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caPiTULO 9 EL TRABAJO Y EL TRABAJO SOBRE LOS OTROS El trabajo sobre los otros es un trabajo como cualquier otro. Esta reglamentado, implica una paga, queda inscrito en organiza- ciones y convenciones; la mayor parte del tiempo, las puertas estan custodiadas por diplomas profesionales; esté lejos de ser una acti- Vidad sotitaria, incluso cuando su esencia» es la propia de la rela- ci6n cara a cara. Hoy en dia, este tipo.de trabajo presenta las ca- racteristicas esenciales del trabajo «en general» y, desde ese punto de vista, el vinculo con las distintas figuras de la vocacién que se encuentran en su origen se distendié en gran medida. Que el tra- bajo sobre los otros posea la mayoria de los atributos ligados a todo trabajo debilita las distintas tesis relativas al «fin del traba- jo, En cierta medida, incluso podria afirmarse que ese trabajo in- material y «nuevo» concentra los rasgos mas tipicos de muchas ac- tividades laborales que se constituyen en nuestros dias. Pese a ello, no hay que empujar muy lejos esa tesis, pues el tre- bajo sobre los otros se diferencia, en muchas caracteristicas, del trabajo productivo o de las puras actividades de servicio, en espe- cial porque es en primer lugar un trabajo sobre uno mismo. Su «materia», por retomar el término de Halbwachs, es en primer Iu: gar el trabajador mismo. Suele ser un trabajo dificil de objetivar, un trabajo en el que es complicado evaluar la «produccién» una vez que se ha debilitado la injerencia del programa institucional; todas las formas de medilo, prescindiendo de su utilidad y preci- sién, malogran una parte de ese trabajo, precisamente aquella que sin embargo los actores encuentran mas fundamental y que anida en la relacién cara a cara con los otros. Esa caracteristica hace que el tema del oficio y de la profesion siempre sea problematico en tal contexto, incluso en los universos mas burocraticos como el de la escuela o el hospital. Mas que en otras partes, el trabajo prescrito y el trabajo efectuado parecen distantes; y esa distancia instruye tun préceso inagotable en pos del reconocimiento profesional de 346 DECUNE OF UK ssUcON quello que podria denominarse la «parte del sujeto», que escapa a toda objetivacién del trabaje producido, El trabajo sobre los demas se presenta como una actividad cri- tica ¥ como una actividad érica de definicién continua de los otros y de uno mismo, sin dejar de estar cada ver. més apresada en la vida y las redes de organizaciones complejas. La saxtaposici6n de esa I6- giica de organizacién y de un trabajo critico fuertemente subjetivo forma parte de una representacin de la vida social en la que los te- mas individuales y morales parecen separarse de los de la actividad organizada. La mayoria de Jos individuos com los que hemos tra- bajado se ven tentados a oponer lo cilido y la singularidad de su experiencia de trabajo a la objetividad andnima de las organiza- ciones que sirven de marco para su actividad, Entonces se crea una brecha entre cierto radicalismo corporativist2 y politico por una par. © y, por fa otra, un compromiso mas individual en la nebulosa de ‘nuevos movimientos mas culurales y morales que estrictamente sociales. La lucha en la organizaci6n y el llamamiento a la autono- mia del sujeto se yuxtaponen mas de lo que se integran en esas cla ses medias cualificadas y ampliamente feminizadas. Mientras el trabajo integrado de la sociedad industrial, siquiera «alienado», engendraria movimientos sociales también integrados, el trabajo sobre los otros naturalmente estalld en mayor medida y produjo ierta dispersién de fa conciencia social; uno defiende su propia posicién y causas morales ligando a veces ambas fuentes de la ac- cid por el sesgo de una ideologia global hostil a la globalizacion del planeta La continuidad del trabajo En un libro que se ka hecho famoso, Dominique Méda propo- ne una arqueologia filos6fica del trabajo y de sus dimensiones esenciales antes que explicar su decadencia,’ Tres grandes tradicio- nes se conjugaron para hacer del trabajo la experiencia social cen- tral de las sociedades modernas; de codas formas, fas transforma- ciones de esa experiencia no autorizan a llegar a la conelusién de 1, D. Méda, Le travail. Une naler eo ove de aipanton. Pais, Aubicr, 1995, (Et abajo. Un valor en peligro de extincion, Barcelona, Gedisa, 1998, i TRUBAD EL TRB SORE LOS OOS 347 una decadencia del trabajo, Eso también queda demostrado por el trabajo sobre los demas. £1 trabajo camo «contrato social» La primera de esas tradiciones es la propia de la economia po: litica inglesa, y en especial del pensamiento de Adam Smith. E) cra- bajo es un valor central, o slo porque se considera la fuente de todas las riquezas sino también porque es la sinica propiedad de todo individuo, incluidos los més desposeidos.* Todos aquellos que ‘no heredaron un estatuto, una fortuna o tierra, todos aquellos que no se inseriben en una filiacién fo suficientemente fuerte para existir en la sociedad poseen por lo menos una fuerza de trabajo que les pertenece como propia, que para ellos es propiedad, para hablar como Hume. Mientras en la sociedad feudal el que pertenece a su sefior oa su patron es el individtuo, en la sociedad liberal, el indivi- duo se pertenece a sf mismo y vende su fuerza de trabajo, mas o me- nos cualificada, en condiciones que tedricamente le resultan venta- josas. Retomemas las expresiones de Tocqueville: se pasa de la saristocracia natural» a la «igualdad liberai». El proletario se posce a si mismo porque posee st fuerza de trabajo, a falta de un dominio sobre las condiciones de su trabajo cuando el mercado laboral no le es favorable, «Podemos decir que el trabajo de su cuerpo y la labor de sus manos son su bien propio (del individuo}.»? Como se sabe, la revolucién industrial puso en practica ese principio en todo su ho- Fror; pero, al mismo tiempo, las condiciones de su realizacién fue- ron criticados en nombre de ese principio en si, ya que la brutalidad del capitalismo prohibia précticamente Je expresion de fa libertad de cad cual, a causa del desempleo y de la pobreza. Resulta evidence que nunca los miembros de nuestros grupos de investigacién salieron de ese bosquejo a grandes rasgos de'un plan. Todos piensan todavia en todo momento que su erabajo, si ao el teabajo ent general, es la condicién, si no de su libertad, al me nos de su autonomia social més elemental. Como en la tradicion 2. Desputs de Auschwitz, y2 no es posible escribir el trabajo es la libertad; pero ea formula habria podido convenic a rod uns tradicion de a Tasracion. 3. A. Smith, ctado por D. Meda ibidem, p. 68 2358 / ofc CE LA MSTTUCON A fin de cuentas, no sélo el trabajo sobre los otros es un tra: bajo como los otros, sino que incluso uno podria preguntarse si no se vuelve una figura ejemplar 0 exacerbada del trabajo «banal» en nuestros dias, cuando uno considera que es dificil arbitrar entre el mundo objetivo de maquinarias y ténicas y, por otro lado, el de las relaciones sociales, cuando las personalidades forman cada vez, mas parte de la fuerza de trabajo, cuando uno pasa gran parte de su tiempo aplicando reglas generales a situaciones e individuos es- pecificos... Indudablemente no hace falta exagerar en ese sentido, pues nada prueba que un solo tipo de trabajo se imponga como tipo tinico de produccién. Sin embargo, el trabajo sobre los otros es en efecto menos original de lo que creen sus actores, quienes no pueden librarse de cierto romanticismo de los origenes, Oficio, rol, personalidad El problema de la indole de la cualificaci6n del trabajador y del trabajo no es nuevo -Freidmann y Naville ya discutian al res pecto~ ni especifico del trabajo sobre los otros. En cambio, puede considerarse que es especialmente agudo en un tipo de actividad que moviliza mas conocimientos generales y disposiciones perso- nales que competencias técnicas definidas, tal como existen en el mundo de la produccién de objetos. Tres conjuntos La cualificacion del trabajador tiene estribaciones en cierta cantidad de dimensiones. Puede considerarse que el oficio es una cualificacién social «sustancial» perteneciente a la persona al tér mino de un aprendizaje met6dico y completo. Ese oficio puede 0 ‘no ser una profesién en funcién de su grado de reconocimiento ins titucional y de la autonomia que otorgue a quien la posee y puede exportarla de un contexto laboral a otro. Tener un oficio €s ser ca- paz de producir un trabajo auténomo y previsible en contextos di- ferentes. El rol, nocién que parece preferible a la de competencia, ‘mis vaga, deriva de la posiciGn del individuo en la organizacion. El rol ¢s «telacionista», no pertenece a la persona sino al lugar que se le da en la organizacién del trabajo. De manera general, para reto Tago ¥ EL HABA So Los CTOs / 359 mar los anilisis de Touraine, el mundo de la produecién pas6 del oficio, donde la cualificacin esta adherida a la persona, al rol, en el cuai la cualificaciGn se liga al puesto laboral definido por la or ganizaci6n de la empresa y del taller.” Por siltimo, puede conside- rarse que el trabajo sobre los otros también esta definido por la personalidad, por caracteristicas que directamente no son atribui bles al aprendizaje de técnicas y procedimientos, ni sélo a la defi nicin del rol, sino a la capacidad de establecer relaciones que se juzga convenientes y eficaces con los «objetos» del trabajo sobre los otros: los individuos. Uscalmente se denomina savoir étre a ese saber proveniente de la sccializacién del individuo, de su e: periencia profesional, de sus capacidades de compromiso y de au- tocontrol, de ese conjunto de aptitudes que los trabajadores so- ciales citan cuando se definen zomo «téenicos de la relacion, 0 de lo que sugieren los docentes cuando hablan de la «auroridad na- rurale: Personalidad realizacin personal Rol : Oficio lugar en la organizacién capacidades ténicas De hecho, el término competencias es el mas vago, circunstan- cia que acaso explique por una parte su éxito, porque se concibe como la sintesis, a la vex préctica e interiorizada por los indivi- duos, de todas las dimensiones que constituyen su experiencia. En. tonces, se define la competercia por medio de la capacidad de construir su propio trabajo.” Por ese motivo, el listado de compe- tencias esperadas entre los savoir étre y los savoir faire puede ser infinita. Asi, Bruno Héraule se ventretuvor en definir las compe- 26, A. Touraine, La conscience ordre. Pats, Sel, 1964 27. M. Maurice, «La qualification comme rapport sail propos de I quli- fication comme mis en forme du tava, en R. Salas y L. Thévenoe comps.), Leta ail: march, régle, conventions, Paris Economica, 1986 360 SEN oe a est tencias reales y esperadas de las enfermeras.** Citemos rapidamen te: el srabajador debe conocer as finalidades de la organizacién (competencia social); debe conocer los recursos con que cuenta (competencia pragmatica); debe conocer las normas y las reglas {competencia procesal}; debe aprehender los valores de la organi- zacion (comperencia ética y axiol6gica); debe estar en condiciones de evaluar los resultados de su accién (competencia evaluativa).. Sin duda, podrian haberse sumado algunas otras competencias a ese listados entee ellas, una competencia para la autonomia, para congregar todas esas competencias, y una competencia para la mo- tivacién que traiga aparejados a la vez un refuerzo de las expectati- vvas de motivacidn y una crisis latente de las motivaciones."” Esas categorias son ities caando permiten comprender la distancia exis- tente entre la cvalificacién reconocida por un diploma formalmen- te sancionado y la competencia, que es una sedimentacién de expe- riencias, un varte» o una entrada en actividad de uno mismo.” En todos fos ambitos que hemos estudiad, « excepcion del co- rrespondiente a los formadores de adultos, donde domina el oficio, esta presente el mismo debate acerca de la distancia entre la forma: en Scilogie du Trail 1, 1987; C. Dubas La scilogi du tavail fate Aa qualification et la compéxence- en Sociologe du Trail, 2, 1996; ]-D. Reyna ‘Le mssaggmen ga les competences un essai analyses, en Socolope de Tra 1, 2001 fu Tnauo TRB Som 1 OTHE! 364 dominadas, 0 a intertogarlas: «En el fondo, no fue completamente indtil». En cuanto a los formadores, si bien sus pareceres son me~ nos crueles, comparten el mismo juicio y se alzan en la biisqueda obcecada de una adecuacion de fa formacidn y de los empleos, en pleno deseo de mantener una distancia teérica, garante del valor del diploma y de los estatutos en la dimensién de las Convenciones ¥ de las negociaciones colectivas. Ese problema de la distancia en- tre las cualificaciones reconocidas y las competencias efectivas no es tan nuevo como suele creerse,"' Después de todo, la formacion no seria verdaderamentte adecuada mas que en la medida en que formaria formadores y, por otra parte, eso motivé que en el caso de algunos actores, algunos grupos de profesotes de filosofia por ejer™ plo, rechacen cualquier formaciOn pedagégica, ya que todos los Conocimientos tedricos tienen reputacién de fundar Ia totalidad de la prictica de la filosofia, como si cada uno fuera a la vez Kant y Platdn adultos dirigiéndose a los jdvenes Kant y Platon. Todos esos temas son comunes a la sociologfa del trabajo, pero son exacerbados en el Ambito del trabajo sobre los ortos porque las distintas dimensiones de la experiencia laboral se sitian en regis- {10s extremadamente distintos. Todo lo derivado del oficio remire enella a conocimientos generales y a un estatuto que estructuran la capacidad de control, pues el oficio asienta tna parte de la autori- dad sobre los demas, Sé de matematicas 0 de cableado, ustedes no; sé poner inyecciones, dejen que haga lo mio; ustedes deben obede- ccerme para obtener una prestacién... El rol remite a una dimension ¥ 2 una legitimidad seasiblemente diferentes, pues se apoya menos dobre la competencia técnica que sobre los recursos de que dispe- nen los actores en funcién de st lugar en la organizacion, recursos que dependen también de competencias organizacionales y de atri- butos especificos como ta antigtiedad en la organizacién, la indole de la organizacion, su lugar en el «mercado», la habilidad estraté- gica del individuo en sus relaciones con Jos colegas y su capacidad de esgrimir algunas amenazas... Por iiltimo, la personalidad se si tia en otra tesitura que, a falta de algo mejox, puede definirse como srasgos de caracter»: capacidades de empatia, virtudes de compro~ miso y de resistencia, de paciencia y de «motivacién»... Todos los 31, C.Paradesc eV. Lihtenberges “Compétences, competence, en Sociologie su Travail, 1,290. 562 /€DECLNE OF LA STC relatos recogidos durante el transcurso de esta investigacién no de- jan de poner en juego esas distintas dimensiones. Tees grandes tipos de tensiones y de criticas dominan todos los debates de los grupos. El primero contrapone la personalidad «ina decuada» al oficio. Es la inagotable historia del docente experto en su materia, hasta erudito, que revela ser incapaz de soportar a los alumnos o'a quien los alumnos no soportan porque es «s8dico» 0 un «enajenado». O bien la del docente que hace tal esfuerzo consi- {go mismo para ensefiar que no logra dar el lugar correcto a st pro- fesign y se precipita en la «depresidn. Esas son las historias de las mejores alumnas de las escuelas de enfermeria que no consiguen soportar el sufrimiento y la muerte y rompen con ese oficio 0 «hu- yen a situaciones més tolerables. También son esas historias de educadores que se acercan a los nifios de manera «ambigua» 0 aperversa», 0 que parecen identificarse tanto con sus clientes que terminan por parecérseles, o bien de aquellos que les rehiiyen y se toman por terapeutas 0 por burdcratas... Respecto a los mediado- res, su personalidad esté todavia mas fuertemente expuesta ¥ s¢ sienten inmediatamente «hechos para es0, 0 no». Otro tipo de re- lato enfatiza sin cesar la inadecuccion del rol y del oficio. La orga- nizacién impide cumplir con el oficio, «me deja destruido», dicen todos los que tienen la impresidn de hacer algo distinto a lo que es- peraban. Es el principio de decepcién de los nuevos docentes que imparten mas disciplina que clases, cuyos alumnos nunca alcanzan el nivel esperado. Es el caso de los trabajadores sociales que con solidan expedientes dia y noche, que «siguen la estadistica» cuan do lo que deseaban era «trabajar con la relacién». También vemos a las enfermeras, que querian cuidar a enfermos y hacen el papele- rfo y siempre van al trote. Con todo, el rol no se corresponde me- jor con el oficio cuando la organizacién es demasiado endeble, cuando es el «despelote» (bordel), cuando cada cual va por su lado, cuando «ni siquiera sé qué se espera de mi». Por iltimo, esta toda la distancia entee el rol y la personalidad que suele abrie un terri torio infinito de quejas y criticas contra la brutalidad de la organi zacién y, sobre todo, contra el hecho de que no reconoce lo mejor del trabajo producido. Mientras el rol debe proteger al oficio, tam- bién debe permitir el reconocimiento de la personalidad. En todo momento sno puede oponerse ai manejo del personal por el mé to, es0 no impide que deba reconocerse la calidad del trabajo y del compromiso de cada cual. Nos agotarfamos s6lo de contar las his- EL ayo YL ABN SOBRE LOS OTROS / 363 torias de esos docentes «desalentados» por haberse movilizado du- rante largos afios, por haber dado mucho mas de lo que se esperaba de ellos, quienes al fin de cuentas no ganaron #ni un agradecimien- to, ni una sonrisa, ni un franco mas. En este caso no volveremos al juego de criticas que estructura la vida de los servicios hospitala- rios y al sentimiento de desprecio experimentado por las enferme- ras que se esfuerzan por dar a los enfermos mas de lo que exigen st mero trabajo y rol. Las quejas son exactamente las mismas entre los trabajadores sociales, y estén hipertrofiadas en los mediadores, que no piensan trabajar mas gue con su personalidad y mendigan el mas minimo reconocimiento de una organizacién a la que no pertenecen en verdad. En todos esos casos, el sentimiento de ser despreciado es tanto mas vivido y se muestra mucho més legitimo pues, mas allé del desprecio por los trabajadores implicados, los despreciados serfan los alunos, los enfermos, los casos sociales, ya que se desdefia precisamente a los trabajadores que se esfuerzan por reconocerlos. Una paulatina separacion Volvamos por un instante al modelo del programa institucio- nal. Puede considerarse que, en ese tipo puro, los tres componentes (oficio, rol, personalidad) estan fuertemente integrados por causa del compromiso personal, en forma de vocacién, con el oficio. Tam- bien por causa de la «sencillez» de la organizacién, relativamente burocritica segin un modelo de regulacin «serial»: todos los indi- vviduos comparables hacen las mismas cosas; en todo caso, piensan que los otzos hacen los mismo que ellos porque comparten oficio, modelos y convicciones idénticos.” Fsa homogeneidad interna es ‘muy fuerte, pues la institucién se protege de los desordenes seglares y afirma la unidad de valores que la fundan. Sin duda hay una cuo- « ta de simplificacion extrema y de ilusin retrospectiva en esa repre- sentacién; pero es ttil para ordenar las distintas experiencias que hemos estudiado. Quienes se hallan mds cerca del programa insti- tucional son los formadores de adultos y los maestros. En ambos 32, Respecto de a divsin dl trabajo en la escuela, cf. B. Berxtein, Clases et pédagosesvebles et smaibles. Pais, OCD, 1975. 64 0C0. OF LA STTUGON

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