Está en la página 1de 4

DIÓCESIS DE COATZACOALCOS

PARROQUIA SAN FELIPE DE JESÚS

PASTORAL DE LA
MISIÓN PERMANENTE

LA
LECTIO
DIVINA
LECTURA ORANTE DE LA
PALABRA DE DIOS

Se trata de un camino que comienza con una lectura de las


Sagradas Escrituras, serena y pausada, que lleva a “escu-
char” lo que el Señor quiere decirnos hoy. A partir de ella, se
produce un diálogo entre Él y nosotros para llevarnos a una
comunión de espíritu. Esta práctica, es accesible para todos.
La lectio divina no busca conocer mejor los textos bíblicos,
sino conocer mejor a Dios.

LECTIO (LECTURA)
“Habla, Señor, que tu siervo escucha”
(1 Samuel 3, 10)
Este primer paso consiste en leer un pasaje
de la Biblia. Sin embargo, no es para leerlo
como se leería un artículo de periódico, rá-
pidamente para hacerse una idea general.
La lectio es una fase de lectura lenta y tran-
quila en la que hay que escuchar cada palabra, escuchar ple-
namente la palabra de Dios. A través de las palabras, es la
voz del Señor lo que buscamos. A través del texto, se busca
una presencia.
La palabra es alimento para el alma; esta etapa es por consi-
guiente la que nos permite degustarlo. Es importante darse
por entero en esta experiencia como para saborear un plato
delicado: con curiosidad y atención en cada matiz, en cada
detalle sutil que despierte en nosotros.

¿Cómo proceder con la lectio?

Una postura receptiva: se debe buscar una postura (corpo-


ral, mental y espiritual) adecuada para la escucha y la con-
templación. A continuación damos algunos elementos para
ponerse en buenas condiciones:

- Elegir un momento favorable y un lugar tranquilo.


- Relajar el cuerpo, respirar profundamente unas cuantas ve-
ces para evitar la dispersión física y mental.
- Antes de comenzar a leer, invocar al Espíritu Santo para
que nos ayude a aceptar esta palabra y a abrir nuestro cora-
zón al mensaje divino.

Tres lecturas lentas


Leer como si estuviéramos descubriendo un nuevo lugar, con
todo nuestro corazón y con todo nuestro cuerpo. Se reco-
mienda leer el pasaje al menos tres veces, lentamente; con,
si es posible, al menos una lectura en voz alta. Si una pala-
bra o una expresión nos llama, repitámosla, dejemos que nos
impregne. Podemos intentar recordar un pasaje y “rumiarlo”
durante el día.

MEDITATIO (MEDITACIÓN)
“Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil
para enseñar, refutar, corregir, instruir en la
justicia” (2 Tm 3,16)

¿Qué es la meditatio?
Después de haber degustado la palabra di-
vina durante la lectio, es el momento de
“masticarla” para obtener todos los nutrientes que puede
contener. Ella no solo es buena (real, hermosa), es buena para
nosotros hoy (edificante, salvífica). La palabra de Dios está
viva, es el pan de vida para nuestra vida diaria. A los cristianos
nos guía y nos ilumina en nuestras decisiones, en nuestras
acciones.

Esta segunda etapa es, entonces, el momento de sumergirnos


en el texto y de comprender, más allá de lo que dice, lo que
nos revela hoy, en el siglo XXI, en nuestra vida de bautizados.

Actualizar el mensaje con dos preguntas:


• ¿Qué aprendemos de este texto sobre Dios? ¿Qué nos dice
sobre el vínculo que quiere crearse con los hombres? ¿O con-
migo? A través de las palabras y expresiones utilizadas, o
por el tono utilizado... Dios se me aparece aquí más como un
padre, un creador, un salvador…

• ¿Qué ecos tiene en nuestra vida hoy? ¿De qué manera lo


dicho es una buena nueva para los cristianos, para el mundo,
para mí, hoy?

Después de responder a estas preguntas, hagamos un mo-


mento de silencio para dejar que todo esto germine en nues-
tros corazones antes de pasar a la tercera etapa: la oratio.

ORATIO (ORACIÓN)
“En eso reside la confianza que tenemos en Él:
en que si le pedimos algo según su voluntad, nos
escucha.” (1 Juan 5,14)

¿Cómo practicar la oratio?


Una respuesta al mensaje de Dios para no-
sotros. Como ocurre con toda oración, no
existe una regla universal: sobre todo porque aquí se trata
de una respuesta personal al mensaje recibido. Sin embargo,
si la forma y las palabras son únicas para nosotros, nuestra
oración anclada en las etapas anteriores de la lectio y la me-
ditatio, es interesante apoyarse en los términos o expresio-
nes que nos interpelaron en los versos leídos.

En la fase de la meditatio, tratamos de comprender el vínculo


que Dios quiso establecer hoy con nosotros: nos habló como
creador, como padre, como salvador; ¿Era un Jesús que nos
hablaba como hermano…? En nuestra oración, adaptemos
nuestra postura: respondámosle con humildad como criatura
suya, con confianza como un hijo, con entusiasmo y valentía
como un discípulo.

Nuestra oración puede tomar diferentes formas:


• solicitud, súplica,
• perdón, acto de contrición,
• alabanza, acción de gracias
Después de haberle hablado con fervor, acerquémonos len-
tamente al Padre para prepararnos para la última etapa de la
lectio divina: la contemplatio.

CONTEMPLATIO (CONTEMPLACIÓN)
“Muéstrame tu rostro, déjame escuchar tu voz; por-
que tu voz es dulce y tu rostro encantador.”
(Cant 2,14)
Las etapas anteriores nos ayudan a preparar nuestro corazón
para tener una sola voluntad: que se haga la voluntad de Dios.
Tenemos que olvidarnos de nosotros mismos, entrar en un
silencio interior para ser solo acogedores. Si nos resulta difícil
esta entrega, podemos fijar nuestra atención en un versículo,
en una imagen sagrada, en la llama de una vela.

Permanecemos un momento en silencio, listos para recibir


la presencia amorosa de Dios dentro de nosotros. Pero esto
es un regalo, no está condicionado a
nada. Podemos sentir con fuerza esta
alegría, esta paz, y tampoco podemos,
a menudo incluso, no sentir nada. Esto
no debería ser motivo de desánimo. Si
fuera automático, ya no sería un regalo
gratuito.

www.misionpermanente.com

También podría gustarte