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Nicaragua se acerca a sus elecciones presidenciales y legislativas el 7 de

noviembre en una situación de máxima tensión y con una injerencia


extranjera que ha regado de dinero a políticos, activistas y ONGs de la
oposición. Mientras, al actual presidente, el sandinista Daniel Ortega le
acusan de reprimir y encarcelar a los otros candidatos.
El 7 de noviembre los nicaragüenses están convocados a las urnas.
Elegirán al nuevo presidente del país, 90 diputados de la Asamblea
Nacional de Nicaragua y 20 diputados al Parlamento Centroamericano.
Las elecciones tendrán lugar en un momento de gran tensión
internacional contra el actual gobierno sandinista liderado por Daniel
Ortega.
A día de hoy, entre los líderes políticos occidentales y los medios de
comunicación parece haber un curioso consenso para acusar al Gobierno
nicaragüense de persecución y encarcelamiento de la oposición, y
preparar las condiciones para un fraude masivo de cara a las elecciones.
Sin embargo, las dos nuevas reformas electorales sobre las que pivotan
las denuncias no parece que contengan nada inapropiado, concretamente
establecen que ningún partido político pueda recibir financiación externa
por parte de gobiernos extranjeros u ONGs, y por otro que las
candidaturas deben ser paritarias, es decir 50% hombres y 50% mujeres.

Es necesario que nos acerquemos a Nicaragua para ver qué se oculta


detrás de esa campaña, quiénes son los opositores, qué hay de verdad en
las acusaciones de persecución contra ellos, cómo son los métodos de
intervención extranjera en el país y cuál es el balance del Gobierno de
Daniel Ortega durante estos años. Pero comencemos con algo de historia.

Familia Somoza
Nicaragua vivió la dictadura militar de la familia Somoza desde 1937 hasta
1979, primero con el padre y después con el hijo. Durante ese periodo, la
pobreza, las desigualdades, la corrupción y la represión fueron
constantes. Los Somoza, que llegaron al poder mediante un golpe de
Estado, tuvieron el apoyo incondicional de Estados Unidos y lograron
amasar una de las mayores fortunas del continente. Se calcula que
cuando dejaron el poder el patrimonio de la familia rondaba los 500
millones de dólares de la época.
El pueblo nicaragüense se agrupó en torno al levantamiento armado del
Frente Sandinista de Liberación Nacional y las columnas guerrilleras
entraron en Managua el 19 de julio de 1979 en medio del clamor popular
derrocando así la dictadura de Anastasio Somoza Debayle.
Se instauró una Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional (1979-
1985) con carácter transitorio con representantes de diferentes sectores
sociales, políticos, comunitarios y religiosos, que ideológicamente se
movían en un espectro que iba desde la socialdemocracia al marxismo,
pasando por la teología de la liberación.

En 1984 se realizaron las primeras elecciones conforme a la nueva ley


electoral, y la junta transitoria se disolvió y entregó el poder a aquel que
había ganado las elecciones: el nuevo presidente, el sandinista Daniel
Ortega Saavedra.
Desde el momento en que se derroca la dictadura y llega al poder el
Frente Sandinista, el Gobierno de Estados Unidos pone en marcha una
oposición armada que arrastra al país a una guerra civil. Honduras será la
base de los grupos armados de derecha financiados por Estados Unidos,
la denominada Contra. Esta agresión fue reconocida incluso por la Corte
Internacional de Justicia de La Haya, que condenó a Estados Unidos a
indemnizar a Nicaragua por la injerencia y daños causados.

Elecciones con chantaje


En febrero de 1990, los nicaragüenses se enfrentan a unas elecciones en
las que saben que si ganan los sandinistas, la guerra continuará e
hipotecará el desarrollo económico del país, los jóvenes deberán
incorporarse al ejército para enfrentar a la Contra financiada por Estados
Unidos y muchos de ellos morirán, los bloqueos y sanciones económicas
de Estados Unidos seguirán al máximo. Incluso el propio presidente de la
Cámara de Representantes de los Estados Unidos denuncia la
financiación y manipulación de su país a favor de la candidata de la
derecha Violeta Chamorro para derrocar a los sandinistas.
Agotados por la guerra civil contra los grupos armados de la derecha, los
nicaragüenses le dan la victoria a Violeta Chamorro sabedores que al día
siguiente la guerra civil terminará, los cultivos dejarán de ser arrasados y
sus hijos podrán abandonar el frente de guerra y volver a casa. El Frente
Sandinista acata los resultados y cede la presidencia a Chamorro.
Comienza entonces en Nicaragua una nueva era neoliberal que tiene
como objetivo revertir todos los logros sociales del sandinismo: se
privatiza la banca, el transporte, las minas, la salud y la educación, que
deja de ser universal y gratuita. La nueva presidenta le perdona a Estados
Unidos la indemnización que el Tribunal de la Haya le impuso por sus
actos terroristas contra Nicaragua. Un favor por los servicios prestados.

Se siguen sucediendo los gobiernos de derechas con sus políticas


privatizadoras y sofocando las numerosas protestas populares. La
sociedad nicaragüense llega a las elecciones de 2006 harta de las
políticas neoliberales y aunque Estados Unidos vuelve a chantajearles
diciendo que bloquearía el envío de remesas de los emigrantes
nicaragüenses a su país si ganaba el sandinismo, el FSLN gana las
elecciones y Daniel Ortega recupera la presidencia de Nicaragua.

Intento de desestabilización en 2018


Y vuelven de nuevo los planes y campañas para derrocar al sandinismo.
La más destacable fue en 2018 con motivo de la reforma de la Seguridad
Social que afectaba a pensionistas y cotizaciones. El Instituto
Nicaragüense de Seguridad Social (INSS) se encontraba al borde del
colapso y sus reservas podían agotarse en 2019 si no se tomaban
medidas.
El FMI propuso retrasar la edad de jubilación, algo que el Gobierno
sandinista rechazó y optó por aumentar las cotizaciones. Ese aumento
tenía un claro perfil social porque sería un incremento del 0,75% por parte
de los empleados y un 2% por parte de los empresarios, que aumentaría
otro 1,5% hasta 2020. A ello se añadiría una deducción del 5% de las
pensiones. Los sindicatos apoyaron la propuesta del Gobierno como la
mejor opción para garantizar la viabilidad del sistema.
Sin embargo, la patronal rechazó ese aumento del porcentaje de su
cotización y anunció movilizaciones y protestas. En los medios
occidentales se presentaron esas protestas como la reacción ante una
reforma de las pensiones por parte del Gobierno sandinista que era
impopular y dañina para las clases más humildes.

Pero la realidad fue otra. Fueron unos días de violencia con los que la
oposición intentó derribar al legítimo Gobierno de Nicaragua. Exigían la
dimisión de Daniel Ortega porque discrepaban de un proyecto de ley de la
Seguridad Social y le siguieron exigiendo la dimisión incluso después de
que el Gobierno retirara el proyecto. El saldo fue de al menos 250
muertos, entre ellos 22 policías y 48 sandinistas, según la Comisión de la
Verdad del Gobierno.
Lo indiscutible es que todas las instituciones se mantuvieron fieles al
poder legítimo, prueba de la fortaleza del sistema democrático
nicaragüense.
El periodista francés de Le Monde Diplomatique Maurice Lemoine explica
su experiencia vivida en primera persona durante aquellos
acontecimientos:
"Hubo un intento extraconstitucional de derrocar al presidente elegido. Lo
que generalmente se ha descrito como manifestaciones pacíficas tenía
todas las características de una rebelión antidemocrática llevada a cabo
mediante la violencia insurreccional. A ella se opusieron, de manera
igualmente rugosa, el Gobierno y su base social sandinista, un
movimiento de masas organizado, endurecido por una larga historia de
agresiones, y ampliamente subestimado tanto por la oposición como por
el cártel de observadores que le son afines".
Una vez más, la prensa occidental presentó aquellos acontecimientos
como la violencia y la represión de Daniel Ortega y su Gobierno
dictatorial, ignorando, no solo que es el presidente legítimo, sino también
el apoyo masivo de la ciudadanía al Gobierno sandinista y la financiación
y manipulación que había detrás de las protestas pilotadas por la
derecha.
El sandinismo aguantó la embestida pero se logró acuñar la imagen de un
gobierno despótico y represor en gran parte de la opinión pública
internacional, incluso en algunos sectores de la izquierda.

Sanciones de Trump
Esta situación la aprovechó Donald Trump para imponer duras sanciones
económicas y políticas a la administración sandinista mediante la
ley Nicaraguan Investment and Conditionality Act, conocida como NICA
Act. Una ley que no solo penaliza a funcionarios del Gobierno sandinista,
sino que condiciona los préstamos ante organismos multilaterales para
Nicaragua, algo que supone un duro golpe al plan de inversión pública de
este país.
Previamente, y casi como si de una advertencia de cara al futuro se
tratara, el asesor de seguridad John Bolton, catalogó a los gobiernos de
Nicaragua, Cuba y Venezuela como la "troika de la tiranía de
Latinoamérica".
Una de las promotoras de la ley contra Nicaragua fue la congresista de
origen cubano Ileana Ros-Lehtinen, muy conocida por su beligerancia y
apoyo a todo tipo de medidas incluso violentas contra Cuba.

Estados Unidos ha ido aún más lejos y, a principios de 2021, presentó


otro proyecto de ley de sanciones, denominado "Reforzar la adhesión de
Nicaragua a las condiciones para la reforma electoral" (Ley RENACER). El
proyecto de ley tiene como objetivo duplicar las sanciones actuales para
garantizar, según dice, "elecciones libres, justas y transparentes en
Nicaragua y reafirmar el compromiso de Estados Unidos de proteger las
libertades fundamentales y derechos humanos del pueblo de Nicaragua".
En realidad es continuar esa política de chantaje que le dio la victoria en
su día a Violeta Chamorro pero que, en cambio, no sirvió en 2006.
Al mismo tiempo se dispara el dinero estadounidense para financiar la
desestabilización y la oposición en Nicaragua. Los principales actores de
esta guerra no convencional made in USA son: la Agencia de Estados
Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID); la Fundación para la
Nueva Democracia (NED), creada en 1983 por Reagan para sustituir a la
CIA en la organización de acciones no armadas; el Instituto Nacional
Demócrata (NDI) y el Instituto Republicano Internacional (IRI),
dependientes del Congreso estadounidense; Freedom House, la Open
Society de George Soros; y algunos comparsas menos conocidos.
El objetivo es infiltrarse (si es necesario), crear, financiar, formar,
controlar e instrumentalizar las instituciones de la mítica "sociedad civil":
sindicatos, partidos políticos, instituciones académicas o profesionales y,
especialmente, la prensa y las ONG.

Millones para la oposición


Maurice Lemoine lo ha contabilizado con precisión en el portal francés
Mémoire de luttes. Entre 2010 y 2020, la USAID planeó transferir 68,4
millones de dólares a la derecha nicaragüense para ayudarla a
desacreditar al Gobierno (internamente y en el extranjero) mientras
entrenaba a nuevos líderes y creaba una masa crítica de opositores. Dos
años antes del levantamiento espontáneo de 2018, añadió otros 8
millones a su contribución, con lo que su ayuda económica total ascendió
a 76,4 millones.
En el centro de la trama, la Fundación Violeta Barrios de Chamorro para la
Reconciliación y la Democracia, que sirvió de centro para la
redistribución de una parte sustancial del río de dinero estadounidense.
La Fundación ha estado alimentando los canales de televisión 10, 11 y
12, Vos TV, Radio Corporación, Radio Show Café con Voz, así como las
plataformas digitales 100% Noticias, Artículo 66, Nicaragua Investiga,
Nicaragua Actual, BacanalNica y Despacho 505... junto a unapléyade de
periodistas independientes.
Desde 2009, USAID ha destinado específicamente 10 millones de dólares
a nutrir a los medios de comunicación de la oposición —de los cuales
más de 7 millones han pasado por la Fundación Chamorro desde 2014
hasta 2021—.

Pero no solamente ha sido EEUU. La radio La Primerísima denunció que


desde las agencias de cooperación de España y de Bélgica diferentes
ONG's lideradas por opositores, incluida la Fundación Chamorro, habían
recibido importantes subvenciones de estos países.
Lemoine señala que "el número y la diversidad de las conexiones
establecidas para librar esta guerra no convencional son impresionantes.
Además de los medios de comunicación, la oposición cuenta con el
ejército de ONG de todo tipo que, desde el final de los conflictos armados
de los años 80, han caído sobre Centroamérica".
Leyes sandinistas para la soberanía
Lógicamente ni el Frente Sandinista ni Daniel Ortega iban a permanecer
impasibles ante esa ofensiva de intervención, ataque a la soberanía e
intento de dirigir el resultado electoral.
El 15 de octubre de 2020, el Parlamento aprobó la Ley 1040, conocida
como la "Ley de Regulación de Agentes Extranjeros". Aunque no las
prohíbe, la ley exige a las ONG que informen sobre toda la financiación
extranjera, especificando la identidad de sus donantes, el importe de los
fondos recibidos, la finalidad de las donaciones y una descripción de
cómo se ha gastado el dinero, información que debe coincidir con sus
estados contables y financieros.
El 27 de octubre del mismo año se aprueba la Ley Especial sobre
Ciberdelitos (nº 1042)que permite perseguir y castigar la difamación, las
amenazas, los atentados contra la integridad física de niños o mujeres, la
usurpación de identidad, la piratería informática o el espionaje
informático, así como a quienes difundan "información falsa".
Finalmente, el 21 de diciembre, la Asamblea Nacional aprobó la Ley 1055
en "Defensa de los derechos del pueblo a la independencia, la soberanía
y la autodeterminación para la paz". Esta ley establece que "cualquier
persona que exija, apoye y acoja la imposición de sanciones al Estado de
Nicaragua" no podrá presentarse a las elecciones generales. También
queda excluido quien fomente o financie un golpe de Estado, socave el
orden constitucional, incite a la injerencia extranjera o participe, con
financiación externa, en actos de terrorismo y desestabilización.

La oposición se escandaliza contra esa legislación pero, en realidad está


inspirada en Ley de Reforma Parcial a la Constitución Política de la
República de Nicaragua, Ley Nº 192 aprobada el 1 de febrero de 1995,
firmada por la entonces presidenta del gobierno de la derecha, Violeta
Chamorro: "No podrán ser candidatos a la presidencia o vicepresidencia
de la República (…) los que encabecen, o financien un golpe de Estado,
los que alteren el orden constitucional y como consecuencia de tales
hechos asuman la Jefatura del Gobierno y Ministerios o Viceministerios,
o Magistraturas en otros Poderes del Estado".

Llegan las detenciones


Pues bien, estas legislaciones son las que explican que las autoridades
judiciales hayan ordenado citaciones judiciales, arrestos domiciliarios o
detenciones de varios activistas de la oposición, algunos de los cuales
salieron raudos a inscribirse como candidatos políticos para poder
presentarse ante la opinión pública internacional como perseguidos por
el Gobierno de Nicaragua por sus ideas políticas.
El caso más destacado es el de Cristiana Chamorro, hija de aquella
presidenta que votaron los nicaragüenses cuando tenían que elegir entre
ella o la guerra financiada por Estados Unidos, y actualmente al frente de
la anteriormente citada Fundación Chamorro.
Según la fiscalía nicaragüense, el análisis de los estados financieros de la
Fundación en el periodo 2015-2019, revela claros indicios de "blanqueo
de capitales". Entre otros, 7 millones de dólares que constaban en el
saldo acreedor de la Fundación cuando se cerró y que después
aparecieron en tres de las cuentas bancarias personales de Cristiana
Chamorro.
Cuando es citada para aclarar este baile de cifras, se niega a responder a
las preguntas de los investigadores sobre el uso de fondos recibidos de
una potencia extranjera y los movimientos financieros sospechosos.
Viendo el desarrollo de los acontecimientos, Chamorro, pocos días
después, anuncia su intención de presentarse a la presidencia de la
República y ahí tenemos a una candidata competidora de Daniel Ortega
"perseguida y acosada por el Gobierno nicaragüense". Y no ha sido la
única que se declaró candidata al descubrir a la fiscalía detrás de sus
cuentas.

Y aquí es donde se despierta la indignación de medios y políticos de


occidente. Nicaragua, el 'gulag' centroamericano, titulaba el diario El País
el 21 de junio. Pero, como señalan los periodistas Jorge Capelán y
Stephen Sefton, "esta gente está siendo investigada porque estuvieron
públicamente pidiendo medidas coercitivas contra la economía de
Nicaragua, por haber conspirado por cometer actos terroristas, y por
establecer una estructura fraudulenta de ONG para el multimillonario
lavado de dinero con los fondos enviados desde el exterior, los cuales
constituyeron una intervención política en el país para provocar una
catastrófica desestabilización".
El Foro de Sao Paulo emitió un comunicado respaldando al gobierno de
Daniel Ortega en Nicaragua. Esta agrupación latinoamericana, compuesta
por grupos políticos de izquierda, dijo, en referencia a los arrestos de
opositores, que "las personas involucradas son investigadas por
crímenes contra la patria" y que las medidas judiciales están basadas "en
una ley de octubre del 2020 aprobada por un Poder Legislativo
legítimamente electo, que busca defender la soberanía del país contra los
avances de fuerzas externas e imperialistas".
Ante las reclamaciones de liberación desde el Gobierno de Estados
Unidos, Daniel Ortega ironizó en un acto público diciendo:
"Hay más de 400 norteamericanos procesados de entre los que fueron al
Congreso porque decían que las elecciones eran fraudulentas. Aquí son
20. Allá son más de 400 procesados. Vamos a decirles: suelten ustedes a
todos los presos políticos que tienen en EEUU por haber ido a protestar
en el Congreso".

Logros sandinistas
Pero este análisis no sería útil si no investigamos cómo ha evolucionado
en los últimos años Nicaragua bajo el Gobierno sandinista. Según
el Informe de Desarrollo Humano del año 2020 elaborado por las Naciones
Unidas, en los últimos nueve años de Gobierno sandinista, desde 2010 a
2019, el Índice de Desarrollo Humano de Nicaragua aumentó de 0,622 a
0,660 y la esperanza de vida ha pasado de 72,4 años a 74,5.
Los años promedio de escolaridad en ese mismo periodo han aumentado
de 6 a 6,9. El Ingreso Nacional Bruto per cápita sube de 4.487 dólares a
5.284 dólares.
El Gobierno ha aprobado un 57,1% del presupuesto de 2021 para gasto
social, es decir para los sectores de educación, salud, viviendas y
servicios comunitarios, entre otros. Un porcentaje impensable con los
anteriores gobiernos neoliberales.
También según el PNUD, en Nicaragua, el 44.6% de los escaños
parlamentarios están ocupados por mujeres, y el 48.5% de las mujeres
adultas ha alcanzado al menos un año de educación secundaria, frente al
46.8% de los hombres adultos. Una de las reformas electorales que entran
en vigor en las próximas elecciones establece que cada sexo debe tener
el 50% de representación en cada candidatura.

Nicaragua ha pasado de producir y consumir solo el 25% de energía


renovable al 77,3% en marzo de 2021. Esta "Revolución verde" ha sido
elogiada incluso por el Banco Interamericano de Desarrollo.
Según recordó el embajador de Nicaragua en España, Carlos Midence,
durante un acto con motivo de la fiesta nacional nicaragüense en
Barcelona el 20 de julio, Nicaragua produce el 92% de los alimentos que
consume. También señaló que, en 2007, el Gobierno de Daniel Ortega
decretó la sanidad gratuita, ha construido hospitales a un ritmo de dos
cada año (de los 228 hospitales que hay en Centroamérica, 77 están en
Nicaragua) y ha pasado de tener 21.000 trabajadores de la salud a tener
36.000.
En 2007 el país vivía con una media de diez o doce horas de apagones
diarios y hoy el 99,2% de la población tiene acceso a la energía.
El diputado de la Asamblea Nacional de Nicaragua, Wálmaro Gutiérrez,
quien también es presidente de la Comisión de Producción, Economía y
Presupuesto del Parlamento, recordaba en declaraciones a Sputnik el 15
de julio que el sandinismo recibió un presupuesto en educación de
aproximadamente 3.000 millones de córdobas y también de una cantidad
similar de 3.000 millones para salud y lo han disparado a 19.800 millones
de córdobas.
Gutiérrez mostró su convencimiento de que podrán cerrar 2021 con un
crecimiento económico de "entre el 2,5 y el 3,5%", unas "cifras
sumamente alentadoras" teniendo en cuenta las consecuencias de la
intentona golpista, así como "una pandemia, y, por otro lado, los efectos
devastadores que tuvieron los huracanes Eta e Iota".

Encuestas electorales
Sobre el próximo plebiscito, las encuestas electorales han dado en todo
momento al Frente Sandinista y a Daniel Ortega como candidatos
preferidos para lograr la presidencia. La última encuesta preelectoral, de
este mes de julio, por la única firma nicaragüense de estudios de opinión,
M&R Consultores, mostraba una previsión de voto de 60,2% para el FSLN,
un 13,7% para la oposición y un 26,2% de indecisos. Al consultar por la
aprobación del Gobierno nacional en comparación a todos los otros
gobiernos de los últimos 50 años, la administración de Daniel
Ortega aparece en primer lugar con el 28,2% de las preferencias.
Es por eso, que ante esta probable victoria sandinista, Estados Unidos ya
tiene previsto su escenario de subversión que pasa, como no podría ser
de otra manera, por no reconocer el resultado electoral. Un patrón ya
utilizado en Venezuela y en Bolivia.
El periodista Maurice Lemoine revela que el plan estadounidense para
después de las elecciones se denomina Responsive Assistance in
Nicaragua (RAIN). Este programa prevé, desde el 11 de agosto de 2020
hasta el 10 de febrero de 2022, la asignación de 2 millones de dólares para
lograr "una transición ordenada" del gobierno de Ortega hacia "un
gobierno comprometido con el estado de derecho, las libertades civiles y
una sociedad civil libre". Sin siquiera tratar de ocultar su estrategia, el
documento utiliza cien veces la expresión "régimen de transición" y
prevé de antemano una purga dentro del ejército y la policía sandinistas.
Es decir, el derrocamiento del Gobierno sandinista aunque gane
legítimamente las elecciones de noviembre. Tampoco es para
sorprenderse, es lo que lleva haciendo, o intentando hacer durante
décadas, Estados Unidos en América Latina.
Sin duda el sandinismo a lo largo de la historia y el Frente actual de
Daniel Ortega, habrán tenido errores y deficiencias. Quizás hasta abusos
de poder asociados a tantos años en el gobierno, aunque no tantos como
Helmut Kohl o Angela Merkel en Alemania o Jordi Pujol en Cataluña.
Lo que sí debe saber cualquier persona honesta y respetuosa con la
soberanía de América Latina es que ninguna alternativa promovida por
Estados Unidos, ninguna opción de gobierno crecida con los dólares de
sus empresas, ningún partido o líder diseñado en sus despachos, ni
ninguno de los sistemas de cambio de poder que se traman en sus
agencias de inteligencia tienen como objetivo mejorar las condiciones de
vida ni de los nicaragüenses ni de de ningún otro pueblo de América.

Pascual Serrano

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