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CLASICOS DEL PENSAMIENTO CColeccién dirigida por Tacobo Murioz, ‘Trrutos pusuicaos Heeia la pa pep : perpetua, I, Kant, Edicién de Jacobo Mufioz. ‘Mend, Platén, Edicién de Serafin Vegas Gonzilez. “Elmalar en ta cutwe, S, Fred, Edicién de Mariano Rodeguee Gonadlez De tn pon h Coe Eisen de Eigeo Moy a itv A. Comte, Edicién Dirtenininis tages i vide, Ne de Uramane Edn de Aronia 'M, Lépet Molina, tratado sobre el gobierno, J, Los Bilin do able Lips Ale re en a onalidad de sus subjeiidad Cif rn ie G.W.R Hegel, Edicidn de {ie Encayos de J. Dewey, Edicién de La miseria: + pragmatismo, J. in “Rogel Mane Perna. Deena ai Be jot Ms Gonz Get, : jn de José Mt ‘Manifeso del partido comunista, K, Mare y B Engels. Edicién de Jacobo Mutioz, ‘tore aoa, Jot Orsay Case n de Jorge Novella Sudrez, Manadlile inp de Flan GN Lis Baicidn de Juli Vela Lae mecca ondulatoriay otros exit, Ewin Schabdinge. Edicion feJuan Arne. de Fle del re deg K. Mare. Ein de Angel Bor Ensayo de une crsca de toda revelacin, J. G. Fichte, Edici6n de Vicente Serrano. pe inca, Jot Orga Gi Eclcién de Francisco José Mardin, “antratosocia, Jean-Jacques Rousseau. Edicién de Sergio Tnvestigacién sobre el conccimiento humana, reeled ubigafi tt ied et idan Dai le, Econ de aon Siches Penden De ls delts contra uno mimo, Jeremy Bentharn, Edicién de Francisco Véa- ‘quez Garclay Jost Luis Tasset Carmona, Jean-Jacques Rousseau CONTRATO SOCIAL Tntroduccién, oe y cronologia ie Sergio Sevilla ‘Traduccién de Fernando de los Rios Urruti BIBLIOTECA NUEVA (© Bitorial Biblioteca Nueva, S. L., Madrid, 2003, ‘Almagro, 38 - 28010 Medd (Espaia) ISBN: #4-7030-985-4 ‘Depésito Legal: M37.650.2008, Impreso en Regar, S.A. Impreso en Espata -Prined in Spain ‘Queda pride, sv exeecin previa ca a ey, cualquier forma de reprodvcsi, ds ‘elven, comunicctn pubic ytassfomsacién de eta abrasin conta cons autorziion ‘eos titular de propiedad iltoctual. La inecin de lor derechos mensions puede Se coasitiva de dla corral peopindadinelectal (ats. 2709 sg, Ctigo Pena) El aco apt de Devos Representa ea por asp dele oe derechos: INDICE Istaopuccton—Rousseau y la politica del sujeto, por Sergio Blestatuto de ‘a pregunta: ia accién y la eeftlea Toselemenos dela respuesta: noone centres del Gia La voluntad general... 7 ‘Las insttuctones polticasy ol problema delindividuo La prioridad de lo social y la cuestién del totalitarismo ... BreuiocRarta CRONOLOGIA ‘CONTRATO SOCIAL Libro primero CartruLo PritaeRo—Asunto de este primer libro Cartruto 1.—De las mera cony Cartruuo VI—Del pacto social CartruLo VIL—Del soberano .. Cartruro VIIL—Del estado civil Carttuo IX—Del dominfo real Libro segundo Cartruto Tl—La soberanfa es indivisible Glerruxo UL —Sobre sila voluntad general Carrruvo 1V-—De os ites del poder soberano V—Del derecho de vida y de muerte u 14 18 2 25 39 43 Libro tercero Cartruco primaro.—Del gobierno en general ... Cartruco Cartru.o. CartrvLo. Caviruco CaPiruto Cartruco: CartruLo Cavtruco Cartruto Cortruto Captruto Cartruo, Cartrao CartroLo, Ital que conse ders mas de gobierno « TIL—Divisin de los gobiernos ....... [be la democraa wavnenwcncs Nobels ara Vi—Dela monarquia V-—De los gobiernos miios VIII-—De cémo toda forma se vx Boros moe deus _—Belos rasos de un buen gcbicen ‘X—Del abuso del gobierno y de su Lerateenated degenerar x1—De la muerie dal cuerpo pals Xil—Cémo se mantiene In auoridad soberana = Xill-—Continacton XIV—Continuecion VIL —be Inset del gob Cariruco XVIII.—Medios de prevenir las, surpaciones ‘del wo bierno Libro cuarto Cantor prnsixo=—Ta voluntal general es indestructible Captruto Cartruto Cartruvo, Cartruto CaetruLo: Capito Cartruto. Captruto TL. —De los sufragios UL_—De las elecciones TV.—De los comicios romanos V—Del tribunado VI—De la dictadura VIl—De la censura VI —De la religion chil TX—Conclusion, 109 14 17 19 121 123 128 130 135 137 140 142 143 145 146 149. 151 153 17 159 162 164 173 175 178 INTRODUCCION Rousseau y la politica del sujeto AcoNTECIMIENTOS CULTURALES AcoNTeciMtEnToS HISTORICOS ‘Vipay ona pe Rousseau fe ae g Hag shia 6 fi ft 5 i 4 ‘ 4 4 oe zi las Confesiones. ‘dadas al Pantesn, "as cenizas de Rousseau son trasla- 1794 52 CONTRATO SOCIAL O PRINCIPIOS DE DERECHO POL{TICO Poederis aequas Dicarnus leges. «ropiamente un acto de soberanfa? No es, en modo alguno, «na convencién del superior con el inferior, sino una convencién del cuerpo con cada uno de sus miembros; convencién legitima, porque tiene por base el contrato social; equitativa, porque es comtin a todos; itil, porque no puede tener més objeto que el bien general, y sélida, porque tiene como garantiala fuerza publi- cay el poder supremo. En tanto que los sibditos no se hallan sometidos més que a tales convenciones, no obedecen a na- die sino a su propia voluntad; y preguntar hasta donde se ex- tienden los derechos respectivos del soberano y de los ciuda- danos es preguntar hasta qué punto pueden éstos compro- meterse consigo mismos, cada uno de ellos respecto a todos y todos respecto a cada uno de ellos. De aqui se deduce que el pader soberano, por muy absolt- to, sagrado e inviolable que sea, no excede, hi puede exceder, de los limites de las convenciones generales, y que todo hom bre puede disponer plenamente de lo que por virtud de esas convenciones le han dejado de sus bienes y de su libertad. De suerte que el soberano no tiene jams derecho de pesar sobre un stibdito mas que sobre otro, porque entonces, al adquirir el asunto carécter particular, hace que su poder deje de ser com- petente. Una vez admitidas estas distinciones, es preciso afirmar que es falso que en el contrato social haya de parte de los par- ticulares ninguna renuncia verdadera; pues $1 situacién, por efecto de este contrato, es realmente preferible a la de antes, y en lugar de una enajenacién no han hecho sino un cambio ventajoso, de una manera de vivir incierta y precaria, por otra mejor y més segura; de la independencia natural, por la liber- tad; del poder de perjudicar a los demas, por su propia seguri- dad, y de su fuerza, que otros podrian sobrepasar, por un de- recho que la uni6n social hace invencible. Su vida misma, que han entregado al Estado, est4 continuamente protegida por él. —85— ¥, cuando la exponen por su defensa, ¢qué hacen sino devol- verle lo que de él han recibido? Qué hacen que no hiciesen ms frecuentemente y con mas peligro en el estado de natura- leza, cuando, al librarse de combatientes inevitables, defendie- sen. con peligro de su vida lo que les sirve para conservarla? ‘Todos tienen que combatir, en caso de necesidad, por la patria, es cierto; pero, en cambio, no tiene nadie que combatir por si. ¢¥ no se va ganando, al arriesgar por lo que garantiza nuestra Seguridad, una parte de los peligros que serfa preciso correr F Hosotros mismos tan pronto como nos fuese aquélla arre- ada? Cariruto V Del derecho de vida y de muerte Se pregunta: ¢c6mo no teniendo derecho alguno a dis ner de su propia Vida pueden los particulares transmiiir alco. berano este mismo derecho de que carecen? Esta cuestin pa- rece dificil de resolver porque esté mal plaateada. Todo hom- bre tiene derecho a arriesgar su propia vida para conservarla. Se hn dicho nonca que quien 55 tra por una ventana pars huir de un incendio sea culpable de suicidio? ¢Se le ha impu- tado nunca este crimen a quien perece en una tempestad, cuyo peligro no ignoraba al embarcarse? El contrato social tiene por fin la conse-vacién de los con- tratantes. Quien quiere el fin quiere también los medios, y es- tos medios son inseparables de algunos riewzose incluso de a gunas pérdidas. Quien quiere conservar su vida a expensas de Jos demés debe darla también por ellos cuando sea necesario, Ahora bien, el ciucladano no es juez del peligro a que quiere la Jey que se exponga, y cuando el principe le haya dicho: «Es in- dispensable para el Estado que mueras», debe morir, puesto {que sélo con esta condicién ha vivido hasta entonces seguro, ¥ ¥ya que su vida no es tan s6lo una merced dela Naturaleza, sino tun don condicional del Estado. La pena de muerte infligida a los criminales puede ser con- siderada casi desde el mismo punto de vista: a finde ‘no ser la victima de un asesino se consiente en mori: si se llega a serlo. En este pacto, lejos de disponer de la propis vida, no se piensa sino en darle garantfas, y no es de suponer que ninguno de los contratantes premedite entonces la idea de dar motivo a que se le ajusticic. Por lo dem4s, todo malhechor, al atacar el derecho social, hacese por sus delitos rebelde y traidor a la patria; deja de ser miembro de ella al violar las eyes, y hasta le hace la guerra. Entonces la conservacién del Estado es incompatible con la suya; es preciso que uno de los dos perezca, y cuando se hace morir al culpable, es menos como ciudadano que como ene- a migo. Los procedimientos, el juicio, son las pruebas ya decla- raci6n de que ha roto el pacio social, y, por consiguiente, de ‘que no es ya miembro del Estado, Ahora bien; como él se ha reconocido como tal, alo menos por su residencia, debe ser se- parado de aqué!, por el destierro, como infractor del pacto, o por la muerte, como enemigo pablico; porque un enemigo tal no es una persona moral, es un hombre, y entonces el derecho de la guetra es matar al vencido. ‘Mas se dice que la condena de un criminal es un acto ticular: De acuerdo, Tampaco esta condena corresponde al so- berano; es un derecho que puede conferir sin poder ejercerlo élmismo. Todas mis ideas estén articuladas; pero no puedo ex. ponerlas a la ver. ‘Ademds, la frecuencia de los suplicios es siempre un signo de debilidad o de pereza en el gobierno. No hay malvado que no pueda hacer alguna cosa buena. No se tiene derecho a dar ‘muerte, ni para ejemplo, sino a quien no pueda dejar vivir sin peligro. Respecto al derecho de gracia o al de eximir a un culpable de la pena impuesta por la ley y pronunciada por el juez, no corresponde sino a quien esté por encima del juez y de la ley, es decir, al soberano: todavia su derecho a esto no esta bien claro, y los casos en que se ha usado de él son muy raros. En un Esiado bien gobernado hay pocos castigos, no porque se concedan muchas gracias, sino porque hay pacos criminales; la excesiva frecuencia de crimenes asegura su impunidad cuan- do el Estado decae. Bajo la repiblica romana, ni el Senado, ni Jos c6nsules intentaron jamés conceder gracia alguns; el pue- blo mismo no la otorgaba, aun cuando algunas veces revocase su propio juicio. Las gracias frecuentes anuncian que pronto no tendrén necesidad de ellas los delitos, y todo el mundo sabe a qué conduice esto. Mas siento que mi coraz6n murmura y de- tiene mi pluma; dejemos estas cuestiones para que las diseuta el hombre justo, que no ha cafdo nunca y que jamas tuvo ne- cesidad de gracia. Cartruto VI Dela ley ‘Mediante el pacto social hemos dado existencia y vida al cuerpo politico; se trata ahora de darle el movimiento y la vo- Juntad mediante la legislacién. Porque el acto primitivo por el cual este cuerpo se forma y se une no dice en si mismo nada de lo que debe hacer para conservarse. ‘Lo que es bueno y est conforme con el orden Jo es por la naturaleza de las cosas ¢ independientemente de las conven- ciones humanas. Toda justicia viene de Dios. Sélo El es la fuente de ella; mas si nosotros supiésemos recibirla de tan alto, no tendriamos necesidad ni de gobiemo ni de leyes. Sin dtu existe una josticia universal que emanaslo de la a76n; pero esta justicia, para ser admitida entre nosotros, debe ser Teciproca. Las leyes de la justicia son vanas entre los hombres, si consideramos humanamente las cosas, a falta de sancion natural: no teportan sino el bien al malo y el mal al justo cuando éste las observa para con las demas sin que nadie la observe para con él. Son necesarias, pues, convenciones y le- yes para unir los derechos alos deberes y llevar la justicia a su objeto. En el estado de naturaleza, en que todo es comin, nada debo a quien nada he prometido; no reconozco que sea de otro sino lo que me es intitil. No ocurre le propio en el es- tado evi, en que todos los derechos estan fijados por la ley. ‘Mas ¢qué es entonces una ley? Mientras nos contentemos con no unir a esta palabra sino ideas metafisicas, continuare- mos razonando sin entendernos, y cuando se haya dicho lo que es una ley de la Naturaleza no por eso se sabré mejor lo que es una ley de Estado. ‘Ya he dicho que no existfa voluntad genctal sobre un obje- to particular. En efecto; ese objeto particular esté en el Estado o fuera del Estado. Si esta fuera del Estado, una voluntad que le es extrafia no es general con respecto a é!, y si este objeto esta en el Estado, forma parte de él; entonces se establece en- tre el todo y su parte una relacién que hace de ellos dos seres 39 separados, de los cuales la parte es uno, y el todo, excepto esta misma parte, el otro. Pero el todo, menos una parte, Ro es el todo, y en tanto que esta relacién subsista, no hay todo, sino dos partes desiguales; de donde se sigue que la voluntad de tuna de ellas no es tampoco general con relacién a Ia otra. ‘Mas cuando todo el pueblo estatuye sobre si mismo, s6lo se considera a sf, y si se establece entonces una relacién, es del obje. toen su totalidad, aunque desde un aspecto, al objeto entero, con- siderado desde otro, pero sin ninguna divisién de! todo, y la ma- teria sobre la cual se estatuye es general, de igual suerte que lo es Ja voluntad que estatuye. A este acto es al que yo llamo una ley. Cuando digo que el objeto de las leyes es siempre general, entiendo que la ley considera a los stibditos en cuanto cuerpos, ya las acciones como abstractos: nunca toma a un hombre ‘como individuo ni una accién particular. Ast, la ley puede es- tatu: muy len que habra prvlegos; pero no puede davis especialmente a nadie. La ley puede hacer muchas clases de ciu- dadanos y hasta sefialar las cualidades que darn derecho a es- ‘as clases; mas no puede nombrar a éste o a aquél para ser ad- mitidos en ellas; puede establecer un gobierno real y una suce- sién hereditaria, mas no puede elegi un rey ni nombrar una familia real: en tna palabra, toda funci6n que se relacione con algo individual no pertenece al Poder legislativo. De conformidad con esta idea, es manifiesto que no hay que preguntar a quién comresponde hacer las leyes, puesto que son actos de la voluntad general, ni si el principe esta sobre las le- yes, puesto que es miembro del Estado, ni si la ley puede ser in- justa, puesto que no hay nada injusto con respecto a si mismo, ni cémo se esta libre y sometido a las leyes, puesto que no son éstas sino manifestaciones externas de nuestras voluntades. Se ve, ademas, que, reuniendo la ley la universalidad de la voluntad y la del objeto, lo que un hombre, cualquiera que sea, ordena como jefe no es en modo alguno una ley; Io que orde- na el mismo soberano sobre un objeto particular no s tampo- co una ley, sino un decreto; no es un acto de soberanfa, sino de magistraiura. ‘Llamo, pues, reptiblica a todo Estado regido por leyes, sea bajo la forma de administracién que sea; porque entonces so- Tamente gobierna el interés piblico y la cosa ptiblica es algo. ‘Todo gobierno legftimo es republicaino®; a continuacién expli- caré lo que es gobierno. sete solamente por eta palabra una arsocraci una democra ela, sino, en general, todo gobierno guiado por la voluntad general, que esa ley Para ser legitime, no es preciso que el gobierno se confunda con el soberano, 90— Las leyes no son propiamente sino las condiciones de la asociacién civil. El pueblo sometido a las leves debe ser su au- tor, no corresponde regular las condiciones de la sociedad sino alos que se asocian. Mas ¢cémo la regular? ¢Sera de comin ‘acuerdo, por una inspiracién sabita? ¢Tiene el cuerpo politico in 6rgano para enunciar sus voluntades? lo grande posi ble; de suerte que cada ciudadano se halla en una perfecta in- dependencia de todos los dems y en una excesiva dependen- cia de la ciudad. Esto se hace siempre por los mismos medios; porque sélo la fuerza del Estado hace la libertad de sus miem- bros. De esta segunda relaci6n nacen las leyes civiles. Se puede considerar una tercera clase de relacién entre el hombre y a ley, a saber: Ja de la desobediencia a la pena, y ésta da lugar al establecimiento de leyes ctiminales que, en el fon- do, més bien que una clase particular de leyes, son la sancién. de todas las demas. 7 Aestas tres clases de leyes se afiade una cuarta, la mas im- wrtante de todas, y que no se graba ni sobre mérmol ni sobre Bronce, sino en los Corazones: detos cludadaros, que es Ia ver dadera constitucién del Estado; que toma todos los dias nuc- —105— vas fuerzas; que, en tanto otras leyes envejecen o se apagan, ésta las reanima o las suple; que conserva a un pueblo en eles. pirita de su institucién; que sustituye insensiblemente con la fuerza del habito a la autoridad. Me refiero a las costumbres, allos habitos y, sobre todo, a la oj ‘elemento desconocids para nuestros politicos, pero de la que depende el éxito de to- das las demas y de la que se ocupa en secreto el gran legisla dor, mientras parece limitarse a reglamentos particulates, que no son sino la cintra de la boveda, en Ia cual las costumbres, més lentas en nacer, forman, al fin, la inquebrantable clave. De entre estas diversas clases de leyes, las politicas, que constituyen la forma de gobiemo, son las Ginicas en que he de ocuparme. Libro tercero ‘Antes de hablar de las diversas formas de gobierno procu- remos fj el sentido preciso de esta palabra, que atin n0 he sido muy bien explicada. CAaPiTULO PRIMERO: Del gobierno en general Advierto al lector que este capitulo debe ser leido reposa- damente y que desconozco el arte de ser claro para quien no quiere presiar atenci6n. Toda accién libre tiene dos causas que concurren a produ- cirla; una moral, a saber: la voluntad, que determina el acto; otra fisica, a saber: el poder, que la ejecuta. Cuando marcho hhacia un objeto es preciso primeramente que yo quiera ir; en segundo lugar, que mis piernas me lleven. Si un paralitico quiere correr si un hombre 4gil no Jo quiere, ambos se que- dardn en su sitio. El cuerpo politico tiene los mismos méviles; se distinguen en él, del mismo modo, la fuerza y la voluntad; ésta, con el nombre de poder legislativo; la otra, con el de poder ejectitivo, No se hace, 0 no debe hacerse, nada sin el concurso de ambos. ‘Hemos visto cémo el poder legislativo pertenece al pueblo y-no puede pertenecer sino a él. Por el contrario, es facil ad- Yertir, por los principios antes establecidos, que +l poder ejecu- tivo no puede corresponder a la generalidad, como legisladora © soberana, ya gue este poder ejecutivo consiste en actos par- ticulares que no corresponden a la ley ni, por consiguiente, al soberano, todos cuyos actos no pueden ser sino leyes. Neccvitn, pues fa fuerza publica un agente propio que la retina y la ponga en accion segtin las direcciones de la volun- tad general, que sirva para la comunicacién del Estado y del soberano, que haga de algiin modo en la persona piblica lo que hace en. el hombre la unién del alma con el cuerpo. He aqui cual es en el Estado la razén del gobiern>, equivocada- mente confundida con el soberano, del cual ne es sino el mi- nistro. 2Qué es, pues, el gobierno? Un cuerpo intermediario esta- blecido entre los stibditos y el soberano para stu mutua corres- pondencia, enea'gado dela ejecucion de las leyes ¥ del mante- nimiento de la libertad, tanto civil como politica, 109 Los miembros de este cuerpo se laman magistrados o reyes, 5 decin gobernantes, yel cuerpo entero leva el nombre ce prt cipe'. Ast los que preienden que el acto por el cual un pueblo se somete alos jefes no es un contrato tienen mucha razén. Esto no es absolutamente nada mis que una comisi6n, un empieo, en el cual, como simples oficiales del soberano, ejercen en su nombre el poder, del cual les ha hecho depositarios, y que puede limitar, modificar y volver a tomar cuando le plazca. La enajenacién de tal derecho, siendo incompatible con la naturaleza del cuerpo social, es contraria al fin de la asociacién, __Llamo, pues, gobierno, o suprema administracién, al ejer- cicio legitimo del poder ejecutivo, y principe o magistrado, al hombre o cuerpo encargado de esta administracion. En el gobiemo es donde se encuentran las fuerzas inter~ mediarias, cuyas relaciones componen la del todo al todo 0 la del soberano al Estado. Se puede representar esta tiltima rela- cidn por la de los extremos de una proporciéa continua, cuya media proporcional es el gobierno. Este recibe del soberano las érdenes que da al pueblo; y para que el Estado se halle en equilibrio estable es preciso que, una vez todo compensado, haya igualdad entre el producto 0 el poder del gobierno, to- mado en s{ mismo, y el producto o el podler de los ciudadanos, ‘que son soberanos, de una parte, y stibditos, de otra. ‘Ademés, no es posible alterar ninguno de los tres términos sin romper en el mismo momento la proporcion. Si el sobera- ‘no quiere gobernar, o el magistrado dar leyes, o los stibditos se niegan a obedecer, el desorden sucede a la regla, la fuerza y la voluntad no obran ya de acuerdo y, disuelto el Estado, cac asi enel despotismo 0 en la anarquia, En fin, asi como no hay mas que una media proporcional en cada relacién, no hay tampo- eo mas que un buen gobierno posible en un Estado; pero ‘como hay mil acontecimientos capaces de alterar las relacio- nes de un pueblo, no solamente puede ser conveniente para di vversos pueblos la diversidad de gobiernos, sino para el mismo pueblo en diferentes épocas. Para procurar dar tuna idea de las miltiples relaciones que pueden existir entre estos dos extremos, tomaré, a modo de ejemplo, el ntimero de habitantes de un pueblo como una re- laci6n mas facil de expresar ‘Supongamos que se componga el Estado de 10,000 ciuda- danos. El soberano no puede ser considerado sino colectiva- # Ror eto es porlo que en Venecia se deal Coleg el nombre de Princ serenfsimo, aun Cuando no asista a él el Dogo ou). See —110— mente y en cuerpo; pero cada particular, en calidad de stibdi- to, es considerado como individuo; asf, el soberano es el stib- dito como diez mil es a uno: es decir, que cada miembro del Estado no tiene, por su parte, més que la diezmilésima parte de la autoridad soberana, aunque esté sometido a ella por ‘completo. Si el pueblo se compone de 100.000 hombres, el es- fado de los sabaitos no cambia y cada uno de elos lleva igual mente el imperio de las leyes, mientras que su sufragio, redu- cido a una cienmilésima, tiene diez veces menos influencia en la forma concreta del acuerdo. Entonces, permaneciendo el sbdito siempre uno, aumenta la relacién del soberano en ra- z6n del ntimero de ciudadanos; de donde se sigue que mien- tras crece el Estado, més disminuye la libertad, ‘Al decir que la relacién aumenta, entiendo que se aleja dela igualdad, Asi, mientras mayor ¢s la relacién en la acep- cién de los geémetras, menos relacién existe en la acepcién comin; en la primera, la relacién, considerada desde el pun- to de vista de la cantidad, se mide por el exponente, y en la otra, considerada desde el de la identidad, se estima por la semejanza. ‘Ahora bien; mientras menos se relacionan las voluntades particulares con la voluntad general, es decir, las costumbres con las leyes, mas debe aumentar la fuerza reprimente. Por tanto, el gobierno, para ser bueno, debe ser reletivamente mas fuerte a medida que el pueblo es més numeros>. De otro lado, proporcionando cl engrandecimiento del Estado a los depositarios de la autoridad pablica mas tenta- ciones y medios para abusar de su poder, debe tener el gobier- ho més fuerza para contener al pueblo, y, a st vez, més tam- bién el soberano para contener al gobierno. No hablo aguf de una fuerza. absoluta, sino de la fuerza relativa de las diversas partes del Estado. Se sigue de esta doble relacién que la proporeién continua entre el soberano, el principe y el pueblo no es una idea arbi- traria, sino una consecuencia necesaria de la naturaleza del cuerpo politico y que, siendo permanente y estando represen- fado por la unidad uno de los extremos, el pueblo, como stib- dito, siempre que la raz6n doble, aumente o d:sminuya, la ra- zén simple aumenta o disminuye de un modo semejante, y, por consiguiente, el término medio ha cambiedo. Esto mues- tra que no hay una constitucién de gobierno tmico y absoluto, sino que puede haber tantos gobiernos, diferentes en naturale- za, como hey Estados distintos en extensién, Si, poniendo este sistema en ridiculo, se dijera que para en- contrar esta media proporcional y formar el cuerpo del go- it biemno no es preciso, segtin yo, més que sacar la ratz cuadrada del numero de hombres, sino, en general, por la cantidad de accién, que se combina por multitud de causas; por lo demés, si para explicarme en menos palabras me sirvo un momento determines de geometria, no es porque ignore que Ia prec. sién geométrica no tiene ligar en las cantidades morales. El gobierno es, en pequeno, lo que el cuerpo politico que lo encierra en grande. Es una persona moral dotada de ciertas fa- cultades, activa como el soberano, pasiva como el Estado, y ue se puede descomponer en otras relaciones semejantes, donde nace, por corsiguient, una nueva proporelén y de ésia, otra, segtin el orden de los tribunales, hasta que se llegue aun término medio indivisible; es decir, a un solo jefe o ma- gistrado supremo, que se puede representar, en medio de esta progresién, como la unidad entre la serie de las fracciones ya de los mimeros, Sin confundimnos en esta multitud de términos, contenté- monos con considerar al gobierno como un nuevo cuerpo en el Estado del pueblo y del soberano, y como intermediario en- tre uno y otro. Existe una diferencia esencial entre estos dos cuerpos: que el Estado existe por sf mismo, y el gobierno no existe sino por el soberano. Ast, ia voluntad dominante del principe no es, 0 no debe sex, sino la voluntad general, es decir, la ley; su fuerza, la fuerza publica concentrada en él; tan pronto como éste quiera sacar de sf mismo algtin acto absoluto e independiente, la uni6n del todo comienza a relajarse. Si ocurriese, en fin, que el principe taviese una voluntad particular més activa que la del soberano y que usase de ella para obedecer a esta voluntad particular de la fuerza priblica que esta en sus manos, de tal modo que hubiese, por decirlo asf, dos soberanos, uno de de- recho y otro de hecho, en el instante mismo la unién social se desvaneceria y el cuerpo politico seria disuelto. Sin embargo, para que el cuerpo del gobierno tenga una cxistencia, una vida real, que lo distinga del cuerpo del Estado, para que todos sus miembros puedan obrar en armonia y res- ponder al fin para que fueron instituidos, necesita un yo par- ticular, una sensibilidad comun a sus miembros, una faer= 2a, una voluiad propias, que tenden a su conservacion, Esta existencia particular supone asambleas, consejos, sin poder de deliberar, de resolver; derechos, ttulos, privilegios, que corres- onden aun principe exclsivainentey que hacen la condieién del magisirado més honrosa a medida que es més penosa. Las dificultades radican en la manera de ordenar dentro del todo este subalterno de modo que no altere la constitueién general —2— ¥ al afirmar la suya; que distinga siempre su fuerza particular, destinada a la conservacién del Estado, y que, en uma palabra, esté siempre pronta a sacrificar el gobiemo al pueblo y no el pueblo al gobierno. Por lo demas, aungue el cuerpo artificial del gobierno sea obra de otro cuerpo artificial y no tenga mas que algo como una vida subordinada, esto no impide para que no pueda obrar con més o menos vigor o celeridad y gozar, por decirlo asi, de una salud més 0 menos vigorosa. Por tiltimo, sin alej se directamente del fin de su institucién, puede apartarse en cierta medida de él, segrin el modo de estar constituidos. De todas estas diferencias es de donde nacen las distintas relaciones que debe el gobierno mantener con el cuerpo del Estado, segtin las relaciones accidentales y particulares por las cuales este mismo Estado se halla modificado, Porque, con frecuencia, el mejor gobierno en sf llegar a ser el mis vicioso, si sus relaciones se alteran conforme a los defecios del cuerpo politico a que pertenece. 13

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