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Peña Fabila Leonardo - 0226199

¿En qué consiste la afectividad para Platón?

Introducción:
La filosofía griega siempre ha sido eje de pensamiento para temas personales, sociales y de
Estado. Platón es un personaje distinguido el cual se dedicó a establecer sus posturas que,
posteriormente, serían estudiadas hasta nuestros tiempos.
El siguiente ensayo se basará sobre lo que encontramos en la lectura “República IV (439A
– 431C)” de Platón, donde el tema principal a desarrollar es el concepto de afectividad visto
desde la postura de Platón; así como el efecto de ésta sobre un individuo, el cual forma
parte de un Estado.
En la lectura no se encuentra definido de forma explícita este concepto, está entendido
como los distintos tipos de apetitos que nos forman como personas, y los cuales se
desarrollarán de manera más detallada conforme avance este ensayo.

Desarrollo:
Lo que encontramos en el fragmento del libro de la República es un diálogo entre Sócrates
y Glaucón, donde se nos introduce con un cuestionamiento de Sócrates acerca de que, la
forma de ser de un Estado es la misma que la de sus individuos ya que gracias a ellos se
formó el Estado. A partir de esta premisa surge la duda de si el alma de un individuo es una
unidad o se encuentra dividida en tres partes.
Sería bastante lógico pensar que las costumbres de un Estado son las mismas que las de sus
individuos, pues cada parte depende de la otra y no podrían sostenerse si sus caracteres
chocaran constantemente.

Posteriormente, se infiere que el alma no puede estar compuesta de una sola parte ya que la
persona es incapaz de realizar dos acciones contrarias al mismo tiempo, de esta forma
hallamos indispensable que existan distintos principios que regulen al alma y a sus
pasiones.
Es difícil hallar alguna objeción al argumento anterior, pues se encuentra respaldada por el
principio de no contradicción y las analogías que presenta Platón son de mucha ayuda a
entender este pensar, como, por ejemplo:

SÓCRATES. — Asegurémonos más de esto para no vernos después embarazados. Si alguno


nos objetase que un hombre, puesto en pie y que sólo mueve las manos y la cabeza, está a
la vez en reposo y en movimiento, le contestaríamos que no hablaba con exactitud y que lo
que debe decirse es que una parte de su cuerpo se mueve, mientras que la otra está en
reposo. ¿No es así?

Platón interrumpe sus ejemplos para luego decir que es conveniente suponer que su
principio es cierto y que, de demostrarse falso, las conclusiones que hayan sido deducidas
serán nulas. Aparte de ser un argumento redundante, se puede decir que no posee mucho
sentido armar un argumento esperando a que sea probado falso. Sí se pueden esperar
correcciones u objeciones que completen el argumento, pero se vuelve una acción vacía
argumentar esperando que se pruebe lo contrario.
Después, se nos ayuda a entender la relación entre un deseo y su objeto, explicando que
cada deseo se dirige a su objeto, y que las cualidades accidentales son las que determinan la
dirección que se toma con respecto a cada modificación del objeto. Para este argumento se
utilizan ejemplos como el deseo de la sed, que tiene de objeto a la bebida. Somos capaces
de observar que para disciplinas como la ciencia también existen objetos propios de la
misma, como todo lo que puede o debe ser conocido.
La sed, al tener sólo relación con la bebida, es lo que va a buscar y a lo que se va a dirigir,
independientemente de sus particularidades. Pero ¿no existen personas que tienen sed y no
beben nada?
Pues sí, y es aquí donde volvemos al planteamiento que se había realizado sobre que algo
es incapaz de ser y no ser al mismo tiempo; la parte que va en contra de estos deseos y
placeres, a los cuales les llamamos apetito concupiscible, se le llama razón, y es la
encargada de regular tanto este apetito como el próximo por mencionar.

Ya conocemos dos de tres partes del alma según Platón y la próxima consigna a tratar será
la cólera y la ira. Platón explica que en un principio se creía que la cólera formaba parte del
apetito sensitivo, pero si se hace el análisis profundo a cómo nos hace actuar la cólera,
veremos que no es así.
Cuando sentimos una ira que nos consume, dejamos de guiarnos por cualquier apetito
sensible (hambre, sed, frío, etc.), esta cólera se entiende como un apoyo a la razón cuando
esta última ha sido corrompida por una mala educación; se podría considerar a la ira como
parte de la razón, dejándonos con sólo dos partes del alma. Pero la diferencia entre razón y
apetito irascible (donde entran las emociones antes mencionadas) es que la razón nunca
tomará “armas” para defender algo, pues la razón siempre está encomendada a regularnos
como personas, y es por eso por lo que la cólera se encuentra justificada como una tercera
parte del alma: se encarga de defender a la razón cuando es necesario hacerlo con cierta
fuerza e intensidad.

Platón explica la necesidad de que sean tres partes por la analogía que hace con el Estado:

SÓCRATES. — ¿Y es diferente de la razón o tiene algo de común con ella, de suerte que no
haya en el alma más que dos partes, la razonable y la concupiscible? O más bien, así como
nuestro Estado se compone de tres órdenes, mercenarios, guerreros y magistrados, ¿el
apetito irascible entra también en el alma como un tercer principio, cuyo destino es
secundar la razón siempre que no haya sido corrompido por una mala educación?

No parece una comparación válida porque, a pesar de haber establecido la relación directa
entre individuo y Estado, el Estado no tiene la necesidad de actuar al igual que una persona,
y viceversa. Después veremos que esta relación permite adjudicar características iguales a
cada uno, pero esta analogía considero que no tiene el fundamento suficiente para poder ser
considerada como verdadera.
Por ejemplo, en la lectura se habla de que cada individuo debe de ser prudente en la misma
forma y valiente en el mismo camino que el Estado; la consecuencia es que lo que hace
justo al Estado, también lo hace al particular.
Y esto sí puede ser tomado como cierto, pero cabe recalcar que las acciones que ambas
partes realizan para llegar a lo establecido difieren en muchos aspectos, por eso regresamos
al mismo punto que, la analogía antes mencionada, no termina de desarrollarse bien.
SÓCRATES. — Acordémonos de que cada uno de nosotros será justo y cumplirá su deber
cuando cada una de las partes de sí mismo realice su tarea.

Platón después de este diálogo realiza un par de analogías para fundamentar su premisa y
hace especial énfasis en que, tanto como la razón y la parte irascible del alma son las
encargadas de regular al apetito concupiscible, que por naturaleza es insaciable y ocupa la
mayor parte de nuestra alma.

El último tema que se trata es el de la justicia, y no es más que lo que ya se viene


exponiendo, pues la justicia se encarga de arreglar el interior del hombre; está relacionada
con la perfecta armonía entre las tres partes del alma. La justicia busca que el hombre
entienda este orden y actúe con respecto a él, de esta forma será capaz de entender que,
cualquier acción que rompa este orden o que vaya en contra de la armonía que lleva dentro,
se le podrá considerar una acción injusta.
En lo personal, buscaría otro término para este orden que propone Platón ya que veo a la
justicia como dar a cada quien lo que merece, que es una postura más colectiva, aunque me
parece bien justificado y argumentado el uso de este término.

Conclusiones:
La afectividad para Platón está entendida por las tres partes del alma que son: la razón,
apetitos concupiscibles y apetitos irascibles. La razón es la encargada principal de regular a
ambos apetitos, muchas veces con ayuda de los irascibles ya que nuestros apetitos sensibles
(o concupiscibles) son la mayor parte de nuestra alma y por naturaleza son insaciables. El
hombre y el Estado se pueden ver como entes similares por las características que poseen y
porque uno depende del otro; un hombre justo hace a un Estado justo y viceversa.

La justicia para Platón está entendida como el perfecto orden y armonía de las tres partes
del alma. Para el Estado, el cual también posee tres partes (mercenarios, guerreros y
magistrados), funciona de la misma forma, pues una correcta organización de sus tres
partes es lo que lo vuelve justo. Vemos la relación directa porque el Estado se conforma de
individuos, y si estos son justos, se crea un Estado justo; así como un Estado justo crea el
ambiente para formar individuos justos.

Una correcta regulación de nuestra alma, guiada por la razón, es lo que nos forma como
hombres de bien, y hombres de bien generan más de los suyos, lo cual tiene como
consecuencia una sociedad correctamente organizada con un sentido de justicia casi
imposible de alterar. Todo esto puede ser englobado en una afectividad racional que
permite la acción de cada apetito y deseo sin caer en algún extremo.

Bibliografía:

 De Haro Romo, Vicente (2022). REPÚBLICA IV (439A-441C), Antología de


Persona y Sociedad.

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