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Diz - Los Refugios y Su Significado...
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Resumen
La utopía como εὐ-τόπος, es decir “buen lugar” o “lugar feliz” es aquel espacio en el cual
un ser encuentra su felicidad. El concepto de refugio se acerca a esta noción ya que plantea
el intento (o logro) de alcanzar cierto estado de protección, amparo, de benevolencia hacia
la vida, a la vez que implica la existencia del mismo como un lugar independiente, o mejor
dicho aislado, ajeno a los demás lugares conocidos (similitud con la noción de utopía como
οὐ-τόπος: “no lugar”). En el siguiente trabajo se analizará de qué manera los protagonistas
de Robinson Crusoe de Daniel Defoe, Los Viajes de Gulliver de Jonathan Swift, 1984 de
George Orwell y “La superviviente” (en el texto Una historia del mundo en diez capítulos y
medio) de Julian Barnes construyen refugios, espacios ajenos a su realidad cotidiana, en los
cuales buscan estados de felicidad. Estos refugios son sus intentos, maquetas de utopías.
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Nicolás Amor Diz (UBA, Universidad de Buenos Aires), 2013.
Introducción
En Robinson Crusoe (1719) de Daniel Defoe, Los Viajes de Gulliver (1726) de Jonathan
Swift, 1984 (1949) de George Orwell y “La superviviente”1 (1997) de Julian Barnes, la
problemática de la utopía emerge según varias manifestaciones, ya sea como distopía
(utopía negativa) de la sociedad o de la naturaleza humana, como utopía irónica o como
utopía trágica. Quizás la búsqueda de la felicidad y su relación con determinados espacios
sean conceptos demasiado amplios que abarquen gran parte de la literatura universal. Sin
embargo, estos textos en particular coinciden en que se presenta la construcción de un
refugio como respuesta a situaciones similares que experimentan sus protagonistas. Para
analizarlos, podría presentarse la siguiente estructura argumental, enfocada en la temática
antedicha: en primer lugar un estado de crisis (peligro, angustia, infelicidad, crisis personal,
espiritual, etc.), en segundo lugar una acción (viaje, movimiento, desplazamiento del
protagonista) orientada a la búsqueda de la felicidad (o escapar a la infelicidad o a una
situación insoportable) y al mismo tiempo, a la búsqueda de un espacio distinto, “otro”. Y
tercero, la construcción de un refugio (sea ese espacio “otro” que se ha conocido,
alcanzado, o uno nuevo que debe ser construido). Concretamente, estos refugios
mencionados son, entre otros: la tienda de Robinson (en Robinson Crusoe), el establo de
Gulliver (en Los viajes de Gulliver), la habitación del señor Carrington (en 1984) y la isla
de Kath Ferris, por llamarla de una manera, a toda la fantasía que ella tejió en su
imaginación (en “La superviviente”).
Otra similitud entre estos textos consiste en que todos estos refugios son artificiales.
Y en tres de los casos, son construidos por los mismos protagonistas. También, son
personales (o personalizados). Cada uno de estos espacios funciona y se corresponde con
aquel que los ocupa, y no funcionaría con cualquier otro personaje. Es que la felicidad es
subjetiva. Y por ello, estas maquetas de utopías se encuentran hechas a medida.
Dado que cada persona experimenta su felicidad o la falta de ella de manera
particular, los refugios son respuestas determinadas para situaciones determinadas
(situaciones de crisis) y cada uno de sus componentes se encuentra cargado de significados
1
En el texto Una historia del mundo en diez capítulos y medio.
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Nicolás Amor Diz (UBA, Universidad de Buenos Aires), 2013.
únicos y raramente transferibles (por no decir intransferibles2). Por eso, uno de los
postulados de este trabajo sostiene que un refugio se construye con fronteras. O mejor
dicho, que consiste en la construcción de las frontera; un refugio es la frontera misma. Uno
de los rasgos característicos de las utopías (y por ende, de los refugios) es su autarquía, su
independencia, su aislamiento. Particularmente, el aislamiento y la impenetrabilidad (ideal,
pretendida) de los refugios se basa en la esperanza de que garanticen la separación de un
mundo exterior hostil, que en un caso es encarnado por la naturaleza (Robinson Crusoe), en
otro por la sociedad totalitaria (1984) o la sociedad machista y violenta (“La
superviviente”), o por la naturaleza humana (Los viajes de Gulliver). Los componentes de
este “afuera” que perjudiquen, angustien o aflijan al protagonista serán de suma
importancia para la construcción de estos otros espacios. Distintos, a tal grado que quizás
hasta su razón de ser se base en su distinción.
La vinculación de la felicidad con el espacio y no con otras cuestiones, como
podrían ser ideológicas, mentales, anímicas, corporales, sentimentales, da lugar a la
posibilidad de modificarlo, moldearlo. De ahí la relevancia de que los refugios sean
artificiales, es decir, construidos manualmente. La prerrogativa de actuar sobre el espacio
cual objeto y transformarlo permite manipular y modificar la manera en que éste influye
sobre uno y produce estados de felicidad.
La construcción de refugios (como ocurre en estos textos) es una respuesta trágica
(o quizás no tanto) a la problemática de las utopías, o más generalmente, a la búsqueda de
la felicidad y de una vida mejor de los protagonistas, ya que supone el aislamiento, la
desconexión y el abandono. El protagonista construye su refugio él mismo y para sí mismo,
lo cual denota su soledad, ya sea que no los tenga o rechace los vínculos para con otras
personas o seres. También se denota el abandono por el hecho de que ninguno de los
personajes debe esperar una mejora en su vida si no es por su propio obrar y proceder; no
hay respuestas mágicas ni ayudas externas. Finalmente, el refugio constituye una negación
del mundo, un aislamiento del exterior, y en uno de los casos, de la realidad.
2
Ver comentarios sobre Julia en el apartado “La habitación del señor Carrington”.
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Disquisiciones teóricas
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Los humanos existen, mas como animales primitivos, bestias de carga.
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Además de una estricta legislación.
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Todas las citas pertenecen a la misma edición.
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la interpretación de la causalidad de uno sobre otro y esgrimir que una visión de mundo
occidental (antropocéntrica, fragmentaria, binaria) involucra entre otros principios, la
concepción del espacio de una manera dicotómica.
Asimismo puede mencionarse cierta mitificación de determinados espacios en el
imaginario de la cultura occidental. La redondez es una característica que interesa resaltar.
Formula el filósofo: “Lo que se aísla se redondea, adquiere la figura del ser que se
concentra en sí mismo” (Bachelard: 206). Por eso, un refugio es redondo. Es un mundo
hecho a la medida de quien lo construyó, un micro-universo. Es un espacio íntimo. Es
completo, es un todo, el centro de sí mismo, una unidad. Las utopías (y por supuesto los
refugios) tienen forma redonda. La figura de la casa, igualmente interesante, es un “objeto
de fuerte geometría” (Bachelard: 60), un espacio que despierta muchos fantasmas (para
utilizar la terminología de Bachelard). Como se afirma en el Capítulo II6, la casa es
“nuestro primer mundo”, por lo cual puede compararse entonces con el refugio por su
autarquía, su completitud, por ser un micro-universo. Además, el universo puede
representar el afuera, la hostilidad, lo otro, lo desconocido (imagen de la casa atacada por la
tormenta7), y tanto la casa como el refugio remiten a la protección, la envoltura, el
resguardo. Sin embargo, una diferenciación substancial se encuentra en que la figura de la
casa, entre otras cuestiones, remite a la identidad, a la historia, al pasado, la niñez, etc.. Un
refugio, en cambio, se sitúa en el presente, se funda en la ruptura, el aislamiento y en un
nuevo comienzo. Aunque claro, una ruptura necesita de al menos dos partes, y su frontera
es dolorosa en ambos lados8.
Otra obra provechosa para el abordaje de esta temática es Los lugares de la cultura
de Homi Bhabha. Allí se cuestiona, o mejor dicho se supera la forma tradicional de pensar
la cultura y la producción cultural9 y se propone un método novedoso (sobre todo útil para
el análisis de fenómenos culturales híbridos), que enfoca en pensar en los procesos, en las
articulaciones, en los espacios entre-medio (in-between) que involucran nuevos signos de
6
“La casa y el universo”.
7
Ver Bachelard: 57.
8
“Lo de fuera y lo de dentro son, los dos, íntimos; están prontos a invertirse, a trocar su hostilidad. Si hay una
superficie límite entre tal adentro y tal afuera, dicha superficie es dolorosa en ambos lados” (Bachelard: 189).
9
Es decir, espacialmente, dicotómicamente (oposición entre el aquí y el más allá), a partir del distanciamiento
(separación de categorías: clase, género, raza, orientación sexual, nacionalidad, etc. que permiten la
constitución de una identidad).
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Textualmente.
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La tienda de Robinson
Robinson Crusoe, protagonista de la novela de Daniel Defoe, naufraga y llega a una isla del
Atlántico (en un viaje desde Brasil hacia África) que al principio cree deshabitada. Allí
debe arreglárselas para sobrevivir. Una de sus primeras tareas es la construcción de una
tienda. Y éste es el primer refugio a analizar, que constituye una imagen paradigmática de
la cosmovisión antropocéntrica antedicha. El fragmentarismo mencionado, aquí se
manifiesta en una clara delimitación entre el interior y el exterior de la tienda, que se
traslada a la oposición entre naturaleza y hombre:
"Para instalarme debía elegir algo que me ofreciera muchas ventajas: la primera de ellas era
disfrutar de buena salud y, por consiguiente, tener agua dulce; la segunda, ponerme al resguardo de
los ardores del sol; la tercera, preservarme contra los ataques de los animales carnívoros, hombres o
fieras; y la cuarta, que tuviese vistas al mar, por si la Providencia permitía que se acercase algún
barco que pudiera salvarme, ya que aún mi corazón no había desechado esa esperanza." (Defoe,
2007: 55)
"La entrada a la tienda no era una puerta, sino una pequeña escalera, por la cual pasaba yo por
encima de la empalizada y, una vez dentro, la retiraba. Así lograba sentirme muy bien defendido y
fortificado contra cualquier agresor y, por lo tanto, dormía completamente seguro durante la
noche(...). Dentro de esa trinchera o, mejor dicho, de esa fortaleza, se encontraban mis provisiones,
mis municiones; en una palabra, todas mis riquezas" (Defoe, 2007: 56)
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aislado del medio natural. Y cada nueva mejora consiste en la adquisición o construcción
de algún artefacto que repita esta configuración: sean herramientas, municiones, la
empalizada, la silla, la mesa, etc.. Incluso luego de haber superado la etapa de
supervivencia, Robinson aún elige la tienda como lugar para pasar su tiempo de vida,
porque se siente cómodo y feliz. Es también su hogar. “En ese estado viví más de un año
tranquilo y resignado. Fuera de la sociedad, no me faltaba nada para ser completamente
feliz.” (Defoe, 2007: 125).
Puede leerse, entonces, en estas imágenes del espacio, una visión de mundo
fragmentaria, binaria (Bachelard diría geométrica), antropocéntrica, conforme a la cual el
destino del hombre es dominar la naturaleza y superarla. Robinson tuvo una prueba, que
consistía en sobrevivir y sobreponerse a una situación de abandono en un medio hostil: el
hombre contra la naturaleza. Para superarla, tuvo que construir su propio espacio, su propio
entorno, y reemplazar, con éste, al espacio natural.
Efectivamente, Robinson alcanza un estado de felicidad, luego de haber logrado la
construcción de su tienda, su refugio. Es un triunfo, como se desprende del texto (quizás
del hombre sobre la naturaleza, de la supervivencia humana ante las adversidades), mas en
el contexto de una concepción utilitaria y funcional del espacio que supone el dominio y la
transformación del medio para el propio aprovechamiento y la satisfacción de las
necesidades, a costo del aislamiento y sobre la base de que el afuera es un espacio hostil en
el cual no podría sobrevivir naturalmente. Robinson no triunfa sobre la naturaleza, sino que
la niega, se niega a intentar establecer una relación armónica para con ella. Se le escapa, y
de esta manera se encierra en un mundo pequeño, se redondea (Bachelard).
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El establo de Gulliver
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Entre otras, se menciona la anécdota de que, en Inglaterra en un principio todo le parece
desproporcionadamente pequeño: “Conforme iba de camino, viendo la pequeñez de las cosas, los árboles, el
ganado y las personas, empecé a pensar en Lilliput. Tenía miedo de aplastar a los caminantes que
encontraba(...)” (Swift, 2005: 137-138).
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Propio de la cultura europea, y que desaparece en el protagonista durante su estancia en Luggnagg.
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Ver episodio de los mendigos y las enfermedades: Swift, 2005: 102.
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sociedad perfecta, que vive en paz y armonía. Sorprendente resulta ser una sociedad de
caballos inteligentes. Los humanos, aquí llamados yahoos, son animales primitivos que no
han desarrollado su intelecto, pero que conservan intactos sus instintos básicos y los vicios
que Lemuel inmediatamente reconoce en todas las sociedades que ha visitado. Por eso,
concluye que la corrupción es inherente a la naturaleza humana. En este espacio es donde
finalmente el protagonista encuentra cierto tipo de felicidad14.
Cabría preguntarse entonces por qué Gulliver no vuelve a viajar. ¿Acaso ha
encontrado lo que buscaba? Quizás ha aprendido (o comprendido) que no importa cuántos
lugares extraños pueda llegar a conocer, la sociedad perfecta humana no existe, puesto que
los hombres por naturaleza son ambiciosos, envidiosos, corruptos, malvados. Y si existe
otra utopía además de la de los Houyhnhnms, o varias, en ella no habrá humanos. Es
menester resaltar que Lemuel se aflige al dejar Brobdignag, por el cariño que siente hacia
Glumdalclitch (su “amita”) y el pensar en la pena que ella va a sentir ante su ausencia.
Puede interpretarse que el protagonista experimenta aversión hacia los defectos y los vicios
humanos, y que las virtudes, en cambio, despiertan en él sentimientos positivos, cariño y
felicidad. Por eso su afecto a Glumdalclitch, que es sólo una niña, una criatura inocente,
ajena al mundo corrupto de los adultos. Finalmente, de regreso en su hogar, el héroe narra:
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Aunque luego deba partir, dolorosamente para él, por decisión de los Houyhnhnms.
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“La inefable sensación de estar leyendo el libro prohibido, en una habitación sin
telepantalla, seguía llenándolo de satisfacción. La soledad y la seguridad eran sensaciones físicas,
mezcladas por el cansancio de su cuerpo, la suavidad de la alfombra, la caricia de la débil brisa que
entraba por la ventana... El libro le fascinaba o, más exactamente, lo tranquilizaba. En cierto sentido,
no le enseñaba nada nuevo, pero esto era una parte de su encanto. (Orwell, 2007: 209-210)
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Aunque esté solo o junto a Julia, en estos casos “soledad” se refiere a que no hay nadie observándolo/s.
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2007: 76). En definitiva, la luz denota la presencia del Ingsoc, de la Policía del
Pensamiento, mientras que la falta de ella, obviamente, su ausencia.
Existen otros refugios de Winston además de la habitación del señor Carrington. No
necesariamente deben ser espacios físicos. Su diario personal, por ejemplo, en el cual
escribe repetidas veces la frase: “ABAJO EL GRAN HERMANO” (Orwell, 2007: 24), es
su primer refugio. También lo es la antigüedad, en todo aquello que la denote, y la
interioridad del pensamiento y el corazón, donde todavía el Gran Hermano no tiene poder,
o parece no tener, hasta casi el final de la novela.
Anteriormente se ha mencionado que los refugios son personales, dada la
subjetividad de la felicidad y de las experiencias vividas. Puede objetarse, que la habitación
del señor Carrington es un refugio compartido, ya que lo es tanto para Julia como para
Winston. Sin embargo, la razón por la cual es desestimada esta objeción consiste en que
cada elemento de este espacio adquiere una carga significativa particular para el
protagonista, mientras que de Julia, como se afirma que es “una rebelde de la cintura para
abajo”, resulta lógico suponer que su percepción y concepción de este espacio (aunque
materialmente sea uno: la habitación del señor Carrington), es diferente.
Lo insoportable para el protagonista es la presencia y el control del Estado en todos
los aspectos de la vida privada y la reducción cada vez más importante de las libertades
personales. Cada una de las fronteras de los refugios de Winston es una puerta, una salida a
esta situación. Y a la vez, es una voz de protesta: la construcción de esta pequeña utopía se
basa en la contestación, la diferenciación con respecto al régimen totalitario. Por ejemplo,
en cuanto al amor en la novela, puede aseverarse que no se trata de una concepción
abstracta, universal, sino que es comprensible como un acto político: quizás Winston no
amaba a Julia más que para demostrar, o demostrarse, que todavía existe un refugio (en su
corazón, sus sentimientos), un espacio propio, en el cual el Ingsoc no tiene poder.
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“La superviviente”, cuento de Una historia del mundo en diez capítulos y medio de Julian
Barnes tiene por protagonista a Kathleen Ferris, una mujer infeliz que en un momento de
crisis emocional huye de su hogar, abandona a su esposo y zarpa en un barco a la deriva
con la sola compañía de dos gatos. Pasados unos días, empieza a alucinar. Ella cree que es
la única superviviente de la especie humana, algo así como una “nueva Noé”, mujer, con
dos especimenes (macho y hembra) de una especie animal (los gatos) en su tripulación, que
eventualmente van a llegar a una isla desierta donde comenzarán una nueva vida (los tres).
A medida que avanza el relato, se van intercalando dos historias diferentes: esta antedicha y
la historia real, en la cual Kath se encuentra internada en un hospital mental y cada tanto
tiene conversaciones con su doctor, que le explica su situación actual y cómo la
encontraron en el barco, delirando.
El refugio de Kath es representado por esta isla de fantasía. Es un refugio como
espacio que protege y aísla al individuo del espacio exterior adverso. En efecto, ella siente
la violencia y la amenaza de toda la sociedad en la que vive: machista, violenta, destructiva.
Es una humanidad en decadencia que de hecho ha ocasionado su propio ocaso. Frente a una
situación insoportable -generada en parte por esta sociedad imperfecta y machista, de la
cual su esposo Greg es un gran exponente (borracho, golpeador, adúltero, grosero, etc.), y
en parte por el fracaso de su vida conyugal, cargada de violencia física y psicológica hacia
ella, todo lo cual contribuye a su infelicidad-, Kath (o su cuerpo o su mente de manera
inconsciente) decide rechazarla, negarla, crear una ficción, una realidad alternativa, para no
tener que lidiar con la auténtica.
El hecho de que la isla sea desierta implica, por un lado, la seguridad y tranquilidad
de la protagonista, dada por la ausencia de este factor negativo y por otro, también tiene la
capacidad de significar positivamente pues sienta la condición de posibilidad de crear esta
utopía, una sociedad perfecta, sin rastro de los errores del pasado: es una tabula rasa lista
para que se inscriba en ella una nueva historia de la humanidad.
Su refugio, en verdad, es su delirio: la historia que teje en su mente, en la cual ella
es la única superviviente de la humanidad. Son fronteras que construyen este refugio, por
ejemplo, el barco que conduce (pues no posee un motor diesel) y la forma de alimentación
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de ella para con los felinos, puesto que se diferencian de los métodos y las tecnologías que
utiliza esa sociedad decadente y violenta que ella pretende dejar atrás. Y la propia pareja de
gatos, también denota la necesidad de un nuevo comienzo por el embarazo de la hembra.
La siguiente cita perteneciente al final del capítulo propone una ruptura a la
alternancia de las dos historias que se cuentan: la de la isla que existe en fantasía de Kath y
la historia de ella en el hospital. Y marca el definitivo ingreso de la heroína a este espacio
utópico, o si se quiere, a su refugio:
“Al día siguiente, en una pequeña y chata isla en el estrecho de Torres, Kath Ferris
descubrió al despertar que Linda había parido. Cinco gatitos color caramelo, todos apretujados,
indefensos y ciegos, pero sin el menor defecto. Sintió un amor muy grande. La gata no la dejaba
tocar a los gatitos, naturalmente, pero eso estaba bien, era normal. ¡Sintió tanta felicidad! ¡Tanta
esperanza!” (Barnes, 1994: 134)
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Conclusiones
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frontera, también pueden tenerse en cuenta las proposiciones teóricas de Homi Bhabha y
sostener que es en la frontera misma como espacio, como tercer lugar, que está contenida la
utopía, puesto que siempre será asintótica.
Y por último, el refugio constituye una respuesta trágica a la problemática de los
pensamientos utópicos, pues en todos estos casos repite una misma configuración. Tal
como se expone ejemplarmente en el capítulo de Julian Barnes, para encontrar un espacio
de felicidad, la protagonista tiene que aislarse del mundo real, vivir su propia fantasía.
Principalmente, se trata de personalidades (héroes individuales), quienes no son los
culpables de su infortunio, y deben superar una adversidad, una situación problemática.
Finalmente, como consecuencias de sus esfuerzos y sus acciones, ellos encuentran, no una
utopía completa; un refugio. No la felicidad absoluta; sino cierto grado de ella. Y a cambio,
debieron renunciar a una parte de su vida, o a toda (como en el caso de Winston Smith).
¿Por qué? Quizás sea un precio a pagar por haber tenido un accidente y no saber cómo
convivir con la naturaleza (Robinson), o por haber alcanzado cierto tipo de conocimiento
(Lemuel Gulliver), o por ser diferente (Winston y Julia), o simplemente por ser una
víctima, como Kath Ferris. Esta respuesta puede ser trágica o no, depende el punto de vista,
ya que en concreto lo que se deja atrás es una vida negativa, llena de infelicidad. Y esta
decisión voluntaria y paradigmática de Kathleen, consiste en transformar una huida en una
llegada. Ésa es la respuesta que se deja leer en estos textos, la de abandonar un espacio para
ocupar otro.
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Nicolás Amor Diz (UBA, Universidad de Buenos Aires), 2013.
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