Está en la página 1de 6

SOBRE ESPIRITUALISMO1

[The Daily Graphic, Nueva York, Volumen VI, 13 de Noviembre de 1874, páginas 90-91]

Al Editor del Daily Graphic:

Ya que el doctor Beard ha desdeñado (en su científica grandeza) responder al


desafío enviado por su humilde servidora en el número del Daily Graphic del pasado 30
de Octubre de 1874, y prefirió instruir al público en general antes que a una “tonta
crédula”, ya venga de Circasia o África, confío plenamente en que me permitiréis usar
vuestro periódico una vez más, para así poder señalar algunas peculiaridades muy
picantes de esta exposición asombrosamente científica, el público podría juzgar mejor a
la puerta de quién el susodicho elegante epíteto podría ser más adecuadamente puesto.
Durante una semana más o menos una inmensa agitación, un estremecimiento de
miedo sacrílego, si se me permite esta expresión, corrió a través de la psicologizada
constitución de los Espiritualistas de Nueva York. Se rumoreaba en siniestros susurros
que G. Beard, Doctor en Medicina, el Tyndall de América, estaba saliendo con su
perentoria revelación de los fantasmas de los Eddys, y – ¡los Espiritualistas temblaban
por sus dioses!
El temido día ha llegado, el número del Daily Graphic del 9 de Noviembre está
ante nosotros. Lo hemos leído cuidadosamente, con un respetuoso sobrecogimiento –
porque la verdadera ciencia siempre ha sido una autoridad para nosotros (por muy
tontos de mente débil que podamos ser) y así hemos tratado la peligrosa revelación con
un sentimiento un tanto parecido al de un Cristiano fanático abriendo un volumen de
“Büchner”. Lo examinamos concienzudamente hasta el final, pasábamos las páginas
una y otra vez, esforzándo en vano nuestros ojos y cerebro para detectar allí una prueba
científica o un átomo de evidencia aplastante que clavara en nuestro pecho espiritualista
los venenosos colmillos de la duda. Pero no, ni una partícula de explicación razonable o
de evidencia científica de que todo lo que hemos visto, oído y sentido en la casa de los
Eddys no era sino ilusión. En nuestra femenina modestia, todavía permitiéndole a dicho
artículo el beneficio de la duda, nosotros desconfiamos de nuestros propios sentidos, y
así dedicamos un día entero a la recogida de diversas críticas de jueces que creemos más
competentes que nosotros mismos, y por fin llegamos colectivamente a la siguiente
conclusión:
El Daily Graphic ha dejado al doctor Beard con magnanimidad nueve columnas
de sus valiosas páginas para demostrar - ¿qué? ¡Vaya!, lo siguiente: Primero, que él, el
doctor Beard de acuerdo con sus propias modestas afirmaciones (ver columnas segunda
y tercera), está más autorizado para ocupar la posición de un actor encargado de
personajes de bobalicones (el Tartuffe de Molière podría quizás encajarle tan
naturalmente) que para asumir el difícil papel de un Faraday vis a vis con los Chittenden
D. D. Home.
Segundo, no obstante el erudito doctor estaba “ya abrumado con sus tareas
profesionales” (una bonita y barata publicidad por cierto) e investigaciones científicas,
él dió a esto último otra orientación, y así fue a casa de los Eddys. Al llegar allí
representó ante Horatio Eddy, por la gloria de la ciencia y el beneficio de la humanidad,
el papel de un “desaliñado bobalicón” y fue recompensado en su investigación científica
encontrando sobre las dichas sospechosas premisas un profesor de golpes, ¡“un pobre
tonto inofensivo”! Galileo, de célebre recuerdo, cuando detectó el sol en su involuntaria
impostura, se rió ciertamente menos sobre su triunfo que el doctor Beard sobre el
descubrimiento de este “pobre tonto”. Aquí sugerimos modestamente que quizás el
erudito doctor no tenía que haberse ido tan lejos como Chittenden para eso.
Además el doctor, olvidando completamente el sabio lema “non bis in idem”,
descubre y declara a lo largo de su artículo que todas las generaciones pasadas, actuales
y futuras de peregrinos a la “granja Eddy” son colectivamente idiotas y que cada
miembro de este numeroso cuerpo de peregrinos espirituales ¡es asimismo “un debil
mental, un idiota crédulo”! Pregunta- ¿la prueba de ello, si hace el favor, doctor Beard?
Respuesta- El doctor Beard ha dicho eso, y el Eco responde, ¡tonta!
¡Verdaderamente milagrosas son tus obras, oh Madre Naturaleza! ¡La vaca es
negra y su leche es blanca! Pero entonces, ya ves, esos hermanos Eddy ignorantes y mal
educados han permitido a sus crédulos invitados comerse entera la trucha pescada por el
doctor Beard y pagada por él a 75 centavos por libra como multa, y ese hecho solamente
podría haberle vuelto un poco - ¿como diríamos amargado, con prejuicios? No, erróneo
en su declaración le va mejor.
Porque está en un error, por no decir más. Cuando, asumiendo un aire de
autoridad científica, afirma que la sala de sesiones está normalmente tan oscura que uno
no podría reconocer a una distancia de tres pies a su propia madre, él miente. Cuando él
nos dice además que él vio a través de un agujero en una de las cortinas y a través del
espacio entre ellas todas las maniobras del brazo de Horatio, se arriesga a encontrarse a
sí mismo ocultado por miles de personas que, aunque sean de mente débil, no están
ciegos para todo aquello, ni están compinchados con los Eddys, pero son con mucho
testigos más fiables en su honestidad de gente bobalicona que el doctor Beard en su
testimonio supuestamente científico y sin escrúpulos. Lo mismo cuando dice que a
nadie se le permite acercarse a los espíritus más de 12 pies de distancia, aún menos
tocarlos, excepto a los “dos bobalicones, idiotas ignorantes”, que normalmente se
sientan en ambos extremos de la plataforma. Que yo sepa muchas personas se han
sentado allí además de aquellos dos.
El doctor Beard debiera saber esto mejor que nadie, ya que él mismo se sentó
allí. Circula una triste historia, a propósito, por la casa de los Eddys. Los registros de las
sesiones espirituales en Chittenden han dedicado una página entera al relato de un
terrible peligro que ha amenazado, por un momento, de privar a América de una de sus
más brillantes estrellas científicas. El doctor Beard, admitiendo él mismo una parte de la
historia, pervierte el resto de la misma, como hace en todo lo demás en su artículo. El
doctor admite que fue golpeado seriamente por la guitarra, y que, incapaz de soportar el
dolor, saltó y rompió el círculo. Ahora aparece claramente el hecho de que el erudito
caballero ha descuidado añadir a su inmensa reserva de conocimientos los primeros
rudimentos de la “lógica”. Él mismo alardea de haber engañado completamente a
Horatio y a los demás del objetivo real de su visita. ¿Por qué debería entonces golpearle
en la cabeza Horatio? Los espíritus nunca antes se comportaron de una manera tan ruda
como esa. Pero entonces el doctor Beard no cree en su existencia y culpa del asunto a
Horatio. Olvida declarar, también, que toda una lluvia de proyectiles fue arrojada a su
cabeza, y que “pálido como un fantasma” –como afirma la narración del registro- el
pobre científico superó por un momento al “Aquiles de pies alados” en la velocidad con
la que se puso en pie. Que extraño si Horacio, no sospechando aun de el, le dejó
permanecer a dos pies de distancia de la cortina, ¿que lógica hay en ello?
Se hace evidente que la referida lógica descuidada hacía compañía a la vieja
madre Verdad en el fondo de su pozo, no siendo deseadas ninguna de las dos por el
doctor Beard. Yo misma me he sentado en el escalón superior de la plataforma durante
catorce noches al lado de la señora Cleveland. Me incorporé cada vez que “Honto” se
aproximaba a una pulgada de mi cara para poder verla mejor. He tocado sus manos
repetidamente así como otros espíritus han sido tocados, e incluso la abracé casi todas
las noches. Además, cuando leí la absurda y serena afirmación del doctor Beard de que
“se requiere un muy bajo tipo de genios para obtener el dominio de unas pocas palabras
en diferentes idiomas para poder murmurárselas a espiritistas crédulos”, me siento con
todo el derecho del mundo de decir que tal revelación científica como con la que el
doctor Beard ha salido en su artículo no requiere ningún genio en absoluto; per contra;
requiere la más ridícula fe por parte del escritor en su propia infalibilidad, así como una
confianza segura en encontrar en todos sus lectores lo que elegantemente califica de
“idiotas de mente débil”. Cada palabra de su declaración, cuando no es una evidente
mentira, es una insinuación malvada y maliciosa, construida sobre la muy equívoca
autoridad de un testigo contra la evidencia de miles.
Dice el doctor Beard “he demostrado que la vida de los Eddys es una gran
mentira, los detalles no necesitan más discusión” El escritor de la línea anterior olvida,
al decir estas imprudentes palabras, que algunas personas podrían pensar que “como
uno es, así ve a los demás”. Fue a Chittenden con engaño en su corazón y falsedad en
sus labios, y así, juzgando a su prójimo por el carácter que asumió él mismo, tomó a
todos por truhanes, cuando el no se desprecia como un idiota. Declarando tan
taxativamente que lo ha demostrado, el doctor olvida un pequeño detalle, a saber, que
no ha demostrado nada en absoluto.
¿Dónde están sus alardeadas pruebas? Cuando se contradice a sí mismo diciendo
que la sala de sesiones está lejos de ser tan oscura como él pretendía que era, y que los
espíritus han pedido repetidamente ellos mismos a través de la voz de la señora Eaton
más luz, nosotros sólo decimos lo que podemos probar delante de un jurado. Cuando el
doctor Beard dice que todos los espíritus están personificados por W. Eddy, avanza lo
que se podría considerar un acertijo más difícil de resolver que la aparición de los
espíritus mismos. Ahí cae justo en los dominios de Cagliostro: porque si el doctor Beard
ha visto 5 o 6 espíritus en total, otras personas, yo misma incluida, hemos visto 119 en
menos de dos semanas, casi todos ellos vestidos de forma distinta. Además, la acusación
del doctor Beard implica la idea al público de que el artista del Daily Graphic que hizo
los dibujos de tantas de aquellas apariciones, y que no es un “crédulo espiritualista”, es
asimismo un disparate, propagando al mundo lo que no vio, y así arrojando a lo lejos la
más absurda y escandalosa mentira.
Cuando el erudito doctor nos haya explicado cómo cualquier persona, en mangas
de camisa y un par de pantalones ajustados como vestimenta pueda ocultar en su
persona (habiéndose comprobado previamente que el armario estaba vacío) un completo
fardo de ropas, trajes de mujer, sombreros, gorros, trajes de noche, chalecos y corbatas,
entonces se le dará más credibilidad que hasta el presente. Eso sí que sería una prueba,
porque, con todo el debido respeto a su mente científica, el doctor Beard no es el primer
Edipo que ha pensado en coger a la Esfinge por su cola y así resolver el misterio.
Hemos conocido a más de un “idiota de mente débil” incluidos nosotros mismos que ha
trabajado bajo un engaño similar durante más de una noche, pero todos nosotros fuimos
finalmente obligados a repetir las palabras del gran Galileo, Eppur si muove! (¡y sin
embargo se mueve (la tierra)!) y rendirnos.
Pero el doctor Beard no se rinde. Prefiriendo mantener un desdeñoso silencio a
cualquier explicación razonable, esconde el secreto del misterio de arriba en las
profundidades de su profundamente científica mente. “Su vida está entregada a las
investigaciones científicas”, ya lo vemos; “sus conocimientos fisiológicos y
neurofisiológicos son inmensos,” porque eso es lo que él dice, y tan cualificado como él
está en combatir los fraudes con fraudes aún mayores (ver la octava columna), los
disparates espiritualistas no tienen ningún misterio para él. En cinco minutos este
científico ha hecho más por la ciencia que el resto de científicos juntos han hecho en
años de trabajo y “se sentiría avergonzado si no.” (Ver la misma columna.) En la
apabullante modestia de sus conocimientos, no se quiere llevar ningún crédito por haber
actuado así, aunque ha descubierto el pasmoso y novedoso concepto de la “sensación
fría y entumecedora” ¡Como Wallace, Crookes y Varley, el naturalista-antropólogo, el
químico y el electricista, se ruborizarán de envidia en su antiguo país! América sola es
capaz de producir sobre su fértil suelo intelectos tan listos y milagrosos. ¡Veni, vidi,
vici! era el lema de un gran conquistador. ¿Por qué no debería el doctor Beard
seleccionar el mismo para su blasón? Y así, no como los Alejandros y los Cesares de la
antigüedad (en la primitiva simplicidad de sus modales), abusa de la gente tan
elegantemente, llamándoles “idiotas” cuando no puede encontrar un argumento mejor.
Una mente con mucho más sabia que la del doctor Beard (¿disputará el hecho?)
ha sugerido, hace siglos, que el árbol iba a ser juzgado por sus frutos. El Espiritualismo,
a pesar de los desesperados esfuerzos de hombre más científicos que él mismo, aguanta
firme sin acobardarse durante más de un cuarto de siglo. ¿Dónde están los frutos del
árbol de la ciencia que florecen en el suelo de la mente del doctor Beard? Si los
debemos juzgar por este artículo, entonces, verdaderamente, el mencionado arbol
necesita más cuidados de los usuales. Por los frutos, parecería que aún están en los
dominios de la “esperanza engañosa y dulce”. Pero entonces, quizás, el doctor temía
aplastar a sus lectores bajo el peso de su conocimiento (el verdadero mérito ha sido
siempre modesto y sin pretensiones) y lo que cuenta para el erudito doctor ocultándonos
cualquier prueba científica del fraude que pretende estar descubriendo, excepto el hecho
mencionado anteriormente de la “sensación fría y entumecedora”. Pero cómo Horatio
puede mantener su mano y brazo helados bajo un cálido chal durante media hora, en
verano como en cualquier otra estación y sin tener ningún hielo escondido en su
persona, o cómo puede evitar que se derrita- todo lo anterior es un misterio que el
doctor Beard no revela por ahora. Quizás nos dirá algo de esto en su libro, del que hace
publicidad en el artículo. Bien, nosotros solo esperamos que el primero sea más
satisfactorio que el último.
No añadiré más que unas pocas palabras antes de acabar mi debate con el doctor
Beard para siempre. Todo lo que dice sobre una lámpara oculta en una caja cilíndrica
para papeles, los compinches fuertes, etc. existen sólo en su imaginación, por el simple
bien del argumento, suponemos. “Falso en uno, falso en todos” dice el doctor Beard en
la sexta columna. Estas palabras son un justo veredicto para su propio artículo.
Aquí declararé brevemente lo que de mala gana oculté hasta ahora a todos así
como al doctor Beard. El hecho era demasiado sagrado para mí como para permitir que
se jugara con él en chismorreos de la prensa. Pero ahora, para zanjar la cuestión de una
vez, estimo mi deber como Espiritualista entregarlo a la opinión pública.
En la última noche que pasé con los Eddys, George Dix y Mayflower me
entregaron una condecoración de plata, la parte superior de una medalla con la cual
estaba yo más que familiarizada. Cito las palabras textuales del espíritu: “Te traemos
esta condecoración, porque creemos que la valorarás más que cualquier otra cosa. La
reconocerás, ya que es la insignia de honor que fue entregada a tu padre por su
Gobierno por la guerra de 1828, entre Rusia y Turquía. La obtuvimos a través de la
influencia de tu tío, que se te apareció aquí esta noche. La hemos traído de la tumba de
tu padre en Stavropol. La identificarás por cierta señal que tú conoces” Estas palabras
fueron pronunciadas en la presencia de cuarenta testigos. El coronel Olcott describirá el
hecho y dará el dibujo de la condecoración2
Tengo en mi poder la mencionada condecoración. La conozco porque pertenecía
a mi padre. Más aún, la he reconocido porque le falta un trozo que, a causa del
descuido, rompí yo misma hace muchos años y, para zanjar toda duda en relación con
ella, tengo la foto de mi padre (una foto que nunca ha estado en la casa de los Eddys, y
que nunca pudo haber sido vista por cualquiera de ellos) en la cual esta medalla es
claramente visible.
Pregunta para el doctor Beard: ¿cómo podían saber los Eddys que mi padre fue
enterrado en Stavropol, que se le entregó tal medalla o que había estado presente y en
servicio en la época de la guerra de 1828?
Deseosos como estamos de dar a cada uno lo suyo, nos sentimos impelidos a
decir de parte del doctor Beard que él no ha alardeado de más de lo que puede hacer,
aconsejando a los Eddys tomar unas pocas lecciones privadas impartidas por él en los
trucos de la mediumnidad. El erudito doctor debe ser un experto en todos esos trucos.
Estamos asimismo listos para admitir que, diciendo como él dijo que “su artículo sólo
confirmaría más a los Espiritualistas en sus creencias” (y debería haber añadido “y no
convencería a nadie más”), el doctor Beard ha resultado ser él mismo un mejor “profeta
médium” que cualquier otro en este país!.
H.P.Blavatsky
23 Irving Place

[En el álbum de recortes de prensa de H.P.B., volumen I, páginas 6-7, donde este artículo fue pegado,
H,P.B. añadió con pluma y tinta bajo su firma:]

Tanto en defensa de los fenómenos, en cuanto a si estos Espíritus son fantasmas o no es


otro asunto.
NOTAS:
1.- En su álbum de recortes de prensa, Volumen I, página 6, donde este artículo está pegado, H. P. B.
escribió en la parte superior de la página: “Mi segunda carta al Nueva York Graphic, 14 de noviembre de
1874”.
2.- Ver la explicación de H.P.B. en las páginas 203 a 204 del presente volumen. En la página 357 del libro
del coronel Olcott “People from the other world” se puede encontrar el dibujo de la hebilla y de la
condecoración misma.

También podría gustarte