De acuerdo con la más reciente encuesta de Invamer Gallup la percepción de
inseguridad de los bogotanos se mantiene en una tendencia al alza en los últimos cortes longitudinales de la medición. Si bien se suele establecer una diferencia entre los indicadores de delitos “duros” (Estos elementos son las muertes violentas (que incluyen los homicidios, los suicidios, las muertes por accidentes de tránsito y las causadas por otras acciones violentas) y los delitos de alto impacto (relacionados con el hurto calificado a personas, el asalto a residencias, entidades financieras, establecimientos comerciales y el robo de vehículos y motos) y el sentimiento de miedo, no se puede negar que los ciudadanos/as de Bogotá se enfrentan a episodios de incertidumbre, miedo y riesgo ya sea por episodios como las violencias de género que viven mujeres y otras identidades como por situaciones propias de la cotidianidad de la ciudad. Lo que significa que cualquier avance en materia seguridad implica un aumento de la demanda social de servicios públicos de seguridad. Esto significa que la ciudadanía se tornará más intolerante al riesgo criminal y delincuencial, lo cual es una ventaja para la sociedad, pero implica por una parte una mayor sensibilidad de la percepción de inseguridad y por otra parte, para la Administración y el Estado, una cada vez mejor y más pronta respuesta a la demanda ciudadana. En efecto, se atiene a los individuos que la sufren (mujeres, niños, ancianos o discapacitados), los agentes que la cometen (pandillas, traficantes de drogas, jóvenes, muchedumbres, grupos armados), la naturaleza de la agresión (psicológica, física o sexual) y el motivo (político, racial, económico, instrumental, emocional) o la relación entre la persona que padece la violencia y la que comete (parientes, amigos, conocidos o extraños). (Frühling, Tulchin y Goldin 2005: 124). Estos episodios conforman una tipología de violencia urbana que está relacionada con redes de relaciones y organizaciones propias de dinámicas del crimen organizado, como las que vimos en abril de 2022, es decir, la práctica de descuartizamientos. La seguridad está amenazada, en particular, por el aumento de la criminalidad y el uso de la violencia como forma de resolución de conflictos, configurando a América Latina como una de las regiones más violenta del mundo. La criminalidad y la violencia tienen efecto principalmente, pero no únicamente, en la construcción y mantenimiento de la gobernabilidad y esto es un fenómeno que hemos visto no sólo en Bogotá sino en Medellín, Cali y Barranquilla por mencionar algunos ejemplos. la descentralización de los asuntos de seguridad ha hecho que los gobiernos locales jueguen un papel cada vez más activo en la formulación de políticas que garanticen la seguridad de los ciudadanos. Para combatir estos fenómenos se hace necesario considerar la influencia de tres variables tales como la desigualdad en los ingresos, la falta de eficacia en el sistema judicial y la existencia de órdenes sociales producto de la existencia de mercados ilegales de drogas ilícitas. La Alcaldía de Bogotá debe trabajar sobre tres elementos fundamentales: confianza en las instituciones de control, desempleo, pobreza e inequidad. Situaciones que tanto la movilización social ciudadana de los últimos tres años, así como los efectos socio económicos de la pandemia han instalado en la agenda pública. Reconociendo la atribución y competencia que por ley se le otorga al Alcalde para ser el responsable de los temas de orden público en su ciudad, el caso bogotano se ha valido de diversas estrategias para enfrentar las problemáticas que alteran al mismo, sean de orden endógeno (como lo relativo a los diferentes tipos de violencia, la inseguridad, la criminalidad) o de orden exógeno (como los relativos a efectos del conflicto armado y el narcotráfico), y buscar que el tema de la seguridad ciudadana no sólo se refleje en índices cuantitativos sino también en percepciones de los ciudadanos, para que se sientan seguros allí donde viven. Sin embargo, en el último período se ha caracterizado por medidas contrarias a la evidencia científica, como en el caso de la fallida prohibición del parrillero en moto o la tensa relación con la Dirección Nacional de Policía. Como señala César Restrepo, “La ciudad de Bogotá está secuestrada por esta fórmula de pocos resultados que ha causado un desgaste reputacional creciente de las instituciones, ha debilitado la confianza de los ciudadanos y empieza a erosionar su competitividad”. Por otro lado, la seguridad ciudadana adquiere un tema fundamental en la agenda y la institución policial como garante de ella merece un estudio y la implementación de acciones que reconfiguren su hacer en el nuevo escenario estratégico que estamos viviendo. Para cerrar La seguridad ciudadana está dirigida al individuo y a la posibilidad de que éste ejerza y goce de las libertades, derechos y deberes consagrados enmarcados en la colectividad, que busca preservar un ambiente sano y tranquilo. En última instancia, el bienestar general del colectivo es a lo que se dirige la seguridad ciudadana. La variable principal de las reflexiones de políticas de seguridad ciudadana enmarca la protección y el libre ejercicio de libertades y derechos de los ciudadanos sin por ello minimizar los factores de criminalidad.