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LENGUA Y CULTURA LATINAS II- 2023 TEXTOS 6

Historias de mujeres

1) “El efecto del vino” en las mujeres

“La explicación más convincente a la norma [la prohibición de tomar vino para las mujeres]
parece ser la que los mismos romanos daban al respecto. Si bebían, las mujeres podían perder el
control, cometer adulterio y, más en general, comportarse de modo indecoroso”. E. Cantarella
(1997), Pasado Próximo. Mujeres romanas de Tácita a Sulpicia, Madrid, p. 86.

Non licebat vinum feminis Romae bibere. Invenimus inter exempla Egnati Maetenni uxorem, quod vinum

bibisset e dolio, interfectam esse fusti a marito, eumque caedis a Romulo absolutum esse. Fabius Pictor in

annalibus suis scripsit matronam, quod loculos in quibus erant claves cellae vinariae resignavisset, a suis

inedia mori coactam esse. Plinio el Viejo, Historia natural, 14, 89.

2) El ejemplo de Lucrecia

“Constantino [272-337] ordenó la pena capital a las mujeres que hubieran


tenido relaciones sexuales con un esclavo, y debían ser quemadas por el propio
esclavo. Este castigo era el resultado de una inquietud constante acerca de si
las mujeres libres deberían tener las mismas libertades con los esclavos que
tenían los hombres”. S. Pomeroy (1999), Diosas, rameras, esposas y esclavas.
Mujeres en la Antigüedad Clásica, Madrid, p. 183.

Tarquino el Soberbio es el rey del pueblo romano. Ardea se encuentra ocupada por los Rútulos y los romanos intentan
recuperarla a través del sitio y la trinchera. Cierto día, en el campamento romano, del que formaban parte Sexto
Tarquino, hijo del rey, y Tarquino Colatino, la conversación giró en torno a las mujeres. Cada uno sostenía que la suya
era la mejor, hasta que Tarquino Colatino propone ir hacia Colacia, donde están las mujeres, y ver qué están haciendo
para así poder reconocer cuál es la mejor de todas. Cuando llegan todas, menos una, se encontraban ocupadas en la
fiesta y el banquete. La única que estaba tejiendo, rodeada de sus esclavas era Lucrecia. El premio finalmente fue para
ella. Los soldados se retiran y regresan a su campamento. Cierto día, Sexto Tarquino vuelve como huésped a la casa
donde estaba Lucrecia y, luego de corroborar a la noche que todo estuviera ya tranquilo, se dirige a la habitación de
Lucrecia con la intención de abusar de ella:

A- "Sex. Tarquinius sum; ferrum in manu est; moriere, si emiseri svocem." Cum pavida ex somno
mulier nullam opem, prope mortem imminentem videret, tum Tarquinius fateri amorem, orare,
miscere precibus minas, versare in omnes partes muliebrem animu. Vbi obstinatam videbat et ne
mortis quidem metu inclinari, addit ad metum dedecus: cum mortua iugulatum seruum nudum
positurum ait, ut in sordido adulterio necata dicatur. Quo terrore cum vicisset obstinatam
pudicitiam velut vi victrix libido, profectusque inde Tarquinius ferox expugnato decore muliebri
esset, Lucretia maesta tanto malo nuntium Romam eundem ad patrem Ardeamque ad virum mittit,
ut cum singulis fidelibus amicis veniant; ita facto maturatoque opus esse; rem atrocem incidisse. Sp.
Lucretius cum P. Valerio Volesi filio, Collatinus cum L. Iunio Bruto venit, cum quo forte Romam
rediens ab nuntio uxoris erat conuentus. Lucretiam sedentem maestam in cubiculo inveniunt.
Aduentu suorum lacrimae obortae, quaerentique viro "Satin salue?" "Minime" inquit; "quid enim
salui est mulieri amissa pudicitia? Vestigia viri alieni, Collatine, in lecto sunt tuo; ceterum corpus
est tantum violatum, animus insons; mors testis erit. Sed date dexteras fidemque haud impune
adultero fore. Sex. est Tarquinius qui hostis pro hospite priore nocte vi armatus mihi sibique, si vos
viri estis, pestiferum hinc abstulit gaudium." Dant ordine omnes fidem; consolantur aegram animi
avertendo noxam ab coacta in auctorem delicti: mentem peccare, non corpus, et unde consilium
afuerit culpam abesse. "Vos" inquit "uideritis quid illi debeatur: ego me etsi peccato absoluo,
supplicio non libero; nec ulla deinde impudica Lucretiae exemplo uiuet." Cultrum, quem sub ueste
abditum habebat, eum in corde defigit, prolapsaque in volnus moribunda cecidit. Conclamat vir
paterque. Tito Livio, Ab urbe condita, I, 57- 58
Trad: “ Soy Sexto Tarquinio; estoy empuñando la espada; si das una voz, te mato”. Al despertar
despavorida la mujer, se vio sin ayuda alguna y al borde de una muerte inminente; entretanto,
Tarquinio le confesaba su amor, suplicaba, alternaba amenazas con súplicas, trataba por todos los
medios de doblegar la voluntad de la mujer”. Al verla firme y sin ceder ni siquiera ante el miedo a
morir, acentúa su miedo con la amenaza del deshonor: le dice que junto a su cadáver colocara el de
un esclavo degollado y desnudo, para que se diga que ha sido muerta en degradante adulterio. El
miedo a tal deshonor doblegó aquella virtud inquebrantable y Tarquinio, como si hubiese sido la
pasión la que había salido triunfante, se marchó orgulloso de haber arrebatado el honor a una mujer.
Lucrecia, abatida por tan tremenda desdicha, envía a un mismo mensajero a su padre a Roma y a su
marido a Ardea a decirles que vengan cada uno con un amigo de su confianza, que es preciso actuar
inmediatamente, que ha ocurrido algo horrible. Espurio Lucrecio acude con Publio Valerio, hijo de
Voleso, y Colatino con Lucio Junio Bruto, con el que casualmente volvía a Roma cuando encontró al
emisario de su mujer. Encuentran a Lucrecia sentada en su
aposento, sumida en el abatimiento. Al llegar los suyos, rompió a llorar y, al preguntarle su esposo:
“Estás bien?”, contestó: “No. ¿Cómo puede estar bien una mujer que ha perdido el honor? Colatino,
hay huellas de otro hombre en tu lecho; ahora bien, únicamente mi cuerpo ha sido violado, mi
voluntad es inocente; mi muerte te dará fe de ello. Pero dadme la diestra y la palabra de que el
culpable no quedará sin castigo. Es Sexto Tarquinio el que, comportándose como un enemigo en
lugar de como un huésped, la pasada noche vino aquí a robar, armado y por la fuerza, un placer
funesto para mi, y para él si vosotros sois hombres” Todos dan su palabra, uno tras otro; tratan de
mitigar su interno dolor responsabilizando de la culpa al autor del atropello, y no a la que se ha visto
forzada: que es la voluntad la que comete falta, no el cuerpo, y no hay culpa donde no ha habido
intencionalidad. “Vosotros veréis- responde- cuál es su merecido; por mi parte, aunque me absuelvo
de culpa, no me eximo de castigo; en adelante ninguna mujer deshonrada tomará a Lucrecia como
ejemplo para seguir con vida”. Se clavó en el corazón un cuchillo que tenía oculto entre sus ropas, y
doblándose sobre su herida se desplomó moribunda, entre los gritos de su marido y de su
padre.(trad de Ángel Sierra, ed. Gredos, 1990)

Otros escritores mencionan a Lucrecia:

B-Cicerón, De legibus, 2.4.10

(…) nec si regnante L. Tarquinio nulla erat Romae scripta lex de stupris, idcirco non contra illam
legem sempiternam Sex. Tarquinius vim Lucretiae Tricipitini filiae attulit. Erat enim ratio,
profecta a rerum natura, et ad recte faciendum inpellens et a delicto avocans, quae non tum
denique incipit lex esse quom scripta est, sed tum quom orta est. Orta autem est simul cum mente
divina. Quam ob rem lex vera atque princeps, apta ad iubendum et ad vetandum, ratio est recta
summi Iovis.

Trad.: “Y aunque durante el reinado de Lucio Tarquino no había en Roma ninguna ley escrita sobre las
violaciones, no por ello dejó de transgredir aquella ley sempiterna Sexto Tarquino al violar a Lucrecia, hija
de Tricipitino. Y es que existía la razón procedente de la naturaleza que incita a actuar bien y que aparte de
la transgresión, razón que no empieza a ser ley cuando está escrita, sino en el momento en que apareció.Y
apareció al mismo tiempo que la mente divina. Por ello la ley verdadera y primordial, adecuada para mandar
y prohibir es la recta razón de Jupiter supremo.” (trad. Ed. Gredos)

C-Marcial, I, 90

Quod numquam maribus iunctam te, Bassa, uidebam


quodque tibi moechum fabula nulla dabat,
omne sed officium circa te semper obibat
turba tui sexus, non adeunte uiro,
esse uidebaris, fateor, Lucretia nobis: 5
at tu, pro facinus, Bassa, fututor eras.
Inter se geminos audes committere cunnos
mentiturque uirum prodigiosa Venus.
Commenta es dignum Thebano aenigmate monstrum,
hic ubi uir non est, ut sit adulterium. 10

Traducciones de Marcial, I, 90:

Marimacho

Como nunca te veía juntarte con hombres, Basa, y porque ninguna hablilla te atribuía un amante, sino que a
tu alrededor tenías siempre a tu absoluto servicio un grupo de tu propio sexo, sin presencia de varón, me
parecía que eras, lo confieso, una Lucrecia. Pero tú, Basa, –¡qué atrocidad!– hacías de macho. Te atreves a
unir entre sí coños gemelos y tu enorme clítoris hace las veces del varón. Has ideado una monstruosidad digna
del enigma tebano: que, aquí donde no hay varón, haya adulterio. Epigramas de Marco Valerio Marcial,
texto, introducción y notas de José Guillén, revisión de FIDEL ARGUDO

Como no te veía cerca de ningún tipo, Basa, como ningún chisme te atribuía un amante, como las personas
que tenías alrededor a tu servicio eran todas de tu mismo sexo y no se mezclaba entre ellas ni un solo hombre,
confieso que me parecías una casta Lucrecia. ¡Pero qué cosa, Basa, resulta que sí cogías! Te animás a juntar
dos conchas iguales y tu tremendo clítoris se hace pasar por pija. Desculaste una monstruosidad digna del
enigma tebano: cómo hacer para que exista adulterio aunque no haya hombres. Pedazo de torta. Poemas de
Marcial (2010), traducciones de Gabriela Marrón, p. 9

“El verdadero camino del traductor no pasa ni por la metáfrasis ni por la imitación. La verdadera ruta es la de la paráfrasis
o traducción liberal, donde el traductor no pierde de vista nunca al autor, con objeto de no perderse, y donde se atiene con
menor rigor a las palabras que al sentido que, si bien puede ser desarrollado, no admite alteración”. G. Steiner (1980),
Después de Babel. Aspectos del lenguaje y la traducción. México, p. 294.

“[La traducción literal ] cree reproducir esa red de sonidos y significados de la lengua original, pero no hace más que mostrar
hasta qué punto es irreproducible esa trama. La buena traducción ‘lee’ el texto en otra lengua: la que no deja que el texto
original se transparente por debajo de la versión y, sin embargo, alude constantemente a las sonoridades, a las visiones del
mundo que surgían del original”. E. Pezzoni (1976), “El oficio de traducir”, Sur, Nº 338-339, Buenos Aires, p. 124.

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D-San Agustín, La ciudad de dios, I, 19, De Lucrecia, que se mató por haber sido forzada
www.iglesiareformada.com )

Celebran y ensalzan los antiguos con repetidas alabanzas a Lucrecia, ilustre romana, por su honestidad y
haber padecido la afrenta de ser forzada por el hijo del rey Tarquino el Soberbio. Luego que salió de tan
apretado lance, descubrió la insolencia de Sexto a su marido Colatino y a su deudo Junio Bruto, varones
esclarecidos por su linaje y valor, empeñándolos en la venganza; pero, impaciente y dolorosa de la torpeza
cometida en su persona, se quitó al punto la vida. A vista de este lamentable suceso, ¿qué diremos? ¿En qué
concepto hemos de tener a Lucrecia, en el de casta o en el de adúltera? Pero quién hay que repare en esta
controversia? A este propósito, con verdad y elegancia, dijo un célebre político en una declaración:
«Maravillosa cosa; dos fueron, y uno sólo cometió el adulterio; caso estupendo, pero cierto.» Porque, dando
a entender que en esta acción en el uno había habido un apetito torpe y en la otra una voluntad casta, y
atendiendo a lo que resultó, no de la unión de los miembros, sino de la diversidad de los ánimos; dos, dice,
fueron, y uno sólo cometió el adulterio. Pero ¿qué novedad es ésta que veo castigada con mayor rigor a la que
no cometió el adulterio? A Sexto, que es el causante, le destierran de su patria juntamente con su padre, y a
Lucrecia la veo acabar su inocente vida con la pena más acerba que prescribe la ley: si no es deshonesta la que
padece forzada, tampoco es justa la que castiga a la honesta. A vosotros apelo, leyes y magistrados romanos,
pues aun después, de cometidos los delitos jamás permitisteis matar libremente a un facineroso sin formarle
primero proceso, ventilar su causa por los trámites del Derecho y condenarle luego; si alguno presentase esta
causa en vuestro tribunal y os constase por legítimas pruebas que habían muerto a una señora, no sólo sin oírla
ni condenarla, sino también siendo casta e inocente, pregunto: ¿no castigaríais semejante delito con el rigor y
severidad que merece?. Esto hizo aquella celebrada Lucrecia: a la inocente, casta y forzada Lucrecia la mató
la misma Lucrecia; sentenciadlo vosotros, y si os excusáis diciendo no podéis ejecutarlo porque no está
presente para poderla castigar, ¿por qué razón a la misma que mató a una mujer casta e inocente la celebráis
con tantas alabanzas? Aunque a presencia de los jueces infernales, cuales comúnmente nos los fingen vuestros
poetas, de ningún modo podéis defenderla estando ya condenada entre aquellos que con su propia mano, sin
culpa, se dieron muerte, y, aburridos de su vida, fueron pródigos de sus almas a quien, deseando volver acá
no la dejan ya las irrevocables leyes y la odiosa laguna con sus tristes ondas la detiene; por ventura, ¿no está
allí porque se mató, no inocentemente, sino porque la remordió la conciencia? ¿Qué sabemos lo que ella
solamente pudo saber, si llevada de su deleite consintió con Sexto que la violentaba, y, arrepentida de la
fealdad de esta acción, tuvo tanto sentimiento que creyese no podía satisfacer tan horrendo crimen sino con
su muerte? Pero ni aun así debía matarse, si podía acaso hacer alguna penitencia que la aprovechase delante
de sus dioses. Con todo, si por fortuna es así, y fue falsa la conjetura de que dos fueron en el acto y uno sólo
el que cometió el adulterio, cuando, por el contrario, se presumía que ambos lo perpetraron, el uno con evidente
fuerza y la otra con interior consentimiento, en este caso Lucrecia no se mató inocente ni exenta de culpa, y
por este motivo los que defienden su causa podrán decir que no está en los infiernos entre aquellos que sin
culpa se dieron la muerte con sus propias manos; pero de tal modo se estrecha por ambos extremos el
argumento, que si se excusa el homicidio se confirma el adulterio, y si se purga éste se le acumula aquél; por
fin, no es dable dar fácil solución a este dilema: si es adúltera, ¿por qué la alaban?, y si es honesta, ¿por qué
la matan? Mas respecto de nosotros, éste es un ilustre ejemplo para convencer a los que, ajenos de imaginar
con rectitud, se burlan de las cristianas que fueron violadas en su cautiverio, y para nuestro consuelo bastan
los dignos loores con que otros han ensalzado a Lucrecia, repitiendo que dos fueron y uno cometió el adulterio,
porque todo el pueblo romano quiso mejor creer que en Lucrecia no hubo consentimiento que denigrase su
honor, que persuadirse que accedió sin constancia a un crimen tan grave. Así es que el haberse quitado la vida
por sus propias manos no fue porque fuese adúltera, aunque lo padeció inculpablemente; ni por amor a la
castidad, sino por flaqueza y temor de la vergüenza. Tuvo, pues, vergüenza de la torpeza ajena que se había
cometido en ella, aunque no con ella, y siendo como era mujer romana, ilustre por sangre y ambiciosa de
honores, temió creyese el vulgo que la violencia que había sufrido en vida había sido con voluntad suya; por
esto quiso poner a los ojos de los hombres aquella pena con que se castigó, para que fuese testigo de su
voluntad ante aquellos a quienes no podía manifestar su conciencia. Tuvo, pues, un pudor inimitable y un
justo recelo de que alguno presumiese había sido cómplice en el delito, si la injuria que Sexto había cometido
torpemente en su persona la sufriese con paciencia. Mas no lo practicaron así las mujeres cristianas, que
habiendo tolerado igual desventura aun viven; pero tampoco vengaron en sí el pecado ajeno, por no añadir a
las culpas ajenas las propias, como lo hicieran, si porque el enemigo con brutal apetito sació en ellas sus torpes
deseos, ellas precisamente por el pudor público fueran homicidas de sí mismas. Es que tenían dentro de sí
mismas la gloria de su honestidad, el testimonio de su conciencia, que ponen delante de los ojos de su Dios, y
no desean más cuando obran con rectitud ni pretenden otra cosa por no apartarse de la autoridad de la ley
divina, aunque a veces se expongan a las sospechas humanas.
3) La anticoncepción

“La anticoncepción era dejada completamente en manos de la mujer, aunque se


recomendaban algunas técnicas para los hombres.” Sarah Pomeroy (1999), Diosas,
rameras, esposas y esclavas. Mujeres en la Antigüedad Clásica, p. 190

Nam mulier prohibet se concipere atque repugnat,

clunibus ipsa viri Venerem si laeta retractat

atque exossato ciet omni pectore fluctus;

eicit enim sulcum recta regione viaque

vomeris atque locis avertit seminis ictum.

idque sua causa consuerunt scorta moveri,

ne complerentur crebro gravidaeque iacerent,

et simul ipsa viris Venus ut concinnior esset;

coniugibus quod nil nostris opus esse videtur. Lucrecio, Acerca de la naturaleza de las
cosas, IV, vv. 1270- 1278.

Trad.: “Pues ella misma se impide la concepción si, con movimientos de nalgas estimula estimula
juguetona el deseo del hombre y hace brotar el licor con el retorcimiento de su cuerpo dislocado;
pues aparta el surco de la recta dirección del arado y desvía de su blanco el ímpetu del semen.
Tales movimientos hacen las cortesanas en su propio interés propio, para no ser llenadas con tanta
frecuencia y no quedar encintas, y también para hacer más placentero al hombre el acto de Venus.
Pero nada de esto parece necesario a nuestras esposas”. Lucrecio (1976), De la naturaleza, trad. de
Valenti Fiol, Barcelona.
4)El aborto

“Hasta el reinado de Septimio Severo [emperador 193-211] no hubo ninguna


legislación promulgada que restringiese el aborto y esta se limitó a decretar la pena
de exilio para una mujer divorciada que hubiera abortado sin el consentimiento de su
marido ya que ella le había hecho perder a su hijo. ” Sarah Pomeroy (1999), Diosas,
rameras, esposas y esclavas. Mujeres en la Antigüedad Clásica, p. 191.

Quid plenam fraudas vitem crescentibus uvis,

pomaque crudeli vellis acerba manu?

sponte fluant matura sua—sine crescere nata;

est pretium parvae non leve vita morae.

vestra quid effoditis subiectis viscera telis,

et nondum natis dira venena datis? Ovidio, Amores, II, XIV, 22-27

Trad.: ¿Por qué a una cepa llena de racimos le quitas uvas que no están en sazón y arrancas con tu
mano cruel los frutos agrios aún? Dejalos que caigan por sí solos cuando estén maduros; deja
desarrollarse a lo que ya ha nacido. La vida es recompensa no pequeña para un breve plazo de
espera. ¿Por qué os pincháis el vientre con objetos puntiagudos que os introducís y dais venenos
mortales a los que aún no han nacido?” Trad de Vicente Cristóbal, ed Gredos, 1989, p.285

Hae* tamen et partus subeunt discrimen et omnis

nutricis tolerant fortuna urguente labores,

sed iacet aurato uix ulla puerpera lecto.

tantum artes huius, tantum medicamina possunt,

quae steriles facit atque homines in uentre necandos

conducit.(…) Juvenal, Sátiras, VI, 592-597

*mediocres mulieres

Trad.: “Y, con todo, estas se avienen a los dolores del parto y a las incomodidades de la crianza
cuando su pobreza las obliga, pero en los lechos de oro casi nunca yace una parturienta: tan eficaces
son las artes y las ponzoñas del contratado para esterilizar y en su caso asesinar a los hombres ya en
el vientre de sus madres”. Juvenal, Sátiras, trad de M. Balasch -M. Dolc, ed. Gredos
En Argentina el 21/01/2021 entró en vigencia la Ley Nº 27.610 – que garantiza el acceso a la Interrupción Voluntaria
del Embarazo (IVE) y establece la obligatoriedad de brindar cobertura integral y gratuita
https://www.argentina.gob.ar/noticias/ley-no-27610-acceso-la-interrupcion-voluntaria-del-embarazo-ive-
obligatoriedad-de-brindar . Al mismo tiempo, el 15/01/2021, se sancionó la Ley 27611, ley nacional de atención
y cuidado integral de la salud durante el embarazo y la primera infancia
https://www.boletinoficial.gob.ar/detalleAviso/primera/239809/20210115

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