan en el Archive de Indias, tenfa un especial interés arquiteeténico porque repetia la solucién cruciforme adoptada cen los tres hospitales que levantaron los Reyes Catélicos en Toledo, Granada y Santiago, Esta forma de hospitales donde dos largos pabellones para enfermos se cruzan para dar Jugar a la ubicacién de Ia iglesia en el centro o lugar de eruce, de modo que los enfermos alojados en los cuatro brazos puedan ver la mis, se reprodujo mucho en Espafia y América. En nuestro continente, ademas de este que cestudiamos, hubo también en Guadalajara, Veracruz, Barinas, San- flago de Chile y San Juau de Guys, Aun cuando” habitualmente s¢ los cree de origen isabelino, sabemos perfectamente que os hubo antes en Itai, donde ya cxitia el Hospital Mayor de Milén eon ppabellones que se cruzan dejando cuatro patios, antes de que se uusasen on Espafia. El Filarete en su Tratado de Arquitectura habla de este tipo de hospitales, y como el rey valenciano Ferrante I hizs sacar copia manuscrita de este tratado para su biblioteca, ejemplar gue aun hoy se conserva en Ia Biblioteca Provincial de. Valencia, nada de raro tendria que de alli proviniese esta predileccién por la planta en cruz, Es cierto que el de San Nicolis de Bari no es exacta- mente una cruz griega, y que ademés el brazo principal es de tres hayes, pero a pesar de estas variantes cabe inchuirlo dentro del esque- rma isabelino, como asimismo et de ese estilo su arquitectura. Una ver mas nos encontramos frente a una mezcla de Spocas, pues si s menoatinnca 17 HISTORIA DE_LA ARQUITECTURA COLONTAT. EN morfologia es alin gética, acabamos de ver que Ia planta es una, creacién renacentista italiana, Lugar destacado entre los monumentos dominicanos ocupa el pala cio de Diego Colén Es historia muy conocida la del encumbr: miento del hijo del descubridor; por voluntad real, se eas6 con dafia, Maria de Toledo, de la Casa de Alba, sobrina segunda del Rey Fer- nando el Catélico. A la muerte de su padre, Diego Colén reclamé Jos derechos concedidos a éste, y con un séquito bastante numeroso ppartié para Santo Domingo, en la creencia de que gozaria plena- mente de su herencia, aun cuando no fue asi. Con la intencién de tener un palacio adecuado a su posicin y a la pequetia corte de que se habia rodeado, ordené la construccién de una residencia que en aquel medio salvaje pudo parecer fastuosa, aun cuando en verdad era relativamente modesta. El lujo de su séquito y la envidia que ‘su posicién desperté, hicieron que el Tesoro Real Miguel de Pasa ‘monte eseribiera al rey denunciando que el hijo del Almirante pre- tendia construir una fortaleza para alzarse contra la corona, La, acusacién era tan absurda que Fray Bartolomé de las Casas, que en ‘0s dias estaba en la isla, aproveché el paso de cierto personaje muy hhabil en construcciones militares, para consultarle sobre la verdad de lo que se decia, y cl citado téenioo, viendo que estaba toda la casa aventanada y con amplias galerfas, como lo requerfa el calor de la tierra, se burlé de la acusacién y sobre todo de quienes pen- saban semejante desatino, Las intrigas no prevalecieron, y en 1514, cuatro afios después de su comienzo, pudo Diego Colén estrenar st residencia, que habité bastante tiempo, hasta su regreso a Espafia, ‘También vivi6 en esta casa su hermano Fernando, el biblifilo, y en lla murié Bartolomé Colén, hermano del descubrider, todo Jo eval hhace de este monumento uno de los més venerables de América, Es un edificio de planta rectangular, de dos pitos, con galerias en. ddos de sus fachadas. Salvo uno que otto detalle que pasa desaperci- bido, es una expresién plena de supervivencias medievales. Ejecu- tado en pesada mamposteria de piedra, a excepeién de las esquinas y jambas de vanos, donde se utilizé canteria, su solider y la recie- ‘Gumbre de su masa le dan cierto aspecto militar, sobre todo mientras sstuvicron cafdas sus arquerias y otros detalles destinados a dale sentido mis palaciego y civil. Este edificio conocido por la Casa del Almirante —aun cuando ya hemos visto que no pertenecié al descubridor de América sino ‘2 su hijo—, no es un tipo corviente en Espafa, si bien tiene algunos lantecedentes entre las casas de campo castellanas de los siglos xv a MARIO J. DUSCHIAZZ0 y xvt, El més conocido es el palacio en Saldaiiuela, cerea de Bur- {g05, que también consta de doble galeria pero con mis aspecto de feasona civil que el ejemplo dominicano, En América no se repitié mucho este tipo, pues sélo se conocen dos edificios similares: el palacio de Hernan Cortés en Cuernavaca, México, y el de Engombe, en Santo Domingo. El primero ofrece idéntica distribucién y aspecto; Cal ae Dash cl ceded oe bent So RIS moe Palacio de Diego Colén; Santo Domingo, Repiblice Dominicana como el conquistador de México pas6 la primera parte de su vida. americana en Azua, Santo Domingo, es facil suponer que haya cono- ido el palacio de Colén, a cuya semejanza se hiciera luego construir 1 propio. En cuanto al de Engombe, situado a unos treinta kilémetros {de Santo Domingo, lo mismo que el de Cuernavaca, repite Ia doble galeria en las dos fachadas mayores y otres detalles deseriptos all hablar del palacio colombino. El autor de la casa del Almirante nos es desconocido, pero proba- Dblemente haya sido uno de los maestros canteros que vinieron de Sevilla en 1510, Con el propésito de que trabajaran en las obras de Ia Catedral se organiz un grupo de arquitectos y alarifes que ban a estar bajo las érdenes de Alonso Rodriguez, Maestro Mayor de las obras de la Catedral de Sevilla, Este arquitecto no vino a ‘América, pero si lo hicieron Ortutio de Bretendén, Juan de Herrera ¥y otros once operarios mis. Como las obras catedralicias no se iniia- ron, dicen los documentos de aquella época que “por no pagarles de balde se les encargaron casas y otros edificios”, entre los cuales ‘muy probablemente estarfan las residencias del Almirante y de En- ggombe. En este tltimo la arqueria de sus fachadas se reduce a dos 1 TISTORIA DE LA ARQUITECTURA COLONIAL, EN IEROAMERICA 19 tramos cn lugar de tres; el gético ha perdido terreno en favor del renacimiento y del mudéjar, pues las columnas son toscanas con bases ftieas y los arcos carpaneles estin encuadrades por alfices morunos, fala manera de las arquerias de los patios sevillanos. En Ingar de la mamposteria de la Casa del Almirante, se us silleria de gran tamatio, bien escuadrada, detalle que revela no s6lo un adelanto t6cnico sino también una mayor riqueza y propésito de estentacién en los colones. ‘Los afios que Diego Colé pasé en la hermosa isla antillana estin vineulados a los monumentos més viejos que nos han legado de Ia época espaiola. Hfectivamente, mientras le construian el palacio, se alojé en la Torre del Homenaje, sélido cubo de piedra que formaba parte de las defensas de Ia ciudad. No tiene ningtin valor artistioo; tan sélo el mérito de ser el edificio més antiguo hispanoamericano, pues fue construido en 1505 a 1507 por un tal Juan Raé. Poste- riormente, cuando las intrigas de Pasamonte Te obligaron a abando- nar Ia Torre del Homenaje, un rico colono lamado Francisco de Garay le ofrecié su casa, que, aun cuando muy modificada, ha le- sgado hasta nosotros. Es la conocida por Casa del Cordén porque sa pportada tiene como coronamiento una especie de alfiz formado por icho elemento, que termina con dos grandes borlas. Ha de verse fn esto una nueva prucha de peristencia isabelina, pues el cordén fue uno de los temas preferides por Ia ornamentacién del gético ppostrero espatiol. Es curios observar eémo en los breves aflos en que se produjo ese auge de Santo Domingo, se levantaron una serie de casas privadas rupresentativas de Ia evolucién de las formas penineulares en Ta larga, etapa que va del gético florido al renacimiento. Asi, en la calle Obis- po Billini puede afin verse una portada coronada por un baleén, con delicados calados de tipo segoviano, tipicas del gética florido anterior al isabelino, en tanto que el cordén caracteritico de esta 4poca lo hemos citado varias veces. Luego, en la portada del Colegio Gorjén, que fuera mis tarde sede de Ia Universidad de Santo Do- ‘mingo —la primera de América— aparece el alfiz quebrado que ¢s también un motivo isabelino pero de época més tarda. Y final- mente afin queda en pic la lamada Casa de los Medallones porque su portada francamente plateresca esti. omamentada con cinco me- dallones o clipeot dentro de los cuales figuran exculpidas sendat cabezas, motivo muy frecuente en el renacimiento italiano del norte, que influy6 poderoramente en el estilo plateresco espafil. En resumen, la arquitectura del siglo xvr en Santo Domingo es tun tardio rullejo de las formas que estaban en boga en Espafia 20 MARIO J. DUSGHIAZZ0 cuando se produjo el descubrimiento, 0 de aquellas que lo habian cstado hasta no muchos afios antes, No hay el menor atomo de influencia local, lo que es muy explicable ya que no habfa en Ia isla ‘una civilizacién indigena capaz de aportar algo o iacidir de alguna ‘manera en las arquitecturas traidas de Europa; por otra parte, lejos de buscar Ia colaboracién de los indies, al camienzo se los persiguié con ensaflamiento hasta exterminarlos casi por completo, El Padre Bartolomé de las Casas, celoso defensor de los indigenas, ha des cripto en piginas inolvidables la verdad de lo dicho, y sabido es que Ia poblacién indigena de Ia isla habia desaparecido casi por completo un siglo después de descubierta En los primeros afios de In colonizacién, no vinieron grandes arquitectos, como sucedesia més tarde en México; tan sélo alarifes Y¥ macstros canteros, que st coneretaron a reproduc aquellas formas que habian ejecutado o visto en su ticrra natal, con lo que vino a. resultar esa curiosa mezela de arquitecturas anaeténicas con contem- pporineas, tamizadas a través de Ia mentalidad segundona de cos modestos artesanos, que produjeron una arquitectara.provinciana Desde luego, esto no resta valor histérico a esos primeros monumentos levantados por mano europea en Amética, pero el mérito artistico no corre parejo con ese valor, por Jo que debe jurgérseles como obras diserctas, en las que la emocién del recuerdo pone un acento mis fuerte que la estética. ‘Al correr de Ja centuria Santo Domingo fue perdiendo importan= cia, cediendo su Tugar al continentes incluso como puerto de arribada 1pasé a segundo plano, pues Te aventajé La Habana, mejor stuada y con una bahia natural mejor defendida, Fundada esta ciudad en 1514 en Ta cotta meridional de Cubs, fue poco después trasladada al otro lado de Ia isla, para aprovechar la meneionada habfa y la ‘mejor ubicacién en Ia ruta de las naves que iban de Espafia a México, En su enorme puerto natural se encontraban las naves que partian juntas bajo la excolta de los galeones cuando comenzaron a menu ear los ataques de piratas y filibusteros. Al convertine on lugar de concentracién de tantas riqueeas, es natural que despertase el apetito de Jos corsarios; ya en 1538 sufrié un primer saqueo por piratas franceses, y como los ataques se sucedian, hubo que pensar en forti= ficarla, cosa que no se hizo desde un principio. Este error inicial cs culpable de que haya sido necesario demoler gran parte de las casas del siglo xv1, y de que no haya tenido una buena eatedral, ya que el Rey resolvié dedicar sus recursos a Iss fortificaciones antes {que a los edificios religiosos. Por otra parte, durante mucho tiempo MISTORIA DE LA ARQUITECTURA COLONIAL EN THEROAMERICA a1 La Habana fue poblacién de trinsito, a la que se legaba de Espafia ‘camino a México, se iba de regréso para embarcar los caudales conquistados © ganados. Nadie se preocupaba de levantar grandes casas ni hermosos temples, sino de defenderse y de salvar sus texoros Las erénicas y descripciones de La Habana primitiva sélo hablan de piratas, fortificaciones, casas de paja y madera, bohfos © ranchos de mezquina condicién. ‘Hubo algunos edificios de piedra, pero s6lo los conocemos a través de los planos antiguos que se conservan en el Archivo de Indias, por Io que podemos prescindir de su comentario, Para juzgar la arquitectura de La Habana es necesario llegar al siglo xv, en que adquirié pujante vida propia gracias al cultivo de la catia de aztear yy el tabaco; esa riqueza se tradujo en una ciudad barroca, llena de Palacetes que mostraban la potencia econémmica de sus moradores, Guando subi6 al trono Felipe II, hijo del famoso Carlos V, s6lo ‘existian en Europa dos potencias maritimas capaces de atacar las vvastas posesiones del imperio: Turquia y Portugal. La primera perdié su poderfo a raiz de Ia batalla naval de Lepanto, y la segunda pasé 1 formar parte del imperio espafiol mientras vivié el tacitumno rey. Pero pronto comenzé a surgir una nueva potencia mucho més an nazadora: Inglaterra, Piratas como Drake y Hawkins saquearon las pposesiones espafiolas con el beneplicito y hasta con la ayuda de la corona britinica. Los ataques obedecfan unas veces a las situaciones de guerra en que st encontraba Espafia y otras a In codicia por apoderarse de las fabulosss riquezas que producian las minas de México y Fotos!, Pronto se sumaton lot holandeses, con lo cual toda la cuenca del Caribe result6 infestada de piratas y bucaneros que hicieron imposible la vida a los colons. Esto obligé a Felipe IT a preparar un vasto plan de fortificaciones que abarcarfan desde lat Antillas hasta el estrecho de Magallanes, aun cuando no todo Io proyectado pudo llevarse a cabo. La historia, de las fortficaciones espafiolas de Ia zona del Carihe, incluyendo no s6lo las isas antilanas sino también los puertos de la costa, como ‘Veracruz, Portobelo, y Cartagena de Indias, esté vinculada a toda una familia de téenicos militares italianos, El primero de ellos, Juan. Bautista. Antonelli, era nativo de la Romagna, y fue a Fspafia lama- do por el Rey para proyectar la canalizacién del Tajo y otras obras hidvéulicas, Su hermano Bautista pasé a América, donde llegé a ter el mis famoso arquitecto militar de la época colonial; a él se deben las fortificaciones del Morro de Ln Habana, Cartagena de Indias, San Juan de Ulla en Veracruz, el Morro de San Juan de Puerto 23 MARIO J. BUSOMIAZZ0 Rico y muchas otras més, Fueron sus colaboradores #1 hijo Juan ‘Bautista el Moz, y sus sobrinos Cristébal de Roda y Francisco Gara- velli Antonelli, nacidos en Espafia. El plan general de fortificacioncs ppara toda América fue proyectado por el ingenicro mayor del reino, Tiburcio Spanogui, cuyo verdadero apellido era Spanochi, también de origen italiano. ‘Aun cuando las exigencias de las urbanizaciones modernas han obligado a demoler muchas de las formidables murallas levantadas por este grupo de arquitectos militares, quedan todavia en pie casi Ia totalidad de las de Cartagena y San Juan de Puerto Rico. Ea La Habana fueron demolidas las murallas que rodeaban Ia ciudad, pero todavia se conservan las fortalezas del Morro, La Punta, La Fuerza y otras que defendian la ciudad tanto por la parte del mar ‘como por tierra, moles impresionantes de piedra que asombran por el espesor de sus muros, sus escalonamientos en dos y tres niveles, depésitos subterrineos para pélvora, alojamicntos para oficiales y ‘tropa, capilla, calabovos, cisternae y otras obras accesorias, En el siglo xvmt se produjo un interesante vuelco en la economia, colonial, que influyé notablemente en el desarrollo de algunas regio- nes que no habian tenido mayor importancia en los dos primeros siglos de la colonizacién, Los caudales fabulosos que habia produ cido la mineria comenzaron a deerecer, con Jo que la atencién de los hhispanos se derivé hacia otras fuentes de riqueza. La agricultura y Ja ganaderia desplazaron al rudo Iaboreo de las minas, y de tal ‘modo patses como Cuba, Venezuela o la Argentina, lograron una situacién bien distinta ala que habfan tenido en los primeros tiempos. La explotacién del café, la cafia de aaticar y cl tabaco dio lugar al nacimiento de wna aristocrncin indians, y al crecimiento de La Habana en forma tan avasalladora que desbord6 del recinto de sus antiguas murallas extendiéndose por la campifia vecina. Infinidad de casas modestas fueron demolidas para ser recraplazadas por pala cios de dos pisos y frecuentemente de dos plantas con entresuclo, solucién copiada de las casas de Cidiz, cuya arquitectura influyé poderosamente en la ciudad habanera, ‘Las viejas iglesias y conventos renovaron sus edificios, como por ejemplo San Francisco, cuyo templo construido por el arquitecto Pedro Hemindez de Santiago en 1701 fue totalmente rehecho en. 1797 en la forma que ha llegado hasta nosotros. Digamos de paso {que es uno de los pocos casos en América donde la torre es siniea ¥ esta colocada en el eje del templo, al cual se entra por debajo de dicho campanario, En general, puede decirse que la iglesias cubs MISTORIA DB ZA ARQUITECTURA COLONIAL EN tenoaxintca 23, nas, aun cuando hechas sobre patrones curopeos, cobraron color Tocal por el uso de dos materiales y téenicas que en Espafia no solian tuilizarse juntas; los artesonados mudéjares y los muros de sillerfa. Es curioso observar que en casi Ja totalidad de Jos templos habancros Ja morfologia exterior aparenta un bazroco pesado, grueso, por veces igaditano y a ratos italianizante, en tanto que Jos magnificos techos Catedral de La Habana; Cuba ‘mudéjares le dan interiormente un acentuado sabor oriental, Desde Iuego, se descarta la intervencién de artistas moriscos, pero es indus dable que la abundancia de maderas nobles, especialmente 1a caoba, dio ocasin a los artesanos cubanos para continuar las viejas précticas de la carpinteria de Jo blanco, La piedra empleada en los muros yy hasta en las efipalas —como la de Santa Paula— es una especie de travertino de grano grueso, lo que acentia el parccido con el barroco italiano, ¥ sin embargo, las violentas curvas de los coronamientos de puertas y ventanas, los arcos polilobulados, las rejas y otros detalles on notoriamente gaditanos. El nexo con Cidiz fue tan fuerte que hay una iglesia —la del Santo Cristo—, que con su portada colocada dentro de un enorme nicho y sus dos torres pequefias, parece una. reduceién de la conocida obra de Vicente Acero en la catedral de Cidiz, Otzo caso interesante es el de la portada del palacio de don _wanro J. puscutazzo Martin Calvo de Ia Puerta, que consta fue integramente hecha en Gidiz y transportada piedra por piedra a La Habana. Donde més extrafiamente vemos estas influencias encontradas es en la Catedral, que fue originariamente jgesia de la Compafia, y ‘que pass a ser sede obispal después de la expulsién de los jesuita. En tanto que cl detalle de sus molduras y los aicos mixtilincos de sus pucrtas son netamente andaluces el conjunto de la fachada prin= Cipal con su muro ondulante, parece una obra borrominesca. No asi las torres, de formas pesadas y simples, que se avienen mal con el dinamismo del imafronte, Acerca del autor de este templo, termi nado después de 1767, nada se sabe, Jo que nos impide comprobar la verdad de este’ italianismo de su fachada. Pero nada de raro hhabria en esto, pues con mucha frecuencia los jesuitas recurricron. ppara sus obras a Hermanos Coadjutores italianos o alemanes, que ppreferian a los expafoles por su reconocida habilidad técnica. ‘Las mistnas reflexiones nos sugieren los palacetes habaneros pri- vvados o los edificios piblios, como el antiguo Palacio del Goberna- dor la Gasa de Correos, obra del arquitecto Fernandez Trevejos. Junto a detalles andaluces, el grueso travertino, el techado en terraza ¥y cl wio abundante de arquerias en las recovas y en los infaltables ‘patios de tipo claustral, dan a estos edificios un aire bien distinto Ge lo habitual espafiol. En todo caso, es preciso reconocer que los ‘Palacios habaneros del siglo xvi, como el de Aldama o el del Marqués e Arcos, tienen una fisonomfa propia, distinta de la que se ve en el resto de América; los grandes patios rodeados de arquerias que recaen tobre altisimas colummas, el entresuclo gaditano, las escaleras de tipo ‘monumental, contribuyen a dar jerarquia y nobleza a estas casonas {que expresutt una época de prosperidad y bonanza, perdidas ya en el Icjano tiempo las amenazas de piratas y fiibusteros que fueron en. tuna época el terror del Caribe.

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