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Nicolás Amor Diz (UBA, Universidad de Buenos Aires), 2013.

Los refugios y su significado


trágico o no en textos de Defoe, Swift, Orwell y Barnes

Resumen

La utopía como εὐ-τόπος, es decir “buen lugar” o “lugar feliz” es aquel espacio en el cual
un ser encuentra su felicidad. El concepto de refugio se acerca a esta noción ya que plantea
el intento (o logro) de alcanzar cierto estado de protección, amparo, de benevolencia hacia
la vida, a la vez que implica la existencia del mismo como un lugar independiente, o mejor
dicho aislado, ajeno a los demás lugares conocidos (similitud con la noción de utopía como
οὐ-τόπος: “no lugar”). En el siguiente trabajo se analizará de qué manera los protagonistas
de Robinson Crusoe de Daniel Defoe, Los Viajes de Gulliver de Jonathan Swift, 1984 de
George Orwell y “La superviviente” (en el texto Una historia del mundo en diez capítulos y
medio) de Julian Barnes construyen refugios, espacios ajenos a su realidad cotidiana, en los
cuales buscan estados de felicidad. Estos refugios son sus intentos, maquetas de utopías.

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Nicolás Amor Diz (UBA, Universidad de Buenos Aires), 2013.

Introducción

En Robinson Crusoe (1719) de Daniel Defoe, Los Viajes de Gulliver (1726) de Jonathan
Swift, 1984 (1949) de George Orwell y “La superviviente”1 (1997) de Julian Barnes, la
problemática de la utopía emerge según varias manifestaciones, ya sea como distopía
(utopía negativa) de la sociedad o de la naturaleza humana, como utopía irónica o como
utopía trágica. Quizás la búsqueda de la felicidad y su relación con determinados espacios
sean conceptos demasiado amplios que abarquen gran parte de la literatura universal. Sin
embargo, estos textos en particular coinciden en que se presenta la construcción de un
refugio como respuesta a situaciones similares que experimentan sus protagonistas. Para
analizarlos, podría presentarse la siguiente estructura argumental, enfocada en la temática
antedicha: en primer lugar un estado de crisis (peligro, angustia, infelicidad, crisis personal,
espiritual, etc.), en segundo lugar una acción (viaje, movimiento, desplazamiento del
protagonista) orientada a la búsqueda de la felicidad (o escapar a la infelicidad o a una
situación insoportable) y al mismo tiempo, a la búsqueda de un espacio distinto, “otro”. Y
tercero, la construcción de un refugio (sea ese espacio “otro” que se ha conocido,
alcanzado, o uno nuevo que debe ser construido). Concretamente, estos refugios
mencionados son, entre otros: la tienda de Robinson (en Robinson Crusoe), el establo de
Gulliver (en Los viajes de Gulliver), la habitación del señor Carrington (en 1984) y la isla
de Kath Ferris, por llamarla de una manera, a toda la fantasía que ella tejió en su
imaginación (en “La superviviente”).
Otra similitud entre estos textos consiste en que todos estos refugios son artificiales.
Y en tres de los casos, son construidos por los mismos protagonistas. También, son
personales (o personalizados). Cada uno de estos espacios funciona y se corresponde con
aquel que los ocupa, y no funcionaría con cualquier otro personaje. Es que la felicidad es
subjetiva. Y por ello, estas maquetas de utopías se encuentran hechas a medida.
Dado que cada persona experimenta su felicidad o la falta de ella de manera
particular, los refugios son respuestas determinadas para situaciones determinadas
(situaciones de crisis) y cada uno de sus componentes se encuentra cargado de significados

1
En el texto Una historia del mundo en diez capítulos y medio.

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únicos y raramente transferibles (por no decir intransferibles2). Por eso, uno de los
postulados de este trabajo sostiene que un refugio se construye con fronteras. O mejor
dicho, que consiste en la construcción de las frontera; un refugio es la frontera misma. Uno
de los rasgos característicos de las utopías (y por ende, de los refugios) es su autarquía, su
independencia, su aislamiento. Particularmente, el aislamiento y la impenetrabilidad (ideal,
pretendida) de los refugios se basa en la esperanza de que garanticen la separación de un
mundo exterior hostil, que en un caso es encarnado por la naturaleza (Robinson Crusoe), en
otro por la sociedad totalitaria (1984) o la sociedad machista y violenta (“La
superviviente”), o por la naturaleza humana (Los viajes de Gulliver). Los componentes de
este “afuera” que perjudiquen, angustien o aflijan al protagonista serán de suma
importancia para la construcción de estos otros espacios. Distintos, a tal grado que quizás
hasta su razón de ser se base en su distinción.
La vinculación de la felicidad con el espacio y no con otras cuestiones, como
podrían ser ideológicas, mentales, anímicas, corporales, sentimentales, da lugar a la
posibilidad de modificarlo, moldearlo. De ahí la relevancia de que los refugios sean
artificiales, es decir, construidos manualmente. La prerrogativa de actuar sobre el espacio
cual objeto y transformarlo permite manipular y modificar la manera en que éste influye
sobre uno y produce estados de felicidad.
La construcción de refugios (como ocurre en estos textos) es una respuesta trágica
(o quizás no tanto) a la problemática de las utopías, o más generalmente, a la búsqueda de
la felicidad y de una vida mejor de los protagonistas, ya que supone el aislamiento, la
desconexión y el abandono. El protagonista construye su refugio él mismo y para sí mismo,
lo cual denota su soledad, ya sea que no los tenga o rechace los vínculos para con otras
personas o seres. También se denota el abandono por el hecho de que ninguno de los
personajes debe esperar una mejora en su vida si no es por su propio obrar y proceder; no
hay respuestas mágicas ni ayudas externas. Finalmente, el refugio constituye una negación
del mundo, un aislamiento del exterior, y en uno de los casos, de la realidad.

2
Ver comentarios sobre Julia en el apartado “La habitación del señor Carrington”.

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Disquisiciones teóricas

El concepto de utopía implica la relación entre dos nociones básicas: la felicidad y el


espacio. Para ahondar en ella es necesario previamente realizar algunas consideraciones.
Por un lado, reflexionar sobre el hecho de que la utopía remite a la idiosincrasia del ser
humano, en tanto ésta consiste, en parte, en su felicidad o infelicidad potenciales. Así como
señala Agamben: “(...)el hombre es el único ser en cuya vida siempre está en juego la
felicidad, cuya vida está irremediable y dolorosamente asignada a la felicidad” (Agamben,
2001, 14). Sobre esta temática se ironiza hacia el final de la novela de ficción de Jonathan
Swift. En su cuarto y último viaje, Gulliver descubre que la sociedad perfecta (una utopía)
sí existe: se trata del país de los Houyhnhnms. Pero ésta no es una sociedad de humanos,
sino de caballos. En este país, asombrosamente estos animales son inteligentes y
civilizados, mientras que los seres humanos (los yahoos) son seres primitivos. Se infiere
entonces que la capacidad de construir una civilización, el razonamiento, el desarrollo
intelectual son azarosos, no privativos de los seres humanos. Pueden manifestarse tanto en
una especie como en otra (como de hecho así ha sucedido en el mundo conocido y en el
país de los Houyhnhnms). Sí son inherentes, en cambio, a la humanidad, características
como el vicio, la envidia, la corrupción, la maldad. Por lo tanto, puede llamarse a esta
última parte de la novela una utopía irónica, puesto que se muestra una utopía, una sociedad
perfecta, mas a condición de que no sea de humanos3.
Por otro lado, resulta igualmente necesario cavilar acerca de cómo se piensa, o
mejor dicho, cómo se concibe y cómo se siente el espacio en el imaginario occidental de los
últimos siglos. A este propósito, las obras de Francis Bacon y de Gastón Bachelard resultan
muy ilustrativas. Con respecto al primero, ya en su Novum Organum, cuyo sugerente
subtítulo es “Aforismos sobre la interpretación de la naturaleza y el reino del hombre”, se
postula la oposición entre ser humano y naturaleza y se otorga a aquél una posición
privilegiada (“reino del hombre”), cuya misión consiste en “interpretar la naturaleza”, es
decir, escrutarla, investigarla, llegar a descubrir sus leyes para de esta manera poder
emularla, controlarla, dominarla. A propósito, en algunos de los aforismos se enuncia:

3
Los humanos existen, mas como animales primitivos, bestias de carga.

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“1. El hombre, servidor e intérprete de la naturaleza, ni obra ni comprende más que en


proporción de sus descubrimientos experimentales y racionales sobre las leyes de esta naturaleza;
fuera de ahí, nada sabe ni nada puede. (…)
3. La ciencia del hombre es la medida de su potencia, porque ignorar la causa es no poder
producir el efecto. No se triunfa de la naturaleza sino obedeciéndola, y lo que en la especulación
lleva el nombre de causa conviértese en regla en la práctica.
4. Toda la industria del hombre estriba en aproximar las sustancias naturales unas a otras o en
separarlas; el resto es una operación secreta de la naturaleza.” (Bacon, 1984: 27)

En relación con esta teoría, en la obra de ficción La Nueva Atlántida de Bacon se


presenta y describe una sociedad perfecta, feliz. Y se explica que se ha alcanzado esta
utopía principalmente gracias al desarrollo tecnológico: las nuevas tecnologías, es decir, el
dominio de la naturaleza y su administración por parte del hombre4 le ha permitido a la
sociedad satisfacer todas sus necesidades y vivir en armonía. Este pensamiento humanista
supone una visión de mundo logocéntrica, según la cual la naturaleza y el espacio en
general son colocados en el estatus de objetos, y constituyen materiales disponibles para el
aprovechamiento humano, es decir, pueden ser utilizados a conveniencia para contribuir a
la felicidad del hombre. Esta premisa puede resultar un tanto evidente, mas no de menor
relevancia, ya que constituye uno de los puntos de partida y debe resaltarse en oposición a
diferentes cosmovisiones, holísticas, no antropocéntricas, como por ejemplo en algunas
culturas amerindias.
En adición, la obra La poética del espacio de Gastón Bachelard permite analizar y
comprender la forma de concebir el espacio en la cultura occidental. En ella se afirma,
entre otras cuestiones: "Y el lenguaje lleva en sí la dialéctica de lo abierto y lo cerrado. Por
el sentido encierra, por la expresión, se abre" (Bachelard, 20005: 192-193) y "Dentro y
fuera constituyen una dialéctica del descuartizamiento y la geometría evidente de dicha
dialéctica nos ciega en cuanto la aplicamos a terrenos metafóricos" (Bachelard: 185). Es
decir, el lenguaje está relacionado con esta forma de pensar geométrica, es decir, binaria
(afuera/adentro, abierto/cerrado), que se traslada a la filosofía y la metafísica (un caso sería,
al pensar en la oposición ser/ no ser) y plantea problemas en estas disciplinas, por ejemplo
en el campo de la antropología metafísica, puesto que determinados conceptos no son
simétricos (como la oposición entre lo concreto/ lo vasto). Aunque resulta interesante
remarcar la relación entre lenguaje, pensamiento y geometría, quizás sería pertinente saltear

4
Además de una estricta legislación.
5
Todas las citas pertenecen a la misma edición.

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la interpretación de la causalidad de uno sobre otro y esgrimir que una visión de mundo
occidental (antropocéntrica, fragmentaria, binaria) involucra entre otros principios, la
concepción del espacio de una manera dicotómica.
Asimismo puede mencionarse cierta mitificación de determinados espacios en el
imaginario de la cultura occidental. La redondez es una característica que interesa resaltar.
Formula el filósofo: “Lo que se aísla se redondea, adquiere la figura del ser que se
concentra en sí mismo” (Bachelard: 206). Por eso, un refugio es redondo. Es un mundo
hecho a la medida de quien lo construyó, un micro-universo. Es un espacio íntimo. Es
completo, es un todo, el centro de sí mismo, una unidad. Las utopías (y por supuesto los
refugios) tienen forma redonda. La figura de la casa, igualmente interesante, es un “objeto
de fuerte geometría” (Bachelard: 60), un espacio que despierta muchos fantasmas (para
utilizar la terminología de Bachelard). Como se afirma en el Capítulo II6, la casa es
“nuestro primer mundo”, por lo cual puede compararse entonces con el refugio por su
autarquía, su completitud, por ser un micro-universo. Además, el universo puede
representar el afuera, la hostilidad, lo otro, lo desconocido (imagen de la casa atacada por la
tormenta7), y tanto la casa como el refugio remiten a la protección, la envoltura, el
resguardo. Sin embargo, una diferenciación substancial se encuentra en que la figura de la
casa, entre otras cuestiones, remite a la identidad, a la historia, al pasado, la niñez, etc.. Un
refugio, en cambio, se sitúa en el presente, se funda en la ruptura, el aislamiento y en un
nuevo comienzo. Aunque claro, una ruptura necesita de al menos dos partes, y su frontera
es dolorosa en ambos lados8.
Otra obra provechosa para el abordaje de esta temática es Los lugares de la cultura
de Homi Bhabha. Allí se cuestiona, o mejor dicho se supera la forma tradicional de pensar
la cultura y la producción cultural9 y se propone un método novedoso (sobre todo útil para
el análisis de fenómenos culturales híbridos), que enfoca en pensar en los procesos, en las
articulaciones, en los espacios entre-medio (in-between) que involucran nuevos signos de

6
“La casa y el universo”.
7
Ver Bachelard: 57.
8
“Lo de fuera y lo de dentro son, los dos, íntimos; están prontos a invertirse, a trocar su hostilidad. Si hay una
superficie límite entre tal adentro y tal afuera, dicha superficie es dolorosa en ambos lados” (Bachelard: 189).
9
Es decir, espacialmente, dicotómicamente (oposición entre el aquí y el más allá), a partir del distanciamiento
(separación de categorías: clase, género, raza, orientación sexual, nacionalidad, etc. que permiten la
constitución de una identidad).

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identidad. La frontera entre dos culturas, identidades, cosmovisiones, producciones


culturales, puede no ser un límite (border), sino una zona (zone), un tercer espacio, distinto
a los otros dos de los cuales deviene, igualmente productivo y cargado de significancias y
donde pueden consolidarse identidades. Es un espacio nuevo, que no es parte del
continuum del pasado y del presente (no se recuerda el pasado como causa), sino que
renueva el pasado, “refigurándolo como espacio in-between contingente, que innova e
interrumpe la performance del presente” (Bhabha, 2002: 24). Ahora bien, con respecto a las
utopías: ¿cómo pueden pensarse bajo estas consideraciones? No necesariamente como un
horizonte, como un “más allá”, inalcanzable, absoluto, sino que puede hablarse de un
“momento utópico”10, es decir, la concepción de un “más allá” como límite, como frontera
que es un espacio in-between, un intersticio. En el camino hacia el horizonte lejano e
inaccesible que resultaría una utopía, la construcción de los refugios, como proceso, como
maqueta, como “intento de utopía”, es en sí mismo este tercer espacio.
Por otra parte, Foucault , en su conferencia “De los espacios otros” analiza las
formas de construir y organizar un espacio una sociedad. En la época moderna (siglos XIX
y XX) afirma, el espacio se significa a partir de las relaciones de emplazamiento, es decir,
“relaciones de proximidad entre puntos, elementos, la capacidad de formar series, árboles,
enrejados”. Existen casos particulares que son los de las utopías y las “heterotopías”
(lugares diferentes, lugares otros) y son explicados con una metáfora sobre los espejos: un
espejo muestra algo irreal, algo que no está (la utopía) a la vez que posee una dimensión
real, una materialidad (heterotopía). Entre varios tipos de espacios heterotópicos (el
filósofo francés diferencia seis categorías), se refiere a la de “desviación” a aquellos
“lugares donde se ubica a los individuos cuyo comportamiento es desviado respecto a la
norma exigida”, por ejemplo la prisión. En relación a estas últimas palabras, puede
pensarse en 1984, en que la habitación del señor Carrington en un comienzo se asemeja a
un sueño, algo irreal, utópico, mientras que en realidad al mismo tiempo se trata de un
espacio controlado y administrado por el gobierno totalitario de esta sociedad ficticia, una
heterotopía de desviación, un patíbulo, paso previo a la prisión propiamente dicha, el
Ministerio del Amor.

10
Textualmente.

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La tienda de Robinson

Robinson Crusoe, protagonista de la novela de Daniel Defoe, naufraga y llega a una isla del
Atlántico (en un viaje desde Brasil hacia África) que al principio cree deshabitada. Allí
debe arreglárselas para sobrevivir. Una de sus primeras tareas es la construcción de una
tienda. Y éste es el primer refugio a analizar, que constituye una imagen paradigmática de
la cosmovisión antropocéntrica antedicha. El fragmentarismo mencionado, aquí se
manifiesta en una clara delimitación entre el interior y el exterior de la tienda, que se
traslada a la oposición entre naturaleza y hombre:

"Para instalarme debía elegir algo que me ofreciera muchas ventajas: la primera de ellas era
disfrutar de buena salud y, por consiguiente, tener agua dulce; la segunda, ponerme al resguardo de
los ardores del sol; la tercera, preservarme contra los ataques de los animales carnívoros, hombres o
fieras; y la cuarta, que tuviese vistas al mar, por si la Providencia permitía que se acercase algún
barco que pudiera salvarme, ya que aún mi corazón no había desechado esa esperanza." (Defoe,
2007: 55)

"La entrada a la tienda no era una puerta, sino una pequeña escalera, por la cual pasaba yo por
encima de la empalizada y, una vez dentro, la retiraba. Así lograba sentirme muy bien defendido y
fortificado contra cualquier agresor y, por lo tanto, dormía completamente seguro durante la
noche(...). Dentro de esa trinchera o, mejor dicho, de esa fortaleza, se encontraban mis provisiones,
mis municiones; en una palabra, todas mis riquezas" (Defoe, 2007: 56)

El afuera, el exterior, la naturaleza, es un mundo hostil, un mundo de carencias y


peligros. El interior de la tienda, en cambio, es el dominio del hombre. Es un espacio
artificial, claramente diferenciado y separado ya por su difícil acceso. Allí el personaje
consigue confort, seguridad, tranquilidad. Es, para él, un refugio. Los espacios naturales
aparecen construidos negativamente, pues representan el peligro: las inclemencias del
tiempo (no sólo tormentas y vientos, sino también el sol, el frío y/o el calor extremos) y las
amenazas de otros seres, animales o humanos, posibles agresores. A tal punto, que se
cuestiona la posibilidad de supervivencia del protagonista en este medio adverso, de no ser
por tener acceso a elementos de la industria, de la sociedad, como se observa en la
siguiente cita: “-¿Qué hubiera sido de mí- exclamé en voz alta-, qué hubiera hecho yo sin la
escopeta, sin municiones para ir de caza, sin herramientas para trabajar, sin ropas para
cubrirme, sin cama para descansar, sin tienda para vivir?” (Defoe, 2007: 60). El espacio
humano y toda industria, por el contrario, son presentados como triunfos. El protagonista
encuentra su comodidad y hasta cierta felicidad en este espacio artificial, prácticamente

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aislado del medio natural. Y cada nueva mejora consiste en la adquisición o construcción
de algún artefacto que repita esta configuración: sean herramientas, municiones, la
empalizada, la silla, la mesa, etc.. Incluso luego de haber superado la etapa de
supervivencia, Robinson aún elige la tienda como lugar para pasar su tiempo de vida,
porque se siente cómodo y feliz. Es también su hogar. “En ese estado viví más de un año
tranquilo y resignado. Fuera de la sociedad, no me faltaba nada para ser completamente
feliz.” (Defoe, 2007: 125).
Puede leerse, entonces, en estas imágenes del espacio, una visión de mundo
fragmentaria, binaria (Bachelard diría geométrica), antropocéntrica, conforme a la cual el
destino del hombre es dominar la naturaleza y superarla. Robinson tuvo una prueba, que
consistía en sobrevivir y sobreponerse a una situación de abandono en un medio hostil: el
hombre contra la naturaleza. Para superarla, tuvo que construir su propio espacio, su propio
entorno, y reemplazar, con éste, al espacio natural.
Efectivamente, Robinson alcanza un estado de felicidad, luego de haber logrado la
construcción de su tienda, su refugio. Es un triunfo, como se desprende del texto (quizás
del hombre sobre la naturaleza, de la supervivencia humana ante las adversidades), mas en
el contexto de una concepción utilitaria y funcional del espacio que supone el dominio y la
transformación del medio para el propio aprovechamiento y la satisfacción de las
necesidades, a costo del aislamiento y sobre la base de que el afuera es un espacio hostil en
el cual no podría sobrevivir naturalmente. Robinson no triunfa sobre la naturaleza, sino que
la niega, se niega a intentar establecer una relación armónica para con ella. Se le escapa, y
de esta manera se encierra en un mundo pequeño, se redondea (Bachelard).

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El establo de Gulliver

En la novela de Jonathan Swift el personaje principal, Lemuel Gulliver, realiza varios


viajes a través del océano y llega a lugares desconocidos. Cada vez que regresa a su hogar
en Inglaterra, algo en él ha cambiado: sus costumbres, su comportamiento, su percepción de
su entorno y hasta su concepción de la naturaleza humana. Por ejemplo, luego de sus
aventuras en el país de los gigantes, tiene varios problemas para percibir las perspectivas, y
debe transcurrir un tiempo para que su vista y demás sentidos se adecuen11, así como
también conserva la costumbre de hablar muy fuerte. En definitiva, así lo reconoce, todas
estas aventuras le han dejado enseñanzas, como la comprensión del “poderoso influjo de la
costumbre y el prejuicio” (Swift, 2005: 138), en los sentidos y también en la mente, en la
cultura y la moral, como el temor a la muerte12. Y lo más importante, luego de haber
visitado tierras desconocidas y extraordinarias y de haber logrado aprehender nuevos
saberes de sus vivencias, el héroe también llega a conocerse a sí mismo, y a aquello que
puede hacerlo feliz o infeliz.
Si Los viajes de Gulliver puede leerse como la búsqueda de una utopía, ¿qué puede
decirse sobre la relación entre los espacios y la felicidad? Efectivamente él fue infeliz en
Lilliput, donde lo tuvieron encadenado, fue utilizado políticamente y seguidamente
traicionado. Por lo demás, se trata de una sociedad en guerra con las desigualdades y
defectos de todas las naciones del mundo, corrupción política, príncipes ambiciosos, etc..
En Brobdingnag, Gulliver se sentía como un pájaro enjaulado, en su casa de muñecas,
además de explotado. Y hasta temía su propia muerte por no poder soportar su cuerpo
semejante maltrato durante mucho más tiempo. Aunque ésta es la sociedad humana más
virtuosa de las descriptas, aún así existen conflictos, miseria13. Ciertamente no estaba
cómodo ni feliz en Laputa, Balnibarbi, Glubbdubdrib, Luggnagg ni Japón, donde se sentía
como un extraño, ignorado, perdido, aburrido o a veces amenazado. Y estas sociedades
además eran corruptas. En cambio, en el país de los Houyhnhnms el héroe encuentra una

11
Entre otras, se menciona la anécdota de que, en Inglaterra en un principio todo le parece
desproporcionadamente pequeño: “Conforme iba de camino, viendo la pequeñez de las cosas, los árboles, el
ganado y las personas, empecé a pensar en Lilliput. Tenía miedo de aplastar a los caminantes que
encontraba(...)” (Swift, 2005: 137-138).
12
Propio de la cultura europea, y que desaparece en el protagonista durante su estancia en Luggnagg.
13
Ver episodio de los mendigos y las enfermedades: Swift, 2005: 102.

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sociedad perfecta, que vive en paz y armonía. Sorprendente resulta ser una sociedad de
caballos inteligentes. Los humanos, aquí llamados yahoos, son animales primitivos que no
han desarrollado su intelecto, pero que conservan intactos sus instintos básicos y los vicios
que Lemuel inmediatamente reconoce en todas las sociedades que ha visitado. Por eso,
concluye que la corrupción es inherente a la naturaleza humana. En este espacio es donde
finalmente el protagonista encuentra cierto tipo de felicidad14.
Cabría preguntarse entonces por qué Gulliver no vuelve a viajar. ¿Acaso ha
encontrado lo que buscaba? Quizás ha aprendido (o comprendido) que no importa cuántos
lugares extraños pueda llegar a conocer, la sociedad perfecta humana no existe, puesto que
los hombres por naturaleza son ambiciosos, envidiosos, corruptos, malvados. Y si existe
otra utopía además de la de los Houyhnhnms, o varias, en ella no habrá humanos. Es
menester resaltar que Lemuel se aflige al dejar Brobdignag, por el cariño que siente hacia
Glumdalclitch (su “amita”) y el pensar en la pena que ella va a sentir ante su ausencia.
Puede interpretarse que el protagonista experimenta aversión hacia los defectos y los vicios
humanos, y que las virtudes, en cambio, despiertan en él sentimientos positivos, cariño y
felicidad. Por eso su afecto a Glumdalclitch, que es sólo una niña, una criatura inocente,
ajena al mundo corrupto de los adultos. Finalmente, de regreso en su hogar, el héroe narra:

“Durante el primer año no podía soportar la presencia de mi mujer e hijos(...). Mi primera


inversión consistió en la compra de dos caballos jóvenes, a los que cobijo en un hermoso establo.
Después de ellos, el mozo es mi preferido, pues me siento animado por el olor a caballerizas que
desprende. Mis caballos me entienden bastante bien. Suelo hablar con ellos un mínimo de cuatro
horas diarias. Desconocen la brida y la silla; sus relaciones conmigo y entre ellos son las de los
grandes amigos.” (Swift, 2005: 264-265)

Éste es su refugio. A modo de resumen puede reiterarse de qué manera está


construido, es decir, con qué fronteras: básicamente la ausencia de otros yahoos (además
del propio Lemuel) y, por ende, de corrupción, vicios, envidias, maldad, etc.., lo cual
significa en los términos que se ha caracterizado al espacio refugio, como el aislamiento, la
protección de este mundo exterior hostil, dañino, de humanos adultos indefectiblemente
corruptos. Y a la vez, la sola presencia de Gulliver y sus caballos en este espacio hacen que
impere, en cambio, la bondad, la amistad desinteresada y el espíritu de camaradería.

14
Aunque luego deba partir, dolorosamente para él, por decisión de los Houyhnhnms.

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Nicolás Amor Diz (UBA, Universidad de Buenos Aires), 2013.

La habitación del señor Carrington

En la novela de ficción 1984 de Geoge Orwell se describe una sociedad totalitaria,


ambientada en un posible futuro al momento de su publicación (1949). El personaje
principal, Winston Smith, es un ciudadano a quien le desagrada este sistema político y
social y por lo tanto se convierte en una persona subversiva al Estado, un enemigo del
gobierno. Ya desde el comienzo se presenta una clara fragmentación entre el protagonista y
el resto de la sociedad, el mundo en el cual vive. Este “afuera” hostil que atenta contra el
individuo, lo incomoda, lo hace infeliz, lo coloca en una situación insoportable,
insostenible. En este contexto, la habitación del señor Carrington es un espacio que, en un
principio, parece estar fuera de la potestad del Estado. Es un refugio para él. La primera
característica es, entonces, la capacidad de aislarlo, para protegerlo, de este mundo adverso:
el refugio como οὐ-τόπος (no lugar). Una de las descripciones más ilustrativas de la
habitación y, más importante, del protagonista en ella, es la siguiente:

“La inefable sensación de estar leyendo el libro prohibido, en una habitación sin
telepantalla, seguía llenándolo de satisfacción. La soledad y la seguridad eran sensaciones físicas,
mezcladas por el cansancio de su cuerpo, la suavidad de la alfombra, la caricia de la débil brisa que
entraba por la ventana... El libro le fascinaba o, más exactamente, lo tranquilizaba. En cierto sentido,
no le enseñaba nada nuevo, pero esto era una parte de su encanto. (Orwell, 2007: 209-210)

Lo que más le asombra y agrada al héroe es que allí no hay telepantalla, ni


elementos de vigilancia, ni policías (al menos, eso parece ser en un principio).
Seguidamente, se menciona la “soledad”15 y la “seguridad” como puntos importantes. Por
supuesto son necesarios, pues de no contar con ellos, no podría disfrutar de muchas de las
libertades que el Estado no permite. Cubiertos estos principios, la segunda característica es
que en este espacio, valga la insistencia, Winston encuentra cierto tipo de felicidad y hasta
quizás amor, no solamente comodidad y protección: el refugio como εὐ τόπος (buen lugar).
Y la tercera característica consiste en la comprensión de que este espacio no puede
ser buen-lugar y no-lugar, más que en relación con su entorno: el refugio como frontera,
zona fronteriza, espacio de contacto. En un contexto donde la política ha llegado a invadir
casi todo aspecto de la vida privada de las personas y sus libertades, la vida de Winston (y
de Julia) en la habitación del señor Carrington no puede dejar de ser un acto político.

15
Aunque esté solo o junto a Julia, en estos casos “soledad” se refiere a que no hay nadie observándolo/s.

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Nicolás Amor Diz (UBA, Universidad de Buenos Aires), 2013.

Aquello que le produce placer, realización espiritual, corporal y mental, se define


principalmente por oposición a todo lo relacionado con la sociedad totalitaria en que vive y
a esa forma de vida que le impone el Ingsoc como ciudadano. Y aquellas fronteras que
constituyen los límites del refugio, y a la vez marcan dónde comienza éste, son desafíos,
gritos sordos de protestas, proclamas de identidad y de libertad. En la habitación del señor
Carrington, Winston y Julia pueden mantener conversaciones prohibidas, como aquellas
sobre temas políticamente subversivos, proyectos, o crimentales (crímenes mentales).
Tienen la libertad de poder expresarse en múltiples formas. Pueden disfrutar de tomar café
(que está prohibido) y de la lectura del libro también prohibido de Goldstein. La libertad
sexual de ellos desafía las políticas de sexo del Partido.
Toda la habitación está cargada de elementos del pasado, de objetos, de
antigüedades, el mismo edificio y el cuarto pertenecen a otra época (previa al “Ingsoc”, el
partido que es gobierno) y la denotan. Por eso, este espacio se contrapone a todo aquello
que sea oficialista, sobre todo por la política del Partido, de destruir todo testimonio del
pasado. El estado totalitario intenta borrar el pasado, o mejor dicho, manipularlo,
justamente para así poder construir uno propio. De eso se encarga precisamente el
Ministerio de la Verdad: de construir, mantener e inculcar el “relato” oficial de la historia,
del presente y del pasado. Es parte del enajenamiento ideológico, que el Ingsoc busca
producir en las personas: que pierdan toda posibilidad de tener una perspectiva histórica y
adquieran la capacidad de ejercitar el doblepensar16.
La luminosidad resulta igualmente sugerente: en oposición a la luz constante y
omnipresente del Estado, del Gran Hermano, penetrante, insoportable (cuyo máxima
expresión puede encontrarse en el Ministerio del Amor, que el héroe experimenta), en la
habitación hay poca iluminación. La primera vez que Smith entra en ella, acompañado del
señor Carrington, éste debe llevar una lámpara y aún así se consigue una luz tenue, suave:
“Sostenía la lámpara lo más alto posible para iluminar toda la habitación y a su débil luz
resultaba aquel sitio muy acogedor” (Orwell, 2007: 104). Asimismo, en la anécdota que
Winston escribe en su diario sobre la vez que fue al barrio de los proles a por una prostituta,
se refiere a la falta de luminosidad: “Cuando la vi a plena luz resultó una vieja” (Orwell,
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Según el libro de Goldstein: “Doblepensar significa el poder, la facultad de sostener dos opiniones
contradictorias simultáneamente, dos creencias contrarias albergadas a la vez en la mente.” (Orwell, 2007:
225). Para más información sobre el doblepensar, ver: Orwell, 2007: 225-227.

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2007: 76). En definitiva, la luz denota la presencia del Ingsoc, de la Policía del
Pensamiento, mientras que la falta de ella, obviamente, su ausencia.
Existen otros refugios de Winston además de la habitación del señor Carrington. No
necesariamente deben ser espacios físicos. Su diario personal, por ejemplo, en el cual
escribe repetidas veces la frase: “ABAJO EL GRAN HERMANO” (Orwell, 2007: 24), es
su primer refugio. También lo es la antigüedad, en todo aquello que la denote, y la
interioridad del pensamiento y el corazón, donde todavía el Gran Hermano no tiene poder,
o parece no tener, hasta casi el final de la novela.
Anteriormente se ha mencionado que los refugios son personales, dada la
subjetividad de la felicidad y de las experiencias vividas. Puede objetarse, que la habitación
del señor Carrington es un refugio compartido, ya que lo es tanto para Julia como para
Winston. Sin embargo, la razón por la cual es desestimada esta objeción consiste en que
cada elemento de este espacio adquiere una carga significativa particular para el
protagonista, mientras que de Julia, como se afirma que es “una rebelde de la cintura para
abajo”, resulta lógico suponer que su percepción y concepción de este espacio (aunque
materialmente sea uno: la habitación del señor Carrington), es diferente.
Lo insoportable para el protagonista es la presencia y el control del Estado en todos
los aspectos de la vida privada y la reducción cada vez más importante de las libertades
personales. Cada una de las fronteras de los refugios de Winston es una puerta, una salida a
esta situación. Y a la vez, es una voz de protesta: la construcción de esta pequeña utopía se
basa en la contestación, la diferenciación con respecto al régimen totalitario. Por ejemplo,
en cuanto al amor en la novela, puede aseverarse que no se trata de una concepción
abstracta, universal, sino que es comprensible como un acto político: quizás Winston no
amaba a Julia más que para demostrar, o demostrarse, que todavía existe un refugio (en su
corazón, sus sentimientos), un espacio propio, en el cual el Ingsoc no tiene poder.

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Nicolás Amor Diz (UBA, Universidad de Buenos Aires), 2013.

La isla de Kathleen Ferris

“La superviviente”, cuento de Una historia del mundo en diez capítulos y medio de Julian
Barnes tiene por protagonista a Kathleen Ferris, una mujer infeliz que en un momento de
crisis emocional huye de su hogar, abandona a su esposo y zarpa en un barco a la deriva
con la sola compañía de dos gatos. Pasados unos días, empieza a alucinar. Ella cree que es
la única superviviente de la especie humana, algo así como una “nueva Noé”, mujer, con
dos especimenes (macho y hembra) de una especie animal (los gatos) en su tripulación, que
eventualmente van a llegar a una isla desierta donde comenzarán una nueva vida (los tres).
A medida que avanza el relato, se van intercalando dos historias diferentes: esta antedicha y
la historia real, en la cual Kath se encuentra internada en un hospital mental y cada tanto
tiene conversaciones con su doctor, que le explica su situación actual y cómo la
encontraron en el barco, delirando.
El refugio de Kath es representado por esta isla de fantasía. Es un refugio como
espacio que protege y aísla al individuo del espacio exterior adverso. En efecto, ella siente
la violencia y la amenaza de toda la sociedad en la que vive: machista, violenta, destructiva.
Es una humanidad en decadencia que de hecho ha ocasionado su propio ocaso. Frente a una
situación insoportable -generada en parte por esta sociedad imperfecta y machista, de la
cual su esposo Greg es un gran exponente (borracho, golpeador, adúltero, grosero, etc.), y
en parte por el fracaso de su vida conyugal, cargada de violencia física y psicológica hacia
ella, todo lo cual contribuye a su infelicidad-, Kath (o su cuerpo o su mente de manera
inconsciente) decide rechazarla, negarla, crear una ficción, una realidad alternativa, para no
tener que lidiar con la auténtica.
El hecho de que la isla sea desierta implica, por un lado, la seguridad y tranquilidad
de la protagonista, dada por la ausencia de este factor negativo y por otro, también tiene la
capacidad de significar positivamente pues sienta la condición de posibilidad de crear esta
utopía, una sociedad perfecta, sin rastro de los errores del pasado: es una tabula rasa lista
para que se inscriba en ella una nueva historia de la humanidad.
Su refugio, en verdad, es su delirio: la historia que teje en su mente, en la cual ella
es la única superviviente de la humanidad. Son fronteras que construyen este refugio, por
ejemplo, el barco que conduce (pues no posee un motor diesel) y la forma de alimentación

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de ella para con los felinos, puesto que se diferencian de los métodos y las tecnologías que
utiliza esa sociedad decadente y violenta que ella pretende dejar atrás. Y la propia pareja de
gatos, también denota la necesidad de un nuevo comienzo por el embarazo de la hembra.
La siguiente cita perteneciente al final del capítulo propone una ruptura a la
alternancia de las dos historias que se cuentan: la de la isla que existe en fantasía de Kath y
la historia de ella en el hospital. Y marca el definitivo ingreso de la heroína a este espacio
utópico, o si se quiere, a su refugio:

“Al día siguiente, en una pequeña y chata isla en el estrecho de Torres, Kath Ferris
descubrió al despertar que Linda había parido. Cinco gatitos color caramelo, todos apretujados,
indefensos y ciegos, pero sin el menor defecto. Sintió un amor muy grande. La gata no la dejaba
tocar a los gatitos, naturalmente, pero eso estaba bien, era normal. ¡Sintió tanta felicidad! ¡Tanta
esperanza!” (Barnes, 1994: 134)

Si bien al principio la yuxtaposición de las dos historias se presentan bajo una


relación extraña y oscura, y hasta parece que la del hombre que le habla a Kath (es en
realidad el médico) es una pesadilla o un delirio, gradualmente se deja conocer al lector que
en verdad resulta ser al revés: la historia del barco es un delirio y ella se encuentra
internada en un hospital. Esta forma de la narración resulta análoga a la creciente toma de
conciencia de la protagonista de su situación real. Y hacia el final, Kathleen tiene la
posibilidad de elegir: o curarse y vivir en el mundo real, que la hizo infeliz y la llevó a su
crisis, o volver a vivir en su mundo de fantasía. El nacimiento de los gatitos, hecho
sumamente simbólico, junto con las últimas frases “¡Sintió tanta felicidad! ¡Tanta
esperanza!” dan una respuesta categórica a este interrogante.

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Conclusiones

A modo de conclusiones, puede aseverarse que, en primer lugar, el refugio es un tipo de


utopía que se caracteriza por ser personal, individual, pequeña, modesta. Las peripecias de
los protagonistas de estos textos por encontrar la felicidad en relación con un espacio no se
resuelven con situaciones casuales, mágicas, maravillosas, ni con procedimientos literarios
como el deus ex machina o algo por el estilo. Y sobre todo, no existe una actitud pasiva de
los personajes involucrados. Por el contrario, se trata de pequeños espacios utópicos
artificiales, hechos a mano por los mismos protagonistas.
En segundo lugar, se considera a los refugios como “no lugares” (una de las
definiciones y caracterizaciones de las utopías), puesto que son espacios separados,
aislados, independientes, que no pertenecen a la configuración de los espacios típica u
oficial según el contexto: por ejemplo, la tienda de Robinson no se condice con la isla
desierta en la que se halla, sino que más bien pareciera un fragmento de sociedad incrustado
en un espacio natural. El establo de Gulliver evidentemente se diferencia de los espacios
donde transcurre la vida social de un vecino londinense de la época. La habitación del señor
Carrington, también, es un lugar clandestino, del cual Winston y Julia quisieran que el Gran
Hermano ni siquiera supiera de su existencia. Y la historia fantasiosa que vive Kathleen
Ferris (metafóricamente su “isla”), nada tiene que ver con la realidad. Asimismo, todos
estos personajes no podrían vivir (o sobrevivir) en el contexto al cual pertenecen, porque el
mundo exterior les resulta hostil, peligroso y hasta insoportable, sea la naturaleza (Crusoe),
la humanidad corrupta por naturaleza (Swift), el estado totalitario (Orwell), o una sociedad
machista, violenta y autodestructiva (Barnes). Los refugios, por su aislamiento e
independencia, les brindan la protección que permite resolver esta problemática.
En tercer lugar, se ha señalado que vale la pena reflexionar sobre la condición de un
refugio como “no lugar”. Lo realmente relevante es la relación: un espacio es independiente
o aislado “en relación con” otro. Y como señala Bachelard, una ruptura necesita de al
menos dos partes, y a modo de paráfrasis, su frontera es dolorosa en ambos lados. Por eso,
un refugio se construye con fronteras. Y éstas, se encuentran cargadas de fantasmas: son
subjetivas, personales, dado que nacen de las significancias que de ellas se desprenden para
cada uno de los protagonistas. En este mismo punto, que consiste en pensar al refugio como

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frontera, también pueden tenerse en cuenta las proposiciones teóricas de Homi Bhabha y
sostener que es en la frontera misma como espacio, como tercer lugar, que está contenida la
utopía, puesto que siempre será asintótica.
Y por último, el refugio constituye una respuesta trágica a la problemática de los
pensamientos utópicos, pues en todos estos casos repite una misma configuración. Tal
como se expone ejemplarmente en el capítulo de Julian Barnes, para encontrar un espacio
de felicidad, la protagonista tiene que aislarse del mundo real, vivir su propia fantasía.
Principalmente, se trata de personalidades (héroes individuales), quienes no son los
culpables de su infortunio, y deben superar una adversidad, una situación problemática.
Finalmente, como consecuencias de sus esfuerzos y sus acciones, ellos encuentran, no una
utopía completa; un refugio. No la felicidad absoluta; sino cierto grado de ella. Y a cambio,
debieron renunciar a una parte de su vida, o a toda (como en el caso de Winston Smith).
¿Por qué? Quizás sea un precio a pagar por haber tenido un accidente y no saber cómo
convivir con la naturaleza (Robinson), o por haber alcanzado cierto tipo de conocimiento
(Lemuel Gulliver), o por ser diferente (Winston y Julia), o simplemente por ser una
víctima, como Kath Ferris. Esta respuesta puede ser trágica o no, depende el punto de vista,
ya que en concreto lo que se deja atrás es una vida negativa, llena de infelicidad. Y esta
decisión voluntaria y paradigmática de Kathleen, consiste en transformar una huida en una
llegada. Ésa es la respuesta que se deja leer en estos textos, la de abandonar un espacio para
ocupar otro.

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Nicolás Amor Diz (UBA, Universidad de Buenos Aires), 2013.

Bibliografía

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Ediciones Orbis, 1984.

BARNES, Julian. Una historia del mundo en diez capítulos y medio. Traducción: Maribel de
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BHABHA, Homi K. El lugar de la cultura. Traducción: César Aira. Ed. Manantial, Buenos
Aires, Argentina, 2002.

DEFOE, Daniel. Robinson Crusoe. Traducción: Juan Izquierdo. Ed. Gradifco, Buenos Aires,
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FOUCAULT, Michel. “De los espacios otros” (“Des espaces autres”). Conferencia dictada en el
Cercle des études architecturals, 14 de marzo de 1967, publicada en Architectura, Mouvement,
Continuité, núm. 5, octubre de 1984. Traducción: Pablo Blitstein y Tadeo Lima.

ORWELL, George. 1984. Traducción: Rafael Vázquez Zamora. Ed. Destino, Buenos Aires,
Argentina, 2007.

SWIFT, Jonathan. Los Viajes de Gulliver. Traducción: Pedro Guardia Massó, Ed. La Maison de
l’écriture, España, 2005.

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