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Suma Teológica de SANTO TOMÁS DE AQUINO 1

MANCHA AL HOMBRE LO QUE SALE DE ÉL

Evangelio: Mc 7, 14-23
En aquel tiempo, llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo: –«Escuchad y entended todos: Nada que
entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. El
que tenga oídos para oír, que oiga». Cuando dejó a la gente y entró en casa, le pidieron sus discípulos
que les explicara la parábola. Él les dijo: –«¿Tan torpes sois también vosotros? ¿No comprendéis? Nada
que entre de fuera puede hacer impuro al hombre, porque no entra en el corazón, sino en el vientre, y se
echa en la letrina». Con esto declaraba puros todos los alimentos. Y siguió: –«Lo que sale de dentro, eso
sí mancha al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las
fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia,
difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro».

Meditación:
Jesús denuncia toda una serie de ritos externos, prohibiciones y preceptos, tradiciones transmitidas por los
hombres y que llegan a ocultar el verdadero sentido de los preceptos de Dios. El maestro pone al
descubierto un cumplimiento legalista que lleva a algunos a creerse buenos delante de Dios porque
"cumplen", olvidando que la salvación se recibe, se acoge, se implora de Dios, que quiere que el hombre
viva.
Si examino mi corazón ¡cuántas veces descubro envidia, egoísmo, afán de superioridad y tantas cosas que
me hacen ver el mundo con ojos impuros! ¡Cuántas veces me dejo llevar por impulsos que me esclavizan!
Verdaderamente no estoy justificado delante de Dios. Mi único derecho es decir: "Señor, ten piedad de
mi". Si me paro un poco a pensar, no tengo de qué envanecerme.
Tú has muerto para liberarme de estas cadenas. Que tu redención, Jesús, vaya penetrando en los rincones
más profundos de mi corazón. Así podré mirar el mundo y a los hombres como Tú los miras y podré
verlos como Tú los ves. Sana las heridas del pecado y enséñame a vivir bajo los impulsos del Espíritu y en
la libertad de los hijos de Dios.

Oración:
¡Oh Dios, crea en mi un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme! No me arrojes lejos
de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.

Propósito:
Durante este día, cada vez que caiga en la cuenta de que me está moviendo un impulso que no viene de
Dios, le pediré que me sane, volviendo a sus brazos. Diré con María "hágase en mi según tu palabra".
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CUESTIÓN 86
LA MANCHA DEL PECADO
Después de esto vamos a tratar de la mancha del pecado (cf. q.86 introd.) . Y acerca de ella se plantean dos problemas:

ARTíCULO 1:
¿PRODUCE EL PECADO ALGUNA MANCHA EN EL ALMA?

OBJECIONES por las que parece que el pecado no produce mancha alguna en el alma:
1. La naturaleza superior no puede mancharse por el contacto con la naturaleza inferior: de ahi que el rayo
solar no se manche por el contacto con los cuerpos fétidos, como dice Agustín en el libro Contra quinqué
haereses . Pero el alma humana es de una naturaleza muy superior a la de las cosas mudables, hacia las
cuales se vuelve al pecar. Luego por ellas no contrae mancha alguna pecando.

2. Además, el pecado está principalmente en la voluntad, según hemos dicho más arriba (q.74 a.1 y 2).
Mas la voluntad está en la razón, como se dice en el libro III De anima . Y la razón o entendimiento no se
mancha por la consideración de cualesquiera cosas, sino que más bien se perfecciona. Luego tampoco se
mancha la voluntad.

3. Si el pecado produce una mancha, dicha mancha o es algo positivo o es mera privación. Si es algo
positivo, no puede ser más que disposición o hábito; pues no parece que un acto pueda producir otra cosa.
Pero no es disposición ni hábito; pues ocurre que, quitada la disposición o el hábito, permanece aún la
mancha, como se ve por aquel que peca mortalmente por prodigalidad y luego cambia al hábito del vicio
contrario, pecando mortalmente. Luego la mancha no pone algo positivo en el alma. Igualmente, tampoco
es mera privación. Porque todos los pecados convienen por parte de la aversión y la privación de la gracia.
Por consiguiente, se seguiría que la mancha de todos los pecados fuese idéntica. Luego la mancha no es
efecto del pecado.

CONTRA ESTO: está lo que se dice a Salomón en Eclo 47,22: Pusiste una mancha en tu gloria; y en Ef
5,27: Para presentarse a sí mismo una Iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga. En ambos lugares se habla
de la mancha del pecado. Luego la mancha es efecto del pecado.

RESPONDO: La mancha se dice propiamente de las cosas corpóreas, cuando un cuerpo limpio pierde su
esplendor por el contacto con otro cuerpo, v. gr., el vestido, el oro, la plata u otro semejante. En las cosas
espirituales se debe hablar de mancha por analogía con esta mancha. Ahora bien, el alma humana posee un
doble esplendor: uno por el resplandor de la luz de la razón natural, por la cual se dirige en sus actos; y
otro, por el resplandor de la luz divina, esto es, de la sabiduría y de la gracia, por la cual también el
hombre se perfecciona para obrar bien y decorosamente. Mas hay como un cierto contacto del alma
cuando se adhiere a algunas cosas por el amor. Pero cuando peca, se adhiere a algunas cosas contra la luz
de la razón y de la ley divina, como es claro por lo dicho anteriormente (q.71 a.6). De ahí que
metafóricamente se llama mancha del alma el mismo menoscabo de su esplendor, proveniente de tal
contacto.

A LAS OBJECIONES:
1. El alma no se mancha con las cosas inferiores por la fuerza de éstas, como si obraran ellas en el alma,
sino más bien al contrario: el alma se mancha por su propia acción adhiriéndose a ellas desordenadamente
contra la luz de la razón y de la ley divina.

2. La acción del entendimiento se realiza en cuanto que las cosas inteligibles están en él al modo del
mismo entendimiento; y por ello el entendimiento no se infecciona con ellas, sino que más bien se
perfecciona. Mas el acto de la voluntad consiste en el movimiento hacia las cosas mismas, de modo que el
amor une al alma con la cosa amada. Por eso el alma se mancha cuando se adhiere desordenadamente,
según aquello de Os 9,10: Se han hecho abominables, como aquellas cosas que amaron.

3. La mancha no es algo positivo en el alma, ni significa mera privación; sino que significa cierta
privación del esplendor del alma con respecto a su causa, que es el pecado. Y por eso diversos pecados
aportan diversas manchas. Es algo parecido a la sombra, que es privación de luz por interposición de un
cuerpo y según la diversidad de cuerpos interpuestos se diversifican las sombras.
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ARTÍCULO 2
¿PERMANECE LA MANCHA EN EL ALMA DESPUÉS DEL ACTO
PECAMINOSO?
OBJECIONES: por las que parece que la mancha no permanece en el alma después del acto pecaminoso:

1. En el alma después del acto no queda nada a no ser el hábito o la disposición. Mas la mancha no es
hábito ni disposición, según se acaba de explicar (a.1 obi.3). Luego la mancha no permanece en el alma
después del acto pecaminoso.

2. Además, la mancha es respecto del pecado, lo que la sombra respecto del cuerpo, comos hemos dicho
(a.1 ad 3). Mas cuando ha pasado el cuerpo (interpuesto), la sombra no permanece. Luego, pasado el acto
pecaminoso, no permanece la mancha.

3. Todo efecto depende de su causa. Pero la causa de la mancha es el acto pecaminoso. Luego, quitado el
acto pecaminoso, no permanece la mancha en el alma.

CONTRA ESTO: está lo que se dice en Jos 22,17: ¿Acaso es poco para vosotros el pecado que
cometisteis en Beelfegor, la mancha de cuya maldad permanece en vosotros hasta el día de hoy?

RESPONDO: La mancha del pecado queda en el alma pasado el acto del pecado. La razón de ello es que
la mancha, como hemos dicho (a.l), implica una cierta falta de esplendor por el alejamiento de la luz de la
razón o de la ley divina. Y por eso, mientras el hombre permanece fuera de esta luz, permanece en él la
mancha del pecado; pero, después que por la gracia vuelve a la luz divina y a la luz de la razón, entonces
cesa la mancha. Mas aunque cese el acto pecaminoso, por el cual el hombre se apartó de la luz de la razón
y de la ley divina, sin embargo, no vuelve el hombre inmediatamente al estado en que estaba, sino que se
requiere un movimiento de la voluntad contrario al movimiento anterior. Así como si uno se distanció de
otro moviéndose (localmente), no se acerca a él inmediatamente al cesar dicho movimiento, sino que debe
acercarse, volviendo con un movimiento contrario.

A LAS OBJECIONES:
1. Después del acto pecaminoso positivamente no queda nada en el alma a no ser la disposición o el
hábito; pero queda algo privativamente, a saber: la privación de la unión con la luz divina.
2. Pasado el obstáculo del cuerpo, el cuerpo diáfano permanece a la misma distancia y relación al cuerpo
iluminador: y por ello la sombra pasa inmediatamente. Mas, quitado el acto pecaminoso, el alma no
permanece en la misma relación a Dios (que antes del pecado). Luego no hay paridad.
3. El acto pecaminoso distancia de Dios, del mismo modo que el movimiento local distancia localmente; y
de ese alejamiento se sigue la falta de esplendor. Por consiguiente, así como por el cese del movimiento
no se suprime la distancia local, así tampoco se suprime la mancha por el solo cese del acto pecaminoso
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CUESTIÓN 89
EL PECADO VENIAL EN SÍ MISMO
Ahora vamos a tratar del pecado venial en sí mismo (cf. q.88 introd.). Y respecto de esto se plantean seis problemas:

ARTíCULO 1:
¿PRODUCE ALGUNA MANCHA EN EL ALMA EL PECADO
VENIAL?
OBJECIONES por las que parece que el pecado venial produce alguna mancha en el alma:
1. Dice Agustín, en el libro De poenit., que los pecados veniales, si se multiplican, destruyen nuestra
belleza de tal modo, que nos separan de los abrazos del Esposo celestial. Ahora bien, la mancha no es otra
cosa que detrimento de la belleza. Luego los pecados veniales producen (alguna) mancha en el alma.
2. Además, el pecado mortal produce (alguna) mancha en el alma por el desorden del acto y del afecto del
mismo pecador. Mas en el pecado venial hay (también) cierto desorden del acto y del afecto. Luego el
pecado venial produce (alguna) mancha en el alma.

3. La mancha del alma es producida a causa del contacto con la realidad temporal por el amor, como
dijimos anteriormente (q.86 a.1). Pero en el pecado venial el alma toca con amor desordenado la realidad
temporal. Luego el pecado venial acarrea una mancha en el alma.

CONTRA ESTO: está lo que se dice en Ef 5,27: Para presentarse 4 sí mismo una Iglesia sin mancha,
que la Glossa interpreta: esto es, algún pecado criminal. Luego parece propio del pecado mortal producir
mancha en el alma.

RESPONDO: Según consta por lo dicho (q.86 a.l), la mancha implica una pérdida del esplendor por
algún contacto, como es claro por las cosas corpóreas, de las cuales, por analogía, se traslada el nombre de
mancha al alma. Mas así como en el cuerpo hay un doble esplendor: el uno proveniente de la disposición
interna de los miembros y del color, y el otro de la claridad exterior; así también en el alma hay un doble
esplendor: el uno habitual, como un fulgor interior; y el otro actual, como un fulgor exterior. El pecado
venial impide el fulgor actual, mas no el habitual: porque no excluye ni disminuye el hábito de la caridad
y de las otras virtudes, como se verá más abajo (2-2 q.24 a.10; q.133 a.l ad 2), sino que sólo impide su
acto. Mas la mancha implica algo permanente en la cosa manchada, por lo cual parece pertenecer más bien
al detrimento del esplendor habitual que del actual. Por consiguiente, hablando propiamente, el pecado
venial no produce mancha (alguna) en el alma. Y si en alguna parte se dice que aporta una mancha, esto es
sólo relativamente: en cuanto que impide el esplendor de los actos de las virtudes.

A LAS OBJECIONES:
1. Agustín habla del caso en que muchos pecados veniales conducen dispositivamente al mortal. Pues de
otro modo no separarían del abrazo del Esposo celestial.
2. El desorden en el pecado mortal corrompe el acto de la virtud; pero no en el pecado venial.
3. En el pecado mortal, el alma, por el amor, entra en contacto con la cosa temporal como su fin, y con
ello se impide totalmente el influjo del esplendor de la gracia, que se encuentra en aquellos que por la
caridad se adhieren a Dios como a su último fin. Mas en el pecado venial no se adhiere uno a la criatura
como a su fin. Por consiguiente, no hay paridad.
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ARTÍCULO 5
¿SON PECADO MORTAL EN LOS INFIELES LOS PRIMEROS MOVIMIENTOS
DE LA SENSUALIDAD?
OBJECIONES por las que parece que los primeros movimientos de la sensualidad en los infieles son
pecado mortal:
1. En Rom 8,1 dice el Apóstol: Ya no hay nada de condenación para los que están en Cristo Jesús, que no
andan según la carne; y allí habla de la concupiscencia de la sensualidad, como se ve por lo que precede
(q.7). Luego la causa por la que no es condenable la concupiscencia para quienes no andan según la carne,
es a saber, consintiendo en ella, es porque están en Cristo Jesús. Pero los infieles no están en Cristo Jesús.
Luego en los infieles es materia de condenación. Por consiguiente, los primeros movimientos en los
infieles son pecado mortal.

2. Además, Anselmo, en el libro De gratia et lib. arb. dice: Quienes no están en Cristo, sintiendo el
aguijón de la carne siguen (el camino de) la condenación, aun cuando no caminen según la carne. Pero la
condenación no se debe sino al pecado mortal. Luego, puesto que el hombre siente la carne por el primer
movimiento de la concupiscencia, parece que el primer movimiento de la concupiscencia en los infieles es
pecado mortal.

3. Anselmo dice en el mismo libro : El hombre fue creado de tal modo que no deberta sentir la
concupiscencia. Mas ese débito parece que le ha sido disminuido al hombre por la gracia del bautismo,
que los infieles no tienen. Luego siempre que un infiel siente la concupiscencia, aunque no consienta, peca
mortalmente obrando contra lo debido.

CONTRA ESTO: está lo que se dice en Act 10,34: Dios no es aceptador de personas. Lo que no imputa
para condena a uno, tampoco a otro. Mas no imputa a los fieles para condena los primeros movimientos.
Luego tampoco a los infieles.

RESPONDO: Es irracional afirmar que los primeros movimientos de los infieles sean pecado mortal
aunque no consientan en ellos. Y esto es claro por dos razones: 1) Porque la parte sensual misma no puede
ser sujeto del pecado mortal, según expusimos anteriormente (q.74 a.4). Y (dicha) parte sensual es de la
misma naturaleza en los infieles y en los fieles. Por consiguiente, no es posible que sólo el movimiento de
la sensualidad en los infieles sea pecado mortal.
2) Por parte del pecador mismo. Pues la dignidad de la persona nunca disminuye el pecado, sino que más
bien lo acrecienta, como es claro por lo dicho anteriormente (q.73 a.10). Por lo tanto, tampoco es menor el
pecado en el fiel que en el infiel, sino mucho mayor. Pues, por un lado, los pecados de los infieles
merecen más bien perdón por su ignorancia, según aquello de 1 Tim 1,13: He conseguido la misericordia
de Dios porque obré por ignorancia en mi incredulidad; y por otro, los de los fieles se agravan a causa de
los sacramentos de la gracia, según aquello de Heb 10,29: ¿Cuánto más grave castigo pensáis que
merecerá quien tuvo como profana la sangre de la alianza, en la cual fue santificado?

A LAS OBJECIONES:
1. El Apóstol habla de la condena debida por el pecado original, que se (nos) quita por la gracia de
Jesucristo, aunque permanezca el fomes de la concupiscencia. Por lo tanto, el hecho de que los fieles
sientan la concupiscencia no es en ellos señal de la condena del pecado original, como lo es en los infieles.

2. Y también de este modo hay que entender el dicho de Anselmo. Y por ende, es clara la solución de la
segunda objeción.

3. Aquel deber no sentir la concupiscencia era un resultado de la justicia original. Por consiguiente, lo que
se opone a tal débito no pertenece al pecado actual, sino al pecado original.
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ARTíCULO 6:
¿PUEDE DARSE EN ALGUIEN EL PECADO VENIAL CON EL
ORIGINAL SOLO?
OBJECIONES por las que parece que el pecado venial puede darse en alguien con el original solo:
1. La disposición precede al hábito. Mas el (pecado) venial es disposición para el mortal, como hemos
dicho anteriormente (q.88 a.3). Luego el (pecado) venial se encuentra antes que el mortal en el infiel, al
cual no se le ha remitido el original. Y así a veces tienen pecados veniales, sin mortales, con el original.
2. Además, hay menos de conexión y de común entre el pecado venial y el mortal que entre un pecado
mortal con otro mortal. Pero el infiel, sujeto al pecado original, puede cometer un pecado mortal sin
cometer otro. Luego también puede cometer un pecado venial sin cometer uno mortal.
3. Se puede determinar la edad en que un niño puede ser por primera vez autor de un pecado actual. Y
llegado a esa edad puede permanecer sin pecar mortalmente al menos por algún breve espacio de tiempo,
porque esto también ocurre en los más grandes malvados. Mas en ese espacio, por breve que sea, puede
pecar venialmente. Luego el pecado venial puede darse en alguno con el pecado original sin el mortal.

CONTRA ESTO: está el hecho de que por el pecado original son castigados los humanos en el limbo de
los niños, donde no se da la pena de sentido, como se dirá más abajo (Suppl. q.69 a.6). Y al infierno son
arrojados los hombres por el pecado mortal solo. Luego no hay lugar en el que pueda ser castigado quien
tiene pecado venial con el original solo.

RESPONDO: Es imposible que el pecado venial se dé en alguien con el pecado original sin el mortal. La
razón de ello es que antes de llegar a los años del discernimiento, la falta de edad, que impide el uso de la
razón, le excusa (a uno) de pecado mortal; por lo tanto, le excusará mucho más del pecado venial si comete
algo que por su género sea tal. Mas cuando hubiere empezado el uso de la razón, no es excusable de la culpa
del pecado venial y mortal. Pero lo primero que entonces le ocurre pensar al hombre es deliberar acerca de sí
mismo. Y si en efecto se ordenare a sí mismo al fin debido, conseguirá por la gracia la remisión del pecado
original. Mas si, por el contrario, no se ordenare a sí mismo al fin debido, en cuanto es capaz de
discernimiento en aquella edad, pecará mortalmente no haciendo lo que está en sí. Y desde entonces no habrá
en él pecado venial sin el mortal, a no ser después que todo se le fuere perdonado por la gracia.

A LAS OBJECIONES:
1. El (pecado) venial no es por necesidad una disposición que preceda al mortal, sino circunstancialmente,
como el trabajo dispone a veces para la fiebre; mas no como el calor dispone para la forma del fuego.
2. La imposibilidad de que el pecado venial se dé simultáneamente con el original solo no es por razón de
su distancia o conformidad, sino por la falta del uso de la razón, como hemos dicho (en sol.).
3. El niño que empieza a tener uso de razón puede contenerse por algún tiempo de otros pecados mortales;
pero no se libra del susodicho pecado de omisión si no se convierte a Dios tan pronto como pueda. Pues lo
primero que le ocurre al hombre que llega al uso de la razón es pensar acerca de sí mismo y a quién (debe)
ordenar todas las otras cosas como a su fin, pues el fin es lo primero en la intención. Y por eso éste es el
tiempo para el cual está obligado por el precepto divino afirmativo, en el que el Señor dice: Volveos a Mí
y Yo me volveré a vosotros (Zac 1,3).
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CUESTIÓN 88
EL RETORNO DE LOS PECADOS DESPUÉS DE
HABER SIDO PERDONADOS POR LA PENITENCIA
Ahora nos corresponde tratar del retorno de los pecados después de haber sido perdonados por la penitencia (cf. q.86, introd.).
Esta cuestión plantea y exige respuesta a cuatro problemas:

ARTÍCULO 1:
¿VUELVEN LOS PECADOS YA PERDONADOS
CON EL PECADO POSTERIOR?
OBJECIONES: por las que parece que los pecados ya perdonados vuelven con el pecado posterior.
1. Dice San Agustín en I De Baptismo : Que vuelven los pecados ja perdonados cuando falta la caridad
fraterna, clarísimamente lo enseña el Señor en el Evangelio, en la parábola del siervo a quien el Señor
reclamó de nuevo la deuda perdonada, por no haber querido perdonar él la deuda a un compañero.
Ahora bien, la caridad fraterna se pierde por cualquier pecado mortal. Luego cualquier pecado mortal hace
volver los pecados después de haber sido perdonados por la penitencia.

2. comentando aquel pasaje de Lc 11,24: Volveré a mi casa, de donde salí, dice San Beda : Este versículo
es más digno de temer que de comentar, no vaya a ser que la culpa, que ya creíamos desapareada de
nosotros, termine aplastándonos por nuestro descuido. Pero esto no podría suceder si no volviera. Luego
la culpa, desaparecida por la penitencia, vuelve.

3. dice el Señor en Ez 18,24: Si el justo se apartase de su justicia y cometiese la impiedad, no serán


recordados más todos los actos de justicia quehizo. Pero entre todos los actos de justicia que hizo también
hay que contar la penitencia anterior, ya que, según hemos dicho (q.85 a.3), la penitencia es una parte de
la justicia. Luego, si el que hizo penitencia peca de nuevo, ya no cuenta para él la penitencia anterior, por
la que consiguió el perdón de los pecados. Luego vuelven aquellos pecados.
4. Y todavía más: la gracia encubre los pecados pasados, como lo dice el Apóstol en Rom 4,2ss, citando a
Sal 31,1: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades han sido perdonadas y cuyos pecados han sido
tapados. Pero con el posterior pecado mortal desaparece la gracia. Luego los pecados anteriormente
cometidos quedan al descubierto. Por lo que parece que vuelven.

CONTRA ESTO: dice el Apóstol en Rom 11,29: Los dones y la vocación de Dios son irrevocables. Pero
los pecados del penitente han sido perdonados por un don de Dios. Luego con el pecado subsiguiente no
vuelven los pecados perdonados, ya que esto significaría en Dios una revocación de sus dones.
Y dice, además, San Agustín en su libro De Responsionibus Prosperi : Quien se aparta de Cristo y
termina esta vida alejado de la gracia, ¿dónde va sino a la perdición? Sin embargo no cae de nuevo en lo
que ya se le perdonó, ni será castigado por el pecado original.

RESPONDO: Como hemos visto ya en otro lugar (q.86 a.4; 1-2 q.87 a.4), en el pecado mortal hay que
distinguir dos aspectos: la aversión a Dios y la conversión a los bienes creados. Lo que hay de aversión en
el pecado mortal es, de suyo, común a todos los pecados mortales, ya que cualquier pecado mortal aparta
al hombre de Dios. De tal manera que la mancha consistente en la privación de la gracia y el débito de la
pena eterna son comunes a todos los pecados mortales. Y en este sentido se ha de entender lo que se dice
en Sant 2,10: Quien quebranta un solo precepto de la ley se hace reo de todos. Pero, por parte de la
conversión a los bienes creados, los pecados mortales son diversos, y, a veces, contrarios.
Es, por tanto, manifiesto que, por parte de la conversión a los bienes creados, el pecado mortal posterior
no hace volver los pecados mortales anteriormente perdonados. De lo contrario, se seguiría que, por un
pecado de prodigalidad, el hombre contraería el hábito o la disposición de la avaricia anteriormente
perdonada, y así ocurriría que una cosa sería causada por su contrario, lo cual es imposible.
Sin embargo, si se considera en los pecados mortales el aspecto general de aversión, el pecado mortal
posterior priva al hombre de la gracia y le hace reo de la pena eterna, como lo era antes. Pero como la
aversión en los pecados mortales se diversifica en cierto modo por su relación con los diversos
movimientos de conversión a los bienes creados, que son su causa —de tal manera que la aversión, la
mancha y el débito son distintos, según procedan de uno u otro acto de pecado mortal—, precisamente por
eso se ha discutido el problema de si la mancha y el débito de la pena eterna, en cuanto que fueron
causados por pecados ya perdonados, retornan por un pecado mortal posterior.
Algunos afirmaron enteramente que sí. Pero esto es imposible. Porque la obra de Dios no puede ser
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anulada por la obra del hombre. Y, como la remisión de los anteriores pecados es obra de la misericordia
divina, ésta no puede ser anulada por el pecado posterior del hombre, según las palabras de Rom 3,3:
¿Acaso la incredulidad de ellos va a anular la fidelidad de Dios?
Por eso otros, manteniendo que los pecados vuelven, dijeron que Dios no perdona los pecados al penitente
cuando en su presciencia ve que este penitente pecará de nuevo, sino que se limita a otorgarle la justicia en
el presente. Porque él sabe de antemano que este penitente ha de ser castigado eternamente por esos
pecados y, sin embargo, al presente lo hace justo por su gracia. Pero tampoco esto se puede mantener.
Porque si a una causa no se le ponen limitaciones, tampoco se le han de poner limitaciones al efecto.
Luego si la remisión de los pecados, por la gracia y los sacramentos de la gracia, no es total, sino
condicionada al futuro, se seguirá que la gracia y los sacramentos de la gracia no son causa eficaz de la
remisión de los pecados. Lo cual es un error que rebaja la virtud de la gracia.
Por tanto, es inadmisible que reaparezca la mancha y el débito de los pecados precedentes en cuanto
efecto de tales actos pecaminosos.
Puede ocurrir, sin embargo, que un acto pecaminoso posterior a la penitencia contenga virtualmente el
débito del pecado anterior, en el sentido de que quien peca por segunda vez, por el mismo hecho de
reincidir, parece que peca más gravemente que había pecado antes, según aquello de Rom 2,5: Con tu
dureza y con la impenitenáa de tu corazón vas acumulando ira para el día de la ira, tan sólo por
despreciar la bondad de Dios que atrae a penitencia (v.4). Pero se desprecia mucho más la bondad de
Dios pecando por segunda vez, después de perdonado el primer pecado, ya que es mayor beneficio
perdonar un pecado que soportar al pecador. Por tanto, con el pecado posterior a la penitencia retorna de
alguna manera el débito de los pecados ya perdonados, no en cuanto causado por éstos, sino en cuanto
causado por el último pecado cometido, que adquiere más gravedad por los pecados anteriores. Esto no
significa que los pecados precedentes retornen en sentido absoluto, sino, en cierto sentido, en cuanto que
están virtualmente contenidos en el pecado posterior.

A LAS OBJECIONES:

1. El texto de San Agustín hay que entenderlo del retorno de los pecados en cuanto al débito de pena
eterna, considerado en sí mismo, porque, efectivamente, el que vuelve a pecar después de la penitencia
incurre en el débito de pena eterna como antes, aunque no, ciertamente, por la misma razón. Por lo que
San Agustín, al decir en su libro De Responsionibus Prosperi que no cae de nuevo en lo que y a se le
perdonó ni será castigado por el pecado original, añade: sin embargo, es castigado con la muerte que
mereció por sus pecados ya perdonados, pues incurre en la muerte eterna que había merecido por sus
pecados.

2. Con esas palabras no pretende San Beda expresar que la culpa anteriormente perdonada oprima al
hombre con el retorno del débito pasado, sino con la repetición del acto pecaminoso.

3. Con el pecado posterior, las obras de justicia anteriores quedan en el olvido en cuanto meritorias de la
vida eterna, no en cuanto que eran impedimento de pecado. Por eso, si uno peca mortalmente después de
restituir lo que debía, no se convierte en reo como si no lo hubiese devuelto. Y mucho menos se queda en
el olvido la penitencia anteriormente practicada para la remisión de la culpa, puesto que la remisión de la
culpa es más obra de Dios que del hombre.

4. La gracia quita totalmente la mancha y el débito de la pena eterna, y cubre los actos pecaminosos
pasados para que por ellos Dios no prive al hombre de la gracia ni lo considere reo de la pena eterna. Y lo
que hace la gracia una vez, permanece para siempre.
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ARTÍCULO 2:
¿RETORNAN LOS PECADOS PERDONADOS POR LA INGRATITUD
MANIFESTADA ESPECIALMENTE EN CUATRO GÉNEROS DE PECADOS?
OBJECIONES: por las que parece que los pecados perdonados no retornan por la ingratitud manifestada
especialmente en cuatro géneros de pecados, a saber: el odio, la apostasía de la fe, el desprecio de la
confesión y el dolor de la penitencia hecha. Lo cual queda reflejado en los siguientes versos: A quien odia
a los hermanos, se hace apóstata, desprecia la confesión y le pesa haberse arrepentido, le vuelve la
antigua culpa.
1. La ingratitud es tanto mayor cuanto más grave es el pecado cometido contra Dios después del beneficio
del perdón. Pero hay algunos pecados que son más graves que los enumerados, como es la blasfemia
contra Dios y el pecado contra el Espíritu Santo. Luego parece que los pecados perdonados no retornan
más por la ingratitud cometida con estos pecados que con otros.

2. Rábano Mauro afirma: Dios entregó el siervo malvado a los verdugos hasta que pagase toda la deuda,
porque no sólo los pecados que el hombre comete después del bautismo le serán imputados como pena,
sino también el pecado original, que le fue perdonado en el bautismo. Pero también los pecados veniales
están computados entre las deudas, por lo que decimos: perdónanos nuestras deudas. Luego también los
veniales reaparecen con la ingratitud. Y, por la misma razón, parece que los pecados, anteriormente
perdonados, reaparecen por los pecados veniales, y no sólo por los anteriormente citados.

3. la ingratitud es tanto mayor cuanto más grande es el beneficio recibido después del cual uno peca.
Ahora bien, el beneficio de Dios es también la inocencia, por la que evitamos el pecado. Dice, en efecto,
San Agustín en II Confess. : Atribuyo a tu gracia todos los pecados que no cometí. Pero el don de la
inocencia es también mayor que la remisión de todos los pecados. Luego no es menos ingrato a Dios
quien peca por primera vez después de la inocencia que quien peca después de la penitencia. Por donde se
ve que por la ingratitud que suponen los susodichos pecados no retornan de modo especial los pecados
perdonados.

CONTRA ESTO: dice San Gregorio en XVIII Moral. : Consta en los Evangelios que, si no perdonamos
de todo corazón la injuria recibida, se nos exigirá de nuevo también aquello de cuyo perdón gomábamos
por la penitencia. Y así, por la ingratitud, especialmente la del odio fraterno, retornan los pecados
perdonados. Y la misma razón vale para los demás.

RESPONDO: Como acabamos de ver (a.l), los pecados perdonados con la penitencia se dice que retornan
en cuanto que el débito por ellos está virtualmente contenido en el pecado posterior por la ingratitud que
supone este pecado. Ahora bien, la ingratitud puede ser doble.

Primera, la que consiste en hacer algo contra el beneficio recibido. Y, en este sentido, cualquier pecado
mortal con el que se ofende a Dios convierte al hombre en ingrato hacia quien le ha perdonado los
pecados. Y así, con cualquier pecado mortal posterior retornan los pecados anteriormente perdonados por
la ingratitud que este pecado supone.

Segunda, se comete ingratitud actuando no sólo contra el mismo beneficio, sino también contra la forma
del beneficio obtenido. Pues bien, esta forma, desde el punto de vista del beneficio, es la condonación del
débito. Por lo que obra contra esta forma quien no perdona al hermano que le pide perdón, y se mantiene
en el odio.

Pero desde el punto de vista del penitente, que recibe el beneficio, encontramos un doble movimiento del
libre albedrío.
Primero, movimiento del libre albedrío hacia Dios, que consiste en el acto de fe formada, y contra el cual
obra el hombre apostatando de la fe.
Segundo, movimiento del libre albedrío contra el pecado, que es el acto de la penitencia. A la cual
pertenece en primer lugar, como se ha dicho ya (q.85 a.2.3), la detestación de los pecados pasados, y
contra esta detestación actúa quien se arrepiente de haberse arrepentido. Y, en segundo lugar, pertenece al
acto de penitencia que el penitente -se proponga someterse a las llaves de la Iglesia con la confesión,
según Sal 31,5: Dije: confesaré al Señor mi injusticia, y tú perdonaste la impiedad de mi pecado. Y contra
esto va quien desprecia el confesarse, como se lo había propuesto.
Por consiguiente, se dice que la especial ingratitud de estos pecados hace retornar los pecados previamente
perdonados.
Suma Teológica de SANTO TOMÁS DE AQUINO 10

A LAS OBJECIONES:
1. Se afirma que estos pecados tienen un carácter especial no porque sean más graves que los otros, sino
porque se oponen más directamente al beneficio de la remisión de los pecados.

2. También los pecados veniales y el pecado original retornan de la manera explicada (c.), lo mismo que
los mortales: en cuanto que se desprecia el beneficio de Dios por el que fueron perdonados. Sin embargo,
con el pecado venial no se incurre en ingratitud, porque el hombre que peca venialmente no obra contra
Dios, sino que prescinde de él. Por lo que los pecados veniales de ningún modo hacen retornar los pecados
perdonados.

3. Un beneficio puede ser valorado de dos maneras. Primero, por la cuantía del mismo beneficio. Y, en
este sentido, la inocencia es un beneficio de Dios superior a la penitencia, llamada segunda tabla después
del naufragio (q.84 a.6). Segundo, puede ser valorado el beneficio por parte de quien lo recibe, que es
menos digno, con lo que se le hace una gracia mayor. Por lo que si le desprecia es mayormente ingrato. Y,
en este sentido, el beneficio de la remisión de la culpa es mayor, en cuanto que se ofrece a quien es
totalmente indigno. En cuyo caso la ingratitud es mayor.

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