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La misión de la Universidad

Introducción a la vida universitaria

Alfonso Camargo Muñoz U. Santo Tomás, Tunja

Rabindranath Tagore fue un hombre universal. Formado como jurista en Inglaterra, volvió a su país
natal con dos ideas claras: promover en la sociedad india aquello que, de la cultura anglosajona, y
del resto del mundo, podía enriquecer su cosmovisión, y al mismo tiempo, salvaguardar lo propio
del continente indio. Estos dos propósitos lo acompañaron a lo largo de su vida y de su obra, y los
plasmó en sus valiosos aportes en el campo de la educación, y muy particularmente, en su obra en
torno a la educación superior. Al fundar la Universidad Visva Bharati, que significa, “la comunión
del mundo con India”, quiso materializar lo que él consideraba la esencia misma de la universidad:
“solo la Universidad ofrece la posibilidad de un libre desarrollo y activa la inteligencia haciendo
que el espíritu adquiera conciencia de sí mismo. Alcanzada esta conciencia, automáticamente se
comenzará a progresar rompiendo el orden de ideas estereotipado” (citado por. Arguello Scriba, p.
88).

El poeta indio representa un justo preámbulo a la reflexión que reclama hoy la educación superior,
no solo como ámbito de lo universal, factor nunca más urgente, o de lo local, elemento del que cada
día parece tomarse mayor conciencia, sino también, como lo sugiere la pensadora norteamericana
Martha Nusbaum, institución que reclama pensarse y repensarse, sobre todo en términos de
humanidad (Sobre el futuro de la educación mundial).

El análisis aquí sugerido remite a aquellos pensadores que han dedicado un capítulo importante de
su obra a pensar el papel que cumple la educación, y en particular la Universidad, en los diversos
momentos históricos de la humanidad. Piénsese en Nietzsche, y “el porvenir de nuestras escuelas”,
vislumbrando instituciones dedicadas al cultivo del espíritu humano, esto es, a la creación de obras
nobles y valiosas. Recuérdese al cardenal Newman, para quien la universidad solo podrá cumplir su
tarea en la medida que se reconozca su naturaleza y se valore lo suficiente en el seno de la sociedad
y la cultura: “la misión de la universidad, sostenía, consiste en el cultivo de la inteligencia” (Citado
por, Gutiérrez Lozano, 2013, p. 177). O remembrar a Ortega y Gasset, en la famosa “Misión de la
universidad”, quien no disimula una especie de nostalgia: “Entonces volverá a ser la Universidad lo
que fue en su hora mejor: un principio promotor de la historia (…)” (Citado por Camargo, 2012, p.
22). Sin olvidar a pensadores más recientes como, Julián Marías (La universidad, problemática), A.
Borrero (La universidad, estudio sobre sus orígenes, dinámicas y tendencias), J. Derrida (La
universidad sin condición), Estanislao Zuleta, y su tesis fundamental, “el mayor desastre de la
educación es enseñar sin filosofía”. Así como los documentos de la UNESCO sobre la Educación
superior para el Siglo XXI, o la misma USTA, y sus documentos sobre Misión de la Universidad.

Si de una síntesis se tratara, del abordaje de los anteriores postulados se podrían deducir dos
propósitos indisolubles en cuanto a la misión de la universidad. El primero, más afín al principio
rector de la universidad de todos los tiempos: la universidad como ámbito de la inteligencia
humana. Y como hemos dicho de Tagore, el nido de lo universal. Se trata del lugar privilegiado
donde hombres y mujeres con una vocación especial por el cultivo de las facultades intelectivas,
abordan las problemáticas cruciales de lo humano, de lo social y cultural, de lo político, y en
general de todo lo que atañe al cultivo de la humanidad (Nusbaum). Se diría en un lenguaje, si se
quiere, un poco más académico, lo filosófico de la existencia humana. En este nivel prima el ser.
Sin olvidar la estrecha relación que existe entre ser y saber (M. Heidegger).

El segundo propósito se refiere a la generación del conocimiento en general, y de una ciencia o


disciplina en particular. Se trata del cultivo de un campo específico orientado a la formación
profesional, y en este sentido se habla de la vocación por el dominio de un campo específico del
saber, con el rigor suficiente para demostrar dominio y experticia profesional. En este nivel prima el
hacer. Reconociendo cada vez más la estrecha relación entre ser-saber-hacer (M. Blondel).

Cada semestre la Universidad Santo Tomás se dispone a recibir a varios centenares de nuevos
estudiantes para sus diversas carreras. Jóvenes que recién egresados de la educación secundaria, se
disponen a iniciar su carrera universitaria, con el propósito de formarse como profesionales en las
más diversas disciplinas.

Entre muchas constataciones que a lo largo de los años se han venido confirmando existe aquella de
que un alto porcentaje de estudiantes ingresan a la Universidad con un propósito meramente
técnico, esto es, con la intención de incursionar en un campo disciplinar y aprenderlo
aproximadamente como se aprende a ejercer un oficio. Tal vez esta sea una de las razones por las
cuales los estudiantes privilegian aquellas asignaturas que denominan “propias de su carrera”,
soslayando las temáticas de índole más filosófico y que pertenecen al componente humanista.

Se puede deducir que los jóvenes conciben la Universidad fundamentalmente como centro de
formación profesionalizante, equiparándola más con un instituto técnico, desconociendo lo que se
ha planteado más arriba sobre el doble propósito de las universidades, en consonancia con la
planteado por Derrida: “los institutos son ´técnicos, la universidad es filosófica”. Mientras no se les
ayude a ver a los jóvenes una idea más completa de lo que significa la Universidad, ellos
continuarán con una visión mecanicista de esta, y sin culpa de su parte, persistirán en concebir las
cátedras de formación más filosófica, como “materias de relleno” o simples “costuras”.

Las dos semanas que la Universidad ofrece a los neo tomasinos para los cursos propedéuticos, es un
espacio invaluable para subsanar este vacío, y para ayudarlos a situarse en el mundo universitario,
despertándoles, siguiendo a Tagore, una vocación más propia de quienes se dedican al estudio y la
investigación: en la universidad lo universal, lo más humano, aquello que inquieta a la inteligencia
humana, e incluso lo filosófico de las diversas disciplinas, pero también lo propiamente científico,
encuentra su ámbito natural.

Se trata, en suma, de que el estudiante comprenda desde su ingreso a la Universidad, que su


propósito integral, además de aprender y dominar con rigor un campo disciplinar de moderno, es
desarrollar las competencias necearías para analizar y comprender la realidad local y global, los
procesos sociales, culturales, políticos e históricos, y para asumir frente a ellos actitudes críticas de
liderazgo y compromiso.

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