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Para servir en nuestra amada Iglesia Católica como ujier, ministro extraordinario de la Sagrada Eucaristía,

lector, acolito o pertenecer al coro no necesita tener un título universitario, ni un doctorado en Sagradas
Escrituras ni un PHD en sociología, solo tener una actitud y un corazón dispuesto a servirle a Dios y a la
Iglesia.

Jeremías 1, 4-10 nos dice: “Antes de formarte en el vientre materno, yo te conocía; antes de que salieras
del seno, yo te había consagrado, te había constituido profeta para las naciones”. Yo respondí “¡Ha,
Señor! Mira que no se hablar, porque soy demasiado joven” el Señor me dijo: “No digas soy demasiado
joven porque tu iras a donde yo te envié y dirás todo lo que yo te ordene. No temas delante de ellos,
porque yo estoy contigo para liberarte-oráculo del señor”. El Señor extendió su mano, toco mi boca y me
dijo: “Yo pongo mis palabras en tu boca; yo te establezco en este día sobre las naciones y sobre los
reinos, para edificar y plantar”.

Antes de celebrar la gran fiesta de Pentecostés sería muy importante que nos diéramos cuenta de que
Jesús nos llama primero para que recibamos muchos dones, carismas y talentos para equiparnos y poder
servir con fuerza y entusiasmo en los diferentes ministerios de la Iglesia.

Es Cristo quien llama e invita a seguirlo, es El quien toma la iniciativa, es un llamado el servicio que esta
mas allá de la lógica humana, son los caminos de Dios que elige sin que uno se ve por aludido. Jesús nos
invita a una determinada tarea y nos da la gracia a lo que Dios nos llama. En las Sagradas Escrituras
podemos ver que Dios llama a muchas personas y hoy continua llamando a cada uno de nosotros.

Dios nos llama y el enemigo nos desanima y espanta ese llamado o esa vocación. Ser llamado a un
ministerio pastoral son una de las mejores cosas que le pueden pasar a una persona. Que privilegio tan
grande poder decirle si inmediatamente a Dios, sin miedo, sin mirar atrás.

Los miedos y los temores se irán cuando seamos verdaderos y fieles soldados de Cristo y nos cubramos
con la fuerza del Espíritu Santo.

El servidor debe ir acompañado siempre de la fe y de la perseverancia en la oración, pues la fe es una


llama encendida que todas las personas deben tener en sus corazones para testimoniar y anunciar el
Evangelio vivo de nuestro Señor Jesucristo.
Es necesario pues que si queremos ser servidores Católicos debemos despojarnos del pecado, de todo lo
negativo, rechazar los vicios, el miedo al que dirán los otros, a ser ridiculizados, a no ser atendidos,
aplaudidos o comprendidos etc…

Jesús se acercó y les hablo así: “Me ha sido dada toda autoridad en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y
hagan que todos los pueblos sean mis discípulos” (Mateo 28-18).

Ahora pregúntate que clase de servidor eres: ¿Eres como Moisés, Nataniel, Pedro, Aron o Abraham?
¿Qué tipo de terquedad no te deja acercarte y servir a Dios? ¿Cuántas excusas y pretextos le hemos
puesto a Dios para no hacer su voluntad?

Servidor la Iglesia te necesita, no mañana sino ahora.

Padre Hoyos es el director diocesano del Apostolado Hispano.

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