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SANAR LA HERIDA DE MAMÁ.

Dìa 1

HERDA MATERNA DESDE LA BIO DESCODIFICACÓN:

Para la mujer, representa la referencia del modelo femenino que puede


reproducir o rechazar, la forma de ser mujer, de vivir la femineidad y de ser
madre.
Para el hombre va a representar el modelo de mujer por el que se va a sentir
atraído o va a rechazar, es decir, que condicionará su elección de pareja y la
relación con ella, y mientras no madure, seguirá siendo hijo… de su mujer.
En todo proceso terapéutico es fundamental explorar la relación con la
madre, con el padre también por supuesto, pero la madre es la que nutre, la
que se ocupaba de las necesidades del niño o de la niña, la que daba sostén.
Si estuvo presente cuando se la necesitaba, si satisfizo sus necesidades
afectivas o si eran ignoradas, si veía a su hijo o a su hija por sí mismos y no
como una prolongación suya o una carga.
Todos albergamos en nuestro interior un niño herido que no fue amado
incondicionalmente, que necesitó protegerse del dolor por ser demasiado
vulnerable. Congelamos muchos de nuestros sentimientos y nos construimos
una coraza defensiva para no sentir que no éramos amados como
necesitábamos. Para sanar esa herida es necesario tomar contacto con el
niño interior, ver dónde y de qué manera fue herido, localizar ese dolor física
y emocionalmente a fin de liberar la energía bloqueada.
Conectar con el dolor, la rabia, la culpabilidad, la
impotencia, la tristeza, reconocerlo, aceptarlo y
de esta manera, empezar a sanar. 
Al reconocer al niño interior, al tomar conciencia de su vulnerabilidad pueden
surgir sentimientos de soledad, vergüenza, carencia, sentirse rechazado en
ciertos momentos. Hemos de darle voz, dejar que llore, que exprese sus
miedos y necesidades, y también sus partes positivas, los sueños, deseos,
intuiciones y creatividad, y abrazarlo todo literalmente.
Las heridas del niño y de la niña pueden ser por sobreprotección, por exceso
de valoración y halago, por abandono, manipulación, comparación, miedo,
rechazo, autoritarismo, exigencia, engaño, desconexión, abusos. Ahora bien,
y este es el mensaje que quiero trasmitir, las madres tienen también sus
propias heridas y carencias de infancia, sus condicionamientos y limitaciones,
sus dificultades para amar incondicionalmente y sostener al niño si ella
misma no aprendió a sostenerse y valorarse. Una empieza a darse cuenta de
la complejidad de la maternidad cuando es madre, o al cabo del tiempo, al
reconocer su parte femenina.
Muchas veces se actúa con los hijos justo al contrario de lo que se recibió… y
también esto es perjudicial. Necesitamos en primer lugar reconocer nuestras
heridas, ocuparnos de ellas y sanarlas, y eso lleva un tiempo. Y
también necesitamos perdonar a nuestra madre por lo que hizo o dejó de
hacer, perdonar el daño que nos causó sus miedos, su ansiedad, su
perfeccionismo, su auto exigencia, su necesidad de quedar bien, el abandono
de sus propias necesidades por satisfacer la de otros. Perdonar su victimismo,
su tristeza, su actitud depresiva, su dolor no resuelto del pasado, lo que
supuso para ella la falta de Amor y comprensión de nuestro padre, sus
propias carencias de infancia, tal vez la falta de madre o de padre y otros
condicionamientos.

Ser capaces de ver el niño herido también en nuestra madre, sus


propias heridas de infancia, lo que nos lleva a ser compasivos y aceptarla por
completo, más allá de sus errores y limitaciones. Reconocer el bagaje familiar
y la transmisión del linaje y comprender que no puede ofrecernos nuestra
madre aquello que no tiene, que no le enseñaron o que no sabe cómo
hacerlo. Antes o después, y cuanto antes mejor, llega el momento en el que
hemos de perdonar, agradecer y valorar lo que nuestra madre ha hecho por
nosotros. Tomar lo que de ella proviene como un legado, el que nos
corresponde, el que pudo darnos, los fallos y también sus dones.
Cuando lo hacemos nos sentimos plenos y caminamos sobre la Tierra
bendecidos y merecedores de todo lo bueno. Cuando
no aceptamos, rechazamos lo que ella nos dio, estamos negando y
rechazando nuestros orígenes, y eso es negarnos a nosotros mismos, lo que
nos confunde y nos llena de dolor. Por un tiempo la rabia y el resentimiento
pueden darnos una falsa fuerza, como una especie de arrogancia de creernos
mejores que ella. Cuando uno no acepta a su madre no puede amarse ni
aceptarse a sí mismo. Aceptarlo todo como fue porque, esa fue nuestra
experiencia, ese fue el aprendizaje familiar, lo que nos ha hecho ser lo que
somos, nuestro legado completo.
Más allá del dolor de nuestro niño herido también está el dolor de nuestra
madre y el dolor que nosotros hemos añadido al rechazarla y juzgarla en
ocasiones. Un hijo sólo puede estar en paz consigo mismo si se encuentra en
paz con los padres, lo que significa que los acepta y los reconoce como
son. No es posible decir: “esto lo tomo” y “esto lo rechazo”.
Aceptar a los progenitores como son es un proceso curativo en sí mismo, el
alma de la persona siente alivio y levedad.
 
Para sanar la relación con tu Madre
Esta carta es para mi madre ……………………. de su hija …………
“Madre, perdóname por fundirte con mis recuerdos, por no distinguir que eres
un ser espiritual que amorosamente se prestó a la obra de teatro que
protagonizamos en la Tierra.
Perdóname por hablarte de cualquier manera, por desconocer que tenemos un
pacto, por herir tus sentimientos a partir de mis propias percepciones.
Perdóname por cada minuto en el cual creí que todo esto se trataba de ti y no
de mí.
Perdóname por nuestra historia juntas, por pretender cambiarla, por no
superarla.
Perdóname porque no me es fácil saber y sentir quien eres realmente, porque a
través de ti sólo veo a mi niña lastimada, porque sólo percibo dolor.
Perdóname por querer marcharme de tu vida, perdóname por haberme ido,
perdóname por no querer volver a ti, perdóname por no honrarte y no amarte
lo suficiente.
Me perdono completamente porque yo no tengo manera de saberlo todo,
porque soy tan inocente como tú. Me perdono completamente por mi
capacidad latente para lastimar, para resentir, para dañar, para odiar, nada de
esto ha sido creado conscientemente, una fuerza interior, una razón, una
memoria, una queja, un deseo y mi necesidad de escapar del dolor me impulsó.
Yo merezco perdonarme completamente y lo hago ahora. Sin duda alguna te
doy gracias porque en un acto de amor consciente o inconsciente me trajiste a
la vida, a este mundo que me ha ofrecido todo para que yo pueda conocerlo.
Gracias por lo vivido, por las experiencias juntas, por los dolores, por las
lágrimas, por las risas, por las ausencias, por las heridas abiertas, por las
palabras bonitas y por las que no fueron tanto, todo ello me ha forjado como el
ser humano que soy. Te doy gracias porque existes en algún lugar de mi ser y
porque me escuchas ahora. Te bendigo.
Lo siento por las memorias de dolor que comparto contigo, te pido perdón por
unir mi camino al tuyo para sanar. Te doy las gracias porque estás aquí para
mí y te amo por ser quién eres. También te amo porque estás en mis recuerdos
y porque es el momento de hacerlo, nunca antes lo fue. Estas palabras surgen,
nacen, brotan y florecen en mí ser cuando el tiempo de mi mente es perfecto, el
amor me busca ahora y me reencuentra contigo, yo elijo estar en paz contigo,
yo soy esa paz en ti y en mí. Yo soy paz. Yo honro mi vida y la tuya tal como
fue, tal como es. Yo hago una reverencia ante tu ser de luz que es quien yo soy.
Hecho esta. Gracias, gracias, gracias…
Lo debes hacer sin interrupciones, y no te puedes levantar ni distraer hasta que termines, lo tienes que
realizar enfocada y haciendo total conciencia, tienes que leerlo al mismo tiempo que lo escribes para
que te estés escuchando. Puedes prender una veladora blanca y poner un refractario hondo de vidrio con
3/4 partes de agua y prender un incienso que te guste. Al terminar tu carta la quemas con la flama de la
veladora y las cenizas deben caer en el agua del refractario, puedes usar unas pinzas para no quemarte, al
finalizar haces un hoyo en una maceta o en el jardín, hechas allí las cenizas con el agua, plantas alguna
planta o flor que te guste y la veladora la dejas que se consuma y terminas comiendo algo dulce. Los
cambios toman más o menos 21 días.

LA HERIDA MATERNA.
O, sea “El dolor de ser mujer pasado de generación a generación”
Todos los mecanismos de defensa que aprendimos para lidiar con el dolor
de las mujeres de nuestras líneas generacionales.
Aspectos de la herida:
Comparación: nunca sentirnos suficientes
Vergüenza. La sensación constante de que algo está mal en nosotras
Minimizarnos: sentir que tenemos que hacernos pequeñas para ser amadas.

Culpa: Sensación persistente de culpa por querer más que lo que nuestras
madres, abuelas tuvieron.
Esta herida se puede manifestar de las siguientes maneras:
No ser tú en su totalidad para no lastimar a otros
Tener una alta tolerancia al trato abusivo de los demás
Cuidar emocionalmente a los demás
Competir compulsivamente contra otras mujeres
Auto Sabotaje
Ser muy rígida y dominante
Condiciones tales como desórdenes alimenticios, depresión y adicciones.
Es la sensación de sentirnos “menos que” que hemos internalizado y ahora
pasamos a nuestras hijas.
El Conflicto de las hijas:
Lealtad a mamá y auto inmolación VS realización del potencial y rechazo
materno.
ESTEREOTIPOS QUE PERPETUAN LA HERIDA MATERNA
Estereotipos acerca de madres e hijas que frecuentemente perpetúan y
exacerban la Herida Materna.
 
“El único amor incondicional es el de la madre”.
“Mira todo lo que tu madre hizo por ti”. (de otras personas)
“Mi madre sacrificó tanto por mí. Sería terriblemente egoísta de mi parte
hacer lo que ella no pudo”.
“Debo lealtad a mamá, sobre todas las cosas. Si la molesto, pensará que no
la valoro”.
Ante estas creencias y muchas más, la hija experimenta terror de trabajar en
su potencial por el miedo a dejar a la madre detrás-. El miedo a que la madre
se sienta amenazada por los sueños y ambiciones de la hija.
EL DOLOR DE LA MADRE
Todas hemos sentido el dolor que nuestras madres llevan. Y tristemente
muchas crecemos con la idea de que al menos en parte, somos culpables
de ese dolor. Allí reside nuestra gran culpa. Esto cobra sentido al considerar
el limitado desarrollo cognitivo de una niña, la cual se ve a si misma como la
causa de muchas cosas. Si no reconocemos y trabajamos con esta creencia
inconsciente ya de adultas, andaremos por la vida cargándolo y
limitándonos como resultado del mismo.
Gran parte de nuestra sanación es entender que NINGÚN NIÑO O NIÑA
PUEDE SALVAR A SU MADRE.
No hay sacrificio de la hija, por grande que este sea que puede compensar el
precio que quizá tuvo que pagar nuestra madre por sus decisiones, por sus
pérdidas, por sus propios sacrificios a lo largo de los años.
Y sin embargo muchas mujeres lo hacen por sus madres durante su niñez:
inconscientemente tomar la decisión de no abandonar o traicionar a sus
madres por perseguir sus sueños. Al volverse “demasiado exitosas,
demasiado inteligentes o demasiado a aventureras”.
Esta decisión infantil se hace desde el amor, la lealtad y una necesidad real
de aprobación y apoyo emocional de la madre. Aún las relaciones entre
madre e hija más sanas, apoyadoras y amorosas se llevan con algún grado
de esta dinámica por simplemente ser mujeres en esta sociedad.
El costo de no sanar la Herida de la Madre es indefinidamente vivir tu vida
con:
Una sensación vaga y persistente de “hay algo mal conmigo”.
No vivir tu potencial por miedo al fracaso o a la desaprobación.
Tener límites débiles y un sentido poco claro de quién eres.
No sentirte capaz ni merecedora de crear esa vida que anhelas.
No sentirte segura para tomar tu espacio y hablar tu verdad.
Acomodar tu vida para no “hacer olas”.
Auto sabotearte cuando te acercas al resultado deseado.
Inconscientemente vivir esperando el permiso o la aprobación de mamá
para reclamar tu propia vida.
Nuestra madre solo podía amarnos de la manera que podía amarse a ella
misma. Nosotras aprendimos a tratarnos de la misma manera que nuestra
madre se trató a ella misma, forma que replicó en nosotras.
Nuestra tarea como mujeres es transformar esa madre interna creada a
partir de nuestra madre biológica.
Hoy podemos convertirnos en la Madre que hubiéramos necesitado y así
cuidar y sanar a nuestra Niña Interior.
SANAR A LA MADRE INTERNA (NUESTRO JUEZ INTERIOR)
Uno de los factores más fuertes que hoy nos mantienen ligadas a la
creencia que somos mujeres inadecuadas, incapaces, nunca suficientes es
nuestro JUEZ INTERNO. Este es el otro lado de la vergüenza. Y está allí para
asegurarse que sigamos los estándares, lineamientos, reglas de nuestros
condicionamientos, especialmente de esos que tomamos de MAMÁ.
Cuando no lo hacemos, nos llena de miedo y culpa. Esta energía que empuja
llega en la forma de voces internas, que pueden ser verbales o simplemente
energéticas. Nunca es suficiente a los ojos de este juez interno
Para desarrollar una voz interna saludable, la “guía interna” necesitamos
reglas flexibles, estándares razonables que estén en tono con quien somos
como individuos, valores basados en el amor, límites firmes pero amorosos
y un apoyo contante para aprender a confiar en nosotras. Muy pocas
tuvimos esto, pero podemos empezar a dárnoslo a nosotras.
“La Herida Materna no es algo que nos deba avergonzar o que necesitemos
evadir. Es una puerta a nuestro poder y potencial totales. No es
ultimadamente acerca de tu madre. Es acerca de abrazar tu Ser y tus dones
sin vergüenza” Bethany Webster.

Es muy importante tener una buena relación con tu mamá, ya que esto fortalece los
lazos afectivos y mejora la salud emocional de la familia. El primer punto que hay
que entender para sanar la relación madre-hijo, es que ser madre no es una tarea fácil
y no hay que juzgarlas a la ligera si han cometido errores.
Recordemos que ninguna madre hace daño as u hijo por hacerle daño, solamente dá
lo que tiene y hace lo que sabe hacer, pues repite los patrones que ha aprendido de
generaciones atrás.
SANAR LA HERIDA DE MAMÁ. Dìa 2


 La relación con mamá influye en muchas esferas de tu vida,
que van desde la percepción de tu cuerpo hasta tu pareja y tu
economía.
 Por ello, sanar la relación con el vínculo materno NOS permiirá
que avancemos y abramos a nuevas posibilidades de vida.

Si cada uno de nosotras pudiera ver la importancia de tomar verdaderamente y


con amor la energía de mamá y papá y todo lo que está relacionado con ella,
podríamos abrirnos a las múltiples posibilidades.

Mamá representa la vida y el éxito de la misma, porque para nuestro sistema


familiar es una victoria que la vida continúe generación tras generación; permitir
que evolucionemos es un acto de amor puro.
Tu cuerpo representa a mamá, porque mientras crecías en su vientre te sostuvo,
ustedes eran uno mismo, qué tan cómodo te sientas con tu cuerpo y cómo lo
aprecias es igual a la comodidad que sientes hacia tu madre.

Las cosas que no te gustan de tu cuerpo representan las dificultades que tienes
para vincularte con mamá.

La relación entre la economía y mamá

Muchas veces creemos que la parte del dinero


viene de papá pero no siempre es así

Mientras estuviste en el vientre materno tenías todo lo necesario para vivir, todo
te llegaba sin esfuerzo y era más que suficiente, mamá te proporcionaba todo
hasta el día que naciste. Por ello tu relación con el dinero está también ligada a tu
lazo con tu madre.

Al nacer todo cambia, dependes de más personas para vivir, tener seguridad y
protección; si agradeces y reconoces que durante tu gestación tuviste todo, este
simple hecho te lleva a asimilar que ahora también tienes todo para sobrevivir,
por el simple hecho de estar vivo.

llega a suceder cuando la madre ocupa arquetípicamentte e lugar del padre o es


madre soltera y no nos deja reconocer la importancia del padre o de los hombres
en general y nos dicen “ No se necesita de un hombre para consguir un éxitos” o
“mientras me tengas a mi nada te faltará porque yo soy tu papà y tu mamà” y
aprendemos ave ver que mamá es la ching…. Heroína de nuestra vida y no
aceptamos ese programa y no voltamos a ver a papá y no le damos la importancia
de lo que esta figura representa en nuestra vida.

Al comprender esto te abres a todas las posibilidades que nuestra madre tierra,
nuestra madre simbólica nos proporciona todo lo que necesitamos, pero no desde
la carencia, sino desde la suficiencia y el merecimiento.

La relación entre tu pareja y mamá


Las relaciones de pareja también van de la mano con el lazo materno, ya que fue
mamá quien decidió tomar la parte masculina en ella para darte vida, tu vida.

Si tu madre hubiera rechazado esta acción, no estarías aquí ni leyendo ni


contando ninguna historia. La mujer que se convierte en madre es la encargada
de que la vida siga en un ciclo continuo.

Sin embargo, la relación de pareja requiere mucho más que entender su vínculo
con el lado materno.

Un primer paso a dar es reconocer el acto de mamá, movimiento de apertura y


toma de tu padre y si asientes esto estás haciéndolo por ti y por él/ella también.
Te estás abriendo a la posibilidad de vivir en pareja, sin importar tu género, el
movimiento es el mismo.

Por ejemplo, si estás en desacuerdo con la relación pasada y presente entre tus
padres o si entre ellos hay discordia y tomas partido por alguno de los dos, te
estás negando ese movimiento que te dio la vida y te estás negando a ti mismo
ese movimiento.

Cuando desconoces el movimiento de tu madre, se refleja en tus relaciones de


pareja.

Y eso tambièn sucede cuando en lo que vimos o conocemos en nuestro sistema


de familia la madre y el padre no ocupan su lugar, es decir pueden permanecer
juntos pero la madre realiza u ocupa el lugar que debe tener el arquetipo paterno
es decir toma el control, la orgnización, provee, resuelve y el padre solo es el
apoyo o la figura que simplemente está
La madre es nuestro primer y más importante vínculo con la vida misma, provee la
nutrición en nuestro desarrollo en su vientre esos 9 meses, aproximadamente, y nos
enseñó a tomar las provisiones para la vida. Representa las herramientas que
tendremos para enfrentar la vida. Recibimos de ella la energía vital y conforme haya
sido esa energía nos sentiremos aquí y ahora. Una persona que está siempre enojada,
en el fondo desde el inconsciente, posiblemente es con la madre y usamos
expresiones como: “está enojado con la vida o está en guerra con la vida” y la madre
representa la vida. Algunas emociones no saludables y enfermedades son el reflejo
por no estar en balance con esa energía, es estar discordantes con la energía de vida
por la falta de la madre, es decir, no estar nutrido emocionalmente.
 Por otro lado, también de la madre, viene la relación que mantenemos con nuestro
cuerpo físico, con el mundo, con la comida y con otras relaciones. La madre al
alimentarnos no solo lo hizo para nuestro crecimiento, sino también, para nuestro
futuro nutrimento para enfrentar la vida misma. Si en nuestra infancia no nos
sentimos prósperos emocionalmente con nuestra madre, será igual en nuestra vida
adulta con el mundo. 
 Algo importante a considerar, si nuestra madre no fue próspera sino por el
contrario, carente de nutrimento emocional hacia nosotros, seguramente es, porque
ella también tuvo esa carencia de su madre. No podía entregar lo que a ella también
le fue negado. “Damos lo que tenemos”. Por consiguiente, si yo no fui cuidado de
una manera apropiada por mi madre donde las necesidades afectivas y emocionales
fueran cubiertas, difícilmente yo podré darle eso a mis hijos. 
 Cuando no tomamos la energía vital representada de la madre, guardamos
memorias de dolor, de carencia, de desbalance en las relaciones, de abandono y
desamor. Hoy es un buen día para sanar esa energía para nuestro propio bienestar y
de nuestros hijos (si es que los tenemos o vamos a tener). Es dejar de quedarse
viendo al pasado, esperando esa energía y nosotros mismos, conscientemente, crear
una cadena de nutrición, sanando y recuperando la fortaleza y el amor a la vida,
liberando reproches, culpas, críticas a nuestra madre. 
Hoy te comparto una carta para sanar la energía femenina de nuestra madre.
Recomendaciones: escríbela a mano, en un lugar tranquilo donde no te vayan a
interrumpir. Puedes poner música que te dé paz y tranquilidad. Prender una vela o
incienso, o poner algo con un aroma que te agrade y ahora si, ¡a escribir se ha dicho!
“Yo ___________________ (tu nombre completo) te escribo a ti:
___________________ (nombre de tu madre) para sanar nuestra relación.
A partir de hoy no te juzgaré, ni criticaré, ni recriminaré tus acciones. En su
momento hiciste lo que tenías que hacer y hoy comprendo que nadie te enseñó a ser
mamá. Hoy tomo las riendas de mi vida y me responsabilizo por ella.
Te doy gracias por darme la vida, por llevarme en tu vientre, por darme ese espacio
por 9 meses, por darme la bienvenida a este mundo y en especial, por dejarme ser tu
hija. 
Hoy puedo darme cuenta que tú eres la mamá que tenías que ser, para que yo
trabajara y sanara a ese niño(a) herido que he tenido en mí por tantos años. Hoy
entiendo que ya es el momento de hacerme cargo de el y te libero a ti de esa carga
que te he impuesto de curar y rescatarla. 
 Perdóname por no saber ver que tú también tienes tus miedos y tus propias heridas
emocionales y por creer que solo se trataba de ti, cuando también se trataba de mí.
Discúlpame por la parte de la historia que a mí me corresponde y no
responsabilizarme de ello.
 Te pido perdón si me quise ir de tu vida, si me fui, si te lastimé, por no querer saber
de ti, por olvidarte, por no estar para ti pero sobretodo por no honrarte, ni amarte lo
suficiente. 
 Te agradezco por las experiencias, los recuerdos, las risas, las lágrimas, las caricias
y también por lo que no hubo, todo eso es parte de lo que soy hoy. Con ello y sin
ello me han formado y forjado para repetir o para corregir en mi propia vida. 
 Hoy es el momento perfecto para soltar, para decir, para escribir, para llorar, para
gritar, para callar, para recordar y para olvidar, porque hoy sé que es el momento de
amarte, porque en ese amor está implícito el amor que me debo a mí, al respetarte
me respeto a mí y al comprometerme contigo lo hago conmigo. 
Hoy decido vivir la vida que merezco, que requiero y que deseo, porque hoy es el
día perfecto, ni ayer ni mañana solo HOY. 
 Hoy decido conscientemente sanar contigo para poder vivir mi propia vida en amor
y armonía. Hoy suelto el dolor y abro mi corazón para recibir amor y me declaro
libre para crecer, evolucionar y reconciliarme conmigo mismo y contigo. Sé que el
amor habita en mí por lo que ahora sé que yo soy suficiente y dejo de buscar
aprobación externamente y reconocimiento. A partir de hoy dejo de buscar agradar a
todo mundo, a ser lo que “debo ser”, en ponerme al último y no voy a permitir
abusos y sufrir por los demás. 
 Cada día trabajo internamente para aceptarte en mi corazón con tus virtudes y
defectos, sin expectativas, sin esperar que cambies, ni que te des cuenta, ni que lo
reconozcas, pues esa es la verdadera libertad en mí.
 Hoy me hago cargo de esa niña(o) interno para cuidar y amar. Para darle
protección, cariño, armonía, paz, tranquilidad, ganas de vivir. 
Gracias mamá por haberme dado la vida y te perdono. Hoy comprendo que nadie te
enseñó a amar, nadie te enseñó a ser mamá. Te entrego tu forma de ser, actuar,
hablar y pensar. Tuviste tus razones para hacer lo que hiciste y por eso no te juzgo,
pues así te enseñaron y así aprendiste. Te perdono mamá, te perdono. Hoy te entrego
lo que es tuyo y que no me corresponde, para quedarme solo con lo que es mío, y
puedes quedarte con tus propias cargas porque sé que tú puedes con todas las
situaciones que has elegido en tu vida.
 Decido estar en paz contigo, porque así estaré en paz conmigo, yo soy paz en ti y en
mí. Yo decido honrar tu vida tal y como fue, porque así honro la mía tal y como es.
Hago una reverencia a tu esencia, porque igual lo hago con la mía. Te respeto tal y
como eres, gracias por darme la vida y libero el seguir con la culpa, el desamor, el
reproche. 
 Elijo la felicidad, el amor propio, y disfrutar la vida al máximo, y te pido permiso
para cambiar lo que considere necesario para cambiar el rumbo y tomar mis propias
decisiones para nuestro más alto bien. Me amo con todo mi corazón y disfruto
inmensamente vivir. “
 Al terminar de escribir la carta ahora la leerás en voz alta y si se puede frente a la
foto de tu mamá, quizás una donde estés tu de niña con ella. Al terminar de leerla la
quemarás con la flama de vela que pusiste e imagina mientras la vez quemarse que
esa flama transmuta, transformando todas las emociones negativas y como surge
dentro de ti amor propio, respeto, fortaleza y una inmensa paz de soltar todo aquello.
Una vez que sean cenizas vas a llevarla y esparcirlas o enterrarlas junto a un árbol en
representación de tu árbol genealógico y mientras lo haces te repites en tu mente
“entierro o esparzo todo este dolor para que sea sanado y liberado”
Es muy importante tener una buena relación con tu mamá, ya que esto fortalece los
lazos afectivos y mejora la salud emocional de la familia. El primer punto que hay
que entender para sanar la relación madre-hijo, es que ser madre no es una tarea fácil
y no hay que juzgarlas a la ligera si han cometido errores.
Para mejorar tu relación, te damos las siguientes recomendaciones.
Respeto: El respeto por tu mamá siempre debe ser una prioridad, respeta su espacio,
tiempo, gustos y preferencias. Si eres madre, empieza por respetarte a ti misma, es
más fácil que te respeten cuando tú misma lo haces.
Olvida: Tu mamá es la persona con la que más historia tienes, esto significa que
ambos conocen su vida, sus aciertos y errores. Cuando hay una discusión, se
conectan cosas del pasado que se suelen sacar en el momento para defenderse, lo
que se traduce en reproches innecesarios. Evita estas situaciones tratando de no
sacar cosas del pasado, respira y piensa antes de hablar. Enfócate a la situación
actual y no mezcles cosas.
Dile que la quieres: Pocas veces se expresa este sentimiento hacia la madre. Está
tan cerca que se da por hecho que ella lo sabe, pero hay que decírselo porque a ella
le gusta escucharlo. Dile cosas bonitas como que bien te ves hoy, que rico cocinas o
me gusta platicar contigo. Abrázala, bésala, consiéntela.
Piensa en positivo: “La energía fluye donde está tu atención” es un proverbio
hawaiano, así que enfócate en las cosas positivas de tu mamá y verás que te conectas
mejor con ella.
Cambia: Siempre se exigen cambios a los demás, para lograrlo tienes que cambiar
primero tú. Cuando haces cambios en alguna conducta, éstos tienen efectos en las
personas a tu alrededor. Si llevas a cabo alguno de estos cambios vas a ver respuesta
en tu madre indudablemente.
No juzgues a nadie hasta haber caminado una milla en sus zapatos. Tanto si eres la
madre o la hija, trata de entender que ambas provienen de distintas generaciones y
tienen que enfrentar distintas circunstancias y problemas. No temas en ser la primera
en acercarse y tratar de resolver el conflicto.
No cierres la comunicación. Incluso en las buenas relaciones, muchas veces
asumimos que la otra persona sabe lo que pensamos o sentimos, cuando en realidad
no es así. Ni madres ni hijos pueden leerse la mente. Sé claro y di lo que piensas,
para evitar malos entendidos. No olvides la importancia de saber escuchar.
No ocultes resentimientos y trata de resolverlos lo más pronto posible. Cuando
callamos, albergamos resentimientos que con el tiempo, sólo crecen y empeoran la
situación. Elige tus batallas y aprende a perdonar. Recuerda la analogía de Buda,
cuando decía que negarse a perdonar es como esconder una brasa encendida en el
puño de la mano, para arrojársela al enemigo. La única que se quema eres tú.
Sé realista. Muchas veces esperamos que nuestra madre sea “Súper Mamá”, y que
jamás se enferme, dude o cometa errores. Como madres, quieren que sus hijos
puedan hacer todo aquello que ellas no pudieron, y caen en la trampa de que nada de
lo que hacen les parezca suficiente.
Respeto, límites e individualidad. Una buena relación entre madre e hijo no
implica que los dos estén de acuerdo en todo. Cada individuo tiene su punto de vista
y no es necesario pensar igual para estar juntos. Si sabes que a tu madre, o a tu hijo,
no le gustan ciertas cosas, no trates de imponérselas.
 
Es muy importante tener una buena relación con tu mamá, ya que esto fortalece los
lazos afectivos y mejora la salud emocional de la familia. El primer punto que hay
que entender para sanar la relación madre-hijo, es que ser madre no es una tarea fácil
y no hay que juzgarlas a la ligera si han cometido errores.
Para mejorar tu relación, te damos las siguientes recomendaciones.
Respeto: El respeto por tu mamá siempre debe ser una prioridad, respeta su espacio,
tiempo, gustos y preferencias. Si eres madre, empieza por respetarte a ti misma, es
más fácil que te respeten cuando tú misma lo haces.
Olvida: Tu mamá es la persona con la que más historia tienes, esto significa que
ambos conocen su vida, sus aciertos y errores. Cuando hay una discusión, se
conectan cosas del pasado que se suelen sacar en el momento para defenderse, lo
que se traduce en reproches innecesarios. Evita estas situaciones tratando de no
sacar cosas del pasado, respira y piensa antes de hablar. Enfócate a la situación
actual y no mezcles cosas.
Dile que la quieres: Pocas veces se expresa este sentimiento hacia la madre. Está
tan cerca que se da por hecho que ella lo sabe, pero hay que decírselo porque a ella
le gusta escucharlo. Dile cosas bonitas como que bien te ves hoy, que rico cocinas o
me gusta platicar contigo. Abrázala, bésala, consiéntela.
Piensa en positivo: “La energía fluye donde está tu atención” es un proverbio
hawaiano, así que enfócate en las cosas positivas de tu mamá y verás que te conectas
mejor con ella.
Cambia: Siempre se exigen cambios a los demás, para lograrlo tienes que cambiar
primero tú. Cuando haces cambios en alguna conducta, éstos tienen efectos en las
personas a tu alrededor. Si llevas a cabo alguno de estos cambios vas a ver respuesta
en tu madre indudablemente.
No juzgues a nadie hasta haber caminado una milla en sus zapatos. Tanto si eres la
madre o la hija, trata de entender que ambas provienen de distintas generaciones y
tienen que enfrentar distintas circunstancias y problemas. No temas en ser la primera
en acercarse y tratar de resolver el conflicto.
No cierres la comunicación. Incluso en las buenas relaciones, muchas veces
asumimos que la otra persona sabe lo que pensamos o sentimos, cuando en realidad
no es así. Ni madres ni hijos pueden leerse la mente. Sé claro y di lo que piensas,
para evitar malos entendidos. No olvides la importancia de saber escuchar.
No ocultes resentimientos y trata de resolverlos lo más pronto posible. Cuando
callamos, albergamos resentimientos que con el tiempo, sólo crecen y empeoran la
situación. Elige tus batallas y aprende a perdonar. Recuerda la analogía de Buda,
cuando decía que negarse a perdonar es como esconder una brasa encendida en el
puño de la mano, para arrojársela al enemigo. La única que se quema eres tú.
Sé realista. Muchas veces esperamos que nuestra madre sea “Súper Mamá”, y que
jamás se enferme, dude o cometa errores. Como madres, quieren que sus hijos
puedan hacer todo aquello que ellas no pudieron, y caen en la trampa de que nada de
lo que hacen les parezca suficiente.
Respeto, límites e individualidad. Una buena relación entre madre e hijo no
implica que los dos estén de acuerdo en todo. Cada individuo tiene su punto de vista
y no es necesario pensar igual para estar juntos. Si sabes que a tu madre, o a tu hijo,
no le gustan ciertas cosas, no trates de imponérselas.
 

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