Pascuero solicitando aquellos zapatos de fútbol con franjas laterales que tanto deseaba. Al pié del árbol navideño, con nerviosismo abrí la caja y… desilusión… los zapatos de fútbol… pero no eran los pedidos en la carta. Conversé con mi padre, señalando: - Si no son los zapatos pedidos, prefiero no tener regalo de navidad. Escuchando la intransigente afirmación, mi padre tomó los zapatos, los guardó y se retiró sin comentar una palabra. Esa fue la primera Navidad que no tuve ningún regalo de pascua. Al año siguiente, los pocos presentes recibidos los encontré hermosos.