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DROGADICCION

UN DECIR QUE NO SE SABE

Dr. Lino Díaz Barriga Salgado

En este escrito que es una reflexión sobre la dependencia a sustancias, se ha optado por
considerar que la adicción es un síntoma expresivo resultante de los avatares en la
historia personal del sujeto. En el contexto psicoanalítico el síntoma tiene su origen en
los primeros momentos vivenciales, que posteriormente influirán de manera decisiva en
la estructura de la personalidad.

Esta manifestación clínica se vincula con etapas de desarrollo claramente definidas


entre las que destaca el Complejo de Destete, el Estadio del Espejo, el Complejo de
Edipo y los rasgos narcisistas; también señala la adquisición del lenguaje, acción que se
realiza a partir del exterior; es decir, hacer propio un discurso ajeno que se enlaza
paulatinamente al conjunto de los procesos inconcientes.

Con objeto de precisar este línea deductiva, y a pesar de que muchos teóricos
(Khantzian) consideran que se ha otorgado un énfasis excesivo a la gratificación
libidinal para dar cuenta del uso de sustancias y para explicar el significado simbólico
de la droga, conviene efectuar algunas consideraciones.

El psicoanálisis entendido como técnica de conocimiento del hombre, tiene como


objetivo promover que el sujeto emita su discurso inconciente a través del lenguaje,
porque ¿no es acaso desde el orden inconciente donde toda significación se remonta a su
origen más distante?

Para comprender que el uso cotidiano de la droga constituye un ejemplo de la


compulsión a la repetición y que reitera a nuestra escucha la acción repetitiva de
constatar la ausencia del objeto deseado, es necesario profundizar en el análisis del
inconciente. Esta actividad permite entonces acceder a la comprensión de lo que el
drogadicto no sabe de sí mismo.

INCONCIENTE Y LINGÜÍSTICA

En la Interpretación de los sueños Freud nos dice que es posible descifrar y comprender
los sueños a la manera en que se descifraron los jeroglíficos egipcios. En la función de
la escritura se reproduce el empleo fonético de los elementos significantes de un texto
de ahí se deduce que el sueño tiene la estructura de una frase en la que el texto del sueño
no es otra cosa sino un material verbal, factible de ser interpretado durante el relato por
la forma en que se describe el contenido y por la frecuencia y peso que el soñante otorga
a ciertas palabras.

El sueño tiene entonces un lenguaje propio articulado a partir de restos diurnos que se
manifiestan como imágenes simbólicas desnudas, ininteligibles al soñante y al que
escucha, si no se conocen los elementos estructurales que lo conforman.
La dimensión del lenguaje oculta al sujeto de sí mismo en la verdad de su deseo, pero a
la vez, el Ello habla de este deseo sin que el sujeto lo sepa. La aportación lacaniana de
que “El inconciente está estructurado como un lenguaje”, se sustenta en una semejanza
estructural de la dinámica del inconciente y algunos procesos de lenguaje. La estructura
del inconciente es idéntica a la organización de una misma categoría de elementos, pero
debemos precisar que no es idéntica al lenguaje, significando con ello, que es posible
simbolizar todas las relaciones que puedan darse en el conjunto.

A partir de estos comentarios se puede decir que la interpretación de los sueños destaca
sin duda alguna el material lingüístico.

Conviene entonces, efectuar algunos comentarios sobre la manera en que Lacan plantea
la estructuración de la personalidad y como, durante este proceso, se instaura el síntoma
de la drogadicción.

EL COMPLEJO DE DESTETE

El destete es el complejo más primitivo del desarrollo psíquico y se encuentra


determinado por factores culturales. Es radicalmente diferente del instinto, pero se
asemeja a él en dos aspectos:

1) Por su carácter general en la especie humana y,

2) Porque representa en el psiquismo una función biológica ejemplificada por el periodo


de la lactancia.

El destete se encuentra condicionado por la regulación cultural, pero aún así, es a


menudo un trauma psíquico cuyos efectos se manifiestan en cuadros nosológicos como
la anorexia, drogadicción, fobias, etc.

El destete deja en el ser humano la huella permanente de una relación que se


interrumpe, y se acompaña de una primera crisis que no puede ser atribuída siquiera a
un Yo rudimentario. Se presentan así dos situaciones extremas: aceptación y rechazo,
polos opuestos y coexistentes, que en las crisis del desarrollo posterior determinan una
actitud ambivalente que Lacan denomina ambivalencia primordial.

En esta etapa el niño está comprometido con la satisfacción de sus necesidades de la


primera edad y con la ambivalencia típica de las relaciones mentales que se empiezan a
bosquejar; esta situación se expresa en la nostalgia del seno nutricio que no es otra cosa
sino el abrazo materno de esta fusión primaria.

El complejo de destete explica como se relaciona la imago materna con las


profundidades del psiquismo y la dificultad que experimenta el niño para sublimarla,
hecho que se comprueba por el apego del niño a las faldas de la madre y la duración, a
veces anacrónica y patológica de este vínculo. En la medida en que esta imago no sea
sublimada, se convertirá en un abandono ante la muerte que se revela en los suicidios no
violentos, en la adicción a sustancias, en la huelga de hambre, en la anorexia mental y
en la apatía por la salud y la vida.
Es imposible negar que el niño tenga un conocimiento precoz de la función que tiene la
presencia materna. En Totem y Tabú, y Duelo y melancolía (1912 y 1915), Freud
comenta que el sujeto se identifica de un modo oral con el objeto perdido. Que la
imagen de la madre constituya un factor sobresaliente, se demuestra por el papel que
juega la identificación como componente fundamental para la estructuración de la
personalidad.

En el capítulo VII de Psicología de las masas y análisis del Yo (1921), Freud distingue
tres modos de identificación:

1. Como forma originaria del lazo afectivo con el objeto. Se trata de una identificación
preedípica marcada por la relación canibalística (oral), que desde un principio es
ambivalente ante las figuras parentales que son a la vez objeto de amor y rivalidad.

2. Como sustituto regresivo de una elección objetal abandonada. En ausencia de toda


catexis sexual del otro, el sujeto puede identificarse a este en la medida en que
compartan un elemento en común, por ejemplo, el deseo de ser amado.

3. Indica también, que en ciertos casos la identificación afecta no al conjunto del objeto,
sino a un rasgo único.

ESTADIO DEL ESPEJO

Lacan propone en 1936 una teoría de la identificación que designa Estadio del espejo y
abarca de los 6 a los 18 meses de edad. Lo que el estadio del espejo pone en evidencia
en el niño que aún no habla, es el nacimiento del Yo por identificación con la imagen
del semejante; de él proviene la estructura narcisística del amor: lo que amo en el otro es
lo que ahí veo de mi propio yo, anticipado, preformado en su estatuto de imago.

Esta etapa se ordena sobre una experiencia de identificación en la que el niño realiza la
conquista de una imagen de su propio cuerpo. Este momento, que Lacan llama
identificación primordial, va a promover la estructuración del yo, poniendo término a
esa vivencia psíquica particular del cuerpo fragmentado; esta experiencia se organiza en
tres tiempos:

1. La confusión entre uno mismo y el otro; es como si el niño percibiera la imagen de su


cuerpo como la imagen de un ser real al que intenta acercarse o atrapar (ideal del yo)

2. El niño descubre que el otro en el espejo no es un ser real sino una imagen. Ya no
intenta atraparla y sabe distinguir la imagen del otro, de la realidad del otro.

3. El tercer tiempo resume las experiencias de los dos anteriores: Adquiere la


convicción de que se trata solo de una imagen que no es la suya.

La imagen del cuerpo es entonces estructurante para la identidad del sujeto, que realiza
en ella su identificación primordial.

Lo que el niño mira en la imagen reflejada en el espejo, es tan solo el reflejo de la forma
humana que ha aprehendido por un mecanismo de imitación en el que se pone en juego
la mímica y la ecopraxia (imitación involuntaria y sin sentido de los movimientos de
otra persona).

La función del estadio del espejo nos revela el caso particular de la imago, que consiste
en establecer una relación del organismo con su realidad. Como se ha dicho en otras
partes, de su mundo interno con su mundo externo.

Al término de esta etapa, y a través de la identificación con la imago del semejante y del
drama de los celos, se manifiesta la angustia de separación, que corresponde al
momento en que la madre no está al alcance de la vista del niño o a su disposición. Esta
observación fue realizada por Freud a propósito del juego infantil como una
manifestación del aparato anímico.

La madre se fue, Aquí está la droga

En Más allá del principio de placer (1915), Freud describe el juego autocreado de un
niño de año y medio de edad, quien apenas podía pronunciar algunas palabras, pero que
"no lloraba cuando su madre lo abandonaba durante horas".

"A pesar de que la madre lo había amamantado, lo había criado y cuidado ella misma, el
niño exhibía el hábito molesto en ocasiones, de arrojar lejos de sí a un rincón o debajo
de la cama, todos los pequeños objetos que hallaba a su alcance" […] "al aventar los
juguetes el niño profería, con expresión de interés y satisfacción, un fuerte y prolongado
o-o-o-o (Fort) que según el juicio coincidente de la madre […] no era una interjección,
sino que significaba se fue".

Freud comenta que el objetivo lúdico consistía en jugar a aventar los juguetes, que
atados a una cuerda y al desaparecer de su mirada, "se iban" y en ese momento
pronunciaba su significativo o-o-o-o y después, tirando de la cuerda, "aparecían",
momento en que emitía un amistoso Da [aquí está].

La interpretación del juego consiste en admitir sin protestas, el efecto displacentero de


la partida de la madre; así, el acto de arrojar el objeto para que se vaya, corresponde a la
satisfacción de un impulso agresivo para vengarse de la madre por su partida,
significando con ello una frase no pronunciada que querría decir "si te vas" vete pues,
no te necesito, yo mismo te hecho.

La segunda parte del juego, el Da [aquí está], corresponde al momento de mayor placer,
que a manera de construcción de una frase y como posibilidad de interpretar el discurso,
Fort Da sería equivalente al siguiente enunciado: si te vas, vete pues, no te necesito, yo
mismo te hecho, en tanto que, también yo mismo puedo hacer que regreses.

Como podemos observar, la tendencia al dominio del principio de placer se ve


contrariada por diferentes medios y vías de elaboración anímica para convertir la
experiencias dolorosas o displacenteras, en objeto de recuerdo inconciente a través de la
represión.

Este juego, también pone de manifiesto la compulsión a la repetición, que no es otra


cosa sino la puesta en práctica de lo reprimido; es decir, el impulso agresivo del juego
como vivencia actual: madre, si te vas, vete, y también, una posibilidad placentera a
través de la sustitución del objeto original: yo mismo puedo hacer que regreses, aquí
está la droga.

La experiencia primaria de pérdida de amor del objeto amado y el fracaso ante el deseo
de posesión absoluta, dejan en el sujeto un sentimiento de nostalgia, de melancolía, de
daño a la omnipotencia infantil que tiene como secuela una ruptura que choca con la
realidad, una cicatriz narcisista del deseo infantil que en la vida adulta no tiene
posibilidad alguna de ser satisfecho.

Estas experiencias no dan cuenta, según algunos autores, de la etiopatogenia de las


adicciones y han terminado por ser desechadas ante la premura de obtener "resultados
exitosos" en el corto plazo.

San Agustín, considerado por muchos expertos como el precursor de la psicología


infantil, escribe entre los años 397 y 401, un libro asombroso: Las Confesiones. En este
autoanálisis, libro I, capítulo VII, escribe: ¿Cuáles podían ser mis pecados [de la
infancia]? Acaso que buscaba con ansia y con llanto el pecho de mi madre […] ? "Es
posible que en aquella temprana edad no estuviera tan mal el que yo pidiera llorando
cosas que me dañarían si me las dieran; ni que me indignara contra aquellas personas
maduras y prudentes, y contra mis propios padres porque no se doblegaran al imperio de
mi voluntad; y esto, hasta el punto de quererlas yo golpear y dañar según mis débiles
fuerzas, por no rendirme una obediencia que me habría perjudicado"

Prosigue la cita. "Por lo cual puede pensarse que un niño es siempre inocente si se
considera la debilidad de sus fuerzas, pero no necesariamente si se mira la experiencia
de su ánimo. Tengo la experiencia de un niño que conocí: no podía aún hablar, pero se
ponía pálido y miraba con torvos ojos a un hermano de leche"

La observación y reconocimiento de esta experiencia infantil ¿no prefigura acaso las


conceptualizaciones teóricas planteadas por Freud en Más allá del principio de placer
sobre la angustia de separación, y en San Agustín lo que se denomina el drama de los
celos?

Quince siglos mas tarde Lacan retoma esta cita en varios escritos: Los complejos
familiares (1938); A propósito de la causalidad psíquica (1946); La agresividad en
psicoanálisis (1948); Algunas reflexiones sobre el ego (1951); El deseo y su
interpretación (1959); La identificación (1962); Los cuatro conceptos fundamentales del
psicoanálisis (1964); y en su seminario Aún (1973).

Esta cita destaca también el acto de la mirada: el objeto que se mira y la medida en que
este acto se inscribe como falta en el campo de lo visible; esto es los que San Agustín
esclarece al describir esa "palidez mortal"; el punto de nacimiento del deseo. Este es el
verdadero sentido de la temática del objeto perdido y jamás vuelto a recuperar; ahí se
encuentra el sentido y la función de la frustración.

A su vez, el Complejo de Edipo se manifiesta en la experiencia clínica por diversas


manifestaciones somáticas y por participar en la construcción del sentimiento de
realidad, evidenciado por una función de poder que domina la celosa ambivalencia de
las primeras relaciones del niño con la madre. Esta crisis tiene repercusiones
fisiológicas. Lacan considera que "por muy puramente psicológica que sea en su resorte,
se puede considerar a "cierta dosis de Edipo" como poseedora de la eficacia humoral de
la absorción de un medicamento desensibilizador".

¿Cuál es entonces el deseo del adicto? ¿Cuál es la falta que pretende colmar a través de
la compulsión a la repetición? ¿Qué es lo que el drogadicto intenta decir a través de la
droga-dicción?

Drogadicto y drogadicción son dos términos que en su estructura y en su significado


llevan inscrita una forma de decir las cosas, de relatar la historia personal, de verbalizar
lo inconciente, lo que se dice y lo que se calla.

En síntesis, "La palabra no es signo, sino nudo de significación. […] Es una imagen del
sentido como sentido, que para descubrirse tiene que develarse", pero a pesar del eco de
su continua comunicación, de repetir en un discurso lo que le es ajeno y a la vez oscuro
e incoherente para quienes lo escuchan sin interpretar, va por la vida como Sosias el
esclavo de Anfitrión.

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Actualizado: Diciembre 2006

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