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La crisis capitalista en Uruguay

Como siempre habla acontecido, pero tal vez con mayor fuerza, el impacto de la crisis capitalista de 1929 se
constituyó en un formidable desafío a la creatividad de la sociedad uruguaya. La economía del país se encontraba ya en
crisis antes del crack neoyorquino. La fragilidad de nuestros principales sectores productivos, su extrema subordinación
a las oscilaciones del comercio externo. el acrecentamiento de la deuda externa entre otros, constituían rasgos
característicos de una situación comprometida sobre la que recaería el impacto de la crisis de 1929

Sin embargo. fue tal vez la misma debilidad de la implantación capitalista en el país la que llevó a que la crisis
tuviera -en términos comparativos con el resto de América Latina— consecuencias menos persistentes y desastrosas. En
este sentido. la mayoría de los indicadores de crisis evidenciaron inflexiones más tardías que en los países vecinos, sin
alcanzar las dimensiones catastróficas de lo ocurrido en otras parles del continente (Chile. Centroamérica, etc.). En su
pequeñez la economía uruguaya presentaba mayor flexibilidad a la hora de intentar una inserción alternativa en el
mercado mundial. que pudiera frenar o por lo menos atenuar la ola recesiva.
Pese a ello el impacto del crack capitalista puso al desnudo problemas estructurales de la economía uruguaya.
Como era de esperar la crisis «entró por la ventana» del comercio exterior el volumen global de las exportaciones e
importaciones cayó en 1933 en casi un 50% respecto a 1830, se redujeron de manera sensible las importaciones
estratégicas como las de bienes de capital (en particular equipo Industrial) y de combustibles , lo que junto a otros
indicadores (mermas en la recaudación por concepto de energía eléctrica o en las actividades de construcción) vino a
corroborar un descenso notorio del nivel de actividad. Una baja muy marcada en el valor del tradicionalmente fuerte
peso uruguayo constituyó —ademas de una conmoción pública—- otro reflejo Importante de la crisis en el país. En
julio de 1928 la moneda se encontraba casi a la paridad legal respecto a la libra esterlina y al dólar, para 1933 10 libras
valían 72.44 pesos y 10 dólares a 21.10 pesos
Los Indicadores de mayor impacto social también evidenciaron el agravamiento de viejos problemas La desocupación —una constante de «larga duración» en la economía uruguaya— creció en forma 'visible. alcanzando según cifras oficiales a mas de 40000 personas en
1933. fenómeno que fue acompañado —como en otros países latinoamericanos— por un aumento importante de la informalización de la economía y por medidas restrictivas a la inmigración. Tanto la mayoría de las fuentes documentales de época como los estudios posteriores muestran
un descenso importante en las condiciones de vida de la población, en particular de sus sectores populares.

Hacia 1935 Uruguay comenzó a experimentar una recuperación en su capacidad exportadora. reflejo en primer lugar de un mejoramiento relativo del contexto externo respecto a las relaciones de Intercambio del país con el mercado mundial. Sin embargo. como se verá el
retorno a la situación existente en los años de bonanza resultaba extremadamente dificultoso Las primeras medidas dispuestas para superar o al menos paliar la c risis económica indicaban cambios significativos. se aceptó primero y se estimuló después la desvalorización del peso, se
Implemento un mayor control en la comercialización de moneda extranjera, se dispuso transitoriamente la amortización de las deudas externa e Interna. se estableció una creciente limitación de Importaciones , se propuso un paquete de disposiciones de fomento de la agropecuaria
buscando revertir el estancamiento del sector. se re adecuaron las líneas de política crediticia a las nuevas condiciones reinantes entre otras medidas.

Con todo. no faltaron lineas de continuidad en las políticas públicas. A partir de un diagnóstico optimista que percibía a la c risis como una gran «oportunidad» para la emergencia de un nuevo Impulso reformista. el Batllismo pudo Implementar desde la nueva ecuación de
gobierno inaugurada en 1931 —pacto político mediante con una fracción del Partido Nacional—. una reanudación parcial de su programa de estatizaciones y de nacionalismo económico. La fundación de la Administración Nacional de Combustibles. Alcohol y Portland (la ANCAP.
que reconocía el influjo de la YPF argentina). de Inmediato hostigada por las grandes tras nacionales del petróleo y por los sectores empresariales locales. resulto al respecto la medida paradigmática de este «segundo» impulso reformista.

Claramente enfrentados con su visión de la coyuntura y con su modelo reformista para enfrentar la crisis, los partidos de derecha, las organizaciones empresariales —nucleadas institucionalmente en el llamado Comité de Vigilancia Económica— y el capital extranjero
interpusieron un vasto y generalmente contradictorio haz de propuestas. que sin embargo coincidían en el repudio enfático de la política gubernamental y en el reclamo unánime de un nuevo «Alto» a las reformas. En otro contexto las voces de la izquierda y otras alternativas quedaron
reducidas a posiciones claramente marginales.
La crisis venía a promover asimismo el surgimiento de un gran debate nacional donde aparecían enfrentadas tanto distintas percepciones de los problemas del país como muy divergentes propuestas de desarrollo.
Más allá del «ruido» creciente del enfrentamiento entre los grandes bloques en pugna, las discusiones de fondo no pudieron disimular la ausencia de proyectos verdaderamente novedosos y dotados de un margen razonable
de viabilidad. Entre la «restauración reformista» o la «restauración conservadora» no asomaba una supremacía clara y volvía a hacerse visible una auténtica c risis hegemónica en el país.

En medio de este cuadro los resultados de las elecciones de 1930 llevaron a la Presidencia de la República a Gabriel Terra un batllista heterodoxo asociado al ala derecha del reformismo y con vinculaciones
importantes con los grupos empresariales y los inversionistas extranjeros. Resistido muchas veces por Batlle. Terra había sabido esperar su tiempo y llegaba al gobierno con proyectos ambiciosos. Ya en 1931 pudo
observarse cómo las clases altas abrían primero una expectante «carta de crédito» al nuevo presidente, para luego pasar a la adhesión manifiesta a algunas medidas presidenciales que satisfacían sus requerimientos. Como
diría años después el líder socialista Emilio Frugoni: ya se veía en el presidente Terra la perspectiva de un futuro «dictador económico» (imagen que por otra parte le interesaba reforzar al propio presidente).

La caída del peso

En 1914 se derrumbó la libra esterlina y con ello, el sueño de la estabilidad monetaria; mientras tanto, debió decretar la inconversión en 1914, medida que se creyó en el régimen de la inconversión desde la guerra
europea

En este marco de inestabilidad sobrevino la caída sostenida del peso: de abril de 1930 a marzo de 1931 la moneda cayó en un 20% de abril a octubre de 1931, en un 60%. Frente al hecho. sin precedentes en la
historia del país, el Consejo Nacional de Administración, de mayoría batllista, impulsó la política de desvalorización monetaria que tendía, en primer lugar, a estimular la exportación de productos ganaderos y desestimulaba,
de paso, las importaciones que se encarecían. Las barreras arancelarias impuestas por ley de 1931 apuntaron en la misma dirección. El comercio importador y el diputado socialista, por diferentes razones, fueron contrarios a
las medidas. “un vencimiento en dólares significa a un comerciante dos veces y media más en nuestra moneda del valor efectivo contraído en la deuda”, consignaba un editorial de La Mañana de agosto de 1931 en defensa
del alto comercio importador. «Ya en mayo de 1929 -consigna Raúl Jacob- el diputado Emilio Frugoni había propuesto retornar a la libre conversión a oro para detener la baja de la moneda. La desvalorización monetaria se
fransformaría desde entonces en un fenómeno común para los uruguayos.

El pacto del Chinchulín

La mayoría batllista del Consejo Nacional de Administración selló, en 1931, un acuerdo con el Nacionalismo Independiente para paliar los costados más críticos de la crisis: caída del peso en un 60%, 30 000
desocupados, disminución de las exportaciones. El gobierno de entonces se aseguraba así, de antemano. un respaldo sólido para las medidas que tomaba, algunas de ellas ´impopulares´. como el aumento de la contribución
inmobiliaria o el impuesto a los sueldos del funcionariado público. La otra cara del pacto fue la política de cuotas a ser aplicada en la designación de los directo rios de entes autónomos (dos tercios a la mayoría colorada, el
resto a la minoría nacionalista) y el reparto de empleos que aquella supuso. El acuerdo fue denunciado como “pacto del Chinchulín” por Luis Alberto de Herrera, experto en señalar con apodos gráficos, disolventes. las
componendas en que su sector quedaba al margen. Cuando resultaba Incluido o promovía los pactos. El líder nacionalista ensayaría fórmulas más piadosas como la de la “Coincidencia patriótica” de 1948.

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