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LA CASA DE LOS ESPIRITUS

AUTORA: Isabel Allende

CAPITULO 1: ROSA, LA BELLA

Es domingo y la familia Del Valle asiste a misa. Nívea y Severo del Valle escuchan el sermón
conservador y enardecido del Padre Restrepo junto a sus quince hijos e hijas, entre las que
destacan la mayor, Rosa, y la más pequeña, Clara. Esta última se caracteriza por ser una niña
delicada, proclive a la sensiblería y dotada de una capacidad sobrenatural que le permite predecir
el futuro y hasta mover objetos con el poder de su mente. Como contrapartida, la niña no parece
ajustarse a la conducta normal esperable en jovencitos de su edad y suele sufrir de asma y fuertes
fiebres como consecuencia de las impresiones que el mundo causa en ella.

Ese día en la misa, Clara interrumpe al cura con un comentario fuera de lugar y la familia debe
abandonar la iglesia en medio de las invectivas del padre Restrepo, que llama a la niña
"endemoniada". En verdad, sus padres se cuidan mucho de que los poderes de Clara no se
conozcan más allá de los muros de su casa, para que la sociedad no la tilde de estar realmente
poseída por demonios.

Los Del Valle son una familia de renombre. Severo es un abogado exitoso que sueña con hacer
carrera política y, a pesar de pertenecer a una élite conservadora, es ateo, masón y miembro del
Partido Liberal. Nívea lo secunda en sus ambiciones y espera que la carrera política de su marido
la coloque a ella en una posición favorable para luchar por el voto femenino. La familia se completa
con la presencia de La Nana, una criada indígena que ha estado al servicio de los Del Valle desde
el nacimiento de Rosa y se ha encargado de criar a los quince hijos del fecundo matrimonio.
Un Jueves Santo la familia recibe la noticia de la muerte del Tío Marcos, el hermano más querido
de Nívea. Ya habían enterrado al Tío Marcos una vez, cuando su espíritu aventurero e inventor lo
había llevado a construir una máquina capaz de volar, la primera que levantó vuelo en Chile. El tío
Marcos voló en el aeroplano hasta perderse en el horizonte. Una semana después, unos alpinistas
trajeron su cadáver en un ataúd que fue enterrado con profunda tristeza, pero a los pocos días
apareció el Tío Marcos por la casa, vivo y con sed de nuevas aventuras. No obstante, esta vez su
hermana puede reconocer el cadáver, y la familia se hunde en una profunda tristeza.

Junto a las pertenencias del fallecido hay un animal exótico que Clara reconoce como un perro, lo
adopta y lo llama Barrabás. Pasa el tiempo y el perro crece hasta transformarse en una bestia de
proporciones descomunales, casi del tamaño de un caballo, pero con la mansedumbre propia de
un cachorro.
A fines de ese otoño, cuando la familia ya se ha olvidado de la violencia con que el Padre Restrepo
quería castigar a Clara, reciben la feliz noticia de que Severo ha sido nombrado como candidato
del Partido Liberal en las próximas elecciones. Como felicitaciones, la familia recibe un cerdo y un
barril de aguardiente que, calculan, es enviado por sus electores provinciales. Severo se prepara
para hacer una gira por la provincia del sur que representará en el Congreso, pero su alegría se ve
empañada por la salud delicada de Rosa, su hija mayor, poseedora de una belleza mágica, que no
pertenece a este mundo.

El doctor Cuevas, viejo amigo de la familia, afirma que no se trata más que de una fiebre,
recomienda a Rosa hacer reposo y le da de beber aguardiente (del barril recibido como regalo, que
hasta el momento no se había probado) para que el calor le ayude a purgar la fiebre de su cuerpo.
Sin embargo, la primogénita de los Del Valle muere esa noche. El doctor revisa entonces el
aguardiente y lo encuentra envenenado. En el clima de desesperación y tristeza que invade a la
familia, Severo se culpa por la muerte de su hija, ya que ese veneno estaba destinado a él.
Promete entonces no volver a participar en política.
Al funeral de Rosa acuden todos los familiares y amigos. Entre ellos se encuentra Esteban Trueba,
el prometido de la difunta, un joven taciturno de pocos recursos que se ha pasado los últimos dos
años desarrollando la minería con el objetivo de hacerse rico con el oro de las montañas y poder
así brindarle una vida de lujo al amor de su vida. Es tan profundo el dolor de Esteban que piensa
que ya no volverá a ser feliz. No obstante, a pesar de esta sentencia, la más afectada por la muerte
de Rosa es su hermana, Clara, quien enmudece y no volverá a decir una sola palabra en los siete
años siguientes.

CAPITULO II: LAS TRES MARIAS

Después de la muerte de Rosa, la vida de Esteban Trueba parece no tener sentido y no considera


la posibilidad de regresar a la explotación de la mina. En la casa familiar, su hermana Férula se
encarga de cuidar a Ester, su madre enferma, por quien él nunca sintió demasiado afecto.
Férula ha sacrificado su vida para cuidar a su madre y entre ella y Esteban se teje una serie de
reproches: su hermana le echa en cara que ella no ha podido casarse ni llevar una vida
independiente debido a la enfermedad de Ester, mientras que Esteban goza desde siempre de total
libertad. A esto, el joven impetuoso responde que él se ha encargado desde siempre de proveer el
sustento económico para la casa, y que gracias a él ni a su hermana ni a su madre les ha faltado
nada.

Oprimido por el ambiente familiar, Esteban Trueba decide viajar a Las Tres Marías, la estancia
familiar de provincia que ha quedado abandonada por quince años. Parte en tren y desde la
estación hasta la estancia logra que un leñador lo lleve en carreta esos 20km. Abandonada, la casa
principal se encuentra en condiciones deplorables. A su alrededor, las dependencias de la estancia
son casi ruinas en las que viven las familias, empobrecidas al extremo, de quienes antes fueran los
peones de estancia.

Esteban increpa a esas personas que viven en la miseria y les dice que si desean quedarse a vivir
allí tendrán que trabajar. A cambio, él les dará todo lo que necesiten. Las familias se muestran
reticentes, pero todas se quedan y Esteban pone al mando a un hombre que destaca entre todos
ellos: Pedro Segundo García.
En los siguientes diez años, Esteban se dedica a transformar Las Tres Marías en una estancia
próspera y rica. Para ello, explota a sus peones haciéndolos trabajar de sol a sol y pagándoles con
créditos que solo pueden gastar en el almacén que él mismo dirige. A su vez, construye nuevas
casas de ladrillos y hasta una escuela para que los niños y las niñas puedan aprender a leer, así
como los rudimentos de las matemáticas.

La relación de Esteban con sus empleados es tirana: el patrón hace cumplir su voluntad sin dar
derecho a réplica y haciendo sentir a la población de Las Tres Marías que cada cosa que hace por
ellos es un favor especial y no un derecho que se han ganado. Asimismo, la soledad en la que vive
lo transforma poco a poco en un salvaje: deja de bañarse con regularidad, no se afeita ni se corta
el cabello y tampoco suele cambiarse la ropa.

Durante los años de trabajo en la estancia Esteban tampoco se casa. Pero no puede resistir la
necesidad que tiene de mantener relaciones sexuales con una mujer y termina por violar a Pancha,
la hermana de Pedro Segundo García, una niña de alrededor de 15 años. Una vez consumada la
violación, Esteban le ordena que trabaje en su casa, y la muchacha se transforma en su concubina.
Pancha queda embarazada, pero antes de dar a luz Esteban la echa, ya que aborrece la idea de
tener hijos bastardos.

Esta primera violación es seguida por una práctica sistemática: Esteban abusa de todas las niñas
de su estancia y de las vecinas también. Ante las quejas de los peones o los familiares de las
niñas, responde con violencia y amenazas. Sus peones incluso encuentran, en más de una
ocasión, los cuerpos acribillados a escopetazos de algunos trabajadores de estancias vecinas que
se habían quejado de la conducta brutal de Esteban.

Al décimo año de trabajar en Las Tres Marías y de amasar con ello una fortuna, Esteban recibe un
telegrama de su hermana, Férula, en el que le avisan que su madre está por morir. Por esta razón,
después de diez largos años, decide regresar a la ciudad y volver a encontrarse con su familia.
Antes de marcharse, deja al mando a Pedro Segundo García y le indica, con el tono de una
amenaza, que él responderá a su regreso por lo que suceda en Las Tres Marías.

CAPÍTULO 3: CLARA, CLARIVIDENTE

El capítulo 3 nos retrotrae al momento en que Clara decide dejar de hablar, luego de la muerte de
su hermana Rosa. Esa mudez le durará nueve años, tiempo durante el cual la familia probará los
remedios más variados para hacerla hablar. En un primer momento la llevan con el
rumano Rostipov, quien trata la histeria con varillas magnéticas. Al igual que el doctor Cuevas,
Rostipov indica que no puede hacer nada, puesto que Clara simplemente no desea hablar, pero no
hay nada que se lo impida.
A lo largo de esos años, la Nana trata de curarla mediante el susto: se disfraza de los seres más
espeluznantes y la asalta en cualquier momento esperando que el susto la haga volver a hablar.
Pero nada de esto funciona con la niña. Como contracara a este trato, la Nana le prodiga todos los
cuidados posibles: la baña, la perfuma y vela su sueño. Asimismo, Nívea, su madre, estrecha la
relación con Clara, que se transforma en su hija predilecta y a quien le tolera todas sus
extravagancias.

En esos años, Clara sigue desarrollando sus poderes de clarividente: valiéndose de una pizarra,
adivina el porvenir a los empleados de la casa y a los miembros de su familia. Con esta conducta
continúa hasta que, al cumplir sus 19 años, durante la ceremonia de festejo, habla nuevamente y
anuncia que se casará con Esteban Trueba.
Coincidentemente, Esteban está de regreso en la ciudad debido a la petición de su madre
moribunda, a quien encuentra postrada en su lecho, con el cuerpo compacto y entumecido, rígida
por la artritis y en pleno proceso de putrefacción en vida. Ester se pone feliz de ver a su hijo y le
hace prometer que se casará y que le dará descendencia al apellido Trueba. Habiendo
manifestado su deseo, anuncia que pronto morirá. Esteban se conmueve frente a su madre,
aunque nunca la haya querido demasiado y, en los últimos 10 años, no haya pensado en ella.

Ester muere dos días después, sola en su cama, ya que sus dos hijos estaban ausentes. Férula
había salido a rezar el rosario en un conventillo y Esteban se había dirigido a la casa de los Del
Valle, a ver si el matrimonio, que ya lo había aceptado una vez como yerno, tenía una hija con la
que pudiera casarse.

El cortejo es efímero. Clara lo interpela y le dice que ella está dispuesta a casarse con él.
Rápidamente se organiza la ceremonia de compromiso, un banquete para alrededor de cien
personas que se ve empañado justo cuando los novios se colocan los anillos, momento en el
cual Barrabás, el perro de Clara, entra aullando con un cuchillo clavado en el lomo y muere a los
pies de su ama, quien se desmaya del dolor.
El año transcurre con los preparativos de la boda y la construcción de La casa de la esquina, que
será el hogar del matrimonio. Para su construcción, Esteban hace traer los materiales desde
Europa y Estados Unidos y manifiesta su interés por tener un hogar sólido y clásico para albergar a
toda su descendencia. Clara, mientras tanto, no se preocupa por nada concerniente a la boda, pero
traba una amistad estrecha con Férula, quien se siente desesperada por hacerse un lugar en el
matrimonio de su hermano para poder seguir formando parte de su vida y no ser arrojada a la
miseria.

Luego de la boda, el matrimonio pasa tres meses de luna de miel en Italia. Al regresar, se mudan a
La casa de la esquina y poco tiempo después Clara queda embarazada. El año transcurre sin
sobresaltos. Esteban viaja regularmente a Las Tres Marías, aunque ya no obtiene ningún placer
por las tareas de campo, y vuelve a la ciudad lo más pronto posible.

Durante su embarazo, Clara se muestra cada vez más ausente y en constante diálogo con la niña
que está gestando: ha predicho que será una niña y se llamará Alba. También sigue en contacto
con los espíritus que la rodean y se comunican con ella. Al final del capítulo nace Alba, una niña
fea y peluda que espanta a Esteban, quien deseaba un varón, pero que enloquece de felicidad a
Clara, quien parece recuperar la noción del presente.

CAPÍTULO 4: EL TIEMPO DE LOS ESPÍRITUS

Al iniciar el capítulo, el matrimonio se dirige, junto a Blanca y a Férula, a pasar el verano en Las
Tres Marías. Allí, la pequeña hija de Clara establece amistad con Pedro Tercero García, hijo de
Pedro Segundo, capataz de la estancia en ausencia del patrón. Clara la deja jugar con él aunque
sabe, gracias a sus dotes adivinatorias, que esa unión traerá problemas en el futuro.
Mientras Esteban se encarga de los trabajos de campo, Clara comienza a comprender cómo
funcionan las mecánicas de Las Tres Marías y cómo gobierna su marido sobre esa gente. Para
contrarrestar la opresión de Esteban, trabaja incansablemente para hacer funcionar la escuela y
para brindar salud a los niños de la estancia. A su vez, instala un taller de costura y se encarga de
la pulpería de la estancia.

Mientras tanto, Férula organiza reuniones para rezar el rosario junto a las mujeres de los peones.
Clara aprovecha estas reuniones piadosas para presentar a esas mujeres campesinas los ideales
feministas que heredó de su madre, aunque con muy poco éxito, pues esas mujeres no pueden
aplicar las conductas que promueve su patrona en sus casas, ya que sus maridos las golpearían
hasta silenciarlas. Cuando Esteban se entera de lo que su mujer está haciendo, se enciende en un
arrebato de cólera y le prohíbe volver a compartir sus ideas feministas en Las Tres Marías.

El tiempo pasa y Clara no da señales de querer volver a la capital, por lo que la estadía de la
familia se prolonga en Las Tres Marías. Después de una plaga de hormigas que enloquece a la
familia y que solo el padre de Pedro Segundo logra contrarrestar, Clara comienza a dar muestras
de encierro en su interior espiritual, y esto anuncia que está embarazada. Debido a ello, la familia
regresa a la capital.

Durante el embarazo, Clara vuelve a encerrarse en su mudez, y otra vez se vale de su pizarra para
comunicarse, como cuando era niña. Ante la lejanía de su esposa, Esteban Trueba vuelve a
frecuentar un prostíbulo, donde se encuentra con Tránsito Soto, una prostituta que conoció cuando
era soltero, en Las Tres Marías, y a la que ha ayudado dándole dinero.
Hacia el último mes de embarazo –Clara ya había predicho que tendría mellizos varones y que los
llamaría Jaime y Nicolás –Severo y Nívea Del Valle mueren en un accidente automovilístico.
Esteban Trueba no quiere que su esposa se entere de la tragedia, por lo que Clara no participa en
el sepelio. Sin embargo, ella había sido la primera en enterarse de la muerte, gracias a sus
poderes, y también sabe que a su madre la han enterrado sin cabeza, puesto que al chocar el auto
con una zona en construcción una lámina de acero la decapitó y la policía no ha podido hallar la
cabeza.

Intranquila frente a esta situación, Clara obliga a Férula a tomar un taxi junto a ella y salir en busca
de la cabeza. Con sus dotes, indica al chofer por dónde tiene que andar y cuándo detenerse. Así
encuentran la cabeza y la cargan en el auto. En ese preciso instante, Clara siente que va a dar a
luz. Regresan a la casa y el parto se desarrolla con normalidad. Los mellizos nacen bajo la mirada
de la cabeza de Nívea, que descansa sobre un mueble hasta que la trasladan al sótano de la casa.

Tras la muerte del matrimonio Del Valle, la Nana se instala en La casa de la esquina y ayuda a la
familia con el cuidado de los tres niños. La criada se transforma rápidamente en la rival de Férula, y
las dos compiten por el amor de Clara, aunque sostienen sus pleitos en secreto, para no
preocuparla.

Por esa época a la casa llegan las tres hermanas Mora, un grupo de hermanas espiritistas que han
ubicado a Clara con sus poderes y traban con ella una estrecha amistad. Desde ese momento, La
casa de la esquina se llena de gentes de diversas procedencias: cabalistas, bohemios, magos y
poetas. Todos los viernes se establece una reunión –a la que asiste también la jovencita Blanca –
para conjurar espíritus, hablar con el más allá y desarrollar las artes adivinatorias.
Esteban reprueba esta conducta, pero no interfiere en los hábitos de su esposa. Solo se encarga
que los mellizos no se vean involucrados en cuestiones mágicas, pues considera que son cosas de
mujeres. Al mismo tiempo, Esteban inicia una rivalidad silenciosa con su hermana, Férula, quien
compite por el amor de Clara. Férula hace todo lo posible para alejar a la pareja, y logra que
Esteban ya no se sienta cómodo en su propia casa y decida irse cada vez más tiempo a la
estancia. Sin embargo, movido por un presentimiento, Esteban regresa un día a la capital sin dar
aviso. Esa noche hay un temblor particularmente fuerte que espanta a Férula, quien busca refugio
en la habitación de Clara. Esta última no lo ha sentido, y duerme plácidamente. Cuando Esteban
llega a la casa, se dirige sigilosamente a la habitación de su mujer y encuentra a su hermana
durmiendo con ella. En un arrebato de ira, acusa a su hermana de pervertir a su mujer con
inclinaciones lésbicas y la echa de la casa.

CAPÍTULO 5: LOS AMANTES

La infancia de Blanca transcurre entre La casa de la esquina y Las Tres Marías. En la estancia, la
amistad que sostiene con Pedro Tercero se desarrolla y deriva en un profundo amor. Los dos son
conscientes de la prohibición familiar que recae sobre su relación, por lo que a medida que crecen
y la amistad de la infancia se vuelve una pasión irrefrenable de adolescentes, la pareja inventa
métodos para mantenerse en contacto a escondidas.

Siete años pasan desde que Esteban echó a Férula hasta que un día esta se presenta nuevamente
en La casa de la esquina. Férula se acerca a Clara, la besa en la frente y, sin decir palabra, vuelve
a salir de la casa. Entonces, Clara anuncia que su cuñada ha muerto, y que el espíritu acaba de
presentarse para despedirse.

Sin perder tiempo, Clara y Esteban se dirigen a casa del padre Antonio, quien se encargaba de
hacer el vínculo entre la familia Trueba y Férula para hacerle llegar el dinero que su hermano le
enviaba todos los meses. Antonio los lleva al conventillo donde Férula vivía en extrema pobreza.

Allí la encuentran, en una pequeña y sucia casa, muerta desde hace ya muchas horas. Férula está
vestida con peluca y ropa de fantasía. El padre Antonio entonces les cuenta que en los últimos
años había tomado por costumbre disfrazarse con pelucas y ropa extravagante, como boas de
pluma y vestidos de disfraces venidos a menos. Clara pide a los hombres que se retiren y oficia
ella los ritos de la muerte. Antes de retirarse, la besa y le agradece por todo lo que ha hecho por
ella. El padre Antonio entonces se queda a cuidar del cuerpo hasta que le den sepultura.
Al verano siguiente, cuando regresan a Las Tres Marías, Blanca y Pedro Tercero no se reconocen
más como niños. Durante ese año separados Pedro se ha transformado en un adolescente alto y
fuerte. Durante el día, Blanca realiza todas las actividades familiares tal cual lo demandan sus
padres pero, por la noche, cierra con llave su habitación y escapa por la ventana para encontrarse
con Pedro en el río. Noche tras noche, la pareja se encuentra para amarse hasta el atardecer. Esta
conducta se repite verano a verano, entre los 15 y los 18 años de Pedro. Para Blanca, estos serán
los días más felices de toda su vida. En todos esos años, su madre es la única que sospecha algo,
pues puede interpretar el cambio del aura de Blanca como que algo importante le está pasando.

Ese último año de vacaciones, Clara comienza a tener pesadillas que la desvelan y la llenan de
terror. Al levantarse un día, predice que está pronto a suceder un terremoto como nunca antes se
ha visto en Chile, que dejará 10.000 muertos. Esteban se ríe de tal locura, pero Clara no puede
descansar tranquila. Envía entonces a los mellizos al colegio británico, y comienza los preparativos
para regresar a la Capital.

Sin embargo, una noche a las cuatro de la mañana se despierta aterrorizada porque presiente que
está por suceder la catástrofe. Corre a la habitación de su hija, pero la puerta está cerrada con
llave. Sale entonces, rodea la casa y encuentra la ventana de la pieza abierta. Comprende en un
segundo que Blanca se escapa para encontrarse con Pedro Tercero. En ese mismo instante la
tierra ruge y se quiebra. El terremoto destruye la casa principal en el momento en que Esteban
intenta salir y lo deja sepultado. Los corrales se precipitan a las entrañas de la tierra y el volcán
entra en erupción. En el medio del desastre, Blanca regresa del río y encuentra a su madre sumida
en la desolación.

Cuando pasa el terremoto, se esfuerzan durante horas para encontrar a Esteban, que está
sepultado bajo pilas de escombros. Clara sabe que está vivo, y cuando finalmente dan con él,
Esteban está consciente, aunque tiene todos los huesos rotos. Pretenden llevarlo al médico del
pueblo, Pero el viejo Pedro García les dice que si lo mueven hasta el pueblo en esas condiciones,
morirá.
Esteban les dice que hagan caso a Pedro, y se encomienda a sus manos. El viejo logra arreglar y
entablillar todos los huesos. Cuando llegan noticias de la Capital, Clara se entera de que la Nana
ha muerto durante el terremoto, pero del susto, puesto que La casa de la esquina no ha sufrido
daños.

En los meses siguientes Blanca es enviada a un colegio de monjas y Clara se hace cargo de la
administración y reconstrucción de Las Tres Marías. La necesidad la empuja a abandonar su
conexión con el mundo espiritual y dedicarse de lleno a las necesidades materiales. Desde un
sillón donde está postrado, Esteban dirige, con peor genio que nunca, la reconstrucción de su
estancia y comienza a aplicar una dominación que jamás había podido ejercer sobre Clara. Su
esposa comienza a detestarlo por eso y la relación de pareja se vuelve definitivamente distante.

Al poco tiempo reciben un mensaje del colegio de monjas por medio del cual les avisan que no
podrán seguir albergando a Blanca, puesto que está enferma. Con miedo de que sea tuberculosis,
Clara va a buscarla y la lleva de nuevo a Las Tres Marías. En verdad, Blanca finge la enfermedad
para poder regresar y estar con Pedro, pero durante su ausencia Esteban lo ha echado de la
estancia por promover ideales marxistas entre los trabajadores.

Blanca, de todas formas, escapa cada noche y espera a Pedro junto al río. Este llega al quinto día,
disfrazado de vendedor. A partir de entonces, la pareja se ve esporádicamente, ya que Pedro no
puede presentarse todas las noches. El joven utiliza innumerables disfraces para aparecerse entre
la gente y promover las ideas socialistas que lo exaltan. Sabe que este comportamiento puede
llevarlo a la muerte si Esteban lo descubre, pero no tiene miedo y cree que está haciendo lo
correcto. Ante esta nueva situación, Blanca comprende que ella y Pedro pertenecen a mundos
diferentes y se resigna a que su relación sea un amor clandestino.

CAPÍTULO 6: LA VENGANZA

Un año y medio después del terremoto Las Tres Marías vuelve a ser una estancia próspera. El
matrimonio Trueba se instala definitivamente allí junto a su hija Blanca, mientras que los mellizos
continúan su vida en el colegio inglés. En Europa se desencadena la Segunda Guerra Mundial y
tanto Clara como Esteban siguen de cerca lo que sucede allí.

En esa época llega a la estancia un conde francés, Jean de Satigny. Se trata de un aristócrata que
ha abandonado Europa y dice estar enamorado de las tierras del sur. Poco a poco se introduce en
la familia Trueba y propone a Esteban colocar un criadero de chinchillas. Jean pondrá el
conocimiento y Esteban la inversión y el trabajo necesarios. Esteban se ve entusiasmado por la
idea, y disfruta de tener a ese huésped distinguido en su estancia.

Mientras, el conde Satigny ha puesto sus ojos en Blanca, a quien parece caerle bien. En verdad, lo
que el conde busca es una forma de hacerse con la herencia de los Trueba, y el casamiento es el
medio más efectivo. Esteban acepta la propuesta del conde y se la plantea a Blanca, pero esta se
niega rotundamente y comienza a despreciar sistemáticamente a su pretendiente. Pero Jean no
baja los brazos y permanece de todas formas en la estancia, aunque a veces vuelve y se queda
algunas temporadas en el pueblo.

El tiempo pasa y los mellizos se instalan en Las Tres Marías. Se trata de dos muchachos
totalmente diferentes: mientras que Jaime es fornido, talentoso para los deportes y de naturaleza
bondadosa, aunque tímido y silencioso, Nicolás es de complexión delgada, ágil, astuto y ladino,
propenso a burlarse de los demás y especialmente de su hermano, a quien le hace notar
constantemente que es menos inteligente que él. Nicolás está muy interesado en desarrollar la
clarividencia, como su madre, pero no tiene aptitudes para ello. Por el otro lado, Jaime persigue los
ideales socialistas y se encuentra en varias ocasiones con Pedro Tercero para discutir sus ideas.

Luego de la llegada de los mellizos muere Pedro García. Esteban, para reconocer su aprecio por el
viejo, realiza funerales fastuosos que duran tres días. En ellos participa el cura José Dulce García y
otro cura que lo acompaña, que es en verdad Pedro Tercero disfrazado.

Las semanas pasan y Jean de Satigny descubre que Blanca se evade cada noche en dirección al
río. Sospecha que tiene un amante, pero no se atreve a perseguirla por miedo a los mastines que
Esteban deja libres por la noche. Sin embargo, guarda el secreto y, cuando una prueba a pequeña
escala del negocio de chinchillas fracasa y Esteban entonces se niega a invertir en él, el conde se
decide y una noche sigue a Blanca hasta el río.

Allí la encuentra descansando junto a Pedro Tercero, a quien él solo reconoce como el cura que ha
estado en el funeral de Pedro García. Con esta información vuelve sigilosamente a la casa,
despierta a Esteban y le cuenta su hallazgo, haciéndolo pasar por mera casualidad. Esteban toma
la escopeta y sale a caballo, entendiendo automáticamente que en verdad se trata de Pedro
Tercero y que su hija lo ha estado engañando todos esos años. El conde, mientras tanto, huye de
la estancia y se refugia en el pueblo.

Esteban se encuentra con Blanca, que vuelve del río y, en un acceso de ira le tira el caballo
encima, la revuelca en el barro y la golpea con la fusta. Luego la carga consigo en el caballo y
vuelven a la casa.

Los reciben Clara y Pedro Segundo, que bajan a Blanca y la acuestan en su cama. Clara está
totalmente enfurecida con Esteban; cuando termina de limpiar a su hija la deja descansando y
encara a su marido, que está encerrado en una sala y golpea las cosas con furia. Clara le dice que
lo único diferente que hay entre él y Pedro Tercero es que a este último lo mueve el amor y no el
deseo y la violencia.

Esteban entonces enloquece de furia y golpea a su mujer en la cara, haciéndole sangrar la nariz y
arrancándole algunos dientes. Clara escapa y se derrumba en los brazos de Pedro Segundo. No
vuelve a hablarle a su marido nunca más en su vida. A los dos días, parte junto a Blanca hacia la
capital. Ese mismo día, Pedro Segundo también abandona la estancia.

Esteban se queda solo y enloquecido por la ira. Pide a la policía y a toda la población que
encuentren a Pedro Tercero y se lo entreguen vivo, y ofrece una recompensa por cualquier
información. Así, un día aparece a su puerta Esteban García, el nieto de Esteban y Pancha Garcia.
Se trata de un niño con tendencias sádicas que traerá la desgracia sobre la familia Trueba.
Esteban García lleva a su abuelo hasta el aserradero donde se esconde Pedro Tercero. Trueba lo
encuentra allí, durmiendo, y piensa en volarle la cabeza, pero prefiere no matarlo rápido, para
poder hacerle pagar sus culpas. Ese momento sirve a Pedro Tercero para despertar y responder
velozmente a la amenaza, haciendo saltar la escopeta de las manos de Esteban con un golpe.
Pero el viejo Trueba toma entonces un hacha y la descarga contra el muchacho. Pedro bloquea el
golpe y pierde tres dedos. Antes de que su rival pueda volver a golpearlo, escapa de la casa,
monta su caballo y se da a la fuga.

Esteban tarda en recuperar el aliento. Dice alegrarse por no haber matado a Pedro, reconociendo
por un momento que ha perdido el control. Luego regresa junto a Esteban García a la estancia.
Cuando este último le pide su recompensa, Esteban le dice que no hay recompensa para los
traidores delatores, y luego se encierra en su casa. Esteban García se queda frente a la puerta
cerrada, llorando de rabia.
CAPÍTULO 7: LOS HERMANOS

Clara y Blanca llegan a La casa de la esquina y pronto restituyen las costumbres que tenían antes
de mudarse a Las Tres Marías. En ese tiempo, la casa se llena nuevamente de espiritistas,
lectores del tarot y poetas bohemios. Conforme se suman invitados y espíritus, Clara hace construir
más habitaciones sin un orden ni una planificación, por lo que la casa se transforma en un laberinto
lleno de presencias extravagantes.

A la convivencia se suman los mellizos. Jaime vive de forma austera en una habitación repleta de
libros en total desorden, estudia medicina y se dedica de lleno a ayudar a los pobres en el barrio de
la Misericordia. Allí trabaja también como médico residente en una salita pobre y destartalada. Por
su parte, Nicolás vive en la casa dando rienda suelta al despilfarro. Trata de imitar las dotes
adivinatorias de su madre, pero sin ningún resultado.

Los hermanos notan que Blanca está embarazada –algo que se había insinuado en el capítulo
anterior, dados los malestares que sentía –y hablan con Clara. Por supuesto, ella ya lo sabía, pero
se niega a tomar decisiones con respecto a su hija. Jaime entonces llama por teléfono y le avisa
a Esteban Trueba en Las Tres Marías.
Esteban, al enterarse, rompe el teléfono en un acceso de ira y se encierra a pensar qué hacer,
arrepintiéndose de no haber matado a Pedro Tercero cuando pudo. Finalmente, se decide. Busca a
Jean de Satigny en el pueblo, lo carga en el primer tren a la Capital y le dice que él se va a casar
con Blanca, tal como deseaba, y se va a hacer cargo de ese hijo. A cambio, Esteban se
compromete a otorgarle una mensualidad generosa y a colocarlo dentro de la herencia familiar.

El conde no tiene ninguna opción, por lo que acepta las reglas que le impone el viejo Trueba. Al
llegar a La casa de la esquina, Esteban no pierde tiempo y le dice a su hija lo que se casará.
Blanca estalla en llanto y se rehúsa, hasta que Esteban le dice que mató a Pedro Tercero.
Entonces, la muchacha pierde toda esperanza y termina aceptando la boda.

Esta se realiza en la catedral, oficiada por el obispo. La fiesta se prolonga en La casa de la esquina
y los invitados son de lo más selecto de la sociedad chilena. Blanca no para de llorar, hasta que
Clara se le acerca y le dice que Pedro Tercero está vivo. Esto la alivia totalmente, y decide
resignarse de momento a su matrimonio, pensando que en el futuro quizás pueda reencontrarse
con su amante. La fiesta termina y los novios se despiden para pasar la noche en un hotel y luego
partir al norte, donde se instalarán.

En los meses siguientes, Esteban Trueba vuelve a instalarse en la Capital y se dedica a la política.
Gana un asiento en la cámara de senadores, representando al partido conservador. En esa época
su relación con Clara mejora, aunque cada uno vive en un ala separada de la casa; Clara con sus
amigos espiritistas y Esteban con la gente de su partido. Como contrapartida, Jaime se cambia el
apellido cuando su padre se transforma en senador, puesto que no quiere que su nombre quede
asociado a ese partido. Esto enloquece a Esteban, quien termina por darse cuenta de que está
definitivamente alejado de sus hijos.

En esa misma época, Nicolás suele pasar el tiempo en la casa junto a Amanda, su amante.
Amanda es una muchacha llamativa por su aspecto y por las ideas que profesa: sigue la corriente
de pensamiento existencialista de posguerra y profesa el amor libre. A la casa suele ir junto a su
hermano de 5 años, Miguel, a quien cuida como si fuera su madre. Como el Tío Marcos, Nicolás es
soñador y emprende mil aventuras que no lo llevan a ningún sitio, salvo a gastar el dinero de la
familia. Así, pasa semanas tratando de hace volar un dirigible para cruzar la cordillera, pero las
autoridades no se lo permiten.
Cuando cancela sus planes, se da cuenta de que en todas esas semanas Amanda no ha ido a la
casa ni una vez. La busca entonces y así descubre que la chica vive en una pobre pensión,
afrontando una vida de privaciones e incomodidades. Amanda está embarazada. Frente a la
noticia, Nicolás le dice que está dispuesto a casarse y hacerse cargo del niño, pero ella se niega,
puesto que lo ve totalmente inmaduro e incapaz de hacerse cargo del niño, y le dice que piensa
abortarlo. Nicolás se alivia, y se compromete a pedirle ayuda a su hermano, Jaime.

Jaime enloquece frente al pedido de su hermano, puesto que está perdidamente enamorado de
Amanda y piensa que si ese niño fuera suyo se salvaría. Sin embargo, accede a ayudarlos. Estudia
entonces cómo practicar un aborto y, junto a Nicolás, conducen a Amanda a la salita del barrio de
la Misericordia.

A pesar de los nervios de Jaime, y de que nunca ha realizado ninguna operación, el aborto sale
bien, y al día siguiente instalan a Amanda en La casa de la esquina, para poder estudiar su
recuperación. Clara se compromete a cuidarla, y Nicolás busca a Miguel para que viva junto a ellos
durante ese periodo.

El capítulo finaliza cuando Miguel, por accidente, contempla escondido en un armario el nacimiento
de Alba, la nieta de Esteban Trueba, que ya fue mencionada a lo largo de la novela. Sobre este
hecho misterioso no se dice nada más y su resolución se planteará en los capítulos siguientes.

CAPÍTULO 8: EL CONDE

Cuando se casan, Blanca decide elaborar una serie de excusas para no sostener relaciones
sexuales con su marido. Sin embargo, no tiene que ponerlas en práctica porque la noche de la
boda, cuando están el hotel, Jean de Satigny le dice que puede estar tranquila, que el matrimonio,
en cuanto a relaciones íntimas se refiere, a él no le interesa.

La pareja viaja cuatro días en buque hasta el norte del país. Allí se instalan en una antigua
mansión que Jean decora con mucha extravagancia, algo que Blanca no ha visto jamás en su vida,
ni en Las Tres Marías ni en La casa de la esquina. La decoración de Jean posee una sexualidad y
un erotismo patente, y la narradora llega a comparar las luces tenues a la iluminación de un
prostíbulo. La mansión se divide en dos, un ala para Blanca y otro sector, más alejado, para Jean.
Allí, este instala sus laboratorios y su sala para revelar las fotografías que toma, una afición que ya
había compartido con Blanca en Las Tres Marías. Las habitaciones de Jean quedan siempre
cerradas, y el conde jamás se desprende de las llaves. Para organizar el servicio de la mansión,
Jean trae a un grupo de sirvientes nativos, que apenas se comunican con Blanca. Ella incluso
descubre cierta complicidad burlona entre ellos y su marido.

En los meses siguientes, mientras el embarazo de Blanca continúa y ella se recluye cada vez más
en sí misma y en la relación que ya sostiene con la hija que está gestando, Jean se dedica al
contrabando de licores europeos y a la importación de escultura. Luego, descubre en el museo de
la ciudad los restos arqueológicos de poblados incas de la región, y ve en aquellas piezas
cerámicas un potencial negocio.

Aprende entonces junto a un cura alemán, que es quien más sabe de la arqueología de la región, y
luego se dedica a formar cuadrillas de indios que envía a excavar yacimientos para obtener todas
las piezas arqueológicas que pueda, incluso momias. Con un contacto en aduanas (puesto que se
trata de patrimonio cultural protegido), el conde establece una red de contrabando de piezas
arqueológicas con Europa.

Blanca no parece interesarse por las actividades ilícitas de su marido, y lo deja hacer sin intervenir.
Sin embargo, la presencia de las momias en la casa comienza a alterarla. Blanca dice escucharlas
por la noche, hablando en susurros y moviéndose sigilosamente por la casa. Acostumbrada a
convivir con espíritus desde su niñez, las momias le producen una sensación de incomodidad que
no ha experimentado hasta el momento. Cuando se lo cuenta a Jean, este le responde con
vehemencia que está todo en su imaginación, que necesita descansar y dejar de pensar en
espíritus.
A Blanca le llama la atención la respuesta tan enérgica de su marido, que suele no darle
importancia a lo que ella piensa. Entonces, al día siguiente, cuando Jean abandona la casa, ella
envía al sirviente principal (a quien sabe cómplice de su marido) a comprar a la ciudad, y fuerza la
cerradura de las dependencias del conde. Entonces descubre la cara oculta de su marido: las salas
están cubiertas de cortinajes negros para que no se filtre la luz, llenas de cajas con vestidos y
pelucas. Hay una llama embalsamada y una gran cantidad de fotos que retratan a los indios del
servicio doméstico desnudos, disfrazados, con sus penes erectos y, en definitiva, en un sinfín de
representaciones cargadas de erotismo y de morbo.

Blanca comprende entonces por qué su marido no estaba interesado por intimar con ella, y siente
que su hija no puede nacer y criarse en ese ambiente, por lo que vuelve a su habitación, recoge su
dinero y lo que puede reunir de la ropa que ha tejido para su hija y escapa tan veloz como puede a
la estación de trenes, rogando tener fuerzas para soportar esos dos días de viaje hasta la capital.

CAPÍTULO 9: LA NIÑA ALBA

Amanda y Miguel abandonan la casa de la esquina poco tiempo después de que Blanca da a Luz.


Alba nace en La casa de la esquina y su infancia transcurre bajo la protección de toda su familia,
que la ama incondicionalmente. Se trata de una niña sabia y vigorosa, que reúne características de
todos sus familiares. Tiene los ojos ancianos de su padre, Pedro Tercero, y el pelo verde de Rosa,
la primogénita del matrimonio Del Valle.

Clara predice que la vida de Alba estará llena de felicidad y que no tendrá problemas ni
enfermedades. Desde su nacimiento, trata a la niña como si fuera una adulta y le enseña a leer a
muy temprana edad. Alba demuestra una inteligencia prodigiosa: a los cinco años lee los tratados
de medicina de su tío Jaime y este le da libre acceso a la biblioteca de su cuarto. Así, los
pasatiempos de la niña incluyen la lectura de todo lo que encuentra en su camino, la exploración
del sótano, lleno de maravillas como la piel de Barrabás y los libros del Tío Marcos, y la pintura de
un gran mural en su cuarto, donde incluye a todos los personajes de su vida y a un sinfín de
criaturas fantásticas que se inventa.
Durante esa época, Nicolás pasa un año desarrollando su espiritualidad en la India. Al regresar,
apenas se alimenta y solo de vegetales, no utiliza ropa salvo por unos pañales de tela y predica las
bondades del yoga, las prácticas de respiración para alcanzar el nirvana y otra serie de elementos
desprendidos de la filosofía budista y del taoísmo. Alba toma entonces la costumbre de seguirlo por
toda la casa para aprender de él cómo controlar las emociones y el dolor.

La niña es muy cercana también a su abuelo, a quien visita dos veces al año la estancia. A pesar
de su corta edad, la niña suele hacer preguntas a Esteban Trueba sobre la administración de Las
Tres Marías que ponen ya de manifiesto sus inquietudes por la igualdad y la justicia social. A pesar
de esto, Esteban la ama como no ha amado a ninguno de sus hijos, y piensa que Alba será su
heredera.
Poco antes de cumplir los siete años, Alba conoce casualmente a Esteban García, el nieto
bastardo del viejo Trueba. Esteban García se presenta un día de fiesta en La casa de la Esquina y
pide hablar con el patrón, pues tiene algo importante que decirle. Esteban está en el congreso y,
como es día de fiesta, la casa está alborotada y llena de gente. Por eso, hacen esperar a Esteban
García en la biblioteca de su abuelo. Allí lo encuentra Alba y se pone a hablar con él. Esteban
García ha destacado en otras ocasiones por su crueldad y su sed de venganza. Al ver a la nieta de
Esteban Trueba, que tiene todo lo que a él se le ha negado por ser un bastado, siente un profundo
odio hacia la niña y, a su vez, un intenso deseo de estar más cerca de ella, de escucharla hablar y
oler su piel.
Esta ambivalencia se prolonga en una situación cada vez más compleja: Alba descansa sobre las
rodillas de Esteban, y este primero rodea el cuello de la niña con sus manos, dispuesto a ahorcarla
hasta matarla, pero el deseo se lo impide y entonces mete sus manos debajo de la falda de la niña
y las aproxima a su entrepierna. Alba se queda muda e inmóvil en esa situación; Esteban le toma
una de sus pequeñas manos, la apoya sobre la erección que se percibe a través del pantalón y le
pregunta si sabe lo que es eso. "Un pene" le contesta Alba, quien sabe de anatomía. Esto
descoloca totalmente a Esteban, quien aparta a la niña de un empujón. En ese momento entra
Esteban Trueba a la sala y Alba escapa de la situación.

Esteban García ha venido a pedirle una recomendación a su patrón –quien no lo reconoce como
nieto suyo –para poder entrar al cuerpo de carabineros y obtener, además, una beca. Esteban
acepta y escribe su carta, pensando que siempre es útil tener contactos dentro de la policía.
Satisfecho de haber conseguido su propósito, Esteban García abandona La casa de la esquina.

Poco tiempo después de ese episodio, Clara presiente su muerte y se prepara. Deja de
alimentarse salvo por leche y miel, suelta a los pájaros que cría en sus jaulas, comienza a
oscurecer sus aposentos con pesados cortinajes y escribe cartas para despedirse de todos sus
seres queridos. Luego se acuesta en la cama y pasa algunas semanas durmiendo cada vez más.
Alba pasa todos esos días al lado de su abuela, a quien ama por sobre todo el resto. Jaime revisa
a su madre junto a un profesor de la Facultad de Medicina, pero no encuentran ninguna
enfermedad, aunque es evidente que la mujer está muriendo. Así se lo hacen saber a toda la
familia. Al enterarse de eso, Esteban Trueba tiene un acceso de furia que deriva en un llanto
doloroso. Alba trata de calmarlo, pues entiende mejor que nadie que la muerte solo es un cambio
hacia otro modo de la existencia, y sabe que Clara sabrá comunicarse con ellos desde el más allá.

El día de su muerte, Clara despierta lúcida, encuentra a su nieta velando al lado de su cama y le
pide que cuando muera se encargue de entregar las cartas que ha escrito y dejado bajo su cama.
Alba le promete hacerlo, besa a su abuela y contempla cómo esta cierra los ojos definitivamente.
Ese día Alba cumple los siete años.

CAPÍTULO 10: LA ÉPOCA DEL ESTROPICIO

Después de la muerte de Clara, la vida en La casa de la esquina comienza a marchitarse. Nadie


parece ser capaz de encargarse de su mantenimiento, y la casa entra en una definitiva decadencia,
hasta el punto de que sus habitantes terminan por usarla solo para comer y dormir, pero no se
detienen allí.

Esteban Trueba no logra interesarse por el resto de su familia y se aleja definitivamente de sus
hijos. Envía a Alba a una escuela inglesa, que solo le reporta sufrimiento al enjaular su espíritu
libre, acostumbrado a la evasión de toda norma. Tampoco se preocupa por la casa ni por Las Tres
Marías; todo su tiempo es absorbido por el club, su labor política y los negocios que sigue
manteniendo. A pesar de ello, sigue entregando dinero a sus hijos, aunque lo que le da a su hija es
demasiado poco como para hacerse cargo de la casa, por lo que Blanca comienza a endeudarse y
vive prácticamente en la pobreza, tratando de mantener los restos de una casa que poco a poco
entra en ruina.

Movido por la pena, Esteban Trueba diseña un mausoleo fabuloso para estar junto a Clara cuando
muera. Al haber enviudado, comienza a recordar constantemente a Rosa, su primer amor, por lo
que resuelve que tanto Rosa como Clara tienen que acompañarlo en su descanso final en el
mausoleo que ha construido. No obstante, la familia Del Valle no le da permiso de reubicar los
restos de Rosa, por lo que Esteban Trueba pide ayuda a Jaime y, juntos, profanan la tumba de
Rosa, roban el cadáver y lo esconden en el mausoleo, asegurándose de no dejar rastros para no
ser descubiertos por los Del Valle.

Por ese tiempo Nicolás funda su propia institución religioso-filosófica, con éxito rotundo. Cuando
Esteban Trueba se entera, por medio de sus oponentes políticos, que se burlan de su hijo, contrata
a un grupo de matones y destruye la institución de este. Este, como forma de protesta, conduce
una movilización contra el congreso, se desnuda y se arroja al medio de la calle para detener el
tránsito y pedir por la libertad religiosa en el país. Al verlo, Esteban sale del congreso para
castigarlo, pero son tantos sus nervios que sufre un infarto.
Al reponerse, Esteban echa a su hijo de la casa, le da dinero y lo envía al extranjero, con la
intención de no volver a verlo. Como se entera por medio de Blanca, quien se mantiene en
contacto con su hermano, Nicolás funda otra secta en Estados Unidos y se hace rico con ella.

Paralelamente, Jaime sigue su labor humanitaria en los hospitales y los barrios pobres y ayuda
también a su hermana y a su sobrina. Jaime sigue frecuentando a Pedro Tercero, que es su mejor
amigo y se ha convertido en un cantante de protesta. Blanca también lo sigue frecuentando, y
mantienen sus lazos como amantes. Por más que Pedro Tercero le insista en que se mude con él
junto a Alba, Blanca prefiere sostener esa relación de amantes y no sacrificar su vida y las
comodidades que puede brindar a Alba mudándose a la pequeña casita que Pedro tiene en los
barrios de obreros. Alba también frecuenta a Pedro, que la lleva al cerro, y cantan y pasean juntos.
Sin embargo, a ella nunca le cuentan la verdad sobre su padre. Así, años después, recibe la noticia
de la muerte de Jean de Satigny y participa junto a Blanca en su funeral.

Los años pasan y Esteban Trueba mantiene el luto. Solo tiene dos amigos, que tratan de animarlo
por todos los medios posibles. Un día lo invitan al Cristóbal Colón, el burdel donde se había
encontrado una vez con Tránsito Soto, ahora convertido en una atracción turística multifacética. El
viejo Trueba accede a realizar esa visita, aunque ya siente su carne cansada y no cree tener el
vigor necesario para sostener relaciones sexuales.
Sin embargo, allí vuelve a encontrarse con Tránsito Soto, que ha desarrollado todas sus
ambiciones con éxito: el Cristóbal Colón es ahora un hotel y un prostíbulo limpio, de renombre y
gestionado por una cooperativa de putas y “maricones”. Con Tránsito Soto, Esteban recupera su
virilidad y sostiene relaciones sexuales como en su juventud. Sin embargo, concluido el acto, se
larga a llorar amargamente y no puede dejar de pensar en Clara y en lo solo que se siente.
Tránsito Soto, acostumbrada a estos episodios, se retira y lo deja llorar todas sus penas.

CAPÍTULO 11: EL DESPERTAR

Alba cumple 18 años. Guiada en parte por su interés y en parte por llevarle la contra a su abuelo,
decide estudiar filosofía y música. En el ambiente académico de la facultad conoce a Miguel, un
estudiante de derecho pronto a graduarse que sostiene ideales revolucionarios de extrema
izquierda y con quien comienza un apasionado romance.
Miguel la introduce a los círculos intelectuales de la facultad, en los que se debaten las ideas
políticas que están convulsionando al país. En esos años, el socialismo ha ganado adeptos y la
izquierda ha cobrado fuerzas. Impulsada por el amor que siente hacia Miguel, Alba participa en la
militancia, aunque la política no le interesa particularmente. De esta forma, participa en la toma
estudiantil de la facultad, medida que se lleva a cabo en apoyo a una huelga de trabajadores. Es la
primera vez que Alba no duerme en su casa, y todo el evento le parece, en principio, una aventura.
Los estudiantes son apoyados por Sebastián Gómez, un profesor que comparte con los
muchachos sus ideales políticos. Sin embargo, el líder de la toma es Miguel.
Los días pasan y la situación de toma se hace cada vez más problemática: los estudiantes no
tienen agua ni luz y Miguel dispone que hagan sus necesidades en una fosa común que han
cavado en el patio central. Alba comienza a desesperarse y anhela volver a su casa. Finalmente,
comienza a menstruar y, dado que no tiene en ese lugar los elementos de higiene indispensables,
la sangre mancha sus pantalones y el dolor la atenaza. Alba se siente desolada de la vergüenza,
pero Miguel la ayuda y la consuela. El día transcurre, los dolores menstruales son cada vez más
fuertes, la sangre no para de manar y todos comienzan a preocuparse. Una estudiante le dice a
Alba que el dolor es un privilegio burgués que los pobres no pueden darse el lujo de experimentar,
y ella, como burguesa, no tiene nada que hacer ahí. Sebastián Gómez también opina que Alba
debe marcharse a su casa.

Miguel entonces enfrenta a los carabineros con una bandera de paz y les pide que dejen salir a
Alba. Así, la muchacha sale ayudada por Miguel y por la estudiante que la había increpado. Un
carabinero se acerca para escoltarlos y al momento reconoce a la nieta de  Esteban Trueba. Se
trata de Esteban García, que ha entrado al cuerpo de policía. Al reconocerla, García revela a
Miguel y a la estudiante que esa muchacha es la nieta del senador Trueba, su peor enemigo
político. Impactados por la revelación, los estudiantes la dejan allí y vuelven a la toma sin mirar
atrás. Alba, furiosa, demanda a Esteban García que la lleve a su casa, y este, por miedo a las
represalias de su ex patrón, accede, aunque en verdad quisiera humillar y someter a la muchacha.
En su casa, los recuerdos de Esteban García regresan a Alba. Cuando cumplió 14 años, el joven
García se había presentado a discutir algunos asuntos con Esteban Trueba y, al retirarse, encontró
a Alba en el jardín. Se acercó a ella, le habló y le preguntó si se acordaba de él. La niña le contestó
que no, y Esteban le preguntó cuántos años tenía. Cuando Alba le contestó que ese día cumplía
14, Esteban dijo que tenía un regalo para ella, le tomó la cabeza con sus dos manos y la besó,
tratando de introducir con fuerza su lengua en la boca de la niña. Alba forcejeó hasta poder
sacárselo de encima y corrió hacia la seguridad de su casa, pero desde allí en adelante siempre
tuvo pesadillas que recreaban ese momento.

Después de la toma, que termina pacíficamente cuando los obreros levantan la huelga, Miguel
vuelve a frecuentar a Alba y retoman su romance. Los muchachos improvisan una cama en el
sótano de La casa de la esquina y pasan allí largas jornadas de amor durante más de un año.
Durante ese período, Miguel se convence cada vez más de la necesidad de establecer una
guerrilla armada para hacer la revolución, y comienza a entrenarse en el uso de armas de fuego.
Alba quiere apoyarlo en su lucha política, pero él le responde que no hay lugar para aficionados en
la revolución armada.

Son tiempos de cambio para Chile. El partido socialista cuenta con mucha popularidad y Jaime
sabe que ganarán las elecciones, puesto que el mismo Candidato (una referencia a Salvador
Allende, que no aparece con nombre y apellido en la novela) se lo dijo. Los ánimos están
exaltados: los jóvenes de cada partido andan en bandas atacando a sus contrincantes políticos y,
mientras tanto, la extrema izquierda descree que un socialismo democrático pueda significar una
revolución, por lo que siguen fomentando la lucha armada.

Un día, Alba se acerca a Jaime y le pide ayuda, puesto que la hermana de Miguel está muy
enferma. Jaime se muestra reticente, puesto que no confía en el novio de su sobrina, por quien
siente celos y una distancia política insalvable. Sin embargo, acepta ayudarlos y los acompaña al
barrio bohemio, donde su hermana vive en un altillo.

La hermana de Miguel es Amanda, a quien Jaime no ha visto en los últimos veinte años. De la
joven gitana de cabellos revueltos queda solo una sombra maltrecha y convulsa. Amanda muestra
todos los síntomas de una adicta, y Jaime manifiesta que la única forma de salvarla es internándola
y realizando un programa de cura para las adicciones. Con ese último encuentro, su amor por
Amanda se desdibuja definitivamente y su soledad se hace completa.

CAPÍTULO 12: LA CONSPIRACIÓN

Los socialistas ganan las elecciones y el Candidato, que es la representación ficcional de Salvador
Allende, ocupa la presidencia de Chile. Esa noche los conservadores se esconden en sus casas
con miedo a que una horda de trabajadores empoderados los vaya a buscar, destruya sus
propiedades y tome sus riquezas. Pero nada de esto pasa. Los obreros se manifiestan durante
toda la noche de forma pacífica y disciplinada.

Ya desde el día siguiente los conservadores se reúnen clandestinamente, encabezados por


Esteban Trueba, con miembros del ejército y representantes del gobierno estadounidense para
planificar cómo desestabilizar al gobierno. El general Hurtado les dice que siempre podrán recurrir
a las armas, pero Esteban Trueba desestima un golpe militar –de momento –pues considera que
con tumbar la economía será suficiente para que el pueblo destituya a su líder. A los
representantes de Estados Unidos les agrada esta idea, puesto que quieren desprestigiar las ideas
marxistas, y nada mejor para conseguirlo que ver fracasar a un gobierno socialista por su propia
incapacidad de gobernar. De esta manera, desde el primer momento la oligarquía y los sectores
conservadores ponen sus fortunas al servicio de la destrucción del gobierno.
Con la formación del nuevo gobierno, Pedro Tercero pasa a ocupar un alto cargo en un ministerio y
su vida se transforma: trabaja 12 horas al día y no tiene tiempo para seguir componiendo
canciones. La relación con Blanca se sostiene todavía un tiempo, pero pierde intensidad y entra en
otra etapa: la del acompañamiento mutuo.

Un día Pedro Tercero vuelve a proponerle (como ha hecho siempre) a Blanca que se case con él y
se mude a su departamento, pero ella responde, como siempre, que debe pensarlo, aunque sabe
que no lo hará. Pedro Tercero la despide entonces definitivamente. Blanca piensa que se le pasará
en unos días y la llamará, pero Pedro Tercero no vuelve a comunicarse con ella y hasta abandona
su departamento, con lo que, al buscarlo, Blanca no puede dar con él. Así pasan dos años sin
verse.

En esos dos años, el malestar social crece. Los conservadores han logrado desestabilizar la
economía y desabastecer el país: los elementos de primera necesidad son escasos y muchos otros
son totalmente inaccesibles. A su vez, los camioneros comienzan un paro indefinido, por lo que el
suministro de comida se ve cortado y se hace muy difícil acceder a frutas, verduras y granos.
Mucho más difícil aún es conseguir carne.

Blanca comienza entonces una labor de acaparamiento: todo lo que llega de Las Tres Marías es
guardado en una habitación bajo llave. Es tal la manía de Blanca que muchas cosas se echan a
perder en su almacén. Alba, al ver lo ridículo de esta conducta, hace un boquete en la pared, lo
esconde y comienza a robar los suministros para distribuirlos por los barrios de pobres y los
hospitales donde Jaime trabaja hasta 16 horas al día.

Lo mismo realiza Esteban Trueba, pero lo que esconde en la casa es armamento para enfrentar
una posible guerra por el control del país. Cuando Alba lo descubre, realiza otro boquete junto a
Jaime y se roban parte de las armas. En un principio considera entregárselas a Miguel, quien
también se prepara para la lucha armada, pero finalmente optan por enterrarlas en la montaña, en
sitios escondidos. Esta labor une aún más a Jaime y su sobrina. Jaime, por su parte, ha
comenzado una relación forzada con Amanda, quien se ha recuperado completamente y se ha
enamorado de su salvador. Pero para el médico el amor ha llegado tarde, y por Amanda solo
siente compasión.

En el contexto turbulento del país el gobierno expropia a Esteban Trueba su estancia, con un plan
de pago a 30 años y sobre el valor declarado de la propiedad. En Las Tres Marías se organiza una
cooperativa y la administración queda en manos de los campesinos, que no saben qué hacer con
ella y entonces comienzan a consumir todo el ganado.

Cuando Esteban Trueba se entera de que ha perdido su estancia, toma una ametralladora del
armamento que esconde en su casa y pide a su chofer que lo lleve a Las Tres Marías. Al llegar,
abre fuego sin éxito sobre un peón apostado en la entrada y luego cruza la tranquera cerrada a pie
y se dirige a su casa. En el camino, alguien lo golpea y lo deja inconsciente.
Cuando despierta, el senador es un rehén en su propia casa. Los campesinos lo tienen apresado y
no hacen caso siquiera a la orden de liberarlo que da el presidente cuando el caso se mediatiza y
llega a la capital. Entonces los carabineros se apostan a la entrada de la estancia y esperan la
orden del juez para allanar el lugar y rescatarlo.

Cuando Alba y Blanca se enteran de esto, deciden ir a sacarlo ellas mismas. Para eso buscan, en
el ministerio donde trabaja, a Pedro Tercero, quien en esos dos años ha envejecido
llamativamente. Pedro las acompaña vestido nuevamente como cantante, con su guitarra al
hombro. Así llegan a Las Tres Marías, en cuya entrada están los carabineros asando un lechón y
bebiendo vino junto a los peones del campo. Alba y Blanca se unen a esa reunión y Pedro Tercero,
reconocido por todo el mundo, ingresa a la estancia y pide hablar con Esteban Trueba.

Pedro convence a los campesinos de dejar en libertad a Trueba antes de que los carabineros
irrumpan con una orden judicial y entonces Esteban Trueba pueda contar eso como un éxito para
los conservadores. Estos acceden entonces y Trueba abandona la estancia cabizbajo, sin mirar
atrás.

Al poco tiempo se presenta en La casa de la Esquina la última hermana Mora que queda con vida.
Esteban la recibe y la escucha solo porque junto a ella está la presencia del espíritu de Clara. La
hermana Mora vaticina grandes desgracias para el pueblo chileno y le dice al senador que, aunque
él será parte de los victoriosos, su éxito no le reportará más que sufrimiento.

Luego de este mensaje pide hablar con Alba, pues debe transmitirle un mensaje de su abuela.
Clara se comunica así con su nieta y le revela que su vida corre peligro en el futuro cercano y que,
para salvarse, debe irse a vivir un tiempo al exterior. Alba la escucha conmovida, pero no hace
caso al mensaje. Esteban Trueba se toma toda la situación a broma, pero 10 meses y 11 días más
tarde, como nos dice la narradora, se acordará con amargura de ese presagio cuando a Alba se la
lleven una noche, durante el toque de queda.

CAPÍTULO 13: EL TERROR

Un día soleado de primavera los militares dan el golpe que sume a Chile en la dictadura. Jaime se
encuentra en el hospital cuando recibe una llamada de una secretaria de la presidencia indicándole
que todos los médicos deben ocurrir cuanto antes al Palacio presidencial. Jaime lo hace sin
demoras y al llegar se encuentra un regimiento de carabineros que no dejan a ningún auto
detenerse frente al Palacio. Él muestra su credencial y entonces le permiten el acceso.

Dentro se encuentra el presidente junto a un grupo de allegados. Este le indica que la Marina se ha
sublevado, y que el ejército planea dar un golpe militar. Las tres horas siguientes se las pasan
intercambiando llamadas con los cuerpos militares. Jaime se comunica con Alba, le explica la
situación y le pide que no salga a la calle. Durante esas tres horas, el cuerpo de policía se pliega a
los militares, por lo que los carabineros abandonan la protección del Palacio, y el Presidente queda
solo con su grupo de seguidores. A media mañana, el Presidente da su último y conmovedor
discurso (la autora reformula partes del discurso real de Salvador Allende, el presidente chileno
contra quien se sublevó el cuerpo militar) y anuncia su sacrificio por la causa socialista.

Momentos después, los aviones de guerra bombardean la plaza y el Palacio. El terror se desata en
el país. Los militares irrumpen en la sede presidencial, ganan el primer piso y hostigan a la
resistencia para que se rinda. Muchos de los compañeros del Presidente han muerto ya, pero
Jaime sobrevive en medio de la destrucción. El Presidente entonces los saluda y les pide que se
entreguen para salvar sus vidas y que lo dejen solo. Así, Jaime se entrega junto a un puñado de
hombres, que son golpeados, humillados y llevados en camión al Ministerio de Defensa.

Allí, le piden al médico que haga una declaración pública afirmando que el Presidente estaba
borracho y se suicidó. Como Jaime se niega a hacerlo, lo torturan durante horas y luego lo cargan,
junto a una gran cantidad de detenidos políticos, y lo bajan en el patio de un regimiento, donde a
todos les atan los pies y las manos con alambres de púas, los vuelven a cargar y los llevan a un
descampado en las afueras de un aeropuerto. Allí los fusilan y luego dinamitan sus cuerpos, para
no dejar rastros.

Un soldado que conocía a Jaime y lo apreciaba porque este había salvado a su madre se acerca a
La casa de la esquina y cuenta lo sucedido. Esteban Trueba se burla y no lo cree, pero Alba y
Blanca lloran la pérdida.
En los días siguientes se desata la pesadilla en todo el país. Mientras la alta burguesía –entre
ellos, Esteban Trueba –festeja el golpe, los sectores cercanos al gobierno socialista comienzan a
sufrir una persecución brutal. Mientras tanto, las tiendas de todo el país se reabastecen
inmediatamente, pero todos los productos son tan caros que se transforman en bienes de lujo a los
que solo pueden acceder la clase alta.
El pueblo comienza a pasar hambre. Los partidos políticos se disuelven, se prohíben todos los
gremios y también las escuelas de profesionales; las facultades se cierran y se impiden las
reuniones de grupos numerosos. Por la noche, durante el toque de queda, las escuadras militares
detienen y hacen desaparecer brutalmente a todos aquellos que son considerados parte de la
oposición.

En las semanas siguientes los militares devuelven las tierras expropiadas por los socialistas. Así, la
economía queda en manos de la alta burguesía y la política en manos del ejército. Esteban Trueba
se dirige a Las Tres Marías con un grupo de matones, prende fuego las casas de ladrillos de los
campesinos, mata sus animales y echa finalmente a toda la gente. Cuando se le pasa el arrebato
de violencia, se da cuenta del exceso que ha cometido y se arrepiente. Aunque vuelve a reconstruir
su estancia, la culpa ya no lo abandona.

En los meses siguientes, Alba se dedica a ayudar a los perseguidos: les da hospedaje en su casa y
luego los guía a las embajadas en los horarios que ella conoce. Los perseguidos saltan los muros
de las embajadas y así logran el asilo político que los salva.

Otro de los personajes que está siendo buscado por el ejército es Pedro Tercero, a quien Blanca
tiene escondido en La casa de la esquina. Pedro se siente morir por el encierro, por lo que, al
pasar algunos meses, Blanca, desesperada, le pide ayuda a Esteban Trueba para sacarlo del país.
Esteban ya no siente odio hacia él y decide ayudarlo. Así, lo esconden en el baúl del auto del
embajador de Suecia y toda la familia viaja a hacer una visita a la nunciatura apostólica, ya que el
nuncio, representante del Vaticano, era admirador del cantante.

Desde allí, Blanca y Pedro Tercero pueden viajar a Canadá, donde se instalan y desarrollan la vida
en pareja que hasta ahora no habían podido concretar. Al despedirse, Esteban le pide perdón y
reconoce que se ha equivocado. También saluda a Pedro Tercero y lo despide como a un hijo.

La represión militar continúa y se recrudece. Alba dedica todo su tiempo y la fortuna de su abuelo a
ayudar a los pobres y colaborar con los perseguidos. Vende los muebles de la casa y empeña todo
objeto de valor que encuentra para comprar comida y repartir entre los comedores comunitarios y
las familias carenciadas, que son cada vez más. Su abuelo se da cuenta de lo que está haciendo
su hija, pero no la cuestiona. La casa de la esquina se transforma en un lugar seguro para
hospedar una o dos noches a quienes están huyendo de la brutalidad militar, mientras tratan de
encontrarles asilo en las embajadas de otros países. Así, un día llega el mismo Miguel.
La pareja se ama, pero Miguel le indica a Alba que no puede permanecer con ella, ni puede
permitir que se les una en la lucha armada. Entonces, la muchacha intenta convencerlo de que
huyan los dos al extranjero, pero Miguel le hace notar que su lucha está en Chile, y que no piensa
detenerse. Antes de separarse definitivamente, Alba le enseña dónde ha escondido las armas que
le ha robado a su abuelo.

Desgraciadamente, los militares sospechan de la actividad de Alba y colocan espías alrededor de


la casa. Una noche, Esteban Trueba es despertado por un grupo de civiles armados que lo sacan
de la cama con violencia, buscan a Alba en su pieza y la dejan junto a su abuelo mientras que
registran brutalmente la casa, rompiendo los muebles que quedan y llevándose todos los
documentos que encuentran.

Uno de los militares le da entonces un papel a Esteban Trueba para que lo firme, donde se declara
que el ex senador ha accedido a que se registre su casa y está en conformidad con el accionar de
los grupos militares. El viejo se niega, furioso, pero entonces comienzan a golpear a su nieta, por lo
que termina firmando. Luego, dos hombres toman a Alba y se la llevan. Esteban Trueba queda
llorando, tirado en el piso de su casa.

Para Alba comienza la pesadilla. Los militares abusan físicamente de ella mientras la llevan a un
centro de detención. Cuando la bajan y le quitan la venda de los ojos, Alba ve que está en manos
de un oficial que no es otro que Esteban García, quien le dice que ha esperado ese momento
desde que la tuvo en su regazo aquella tarde cuando ella era una niña.

CAPÍTULO 14: LA HORA DE LA VERDAD

Alba queda en un centro clandestino de detención en manos de Esteban García. Todos los días la
someten a torturas cada vez más violentas y crueles. La golpean, la violan, rompen sus huesos con
elementos de tortura, hunden su cabeza en baldes llenos de excrementos… es tanto el dolor y la
humillación que Alba solo quiere morir. Es imposible para ella saber cuánto tiempo pasa en ese
tormento. Vive con los ojos tapados y en un principio solo interactúa con sus captores, que quieren
saber dónde se esconde Miguel. Alba se niega rotundamente a darles cualquier información.

Luego, a su celda llega Ana Díaz, la compañera de la facultad que participó con ella en la toma,
hace años. Ana también es torturada y violada, a veces sola y otras veces en presencia de su
novio, Andrés. Sin embargo, la pareja no dice nada sobre el paradero de Miguel.
Las torturas son cada vez más brutales y dejan a Alba agonizando. Para castigarla todavía más, la
encierran en La perrera, una celda tan pequeña que la muchacha no puede ni siquiera sentarse y
debe permanecer parada. Allí se abandona a la muerte, pero el espíritu de Clara aparece y la
obliga a vivir. Clara le dice que se concentre en la tarea de escribir su historia, así en algún
momento puede contar al mundo el horror que los militares han desatado sobre la población. Alba
lo hace hasta que Esteban García la saca de La perrera para recomenzar las torturas.

Paralelamente, Esteban Trueba se dirige al Cristobal Colón, el prostíbulo que hace años
regentaba Tránsito Soto y que ahora es un hotel de tránsito para parejas. Consigue hablar con
Tránsito, que ahora es una mujer madura y majestuosa. A ella le cuenta sus desdichas y le pide
ayuda para salvar a su nieta, puesto que tránsito está en buenas relaciones con el gobierno, al ser
el Cristobal Colón un lugar muy frecuentado por los militares. Esteban se quiebra frente a ella y
realiza un relato extenso de sus sufrimientos y su desilusión con el gobierno militar. Le cuenta
incluso que un sádico entre los militares le ha enviado tres dedos amputados de su nieta, y que no
sabe si en los próximos días no seguirá recibiendo otras partes de su cuerpo, por lo que está
totalmente desesperado.
Al día siguiente, recibe una llamada de Tránsito Soto que le asegura que volverá a encontrarse con
Alba. Así, la prostituta devenida empresaria le paga la deuda que contrajo hace más de 50 años
con su patrón.

EPÍLOGO

Alba pierde sufre una infección por la pérdida de sus dedos y es enviada a una clínica clandestina.
Allí la sana un médico de derecha que se desquita con sus pacientes y los cura sin anestesia.
Luego queda en manos de un enfermero más humano que la trata bien y le cuenta cuántos
detenidos pasan por ese centro. Se trata de cientos de personas, y muchas de ellas mueren allí, en
sus manos.

Una vez curada, Alba es reasignada a un campo de concentración femenino, donde pasa días de
felicidad entre mujeres que la cuidan, la protegen y le ayudan a olvidar los hechos horrorosos que
ha vivido. Entre ellas se da un vínculo de sororidad: todas han pasado por las mismas torturas y
violaciones. En esos días, mientras se cura su mano, Alba está encargada de cuidar a los niños
que están allí, encerrados con sus madres.

Un día llega un grupo de militares uniformados y se la llevan. La cargan en un furgón y le dicen que
le van a devolver la libertad. Andan por la ciudad, siempre con los ojos de la prisionera vendados, y
se detienen en un baldío en medio de la noche. Allí la dejan y le indican que espere al día para
moverse, puesto que durante la noche rige el toque de queda. Mientras espera en la noche, un
niño la encuentra y la lleva a su casa, donde una mujer pobre la acoge y la cuida hasta el día
siguiente. Así, Alba sobrevive y es acompañada, durante el día, a La casa de la esquina.
El encuentro con su abuelo es emotivo. Esteban Trueba le cuenta que Miguel ha estado viniendo a
verlo, y que es a él a quien se le ocurrió recurrir a Tránsito Soto. En los días siguientes, entre
Esteban y Alba vuelven a darle, a La casa de la esquina, el esplendor que tenía en la época de
Clara. La casa recupera entonces hasta la presencia de sus espíritus. Alba descubre que está
embarazada, y no sabe si el bebé es de Miguel o un producto de las violaciones de Esteban
García, pero lo cierto es que ese embarazo pone fin a generaciones de rivalidades y tensiones de
clase.

Motivada por la sugerencia de Esteban Trueba y ayudada por los cuadernos de escribir la vida de
Clara, que se han salvado a la quema oficiada por los militares, Alba se aboca a la escritura de un
libro para contar su historia. Esteban Trueba escribe también parte de esa historia: se trata de los
fragmentos en primera persona que se intercalan capítulo a capítulo. Así nos enteramos de que
Alba es la narradora del libro que estamos leyendo.

Alba escribe el final de la historia al lado del lecho de muerte de Esteban Trueba. El viejo ha
muerto feliz, a los 90 años. En los últimos días se ha desprendido de todo el odio y ha recuperado
la presencia de Clara, quien lo acompaña como espíritu y vela su descanso. En estas
circunstancias, Alba decide comenzar la historia con la primera frase de los cuadernos de Clara:
“Barrabás llegó a la familia por vía marítima…”.

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