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El Hombre Bíblicamente responsable.

Texto: 2 Timoteo 3:16-17 Lectura:


Fecha: viernes, 18 de agosto de 2023 a.m.
Iglesia Misión Bautista Cristiana, La Romana.
Introducción
2Timoteo 3:17 “a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente
preparado para toda buena obra.”
Introducción
Una de las cosas que un estudiante debe tomar siempre en cuenta es
su meta final. La escuela y la universidad, trabajando en conjunto, tienen
como meta, entregar a la sociedad una persona con una formación
determinada; lo que llamamos un profesional, con valores, con
conocimientos, etc. Se asume que este producto será útil a la familia, la
sociedad, el país y el mundo.
Algo parecido, pero más perfecto es lo que tiene Dios en su
propósito. En Edén nosotros vemos que Él formó a un “muñeco” de barro,
vemos que tenía una forma, brazos, piernas, cabeza… Esto habla de que
Dios tenía desde antes una forma que Él deseaba tuviera el hombre a
diferencia de los animales. Siglos después, cuando Dios se encarna, se
hace hombre; aunque Él toma esta forma, en realidad, ya es un modelo
que había estado en su mente mucho antes.
Algo similar sucede con nosotros cuando nos convertimos. La
salvación es un regalo, pero su fin no es sencillamente que tengamos
gozo, que vayamos al cielo; sino que Dios tiene en mente formar en
nosotros una persona determinada, y esa persona es Jesucristo. El
propósito de lo que Dios desea formar en nosotros es uno de los
aspectos que muchas veces olvidamos en nuestra vida y en nuestras
pruebas.
Es fácil encontrar a un cristiano contando las bendiciones terrenales
que Dios le ha dado o pidiendo oración cuando viene la aflicción. Esto no

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es malo. Es lo correcto. Sin embargo, lo que deseamos decir es que, en
medio, sea de las bendiciones o sea de las aflicciones, debemos tener
presente que Dios está formando en nosotros un hombre a la imagen de
Jesucristo.
Todas las cosas, todas las providencias, todo cuanto nos pasa, Dios
lo va encaminando hacia su propósito final, formar a Cristo en nosotros o
lo que es lo mismo, para formar en nosotros la imagen de su Hijo
(Romanos 8:29). Este es un sumo bien para nosotros, no para todos los
seres humanos, porque para los inconversos no tiene valor alguno que le
digan que se parece a Jesús o que no se parece a Jesús. para él no tiene
importancia, no es su aspiración ser como JESÚS.
El gozo de Dios es ver en nosotros esa imagen, ese es el modelo
perfecto; ese es el modelo que persigue el entrenador del gimnasio. Yo
sé que lamentablemente, aun entre nosotros los cristianos, nos produce
más gozo poder contar las bendiciones materiales que el hecho de
mirarnos y ver que no somos lo que éramos antes, que nos estamos
pareciendo más al Señor Jesucristo.
Vayamos a nuestro texto, (2 Timoteo 2:17 “a fin de que el hombre de Dios
sea perfecto,… “. Antes de desarrollar la idea debo decir que un hombre de
Dios es uno que está a su servicio, es uno que ha dicho: “heme aquí…”.
No es un hombre especial, ni único en ese sentido.
2 de Timoteo 2:17 resume el uso de las Escrituras. Las Escrituras son
la herramienta esencial de Dios para la formación de ese hombre
perfecto, para la formación de la imagen de Cristo en nosotros. Sí,
entiendo que hablamos de todas las providencias, que Él las hace actuar
para nuestro bien en ese sentido. Lo que sucede es que las Escrituras en
nosotros son las que nos permiten interpretar, aprovechar, son las que
nos dicen cómo comportarnos para que esas providencias hagan dicho
bien en nosotros.
Por ejemplo, si Dios está trabajando en nosotros que seamos
perdonadores, como Cristo. Vienen, en la providencia divina

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circunstancias en las que nos ofenden. Es la Biblia la que me dirá cómo
actuar, qué hacer, para que esas providencias, en las que me han
ofendido no vengan a convertirnos en resentidos y amargados; sino en
perdonadores.
Es por esto que decimos que las Escrituras son la herramienta
esencial para formar en nosotros lo que Dios tiene en su propósito formar.
Ese creyente, nuestro texto le llama: perfecto. Es una perfección
similar a la santidad progresiva, Pablo dice: “No que lo haya alcanzado ya,
ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo
cual fui también asido por Cristo Jesús.“ (Filipenses 3:12)
El fin que persigue Dios con las Escrituras, de acuerdo con nuestro
texto, es tallar, es darnos la forma de Jesucristo y entonces estemos
preparados para toda buena obra. “ Por tanto, si alguno se limpia de estas
cosas , será un vaso para honra, santificado, útil para el Señor, preparado para
toda buena obra. “ (2 Timoteo 2:21)
Quiere decir entonces que, Cuando el creyente aplica las Escrituras a
su vida, cuando permite que ellas le den forma, asimilando sus principios,
caminando, no detrás de sus deseos, sino por el camino que Ella traza,
es cuando el creyente podrá asumir su rol en el hogar, la sociedad y la
iglesia local. Un rol que da gloria a Dios en estas áreas.
1.- El Hogar.
(La ilustración de las dos filas. Una para los que eran líderes
espirituales en sus hogares y la otra quienes no lo eran)
“Una necesidad imperante de nuestro tiempo es que los hombres
asuman el liderazgo espiritual es sus familias. En vez de aceptar el papel
y las responsabilidades que Dios les ha confiado, muchos hombres que
profesan ser seguidores de Cristo son dictadores o entes pasivos.”
Nosotros los varones, estamos llamados a llevar a cabo un liderazgo
en nuestros hogares. Se nos dice: “que gobierne bien su casa,… “(1Timoteo
3:4). Yo entiendo que gobernar bien no es más que aplicar a nuestros

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hogares los principios que hemos aprendido de las Escrituras. Gobernar
bien no requiere que vayamos a una escuela o universidad donde se nos
enseñe cómo gobernar el hogar.
De hecho, muchos de nosotros vamos al matrimonio sin un
entrenamiento pre-matrimonial. Algunos dicen: “a ver si logramos
entendernos…”
Las instrucciones prematrimoniales ayudan muchísimo, pero, lo que
va a determinar que nosotros podamos asumir nuestras
responsabilidades en el hogar, es que nosotros implementemos allí los
principios bíblicos que hemos aplicado a nuestras vidas.
Siguiendo el ejemplo que planteamos hace un rato: si en mi vida
permití que Dios me enseñara a perdonar las ofensas, en mi hogar
perdonaré en aquellos momentos en los que haya ofensas. Una de las
principales causas de malestares en los matrimonios se debe a una
cantidad de ofensas sin resolver, sin perdonar; que conducen a un
silencio frio entre las parejas, que muchas veces tiene el divorcio como
desenlace.
A veces la misma comunicación, tan esencial en el matrimonio, viene
a ser la consecuencia del trato que demos a esas ofensas. Me explico,
una pareja que se comunica en tono airado el uno contra el otro; o una
pareja que ha optado por no hablar, no tienen ganas de hablar del asunto.
Es probable que tengan la misma raíz, con reacciones diferentes.
A veces en el hogar, las ofensas son echadas debajo de la alfombra;
o sea, la dejan al tiempo; pero se dan cuenta de que luego salen a flote
en cualquier inconveniente que tengan. Esto es así porque no se le dio el
trato adecuado y bíblico.
Otro aspecto que deseo señalar es que el hombre bíblico tiene el
llamado a llevar a los miembros de familia a buscar a Dios, como él lo
busca. Para explicar esta parte busquemos el ejemplo de Jacob:

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“Gén 35:2 Entonces Jacob dijo a su familia y a todos los que con
él estaban: Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros, y
limpiaos, y mudad vuestros vestidos.
Gén 35:3 Y levantémonos, y subamos a Bet-el; y haré allí altar
al Dios que me respondió en el día de mi angustia, y ha estado
conmigo en el camino que he andado.”
Jacob fue un líder espiritual para su familia. Asumió su rol en medio
de una familia complicada. Note como Jacob toma la iniciativa, motiva a
quitar los ídolos, el pecado. Pero no se queda todo ahí; la meta no
consiste en eliminar los pecados, eso es tan solo una parte; es lo que
hacemos primero. En el versículo siguiente él le dice a su familia: “y
levantémonos…”. El hombre en el hogar deber ser el motivador de que la
familia se acerque a Dios, asista a los cultos, haga su devocional, y viva
para Cristo.
Si las Escrituras nos dan forma, es probable que no seamos
profesionales, pero vamos a motivar a otros a acercarse, a buscar a Dios.
No debe ser que cuando el varón llega a la casa, encuentra a la familia
lista para ir al culto y él le diga, “bueno hoy no tengo ánimo de ir a la
iglesia, tuve un día duro en el trabajo.” Esto debilita espiritualmente a la
familia. Cuando los hijos ven que, de cuatro domingos, faltas dos, faltas
tres, para recrearte, para divertirte, para hacer reuniones familiares, o
para atender a otras cosas. Ellos no podrán entender que Jesucristo debe
ser la prioridad en la vida de una persona.
El hombre bíblico es la columna espiritual del hogar. Es el que le
señala a la familia el camino hacia Dios. Es difícil que en un hogar donde
el varón está poco involucrado en las cosas del Señor; los hijos se
interesen mucho por el evangelio. Podrá haber casos, pero serán
escasos, excepciones.
Los hijos necesitan ver un ejemplo y es el que ellos implementarán en
sus futuros hogares. En un mundo en desorden, el hombre bíblicamente

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responsable es una luz, un ejemplo a seguir. Cuando es así, los hijos, por
ejemplo, tienen un soporte emocional y una guía práctica.
Al igual que muchos, crecí en un hogar donde la preocupación
principal era el sustento, comida y ropa. Pero al aprender de las
Escrituras encontramos que, “no solo de pan vive el hombre…”, sobre los
hombros del varón descansa el hecho de que su familia tenga alimento
para su alma, guía hacia Dios, y ejemplo a seguir.
El liderazgo del hogar no debe ser cedido a la esposa, sea por sus
cualidades, inteligencia, diligencia o lo que sea. Dios preparó al varón
para desempeñar este rol. Incluso, debe estar preparado por si la esposa,
o los hijos tiene preguntas sobre la Biblia, (1 Cor. 14:35)
No es suficiente con llevar a los niños un día a la semana a la clase
de escuela dominical o a un culto; la iglesia viene a reforzar el trabajo que
hace el padre, en el hogar, con la ayuda idónea de la madre.
En conclusión a este punto, debemos decir que, la Biblia forma al
varón para que lidere a su familia. Las esposas desean poder ser guiadas
porque Dios las diseñó así, para ser ayuda idónea, no líderes. El varón
debe tomar la iniciativa de conducir a su familia hacia Dios y modelar con
su ejemplo.

2.- La Sociedad,
1Timoteo 3:7 “También es necesario que tenga buen testimonio de los de
afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo.”
Filipenses 2:15 “para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios
sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la
cual resplandecéis como luminares en el mundo;”
De una manera breve mencionaremos la necesidad de que, en medio
de la sociedad, vivamos de una manera diferente. Que las acusaciones
que hagan contra nosotros sean mintiendo.

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3.- En la iglesia local.-
2Timoteo 2:21 “Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será
instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda
buena obra.”
No debemos olvidar que Dios aprecia grandemente que los
instrumentos que han de trabajar en Su obra sean personas que se han
ocupado en trabajar con sus vidas, personas que se han ocupado de
luchar contra sus pecados.
Cuando surgió la necesidad de que los apóstoles recibieran ayuda;
pidieron que los que fueran a ocuparse en esa labor fueran personas con
ciertas cualidades. “Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete
varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes
encarguemos de este trabajo. “ ( Hechos 6:3)
La labor que harían estos varones era muy sencilla, era atender a las
viudas; distribuir ayudas entre ellas, mirar que ninguna sea desatendida…
esa era la necesidad del momento. Note que la primera cualidad que se
pide para esta labor es que esa persona tuviese buen testimonio. De las
tres cualidades, que luego Pablo amplia más adelante, la primera era
esta.
Tal vez esta fue la característica que llamó la atención de Pablo hacia
el joven Timoteo, él era de madre judía, pero de padre griego. No era un
judío puro. Sin embargo,” Hch 16:2 y daban buen testimonio de él los
hermanos que estaban en Listra y en Iconio.
Hch 16:3 Quiso Pablo que éste fuese con él;” (Hechos 16:2-3)
Lo primero que vio Pablo en Timoteo no fue su habilidad para
predicar, ni sus dones espirituales, ni ninguna otra cualidad; sino el hecho
de que los lugareños daban buen testimonio de él.
No es que estemos diciendo que Timoteo no fuera un predicador,
porque de hecho él fue pastor en Éfeso; sino que lo que estamos

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destacando es la importancia de esta cualidad, en la vida de uno que
desea ser un instrumento en la iglesia de Cristo.
Un buen testimonio no quiere decir perfección; sino mas bien refleja
la ocupación sincera de una persona en aplicar las enseñanzas bíblicas o
los principios bíblicos a su vida. Porque vemos que luego, Pablo tuvo que
señalar a Timoteo faltas, tuvo que animarle a predicar, eso es normal.
En conclusión, a este punto debemos decir que el varón que ha
permitido que la Escritura dé forma a su vida, dará un buen testimonio a
la sociedad y por tanto podrá y debe ocuparse libremente en la obra del
Señor.

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