El P de L no es uniforme, pueden diferenciarse 2 subperíodos cuyo cambio
se sitúa alrededor de los 8 años cuando el pensamiento consolida una mayor autonomía respecto a las experiencias y percepciones, volviéndose más abstracto y con capacidad para operar lógicamente:
Latencia Temprana (6-8 años)
- La nueva organización psíq no está consolidada, el nuevo funcionamiento es precario y frágil. El control sobre los impulsos es inestable. Es frecuente la emergencia de angustia y la necesidad de presencia del adulto como reaseguro afectivo. - Los niños muestran conductas de postergación y control de la satisf de los impulsos, que se centrarán principalmente en intentar controlar la motricidad. - La actividad motriz también permite el incremento de la capacidad para hacer prueba de realidad, facilitando el aprendizaje por la experiencia. Ésta se despliega en el marco de juegos reglados y actividades deportivas que la regulan y evitan los desbordes. - El niño es ambivalente frente a mandatos del Sy. Imposibilidad para determinar si los imperativos categóricos provienen de una voz interior o exterior. Se observan conductas ambivalentes que van desde obediencia complaciente hasta rebeldía culposa.
Latencia Tardía (8-12 años)
- Se plasman las características propias del P de L. - Mayor equilibrio y estabilidad de las instancias psiq: se consolida el Yo y el Sy, ejerciendo un control más eficaz y autónomo sobre los impulsos. El Sy se afianza como instancia interior fortaleciéndose del abandono de las investiduras libidinales y su sustitución por identificaciones. - Los niños se vuelven más autocríticos y su autoestima más vulnerable ya que empiezan a verse en forma más realista. Se evalúan comparando sus habilidades y logros con los de los demás. El equilibrio narcisista es mantenido en forma más o menos independiente de las figuras parentales y con una cierta dependencia de la aprobación del grupo de pares. - Adquieren una perspectiva de sí mismos más integrada al reconocer y diferenciar los roles que desempeñan en distintos espacios sociales afianzando un sentido de identidad. - Separan su pensamiento racional y su fantasía, la conducta pública y la privada. - Mayor autonomía y procesos complejos de reflexión por el abandono del egocentrismo. - Aparecen nuevos sentimientos morales (honestidad justicia) y una organización de la voluntad. - El equilibrio afectivo se hace más estable y se atenúan las ambivalencias.