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Oración Inicial

Señor Jesús, creemos que estás vivo y resucitado. Creemos que estás realmente presente en el
Santísimo Sacramento del altar y en cada uno de nosotros.

Te alabamos y te adoramos, por venir hasta nosotros como pan vivo bajado del cielo.
Tú eres la plenitud de la vida.
Tú eres la resurrección y la vida.
Tú eres, Señor, la salud de los enfermos.

Hoy queremos presentarte a todos los enfermos que están esta noche aquí y por aquellos que
necesitan de ti, porque para Ti no hay distancia ni en el tiempo ni en el espacio.

Tú eres el eterno presente y Tú los conoces. Ahora, Señor, te pedimos que tengas compasión de
ellos, para que todos reconozcan que Tú estás vivo en tu Iglesia hoy; y que se renueve su fe y su
confianza en Ti; te lo suplicamos, Jesús.

Ten compasión de los que sufren en su cuerpo, de los que sufren en su corazón y de los que sufren
en su alma que están orando y oyendo los testimonios de lo que Tú estás haciendo por tu Espíritu
renovador en el mundo entero.

CANTO

Del santo Evangelio según san Marcos 5, 21-43

Jesús pasó de nuevo en la barca a la otra orilla y se aglomeró junto a él mucha gente; él estaba a la
orilla del mar. Llega uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae a sus pies, y le
suplica con insistencia diciendo: «Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella,
para que se salve y viva». Y se fue con él.

Le seguía un gran gentío que le oprimía. Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde
hacía doce años, y que había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado todos sus bienes
sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor, habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó
por detrás entre la gente y tocó su manto. Pues decía: «Si logro tocar, aunque sólo sea sus vestidos,
me salvaré». Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que quedaba
sana del mal. Al instante, Jesús, dándose cuenta de la fuerza que había salido de él, se volvió entre
la gente y decía: «¿Quién me ha tocado los vestidos?» Sus discípulos le contestaron: «Estás viendo
que la gente te oprime y preguntas: "¿Quién me ha tocado?"». Pero él miraba a su alrededor para
descubrir a la que lo había hecho. Entonces, la mujer, viendo lo que le había sucedido, se acercó
atemorizada y temblorosa, se postró ante él y le contó toda la verdad. Él le dijo: «Hija, tu fe te ha
salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad».

Mientras estaba hablando llegan de la casa del jefe de la sinagoga unos diciendo: «Tu hija ha
muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro?» Jesús que oyó lo que habían dicho, dice al jefe de la
sinagoga: «No temas; solamente ten fe». Y no permitió que nadie le acompañara, a no ser Pedro,
Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a la casa del jefe de la sinagoga y observa el
alboroto, unos que lloraban y otros que daban grandes alaridos. Entra y les dice: «¿Por qué
alborotáis y lloráis? La niña no ha muerto; está dormida». Y se burlaban de él. Pero él después de
echar fuera a todos, toma consigo al padre de la niña, a la madre y a los suyos, y entra donde
estaba la niña.

Y tomando la mano de la niña, le dice: «Talitá kum», que quiere decir: «Muchacha, a ti te digo,
levántate». La muchacha se levantó al instante y se puso a andar, pues tenía doce años. Quedaron
fuera de sí, llenos de estupor. Y les insistió mucho en que nadie lo supiera; y les dijo que le dieran a
ella de comer.

Oremos en silencio por cada uno de los enfermos y por nuestras propias enfermedades,
entregándole al señor cada una de ellas.

INVOCACIONES A CRISTO

Tú, que has cargado sobre ti nuestros sufrimientos y has llevado nuestros dolores,
Señor, ten piedad.

Tú, que en tu bondad hacia todos has pasado haciendo el bien y sanando a los enfermos,
Cristo, ten piedad.

Tú, que has dicho a tus apóstoles que impongan las manos sobre los enfermos,
Señor, ten piedad.

INVOCACIONES

Jesús, médico de los cuerpos y de las almas, cura las heridas profundas de nuestra humanidad,
−para que podamos gozar plenamente de los dones de tu redención.

Haz que nuestros hermanos enfermos se sientan participes de tu pasión,


− y de ella obtengan la gracia y el consuelo.

Te ofrecemos, Señor Jesús, las acciones de este día y de este tiempo,


− prometemos servirte siempre con un corazón puro y leal.

Dirige tu mirada de bondad sobre los enfermos y los que sufren, que has asociado a tu cruz, − para
que sientan en consuelo de tu presencia

CANTO
PRECES ESPECIALES Con la fe en que el señor Jesús escucha nuestras oraciones, supliquemos llenos
de confianza, por la salud y el fin de esta pandemia que azota a la humanidad entera. Después de
cada invocación vamos a responder R= Escúchanos señor…

1. Que el Señor, médico de los cuerpos y las almas, nos dé fortaleza y paciencia para afrontar los
trabajos que genera la epidemia y ayudar con generosidad a los hermanos que viven en la
angustia. Oremos.

2. Que el Señor, nuestro descanso en la fatiga, apoyo en la debilidad y consuelo en el llanto,


proteja al pueblo para qué, superada la prueba del sufrimiento, encuentre alivio en su
misericordia. Oremos.

3. Para que el Señor conceda salud de alma y cuerpo a cuantos sufren el contagio de la
enfermedad, a fin de que, salvados ambos, sientan la plenitud de los auxilios del cielo. Oremos.

4. Que Dios, omnipotente y bondadoso, mire compasivo nuestra aflicción, alivie las fatigas y
confirme la fe de sus hijos enfermos y de quienes los cuidan, para que, así ,́ confíen sin vacilar en su
paternal providencia. Oremos.

5. Por los que han fallecido víctimas de esta enfermedad contagiosa, para que Dios, consuelo de
los afligidos y vida de los muertos, los acoja con misericordia y proteja con bondad a sus familias y
países. Oremos.

6. Para que Dios nos dé sabiduría y, pues sabe que no podemos subsistir por nuestra fragilidad
asediada por el pecado y los peligros, nos ayude a superar los sufrimientos del cuerpo y del
espíritu. Oremos

7. Para que el Señor mire indulgente nuestra tribulación y, por la pasión de su Hijo y los dolores de
su Madre, aparte el ímpetu del mal que padecemos proteja al personal sanitario e inspire a
cuantos trabajan por controlarlo. Oremos.

SÚPLICA A LA VIRGEN MARÍA, SALUD DE LOS ENFERMOS

Virgen María, Madre de Cristo y de la Iglesia, por generaciones nos dirigimos confiados a ti con el
nombre de salud de los enfermos. Mira a tus hijos en esta hora de preocupación y sufrimiento por
las enfermedades que siembra temor y aprensión en nuestros hogares, en los lugares de trabajo y
descanso. Tú que conociste la incertidumbre ante el presente y el futuro, y con tu Hijo también
recorriste los caminos del exilio, recuérdanos que él es nuestro camino, verdad y vida y que solo él,
que venció́ nuestra muerte con su muerte, puede liberarnos de todo mal.

Madre dolorosa junto a la cruz del Hijo, tú que también has conocido el sufrimiento: calma
nuestros dolores con tu mirada maternal y tu protección. Bendice a los enfermos y a quien vive
estos días con el miedo, a las personas que se dedican a ellos con amor y coraje, a las familias con
jóvenes y ancianos, a la Iglesia y a toda la humanidad.

Enséñanos de nuevo, oh, Madre, a hacer cada día lo que tu Hijo dice a su Iglesia. Recuérdanos hoy
y siempre, en la prueba y la alegría, que Jesús cargó con nuestros sufrimientos y asumió́ nuestros
dolores, y que con su sacrificio ha traído al mundo la esperanza de una vida que no muere. Salud
de los enfermos, Madre nuestra y de todos los hombres, ruega por nosotros
Oración final

Te pedimos señor, que sanes a los enfermos que esta noche estuvieron aquí, a los que has sanado
en casa a través de nuestra oración y a nosotros mismos que necesitamos de ti. Haz que crezcan en
la fe, en la esperanza, y que reciban la salud para gloria de tu Nombre.

Para que tu Reino siga extendiéndose más y más en los corazones, a través de los signos y
prodigios de tu amor. Todo esto te lo pedimos Jesús, porque Tú eres Jesús, Tú eres el Buen Pastor y
todos somos ovejas de tu rebaño.

Estamos tan seguros de tu amor, que aún antes de conocer el resultado de nuestra oración en fe,
te decimos: gracias, Jesús por lo que Tú vas a hacer en cada uno de ellos.

Gracias por los enfermos que Tú estás sanando ahora, que Tú estás visitando con tu misericordia.
Gracias, Jesús, por lo que Tú vas a hacer.

Lo depositamos en tus manos desde hoy y te pedimos que lo sumerjas en tus santas llagas. Que lo
cubras con tu sangre divina, y que a través de este mensaje tu corazón de Buen Pastor hable a los
corazones de tantos enfermos que van a leerlo. ¡Gloria y alabanza a Ti, Señor!

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