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GENERALIDADES DE

LA ANTROPOLOGÍA
FORENSE

Módulo 1 – Unidad 1

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1.1. ¿QUÉ ES LA ANTROPOLOGÍA FORENSE? ................................................................................... 3
1.1.1. CARACTERÍSTICAS Y OBJETO DE ESTUDIO DE LA ANTROPOLOGÍA FORENSE ............................. 8
1.1.2. APORTES DE LA ANTROPOLOGÍA FORENSE A LA INVESTIGACIÓN CRIMINAL ............................10
1.1.3. TRATAMIENTO DE LOS RESTOS ÓSEOS .....................................................................................11

1.2. ANATOMÍA HUMANA Y ANTROPOLOGÍA FORENSE ..............................................................12


1.2.1. OSTEOLOGÍA ...........................................................................................................................13
1.2.2. ANÁLISIS ANTROPOLÓGICO FORENSE ......................................................................................22
1.2.3. PROTOCOLOS PARA EL TRATAMIENTO DE RESTOS ÓSEOS ........................................................23

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1.1. ¿Qué es la antropología forense?

Dar un concepto de antropología forense puede ser una labor un poco compleja, sobre todo
dependiendo de la formación académica del profesional que esté escribiendo sobre el
concepto. Vamos a poder observar definiciones como, por ejemplo: “la Antropología Legal,
forense criminal, judicial o policial tiene como objetivo la identificación de personas vivas o
muertas, ya sea a partir de sus rasgos somáticos faciales o corporales, o de sus restos óseos,
craneales o postcraneales” (Villalaín y Puchalt, 2000, citado en Rodríguez, 2004, p. 7).

Por su parte, la Asociación Latinoamericana de Antropología Forense (2016) define la


antropología forense como:

la aplicación de las teorías, métodos y técnicas de la antropología social, arqueología y


antropología biológica en los procesos de búsqueda y recuperación de cadáveres y de
identificación humana, así como, de esclarecimiento de los hechos como apoyo al sistema
de administración de justicia y al trabajo humanitario. (p. 27)

El basamento teórico para identificar individuos tiene sus orígenes en el siglo XIX, cuando
la sociedad de Antropología de París, fundada en el año 1859, así como la Revue
d´anthropologie en 1872; la escuela de Antropología de París en 1876 y otras en Londres,
Moscú y Madrid permitieron generar investigaciones relacionadas con mediciones
corporales poblacionales humanas (lo que más tarde se denominó antropometría). En ese
período, Paul Broca -quien fuera médico, neurólogo, cirujano, anatomista y antropólogo
luego de fundar la Cátedra de Antropología en la Universidad de París- estableció las bases
para realizar mediciones corporales y osteométricas correspondientes, con el equipamiento
indispensable lo que permitió establecer el inicio de la antropología científica (Rodríguez,
2004, p. 11).

Es importante mencionar que estos estudios fueron orientados para profundizar los
conocimientos existentes sobre el origen del hombre y su diferenciación como individuos

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de una misma especie. La connotación forense se desarrolló mucho después con fines de
identificación de víctimas y victimarios (Rodríguez, 2004).

Entre los siglos XIX y XX, los laboratorios de identificación mayormente existentes en Europa
(previa utilización del sistema de identificación dactilar) utilizaron el sistema
antropométrico, con el cual se preocupaban por la identificación de personas vivas
utilizando medidas corporales incluidas en un sistema de fichas, fotografías y datos
personales (Rodríguez, 2004, p. 11).

A mitad del siglo XX, el estudio de restos óseos pasó a tener una importante relevancia, más
allá de los estudios poblacionales, ya que se comenzaron a utilizar con fines identificativos,
dando inicio a investigaciones para realizar procesos estandarizados y protocolos para la
determinación de la cuarteta antropológica, como son los estudios encaminados a
determinar las variables de: sexo, edad, estatura, constitución física y ancestría o afinidad
racial, respaldados con las investigaciones de Martin-Saller, Stewart, Hrdlicka, Krogman e
Isçan, Bass, entre otros. Estos investigadores impulsaron procedimientos técnicos-
científicos de alcance internacional, constituyendo la base de los protocolos científicos que
sustentan en la actualidad la Antropología Forense (Rodríguez, 2004, p. 14).

De acuerdo a la guía elaborada por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) y el


Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses de Perú (IMLCFP) (2017), el desarrollo de la
Antropología Forense basa su proceso investigativo en las siguientes fases: la primera,
denominada fase de investigación preliminar donde se recaban los datos pertinentes a las
circunstancias de fecha, hora y lugar en la que ocurrieron los hechos de la desaparición de
la persona y las entrevistas técnicas antropológicas con la finalidad de lograr obtener las
características morfológicas de las víctimas. En esta fase, se logran obtener historiales
clínicos, fotografías, cartas dentales y cualquier otra información de interés que el individuo
haya podido generar antes de su desaparición (algunos manuales de procedimientos le
llaman información antemortem). Asimismo, en esta fase se logra obtener información, en

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caso de sospecha, de que el o los cuerpos hayan sido enterrados, del posible sitio de
inhumación, las circunstancias de esos enterramientos, entre otros datos de interés (CICR y
IMLCFP, 2017, p. 21).

Imagen 1: Fase de investigación preliminar.


Fuente: Imagen propia

Luego, se da inicio a una segunda fase denominada investigación de campo, donde se


aplican los procesos de arqueología forense con la finalidad de realizar prospecciones y
excavaciones, de ser el caso, de los lugares donde pueden encontrarse los cuerpos
enterrados o aflorados. Esta fase consiste en la recuperación de estos restos óseos y
elementos asociados, con el fin de poder colectarlos para llevarlos a los análisis de
laboratorio correspondientes. Allí, se realizan estudios de suelo para determinar el ph del
mismo, se determina la profundidad, niveles estratigráficos, elementos tafonómicos
influyentes, entre otros que hayan influenciado directa o indirectamente en los huesos
(CICR y IMLCFP, 2017, p. 27).

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Imagen 2: Investigación de campo
Fuente: Imagen propia

Posteriormente, comienza la fase denominada de investigación de laboratorio donde se


ponen en práctica las técnicas provenientes de la antropología física o biológica, a fin de
hacer análisis que permitan determinar las variables antropológicas anteriormente
mencionadas como sexo, edad, estatura, afinidad biológica, entre otras de interés
identificativo. Asimismo, en esta fase se realiza el estudio interdisciplinario donde
intervienen otras áreas del campo forense tales como odontología y medicina legal. La
información que se genera de esta fase también es denominada estudio posmortem (CICR
y IMLCFP, 2017, p. 31).

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Imagen 3: Fase de Laboratorio.
Fuente: Imagen propia

Una vez finalizada la fase de laboratorio, se procede a realizar la fase de cotejo, que consiste
en la comparación de la información obtenida en la fase preliminar a través de las
entrevistas técnicas realizadas a familiares (que también dijimos que se podía denominar
información antemortem), contra la información obtenida de la fase de investigación de
laboratorio (que también puede ser denominada información postmortem). La
comparación de ambos datos va a permitir realizar o determinar la identificación positiva
del individuo estudiado, o, por el contrario, sería la no identificación del o los individuos que
se creía eran los que se estaban buscando (CICR y IMLCFP, 2017, p. 35).

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Resultado:positivo,
negativo e
indiciario
Fase de
investigación de Comparación/Cotejo
Fase de laboratorio /PM
investigación de
Fase de campo
investigación
preliminar / AM

Imagen 4: Fases del análisis antropológico.


Fuente: Elaboración propia en base CICR y IMLCFP (2017).

1.1.1. Características y objeto de estudio de la antropología forense

La Antropología forense tiene como finalidad el análisis de individuos para resolver casos
de identidad, por ende, centra su estudio en la determinación de tres elementos
fundamentales asociados al evento de la muerte, estos son: la determinación del perfil
bioantropológico del individuo, la determinación del intervalo postmortem y la información
sobre causa y manera de muerte (Rodríguez, 2004).

La determinación del perfil bioantropológico del individuo permite, mediante métodos


cualitativos o cuantitativos, establecer si el individuo biológicamente era un hombre o una
mujer; conocer el rango de edad en el que se encontraba para el momento de la muerte; la
estatura aproximada que tenía; la afinidad biológica o ancestría biogeográfica a la que
pertenecía; la composición física que pudo poseer y cualquier otro proceso que haya podido
haber dejado marca o seña en las estructuras óseas vinculado con patologías previas,
traumas antiguos, señas de actividad física, entre otras (Rodríguez, 2004).

Otras de las actividades que se realizan durante el estudio antropológico es el de la


determinación del intervalo post mortem (IPM), el cual se calcula en base a las

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observaciones que pueden darse de forma general en las estructuras óseas o tejidos
blandos en procesos de descomposición. Determinar el intervalo post mortem consiste en
dar, en base a la evidencia analizada, un estimado del tiempo transcurrido desde el
fallecimiento hasta el hallazgo de un cuerpo humano. Para ello, es necesaria la realización
de evaluaciones ulteriores con la participación de diferentes profesionales forenses, que se
encargarán de dar aportes en las áreas de tafonomía, entomología biología, química, entre
otras ciencias y técnicas que, según su experticia, tomarán en cuenta lo encontrado, sobre,
alrededor o el interior de un cuerpo u osamenta (Rodríguez, 2004, p. 37).

Por último, es importante poder brindar información sobre la causa y manera de muerte,
realizando la documentación de alteraciones óseas, traumas óseos “antiguos”, lesiones
óseas tipo pre mortem, enfermedades óseas–osteopatologías, acción de agentes
tafonómicos, entre otros (Rodríguez, 2004).

Determinación
del intervalo
Postmortem

Antropología
Forense

Información
Perfil biológico
sobre "causa y
o identificación
manera de
de la víctima
muerte"

Imagen 4: Objeto de estudio de la Antropología Forense.


Fuente: Elaboración propia

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1.1.2. Aportes de la antropología forense a la investigación criminal

Dentro de las actividades que se desarrollan en la Antropológica Forense, ya sea en el


campo o en el laboratorio, está la de poder brindar aportes científicos como ciencia auxiliar
de los administradores de justicia. Estos aportes vienen dados luego del hallazgo y análisis
de los elementos colectados o ubicados en estudios ulteriores. Según Sanabria (2008), entre
las contribuciones más importantes podemos mencionar:

Contribuir a la Identificación de víctimas no identificadas. Recordemos que cuando una


persona desaparece, normalmente crea una desestabilización emocional en el grupo o
entorno familiar, por ello es que las unidades especializadas comienzan las labores de
búsqueda en hospitales, centros de reclusión, casas de alojo y morgues, con la esperanza
de poder dar respuesta a los familiares sobre la ubicación de su ser querido. En las morgue
la búsqueda se realiza entre los cadáveres que ingresan sin identificación, aquí el
antropólogo forense debe manejar y brindar la información de los cadáveres no
identificados determinando los elementos importantes y característicos que se van a
comparar con la información brindada por los familiares o allegados una vez cotejada la
información y que esta resulte positiva, es decir, que hubo la suficiente coincidencia entre
las comparaciones realizadas, se procede a dar cerrar la investigación como persona
desaparecida y se entregan los restos a su deudo para que pueda inhumar a su familiar bajo
el ritual o religión practicada (Sanabria, 2008, pp. 2-4)

Otro aporte que los estudios antropológicos forenses pueden ofrecer dentro de la
investigación criminal es el de brindar evidencias que orienten el trabajo de los
investigadores para poder determinar el modus operandi con el que cometieron el delito y
el móvil del hecho, logrando dar respuesta a las interrogantes de la investigación criminal
que son: el qué pasó, cómo, cuándo, dónde, porqué, con qué pasó y quién fue o quién era
(Sanabria, 2008).

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En el mismo orden de ideas, la Antropología Forense también permite aportar evidencias
que pueden ser utilizadas como elementos probatorios, ya que durante el análisis de un
cuerpo se pueden ubicar lesiones o fracturas que permitan presumir cuál fue el elemento
que generó las lesiones. Asimismo, durante un análisis se pueden establecer indicios y
evidencias que pueden ser remitidos a otros laboratorios forenses para exámenes ulteriores
y así de esta forma poder identificar o relacionar un victimario con el evento generado
(Sanabria, 2008).

1.1.3. Tratamiento de los restos óseos

El tratamiento de restos óseos forma parte de los procedimientos y acciones que se realizan
en el proceso de recuperación de los mismos -en la denominada ‘fase de investigación de
campo’- y su posterior traslado, custodia y análisis -en la ‘fase de investigación de
laboratorio’-. Estas acciones normalmente están enmarcadas en protocolos de
procedimientos o en guías de buenas prácticas, realizadas con organismos internacionales
de renombre como pueden ser: el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), Interpol,
entre otros (Fondebride, 2020).

El primer paso por realizar en el tratamiento adecuado de restos óseos consiste en la


recolección en el lugar del hallazgo, donde es fundamental realizar la protección y
delimitación del área a intervenir, a fin de evitar elementos perturbadores de las actividades
que ahí se desempeñen y que puedan contaminar, dañar, modificar o destruir los indicios.
Posteriormente, se realiza la codificación del sitio para poder llevar un registro ordenado
de los elementos que se van a ir colectando. Durante el proceso de colección, se deberán ir
observando los elementos tafonómicos presentes para verificar el grado de afectación que
el ambiente y el terreno pudo haber generado en las estructuras óseas. En este paso se
valora la porosidad, erosión y grado de fragilidad existentes, lo que permitirá determinar la
modalidad de la colección, ya que a medida que las estructuras óseas presenten mayor

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fragilidad, más cuidadoso deberá ser su levantamiento para evitar fracturas o pérdida de
estructuras objeto de análisis. (Fondebride, 2020).

Es importante mencionar que el proceso de levantamiento y recolección de las osamentas


debe hacerse de forma sistemática y ordenada, evitando la mezcla de individuos durante el
levantamiento y en el almacenamiento de los restos. Asimismo, serán colectados todos los
elementos asociados que se encuentren alrededor de los restos que permitan favorecer la
identificación del individuo y la manera en que murió. Es primordial indicar que los restos,
en la medida que van siendo colectados, pueden marcarse con codificaciones relacionadas
al evento o sitio de colección, en lugares que no requiera de estudios ulteriores. Asimismo,
los restos, antes de ser colectados y levantados, deberán ser fijados por métodos
fotográficos y planimétricos para dejar constancia de su posición con respecto a los puntos
cardinales y su disposición en el terreno. Una vez colectados los restos en cajas o bolsas
cadavéricas debidamente adaptadas, cumpliendo con todos los preceptos de la cadena de
custodia, son llevados al laboratorio a fin de ser objeto de análisis antropológico donde se
continuará con el manejo adecuado, para de esa manera, garantizar su preservación y
existencia hasta que lleguen a su destino final que podrá ser el almacenamiento temporal
o definitivo o la entrega a los familiares o allegados que hayan podido identificarlos por
métodos técnicos y científicos (Fondebride, 2020).

1.2. Anatomía humana y antropología forense

La anatomía humana puede entenderse como la ciencia que es de carácter práctico y


morfológico que se encarga del estudio del cuerpo humano desde el punto de vista
microscópico y macroscópico, en forma integral y completa y que utiliza para formar su
conocimiento los estudios de osteología, miología, neurología, entre otros (Testut y
Latarjet, 1988).

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La Antropología Forense, como se indicó anteriormente, es la ciencia que se encarga del
estudio del hombre con fines de identificación empleando para ello los elementos craneales
y postcraneales del cuerpo humano. Por tal razón, es básico que todo antropólogo que
trabaje en el campo forense conozca sobre anatomía humana, en principio, para poder
reconocer los restos óseos en lugares abiertos donde, debido a las condiciones ambientales,
los huesos pueden confundirse o camuflarse con elementos del medio ambiente, tales
como: ramas de árboles, raíces, piedras, entre otros. Además, es necesario conocer la
anatomía humana a fin de realizar estudios de anatomía comparada, es decir, lograr
diferenciar restos óseos animales de restos óseos humanos. También es preciso conocer el
cuerpo humano para lograr diferenciar órganos propios del sexo masculino y del sexo
femenino, así como las acciones y el desarrollo de músculos que puedan dejar inserciones
marcadas en las estructuras óseas debido al alto fortalecimiento de la zona.

1.2.1. Osteología

Según Burns (2007), la osteología es “la parte de la anatomía que trata de los huesos. Es la
ciencia que explora el desarrollo, estructura, función y variación de los huesos” (p. 35).
Asimismo, el estudio de los huesos permite conocer, entre otras cosas, el origen genético,
la determinación de la edad biológica, el sexo, tipos de dieta, traumas antiguos,
enfermedades padecidas y que hayan podido afectar el desarrollo del hueso y su
composición estructural, entre otros datos de interés antropológico identificativo (Burns,
2007).

La osteología es estudiada en el campo de la antropología forense ya que el esqueleto


subsiste más que el resto del cuerpo humano que está compuesto por tejido blando y que
al entrar en proceso de putrefacción tiende a desaparecer a medida que va pasando el
tiempo, excepto en lugares de climas fríos bajo cero dónde se pueden conservar los tejidos
y los órganos por las mismas condiciones climáticas. Los huesos son uno de los pocos
registros que sobreviven de la vida en la Tierra, por ello, es que en algunas ocasiones se

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encuentran vestigios óseos de grandes animales, de poblaciones o enterramientos antiguos,
que, a pesar de haber pasado miles de años, aún se conservan. Estudiar la osteología
humana es requisito fundamental para entender el registro físico del ser humano (Burns,
2007).

En el mismo orden de ideas, Burns (2007) plantea a partir de la condición en que se puedan
encontrar los restos óseos, conjuntamente con la información preliminar que se obtenga,
un especialista en el área de la osteología puede:

- Diferenciar de restos óseos animales de humanos, sobre todo en casos complejos


donde existe mezcla de ambos restos.
- Lograr determinar la morfología que presentaba la persona en vida, ya que
recordemos que nuestro rostro y cuerpo es la expresión o el reflejo de la estructura
de nuestros huesos.
- Puede realizar valoraciones de salud, al poder determinar problemas de nutrición o
estancamiento en el proceso de crecimiento en el individuo por deficiencias
alimentarias. También el reconocimiento de actividades habituales ya que, en los
huesos quedan marcas por las actividades físicas que podamos estar ejecutando por
largos periodos de tiempo.
- Gracias a la osteología se permite también identificar a una persona fallecida que
haya estado reportada como desaparecida.
- Por las lesiones y marcas generadas en las estructuras, se puede realizar un
reconocimiento sobre la causa y el modo de la muerte.
- La afectación de los factores tafonómicos en los huesos permite ayudar a los
especialistas a realizar un aproximado del tiempo de muerte del individuo (Burns,
2007, pp. 32-33).

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Estructura y función del sistema esquelético

Según Burns (2007), el sistema esquelético:

está compuesto por tejidos que son un grupo de células estrechamente asociadas, de
estructura similar y funciones relacionadas. Las células se reúnen en matrices de material
inerte extracelular que varía notablemente de un tejido a otro. Los órganos del cuerpo se
forman a partir de tejidos y en su mayoría contienen los cuatro tipos básicos. (p. 36)

En tanto, los cuatro tipos básicos de tejido son: los tejidos epiteliales que tienen como
función la cobertura de otros elementos, como por ejemplo, la piel, el cabello o las uñas; el
tejido conjuntivo, que genera el soporte, la protección y la hidratación donde podemos
encontrar los huesos, los cartílagos, grasas, ligamentos aponeurosis y la sangre; el tejido
muscular, que tiene como función realizar movimientos en el cuerpo humano; y el tejido
nervioso, que tiene como función el control del cuerpo humano (Burns, 2007, p. 36).

Considerando el objeto de estudio de la osteología, nos centraremos en el tejido conjuntivo,


ya que es el responsable del soporte y protección de los órganos del cuerpo y está
relacionado directamente con los huesos (Burns, 2007).

El tejido conjuntivo, además de ser el más duradero del cuerpo humano se puede presentar
en diversas y numerosas formas, que se rodean de una matriz extracelular de una sustancia
fibrosa y cohesiva (Burns, 2007).

Además, el tejido conjuntivo, como se mencionó anteriormente, está compuesto por el


cartílago, el hueso y la sangre; siendo el cartílago el soporte de órganos de gran tamaño, los
huesos otorgan sostén y soporte al cuerpo y la sangre es el transporte, entre otras cosas,
de oxígeno y nutrientes (Burns, 2007).

En cuanto a las funciones generales de los tejidos conjuntivos, se pueden mencionar que
prestan soporte en áreas específicas que requieren flexibilidad. Del mismo modo, permiten
la hidratación constante y la preservación de los líquidos corporales, también facilitan la
adherencia de diferentes partes orgánicas entre sí, protegen a los huesos y las

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articulaciones que se encuentren en actividad plena y también permite el encaje de órganos
y grupos de estructuras en sus lugares predestinados (Burns, 2007, p. 37).

Tipos y funciones del hueso

Según Burns (2007), el esqueleto del individuo adulto presenta dos tipos de huesos:

El hueso compacto se conoce también como denso, laminar o cortical. Consiste


básicamente osteonas laminares concéntricos y láminas intersticiales que aportan
robustez y resistencia a la torsión. El hueso compacto forma la corteza ósea, la porción
principal del cuerpo o tallo que rodea a la cavidad medular.
El hueso esponjoso se conoce también como trabecular o reticular. Se caracteriza por
presentar finas espículas óseas o trabéculas, que crean un entramado lleno de médula
ósea o tejido conjuntivo embrionario. (p. 39)

Cabe mencionar la existencia del hueso membranoso el cual según Burns (2007) “no se
encuentra en el esqueleto adulto sano, pero es normal en el embrionario o hueso en vías
de curación. La matriz es irregular y no presenta estructura osteonal” (p. 45).

Como ya se ha mencionado, la función principal del hueso es la de poder brindar soporte al


individuo, pero también brindar protección, movilidad, generación de células sanguíneas y
reserva de minerales. Uno de los huesos más importantes es el cráneo, los coxales y los
arcos costales, ya que rodean y protegen órganos vitales para el desarrollo de la vida como
lo son el cerebro, corazón, pulmones, entre otros. Por otra parte, los músculos utilizan los
huesos a manera de palanca para poder realizar los movimientos correspondientes, las
cavidades medulares permiten la producción de células sanguíneas vitales para el desarrollo
de la vida y también el mismo hueso tiene la capacidad de acumular los minerales
provenientes de la dieta alimenticia y de esta forma, tenerlos en reserva para cuando el
cuerpo esté necesitado de ellos (Burns, 2007, p. 40).

En tanto, el hueso se forma de componentes orgánicos, que “constituyen el 35% de la masa


ósea. Se compone de células, fibras de colágeno, sustancia de base” (Burns, 2007, p. 41),

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polisacáridos proteínicos líquidos y metabólitos. El resto del porcentaje lo constituyen el
componente inorgánico de la masa muscular donde se pueden encontrar sales minerales
que forman cristales pequeños, denominados hidroxiapatita (Burns, 2007, p. 40).

En tanto, el hueso, en cuanto a su macroestructura se refiere, está definido por el


crecimiento y desarrollo del mismo. En los huesos largos, por ejemplo, existe un punto o
“centro primario de osificación que constituye la diáfisis, la primera en aparecer” (Burns,
2007, p. 42), en el desarrollo del cuerpo humano en etapa intrauterina. Luego, van
apareciendo los centros secundarios de osificación denominadas epífisis, que son los
extremos de los huesos largos. Sumado a ellas, van saliendo luego las tuberosidades,
trocánteres, epicóndilos y otros elementos que componen la última forma de la estructura
ósea. Las epífisis que soportan presión y forman los extremos del hueso, permiten apreciar
una densa superficie lisa que se adapta para la unión del cartílago auricular. Siguiendo a
Burns (2007) es preciso aclarar lo siguiente:

las epífisis sometidas a tracción constituyen áreas de sujeción y aportan densas


superficies irregulares, con huecos para las inserciones musculares. Las restantes epífisis
son atávicas, pequeñas e irregulares, sin función específica en el humano (por ej. las
indentaciones costales del esternón). (Burns, 2007, p. 42)
En efecto, entre la diáfisis y la epífisis se encuentra una placa de crecimiento denominada
metáfisis, que corresponde a un área de crecimiento activo no calcificada inicialmente, por
lo tanto, corresponde a un cartílago que se calcifica en cada superficie ósea una vez que el
hueso ha dejado de alargarse y crecer. Por consiguiente, “la metáfisis pasa a ser el lugar de
fusión epífisis-diáfisis” (Burns, 2007, p. 43).

Por su parte, la cavidad medular se encuentra en la parte media “del cuerpo del hueso largo.
Se trata de un área abierta que alberga la producción de las células sanguíneas del cuerpo
humano” (Burns, 2007, p. 43).

Asimismo, Burns (2007) indica que la capa más externa del hueso es el “periostio” y agrega
que:

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Es la membrana fibrosa y elástica que recubre el hueso a modo de vaina elástica,
densamente mantenida en su lugar por las fibras de Sharpey. Los orificios nutricios
perforan el periostio y el hueso para dar paso a las arterias nutricias o vasos sanguíneos
que atraviesan el hueso compacto y trabecular para acceder al centro de la cavidad
medular. (p. 43)

Imagen 5: Anatomía del hueso


Fuente: Burns (2007, p. 42)

Clasificación y descripción de los huesos

Según Burns (2007), “el sistema esquelético puede ser descrito y clasificado según
diferentes sistemas según el aspecto del esqueleto que corresponda. Los huesos se
categorizan por localización, tamaño y forma, origen y estructura” (p. 45).

• Por su localización
El denominado esqueleto axial, corresponde a los que dan el eje central al cuerpo humano
y está conformado por: el cráneo, el hioides, la columna vertebral, el esternón y las costillas.

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Como se puede apreciar en la siguiente imagen todos son huesos impares con excepción de
las costillas (Burns, 2007, p. 45).

Imagen 6: Huesos del esqueleto axial


Fuente: Lifeder (2020). Recuperado de: https://bit.ly/3sxq7mX

El denominado esqueleto apendicular, podemos encontrarlo alrededor del esqueleto axial


y corresponde a los huesos pares tales como: clavícula, omóplato, brazos, manos, coxales,
piernas y pies (Burns, 2007, p. 45).

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Imagen 7: Huesos del esqueleto apendicular
Fuente: Lifeder (2020). Recuperado de: https://bit.ly/3sxq7mX

• Por tamaño y forma


Según Burns (2007), podemos encontrar:

- Huesos largos: donde domina la longitud sobre la anchura del hueso. Son columna
de soporte y palanca, por ejemplo, humero, cúbito, radio, metacarpianos, falanges,
fémur, tibia y peroné.

- Huesos cortos: son aquellos que son pequeños y redondeados, las dimensiones de
largo, ancho y grosor son similares, no tienen cavidad medular, presentan caras,
borde y ángulos. Por ejemplo, los carpianos y tarsianos.

- Huesos irregulares: son aquellos que su forma es indefinida y son impares, por
ejemplo, las vértebras dorsales, lumbares y torácicas y base del cráneo (p. 46).

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• Por su origen
El tejido óseo se puede formar por osificación intramembranosa, la cual se forma
directamente a partir del tejido conjuntivo. La otra forma de la conformación del tejido óseo
es a partir de la osificación endocondral, la cual se produce a causa del cartílago (Burns,
2007, p. 46). Como datos generales, es necesario mencionar que el ser humano adulto
posee un aproximado de 206 huesos. Se dice ‘aproximadamente’ ya que existen huesos
wornianos o supernumerarios que algunas personas tienen, por lo que la sumatoria en
algunos individuos puede ser mayor de 206 huesos. En sub-adultos existe un aproximado
de 300 huesos. Además, los huesos en los adultos se encuentran divididos de la siguiente
manera:

REGIÓN CANTIDAD HUESOS

1 Frontal; 2 parietales; 2 temporales, 1 occipital, 1


Cráneo 8
esfenoides, 1 etmoides.

Oído 6 2 Martillos, 2 yunques, 2 estribos.

2 huesos nasales, 2 maxilares superiores, 2 huesos


Cara 14 cigomáticos, 2 huesos lagrimales, 2 huesos palatinos, 2
cornetes inferiores, 1 vómer, 1 maxilar superior.

Cuello 1 1 Hioides.

7 vértebras cervicales, 12 vertebras dorsales, 5


Columna 26
vértebras lumbares, 1 sacro, 1 coxis

Tórax 25 24 arcos costales, 1 esternón.

Cintura
4 2 escápulas u omoplatos, 2 clavículas.
escapular

Miembros 2 húmeros, 2 cúbitos, 2 radios, 16 carpos, 10


60
superiores metacarpos, 28 falanges.

Cintura Pélvica 2 2 coxales.

21
Miembros 2 fémur, 2 rotulas, 2 tibias, 2 peroné, 14 tarsianos, 10
60
inferiores metatarsianos, 28 falanges.

TOTAL 206
Imagen 7: Distribución ósea.
Fuente: Elaboración propia a partir de Testut y Latarjet (1988)

1.2.2. Análisis antropológico forense

El análisis antropológico forense es el estudio que se realiza en el laboratorio una vez que
el cadáver o restos óseos se han recolectado del lugar del hallazgo o sitio del suceso (CICR
y IMLCFP, 2017).

Los análisis relacionados con este tipo de estudio inician con la determinación del origen y
especie de los restos, para luego pasar a establecer la cuarteta antropológica (sexo, edad,
afinidad biológica, estatura). Una vez realizada esta estimación, se procede a establecer los
elementos de identificación observados en el objeto de estudio. Es importante señalar que
al mismo tiempo que se van realizando las estimaciones, anteriormente mencionadas, se
van valorando los elementos tafonómicos presentes en las estructuras óseas.
Posteriormente, se realizará el cotejamiento de la información antemortem vs la
información post mortem, para plasmarlo en el informe correspondiente y remitir las
conclusiones a la autoridad solicitante (CICR y IMLCFP, 2017).

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Imagen 8: Fases del desarrollo antropológico.
Fuente: Elaboración propia en base a CICR y IMLCFP (2017)

1.2.3. Protocolos para el tratamiento de restos óseos

Los protocolos existentes para el tratamiento de restos óseos comienzan, normalmente,


desde el lugar de su hallazgo hasta su fase de disposición final habiendo pasado por los
análisis correspondientes. Sin embargo, los más importantes y extensos están relacionados
con la fase de laboratorio, ya que es el lugar de donde van a salir los resultados obtenidos
luego de su estudio y que podrán o no, vincularlos a la identificación de una o más personas.

En el laboratorio de antropología el tratamiento correcto comienza por ubicar los restos en


espacios adecuados, limpios, con sistema de seguridad y acceso restringido, con buena
iluminación, ventilación, acceso a agua corriente y electricidad, contando con disponer de
los equipos y materiales de medición, guías, referencias bibliográficas, materiales de
bioseguridad, entre otros elementos importantes a ser utilizados dentro de los análisis
(Fondebride, 2020).

Para comenzar los trabajos se deberá confeccionar el inventario de restos óseos existentes
para, posteriormente, realizar la limpieza de los huesos, retirando cualquier adherencia de

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tierra o tejido blando que se encuentre unido en el material objeto de estudio. Estas
adherencias pueden ser retiradas lavando los restos con agua corriente o si se trata de
restos con tejido blando, realizando cocción de los huesos para poder retirar todos los
rastros de tejido blando y cartílago existente. Finalizada la limpieza y secado, se volverá a
realizar el inventario óseo para asegurarse que ninguna pieza falte. Una vez verificado este
procedimiento se debe realizar la determinación de la lateralidad de cada estructura ósea
y su disposición en posición anatómica a fin de conocer cuál es el número de individuos
mínimo (NIM). En caso de que existan fragmentos óseos, se buscará unir los fragmentos
existentes para poder reconstruir alguna de las piezas importantes para la realización de los
estudios osteológicos y osteométricos. Se debe considerar también, la utilización de
estudios radiológicos que ayuden a la determinación de variables importantes en el proceso
de individualización. Posteriormente, se procede a determinar las variables generales,
particulares y de detalle de cada estructura que así lo permita y también se evaluarán
marcas, lesiones existentes, patologías, entre otros elementos de interés, para luego,
finalizar la fase de análisis donde se tomarán las muestras que se consideren más idóneas
para los estudios de perfiles biológicos (ADN) (Fondebride, 2020).

Es importante indicar que durante todo el proceso se recomienda la toma de fotografías


para evidenciar el trabajo realizado, así como los elementos observados en las variables
analizadas. Del mismo modo, se deberá cumplir con los preceptos de cadena de custodia
de las evidencias (Fondebride, 2020).

Culminados todos los análisis, el tratamiento de los restos óseos continúa en la fase de
resguardo, que es cuando los restos analizados son guardados en las cajas destinadas para
tal fin en un lugar que no genere daño, deterioro, pérdida o afectaciones ulteriores
(Fondebride, 2020).

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