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El regreso de shaluco

Un día cuando el rio Huallaga estaba mermando y era el


momento preciso del mijano, surcaban abundantes peces de
boquichico.

Sus amigos de shaluco: Luis, juan, linda, Marjori ya habían


mijaniado con éxito por esa parte del rio y fue suficiente
para que cada uno tenga alimentos hasta para regalar a los
vecinos y para toda la semana.

Al día siguiente se dirigieron al puerto de Bellavista y


desencadenaron el bote que cargaban dos grandes cámaras
infladas y el motor listo para el arranque; prepararon sus
redes y avanzaron hasta medio rio, prendieron el motor y a
toda velocidad se fueron a un lindo lugar de Intiyacu.

Los amigos se iban muy alegres acordándose de la última


palomillada, que después de muerto shaluco le hizo a su hijo cuando estaba en pleno sueño,
que nadie se acordó ni siquiera por su cumpleaños, rezarle una oración y prenderle una vela
en el cementerio.

Bien dormido había quedado el hijo de shaluco en el mueble de la sala, cansado de hacer los
deberes de la casa y su mamá le acompañó meciéndose en una mecedora mientras él dormía.
De pronto abrió despacio sus ojos al sentir un olor bastaste conocido por ella y un aire fresco
como la prisa del rio. En ese momento vio y escucho a su travieso marido que le estaba
diciendo: ¡Isabelita, isabelita; aún estoy aquí¡ y de verdad era el alma de su difundo marido; de
pronto siguió de frente y observó la respiración de su hijo, por lo que decidió hacerle despertar
y recordarle que era producto de su amor de padre que está durmiendo olvidando el
cumpleaños de su padre, cuando siquiera ese día estaría honrando.

Isabelita vio como de un salto despertó su hijo que al


sentir el fuerte golpe de sus manos frías del alma de
su padre salió corriendo a la calle.

Después de un rato le paso el susto y se dieron


cuenta de que era el día de su cumpleaños del
difundo marido; llamaron a la familia y fueron al
cementerio a orar y prenderle unas velitas a la
tumba de su padre.

Las vecinas aseguran que cuando murió su vecino


shaluco, el mismo día de su velorio en el momento
que las cocineras pelaban las gallinas y un gallo que
llevaron las vecinas para el caldo y dar de comer a
los acompañantes; el viejo animal que habían estado
degollado, salió corriendo de la cocina, pasando por
medio de la sala entre los acompañantes; no podían
aceptar lo que estaba sucediendo. La gente lo
persiguió hasta lograr agarrarlo y cuando lo tuvieron en sus manos, hizo que se desmaye el
gallo, pero se le salió un silbido ¡fiiiiiiiiinnn¡, haciendo que las cocineras se apresuraran a
matarlo e hizo que metieran las presas a la olla con el agua hirviendo.

De arriba del terrado se volvió a escuchar el silbido y comenzaron a lanzarle pedazos de tierra,
provocando que las mujeres le griten:

¡Alma o como te llames ¡, deja ya de estar asustando a tus acompañantes que están huyendo,
o quieres quedarte solo, ¡cojudazo-carajo! - el difunto se calmó y no volvió a molestar a las
cocineras y a los acompañantes.

Otro día, fueron a mijanear nuevamente, su hijo sintió


un extraño viento frío, estremeció el cuerpo de su hijo
que dijo a sus amig@s: ¡oh ñaños! mejor regresemos
tarrafiando para no venir en vano, ya que presiento que
algo malo puede pasar por estar recordando a mi padre;
ya que mi sexto sentido no me falla siempre.

Dieron media vuelta; cada uno lanzando la tarrafa, hasta


que, al llegar a la altura del antiguo camal, sin ningún
motivo, se apagó el motor, lo revisaron el combustible
estaba lleno, pero se paró y no pudieron continuar todo
era oscuridad. En ese momento escucharon cerca de
ellos un fuerte silbido ¡fiiiiiinnn¡, y les erizó la piel,
quedando mudos, todos por el miedo.

Tuvieron que remar rápidamente hasta llegar al pueblo


de Bellavista, una vez más el alma de shaluco se burló de
ellos.

MENSAJE:

Nunca se debe burlar de las personas ni de vivo ni de muerto y jamás debemos olvidarlos que
hasta de muertos necesitan de nuestras oraciones y que los recordemos siempre con mucho
cariño y amor.

AUTOR:

Jim Stiwart Albincula Ruiz

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