*LA LÍNEA DE LA VIDA, EL DÍA A DÍA.

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Te levantas, desayunas (o no), te vistes, sales a la calle, vas al trabajo, a la
escuela, al parque (o a donde suelas ir rutinariamente), almuerzas, quizás tengas
doble turno y vuelvas a salir, un rato de ocio (quizás también de deporte), cenas y
vuelta a dormir. ¿Y entremedio?

Sales al escenario de la vida con tu rutina acogedera y normalmente agradable, pero

¡ah! ¡ahí está la vida para ofrecerte retos y desafíos que confrontar!

Normalmente los desafíos son soportables y llevaderos, de los que no nos acordamos
a los dos días, pero realmente estamos expuestos a hechos caóticos que te pueden
costar ¡hasta la vida!, o por el contrario, alzarte hasta la cumbre en un
santiamén. Nos creemos que lo tenemos todo controlado, cuando en verdad, somos
seres frágiles de carne y hueso, con una mente privilegiada, pero también frágil.

Por regla general, es un camino a recorrer, del que nos hacemos un mapa, según
nuestro conocimiento y experiencia. Y los resultados, el final de la travesía, es
el conjunto de acciones realizadas (sean para mal o para bien). Pero claro, el
camino no es uniforme. De pronto te encuentras una bifurcación que te hace dudar
entre si coger el nuevo camino o continuar por el que ibas. Piensas en las posibles
consecuencias de una u otra elección y te decides por fin. (¡Ay del que no tome
ninguna decisión! Se quedará paralizado.)

Pasados los años te arrepentirás (90% que sí, por dejar un resquicio) de todo
aquello que no hiciste, o que te salió mal. ¿Fue por culpa de la juventud e
inexperiencia? ¿Por desidia, pensando que ya habrá tiempo para eso? ¿Quizás por
miedo? ¿O por egoísmo, soberbia, envidia, o cualquier cosa similar o peor?

Por eso, intentemos tomar las decisiones más adecuadas según el conocimiento del
momento y con los mejores sentimientos posibles (fraternidad, amor, empatía,
solidaridad...) y tendremos, al menos, una pila donde refrescarnos y aliviar
nuestra "culpa".