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Autoridades de la Asamblea Nacional

República Bolivariana de Venezuela


ASAMBLEA NACIONAL

Junta Directiva:

Dip. Jorge Rodríguez


Presidente

Dip. Iris Varela


I Vicepresidenta

Dip. Vanesa Montero


II Vicepresidenta

Lic. Rosalba Gil


Secretaria

Lic. Inti Inojosa


Subsecretaria

J
Escuela de Formación Integral de La Asamblea Nacional
“Dr. Carlos Escarrá Malavé”

Dip. Hermann Escarrá Malavé


Coordinador

Carolina Escarrá Gil


Directora
Modelo de Estado
Venezolano:
Poder popular y
proyecto socialista
Documentos del
Dr. Carlos Miguel Escarrá Malavé

Volumen II
1.ª edición, enero 2022
Modelo de Estado Venezolano: Poder popular y proyecto socialista
Documentos del Dr. Carlos Miguel Escarrá Malavé
@Escuela de Formación Integral “Dr. Carlos Escarrá Malavé”

Correos electrónicos:
escueladeformacionan@gmail.com
dgeficem2@gmail.com

Redes sociales
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Twitter: @eficem
Telegram: EFICEM (Canal publico)
Facebook: EFICEM

Coordinadora de investigación
Carolina Escarrá Gil

Equipo Editorial
Alí Rojas
Reina Laguna
José Betancourt
Kelvin Malavé

Equipo de investigación
Otto Fornes
Mayra Sequera
Edixon Rodríguez
Nelson Ford

Diagramación
Odalis Vargas
Serie: Sociedad, Derecho y Justicia: Bases para el Estado Socialista

Modelo de Estado
Venezolano:
Poder popular y
proyecto socialista
Índice

Presentación 11

Prólogo, autora: Magistrada Luisa


Estela Morales 17

I. Parte: Modelo de estado venezolano:


poder popular y proyecto socialista.
(Implicaciones) 31
I.- Introducción 31
II.- Estado Formal de Derecho vs. Estado
Social de Derecho y de Justicia 35
A.- Estado Formal de Derecho
y sus Degeneraciones 35
B.- Estado Social de Derecho
y de Justicia 45
III.- Principales ámbitos en los que han
operado las implicaciones del modelo de
Estado previsto en la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela 66
A.- Democracia Protagónica y
Participativa 67
B.- Sistema Económico Humanista
e Integrativo 88
B.1.- Replanteamiento de los
Elementos del Sistema
Económico 90
B.2.- Concepción de los Derechos
de Libertad Económica en un
Sistema Económico Humanista
e Integrativo 97
B.3.- Nuevas Manifestaciones
Organizativas de Naturaleza
Económica 103
IV.- Análisis Comparativo entre
La Constitución Venezolana,
Ecuatoriana y Boliviana 110
A.- Modelo de Estado 110
B.- Estructura del Poder Público 117
C.- Profundización de los Derechos 137
D.- Sistema Económico 147
V.- Conclusiones 165
Bibliografía 169

II Parte: La Justicia y los poderes del


Juez en la nueva Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela.
Sentencia 00659 de la Sala Político-
Administrativa del Tribunal Supremo
de Justicia del 24 de marzo de 2000.
Magistrado Ponente:
Carlos Escarrá Malavé 173
I.- Del recurso de nulidad interpuesto
conjuntamente con solicitud de
amparo cautelar 177
II.- Informe de la Comision de
Emergencia Judicial 183
III.- Informe de la Inspectoria General
de Tribunales 186
IV.- Dilucidaciones Previas 189
A.- Acerca de la función judicial 194
B.- De la necesaria intervención de
los Poderes Públicos a fin de la
relegitimación de los mismos en el
marco de un Proceso Constituyente 195
V.- Consideraciones para decidir:
Reflexiones acerca del derecho
constitucional de ser “Juez” 196
A.- De la naturaleza jurídica del acto
administrativo impugnado 198
VI.- Decisión 203
Presentación

El Libro I, Título I, Ley I del Digesto, define la


Justicia como de “lo bueno y equitativo”, donde
los juristas dividimos:
“(…) lo justo de lo injusto, discerniendo lo lícito
de lo ilícito; deseando hacer buenos a los
hombres, no solo por el miedo de las penas, si
también con la esperanza del premio (…)”

Esta definición de justicia presentadas por


Ulpiano y Celso, y recogidas en el Digesto, con-
creta y determina la labor de los abogados,
quienes como cultores de la justicia, debemos
estar no solo en constante formación en los
aspectos históricos, sociológicos y normativos
de la Ley –tal como lo señaló Manuel García-
Pelayo–, sino que además debemos tener un
compromiso social entendiendo que el Derecho
y la Ley fueron creados para hacer iguales a los
hombres, protegiendo a los más débiles.
El Dr. Carlos Escarrá Malavé como abo-
gado, catedrático, constituyente, legislador y
magistrado tuvo siempre presente su misión
como profesional, ejerciendo la función del
Derecho no como un medio de lucro, sino
como una forma de lucha por lograr una mejor
sociedad, donde los pobres y débiles de la so-
ciedad tuvieran presencia recibiendo respuesta
oportuna de la Justicia.

11
Ahora bien, tal como resalté en el párrafo
anterior, los abogados debemos ser profesio-
nales integrales en constante formación, pero
además, como cultores y profesionales del
Derecho, debemos desarrollar una capacidad
analítica para comprender la progresividad
de la Ley, la cual se materializa en el ejercicio
diario de nuestra profesión; en este aspecto,
Carlos Escarrá siempre destacó, reflejo de
ello se observa en los casos que llevó desde el
Escritorio Escarrá y Asociados, en su labor do-
cente al promover en sus estudiantes el análisis
de la Ley a partir de lo social, lo jurídico, his-
tórico, geopolítico y político; así como magis-
trado del Tribunal Supremo de Justicia y como
parlamentario.
Un reflejo de la capacidad analítica del Dr.
Carlos Escarrá Malavé como jurista y acadé-
mico se observan en la presente publicación
que presenta la Escuela de Formación Integral
de la Asamblea Nacional “Dr. Carlos Escarrá
Malavé”, donde se recoge sus obras como filó-
sofo y teórico del Derecho y presentando, a su
vez, su faceta como magistrado quien en su ac-
cionar puso en práctica la teoría y método del
Derecho desarrollada por él en sus años como
catedrático.
Este libro posee dos documentos: el primero
es el escrito de su autoría titulado Modelo de
Estado venezolano: Poder Popular y proyecto socialista.
(Implicaciones), donde el Dr. Carlos Escarrá rea-
liza una disertación histórico, filosófico, socioló-
gico y normativo del Estado Social de Derecho
y Justicia, base fundamental de la Constitución
de la República Bolivariana de Venezuela de

12
1999, como medio para promover los valo-
res de equidad e igualdad en el marco de un
proceso constituyente novedoso en la historia
de Venezuela y América Latina; el segundo
documento es la sentencia 00659 de la Sala
Político-Administrativa del Tribunal Supremo
de Justicia del 24 de marzo de 2000, del cual
Carlos Escarrá Malavé fue Magistrado Ponente,
la cual ha sido intitulada por el equipo de in-
vestigadores de la EFICEM bajo el nombre: La
justicia y los poderes del juez en la nueva Constitución de
la República Bolivariana de Venezuela.
Ambos textos presentados no solo están diri-
gidos a profesionales y estudiantes de Derecho,
sino a toda la ciudadanía, porque el principal
interés del Dr. Carlos Escarrá Malavé en vida
era que el Derecho debía ser analizado e inter-
pretado no solo por los juristas, sino por todos
quienes hacen vida en el país, de allí que él des-
pojara el análisis jurídico de frases latinizadas o
rebuscadas que se prestaban a interpretaciones
que despojaran a los más débiles de los dere-
chos que les corresponden por la Constitución
y las leyes.
El Dr. Carlos Escarrá Malavé en su vida per-
sonal, profesional y pública siempre profesó “la
ciencia de lo bueno y equitativo” tal como lo
resalta el Digesto, pero además le agregaba el va-
lor bolivariano en su máxima “El ejercicio de
la Justicia es el ejercicio de la Libertad”, de allí
que Carlos Escarrá promoviera un análisis del
Derecho no solo desde lo clásico, sino también
agregando elementos propios de las dinámicas
políticas y sociales latinoamerianistas, de allí su
valor como profesional.

13
Como abogado, catedrático, constituyente y
parlamentario venezolano y además hermano
de Carlos Escarrá, no encontré mejor forma
de hacer tributo a su memoria y legado a diez
años de su partida a la eternidad, donde su
obra como catedrático, ciudadano, hermano,
legislador, magistrado y padre vivirán por toda
la eternidad, hombres como Carlos Escarrá
son los que reclama hoy más que nunca la
Revolución Bolivariana.

Hermann Escarrá Malavé


Diputado por el Estado Aragua, designado
Coordinador para el reimpulso de la EFICEM, por
instrucción del Presidente de la Asamblea Nacional

14
“Carlos Escarrá Malavé
Carlos Escarrá Malavé nació en Caracas el 26
de noviembre de 1957. Desde niño mostró una
gran capacidad de análisis y compromiso por
la lucha social. El 25 de enero del 2012 partió a
la eternidad el “Camarada Llamarada” Carlos
Escarrá Malavé, un hombre de principios con
alto compromiso social y revolucionario”
Prólogo:
Carlos Escarra Malavé:
El abogado del pueblo

Luisa Estella Morales Lamuño


Magistrada Emérita del Tribunal Supremo
de Justicia

No es difícil traer a este prólogo algunas de las


principales inquietudes y conceptos de Carlos
Escarrá Malavé en materia jurídica para quien
la vida le dio la oportunidad de conocerlo y
compartir con él sobre esos temas. En su consa-
bida humildad tal vez le resultaría incómoda la
situación, pero me defendería afirmando:
–No eres tú, sino lo que representas, los proble-
mas reales de la refundación de la patria, tantas
veces planteados y discutidos en largas conver-
sas y hasta monólogos. Todos tus discursos, re-
flexiones y propuesta pueden considerarse un
Dossier para quienes nos preocupa la refunda-
ción de la estructura jurídica de la Venezuela
Bolivariana.

Dentro de la profundidad del pensamiento


de Carlos Escarrá Malavé percibimos la humi-
dad de su carácter y la sencillez de quien desea
hablar claro para que todos lo entiendan, y el
derecho y la justicia sea asunto del día a día.
El discurso altisonante lleno de academi-
cismo y palabras en idiomas extraños moder-
nos o clásicos; el consabido latinazo con que los
seudojuristas disfrazan su ignorancia, su lejanía
17
con la realidad y su redundancia en lugares co-
munes usados, por los pomposos oradores para
arrancar aplausos y admiración entre los que
–no entendiendo nada– temían pasar por igno-
rantes, e irrumpen en aplausos ¡bravos!, ¡vivas!,
eso le fue siempre antipático a Carlos Escarrá,
quien hablaba de lo más complejo de la ciencia
jurídica en términos sencillos y populares para
que todos y todas lo entendieran. Su verbo era
claro, directo y sencillo.
En reiteradas ocasiones afirmó que cuando
un justiciable recibía de un tribunal una sen-
tencia y debía recurrir a un “docto y sabio” abo-
gado para que le explicase el significado de la
misma, el juez no ha sido justo, porque había
sentenciado para su ego y no para hacer justi-
cia. Para Carlos Escarrá, la sentencia debía ser
clara e inteligible para cualquier persona.
Entre otras cosas, siempre fue implacable
con los corruptos, y en una oportunidad en
una de sus intervenciones ante la Asamblea
Nacional, afirmó con honestidad: “Es tan co-
rrupto quien acepta y asume un cargo público sin estar
preparado para ello, como aquel que roba o extorsiona”.
Es cierto y lo vemos día a día, la ignorancia
es una de las causas que nos aleja de principios
y valores.
Es necesaria esta rápida semblanza de
Carlos Escarrá para que se comprenda a ple-
nitud su pensamiento y su obra que fue densa
como jurista, como político y como ciudadano.
Carlos fue gran revolucionario y su naturaleza
irreverente lo llevó a soñar un mundo mejor.
Con el texto constitucional en las manos
comprendió enseguida que la Constitución de

18
la República Bolivariana de Venezuela, no era
un logro definitivo sino un ítem que serviría de
base histórica para la refundación del pacto so-
cial de la nación venezolana.
Dentro de su brillante pensamiento jurídico
destacamos como insistió en la urgente necesi-
dad de desarticular ladrillo por ladrillo, decons-
truir, esa estructura jurídica venezolana –fue
nuestra historia Constitucional hasta 1998– pero
que no servía después de la constituyente para
establecer el sistema socialista y revolucionario
del nuevo Estado de derecho y de justicia.
Comprendió que la soberanía en parte es-
taba mutilada por los territorios usurpados
por el occidente y el sur de nuestros linderos
con Colombia, y por el este de nuestra patria
la Guyana Esequiba por el vetusto Imperio
Británico. Habría que recuperar el territorio
descrito en el artículo 10 constitucional “El terri-
torio y demás espacios geográficos de la República son los
que correspondían a la Capitanía General de Venezuela
antes de la transformación política iniciada el 19 de
abril de 1810 (…)”. Más vigente que nunca en el
pensamiento de Carlos Escarrá.
Coincidimos en la necesaria deconstrucción
del ordenamiento jurídico liberal burgués, cla-
sista, machista, vacío de moral, de principios y
valores. Ese derecho estático que ata al ser su-
jeto de derecho al ostracismo de la individuali-
dad egoísta y antihistórica, y su clara conciencia
del derecho como hecho social fue la base teó-
rica de que echó mano para iniciar la discusión.
¿Cómo deconstruir ese derecho erigido
en una estructura como un Código estático,
lleno de muros inamovibles, protectores de

19
privilegios y prerrogativas, contraria a una
base social, historia y patriota expresada en un
nuevo pacto social?.
El derecho debe ser germen de libertad e
igualdad, pero sobre todo de patria, con todo
su bagaje de territorio, cultura, gente, valores,
es decir, de nación.
Con Carlos Escarrá hablamos de la inter-
pretación jurídica y, por supuesto, para ello dis-
cutimos profundamente la historia del derecho
dentro del contexto de las ciudades antiguas,
de la necesidad de desarrollar las condiciones,
las normas de conducta, que permitieran la
convivencia pacífica.
Yo le planteaba a Carlos lo siguiente: Al
principio era fácil cuando el ser humano vivía
en grupo familiar y se dejaba la autoridad, el
orden del grupo en el padre, Pater Familia, del
Derecho Romano, o el Cacique, en nuestro
caso. Donde el padre ponía orden, castigaba,
corregía, repartía, pero también protegía, ali-
mentaba y organizaba. El asunto se complicó
cuando dos grupos familiares o más comenza-
ron a unirse, en lo que los griegos y los roma-
nos llamaban fratría, y nosotros tribu.
Ese debate nos llevó muchas veces al aná-
lisis de la autoridad ¿Quién debía ser el jefe?
¿Quién Manda?, según Carlos allí nació la ne-
cesidad de valorar la opinión del grupo y su
aceptación.
Después crece el grupo social en la urbe y
al final, la ciudad; y el asunto del territorio a
ocupar, tanto allá como aquí, terminó en gue-
rra y conquista, entre propios y ajeno. ¿Y que
definió esa diferencia? El poder y el culto a la

20
espiritualidad, es decir, la necesidad de identifi-
carse en el espíritu con la fe que se profesaba y
tomar las decisiones de poder en base al segui-
miento de esos principios espirituales. De allí
venimos de la socialización sobre un territorio
unido por creencias y la urgencia de la norma.
Uno de los temas más frecuentes que discu-
timos relacionados con la deconstrucción del
positivismo liberal-burgués en nuestro orde-
namiento jurídico fue la historia del derecho
como parte de la política y, por supuesto, la
historia de los pueblos y la colonización norma-
tiva; la crítica a la norma desde la perspectiva
del razonamiento jurídico y el papel de la ética
en el derecho.
Carlos alardeaba de su ateísmo y yo de mi
fuerte fe cristiana, y ese fue otro motivo de de-
bate, por supuesto nada fácil y siempre con di-
ferencias por su ortodoxia.
Quiero revelar una infidencia fuertemente
debatida entre Carlos y mi persona, y nos re-
gocijaba con travesura, como hablar de lo pro-
hibido, el tema de la democracia tantas veces
enarbolada contra los países libres por la hege-
monía imperialista, capitalista.
Basta que alguna nación demuestre ser libre
y soberana para que el imperio alce la espada
condenatoria de “falta” de democracia, pero
¿de cuál democracia hablan? de la manipulada
por ellos para establecer sus normas de sumi-
sión de los pueblos.
En ese tema coincidimos y cada día le agregá-
bamos un poco más hasta concluir que la única
democracia válida es la del pueblo organizado
y en Venezuela: La Comuna, El Poder Popular.

21
Recuerdo como analizamos el texto del
Constitucionalista Italiano Gustavo Zagrebelsky,
en su obra “Democracia y Crucifixión”.
Carlos veía a Jesucristo como un líder re-
volucionario, no negaba su existencia sino el
sentido y razón de su obra mesiánica. Yo de-
fendía al Cristo Redentor, hijo de Dios, hecho
hombre.
Pero en medio de estas dos visiones prevale-
cía el crimen histórico de su crucifixión. Aquel
que dividió la historia de la humanidad en el
antes y el después de Cristo.
Narra vívidamente Gustavo Zagrebelsky el
episodio de Jesucristo apresado por las tropas
imperialistas romanas y llevado ante la autori-
dad para ser juzgado. Pilatos era el “juez” de
los romanos en Judea. El Sanedrín, la autoridad
hebrea.
Miren ustedes la versión moderna de Carlos
y mi persona:
Pilatos se lavó las manos porque no le co-
rrespondía decidir, según nuestra versión jurí-
dica moderna, absolvió la instancia.
El Sanedrin interroga: ¿Cuál es su delito?
Respondieron: “se declara Rey de los Judíos, hijo
de Dios”. Es Decir, un crimen de conciencia en
contra de las escrituras judías.
Pilatos recurrió a una costumbre que le per-
mitía indultar un preso en tiempo de Pascua.
Hizo traer a Barrabas, acusado de muchos de-
litos y violaciones, y en un gesto democrático
pregunto al pueblo congregado: ¿A quién libero
a Barrabas o a Cristo? El pueblo enardecido res-
pondió “liberen a Barrabas”. Vuelve a preguntar
Pilatos: ¿Qué hago con Cristo?, grito el pueblo

22
¡Crucificadle!, concluimos en mutuo cuerdo
Carlos y mi persona, ganó la democracia, pero
perdió la justicia.
A Jesucristo, durante su “proceso judicial” o
su juicio le fue violado el debido proceso. No
tuvo su juez natural, no fue juzgado por las le-
yes que le correspondían, fue condenado por
un delito no tipificado en ninguna norma…
Perdió la justicia, pero fue una decisión demo-
crática, y desde entonces los imperios conde-
nan a los pueblos en nombre de la democracia
sin tomar en cuenta la justicia.
La justicia se convirtió en una apariencia
denominada “Positivismo jurídico liberal bur-
gués”, hecha norma para proteger los privile-
gios y la dominación.
En esta ocasión –y ustedes me disculpan la
transgresión– caigo en la tentación de citar al
maestro Zagrebelsky, y lo cito así: “Pilatos, dado
que era un relativista escéptico, y no sabía que cosa era
la verdad, la verdad absoluta, en que creía aquel hombre,
obro de una manera democrática”.
Nosotros, especialistas de la política, tene-
mos que aceptar este argumento, pero solo con
una condición: la de estar tan seguro de nues-
tra verdad política como para imponerla, de ser
necesario, con lágrimas y sangre, y la de estar
tan seguros de nuestra verdad política como lo
estaba el hijo de Dios de la suya.
Una de las conclusiones más relevantes de
Carlos Escarrá sobre ese tema tan álgido era que
la democracia en nuestro tiempo se convirtió en
la más absoluta verdad política, no por convic-
ción, ni por imposición sino porque no hay otra
alternativa. No se ha presentado otra alternativa.

23
Esta terrible infidencia de lo que eran nues-
tras irreverentes conversaciones la traigo a co-
lación para que sea sometida a la mayéutica y,
sea debatida sin prejuicios por quienes tengan
el valor intelectual de hacerlo.
Ambos coincidimos en comisiones de aná-
lisis políticos, y en actividades y eventos rela-
cionados con el Gobierno de la República
Bolivariana de Venezuela.
Una de esas coincidencias vinculadas con
los Derechos Humanos, surgió luego de la con-
vocatoria del canciller era Canciller Nicolas
Maduro Moros, para realizar un análisis de la
protección de los Derechos Humanos en nues-
tro país.
En ese momento, la República Bolivariana de
Venezuela estaba en mora con la presentación
de los informes sobre Derechos humanos ante la
Naciones Unidas, luego de largas discusiones y
de un ejercicio amplio y popular, con un grupo
de trabajo integrado por diversos órganos del
Poder Público, y después de la participación y
consulta a centenares de Consejos Comunales y
ONGs, se acordó redactar un informe que final-
mente se presentarían en el 12º período de sesio-
nes del Consejo de la Organización de Naciones
Unidas con ocasión del dialogo interactivo del
Examen Periódico Universal celebrado del 3 al
14 de octubre de 2011.
La delegación de la República Bolivariana
de Venezuela, encabezada por el Ministro de
Relaciones Exteriores, estuvo integrada por
Carlos Escarrá como Procurador General de
la República, mi persona como Presidenta
del Tribunal Supremo de Justicia, la Fiscalía

24
General de la República, y una amplia repre-
sentación del Gobierno Venezolano.
Fue novedosa la exposición de Venezuela
a través de cada una de las ramas del Poder
Público. Allí expreso Carlos Escarrá una franca
y renovadora visión de los Derechos Humanos,
desde la óptica de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela, y desde
los lineamientos políticos de la refundación de
la República Bolivariana.
En nuestros coloquios habíamos discutido el
tema de los Derechos Humanos desde la doc-
trina bolivariana del Buen Vivir desarrollada por
nuestro Libertador, tanto en la Constituyente de
Angostura como en la Constituyente de Bolivia.
Claramente expreso Carlos en su intervención
ante Organización de Naciones Unidas que
tanto la sociedad como el gobierno defendían
los derechos fundamentales desde punto de
vista individual como es el derecho a la vida, a
la integridad y la libertad personal; como desde
un punto de vista colectivo. Como proyecto de
nación que promueve el desarrollo de la educa-
ción, la salud, la cultura, los deportes.
Expuso ante la Asamblea que Venezuela
como Estado Social reconocía e incorporaba
en un Estado Democrático de Derecho y de
Justicia a quienes tradicionalmente habían sido
excluidos y que nuestra democracia se expre-
saba mediante la creación de consejos comu-
nales, bancos comunitarios y cooperativas;
procurando que todos los ciudadanos tuviesen
acceso a bienes y servicios y a viviendas dignas.
Como corolario de nuestra representa-
ción del Estado Venezolano me correspondió

25
exponer la estructura jurídica, las bases y proce-
dimientos protección a través de los tribunales
especializados en los grupos vulnerables como,
por ejemplo, la protección especial a los niños,
niñas y adolescentes, el derecho a la mujer a
una vida libre de violencia y la creación de tri-
bunales especializados.
Los tribunales laborales con la obligación en
el proceso de la mediación y la aplicación de
mecanismos de conciliación para lograr la paz
social; y la protección mediante procedimientos
especiales de los derechos colectivos y difusos de
los venezolanos. La protección a los campesinos
y campesinas a través de procedimientos y leyes
especiales y la protección de los derechos am-
bientales mediante procedimientos cautelares.
Ambas intervenciones, seguidas una de la
otra, recogieron el carácter hermenéutico de
nuestra Constitución en materia de Derechos
Humanos. Dichas intervenciones no fueron
una afortunada coincidencia sino el fruto de
largos y enjundiosos análisis sobre el tema de
la progresividad de los Derechos Humanos en
la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela.
Solo hubo dos ocasiones en las cuales nos fue
solicitado emitir opiniones conjuntas sobre asun-
tos específicos. La primera fue con motivo de la
elaboración de la Ley de Tierras Urbanas, junto
con el magistrado emérito, siempre recordado,
Dr. José Rafael Tinoco Smith; en cuya ocasión
Carlos, con su profundo conocimiento real y tan-
gible de los barrios de Caracas, llevo acertada-
mente el criterio que privo en el texto de la Ley.
Fue Carlos Escarrá Malavé quien expuso los cri-
terios jurídicos de tan novedosa Ley.

26
El segundo requerimiento, encomendado
directamente por el presidente Hugo Chávez
Frías, fue la conformación del Consejo de
Estado y su desarrollo. Fungía Carlos como
Procurador General de la República y, en
mi caso, Magistrada Presidenta de la Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de
Justicia.
En ese marco, una tarde del día 24 de enero
de 2012, en mi despacho, debatimos hablamos
sobre el tema hasta ya tarde en la noche y or-
ganizamos un equipo de jóvenes juristas para
desarrollarlo. Gisleno Castro, Leticia Acosta
Morales y Alejandro Escarrá Gil. Al día si-
guiente debía Alejandro llevar mis apuntes al
Dr. Carlos Escarra para comenzar el intercam-
bio de ideas, y él me enviaría los suyos.
Aquella tarde noche fue premonitoria
en el equipo, porque estaban nuestros hijos
Alejandro y Leticia, como si estuviésemos en
nuestros subconscientes, transmitiendo el tes-
tigo de seguir con la carrera hacia el sistema de
desarrollo y estructuración del ordenamiento ju-
rídico revolucionario, Bolivariano, chavista, so-
cialista y justo, ya que al día siguiente, sin aviso
ni palabras, Carlos partió. Fue nuestra última
reunión, muchos temas quedaron pendientes.
Nuestra amistad tiene muchos elementos
comunes, que perduran aun después de aquel
último encuentro el 24 de enero de 2012, una
tarde más de coincidencias y debate jurídico,
entre nosotros y nuestros hijos; quien nos diría
que sería la última vez que nos reiríamos jun-
tos… Aún resuena su risa y su picardía, que
evoca con desenfado su imagen de la justicia,

27
la justicia viva, inseparable de la libertad y de
la paz. La Justicia –descrita por Carlos, y visibi-
lizada en aquellos trazos del cuadro que admi-
raba y que muchos contemplamos– es:
“Una mujer firme y sin vendas su vestido esta ceñido a
su hermoso y ondulante cuerpo, es insinuante, invita a
perderse, a hundirse en ella hasta el final, hasta ese ins-
tante en que somos uno. Tiene una hermosa y rebelde
cabellera llena de vientos olas y mar. Como nunca entendí
lo de la venda, prefiero verle sus ojos penetrantes que aca-
rician con la mirada, para que la balanza sea el suave
contacto de sus manos que lleva a la igualdad. Es fuerte,
telúrica como la tormenta, abraza como el mar. Quizás
se pregunten por la espada, si la tiene, pero no en posición
pasiva, la levanto y la blandió contra la ley cruel, atra-
vesó la ley y la ley no murió en el surco, en la herida, en
la huella; donde enterró la espada, nació una flor y la ley
volvió justa. La ley sintió que brotó otra flor e invito a
todos los hombres a que accedieran a la justicia sin for-
malismos ni trabas porque como decía Bentham, “lo im-
portante es la felicidad social”.

Para mí es sumamente emotivo escribir unas


palabras en honor a un amigo y camarada, al
momento de escribir este prólogo pensé en rea-
lizar una disertación académica de la obra de
Carlos Escarrá Malavé, pero estoy segura que
a él no le hubiera gustado; porque él era –y si-
gue siendo– un hombre del pueblo, quien ofre-
ció su vida, su alma y sus fuerzas para que en
Venezuela existiera justicia.
Carlos Escarrá fue padre ejemplar, amigo
fiel, patriota comprometido y camarada leal, él
es la clase de hombres que la revolución está
reclamando en este momento, por eso, como
tributo a diez años de su partida a la eternidad,
los bolivarianos debemos tomar sus banderas y
28
continuar su obra social y académica para lo-
grar que en Venezuela reine un Estado Social
de Derecho y Justicia para todos.
Un abrazo hasta la eternidad querido Carlos
Escarrá.

29
I. Parte:
Modelo de estado venezola-
no: poder popular y proyecto
socialista. (Implicaciones)*

I.- Introducción

En el presente trabajo serán explicadas las con-


secuencias y repercusiones que ha venido expe-
rimentándose en Venezuela, donde en virtud
de lo previsto en el texto constitucional, se ha
venido desarrollando con éxito un proceso des-
tinado a la reorganización y a la refundación de
las bases axiológicas, políticas, sociales, econó-
micas y hasta culturales que configuran la no-
ción de nuestro Estado; el cual resulta producto
de la propia dinámica que se desarrolló en nues-
tro país a lo largo de nuestro devenir histórico, y
que surgió por la imperante y sentida necesidad
de cambio que se fue asentando y arraigando
cada vez con mayor ahínco en cada uno de los
niveles de nuestra sociedad, especialmente en
aquel compuesto por aquellas clases más des-
favorecidas, que en razón de sus limitaciones,
fue la que con más profundo dolor encarnó las
Este trabajo fue publicado por la revista del Instituto
*

de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacio-


nal Autónoma de México (UNAM)., bajo el nombre
“Modelo de Estado establecido en la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela (Implicaciones)”,
el mismo se encuentra en el dominio: https://archivos.
juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/6/2701/30.pdf Re-
cuperado el 15 de octubre de 2021. N.E.

31
penurias derivadas del ejercicio del Poder de
manera inconsciente, despótica, y cruel; que,
desgraciadamente, apuntó siempre a la salva-
guarda y el resguardo de sus propios intereses,
dejando en el olvido a aquellos en virtud de los
cuáles habían llegado a detentar tal condición
de poder, y a quienes incluso se debían en su
existencia, en razón de su carácter soberano.
Sobre esta sentida necesidad de cambio a la
que nos referimos, necesario nos resulta indicar
que la misma ha tenido eco o vigencia en diver-
sos momentos de nuestra historia, no tan sólo
nacional, sino como pueblo latinoamericano,
que constantemente se ha venido desarrollando
bajo la premisa fundamental de alcanzar la
verdadera justicia e igualdad entre individuos.
Sin embargo, esta búsqueda ha sido el motor
de todos nuestros pueblos hermanos, desde los
momentos los momentos de sus respectivas in-
dependencias, pasando por épocas si se quiere
recientes, con Allende y el movimiento sandi-
nista, por tan sólo algunas, pero que hoy vuelve
a retomar con más fuerza los espacios de nues-
tra América Latina.
Ese sentimiento y esa búsqueda es la que
precisamente ha dado pie al proceso constitu-
yente latinoamericano que hoy día vivimos, en
el que los pueblos se han levantado, partiendo
desde sus propias costumbres, tradiciones, rea-
lidades, valores y culturas para hacer justicia y
patria, a través de la conformación de los pactos
sociales que conocemos como Constituciones.
Por eso, es un proceso constituyente mestizo,
porque no se atiende a modelos preestableci-
dos ni configurados por realidades que resultan

32
ajenas a los pueblos. Por el contrario, parte
del alma de los pueblos, es construcción autó-
noma de nuestros pueblos, y de la confluencia
de todos los aspectos que configuran nuestra
idiosincrasia.
Por eso es claro, que hoy día nuestra
América, la América de los Latinoamericanos,
vive un proceso constituyente que en realidad
es originario, dejando atrás las tesis clásicas
y dogmáticas sobre el Poder Constituyente
Originario, ya que el mismos lo es porque parte
de la esencia misma del pueblo, del pueblo di-
rectamente emanan, y no refiriéndonos en un
contexto de una mera ficción jurídica, sino en
un contexto meramente material, porque son los
pueblos quienes despiertos y levantados en pie
lucha por la justicia social, los que efectivamente
se han dado los textos constitucionales que en
las experiencias recientes se han producido.
Vemos los casos de Venezuela, Bolivia y
Ecuador, y en todos han ido los pueblos quie-
nes han luchado por la configuración de un re-
planteamiento total del Estado. Son los pueblos
los que han optado por el ejercicio del Poder
Constituyente, son ellos los que han participado
en su todos los ámbitos para construir sus pro-
pios textos constitucionales, y son ellos los que
efectivamente han aprobado y se han dado sus
respectivas Cartas Magnas.
Constituyen estos procesos si se quiere inédi-
tos en la historia latinoamericana, en la que el
pueblo todo de una Nación determinada ha par-
ticipado en la elaboración de un texto constitu-
cional, para otorgárselo como modelo de vida a
seguir en la consecución de sus propósitos.

33
Pero ello atiende a un sentimiento que hoy
día recorre Latinoamérica, siendo ello evidente
en los procesos por los que atraviesan todos
nuestros pueblos hermanos. Si bien Venezuela,
constituyó punta de lanza en el inicio de este
nuevo ciclo histórico que continuarían Ecuador
y Bolivia, es claro que dicho movimiento o
proceso no tan sólo atiende a dichos países
en forma particular, sino que se viene desarro-
llando en todos nuestros pueblos hermanos,
siendo ello evidente en los tiempos que vive
nuestra Región, y que se vendrá desarrollando
al ritmo propio de cada de las particulares reali-
dades que se imponen en cada país.
Por ende, la importancia de un análisis dete-
nido de las implicaciones que derivan del mo-
delo de Estado previsto en la Constitución de
la República Bolivariana de Venezuela, ya que
el mismo irradia y materializa diversas conse-
cuencias en cada uno de los ámbitos y factores
que encuentran espacio y vida dentro y fuera
de nuestra República.
Así, el presente estudio partirá con las expli-
caciones necesarias para la determinación de lo
que atiende el paradigma de Estado Social de
Derecho y de Justicia contemplado en el artí-
culo 2 constitucional, como modelo con fuerza
constitucional, para lo que se recurrirá a su aná-
lisis comparativo con el régimen constitucional
anterior, y de esta manera explanar de forma
más clara, las implicaciones que el modelo
constitucional implica.
Luego, conscientes de que el presente espa-
cio nos impide un análisis extenso y en todos y
cada uno de los aspectos de la vida social en los

34
que incide dicho paradigma constitucional de
Estado, se pasará al desarrollo de dos aspectos
trascendentales dentro de la vida de cualquier
Estado, como lo son el económico y el relativo
al replanteamiento de la noción tradicional de
democracia que existe en nuestro país, siendo
éstos además dos de los aspectos con mayor de-
sarrollo en la vida social de Venezuela en los
últimos tiempos, precisamente en atención a los
postulados constitucionales.
Por último, se estima pertinente aprovechar
la presente oportunidad para realizar un aná-
lisis comparativo de los textos constituciona-
les de Venezuela, Bolivia y Ecuador, en sus
aspectos más trascendentales, en atención a
ser estos los que han marcado el inicio de este
proceso constituyente latinoamericano que ac-
tualmente vivimos.

II.- Estado Formal de Derecho vs. Esta-


do Social de Derecho y de Justicia
A.- Estado Formal de Derecho
y sus Degeneraciones
Como punto de partida necesario para com-
prender el marco constitucional establecido
hoy día en la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, y poder compren-
der las implicaciones de los cambios que
han operado en razón del mismo, debe en
primer lugar hacerse breve referencia al mo-
delo de Estado que venía contemplado en la
Constitución de 1961, para de esta manera
realizar una análisis crítico de contraste entre

35
ambos textos constitucionales, lo que permi-
tirá de una manera más expedita asimilar lo
que efectivamente representa el actual modelo
de Estado que tiene vigencia en nuestro actual
texto constitucional.
En este orden de ideas, lo primero que hay
que tener en cuenta, al referirnos a la noción de
Estado que se encontraba vigente durante el ré-
gimen constitucional de 1961, es que el mismo
estaba constituido por un Estado de Derecho;
pero que en realidad tenía materialización en
el plano fáctico como un Estado Formal de
Derecho, que luego fue degenerando y pasó a
ser la base y sustento para la acometidas que en
contra del mismo, y en contra la de la población
tuvieron lugar por parte de los gobernantes de
turno durante la llamada Cuarta República.
En tal sentido, si bien en el texto de la
Constitución de 1961 no existía una disposición
que expresamente proclamara al Estado como
uno de Derecho, (a diferencia de lo que ocurre
en el texto constitucional vigente en su artículo
2), si existían disposiciones que claramente suje-
taban al Poder Público al Derecho, como lo era
la contenida en el artículo 117 de dicho texto
constitucional, que estipulaba el principio de le-
galidad, y también la contenida en el artículo
46 que preceptuaba lo siguiente:
“Artículo 46: Todo acto del Poder Público que viole
o menoscabe los derechos garantizados en ésta Constitu-
ción es nulo, y los funcionarios y empleados públicos que
lo orden o ejecuten incurren en responsabilidad civil,
penal y administrativa, según los casos, sin que les sirva
de excusa órdenes superiores manifiestamente contrarias a
la Constitución y a las leyes.”

36
De igual manera, podía encontrarse dentro
de la Constitución de 1961 el precepto con-
tenido en el artículo 121, en el cual se consa-
graba la responsabilidad para los funcionarios,
cuando los mismos actuaren en contrariedad
a la ley en los siguientes términos: “Artículo
121: El ejercicio del Poder Público acarrea responsabi-
lidad individual por abuso de poder o por vio-
lación a la ley.” (Negritas mías)
De los preceptos constitucionales anterior-
mente señalados, puede apreciarse como la
noción de Estado que imperaba bajo la vigen-
cia de la Constitución de 1961 encuadraba en
el paradigma del Estado de Derecho, ya que
las disposiciones constitucionales en referencia
claramente consagraban que la actuación del
Estado; materializada a través de funcionarios
al servicio del Estado o en cualquiera de las
formas de manifestación del Poder Público;
se encontraban inescindiblemente atadas a los
parámetros de la legalidad, con lo cual cada
una de las actuaciones de los distintos Poderes
Públicos que hacían vida dentro del Estado, de-
bían encontrarse en consonancia con el orden
legal, so pena de incurrir en contravención al
orden constitucional y por ende, estar sujetos
a la declaratoria de nulidad por parte de los
órganos correspondientes. Con ello, el Estado
venezolano de aquella época se acoplaba den-
tro de la tipología de Estados en los cuáles el
derecho constituye y representa la base y el fun-
damento del actuar estatal.
Ahora bien, en términos netamente doctri-
nales y académicos, sin duda alguna cuando
hacemos referencia a la noción de Estado de

37
Derecho, nos estamos refiriendo a uno de los
pilares fundamentales sobre el cual debe esta-
tuirse todo Estado, debido a que dicha noción
encierra dentro de sí a aquel sistema garantís-
tico que debe imperar en toda sociedad para el
logro de una armoniosa y organizada conviven-
cia social.
Sin embargo, y no obstante lo anterior, es
necesario advertir desde ya que, en mi criterio,
el Estado de Derecho no puede ser entendido
bajo una perspectiva de puridad conceptual,
como fue asumido durante la vigencia del texto
constitucional de 1961, desprovisto de valores
y fines que perfilen su concepción y sustancia,
y que a su vez condicionen la vida y existencia
de un Estado. Por el contrario, es necesario te-
ner en cuenta que en la actualidad, tal y como
lo han aseverado los avances de las ciencias
constitucionales y políticas, la noción de Estado
de Derecho inexorablemente debe comple-
mentarse con un contendido axiológico y onto-
lógico, que permita la posibilidad de nivelar y
sopesar las consecuencias perjudiciales que en
su concepción pura es capaz de generar, y que
de hecho ha generado en la historia universal.
Ahora bien, en principio el Estado de
Derecho, como su propia calificación refiere,
alude a aquel Estado sometido al imperio y al
mandato de la ley, al imperio del derecho, el
cual viene a representar, por una parte, el con-
junto de limitantes y de barreras que le son es-
tablecidas al libre proceder del Estado; y por
otra parte, de igual manera vendrá a represen-
tar los parámetros y las guías de conducción de
la manifestación del mismo.

38
En otras palabras, el concepto de Estado
de Derecho implica aquélla concepción de
Estado en la cual, éste reconoce su imposibili-
dad de proceder libremente y sin ningún tipo
de condicionamiento, y en donde cada una de
las manifestaciones de su actuar, se deben en-
contrar estrictamente ajustadas a los cánones
de legalidad establecidos en general por el or-
denamiento jurídico. Se refiere pues dicha no-
ción, a aquel Estado en el que se materializa
un reinado pleno y absoluto de la ley, la cual
se encargará de definir los lineamientos de con-
ducta del mismo. Así de hecho lo ha entendido
el autor alemán Laban, quien explica sobre lo
aquí comentado lo siguiente:
“El imperium en el estado civilizado moderno no es un
poder arbitrario, sino un poder determinado por preceptos
legales. La característica del Estado de derecho es que el
Estado no puede requerir ninguna acción ni imponer nin-
guna omisión, no puede demandar ni imponer nada ...
(omissis) más que en virtud de un precepto legal.”1

No obstante el contenido valorativo con el


cual se le da formación a la noción de Estado de
Derecho, la misma, con el devenir del tiempo y
en especial gracias a la escuela del positivismo
jurídico, se encarga de desustanciarla, despro-
veyéndola de cualquier contenido valorativo,
reduciéndola a una noción de pura razón, en
la cual se establece que el ejercicio del poder
deriva y existe en razón del derecho, en razón
de una norma de derecho positivo, y por ende

Cita extraída de García Pelayo, Manuel en su obra


1

“Derecho Constitucional Comparado”. Fundación


Manuel García Pelayo. Caracas, 2002. Pág. 159.

39
se encontrará sometido y restringido por éste, ya
que deberá ejercerse de acuerdo a lo que esta-
blezca la norma en cuestión al respecto.
Quizás podríamos decir que es gracias a esta
desvalorización de contenido que gracias a la
escuela positivista sufre la noción del Estado de
Derecho, lo que da pie luego a la concepción
que se instaura en torno al mismo luego de la
Revolución Francesa, en la cual las institucio-
nes de las sociedades comienzan a degenerar
y a perder la confianza de los ciudadanos, tal y
como ocurrió en Venezuela durante la vigencia
de la Constitución de 1961, que provocó la co-
nocida ruptura entre el Estado y Sociedad.
Sin embargo, lo cierto es que gracias a di-
cho suceso de tan importantes dimensiones
para la historia universal, gracias a ese cambio
de paradigma tan significativo en las ciencias
jurídicas, se verificaron en lo sucesivo diversas
consecuencias en el orden de lo político, social,
jurídico, económico y cultural, que repercutie-
ron notablemente en el resto de las naciones.
En relación a la concepción de Estado que
surge a raíz de la Revolución francesa debe se-
ñalarse que; fundamentado en la ideología que
la misma propugnaba, es decir, la igualdad y
la libertad absoluta de los hombres; surgieron
varios postulados que demarcarían el existir de
una noción del Estado de Derecho que a su vez
estableció sus raíces en el resto de los países del
globo, asentado sobre los principios del recono-
cimiento de los ciudadanos como verdaderos
detentadores de derechos; y por consiguiente,
el reconocimiento del principio de la responsa-
bilidad del Estado, la libertad como principio

40
fundamental del desarrollo humano, la igual-
dad absoluta de todos ante la ley, y la división
de las funciones de los poderes del Estado.
En tal sentido, en relación con el reconoci-
miento pleno de los ciudadanos como posee-
dores de una esfera pluri-subjetiva de derechos,
se estableció la concepción de que el Poder no
podía ser concebido como absoluto, sino por
el contrario, debía materializarse de acuerdo al
orden jurídico vigente, y en función del mismo
debía desarrollarse; con miras a asegurar que el
mismo no procediera de manera ilimitada, tra-
tando de evitar de esta manera que incurriera
en los abusos y atropellos que se sucedieron en
el ejercicio del mismo en períodos históricos
anteriores. Así, el Estado actuaría en función
de la ley, cuando ella se lo permitiera y hasta
donde la misma lo estableciera.
Se trata en definitiva de asegurar a los hom-
bres el reconocimiento de una serie de dere-
chos, más allá de una mera declaración formal
como en realidad había acontecido hasta aque-
llos momentos, a los efectos de proveer a los
ciudadanos de los elementos que resultaren ne-
cesarios para que el mismo se desarrollará en li-
bertad, hacía la consolidación de su bienestar y
felicidad, fundamentados en la libre determina-
ción del hombre, es decir, en una libertad ab-
soluta y en una igualdad plena de los mismos,
a los efectos de la consecución del paritario de-
sarrollo y progreso de la sociedad y del Estado.
Ahora bien, la aplicación de dichos princi-
pios en su concepción más pura y literal trajo
como consecuencia la consolidación de un
Estado abstencionista, en donde se asumía

41
que el rol fundamental del Estado debía estar
circunscrito al mantenimiento del orden pú-
blico interno, y a la seguridad y defensa de la
República en el orden internacional. Siendo así
las cosas, bajo la premisa del “laissez faire laissez
paser, le monde va de lui mene” (dejar hacer dejar
pasar, el mundo marcha sólo), se estableció la
concepción de que el Estado debía de procurar
de intervenir lo menos posible dentro de las re-
laciones e interacciones que se suscitaban en la
vida de la sociedad, en razón de hacer valer los
principios de libertad e igualdad absoluta de
los hombres.
Esta concepción trajo como resultado la
consolidación de lo que se denominó el Estado
Liberal, en razón del liberalismo económico
que fue establecido como sistema económico
de la República, y cuyas enseñanzas se ex-
pandirían rápidamente alrededor del mundo,
ocasionado las graves consecuencias y reper-
cusiones sociales que por toda la historia son
conocidas; y que paradójicamente conllevarían
al cercenamiento de la libertad de los hombres,
al establecimiento de grandes desigualdades
y desbalances sociales e incluso al desconoci-
miento mismo de los derechos de los ciudada-
nos, llegando a afectar a aquellos inmanentes
a su condición humana; principios todos que
precisamente se buscaba proteger.
Con respecto al ámbito de las ciencias jurídi-
cas, en gran parte de los Estados, incluyendo
nuestro país durante el régimen constitucional
anterior, la concepción de Estado comentada
implicó la consolidación de un derecho forma-
lista, rígido y cerrado a los escenarios sociales en

42
los cuáles pretenden tener vigencia. En tal sen-
tido, el desarrollo del derecho se fue verificando
ajeno al panorama social, y se fue de esta ma-
nera formando una armadura del derecho, que
guardaba dentro de sí una compleja maraña de
preceptos legales, que en vez de contribuir al
mejor desarrollo y convivencia de la sociedad,
lo dificultaba e imposibilitaba, manteniéndolo
ajeno e inalcanzable al ciudadano común.
Sin embargo, lamentablemente así fue que
se desarrolló aquella concepción de un Estado
de Derecho formalista, donde incluso, y aun-
que pareciere un contrasentido, se llegaron
a producir y a tener vigencia leyes que eran
realmente injustas, contrariando así la finalidad
fundamental para la que es concebida toda ley,
como lo es la justicia. A manera de ejemplo, en
nuestro país estuvo vigente, a la luz del Código
de Enjuiciamiento Criminal, un sistema penal
establecido con una fase de sumario, que se
presentaba a todas luces inconstitucional, que
atentaba abiertamente contra al derecho al de-
bido proceso, el derecho a la defensa e incluso
a la dignidad del detenido.
A su vez existían normas como la estable-
cida en el artículo 423 del Código Penal, ya
hoy derogada, pero que tuvo vigencia y que
y fue aplicada en nuestra sociedad, que plan-
teaba una rebaja excesiva en la pena del delito
de homicidio que cometiera un cónyuge que
sorprendiera al otro cometiendo adulterio, no
tomando en cuenta que de igual manera signi-
ficaba tomarse la justicia por su cuenta y sacrifi-
car uno de los bienes jurídicos fundamentales y
esenciales en toda sociedad, como lo es la vida.

43
Por su parte, el Código Civil de 1942 nos
planteaba en su artículo 261 que la patria po-
testad de los hijos correspondía únicamente al
padre, y que sólo cuando se encontrare en im-
posibilidad de ejercerla le correspondería a la
madre; situación ésta verdaderamente absurda,
más si tomamos en cuenta que la madre signi-
fica una de las figuras más trascendentes en la
vida de todo ser humano. Este mismo Código
planteaba además una discriminación cruel y
despectiva de los hijos naturales respecto de los
hijos nacidos dentro del matrimonio, en donde
no le eran reconocidos los mismos derechos y se
encontraban sometidos a un trato desigual en
todos los aspectos familiares, estableciendo de
por vida sobre el hijo natural una culpa que ni
remotamente podía serle atribuida.
En fin, existían, y todavía siguen existiendo,
dentro de nuestro ordenamiento jurídico, nor-
mas que resultaban y resultan realmente absur-
das, que chocaban contra la razón humana, y
que, siendo ello lo más absurdo y paradójico,
constituyen normas verdaderamente injustas,
lo cual atenta contra la verdadera finalidad de
existencia de cualquier norma jurídica, como
lo es la materialización de la justicia; normas y
preceptos legales que fueron y son producto de
un Estado de Derecho formalista y rígido, que
devino en inhumano y que perdió las perspec-
tivas reales de su telos, como lo son el respeto y
protección del hombre como elemento medu-
lar del Estado, y de la consecución de la justicia
como finalidad última de éste.
A su vez, todo ese panorama generó tam-
bién la formación de abogados y de jueces

44
autómatas, obtusos y cerrados de mente, que
concebían a la función de la administración de
justicia como una labor mecánica o matemática
desprovista de cualquier contenido axiológico,
y que con tal actitud, bajo un criterio dogmático
y positivista, tornaron el derecho en inalcanza-
ble e incoherente; basta traer a la memoria la si-
tuación de la acción de amparo en nuestro país,
luego de promulgada la Constitución de 1961,
en donde en virtud de un razonamiento dog-
mático se llegó a la conclusión por parte de los
tribunales de la República, de que no podía ser
admitida una acción de amparo constitucional
bajo el entendido de que no existía una ley que
normara tal derecho, otorgando así al precepto
constitucional un carácter programático, de ne-
cesario desarrollo legal para su aplicación; vio-
lación constitucional al derecho de amparo ésta
que se prolongó hasta el año de 1988, cuando
fue promulgada la Ley de Amparo Sobre
Derechos y Garantías Constitucionales.
Todo lo anterior pone en evidencia la dege-
neración de una noción del Estado de derecho
que, aunque incluso pudiere decirse que nació
en erróneos términos, contraviene de manera
contundente la esencia misma de lo que el de-
recho debe significar y representar en toda so-
ciedad y en todo Estado.

B.- Estado Social de Derecho


y de Justicia
Nos toca en estos momentos abordar el tema
de una de las transformaciones más trascenden-
tales e importantes que han operado en nuestro

45
Estado a raíz de la entrada en vigencia del texto
de la Constitución de la República Bolivariana
de Venezuela, como lo es el tema referido al
nuevo paradigma de Estado que impone la
Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, y hacer de igual manera alusión a
las repercusiones que de ello se derivan, siendo
este el punto esencial de la ponencia que me-
diante la presente es sometido a consideración.
En los actuales momentos nuestro país expe-
rimenta uno de los procesos más significativos
y de mayor complejidad que puede atravesar
Nación alguna, como lo es un proceso desti-
nado a la reestructuración y reorganización del
Estado, y con ello, la refundación de las bases
axiológicas, políticas, sociales, económicas y
culturales que lo configuran. En efecto, es nece-
sario tener claro que el proceso de cambio polí-
tico-social que se verifica actualmente en nuestro
país emergió desde el más profundo sentir na-
cional, desde las más sentidas aspiraciones de
un pueblo de obtener un cambio radical del
modelo de Estado en el que se vivía para aquel
entonces, y que les vejaba y excluía cada vez
más. En otras palabras, el proceso de cambio
se presenta como un reflejo de un sentimiento
que yacía en el fondo del alma de la gran ma-
yoría de los venezolanos, y es por esta razón,
sin duda, que el pueblo avaló la formación de
un nuevo Estado mediante la convocatoria a
un Proceso Constituyente y la aprobación de
la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela; Constitución que representa el texto
fundamental con mayor apoyo y legitimidad
que texto constitucional alguno haya tenido en

46
nuestra historia republicana, debido a ser el
producto y expresión del mismo soberano, ya
que fue formada mediante la convergencia de
los más variados sectores de la sociedad, a los
cuáles se les consultó su parecer sobre la misma,
y quienes además tuvieron oportunidad de pre-
sentar sus propuestas, contribuyendo así a dar
nacimiento a una Constitución de avanzada e
innovadora, acorde con las demandas y exigen-
cias sociales, que estuviera llamada a refundar el
Estado desde su misma esencia, en busca de la
creación de un Estado digno que propendiera
a la paz, la felicidad y al desarrollo integral de
todos los venezolanos.
En este orden de ideas, la Constitución de
la República Bolivariana de Venezuela se en-
carga de establecer un nuevo paradigma de
Estado, definido por el propio texto constitucio-
nal como Democrático y Social de Derecho, y
fundamentalmente de JUSTICIA.
Partiendo de tal premisa, de acuerdo con el
artículo 2 de la Constitución, nuestra Nación
posee como valores superiores a la vida, la li-
bertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la
democracia, la responsabilidad social, la ética,
el pluralismo político y la preeminencia de los
derechos humanos; siendo la garantía y respeto
de dichos postulados axiológicos, obligación
irrenunciable de todos los órganos que ejercen
e integran el Poder Público, y además responsa-
bilidad compartida de éstos con la generalidad
de las personas que habitan o residen en el te-
rritorio de la República.
En razón de lo anterior, se aprecia entonces
que el Estado adquiere una nueva dimensión,

47
en la cual pasa a constituirse en un agente cuya
misión fundamental será la de asegurar la pro-
cura existencial del individuo bajo los patrones
de la felicidad, justicia, igualdad, la preeminen-
cia de sus derechos y en definitiva, el desarrollo
integral de los mismos como punto de partida
necesario para la materialización de una socie-
dad digna y progresista.
En tal sentido debe tenerse claro que toda la
actuación del Estado se debe encontrar signada,
de conformidad con lo previsto en el artículo 2
constitucional, bajo la cual se debe canalizar y
bajo los cuáles se debe enmarcar el desarrollo
de la actividad estatal; es decir, que el diseño
establecido en el texto de la Constitución de
la República Bolivariana prevé un nuevo pa-
radigma de Estado, en función del cual debe
necesariamente orientarse cada una de las ac-
tuaciones y formas de proceder de todos y cada
uno de los componentes que integran y hacen
vida dentro de la República, tanto órganos del
Poder Público, los funcionarios pertenecientes a
éste y los propios habitantes.
Por esta razón debe concluirse que la ac-
tuación desarrollada por el Estado debe tener
por ratio final a la justicia; debido a que expre-
samente el Estado se consagra como un Estado
de Justicia, con lo cual el contenido de su pro-
ceder deberá siempre esta guiado en función de
la misma, además de por la serie de principios
y valores constitucionales previstos en el texto
constitucional. Así de hecho lo ha afirmado la
doctrina al señalar:
“Ese es el método de la primacía de los principios gene-
rales del derecho, condensado ético de la justicia y
48
reguladores de todas y cada una de las instituciones posi-
tivas de un ordenamiento. Sin la idea de los principios
generales del derecho no es posible siquiera comprender
las más elemental de sus instituciones... (omissis)
Son los principios institucionales los que
organizan las distintas normas regula-
doras disponibles para el régimen de la
institución, los que dan a las mismas
todo su sentido y alcance, y a la vez, los
que precisan, según su lógica propia, la
articulación de todas ellas, así como la
solución procedente en caso de insufi-
ciencia de una regulación legal o de la-
guna. Son en su sentido literal, principios
generales del derecho por transcienden
las normas concretas y porque en ellos
transcienden siempre necesariamente
un orden de justicia material... (omissis)
Es justamente en este punto donde se
anudan el mundo formal de las normas
y el material de los valores de la justi-
cia.”2(Negritas mías)

En tal orden de ideas es necesario tener en


claro que la serie de principios que consagra
nuestro texto constitucional no constituyen me-
ros postulados axiológicos carentes de fuerza
normativa y por ende de aplicación, sino por
el contrario, representan preceptos que con-
forman el sustrato material del texto constitu-
cional y que por ende resultan de inmediata
y necesaria aplicación al igual que el resto de
las normas que integran el texto constitucional,
e incluso el valor de su contenido va más allá,

García de Enterría, Eduardo: “Justicia y Seguridad


2

Jurídica en un Mundo de Leyes Desbocadas.” Editorial


Civitas. Madrid. 2.000. Pág. 104 y ss.

49
condicionando el sentido del resto de los pre-
ceptos que componen el texto constitucional,
sujetando el desarrollo e interpretación de los
mismos en función de ellos, tal y como lo ha
admitido la doctrina al indicar:
“Siempre en busca de iluminar las zonas de penumbra en
el derecho constitucional, y aún reiterando nuestra prefe-
rencia por la sobriedad elástica de las normas que con-
forman el conjunto integral de la Constitución escrita,
volvemos a sugerir, que tanto el techo ideológico de la
misma cuanto su articulado deben revestir claridad, pre-
cisión definitorio y perfil nítido, todo para facilitar la
acción de los operadores que deben darle aplicación e in-
terpretación.
Tal es el contenido que hemos llamado sustancial o ma-
terial de la Constitución, en el que se alberga el plexo de
valores y principios que la alimentan como fuente prima-
ria de valor normativo.
La expresión que de ese plexo se incorpora a la normativa
de la Constitución ayuda a evitar toda noción que sólo
vea en su sistema de valores, de principios, y de derechos,
meras invitaciones, o consejos, o recomendaciones, que se
supediten a lo que discrecionalmente quieran hacer, o
hagan, u omitan con ellos los órganos del Poder estatal.”3

En razón de todo lo anterior, no cabe duda


que el modelo de Estado que actualmente se
encuentra plasmado en el texto constitucional
implica, no sólo el actuar del Estado en confor-
midad con el derecho, sino además el actuar y
proceder siempre en conformidad con la serie
de valores y principios constitucionalmente es-
tablecidos, con la finalidad de alcanzar la justi-
cia que informa nuestra concepción de Estado.

Bidart Campos, Germán: “El Derecho de la Constitu-


3

ción y su Fuerza Normativa.” Ediciones Ediar. Buenos


Aires. 1995. Pág. 115.

50
Pero además resulta importante destacar
que, aunado a que la actuación integral del
Estado debe estar signada bajo el conjunto de
valores estipulados en el artículo 2 constitu-
cional, así como en función de la concepción
misma de Estado Democrático y Social de
Derecho y de Justicia que proclama el texto
constitucional, la misma debe siempre tener
como razón última de su manifestación a la
consecución de los altos fines a los que alude el
artículo 3 constitucional.
En otras palabras, aparte del contenido axio-
lógico del que debe estar impregnada cada una
de las actuaciones y formas de proceder del
Estado, a su vez ésta debe realizarse en aras de
la materialización, verificación, y en definitiva
del alcance de la serie de fines esenciales pre-
vistos en el texto constitucional. Siendo así las
cosas, la actuación del Estado deberá siempre
procurar la defensa y el desarrollo integral de
la persona, así como el respeto a su dignidad,
como base de desarrollo de una sociedad justa
y amante de la paz, como bien lo señala el ar-
tículo 3 constitucional. A su vez, la actuación
del Estado deberá siempre procurar el ejercicio
democrático de la voluntad popular, la pro-
moción de la prosperidad y del bienestar del
pueblo, y la garantía del cumplimiento de los
principios, derechos y deberes reconocidos en
nuestro texto fundamental.
Por tanto, la consecuencia dentro de la facul-
tad de actuación que detenta el Estado, a la luz
de su nueva concepción, es que en definitiva el
desempeño del mismo se encontrará irreducti-
blemente limitado en función de los altos valores

51
y principios que determinan al Estado, y en fun-
ción del respeto de los derechos que forman
parte del ámbito jurídico-subjetivo de los indivi-
duos que viven y se desarrollan dentro de él.
Todo lo anterior sin duda alguna implica un
quiebre del paradigma del Estado que venía-
mos viviendo anteriormente, para darle paso a
un modelo de Estado que recoge en su esen-
cia el sentir y las aspiraciones del pueblo vene-
zolano, para llegar a la consolidación del país
próspero y de bienestar que todos anhelamos.
No obstante, lo más importante debe consis-
tir en el hecho de comprender y asimilar que
en la actualidad se están materializando las con-
secuencias del cambio de paradigma de Estado
establecido en el texto constitucional; cambio
de grandes proporciones y profundidad, toda
vez que afecta e incide en la esencia misma
de nuestro Estado, situación que podría asimi-
larse, a las que se verifican en las revoluciones
científicas a las que se refiere el autor alemán
Thomas Kuhn,4 en su obra “Las Estructuras de
las Revoluciones Científicas”. Es decir, que se
ha pasado a la instauración de un nuevo orden
fundacional, que implicó el abandono de aque-
lla vieja concepción de Estado, para adoptar
aquella que implica una verdadera dimensión
de justicia social; sobre la cual cobrará vida el
Estado y los diversos componentes que lo in-
tegran; estamos entonces frente a una verda-
dera revolución que se verifica en la esencia y
noción misma del Estado, para desplazarse en

Reflexión establecida en la obra “Hacia una Nueva Jus-


4

ticia Administrativa”, de García de Enterría: Eduardo.


Madrid. Editorial Civitas. 1992. Pág. 97 y ss.

52
cada uno de los aspectos que conforma la vida
del mismo.
Ahora bien, tal cambio radical en la concep-
ción de Estado repercutirá en distintos órdenes
del mismo, es decir, en lo político, en lo social,
en lo económico, en lo jurídico y cultural, en
aras de alcanzar la justa dimensión social que
ello involucra, y a su vez para hacer prelar la
esencia de justicia que lo envuelve, en conjun-
ción con la serie de valores y principios inhe-
rentes a dicha noción de Estado, para que se
traduzca en la consecución de una convivencia
humana digna y feliz.
Y ello en razón de que la justicia conce-
bida y planteada en el texto constitucional, no
se trata de una justicia inmaterial, sino precisa-
mente aquella justicia posible y realizable, bajo
la premisa de la preeminencia de los derechos
de la persona humana como valor supremo del
ordenamiento jurídico, es decir, de una justi-
cia material.
Además resulta importante hacer la men-
ción de que el nuevo modelo de Estado implica
un cambio fundamental en la acción y ejercicio
de gobierno, que se establece sobre la base de
un sistema de democracia participativa y pro-
tagónica, como se vera infra, en la que por pri-
mera vez se concientiza que el Poder reside en
el pueblo, en razón de la cual la gestión guber-
namental pasa a estar integrada por la dualidad
pueblo-gobernante, lo cual en definitiva se tra-
ducirá en una mejor, más efectiva y eficaz con-
ducción de las políticas públicas.
En atención a lo antes expuesto, la justicia
entonces representa a la esencia misma del

53
Estado, se encuentra inescindiblemente ligada
a su concepción, al proclamarse en el artí-
culo 2 constitucional que Venezuela se consti-
tuye como un Estado y Democrático y Social
de Derecho y de Justicia, materializándose
así a la JUSTICIA COMO MODELO DE
ESTADO. A la par, es el propio artículo 2
constitucional el que también impone a la justi-
cia como elemento característico y cualidad bá-
sica en su modalidad de acción; es decir, como
ideal y sentido de vida y de existencia; configu-
rándose así la perspectiva de la justicia como
VALOR SUPREMO DEL ESTADO.
De igual manera, es consagrada en el texto
fundamental la JUSTICIA COMO FIN DEL
ESTADO, en el artículo 3 constitucional, lo
cual deriva también, al igual que en el anterior
caso, de la concepción de modelo de Estado
establecido en la norma fundamental. Así las
cosas, la consagración de la justicia como fin
conllevará a que en cada uno de las manifesta-
ciones de existencia del Estado, en la generali-
dad de su actuar y proceder, se encuentre a la
justicia como elemento fínalístico.
Ahora bien, las perspectivas de la justicia
aquí comentadas, vale decir, la justicia como
modelo de Estado, valor y como fin del Estado,
consagradas constitucionalmente, develan vital
importancia y significación. En efecto, las cien-
cias jurídicas constitucionales han establecido
que la interpretación del texto constitucional
no puede realizarse de una manera aislada e
independiente, sino por el contrario, la exége-
sis constitucional debe ser siempre armónica
y sistemática, es decir, debe interpretarse los

54
preceptos constitucionales concientes que per-
tenecen a un todo, y en razón de ello debe
realizarse una interpretación que se encuentre
en consonancia con ese todo dentro del cual se
encuentran inmersos.
De esta manera, el tener que interpretar la
Constitución de manera armónica, aunado a la
consagración de la justicia como valor y prin-
cipio de Estado, acarreara como consecuencia
que la generalidad de las normas que integran
el ordenamiento constitucional deban interpre-
tarse en conformidad con estas aristas de la jus-
ticia; y que en definitiva, todos y cada uno de
los componentes e integrantes que interaccio-
nan y hacen vida dentro del Estado, deban ce-
ñir sus parámetros de conducta al estándar de
la justicia, lo cual de hecho ha sido reconocido
por la jurisprudencia de nuestra patria, entre
cuyas decisiones vale destacar:
“Cuando el Estado se califica como de derecho y de Jus-
ticia y establece como valor superior de su ordenamiento
jurídico a la Justicia y a la preeminencia de los derechos
fundamentales, no está haciendo más que resaltar que
los órganos del Poder Público –y en especial el sistema
judicial– deben inexorablemente hacer prelar una noción
de justicia material por sobre las formas y tecnicismos,
propios de una legalidad formal, que ciertamente ha te-
nido que ceder frente a la nueva concepción de Estado.”
(Sentencia de la Sala Político Administrativa
de fecha 5 de octubre de 2.000, recaída en el
caso “IDEA”.)

Pero además de lo anterior, debe también


indicarse que también la justicia es compren-
dida por el texto constitucional, como un ELE-
MENTO ORGANIZACIONAL. En efecto,

55
la Constitución asienta dentro de su articulado,
concretamente en su artículo 253, la consagra-
ción de un Poder Judicial donde le confiere
la función de desarrollar el sistema de justicia.
En atención de ello, el Texto Constitucional
establece el sistema de justicia integrado por
el Tribunal Supremo de Justicia y demás tribu-
nales de la República, el Ministerio Público, la
Defensoría Pública, los órganos de investigación
penal, los auxiliares de justicia y funcionarios
de justicia, el sistema penitenciario y los aboga-
dos autorizados para el ejercicio; componentes
todos de un sistema organizacional al cual se le
encuentra asignado el desarrollo de la función
judicial en el país.
De esta forma, cada uno de los componen-
tes de dicho sistema, deberán actuar de manera
coordinada y planificada con miras a la conse-
cución de un determinado fin, que en su caso,
será el de la consecución de la justicia, y de
hecho es por ello que el texto constitucional,
en su artículo 257, también expresa que LA
JUSTICIA CONSTITUYE LA FINALIDAD
DE TODO PROCESO JUDICIAL; es decir,
que el proceso es concebido como un instru-
mento, como el medio o la vía para el alcance
de la Justicia como razón última del ejercicio
de la función jurisdiccional; y en razón de tal
concepción, deberá articularse la actuación de
todos los componentes del sistema de justicia.
Es precisamente en este contexto que debe
entenderse al proceso de cambio que en la
actualidad se desarrolla en el ámbito de lo
político, social, económico y cultural en nues-
tro país. Proceso que comporta la compleja

56
tarea de la reordenación del aparato estatal de
acuerdo al esquema estructural que diseña el
texto constitucional, así como también la forma-
ción de todo el enramado jurídico normativo
que servirá de base y sustento para tal esquema
estructural y para la forma de actuación del
mismo.
En tal sentido, el modelo de Estado ins-
taurado a raíz de la promulgación de la
Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, contempla a un Estado comprome-
tido en cada una de sus manifestaciones de su
actuación, con el logro de la felicidad y del desa-
rrollo integral de los individuos y por ende, con
la creación de las condiciones necesarias para
que la misma sea efectivamente alcanzada; lo
cual comporta la realización de un conjunto de
tareas y cometidos de variada índole orientados
todos a la satisfacción de las necesidades que
aquejan a la población, a la correcta distribu-
ción de la riqueza de la Nación para escenificar
el entorno apropiado que permita proporcionar
al individuo, los medios y las herramientas ne-
cesarias para que mejore su condición de vida,
y se alcance de ésta manera la estabilidad social
requerida para que el ciudadano se encuentre
en la capacidad de desarrollarse a plenitud,
lo que en definitiva se traducirá en la confor-
mación de una sociedad justa, equilibrada y
progresista, que cuente con la fuerza capaz de
impulsar el desarrollo del país.
Por ende, impone el texto constitucional que
el Estado deba actuar, materializando una serie
de cometidos que propendan a la obtención de
los altos fines que la configuración del Estado

57
actual impone, es decir, aquellos fines que de-
ben guiar la actuación de un verdadero Estado
Social de Derecho, y que en nuestro esquema
constitucional se profundizan y acentúan aún
más, toda vez que a la par de que nuestro texto
constitucional nos consagra como un Estado
Social de Derecho, también agrega a nues-
tra noción existencial la esencia de la justicia,
como complemento indispensable a una noción
de Estado Social, bajo el entendido de que no
puede existir un Estado en el cual se busque el
desarrollo pleno de las capacidades de sus ciu-
dadanos y la consecución de las felicidad de los
mismos prescindiendo de la justicia; en otras pa-
labras, no es concebible que un Estado pueda
lograr orientar su existencia en función de di-
chos parámetros, sino tiene la justicia como uno
de los fines fundamentales de su existir.
Útil en estos momentos resulta traer a co-
lación las palabras del alemán Gerd Renken
quién nos señala que la configuración de un
Estado como social debe incidir tan radical-
mente en la vida y manifestación del Estado,
que dicha concepción trasciende de una mera
consagración taxativa de un catálogo de de-
rechos en algún texto positivo, ya que aún en
dicha situación, cuando un Estado se califica
como Social, esta adquiriendo un compromiso
de alto nivel con el conjunto de habitantes que
hacen vida, se desenvuelven e interactúan den-
tro de él; compromiso que no es otro que el
de crear las condiciones y el ambiente necesa-
rio para lograr la conformación de una socie-
dad justa, equilibrada, equitativa, progresista,
y en definitiva feliz, que cada persona desea,

58
indistintamente de su posición o tendencia
ideológica. Así las cosas, el prenombrado autor
alemán nos señala lo siguiente:
“El principio de Estado Social se basa en el continuo
esfuerzo por implantar la justicia social: Obliga a los
Estados a proteger a los estratos socialmente desfavoreci-
dos. Los derechos sociales fundamentales, como por ejem-
plo el derecho al trabajo, formación, vivienda, descanso
laboral y asistencia social pueden incluso no estar men-
cionados expresamente en el catálogo de los derechos fun-
damentales, pero del principio del Estado Social se
deriva, tanto para a legislación como para la jurispru-
dencia, el mandato constitucional de hacer realidad la
justicia social.”5

Bajo esta perspectiva, debemos indicar que


el principio del Estado Social comporta un
efecto vinculante que actúa e incide principal-
mente en todas y cada una de las medidas de
conducción y dirección estatal; es decir, com-
porta la obligación para cada uno de los com-
ponentes del Estado de actuar en función de los
objetivos que informan al Estado Social, dentro
de los cuáles se encuentran, como uno de los
objetivos principales, el combatir las penurias
económicas y sociales y las desventajas de los
diversos sectores de la población, mediante la
prestación de protección y asistencia, y en defi-
nitiva la creación de las condiciones que resul-
ten imperativas para la erradicación de dichas
penurias y desventajas.
Por ello, nuestro modelo actual de Estado
comprende la obligación para el Estado de
contribuir a garantizar a todas y cada una de

Renken, Gerd: “El Estado de Derecho como Principio


5

Constitucional.” Munich. Editorial Inter. 1989. Pág. 10.

59
las personas que lo conforman el mínimo vital
para una existencia apropiada, esforzándose en
la construcción de las condiciones indispensa-
bles para asegurar a la generalidad de los habi-
tantes una vida digna y adecuada, potenciando
sus capacidades, con el propósito de mantener
y cada día mejorar el nivel de vida de los mis-
mos en la sociedad. En tal sentido, com-
porta una modificación total y absoluta
de la forma de asumir el poder público
y su gestión, ya que el mismo deja de
asumir la actitud de pasividad propia
de la concepción liberal del Estado, para
asumir un rol activo en la consecución y
materialización de los cometidos antes
mencionados.
De hecho, bajo esta línea de pensamiento,
el autor Luigui Ferrajoli pone de manifiesto el
contenido y dimensión de la fórmula de Estado
Social, mediante la comparación del mismo
con el modelo de Estado Liberal, a los efectos
de evidenciar el hecho de que éste último com-
portaba un Estado orientado hacia la adopción
de posturas negativas o pasivas, en el sentido de
que el ejercicio del poder era desarrollado en
función de la autorregulación de la sociedad,
es decir, en razón de una regulación autónoma
instaurada por la propia dinámica de la socie-
dad, bajo la excusa o el pretexto del respeto
de los llamados derechos de libertad, lo que
provocaba que la misma fuese producto de los
elementos que en medio de dicha dinámica so-
cial fuesen capaz de imponerse, lo cual general-
mente era alcanzado por los factores de poder
en el ámbito de la fuerza económica, pasándose

60
a conformar un marco de relaciones guiadas o
dominadas por un sistema de mercado despro-
visto de cualquier consideración desde el punto
de vista axiológico, moral o ético.
Mientras que, nos señala el referido autor,
el Estado signado bajo una esencia de conte-
nido social, como lo es el caso Venezolano, se
caracteriza por constituir una entidad guiada y
regulada por normas que atienden a finalida-
des de carácter positivo, es decir, por normas
constitutivas de mandatos concretos impuestos
al conjunto de órganos encargados de ejercer
el Poder Público, que se concretan en forma
de deberes específicos de hacer de los Poderes
Públicos, correspondiéndose éstos con los de-
nominados derechos sociales, cuya materializa-
ción requiere la satisfacción de las necesidades
esenciales de los ciudadanos, y en definitiva, la
consecución de condiciones de vida digna.6
Es por tanto el Estado Social, según nos se-
ñala el autor español Antonio Luis Martínez
Pujalte, aquel Estado en el que se busca con-
vertir “a todos los derechos en derechos prestacionales,
es decir, en derechos que exigen de los poderes públicos
deberes de hacer y no solo omisiones”, ya que la for-
mula de Estado Social, que viene impuesta con
fuerza de rango constitucional, vincula a todo
el Estado, en la preservación de las libertades y
derechos ciudadanos, que no sólo implica:
“una negativa para el Estado de lesionar la esfera indi-
vidual o institucional protegida por los derechos funda-
mentales, sino también la obligación positiva de contribuir
a la efectividad de tales derechos, y de los valores que

Ferrajoli, Luigui: “Derecho y Razón. Teoría del Galan-


6

tismo Penal.” Editorial Trotta. Madrid. 1995. Pág. 860.

61
representan, aún cuando no exista una pretensión subje-
tiva por parte del ciudadano. Ello obliga especialmente al
legislador, quien recibe de los derechos fundamentales
«los impulsos y líneas directivas» …”7

Por ello, el principio del Estado social con-


sagrado en la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, comprende la obli-
gación para el Estado de contribuir a garanti-
zar a todas y cada una de las personas que lo
conforman, el mínimo vital para una existencia
apropiada, esforzándose en la construcción de
las condiciones indispensables para asegurar a
la generalidad de los habitantes una vida digna
y adecuada, potenciando sus capacidades, con
el propósito de mantener y cada día mejorar el
nivel de vida de los mismos en la sociedad.
Sin embargo, tal y como se comento, tal
responsabilidad no sólo atañe a la acción de
gobierno o a la función ejecutiva, sino por el
contrario, la misma involucra a todos los com-
ponentes del Estado; y siendo así las cosas, por
una parte, el legislador debe estar orientado
en su proceder a la conformación, mediante
el ejercicio de su función estatal, del ordena-
miento jurídico social económico justo, capaz
de proporcionar el sustrato necesario sobre el
cual se habrá de fundamentar los órganos de
gobierno para la acometida de sus funciones.
Esta sujeción del legislador resulta forzada,
ya que es éste el llamado en forma directa a
la materialización de la actividad legislativa

Martínez Pujalte, Antonio Luis: “La Garantía del Con-


7

tenido Esencial de los Derechos Fundamentales.” Cen-


tro de Estudios Políticos y Constitucionales. Madrid.
1997. Pág. 90.

62
encargada de desarrollar los preceptos esta-
blecidos en el texto constitucional; en donde
deberá establecer las vías para el perfecciona-
miento de los derechos de los ciudadanos y
además imponer la serie de metas y cometidos
que deberán realizar los demás componentes
del Estado para la consecución de los fines so-
ciales que dibuja el texto constitucional, dando
vida a las coordenadas y parámetros constitu-
cionales para una justa e equitativa redistri-
bución de las riquezas, y alcanzar la serie de
objetivos a los que hemos hecho referencia.
A la par, también es necesario tomar con-
ciencia que la función judicial debe reorde-
narse, con especial profundidad en el caso de
nuestro país, para tomar conciencia que este
nuevo paradigma de Estado impuesto en la
Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, implica el que la interpretación del
conjunto de normas que conforman el orde-
namiento jurídico debe obedecer a la noción
misma de Estado, es decir, a una noción de
Estado Social de Derecho y de Justicia; lo cual
acarreará el que la aplicación de la ley debe te-
ner siempre en consideración primaria la salva-
guarda de los derechos que conforman la esfera
jurídica de los particulares, y por norte fun-
damental la consecución de la justicia,
tal y como se desprende del artículo 257 cons-
titucional, en el cual se prevé al proceso, y en
definitiva a la función jurisdiccional, como un
elemento de carácter instrumental cuya única y
verdadera finalidad, cuya razón de existencia,
no debe ser otra sino la consecución y la mate-
rialización de la justicia, dando de esta manera

63
sentido y efectividad a la esencia de nuestra
concepción de Estado.
Esta nueva dimensión de la función jurisdic-
cional ha sido recibida con buen pie por parte
de la jurisprudencia de nuestro máximo tribu-
nal de la República en reiteradas oportunida-
des, valiendo la pena destacar lo establecido en
la sentencia recaída en el caso “Rosario Nouel”
de fecha 24 de marzo de 2.000, en la cual la
Sala Político Administrativa del Tribunal
Supremo de Justicia tuvo la oportunidad de ex-
presarse en torno a la concepción de Estado es-
tablecida en el texto constitucional, vista desde
la perspectiva de la función jurisdiccional, de la
siguiente manera:
“Existe un nuevo paradigma en cuanto a los valores y
principios constitucionales que se vinculan a la justicia
como hecho social, político y democrático. Esta nueva
concepción de Estado de Justicia trae consigo no tan sólo
una transformación orgánica de sistema judicial (artículo
253 y 254 de la Constitución de la República Boliva-
riana de Venezuela), sino también un cambio por la
razón intima que cada ciudadano, y especialmente el
Juez, debe tener con el fin de lograr la justicia más que
un bálsamo frente a las heridas de la sociedad, en los
términos de CALAMANDREI, sea ese cuerpo vivo, que
late y palpita según lo expresa GÓMEZ ROBLEDA
(“meditaciones sobre la justicia.” Fondo de Cultura Eco-
nómica, Pág. 17).
En este sentido el juez, a quien se le reclama y exige justi-
cia, debe ser igualmente producto de un hecho democrático
que establezca un vínculo de afinidad entre la sociedad que
exige y el poder que interpreta los valores y principios cons-
titucionales para alcanzar los fines del Estado.”

De igual manera se expresó la misma Sala,


mediante auto de fecha 14 de abril de 2.000,
64
recaído en el caso “Henry Clay”, donde se
expuso:

“El artículo 2 de la Constitución de la República Boli-


variana de Venezuela establece que Venezuela se consti-
tuye en un estado democrático y social de derecho y de
justicia, ratificando luego a la justicia como un valor
superior del ordenamiento jurídico de la República. Por lo
que la justicia, por un lado es un principio rector del
Estado, y por el otro, un valor superior del ordenamiento
jurídico. En este sentido, la actuación del Estado como
unidad política, que incluye tanto a los ciudadanos y ciu-
dadanas como a las instituciones del Poder Público,
deben realizarse en atención a los principios y valores
constitucionales que trascienden aun la misma normativa
constitucional.
En este orden de ideas, el artículo 3 del texto fundamental
de la República cuando establece los fines del Estado,
resalta la garantía del cumplimiento de los principios y
derechos. Dentro de los derechos fundamentales, se en-
cuentra el acceso a la justicia y que ésta sea accesible e
idónea sin atender a formalismos o reposiciones inútiles
(artículo 26). Por su parte el artículo 27 ratifica la no
sujeción a formalidades dentro del procedimiento de am-
paro, de donde podemos establecer que todas aquellas
formas que impidan el ejercicio efectivo del derecho a la
justicia, deben decaer en atención a los valores y princi-
pios constitucionales.
Este derecho a la justicia como valor fundamental del
Estado adquiere dimensión real en el artículo 49 del texto
fundamental que prevé las reglas del debido proceso.
Dentro de esas reglas, el numeral 3º establece que toda
persona tiene derecho a ser oída con las debidas garantías
y dentro del plazo razonable; el numeral 1º prevé que el
acceso a las pruebas tiene sentido en la medida en que se
disponga de tiempo y de los medios adecuados.
De igual forma el artículo 257, establece de manera in-
dubitable que el proceso es un instrumento para la

65
realización de la justicia, y que ésta no pude ser sacrifi-
cada por formalidades no esenciales.”

Como se aprecia entonces, la tarea no es


fácil, debido a que la misma implica un ver-
dadero compromiso y obligación por parte
de todos y cada uno de los componentes del
Estado en materializar el modelo de Estado
Social de Derecho y de Justicia; en virtud de
lo cual se deja atrás y se desecha por completo
aquella visión de un Estado abstencionista, de-
dicado exclusivamente al mantenimiento del
orden público interno, y a la seguridad y de-
fensa de la República en el orden internacional.
Esto nos lleva a asegurar que bajo este para-
digma de Estado, se encuentra llamado y obli-
gado a asumir una actitud positiva, es decir, se
encuentra en el irrelajable deber de actuar, de
asumir una actitud o conducta intervencionista
en cada uno de los órdenes y sectores de acti-
vidad que se desarrollan y verifican mediante
las diversas interacciones que tienen lugar en el
ámbito social; atendiendo a la realidad que se
presente en determinado momento, claro está,
siempre cuidando mantener el debido respeto
al conjunto de derechos y garantías consagra-
dos a los ciudadanos en el texto constitucional.

III.- Principales ámbitos en los que


han operado las implicaciones
del modelo de Estado previsto
en la Constitución de la Repúbli-
ca Bolivariana de Venezuela
Una vez que han sido delimitadas en breves consi-
deraciones, la serie de implicaciones conceptuales
66
y valorativas que conlleva el paradigma ac-
tualmente establecido en la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela, y consien-
tes que ello deriva en una serie de implicacio-
nes y consecuencias en diversos ámbitos de la
vida social del Estado, pretendemos en el pre-
sente punto, realizar algunas consideraciones
sobre los principales ámbitos de incidencia en
los que han operado las transformaciones deri-
vadas de actual modelo de Estado previsto en
el texto constitucional, advirtiendo una vez más
que lo aquí expuesto tan sólo abarcará a ciertos
y determinados ámbitos (tampoco con un ca-
rácter exhaustivo o completo), debido a que las
razones de espacio, nos impiden abordar todas
aquellas áreas o ámbitos que resultan influidas
o trasformadas por el actual modelo de Estado.

A.- Democracia Protagónica y Participativa


El texto de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela tuvo y tiene, como
ya se ha mencionado, como una de sus pre-
misas básicas y fundamentales, el refundar la
República en vista al modelo de Estado Social
de Derecho y de Justicia, para establecer una
sociedad democrática, participativa y pro-
tagónica, en la cual, no sea sólo el Estado el
que deba adaptarse y someterse a la forma y
principios de la democracia, sino también la
sociedad, integrada por cada uno de sus ciu-
dadanos, quienes se encuentran llamados a
desempeñar un rol decisivo y responsable en
la conducción del rumbo de la Nación, dando
origen a un binomio decisivo y fundamental,
67
cuya finalidad última sea la consecución del
desarrollo, bienestar y prosperidad en el exis-
tir de la patria. De hecho, tal apreciación es
fácilmente perceptible de la propia exposición
de motivos del texto constitucional en la cual
sobre tal aspecto se señala:
“Se define la organización jurídico-política que adopta la
Nación venezolana como un Estado democrático y social
de Derecho y de Justicia. De acuerdo con esto, el Estado
propugna el bienestar de los venezolanos, creando las con-
diciones necesarias para su desarrollo social y espiritual,
y procurando la igualdad de oportunidades para que
todos los ciudadanos puedan desarrollar libremente su
personalidad, dirigir su destino, disfrutar los derechos
humanos y buscar su felicidad.
Los principios de la solidaridad social y del bien común
conducen al establecimiento de ese Estado social, some-
tido al imperio de la Constitución y de la ley, convirtién-
dolo, entonces, en un Estado de Derecho. Estado social de
Derecho que se nutre de la voluntad de los
ciudadanos, expresada libremente por
los medios de participación política y so-
cial para conformar el Estado democrá-
tico. Estado social y democrático de Derecho
comprometido con el progreso integral que los venezolanos
aspiran, con el desarrollo humano que permita una cali-
dad de vida digna, aspectos que configuran el concepto de
Estado de Justicia.
Se corresponde esta definición con una
de las principales motivaciones expresa-
das en el Preámbulo, es decir, el fin su-
premo de refundar la República para
establecer una sociedad democrática. Ya
no sólo es el Estado el que debe ser de-
mocrático, sino también la sociedad.
Siendo democrática la sociedad, todos
los elementos que la integran deben
68
estar signados por los principios demo-
cráticos y someterse a ellos.
Se establece que la educación y el trabajo son los procesos
fundamentales para garantizar los fines del Estado. De
esta manera, los ciudadanos y las organizaciones sociales
tienen el deber y el derecho de concurrir a la instauración
y preservación de esas condiciones mínimas y de esa igual-
dad de oportunidades, aportando su propio esfuerzo, vi-
gilando y controlando las actividades
estatales, concienciando a los demás ciu-
dadanos de la necesaria cooperación re-
cíproca, promoviendo la participación
individual y comunitaria en el orden so-
cial y estatal, censurando la pasividad,
la indiferencia y la falta de solidaridad.
Las personas y los grupos sociales han de empeñarse en la
realización y ejercicio de sus derechos y en el cumplimiento
de sus deberes, mientras que el Estado es un instrumento
para la satisfacción de tales fines.” (Negritas mías)

Partiendo de tal premisa, de acuerdo con el


artículo 2 de la Constitución, nuestra Nación
se constituye en un Estado Democrático y
Social de Derecho y de Justicia, cuyos va-
lores superiores son la vida, la libertad, la justi-
cia, la igualdad, la solidaridad, la democracia,
la responsabilidad social, la ética, el pluralismo
político y la preeminencia de los derechos hu-
manos; siendo la garantía y respeto de dichos
postulados axiológicos, obligación irrenuncia-
ble de todos los órganos que ejercen e integran
el Poder Público, y lo más importante, respon-
sabilidad compartida de éstos con la ge-
neralidad de las personas que habitan o
residen en el territorio de la República.
Lo anterior encuentra fundamento en el
artículo 5, según el cual la soberanía reside

69
intransferiblemente en el pueblo, quien la
ejerce; bien directamente a través de las
formas y maneras previstas en el pro-
pio texto constitucional y en la ley; o
bien indirectamente, mediante el sufra-
gio a través de los órganos que ejercen
el Poder Público; situación que se encuentra
ratificada en el artículo 6 constitucional, que
consagra de manera definitiva como forma de
gobierno de la República y de las demás en-
tidades político-territoriales, la democracia
participativa y protagónica, descentralizada, al-
ternativa, responsable, y pluralista; razón por la
cual, no es posible que ninguna organización
del Estado niegue o inobserve tal configuración
institucional.
De conformidad con lo anterior, la
Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela establece las bases axiológicas e
institucionales para profundizar y materiali-
zar el sistema democrático en Venezuela, al
completar las tradicionales formas e instancias
representativas de los sistemas democráticos
contemporáneos, con novedosos y efectivos
mecanismos y medios de participación a través
de los cuales los ciudadanos pueden, en los dis-
tintos niveles político-territoriales, ser agentes
protagónicos fundamentales en la actividad del
Estado y en la toma de decisiones para la ges-
tión del interés público y el bien común.
De este modo, como bien lo proclama la
Exposición de Motivos de la Constitución, el
régimen constitucional vigente responde a una
sentida aspiración de la sociedad civil organi-
zada que pugna por cambiar la negativa cultura

70
política generada por décadas de un Estado
centralizado de partidos, que mediatizó el de-
sarrollo de los valores democráticos, a través de
la participación ciudadana, que ya no resulta
sólo limitada a la actuación derivada de proce-
sos electorales, pues se reconoce la necesidad
de la intervención del pueblo en los procesos
de formación, formulación y, sobre todo, la
ejecución de políticas públicas, como me-
dio para superar el déficit de gobernabilidad
que ha afectado a nuestro sistema político, de-
bido a la carencia de armonía y si se quiere,
a la separación verificada entre el Estado y la
sociedad, ocasionando la ruptura entre dichos
componentes, cuyas consecuencias fueron ca-
paces de generar repercusiones en los más di-
versos escenarios de la vida social, económica,
política y hasta cultural de nuestra sociedad;
constituyendo en definitiva un paradigma que
estatuye un auténtico gobierno del pueblo.
En tal sentido, el nuestro modelo de de-
mocracia ya no se encuentra fundamentado
solamente sobre la base de un sistema repre-
sentativo, sino que nuestra democracia se en-
cuentra fortalecida, con el valor agregado de
la inclusión expresa del pueblo como factor
fundamental y decisivo en la conducción de la
gestión gubernamental, en donde el individuo
se integra a la acción de gobierno mediante
la materialización de un amplio catálogo de
mecanismos de participación, a través de los
cuáles se perfecciona una forma de gobierno
integrada tanto por los representantes electos y
los propios ciudadanos, el propio pueblo, ha-
ciendo realidad y otorgando vida y sentido a su

71
facultad de soberano, tal y como expresamente
lo reconoce el propio texto constitucional en su
artículo 5.
En efecto, tal precepto constitucional se nos
presenta como factor fundamental para el en-
tendimiento y compresión de nuestro sistema
democrático actual. Así las cosas el mismo es
categórico al afirmar que:
“Artículo 5: La soberanía reside intransferiblemente
en el pueblo, quien la ejerce directamente en la forma
prevista en esta Constitución y la ley, e indirectamente,
mediante el sufragio, por los órganos que ejercen el Poder
Público.
Los órganos del Estado emanan de la soberanía popular
y a ella están sometidos.”

Se denota claramente de su redacción,


como nuestra democracia se patentiza por la
coexistencia en dirección y guía de la acción
de gobierno de, en primer lugar, el poder cons-
tituido, es decir, por la serie de órganos y or-
ganismos públicos que conforman la estructura
organizacional del Estado y que, en razón del
mandato soberano, ejecutan la conducción del
Estado; pero, en segundo lugar, dejando lo
suficientemente claro que dicha práctica cons-
tituye tan sólo una modalidad del ejercicio gu-
bernamental, que se presenta inseparable a una
modalidad directa de gobierno, superior a ella
en razón de un orden ontológico, que será rea-
lizada por el único y auténtico detentador del
Poder y organizador del Estado, es decir, por
el pueblo.
Tal superioridad viene incluso puesta de
manifiesto expresamente en el último aparte

72
del artículo recién citado, cuando señala que
los distintos órganos que conforman el sustrato
estructural del Estado, se deben al pueblo, ya
que de él emanan, de él han sido creados y por
ende a él se deben, creándose así en relación
soberano-mandatario, en la cual éste último
es concebido con la finalidad de servir en la
satisfacción de los intereses de aquel, y en la
consecución de los diversos fines a los que el
Estado se encuentra llamado y obligado a con-
cretar, en aras de alcanzar esa sociedad justa y
digna en la cual cada uno de sus componentes
alcance la prosperidad y el desarrollo integral
que hace que se alcancen los ideales de paz,
justicia y bienestar que todo Estado desea.
En tal orden de ideas, la coexistencia en la
conducción de gobierno a la que nos referimos,
se presenta plenamente compresible, toda vez
que; junto a la forma de democracia represen-
tativa que resulta necesaria para lograr una ar-
moniosa funcionabilidad de la gestión estatal;
resulta lógica la participación constante y perma-
nente de los ciudadanos que integran la socie-
dad, ya que son ellos sobre los cuáles recae e
incide directamente los resultados de la acción
de gobierno, y son ellos los que sin duda alguna
saben a ciencia cierta la clase de necesidades
y requerimientos que detentan y precisan para
lograr la satisfacción de sus anhelos y aspiracio-
nes; ya que son ellos mismos los que pueden
acometer las tareas estatales con la precisión y
el acierto necesario para alcanzar tales finalida-
des, lo cual sin duda; no obstante de parecer
eminentemente lógico no era concebido así con
anterioridad a la Constitución de la República

73
Bolivariana de Venezuela, así como también si-
gue sin concebirse en muchos países del globo
terráqueo; constituye la instauración de un
nuevo paradigma en cuanto al sistema democrá-
tico en nuestro país, es la verdadera expresión
del pueblo haciendo gobierno, representa un
verdadero gobierno del pueblo.
Por ello, el modelo democrático electivo,
participativo y protagónico instaurado en
Venezuela a partir de la entrada en vigencia de
la Constitución de 1999, como sentimiento ins-
pirador del proceso de cambio que se verifica
en la actualidad en nuestro país, concibe a la
gestión pública y a la preservación y fomento
del bien común, como un proceso en el que
se establezca una interacción permanente entre
gobernantes y ciudadanos, lo cual implica una
modificación radical, en cuanto a la orientación
y conducción de las relaciones entre el Estado
y la sociedad, y en donde esta última desarro-
lla su legítimo e innegable protagonismo, a
través del ejercicio de sus derechos políticos
fundamentales, enunciados en el Capítulo IV
del Título III de la Norma Fundamental. De
tal manera que resulta necesario afirmar que
la democracia protagónica es la base de
nuestro Estado de derecho actual; la cual
se profundiza únicamente mediante la partici-
pación y el protagonismo permanente, ético y
responsable de la ciudadanía.
Así de hecho también lo ha entendido la ju-
risprudencia del Tribunal Supremo de Justicia
expresar:
“Sobre la base de los principios de Estado democrático y
social, establecidos en el artículo 2; y de soberanía,
74
prefijado en el artículo 5 de la Constitución de la Repú-
blica Bolivariana de Venezuela, así como en su preám-
bulo, el cual ‘propugna un conjunto de valores que se
supone que han de quedar reflejados en el texto en general,
en la realización política, en el ordenamiento jurídico y en
la actividad concreta del Estado’ (M.A. Aparicio Pérez.
Introducción al Sistema Político y Constitucional Espa-
ñol, Barcelona, Editorial Ariel, 7ma. Ed. 1994, pág.
55), donde se señala cono fin supremo ‘establecer una
sociedad democrática, participativa y protagónica, mul-
tiétnica y pluricultural’, surge el principio de participa-
ción, el cual informa a la estructura y la actuación del
Estado y sirve al objetivo de legitimar al poder, así como
también ‘da un nuevo contenido a la funcionalidad de la
soberanía popular, principalmente mediante la multipli-
cación de centros de decisión pública en los que se incor-
pore la voluntad social’ (Tomás Font i Llovet, Algunas
Funciones de la Idea de Participación. Revista Española
de Derecho Administrativo nº 45, Enero-Marzo, Ma-
drid, Editorial Civitas, 1985, págs. 45 y ss.).
El principio de participación, como se apuntó, es una con-
secuencia del redimensionamiento del concepto de sobera-
nía y atiende al modelo de Estado Social, superación
histórica del Estado Liberal, el cual se fundamenta, a
diferencia de este último, en la interpenetración entre el
Estado y la sociedad. Como señala García-Pelayo, ‘el
Estado social, en su genuino sentido, es contradictorio con
el régimen autoritario, es decir, con un régimen en el que la
participación en los bienes económicos y culturales no va
acompañada de la participación de la voluntad política
del Estado, ni de la intervención de los afectados en el
proceso de distribución o asignación de bienes y servicios,
sino que las decisiones de uno y otro tipo se condensan, sin
ulterior apelación o control, en unos grupos de personas
designadas por una autoridad superior y/o unos mecanis-
mos de cooptación, de modo que el ciudadano, en su cua-
lidad política abstracta, sea en su cualidad social concreta,
no posee –al menos hablando en términos típico-ideales–
otro papel que el de recipiendario, pero no el de participante

75
en las decisiones’ (Las Transformaciones del Estado Con-
temporáneo, en Obras Completas, Tomo II, Madrid,
Centro de Estudios Constitucionales, pág. 1621).
Ahora bien, la participación, aparte de ser un principio
que informa la estructura y la actividad del Estado, es
además un derecho fundamental (cf. sentencia de la Sala
Plena de la extinta Corte Suprema de Justicia del 5 de
diciembre de 1996, caso: Ley de División Político-Terri-
torial del Estado Amazonas) consagrado en el artículo
62 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, el cual dispone que “todos los ciudadanos y
ciudadanas tienen el derecho de participar libremente en
los asuntos públicos, directamente o por medio de sus re-
presentantes elegidos o elegidas”, el cual puede ser objeto
de tutela judicial en caso de violación o amenaza –pro-
venga del Estado o de particulares– en su ejercicio, de
conformidad con el artículo 26 eiusdem...” (Sentencia
de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo
de Justicia de fecha 22 de enero de 2.003, caso
“Harry Gutiérrez Benavides y Johbing Richard
Álvarez Andrade.”)

Ahora bien, sobre la base de los principios


de Estado democrático y social, establecidos en
el artículo 2; y el de soberanía, prefijado en el
artículo 5 de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela; deviene el principio
de participación, como consecuencia del redi-
mensionamiento del concepto de soberanía y
de la superación histórica del Estado democra-
cia representativa que detentaba vida bajo el
orden constitucional anterior. La participación,
aparte de ser un principio que informa la estruc-
tura y la actividad del Estado, constituye un de-
recho fundamental consagrado en el artículo 62
de la Constitución de la República Bolivariana
de Venezuela, en el cual se dispone que:

76
“Artículo 62: Todos los ciudadanos y ciudadanas
tienen el derecho de participar libremente en los asuntos
públicos, directamente o por medio de sus representantes
elegidos o elegidas.
La participación del pueblo en la forma-
ción, ejecución y control de la gestión
pública es el medio necesario para lo-
grar el protagonismo que garantice su
completo desarrollo, tanto individual
como colectivo.
Es obligación del Estado y deber de la sociedad facilitar
la generación de las condiciones más favorables para su
práctica.” (Negritas y subrayado míos)

Consiste éste artículo en un derecho político,


incluso por encontrarse previsto en el Capítulo
IV del Título III del Texto Constitucional, pues
considera al individuo como miembro de una
comunidad política determinada, con miras a
tomar parte en la formación de una decisión
pública o de la voluntad de las instituciones pú-
blicas; resulta en definitiva, en palabras de Carl
Schmitt,8 como un derecho del ciudadano “en
el Estado”, diferente de los derechos de liber-
tad “frente al Estado” y de los derechos sociales
y prestacionales.
Siendo así las cosas, el principio de partici-
pación influye en otros derechos políticos es-
tablecidos en la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, como los derechos
al sufragio (artículo 63); el de petición (artículo
51); el de acceso a cargos públicos (artículo
62); el de asociación política (artículo 67); el de
manifestación (artículo 68). De igual manera,

Schmitt, Carl: “Teoría de la Constitución.” Madrid.


8

Editorial Alianza. 1982. Pág. 174.

77
opera en los derechos sociales, como el dere-
cho a la salud (artículo 84); los derechos educa-
tivos (artículo 102); y los derechos ambientales
(artículo 127, en su primer aparte).
En tal orden de ideas, el artículo 62 cons-
titucional se nos presenta como un imperativo
del más alto orden que constituye al ciudadano
como un verdadero contralor social, quienes a
través de los distintos mecanismos y formas de
participación establecidos en el ordenamiento
jurídico, entablan una dialéctica permanente y
constante con las instituciones y órganos que
conforman al Estado, a los efectos de llevar
la conducción de la actividad gubernamental.
Siendo así las cosas, a lo que verdaderamente
apunta el sentido del mencionado artículo, en
armonía con el artículo 2 de la Constitución
de la República Bolivariana de Venezuela que
consagra a la democracia con valor supremo
del Estado, es a investir al ciudadano como
verdadero protagonista de la gestión pública,
lo cual comporta que el mismo se desarrolle e
intervenga tanto en la formación, ejecución y
control de la misma.
En tal sentido, se aprecia como la inter-
vención ciudadana es concebida en amplias
dimensiones, abarcando desde la formulación
de la política de gobierno, pasando por la eje-
cución de la misma, con lo cual, el pueblo de-
viene en factor determinante en la conducción
de los destinos de la Nación, lo cual sin duda
alguna se traduce en la elaboración y desarrollo
de políticas públicas más ajustadas a los reque-
rimientos de la sociedad. Además, es el propio
ciudadano quien se encargará de la supervisión

78
de la correcta materialización de la misma, con
lo cual se busca evitar las desviaciones que pue-
dan verificarse en la ejecución de las mismas,
logrando de esta manera un mayor nivel de efi-
cacia y efectividad.
A la par, también resulta importante señalar
que, además de constituirse al ciudadano como
un contralor social, el mandato constitucional
en referencia, expresamente atribuye al pueblo
el carácter de promotor y ejecutor de las políti-
cas y acciones de gobierno, lo cual se repercute
positivamente en la efectividad de las gestiones
gubernamentales.
Así por ejemplo, encontramos que bajo este
paradigma de democracia se han producido
textos legales que llevan como propósito la ma-
terialización de esta gestión de gobierno reali-
zada directamente por el pueblo, como lo es la
Ley de los Consejos Estadales de Planificación
y Coordinación de Políticas Públicas, así como
también la Ley de los Consejos Locales de
Planificación Pública y la Ley Especial de los
Consejos Comunales; cuerpos normativos éstos
que llevan por finalidad principal la articula-
ción en las gestiones de gobierno a los niveles
municipal y estadal, con las comunidades orga-
nizadas, en donde las mismas intervendrán a
los efectos de formular y diseñar los planes de
acción de dichos niveles de gobierno y a su vez
participaran abiertamente en la supervisión y
control de los mismos, logrando una cogestión
gubernamental.
De igual manera, en mi criterio parece fun-
damental el hecho de que le sea permitido a los
propios ciudadanos la ejecución de la gestión

79
de gobierno, lo cual representa literalmente
el ejercicio del gobierno de manera directa
por parte del pueblo, con lo cual se integra al
mismo en el sistema y a la vida política de su
comunidad.
Es precisamente esta concepción la que
plantea el artículo 184 de la Constitución de la
República de Venezuela, al prever la gestión
directa de los grupos vecinales y de las comu-
nidades organizadas de determinadas materias
propias de su entorno social, como lo son los
servicios públicos, las políticas y acciones de
gobierno, la ejecución de programas y obras so-
ciales, etc.; con lo que se logra una verdadera
autogestión en la cual, el pueblo lleva en sus
manos y bajo su responsabilidad el destino de
sí mismo.
Así las cosas, debemos entender entonces
que la participación del ciudadano se encuen-
tra concebida como la pieza fundamental sobre
la cual debe girar y centrarse la acción de go-
bierno, dando así una nueva interpretación a
aquella teoría que nos planteaba David Easton9
sobre su conocida “caja de conversión” o “caja
negra”, en donde la ciudadanía organizada
planteaba sus necesidades ante las instancias
gubernamentales, representadas en la teoría de
Easton como las cajas de conversión, en donde
unas vez recibidas las demandas de la pobla-
ción, éstas eran procesadas dentro de aquella
caja de conversión y adecuadas a los elementos
técnicos, financieros, de mérito y oportunidad;
y en definitiva eran retornadas a la población
9
Easton, David: “Política Moderna. Estudio de la Cien-
cia Política.” Editorial Letras. México. 1968. Pág. 56.

80
convertidas en soluciones de los problemas
planteados.
En términos similares se manifiesta Manuel
García Pelayo, cuando nos comenta que:
“el sistema político está en una constante relación, tanto
con su ambiente intrasocietal (es decir, de la sociedad in-
terna o ‘nacional’) como extrasocietal (por ejemplo, la
situación política internacional, las coyunturas económi-
cas mundiales o trasnacionales, las rupturas culturales,
etc), ambiente de los que recibe los correspondientes
inputs o aportaciones positivas o negativas constituidas
por perturbaciones, demandas, apoyos, es decir, por lo que
se le pide al sistema y concretamente por las exigencias y
necesidades a satisfacer por éste y por los recursos y adhe-
siones que pueda obtener del ambiente. Seleccionados los
inputs, procede a trasformarlos en los correspondientes
outputs o aportaciones al ambiente, en forma de decisio-
nes y policies generales, entre los que se cuentan, por ejem-
plo, los servicios públicos, las actividades de control social
y cultural, la creación de condiciones para el desarrollo
del bienestar económico o para la satisfacción de actitudes
emocionales, eliminación de inputs negativos, etc.”10

Recordando nos parece prudente comen-


tar que lo explicado por los anteriores autores
también consiguió eco, en determinada simi-
litud, en la llamada teoría pluralista de las
que nos hablaba Alexis de Tocqueville,11 por
cierto considerado por la doctrina como uno
de los precursores del pluralismo, y en donde
en definitiva también se plantea que en el pro-
ceso de toma de las decisiones que afectarán
o incidirán en una sociedad, resulta importante
10
García Pelayo, Manuel: “Burocracia y Tecnocracia y
Otros Escritos.” Editorial Alianza. Pág. 57.
11
De Tocqueville, Alexis: “La Democracia en América”.
Fondo de la Cultura Económica. México. 1973.

81
la intervención de aquellos que serán los recep-
tores de los efectos de tales decisiones, siendo
que en la teoría pluralista dicha intervención o
participación era planteada a través de los gru-
pos organizados o asociaciones; pero en donde
en definitiva, en el fondo lo que se plantea es
la necesidad, y por demás la conveniencia, de
que en el proceso de toma de decisiones en la
conducción de los asuntos del Estado, se otor-
gue participación efectiva a los diversos factores
que hacen vida dentro de la sociedad, según
sea la naturaleza de la decisión a adoptar; y ello
con la finalidad de tratar de determinar la deci-
sión más certera y adecuada.
Ahora bien, en nuestro actual sistema cons-
titucional podríamos asegurar que dicha caja a
la que se refiere Easton, pasa a convertirse en
una instancia de gestión y de ejecución, en la
que más que procesar los requerimientos de los
ciudadanos para determinar la forma en la que
serán llevados a cabo; la misma pasa a consti-
tuir una instancia de ejecución en la que los ciu-
dadanos participan y se desenvuelven, y ante la
cual establecen un pronunciamiento imperativo
sobre los distintos cometidos y actividades que
deberán desarrollar los mandatarios guberna-
mentales, en atención al mandato soberano de
la ciudadanía; quienes incluso detentan la facul-
tad de conformar y de intervenir en dicha caja
de conversión para la materialización de las la-
bores que tengan por finalidad la satisfacción
del conjunto de necesidades que los aquejan.
En otras palabras, ya la producción de res-
puestas o soluciones que emanan de dicha caja
de conversión, o los denominados “outputs” en

82
los términos de García Pelayo, no resulta ser
un producto elaborado unitariamente por los
órganos del Poder Público, sino que en estos
deben intervenir necesariamente el pueblo,
cuya actuación no sólo queda relegada al mero
planteamiento de sus necesidades o demandas,
sino que por el contrario, interviene en la ela-
boración de las respuestas o soluciones a dichos
planteamientos, con lo que sin duda se tiende a
un incremento en la efectividad de la acción de
gobierno, debido a que la misma adquiere su
formación mediante la participación e interven-
ción decisiva y fundamental del propio pueblo.
Es precisamente en razón de lo anterior
que desde el propio texto constitucional y el
desarrollo del mismo en cuerpos de naturaleza
legal, se otorga vida y alma al principio de par-
ticipación ciudadana que deviene de nuestro
actual sistema democrático, protagónico y par-
ticipativo, a través de la implementación de di-
versos mecanismos de participación ciudadana
orientados a evitar que los ciudadanos deven-
gan en “destinatarios pasivos de la voluntad mecánica
una burocracia sin rostro,”12 constituyendo de igual
manera garantías a el referido principio de par-
ticipación ciudadana.
En efecto, utilizando los términos de
Héctor Fix Zamudio,13 las garantías deben ser
12
Lavilla Rubira, Juan José: “La Participación Pública en
el Procedimiento de elaboración de los Reglamentos
en los Estados Unidos de América.” Civitas. Madrid.
1991. Pág. 154.
13
Fix Zamudio, Héctor: “La Protección Procesal de los
Derechos Humanos.” Civitas. Madrid. 1982. Pág. 51.
Véase también en igual sentido a Serrano Alberca,
J.M: “Las Garantías Jurisdiccionales como Derechos

83
entendidas como los diversos medios a través
de los cuáles se logra respetar y hacer efectivos
y valederos los derechos; y que en el caso con-
creto que nos ocupa, vienen representadas por
el amplio catálogo de mecanismos de participa-
ción que consiguen espacio constitucional, tales
como los referendos, las asambleas de ciudada-
nos, los cabildos; mecanismos éstos mediante
los cuáles se les concede a los ciudadanos la po-
sibilidad de intervenir abiertamente en la con-
ducción de las gestiones y acciones de gobierno
y de conducción pública.
A su vez merece la pena destacar la impor-
tante posibilidad de participación que se otorga
al ciudadano en el aspecto relacionado con
la materia normativa y legislativa, al preverse
iniciativas legislativas, reglamentarias, y hasta
incluso la iniciativa constituyente en cabeza
de los ciudadanos. En tal sentido vale la pena
destacar normas innovadoras como las conteni-
das en los artículos 204, numeral 7, 205 y 206
constitucionales.
La primera de las disposiciones citadas
alude a la iniciativa legislativa correspondiente
a los ciudadanos, que se encuentra prevista en
dicha disposición constitucional para ser acti-
vada por un número no menor del 0,1% de los
electores efectivamente inscritos en el Registro
Civil y Electoral.
Ahora bien, esta modalidad de iniciativa
popular debe ser compaginada con lo dis-
puesto en el artículo 205 constitucional, el cual

Fundamentales.” Anuario de Derechos Humanos.


Facultad de Derecho. Universidad Complutense. Ma-
drid. 1984. Pág. 493-494.

84
expresamente establece que la discusión de
los proyectos de ley que sean presentados en
base a esta modalidad de participación ciuda-
dana deberán entrar a discusión dentro del
Parlamento, a más tardar en el período de se-
siones ordinarias siguiente al que se haya pre-
sentado. Incluso, la disposición constitucional
va más allá, en aras de procurar el debido
respeto a tal iniciativa ciudadana, y a su vez el
respeto a la participación ciudadana, al estable-
cer que de no comenzarse el debate sobre el
proyecto de ley presentado en el lapso anterior-
mente referido, el mismo deberá ser sometido
a referéndum aprobatorio, mecanismo de par-
ticipación también novedoso en nuestro texto
constitucional establecido en su artículo 73.
Por otra parte, el anteriormente mencio-
nado 206 constitucional prevé la necesidad de
consulta a la sociedad al momento de que la
Asamblea Nacional pase a legislar sobre al-
guna materia que afecte a los Estados; consulta
ésta que, de acuerdo al texto constitucional,
debe ser canalizada a través de los Consejos
Legislativos de los Estados, quienes a su vez son
los que deberán realizar la consulta directa a la
sociedad civil sobre la materia de la que trate la
legislación a debatir en el Parlamento.
Como se aprecia, constituyen estos proce-
dimientos mecanismos que en definitiva tienen
como propósito central hacer prevalecer el res-
peto al principio de participación ciudadana que
deviene de nuestro nuevo modelo democrático;
un modelo de democracia protagónica y parti-
cipativa, con el cual se tiende a la perfectibili-
dad de las funciones del Estado, entre ellas claro

85
ésta, la legislativa, cuyo resultado será, sin duda
alguna, la producción de normas y disposicio-
nes normativas de mayor calidad y sobre todo
de mayor efectividad entre sus destinatarios fina-
les, es decir, el conglomerado social, a quien en
definitiva se encuentra destinada a regular.
De hecho, la conveniencia el sometimiento
a la opinión de la ciudadanía de los proyectos
de disposiciones normativas, como paso previo
a su efectiva promulgación, ha sido puesto de
manifiesto con bastante ahínco por parte de la
doctrina norteamericana, la cual ha desarrollado
diversidad de mecanismos orientados a la satis-
facción de la participación ciudadana en los pro-
cesos de elaboración de cuerpos normativos.14
En estos momentos es necesario comentar
que en esta materia nuestro país no se ha que-
dado atrás, al consagrarse en la Ley Orgánica de
la Administración Pública mandamientos que
tienen por finalidad el que las disposiciones nor-
mativas a ser promulgados por parte del ejecu-
tivo, de acuerdo al ámbito de sus competencias,
contengan una fase de consulta popular. Así de
hecho lo disponen normas con aquellas con-
templadas en los artículos 87 y siguientes de la
Ley Orgánica de la Administración Pública, en
lo atinente a los proyectos de ley que presente
el ejecutivo al órgano legislador; así como tam-
bién lo previsto en el artículo 138 y siguientes
14
Como de hecho lo constituyen el llamado General Notice
of Proposed Rulemaking, o el Opportunity for Comments. De
igual forma, importantes criterios en torno al tema
aquí abordado ha establecido la jurisprudencia de di-
cho país, destacándose el precedente establecido en el
caso “American Medical Association vs. Unites States”,
emitida por la Corte Federal en el año de 1989.

86
de dicho texto legal, que establece la obligación
para los órganos públicos que en razón de sus
atribuciones, deban adoptar disposiciones nor-
mativas, de realizar procesos de consulta a las
comunidades organizadas en torno al antepro-
yecto de normativa que pretende adoptar; artí-
culo éste que además prevé que paralelo a éste
proceso de consulta sectorial, se lleve a cabo
una convocatoria a consulta general a través
de la prensa nacional sobre el anteproyecto de
normativa a promulgar, con la finalidad de que
cualquier persona tenga la libertad de participar
presentando propuestas u observaciones sobre
el texto normativo que se pretende aprobar.
Siendo así las cosas, debe destacarse tam-
bién que el propio texto legal aquí tantas ve-
ces aludido, es decir, la Ley Orgánica de la
Administración Pública, estipula como obliga-
ción de los órganos y entes de la Administración
Pública el promover la participación ciudadana
en la gestión pública, en su artículo 138, esta-
bleciendo que los ciudadanos podrán formular
propuestas en torno a la manera en que deba
desarrollarse la gestión de los órganos que inte-
gran la administración pública.
Dentro de ésta concepción de democracia,
en la que los mecanismos directos y represen-
tativos se presentan como necesarios; el ar-
tículo 70 de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela establece algunos
medios de participación política, sólo a título
enunciativo, como la elección de cargos pú-
blicos; el referendo (en distintas manifesta-
ciones, como el consultivo, el revocatorio de
cargos de elección popular, el aprobatorio y el

87
abrogatorio de leyes, el aprobatorio de enmien-
das y reformas constitucionales); la consulta po-
pular; la revocatoria del mandato; la iniciativa
legislativa; constitucional y constituyente; el ca-
bildo abierto y las asambleas de ciudadanos; a
su vez es establecida también para el pueblo la
iniciativa constituyente en su artículo 347 y 348.
En definitiva, se denota en razón de todo lo
anterior, la suprema importancia y significación
que se le otorga al principio de participación
ciudadana en la vida de los distintos órganos
que desarrollan una función pública; principio
éste que se encuentra sistematizado en distintos
mecanismos que consiguen espacio tanto cons-
titucional como legalmente.
Por ello, es necesario que el ciudadano
común asuma el rol que le toca desempe-
ñar en ese proyecto de país que nos dibuja la
Constitución, consientes del papel protagó-
nico que les toca desempeñar en ejercicio de
ese poder soberano de amplias dimensiones,
que siempre le perteneció pero que por mu-
cho tiempo permaneció secuestrado en manos
de inescrupulosos y oportunistas gobernantes,
todo con miras de lograr aquella sociedad justa,
equitativa, progresista, amante de la paz, de la
libertad y de la justicia que todos aspiramos.

B.- Sistema Económico Humanista


e Integrativo
El sistema económico que nos impone en este
momento el texto constitucional vigente, de
igual manera, implica un completo quiebre del
modelo económico que se escenificaba bajo
el imperio del texto constitucional de 1961. En
88
efecto, lo primero que hay que tener en claro es
que se deja atrás aquel modelo de liberalismo
salvaje que se mantenía vigente bajo el orden
constitucional derogado y que significó el des-
angramiento de las clases sociales más deprimi-
das; para dar paso a un esquema económico de
naturaleza e idiosincrasia social, cónsona con el
modelo de Estado que asume el texto constitu-
cional, y que representa la única vía para alcan-
zar la materialización de los cometidos que en el
ámbito económico propenderán y contribuirán a
la satisfacción global de los altos fines del Estado.
Por esta razón, se puede evidenciar de los
postulados constitucionales que se encargan de
regular el aspecto económico, que los mismos
plantean un esquema en donde el Estado se
valdrá del sistema económico para alcanzar los
fines que al mismo le vienen impuestos en el ar-
tículo 3 constitucional, en los cuáles el aspecto
económico juega un papel fundamental.
En tal orden de ideas, el modelo de Estado
Social de Derecho implica la necesaria interven-
ción del mismo en la realidad social a los efec-
tos de regularla y ordenarla, para de esa manera
evitar que producto de la dinámica social que
tiene lugar en toda sociedad, se atente contra
sectores fundamentales para el desarrollo del
país y se menoscabe, atropelle y abuse de los
grupos sociales más débiles. De manera tal que
dicha intervención deberá estar signada bajo la
premisa de mantener un debido equilibrio so-
cial ante las comunes desigualdades que existen
en el sustrato social, en aras de lograr aquel am-
biente de posibilidades y de condiciones necesa-
rias en el cual el individuo pueda desarrollarse

89
dignamente; dando cumplimiento de esta ma-
nera a la cláusula de Estado Social prevista en
el texto fundamental y además, asegurando la
efectiva vigencia del gran catálogo de derechos
que vienen establecidos en el mismo.

B.1.- Replanteamiento de los Elementos del


Sistema Económico
Lo anterior, en busca de consolidar el modelo
económico previsto constitucionalmente, im-
plica asumir un replanteamiento en la dinámica
de las relaciones sociales, así como también el
establecimiento de un nuevo orden en las rela-
ciones y factores de producción de la sociedad,
que es precisamente a lo que atiende nuestro
texto constitucional en normas como las con-
templadas en los artículos 299, 300, 301, 308 y
309; lo cual se hace de igual manera impreter-
mitible la redefinición de las relaciones relati-
vas a la propiedad de dichos factores y medios
de producción, que en definitiva estatuyan un
nuevo esquema en la relaciones sociales, defini-
das bajo una orientación que tenga como punto
de partida el bienestar colectivo y la felicidad
social, en la consolidación del principio del hu-
manismo, como condición fundamental para la
consecución de los verdaderos fines y objetivos
de la sociedad, como lo son la paz y la justicia.
Siendo ello así, lo que busca el texto cons-
titucional, desde la perspectiva económica,
es establecer la fuerza económica de la socie-
dad partiendo del propio pueblo, en ejecu-
ción de los principios de igualdad y libertad,
así como también como consecuencia de la

90
materialización de los postulados de un autén-
tico y verdadero poder del pueblo, y en tal
sentido, lo que se busca es que el pueblo se en-
cuentre integrado al esquema económico que
tenga desarrollo en la misma, es decir, que el
pueblo se integre en igualdad de condiciones al
sistema económico y así, en forma armónica y
unificada, se actúe en el desarrollo del país.
En tal sentido es que el artículo 308 consti-
tucional alude al deber del Estado de proteger
y además promover la pequeña y mediana in-
dustria, y cualquier manifestación organizativa
de naturaleza económica (cooperativas, cajas
de ahorro, empresas familiares, etc.), incluso
bajo un régimen de propiedad colectivo, con
el fin de cristalizar la iniciativa popular, y por
ende el poder del pueblo, en el aspecto eco-
nómico de la Nación; lo cual de igual manera
se ve verificado en el deber del Estado en rela-
ción a la protección de la artesanía e industrias
populares típicas, consagrada dicha obligación
en el artículo 309 eiusdem, enmarcado todo ello
en el deber expreso que constitucionalmente
viene atribuido al Estado en los artículos 299
y 300, en relación a la protección y promoción
de la creación de organizaciones y entes eco-
nómicos bajo los principios de la solidaridad,
humanismo y preservación de las pequeñas y
medianas empresas.
En función de ello, se busca eliminar o supri-
mir las relaciones de explotación, dado que no
existe un sistema económico que en razón de su
diseño, permita que exista un capital focalizado
en sectores económicos reducidos y que ello sea
utilizado como base de dominio de la sociedad,

91
respecto de los sectores que no poseen fuerza
económica, ya que es el pueblo organizado, so-
bre la base del principio de igualdad y libertad,
el que conforma un orden económico homogé-
neo en el que detenta los medios y factores de
producción por igual y de acuerdo a sus capaci-
dades, desarrollando la serie de relaciones que
en esta materia, atiendan al bienestar y desarro-
llo de la sociedad, es decir, ejecutando la econo-
mía a favor de la felicidad social.
Así, el desarrollo económico de la sociedad
y la serie de relaciones de esta naturaleza que
dentro de la misma tienen lugar, se encuentran
orientadas constitucionalmente para ser desarro-
lladas por la generalidad del pueblo en los distin-
tos sectores que tal clase de actividad comporta,
en beneficio de la colectividad, y por tanto, el
pueblo trabaja y se desarrolla en beneficio del
mismo, es decir, consiente que existe dentro de
una sociedad y que a la misma se debe, por lo
que se obtiene de esta manera un desarrollo
homogéneo que impide la formación de des-
igualdades capaces de generar precisamente las
relaciones de subordinación y explotación den-
tro de la sociedad en función del capital.
Desde luego, ello implica, como se advirtió
con anterioridad, una necesaria intervención en
las relaciones de orden económico, no solo re-
gulando las libertades o derechos que en esta
materia detentan los ciudadanos, sino además
creando las condiciones y otorgando las herra-
mientas para configurar un modelo económico
que en razón de sus características, permita la
consolidación de lo antes expuesto, implemen-
tando por consecuencia, la serie de medidas y

92
acciones que sean necesarias para el cumpli-
miento de los objetivos planteados en el texto
constitucional.
De esta manera, lo que se busca es la im-
plementación de un sistema económico basado
en modos y medios de producción social, así
como también en la noción de propiedad so-
cial, (artículo 308 constitucional), y en el inter-
cambio de bienes y servicios sin atender a un
valor monetario, modificando la noción de uti-
lidad y erradicando la concepción de plusvalía
y la exclusividad de la moneda como medio de
valor de intercambio.
Tal situación se hace necesaria, tomando
en consideración la concepción que respecto
a las ciencias económicas debe existir en todo
Estado que busque el cumplimiento de sus de-
beres para con su pueblo. En efecto, nos co-
menta el autor Dieterich, citando a Arno Peters,
que la economía debe ser entendida “como el
conjunto de todas las actividades e instituciones dedica-
das a satisfacer las necesidades generales.”15
Por tanto, la teleología del orden econó-
mico, más aún con la crisis económica que en
los actuales momentos se verifica a nivel mun-
dial, se asienta en la conformación de un sis-
tema en el que todos los individuos actúan para
el desarrollo social, para el bienestar social, lo
cual se lleva a cabo en función de que el de-
sarrollo del medio social comporta por conse-
cuencia necesaria, bajo los parámetros de una
sociedad homogénea, el desarrollo y bienestar
15
Dieterich Heinz: “Hugo Chávez y el Socialismo del
Siglo XXI”. Fondo Editorial “Por los Caminos de Amé-
rica”. Caracas. 2003. Pág. 47.

93
de todos los individuos que la conforman, lo-
grando de esta manera la vida armónica de la
misma, y la consolidación de uno de los prin-
cipios fundamentales bajo el cual estará regido
el sistema económico, como lo es el humanista.
En función de ello, se tiene entonces que
en base a un sistema económico de contenido
social, como en efecto lo plantea nuestro texto
constitucional, el Estado debe no tan solo inter-
venir en la dinámica económica para regular y
fiscalizar que las relaciones que tengan lugar en
el seno de la misma, así como los derechos de
los ciudadanos; sino también, se insiste, debe
crear las condiciones y adoptar las medidas
de acción que sean necesarias para establecer
la vigencia de sus postulados, y configurar un
nuevo orden en las relaciones económicas que
responda a los valores de la igualdad, el huma-
nismo y a un carácter integrativo, que es en defi-
nitiva el telos de normas como las contenidas en
los artículos 299, 300 y 301 de la Constitución
de la República Bolivariana de Venezuela.
En el caso venezolano, este deber de inter-
vención al que venimos haciendo referencia
se encuentra desplegado y desarrollado en
distintos preceptos constitucionales, tendientes
todos a procurar la intervención del Estado en
órdenes sociales de variada naturaleza, para
brindar de esta manera una protección integral
del conglomerado social. A manera de ejemplo,
con la finalidad de “la promoción de la prosperidad y
del bienestar social del pueblo” que indica el artículo
3 constitucional, se prevé en el artículo 299 de
la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela que constituye deber del Estado:

94
“(…)conjuntamente con la iniciativa privada promover el
desarrollo armónico de la economía nacional, a fin de
generar fuentes de trabajo, alto valor agregado nacional,
elevar el nivel de vida de la población y fortalecer la sobe-
ranía económica del país, garantizando la seguridad ju-
rídica, solidez, dinamismo, sustentabilidad, permanencia
y equidad en el crecimiento de la economía, para lograr
una justa distribución de la riqueza (…) [expresando
a su vez que el régimen socioeconómico de la
República debe estar fundamentado en los
principios de](…)de justicia social, democracia, efi-
ciencia, libre competencia, protección del ambiente, pro-
ductividad y solidaridad (…)[y ello con la finalidad
de](…)asegurar el desarrollo humano integral y una
existencia digna y provechosa para la colectividad.”

Ese régimen de intervención que posee


el Estado, se ha venido desarrollando en los
últimos tiempos mediante distintas facetas,
principalmente en aquella destinada a garan-
tizar la promoción del desarrollo armónico e
integral de su ámbito, comprendiendo lógi-
camente el desarrollo económico establecido
en el artículo 299 de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela, así como
la producción de bienes y servicios que satis-
fagan las necesidades de la población, la liber-
tad de trabajo, sin perjuicio de su facultad para
dictar medidas para planificar, racionalizar y
regular la economía e impulsar el desarrollo
integral del país, dejando atrás la actitud de
pasividad, para asumir un rol activo en la con-
secución y materialización de los cometidos an-
tes mencionados.
Y es precisamente por ello, que en el trans-
curso del actual gobierno se han empren-
dido una serie de acciones, cuyo objetivo

95
fundamental lo constituye la consolidación de
un modelo económico centrado en el aspecto
social, como lo son el otorgamiento de micro
créditos y otras modalidades de financiamiento
con facilidades de pago mayores a las estable-
cidas en el ámbito privado, llegando incluso
al establecimiento de créditos no sometidos al
pago de intereses, como el contemplado en el
artículo 15, numeral 4 de la Ley de Creación,
Estímulo, Promoción y Desarrollo del Sistema
Microfinanciero; todo ello con la finalidad de
incentivar y facilitar la participación y la incor-
poración de los distintos sectores de la sociedad
al aparato productivo y al sistema económico
del Estado.
También en el marco de la instauración de
un modelo de economía social y participativa se
ha incentivado la formación y funcionamiento
de asociaciones cooperativas, en atención a lo
dispuesto en el artículo 308 constitucional, me-
diante la promulgación del Decreto con Fuerza
de Ley Especial de Asociaciones Cooperativas;
a las cuáles se les ha dotado de recursos para
que las mismas puedan pasar al desarrollo de
sus actividades en términos óptimos, inclu-
yendo a su vez una gran serie de facilidades
para su incorporación en diversos sectores pro-
ductivos, comerciales e industriales; todo lo que
se traduce en la búsqueda del mejoramiento de
las condiciones de vida de la sociedad, y con
ello, el de los ciudadanos que la conforman.
A la par, el gobierno revolucionario ha
creado a lo largo de su gestión, diversas insti-
tuciones bancarias con especiales caracterís-
ticas, como el Banco del Pueblo, el Banco de

96
la Mujer, el Banco de Desarrollo Económico
Social; instituciones estas destinadas a la cana-
lización de acciones crediticias y a la coordina-
ción y manejo de distintos fondos que tienen
por objeto el financiamiento de actividades de
diversa naturaleza, que procuran la generación
de beneficios económicos de aquellos ciuda-
danos que resulten favorecidos mediante tales
actividades de financiamiento y a su vez el au-
mento en la intervención de factores dentro del
sistema económico del Estado; siempre en la
búsqueda de que los individuos, en igualdad
de condiciones, actúen en el desarrollo de la
sociedad en la que se encuentran inmersos, ya
que el bienestar de la misma atiende en defini-
tiva al bienestar de todos los ciudadanos que la
conforman.
De allí que el modelo económico al que
apunta el texto constitucional implique entonces
una modificación total y absoluta de la forma de
asumir y concebir el poder público y su gestión,
ya que se aparta de una actitud de pasividad,
propia de la concepción liberal del Estado, para
asumir un rol activo en la consecución y mate-
rialización de los cometidos antes mencionados.

B.2.- Concepción de los Derechos de Liber-


tad Económica en un Sistema Económi-
co Humanista e Integrativo

El modelo de Estado en la Constitución de la


República Bolivariana de Venezuela, implica
una profunda, diametral y necesaria trasfor-
mación de la concepción de un Estado libe-
ral burgués, que encontró fundamentó, en un

97
momento determinado, en las premisas de una
igualdad hipócrita y alienante y de la libertad
absoluta, irresponsable, opresora y explota-
dora. Bajo tal perspectiva, nos encontrábamos
con un Estado totalmente desapegado a valores
y principios humanistas y a la propia dignidad
humana, en definitiva un Estado que no cono-
cía de valor alguno, sino la acumulación de
riqueza en manos de unos pocos y la desidia,
hambre y miseria de la mayoría, con la conse-
cuente explotación y dominación por parte de
los primeros frente a los últimos.
Por tal motivo, se hace necesaria la formu-
lación de nuevos principios políticos, sociales
y económicos que en realidad reivindiquen el
sentido humano y la dignidad de la persona,
necesarios en toda sociedad que pretenda ar-
monía entre cada uno de sus componentes; y
a su vez principios que tiendan en definitiva a
defenestrar una concepción de existencia indi-
vidual, egoísta y mezquina del bienestar; donde
desde luego no resulta viable la buena marcha
y desarrollo de Estado alguno sobre la orbe.
Precisamente, resulta incuestionable, en pri-
mer lugar desde un punto de vista meramente
lógico y en segundo lugar en virtud de razones
político-sociológicas, que un “bienestar” mera-
mente individual y desarrollo en función de los
meros intereses personales de un sector de la
sociedad, ocasiona o trae como consecuencia
la configuración de una dinámica social enmar-
cada en bajo un esquema de disparidades so-
ciales que determinan relaciones de dominio y
explotación, que atienden a la inestabilidad de
las sociedades en la debida paz social que es
necesaria para su desarrollo.

98
Frente a ello, resulta necesario un re-
planteamiento en el orden de los llama-
dos derechos de libertad, catalogados de
esta manea para proceder al desarrollo de intere-
ses personales de manera desmedida, alienante
y explotadora por parte de unos pocos frente al
resto de sus semejantes. En función de ello, el
contexto que exige el modelo de la sociedad a
la que se viene haciendo referencia, impone ne-
cesariamente la conciencia de establecer que no
puede existir en forma alguna libertad absoluta
e irrestricta en la sociedad, ya que el individuo
se debe a la misma, se desarrolla e interacciona
dentro de ésta, debiendo por consecuencia en-
tender que el desarrollo y bienestar de la socie-
dad necesariamente impone la armonía entre los
diversos elementos que la componen, siendo
un factor decisivo en ello la articulación
de los derechos individuales en función
de los intereses sociales.
Desde esta perspectiva, estos derechos de
libertad deben forzosamente encontrarse limita-
dos y regulados en cuanto a su extensión, con-
tenido y atributos, para que los mismos pueden
ser ejercidos en compaginación con el bienestar
social, logrando de esta manera evitar que me-
diante el ejercicio de los mismos se incurra en
atropellos y a su vez, que exista el debido equi-
librio y paz que toda sociedad requiere. Siendo
ello así, tal concepción reviste de fundamental
importancia en derechos de contenido econó-
mico, como lo es precisamente el derecho a la
libertad económica, siendo esta la noción que
respecto del mismo viene establecida en nues-
tro texto constitucional.

99
En efecto, dicho derecho es reconocido de
manera expresa en nuestro Estado en el ar-
tículo 112 de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, el cual se expresa en
los siguientes términos:
“Artículo 112: Todas las personas pueden dedicarse
libremente a la actividad económica de su preferencia,
sin más limitaciones que las previstas
en esta constitución y las que establez-
can las leyes, por razones de desarrollo humano,
seguridad, sanidad, protección del ambiente u otras de
interés social. El Estado promoverá la iniciativa privada,
garantizando la creación y justa distribución de la ri-
queza, así como la producción de bienes y servicios que
satisfagan las necesidades de la población, l libertad de
trabajo, empresa, comercio, industria, sin perjuicio de su
facultad para dictar medidas para planificar, racionali-
zar y regular la economía e impulsar el desarrollo inte-
gral del país.”

Este derecho a la libertad económica abarca


toda actividad humana destinada a generar ri-
queza mediante el desarrollo de los factores
productivos; por ende, las libertades de con-
tratar, de comercio, de industria, de ejercer
las profesiones liberales y en general, toda
actividad capaz de producir bienes y riqueza,
quedan enmarcadas dentro de la noción de la
libertad económica, cuando las mismas persi-
guen una finalidad de tal naturaleza. En otras
palabras, el derecho a la libertad económica se
entiende entonces como aquel derecho que tie-
nen todos a dedicarse libremente a la actividad
económica de su preferencia, con la garantía de
que los poderes constituidos deben abstenerse
mediante su actuación de privar todo el sentido
del ejercicio de tales actividades.
100
Ahora bien, si bien se consagra en nues-
tro país el derecho a una libertad del ejercicio
económico, no es menos cierto que la materia-
lización de tal derecho, como todo derecho,
se encuentra sujeto a una regulación que de-
termina y canaliza su ejercicio en sociedad, ya
que como es perfectamente conocido, ningún
derecho es plenamente absoluto, sino que en
aras de garantizar una adecuada convivencia
social y su articulación dentro del todo armó-
nico que debe representar la sociedad, se debe
encontrar sometido a una serie de limitaciones
para su adecuado ejercicio; limitaciones éstas
que vienen impuestas y determinadas en la
Constitución y las Leyes, por razones de desa-
rrollo humano u otras de interés social que el
Estado determine, lo que permite que el Estado
posea un régimen de intervención en la econo-
mía, que resulta del todo comprensible, bajo el
entendido de que precisamente el conjunto de
actividades y el actuar del Estado con tal natu-
raleza de contenido, implica una de las princi-
pales formas a través de las cuáles éste alcanza
su desarrollo y la consecución de sus fines.
Ese régimen de control que posee el Estado,
se ha venido desarrollando en los últimos tiem-
pos mediante distintas facetas, principalmente
en aquella destinada a garantizar la promo-
ción del desarrollo armónico e integral de su
ámbito, comprendiendo lógicamente el desa-
rrollo económico establecido en el artículo 299
de la Constitución de la República Bolivariana
de Venezuela, la promoción de la iniciativa pri-
vada, (como lo prevé el artículo 112 constitucio-
nal) garantizando la creación y justa distribución

101
de la riqueza, así como la producción de bienes
y servicios que satisfagan las necesidades de la
población, la libertad de trabajo, sin perjuicio
de su facultad para dictar medidas para planifi-
car, racionalizar y regular la economía e impul-
sar el desarrollo integral del país.
Siendo así las cosas, se debe entender que la
regulación y limitación que de éste derecho se
realiza en el texto constitucional, resulta eminen-
temente necesaria, ya que a través de ésta
es que se armoniza el ejercicio de dichos
derechos por parte de la pluralidad de
los ciudadanos. Además, debe compren-
derse que en la generalidad de los de-
rechos, y en especial en el campo de los
derechos económicos, se ha cedido y su-
perado la concepción individualista de
los mismos, para darle paso a una con-
cepción social, bajo el entendido de que
el hombre no se debe sólo a sí mismo,
sino que constituye un elemento que
vive y se desarrolla en un medio social,
en donde tienen lugar la interacción de
una gran cantidad de sujetos titulares
de derechos de la más variada natura-
leza, y en donde en definitiva el Estado,
en su condición de garante del orden pú-
blico, del interés general, de la paz y de
la justicia, detenta una serie de deberes
respecto de sus habitantes, concebidos
como cuerpo social, con miras hacia la
consecución de los altos fines que rigen y
condicionan su existir y su proceder, so-
bre la base de la materialización de una
sociedad justa, próspera y progresista.

102
Sin embargo, bajo el modelo de Estado que
constitucionalmente viene establecido en nues-
tro país, debe indicarse que la regulación y li-
mitación al mismo no solamente se encuentra
orientada a lograr un equilibrio, respecto a su
ejercicio en sociedad, sino también a establecer
las condiciones necesarias para que el mismo
no sea concebido como el desarrollo de un
derecho individual, sino como un derecho so-
cial, ejercido y ejecutado en razón del ámbito
social al cual se debe y en función del mismo,
como vía y forma de bienestar social, todo ello,
en atención a la serie de consideraciones que
fueron realizadas precedentemente, cuando
se tuvo la oportunidad de abordar el aspecto
referido a las implicaciones que dimanan de
la cláusula de Estado Social de Derecho y de
Justicia, que se encuentra prevista en el artículo
2 constitucional.

B.3.- Nuevas Manifestaciones Organizativas


de Naturaleza Económica

Ahora bien, partiendo de lo anteriormente ex-


puesto, una economía como la prevista en nues-
tro texto constitucional, debe estar desarrollada
en atención a incrementar el poder del pue-
blo, y por tanto aumentando su protagonismo
en cada uno de los aspectos de la vida social,
con lo cual, resulta plenamente factible y ade-
más necesario, que se constituyan unidades
de base económicas, conformadas por el pue-
blo organizado y encargadas de producción y
prestación de servicios, las cuáles se inserten en
una dinámica económica comunal e inter-co-
munal, para el desarrollado de actividades que

103
cuenten con esta naturaleza, pero que cumplan
el verdadero fin de la economía, es decir, la sa-
tisfacción de las necesidades generales, siendo
en el caso aquí propuesto, las necesidades de la
comunidad.
Así, sería el propio pueblo quien desarro-
llaría un nuevo esquema y orden de relaciones
económicas, a través de unidades de base po-
pulares constituidas para tales efectos, llevando
a cabo actividades de esta naturaleza, donde
el propio pueblo tendría como propósito fun-
damental la satisfacción de las necesidades de
sus comunidades, incluso mediante el estable-
cimiento de intercambio de bienes y servicios
entre las diversas comunidades, a los fines de
desplazar la exclusividad de la moneda como
factor de intercambio, y para de esta manera
contribuir a la instauración de un sistema eco-
nómico que en realidad tenga por fin último, la
satisfacción de las necesidades de la población,
y no la generación del capital únicamente, evi-
tando de esta manera la degeneración o distor-
siones que tal situación puede ocasionar.
Este desarrollo de las actividades por parte
de las unidades económicas de base, que
vale mencionar ha venido siendo implemen-
tado con éxito en Venezuela a través de los
Consejos Comunales y de empresas de pro-
ducción social, ejecutarían sus actividades a
través de medios y factores de producción en
propiedad social y colectiva, a los fines de que
la generación de los rendimientos de sus activi-
dades, efectivamente abarque a la generalidad
del pueblo interviniente en ello, y de esta ma-
nera, sean satisfechas las necesidades generales

104
de toda la comunidad y del pueblo involucrado
en el desarrollo de tales actividades, logrando
de esta manera a su vez, que dichos medios y
factores de producción se encuentren prestos a
servir con una vocación intergeneracional, to-
mando en consideración a la propiedad social
que representan.
De hecho, es necesario tomar en conside-
ración que sobre dichas unidades de produc-
ción social, han existido intentos de establecer
su concepción, como resulta ser el caso del
Decreto 3.895, publicado del 13 de septiembre
de 2005, Número 38.271 ordinario, y en cuyo
artículo 3 se contempla una aproximación a las
mismas en los términos siguientes:
Artículo 3: A los efectos de este Decreto, las definicio-
nes que se enuncian a continuación tendrán el significado
siguiente: … (omissis)
Empresa de Producción Social: Son unida-
des de producción comunitaria, constituida bajo la figura
jurídica que corresponda, tiene como objetivo fundamen-
tal generar bienes y servidos que satisfagan las necesida-
des básicas y esenciales de la comunidad y su entorno,
Incorporando hombres y mujeres de las misiones, privile-
giando los valores de solidaridad, cooperación, comple-
mentariedad, reciprocidad, equidad y sustentabilidad,
ante el valor de rentabilidad o de ganancia.
En todo caso, esas unidades económicas deben mantener
el equilibrio financiero que permita seguir invirtiendo en
el mencionado entorno socio-ambiental, en forma susten-
table y sostenible.

De esta manera, se asume un modelo para


la conformación de unidades de producción so-
cial, donde claramente se otorga el verdadero
sentido y dimensión a la noción de la economía,
105
estableciéndose las mismas, como bien lo señala
la precitada norma, a través de cualquier tipo de
forma organizativa que se encuentre adecuada
al ordenamiento jurídico, para de esta manera
lograr la efectiva flexibilidad que tal clase de or-
ganizaciones deben detentar.
No obstante, es necesario también tener en
consideración que tal clase de organizaciones;
además de ser propiedad social o colectiva
de los trabajadores, o del propio pueblo per-
teneciente a los Consejos Comunales que la
conforme; deben también funcionar en base a
técnicas de Cogestión, entendida como parti-
cipación del pueblo en su efectiva conducción,
logrando una democratización del capital, rom-
piendo con una visión económica tradicional,
y planteando la participación de trabajadores y
trabajadoras en la gestión de la unidad produc-
tiva, garantizando la inclusión de todos y todas
en la toma de decisiones y por tanto, del con-
trol sobre el rumbo de la unidad productiva, en
función de los objetivos revolucionarios.
De tal manera que la Cogestión, en esta
clase de unidades de producción socia, debe
entenderse como una gestión compartida en el
control de todos los ámbitos de la organización,
es decir, la organización del trabajo, la produc-
ción, la responsabilidad social, la distribución y
comercialización de los productos, los sueldos y
salarios, y la satisfacción de las verdaderas ne-
cesidades que se plantean en las comunidades.
Dentro de las características que estimamos
deben estar presentes dentro en la concepción
de estas unidades de producción socialistas, po-
dríamos establecer las siguientes:

106
1. La propiedad es colectiva y/o social, en be-
neficio de las comunidades, por tanto, ex-
cluyendo en esta modalidad la propiedad
privada. Los trabajadores o comunidades
son los dueños del patrimonio de la em-
presa, no existiendo una separación entre
el capital y el trabajo, ni contratación de
trabajo asalariado.
2. Generar empleos estables que incorporan
a la población históricamente excluida, ta-
les como egresados de las Misiones sociales
que adelanta el Gobierno Bolivariano, inte-
grantes de las Unidades de Batallas Endó-
genas (UBES), y en definitiva, a los miem-
bros de la determinada comunidad donde
funcione.
3. El desarrollo y producción de estas unida-
des de producción social, debe estar funda-
mentado en la solidaridad, la cooperación
y la complementariedad de sus miembros y
de sus actividades, bienes y servicios.
Sobre este punto es necesario destacar que
debe ser considerado como criterio clave, en el
funcionamiento de estas unidades de produc-
ción socialista, el proceso de retroalimentación
con otras unidades de producción social, res-
pecto a los bienes y servicios que las mismas
desarrollen, con la finalidad de poder estable-
cer una efectiva dinámica económica, en diver-
sas áreas o sectores económicos, para de esta
manera asegurar una satisfacción en términos
integrales de las necesidades de la población, y
a su vez, garantizar la sustentabilidad del orden
económico socialista establecido.

107
4. Los miembros de estas unidades de pro-
ducción social deben estar concientes de
que detentan un compromiso social, y por
tanto, una responsabilidad en la procura
del desarrollo integral de su comunidad,
con lo cual, sus formas de remuneración
podrán ser establecidas mediante formas
alternativas de pago, distintas al dinero.
Pero a su vez, esta responsabilidad a la que
aquí se alude, debe también implicar el reco-
nociendo los acervos culturales, valores, y vo-
cación productiva de las comunidades donde
se desarrolla la unidad de producción social.
Esto se garantizaría a través de la participación
protagónica de todos y todas los miembros
de la comunidad, evitando la tecnocracia y el
burocratismo.
5. En atención a lo anterior, también se origi-
na la consecuencia de que la producción
de la unidad social debe estar destinada a
satisfacer las necesidades básicas y esencia-
les de la colectividad.
En efecto, el rasgo principal del capitalismo
es el proceso de exclusión de grandes sectores
de la sociedad; por ello el socialismo persigue
crear y generar las condiciones para que la gente
progrese de acuerdo a sus capacidades o poten-
cialidades; ó en el caso de limitaciones extremas,
se proteja a la familia mediante subvenciones,
motivo por el que las unidades de producción
socialista deben superar el pensamiento eco-
nomicista y dar máximo valor al ser humano
y sus necesidades, garantizando el acceso a los

108
productos prioritarios para el consumo y alimen-
tación de los ciudadanos, a un precio justo, de
manera oportuna y con elevada calidad.
Y es que de hecho, un principio básico del
funcionamiento de las unidades de producción
social debe ser la no acumulación de capital;
esto debido principalmente a que las mismas se
desarrollaran en áreas o sectores económicos
determinados, para de esta manera garantizar
la satisfacción de las necesidades de la pobla-
ción en tal sector, en atención al bajo costo de
los productos para la población, con lo cual
la unidad de producción socialista cumple su
principal responsabilidad social, debido a que
el objetivo de la producción sería satis-
facer la demanda social y no obtener
ganancias.
Obviamente, respecto de esta característica
es necesario tener en consideración la retroali-
mentación que debe existir entre cada una de
estas unidades de producción socialista, en los
términos expuestos en el punto tres (03), para
de esta manera garantizar la disponibilidad de
bienes y productos, y por tanto la satisfacción
de las necesidades sociales, en las diversas áreas
o sectores económicos.
Son estos los caracteres básicos y fundamen-
tales, (obviamente sin tener los mismos preten-
siones exhaustivas o taxativas), que estimamos
deben estar presentes en las unidades de pro-
ducción social, o unidades de base comunal, a
los efectos de poder configurar la implantación
de un sistema económico socia, que como fue
mencionado anteriormente, encuentra en los ac-
tuales momentos sus primeros pasos de ensayo

109
en el Estado Bolívar, a través de la implantación
del Acuerdo Marco de Promoción, Estímulo
y Desarrollo de las Empresas de Producción
Social, suscrito entre diversas empresas de pro-
ducción social y el gobierno revolucionario.
De esta manera, se otorga vida a la finali-
dad que prevé nuestro texto constitucional en
materia económica, así como también a uno
de los ejes fundamentales que inspira a nuestro
texto constitucional, como lo es la participación
popular, la cual es prevista como elemento me-
dular en nuestro texto constitucional, y que por
ende, debe materializar sus implicaciones en
cada uno de los preceptos contenidos en nues-
tra Carta Magna.

IV.- Análisis Comparativo entre La


Constitución Venezolana, Ecua-
toriana y Boliviana
A.- Modelo de Estado
En primer lugar, debe comenzarse por señalar
que la noción de Estado que es contemplada en
cada una de las Constituciones a las que aquí
se hace referencia, es decir, la CRBV, la CRE
y la CRB, proclaman a sus respectivos Estados
Sociales, trayendo ello significativas implicacio-
nes que pueden ser fácilmente determinadas a
lo largo de sus respectivos articulados. Así la
CRBV plantea en su artículo 2:
“Artículo 2. Venezuela se constituye en un Estado
democrático y social de Derecho y de Justicia, que pro-
pugna como valores superiores de su ordenamiento jurí-
dico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la

110
igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabili-
dad social y en general, la preeminencia de los derechos
humanos, la ética y el pluralismo político.”

Por su parte, el artículo 1 de la CRB expresa:

“Artículo 1. Bolivia se constituye en un Estado


Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario,
libre, independiente, soberano, democrático, intercultu-
ral, descentralizado y con autonomías. Bolivia se funda
en la pluralidad y el pluralismo político, económico, ju-
rídico, cultural y lingüístico, dentro del proceso integra-
dor del país.”

De igual manera, el artículo 1 de la CRE


indica:

“Artículo 1: El Ecuador es un Estado constitucional


de derechos y justicia, social, democrático, soberano, inde-
pendiente, unitario, intercultural, plurinacional y laico.
Se organiza en forma de república y se gobierna de ma-
nera descentralizada.
La soberanía radica en el pueblo, cuya voluntad es el
fundamento de la autoridad, y se ejerce a través de los
órganos del poder público y de las formas de participa-
ción directa previstas en la Constitución.
Los recursos naturales no renovables del territorio del Es-
tado pertenecen a su patrimonio inalienable, irrenuncia-
ble e imprescriptible.”

Siendo ello así, debe entonces tenerse con-


ciencia en relación a que la consagración de un
Estado como Social comporta la búsqueda del
desarrollo pleno de las capacidades de sus ciu-
dadanos y la consecución de la felicidad de los
mismos.
Bajo esta perspectiva, debemos indicar que
el principio del Estado Social comporta un

111
efecto vinculante que actúa e incide en todas
y cada una de las medidas de conducción y di-
rección estatal; es decir, comporta la obligación
para cada uno de los componentes del Estado
de actuar en función de los objetivos que in-
forman al Estado Social, dentro de los cuáles
se encuentran, como uno de los objetivos prin-
cipales, el combatir las penurias económicas y
sociales y las desventajas de los diversos secto-
res de la población, mediante la prestación de
protección y asistencia, y en definitiva la crea-
ción de las condiciones que resulten imperati-
vas para la erradicación de dichas penurias y
desventajas.
Por ello, comprende la obligación para el
Estado de contribuir a garantizar a todas y cada
una de las personas que lo conforman el mí-
nimo vital para una existencia apropiada, esfor-
zándose en la construcción de las condiciones
indispensables para asegurar a la generalidad
de los habitantes una vida digna y adecuada,
potenciando sus capacidades, con el propósito
de mantener y cada día mejorar el nivel de vida
de los mismos en la sociedad. En tal sentido,
comporta una modificación total y abso-
luta de la forma de asumir el poder pú-
blico y su gestión, ya que el mismo deja
de asumir la actitud de pasividad propia
de la concepción liberal del Estado, para
asumir un rol activo en la consecución y
materialización de los cometidos antes
mencionados.
Así, el principio del Estado social consa-
grado en la CRBV, en la CRE y en la CRB,
comprende la obligación para el Estado de

112
contribuir a garantizar a todas y cada una de
las personas que lo conforman, el mínimo vital
para una existencia apropiada, esforzándose en
la construcción de las condiciones indispensa-
bles para asegurar a la generalidad de los habi-
tantes una vida digna y adecuada, potenciando
sus capacidades, con el propósito de mantener
y cada día mejorar el nivel de vida de los mis-
mos en la sociedad.
Sin embargo, tal y como se comentó, tal
responsabilidad no sólo atañe a la acción de
gobierno o a la función ejecutiva, sino por el
contrario, la misma involucra a todos los com-
ponentes del Estado; y siendo así las cosas, por
una parte, el legislador debe estar orientado
en su proceder a la conformación, mediante
el ejercicio de su función estatal, del ordena-
miento jurídico social económico justo, capaz
de proporcionar el sustrato necesario sobre el
cual se habrá de fundamentar los órganos de
gobierno para la acometida de sus funciones.
Esta sujeción del legislador resulta forzada,
ya que es éste el llamado en forma directa a la
materialización de la actividad legislativa encar-
gada de desarrollar los preceptos establecidos
en el texto constitucional; en donde deberá es-
tablecer las vías para el perfeccionamiento de
los derechos de los ciudadanos y además im-
poner la serie de metas y cometidos que debe-
rán realizar los demás componentes del Estado,
para la consecución de los fines sociales que
dibuja el texto constitucional, dando vida a
las coordenadas y parámetros constitucionales
para una justa y equitativa redistribución de las
riquezas, y alcanzar la serie de objetivos a los
que hemos hecho referencia.

113
A la par, también es necesario tomar con-
ciencia que la función judicial debe reorde-
narse, para tomar conciencia que este nuevo
paradigma de Estado implica el que la inter-
pretación del conjunto de normas que confor-
man el ordenamiento jurídico debe obedecer
a la noción misma de Estado, es decir, a una
noción de Estado Social de Derecho; lo cual
acarreará el que la aplicación de la ley debe
tener siempre en consideración primaria la
salvaguarda de los derechos que conforman la
esfera jurídica de los particulares, y en defini-
tiva a la función jurisdiccional, como un ele-
mento de carácter instrumental cuya única y
verdadera finalidad, cuya razón de existencia,
no debe ser otra sino la consecución y la mate-
rialización de la justicia, dando de esta manera
sentido y efectividad a la esencia de nuestra
concepción de Estado.
Esto nos lleva a asegurar que bajo
este paradigma de Estado, se encuentra
llamado y obligado a asumir una acti-
tud positiva, es decir, se encuentra en el
irrelajable deber de actuar, de asumir
una actitud o conducta intervencionista
en cada uno de los órdenes y sectores
de actividad que se desarrollan y veri-
fican mediante las diversas interaccio-
nes que tienen lugar en el ámbito social;
atendiendo a la realidad que se presente
en determinado momento, claro está,
siempre cuidando mantener el debido
respeto al conjunto de derechos y garan-
tías consagrados a los ciudadanos en el
texto constitucional.

114
No obstante lo anterior, de igual ma-
nera debe indicarse que a diferencia de
la CRB, tanto la CRBV y la CRE se consa-
gran, además de un Estado Social, como
Estados de Justicia. Partiendo de tal pre-
misa, el Estado adquiere una nueva di-
mensión, en la cual pasa a constituirse en
un agente cuya misión fundamental será
la de asegurar la procura existencial del
individuo bajo los patrones de la justicia,
y actuar de manera decisiva en la mate-
rialización de la misma.
Por esta razón debe concluirse que la ac-
tuación desarrollada por el Estado debe tener
por ratio final a la justicia; debido a que expre-
samente el Estado se consagra como un Estado
de Justicia, con lo cual el contenido de su pro-
ceder deberá siempre esta guiado en función
de la misma, además de por la serie de prin-
cipios y valores constitucionales previstos en el
texto constitucional.
En razón de todo lo anterior, no cabe duda
que el modelo de Estado que actualmente se
encuentra plasmado en la CRBV y en la CRE
implica, no sólo el actuar del Estado en confor-
midad con el derecho, sino además el actuar y
proceder siempre en conformidad con la serie
de valores y principios constitucionalmente es-
tablecidos, con la finalidad de alcanzar la jus-
ticia que informa dicha concepción de Estado.
Ahora bien, tal cambio radical en la concep-
ción de Estado repercutirá en distintos órdenes
del mismo, es decir, en lo político, en lo social,
en lo económico, en lo jurídico y cultural, en
aras de alcanzar la justa dimensión social que

115
ello involucra, y a su vez para hacer prelar la
esencia de justicia que lo envuelve, en conjun-
ción con la serie de valores y principios inhe-
rentes a dicha noción de Estado, para que se
traduzca en la consecución de una convivencia
humana digna y feliz.
Y ello en razón de que la justicia concebida
y planteada en dichos textos constitucionales no
puede ser considerada como una justicia inma-
terial, sino precisamente aquella justicia posible
y realizable, bajo la premisa de la preeminencia
de los derechos de la persona humana como
valor supremo del ordenamiento jurídico, es
decir, de una justicia material.
De hecho, cabe destacar que ello ha sido
puesto de manifiesto, al menos en el caso ve-
nezolano, por la jurisprudencia emanada del
Tribunal Supremo de Justicia venezolano, entre
cuyas decisiones vale destacar:
“Cuando el Estado se califica como de derecho y de Jus-
ticia y establece como valor superior de su ordenamiento
jurídico a la Justicia y a la preeminencia de los derechos
fundamentales, no está haciendo más que resaltar que los
órganos del Poder Público –y en especial el sistema judi-
cial– deben inexorablemente hacer prelar una noción de
justicia material por sobre las formas y tecnicismos, pro-
pios de una legalidad formal, que ciertamente ha tenido
que ceder frente a la nueva concepción de Estado.” (Sen-
tencia de la Sala Político Administrativa de
fecha 5 de octubre de 2.000, recaída en el caso
“IDEA”.)

Por tanto, dicha concepción de Estado de


Justicia que se encuentra contemplado tanto
en la CRBV como en la CRE, comporta un
Estado comprometido en cada una de sus

116
manifestaciones de su actuación, con el logro
de la felicidad y del desarrollo integral de los
individuos y por ende, con la creación de las
condiciones necesarias para que la misma sea
efectivamente alcanzada; implicando la realiza-
ción de un conjunto de tareas y cometidos de va-
riada índole, orientados todos a la satisfacción de
las necesidades que aquejan a la población, a la
correcta distribución de la riqueza de la Nación
para escenificar el entorno apropiado que per-
mita proporcionar al individuo, los medios y las
herramientas necesarias para que mejore su con-
dición de vida, y se alcance de ésta manera la es-
tabilidad social requerida para que el ciudadano
se encuentre en la capacidad de desarrollarse a
plenitud, lo que en definitiva se traducirá en la
conformación de una sociedad justa, equilibrada
y progresista, que cuente con la fuerza capaz de
impulsar el desarrollo del país.

B.- Estructura del Poder Público


En cuanto a la forma en la que se encuentra
distribuido el Poder Público, en lo relativo a las
diversas funciones de Estado, puede observarse
que se presenta una similitud entre todos los
textos constitucionales aquí bajo análisis, en lo
que respecta a la influencia del pensamiento del
Libertador Simón Bolívar en el aspecto referido
a la división de las funciones que integran el
Poder Público, específicamente en el abandono
de la concepción clásica tripartita de éste, para
pasar a la incorporación de nuevas funciones
públicas, adicionales a las tradicional ejecutiva,
judicial y legislativa.

117
Es este momento resulta necesario realizar
un breve paréntesis para indicar que tanto la
CRE como la CRB, plantean una expresión
más adecuada desde el punto de vista de las
ciencias constitucionales en lo que respecta a
la ramificación del poder público del Estado,
evitando utilizar la expresión de “división del
poder público”, contemplada en el texto cons-
titucional venezolano, para hacer referencia de
una forma más apropiada a las diversas “funcio-
nes” que integran el Poder Público del Estado
(caso ecuatoriano), o a la estructuración y orga-
nización del Poder Público en diversos órganos,
(judicial, electoral, ejecutivo, etc.), como lo con-
templa la CRB.
Ahora bien, bajo la égida del modelo de
Constitución propuesto por el Libertador para
Bolivia en el año de 1826, (25 de mayo), las tres
Constituciones bajo análisis plantean la incor-
poración de la función electoral como una de
las funciones del poder público del Estado. En
el caso Venezolano, la CRBV plantea en su ar-
tículo 292 la existencia del “Poder Electoral”,
conformado por el Consejo Nacional Electoral,
órgano con autonomía funcional y no vincu-
lado a ninguno de los otros poderes públicos
desde una perspectiva de adscripción o depen-
dencia. De igual forma, dicho Poder Electoral
cuenta con una estructura orgánica que se de-
sarrolla aguas abajo en organismos de diferente
alcance territorial, para el ejercicio de las fun-
ciones electorales, siempre bajo la rectoría del
Consejo Nacional Electoral.
Este Poder Electoral, cuenta con una
conformación de cinco (5) miembros cuya

118
designación, en atención a un procedimiento
específico de selección, se encuentra bajo la
responsabilidad del Parlamento venezolano (ar-
tículo 296), y tiene como función específica la
rectoría de toda la materia electoral en el país
(a excepción de aquellas de índole jurisdiccio-
nal que puedan existir en dicha materia electo-
ral, y cuya competencia se encuentra atribuida
al Poder Judicial), abarcando desde su planifi-
cación hasta la definitiva materialización de los
diversos actos electorales.
Por su parte, el caso de la CRE contem-
pla una “función electoral”, pero conformada
además del Consejo Nacional Electoral, (el
cual constituye el máximo órgano de rectoría
administrativa de la materia electoral), por el
Tribunal Contencioso Electoral, (artículo 217
de la CRE), encargado de la materia de índole
jurisdiccional en el campo electoral.
Destaca con meritoria significación que tanto
los miembros del Consejo Nacional Electoral,
así como los del Tribunal Contencioso
Electoral, son designados por el propio pue-
blo, a través del Consejo de Participación
Ciudadana y Control Social, de acuerdo a lo
dispuesto en el artículo 224 de la CRE, en lo
que pudiera ser considerado como un meca-
nismo de profundización de la participación
y control del pueblo en la conformación y en
el ejercicio del poder público del Estado. En
efecto, de acuerdo al texto constitucional de
la hermana república ecuatoriana, el Consejo
de Participación Ciudadana y Control Social,
(sobre el cual se hará referencia en detalle más
adelante), se encuentra conformado por un

119
grupo de autoridades denominadas consejeros
que se encuentran constituido por ciudada-
nos que hayan sido postulados por las orga-
nizaciones sociales y el pueblo ecuatoriano, y
designados a través de un concurso público,
profundizando de esta manera la participación
del pueblo en la conformación y elección de
los poderes públicos del Estado.
En el caso boliviano, debe señalarse que
también es contemplado el denominado “ór-
gano electoral plurinacional”, como forma o es-
tructura del poder público del Estado Boliviano,
y el cual se encuentra integrado, de acuerdo a
lo previsto en el artículo 205 de la CRB, por el
Tribunal Supremo Electoral (máximo autoridad
electoral del país), los Tribunales Electorales
Departamentales, los Juzgados Electorales, los
Jurados de las Mesas de Sufragio y los Notarios
Electorales, los cuáles constituyen los encarga-
dos de la planificación y desarrollo de todos los
procesos electorales en el país, así como tam-
bién de los perspectiva jurisdiccional en dicha
materia.
De igual modo, y en desarrollo de una vi-
sión pentapartita del poder público, tanto la
Constitución venezolana como la ecuatoriana
plantean una función más a las antes expuestas,
como lo es el Poder Ciudadano en el caso ve-
nezolano, y la función de transparencia y con-
trol social en el caso ecuatoriano.
En efecto, la CRBV plantea en su artículo
273, en base a la inspiración del Poder Moral
planteado por nuestro Libertador Simón
Bolívar, la existencia de un quinto poder deno-
minado “Poder Ciudadano” y cuya finalidad

120
radica en la previsión, control e investigación
de los actos u hechos que atenten contra la mo-
ral y la ética pública, así como contra la moral
administrativa, teniendo también por misión
la promoción y difusión de los valores patrios,
morales, de libertad y de justicia.
Este Poder Ciudadano es ejercido desde
una perspectiva orgánica por el Consejo Moral
Republicano, órgano de expresión del mismo
que se encuentra conformado por el Fiscal
General de la República, el Defensor del
Pueblo y el Contralor General de la República,
los cuáles constituyen órganos que detentan
características y competencias propias dentro
del texto constitucional venezolano, pero cuyos
titulares conforman el denominado Consejo
Moral Republicano como órgano de expresión
del referido Poder.
En el caso Ecuatoriano, de igual forma existe
una quinta función pública dentro del Estado,
además de la ejecutiva, judicial, legislativa y
electoral; como lo es la “Función de Transparencia
y Control Social”, desarrollada en los artículos 204
y siguientes de la CRE, pero cuyas competen-
cias apuntan a la conformación de un poder
popular como manifestación del poder del pue-
blo y de su participación activa y decisiva en
el desarrollo de la vida del Estado, pendiendo
ello de manifiesto el carácter de un gobierno
y de un Estado eminentemente popular, en la
adopción de una nueva visión y concepción de
Estado.
Así esta Función de Transparencia y Control
Social detenta por finalidad, de acuerdo a lo
previsto en sus artículos 204 y 208 de la CRE,

121
la de “promover la participación ciudadana,
estimular procesos de deliberación pública y
propiciar la formación en ciudadanía, valores,
transparencia y lucha contra la corrupción; esta-
blecer mecanismos de rendición de cuentas de
las instituciones y entidades del sector público,
y coadyuvar procesos de veeduría ciudadana y
control social; investigar denuncias sobre actos
u omisiones que afecten a la participación ciu-
dadana o generen corrupción, emitir informes
que determinen la existencia de indicios de
responsabilidad, formular las recomendaciones
necesarias e impulsar las acciones legales que
correspondan” entre otras.
Siendo ello así, es claro que esta innova-
dora función pública busca la determinación
de la concepción del Estado Ecuatoriano, en
base a una noción de prevalencia de la sobe-
ranía popular y de la existencia de una demo-
cracia participativa y popular. Esta Función de
Transparencia y Control Social está formada
por el Consejo de Participación Ciudadana
y Control Social, la Defensoría del Pueblo,
la Contraloría General del Estado y las
Superintendencias que en distintas áreas de ac-
tuación del Estado son designados, cada una de
las cuáles detenta un particular proceso de de-
signación de sus autoridades.
Así, el Consejo de Participación Ciudadana
y Control Social está integrado por siete (7) con-
sejeros principales con sus respectivos suplen-
tes, cuya designación es realizada, de acuerdo a
lo planteado en el artículo 207 de la CRE, entre
las personas que sean postuladas por las orga-
nizaciones sociales del país y la ciudadanía en

122
general, siendo la designación aquí en referen-
cia canalizada por un proceso de un concurso
público organizado por el Consejo Nacional
Electoral. Por su parte, en lo que respecta a la
Defensoría del Pueblo y la Contraloría General
del Estado, que de igual manera constituyen
órganos que detentan competencias propias y
particulares como órganos con autonomía fun-
cional dentro del Estado, son designados por el
Consejo de Participación Ciudadana y Control
Social, el cual, de acuerdo a lo dispuesto en el
artículo 209 de la CRE, debe organizarse en
comisiones ciudadanas de selección integradas
por representantes de organizaciones sociales y
del pueblo en general, quienes serán los encar-
gados del desarrollo de un proceso de concurso
público de méritos a los fines de designar a las
autoridades de estos dos órganos, lo cual cons-
tituye una diferencia en cuanto a la manera de
designación del Defensor del Pueblo y de la
Contraloría General de la República en el caso
venezolano, los cuáles son designados, también
en virtud de un procesos de selección de cre-
denciales, pero por parte del Poder Legislativo.
Por último, en lo que se refiere a la con-
formación de la Función de Transparencia y
Control Social, nos encontramos con las figuras
de las Intendencias, las cuáles, de acuerdo a lo
dispuesto a lo dispuesto en el artículo 213 de la
CRE, son definidas de la siguiente manera:
“Art. 213: Las superintendencias son organismos téc-
nicos de vigilancia, auditoria, intervención y control de
las actividades económicas, sociales y ambientales, y de
los servicios que prestan las entidades públicas y priva-
das, con el propósito de que estas actividades y servicios

123
se sujeten al ordenamiento jurídico y atiendan al interés
general. Las superintendencias actuarán de oficio o por
requerimiento ciudadano. Las facultades específicas de
las superintendencias y las áreas que requieran del con-
trol, auditoria y vigilancia de cada una de ellas se deter-
minarán de acuerdo con la ley.
Las superintendencias serán dirigidas y representadas por
las superintendentas o superintendentes. La ley determi-
nará los requisitos que deban cumplir quienes aspiren a
dirigir estas entidades…”

Estas superintendencias son designadas


por el Consejo de Participación Ciudadana
y Control Social, de una terna que le es pre-
sentada por el Presidente de la República, pu-
diendo ser impugnada dicha designación por
parte de la ciudadanía en general.
En tal sentido, nótese entonces que en lo
que respecta a sus funciones, y en lo que res-
pecta a su proceso de conformación, esta no-
vedosa función del poder público ecuatoriano,
busca la consolidación de un modelo de Estado
eminentemente popular, y el desarrollo de un
democracia participativa, en la que es reivindi-
cada la condición de soberano del pueblo.
Por su parte, en lo que respecta a la CRB,
debe manifestarse que la misma no presenta
dentro de la composición del poder público,
otra función pública adicional a la ejecutiva, ju-
dicial, legislativa y electoral.
También en este trabajo comparativo entre
los textos constitucionales venezolano, ecuato-
riano y boliviano; debe señalarse, en relación
al concreto aspecto de la estructura del poder
público que aquí es referido, que existen otras
diferencias en relación a la composición de los

124
diferentes poderes o funciones públicas, en
cada una de sus manifestaciones.
Así, en el caso de la Función Ejecutiva debe
indicarse que, que la misma se encuentra confor-
mada en los tres países por el Presidente y Vice-
Presidente de la República, y por los Ministros
del Gabinete. Sin embargo, debe destacarse que
en el caso venezolano no existe la doble vuelta
para la elección popular del Presidente de la
República, y la persona del Vice-Presidente es
designado directamente por el Presidente de la
República, mientras que en lo que respecta al
caso de Bolivia y Ecuador, tanto la persona del
Presidente de la República como la del Vice-
Presidente son producto de una llave o formula
electoral que es sometida al proceso de elección
popular, existiendo en ambos países un sistema
de elección con doble vuelta.
Por otra parte, en lo que respecta al ór-
gano legislativo, (Asamblea Nacional tanto
en Venezuela como en Ecuador y Asamblea
Legislativa Plurinacional en Bolivia), debe in-
dicarse que en todos los países sometidos al
presente análisis, el mismo esta compuesto por
parlamentarios que son designados a través del
sufragio directo, universal y secreto, y a su vez,
todos responden a un concepción moderna del
Parlamento, en la que dicha función pública no
se agota con la elaboración y sanción de tex-
tos legislativos, sino que la misma comporta, en
atención a una concepción de democracia pro-
tagónica y participativa, atribuciones de con-
trol, tanto político como administrativo, que es
practicado en la gestión pública y en las autori-
dades o funcionarios públicos, llevando por su

125
supuesto incluido las atribuciones y competen-
cias de investigación que sean necesarias para
el ejercicio de dicha atribución de fiscalización
y control.
También, como parte de una nueva con-
cepción de Parlamento, son desarrolladas
atribuciones destinadas a la promoción de la
participación popular, a través de las formas
determinadas en el ordenamiento jurídico, y
a su vez, mediante la inclusión del pueblo en
consultas y participación abierta y decisiva en
los procesos de elaboración de leyes, no tan
sólo porque resulta contemplada, en todos los
textos constitucionales sometidos al presente
análisis, la posibilidad de la iniciativa legislativa
por parte del pueblo organizado, en el que este
puede proponer al Parlamento proyectos con-
cretos de ley a los fines de impulsar su discu-
sión y sanción, sino también que en todos los
textos constitucionales aquí referidos, se con-
templa el proceso de consulta obligatoria del
pueblo para todos los proyectos de ley a ser
sometidos a discusión por el Parlamento, con
la excepción de aquellas de contenido presu-
puestario y tributario; evidenciándose de esta
manera, una nueva concepción, evidentemente
más activa, en el ejercicio de la función legis-
lativa que se encuentra en plena armonía con
el modelo de democracia popular, autentica y
verdadera, que es contemplado en todos los
textos constitucionales aquí revisados.
En lo que respecta al ejercicio de la Función
Judicial, debe señalarse que existen entre cada
uno de los países aquí referidos diferencias en
cuanto a la conformación del órgano que tendrá

126
a cargo el ejercicio de la función jurisdiccional.
En el caso venezolano, el Poder Judicial esta
compuesto por todos los órganos jurisdicciona-
les (al igual que ocurre en el caso Boliviano y el
Ecuatoriano), teniendo como cúspide de dicho
Poder, al Tribunal Supremo de Justicia como
máximo órgano jurisdiccional de país.
Este Tribunal Supremo de Justicia se en-
cuentra conformado por siete (7) Salas que
constituyen la máxima instancia judicial en
sus respectivas materia, existiendo la Sala
Constitucional, Sala Político Administrativa,
Sala Electoral, Sala de Casación Social, Sala
de Casación Civil y Sala de Casación Penal,
y la Sala Plena, esta última integrada por la
reunión de todos los Magistrados que confor-
man las distintas Salas del Tribunal Supremo
de Justicia, previendo la CRBV la conforma-
ción de un sistema de justicia integrado por
el propio Tribunal Supremo de Justicia y de-
más tribunales de la República, el Ministerio
Público, la Defensoría Pública, los órganos de
investigación penal, los auxiliares de justicia y
funcionarios de justicia, el sistema penitencia-
rio y los abogados autorizados para el ejercicio;
componentes todos de un sistema organizacio-
nal, siendo lo fundamentalmente importante de
ello, el que cada uno de sus integrantes, como
sistema al fin, deberán actuar de manera coor-
dinada y planificada con miras a la consecución
de un determinado fin, que en su caso, será el
de la consecución de la justicia.
La designación de cada uno de los
Magistrados que conforman cada una de
Salas (5 en cada una a excepción de la Sala

127
Constitucional integrada por 7, y desde luego
la Sala Plena, como reunión de todos), le co-
rresponde constitucionalmente al Parlamento,
es decir, a la Asamblea Nacional, a través de un
proceso de un proceso de evaluación en el que
incluso participa otro poder público, como lo
es el Poder Ciudadano.
También vale destacar que dentro de la
CRBV es contemplada como competencias es-
peciales la denominadas “jurisdicción militar” y
la “jurisdicción indígena.”
En lo que respecta al caso Boliviano, debe
indicarse que de acuerdo a lo previsto en el
artículo 179 de la CRB, la Función Judicial
se encuentra destinada al ejercicio de la juris-
dicción, la cual es catalogada por dicho texto
constitucional en la “Jurisdicción Ordinaria”,
la “Jurisdicción Indígena” y la “Jurisdicción
Agroambiental”, explicando el artículo 192
de la CRB que la cooperación y la colabora-
ción entre cada una de dichas jurisdicciones
será establecida mediante la “Ley de Deslinde
Jurisdiccional”.
La denominada jurisdicción ordinaria se
encuentra integrada por el Tribunal Supremo
de Justicia y el desarrollo de instancias jurisdic-
cionales en atención a ámbitos territoriales. El
Tribunal Supremo de Justicia, el igual que en
caso venezolano, se encuentra integrado por
Salas con “competencias especializadas” las
cuáles por mandato constitucional serán desa-
rrolladas mediante ley, representando dicho
Tribunal la máxima instancia de la jurisdicción
ordinaria. La designación de los Magistrados
que integran cada una de las Salas es realizada

128
mediante sufragio secreto y universal, con la
particularidad de que los postulados a dichos
cargos serán determinados por el Parlamento
Boliviano (Asamblea Legislativa Plurinacional),
según lo plantea el artículo 182 de dicho texto
constitucional, no existiendo para los mismos la
posibilidad de reelección ni tampoco la posibi-
lidad para los postulados de realizar campaña
electoral en la elección, correspondiéndole al
órgano electoral únicamente la posibilidad de
realizar la campaña a cada postulado.
Por su parte, la denominada “Jurisdicción
Agroindustrial”, constituye una jurisdicción
dedicada única y exclusivamente a la materia
agraria y ambiental, compuesta por una estruc-
tura orgánica de tribunales especializados en
dichas materias, y cuya máximo autoridad u
órgano lo constituye el denominado “Tribunal
Agroambiental”, de acuerdo a lo pautado en
el artículo 186 de la CRB, siendo designados
los Magistrados que la integran mediante el su-
fragio universal, en aplicación del mismo pro-
cedimiento delimitado para los Magistrados
integrantes del Tribunal Supremo de Justicia,
en la jurisdicción ordinaria.
En lo que respecta a la denominada
Jurisdicción Indígena Originario Campesina,
el texto constitucional boliviano nos plantea en
su artículo 190 que la misma será canalizada
a través de las autoridades, principios, valores
culturales, normas y procedimientos propios de
los pueblos indígenas, señalando por su parte el
artículo 191 que estarán sujetos esta jurisdicción
“los miembros de la nación o pueblo indígena originario
campesino, sea que actúen como actores o demandado,

129
denunciantes o querellantes, denunciados o imputados,
recurrentes o recurridos”, no existiendo posibilidad
de asimilar o supeditar a dicha jurisdicción a la
denominada jurisdicción ordinaria.
También, resulta necesario destacar que el
régimen disciplinario y de control de dichas ju-
risdicciones, con la excepción de la indígena,
estará a cargo del denominado Consejo de la
Magistratura, contemplado en el artículo 193 de
la CRB, el cual detenta la particularidad de que
sus miembros son seleccionados mediante el
sufragio universal del pueblo, siendo los postu-
lados o candidatos a los cargos que conforman
dicho Consejo, propuestos por la Asamblea
Legislativa Plurinacional, a diferencia de lo que
ocurre en el caso venezolano, en el que el artí-
culo 267 se indica que la dirección y gobierno
del Poder Judicial recaen en responsabilidad
del Tribunal Supremo de Justicia, a través de
la Dirección Ejecutiva de la Magistratura, cu-
yos miembros son designados por un proce-
dimiento determinado en ley, pero que no
incluye la elección popular de los mismos.
Por último, en relación al ejercicio de la
función judicial, debe señalarse que existe una
diferencia entre los textos constitucionales aquí
analizados, en lo que respecta al elemento de la
jurisdicción constitucional, la cual es ejercida en
Venezuela, por mandato de lo previsto en el artí-
culo 334 de la CRBV, por la Sala Constitucional
que forma parte del Tribunal Supremo de
Justicia, y por ende, del Poder Judicial.
Por su parte, tanto en Bolivia como
Ecuador, se ha acogido un sistema o modelo
de jurisdicción constitucional parecido al

130
europeo, como lo sería el caso del Tribunal
Constitucional Alemán o el Tribunal
Constitucional Español, ya que en Ecuador
existe la Corte Constitucional (artículo 429),
y en Bolivia, el Tribunal Constitucional
Plurinacional, (artículo 196).
En ambos casos, constituyen órganos que se
encuentran fuera del ámbito de la función ju-
dicial o jurisdiccional, lo cual pudiere resultar
lógico, tomando en consideración la naturaleza
material que detentan las competencias que por
dicha clase de órganos son ejercidas. Para el
concreto ejemplo de Ecuador, la designación
de los miembros de la Corte Constitucional
le corresponderá, de acuerdo a lo previsto en
el artículo 434 de la CRE, a una comisión ca-
lificadora que estará integrada por dos perso-
nas nombradas por cada una de las funciones,
Legislativa, Ejecutiva y de Transparencia y
Control Social, realizándose dicha selección so-
bre los postulados por los representantes de las
funciones anteriores, a través de un proceso de
concurso público, con veeduría y posibilidad
de impugnación ciudadana, procurándose la
paridad entre hombres y mujeres.
Por su parte, la CRB plantea la autono-
mía y no pertenencia a la función judicial del
Tribunal Constitucional Plurinacional, plateán-
dose la diferencia de que los miembros de di-
cho Tribunal serán elegidos mediante sufragio
universal, de acuerdo a lo que estipula su ar-
tículo 198, en aplicación del mismo procedi-
miento que es utilizado para la selección de los
miembros del Tribunal Supremo de ese país,
anteriormente aquí explicado.

131
En otro contexto, al enfocarnos en la perspec-
tiva del poder público desde el punto de vista
territorial, debemos señalar que cada uno de los
textos constitucionales anteriores, contempla la
perspectiva del poder electoral a nivel nacional,
mediante la configuración orgánica de dicha fun-
ción, en diversas estructuras a lo largo del terri-
torio nacional, al igual que sucede en el campo
de la función judicial, en la que la misma, (en los
tres textos constitucionales), es concebida para
ser ejercida a nivel nacional a través de la estruc-
tura orgánica determinada en ley.
En el caso venezolano, de igual manera el
Poder Ciudadano ejercerá sus competencias
a nivel nacional, junto con la serie de órganos
determinados por la ley para el desempeño
de sus competencias y atribuciones en los di-
versos órdenes político territoriales. En el caso
Ecuatoriano también a nivel nacional será ejer-
cida la Función de Transparencia y Control
Social, de igual manera, a y través de un sustrato
orgánico estructural que le permita el desarrollo
de sus actividades en todo el territorio nacional.
En lo que respecta a la concepción del resto
de las entidades político territoriales que con-
forman el Estado, debe señalar que en los tres
constitucionales es adoptado la concepción de
un Estado descentralizado que, lógicamente,
varía en atención a puntuales referencias pre-
vistas en cada texto constitucional, pero mante-
niéndose en esencia en cada uno de los Estados
aquí estudiados, el reconocimiento de entida-
des políticas territoriales que hacen vida y se
desarrollan dentro del territorio nacional, bajo
el principio de unidad e integridad territorial,

132
y que configuran la distribución político territo-
rial del Estado, configurándose para cada una
de estas autoridades electas en el campo ejecu-
tivo y legislativo, y contando con autonomía de
gestión, administrativa y económica dentro del
orden de sus competencias y atribuciones, pero
siempre enmarcada dentro de la unidad territo-
rial del Estado.
Así en el caso venezolano, desde la pers-
pectiva de las entidades político territoriales,
encontramos a la República, el Distrito Capital,
los Estados, los Municipios y la Alcaldía
Metropolitana, con la posibilidad reconocida
constitucionalmente de establecimiento de uni-
dades o demarcaciones territoriales de concep-
ción administrativa, como lo son los Distritos,
las Regiones y Parroquias.
En lo que respecta a las entidades estada-
les y municipales, es electa mediante sufragio
universal, directo y secreto, la autoridad eje-
cutiva, representada por el Gobernador y el
Alcalde respectivamente; mientras que también
es reconocida la existencia de funciones legis-
lativas en cada uno de estos niveles, como lo
son los Consejos Legislativos y los Concejos
Municipales, cada uno de estos órganos electos
también por votación popular y con la capaci-
dad de dictar actos con rango y fuerza de ley
en cada uno de sus respectivos ámbitos territo-
riales, en plena adecuación con la Constitución
Nacional y con las leyes nacionales.
En lo que respecta a Ecuador, el artículo 242
de la CRE plantea que el Estado Ecuatoriano
se organiza desde la perspectiva territorial en
Regiones, Provincias, Cantones y Parroquias

133
Rurales, todos estos con funciones legislati-
vas y ejecutivas, de acuerdo a lo indicado en
el artículo 240, con la sólo excepción de las
Parroquias Rurales que no poseen funciones
legislativas sino reglamentarias. Ahora bien,
de ello es necesario destacar que la organiza-
ción del territorio fundamentalmente vendrá
dada en Provincias, Cantones y Parroquias, to-
mando en consideración que la existencia de la
Regiones dependerá de la posibilidad de que
las mismas sean creadas, en atención a lo dis-
puesto en el artículo 244 del texto constitucio-
nal ecuatoriano que plantea lo siguiente:
“Art. 244.- Dos o más provincias con continuidad
territorial, superficie regional mayor a veinte mil kilóme-
tros cuadrados y un número de habitantes que en con-
junto sea superior al cinco por ciento de la población
nacional, formarán regiones autónomas de acuerdo con
la ley. Se procurará el equilibrio interregional, la afini-
dad histórica y cultural, la complementariedad ecológica
y el manejo integrado de cuencas. La ley creará incenti-
vos económicos y de otra índole, para que las provincias
se integren en regiones.”

Siendo ello, es claro que en cuanto a una


organización primaria del territorio, las regio-
nes podan ser creadas en atención a la agru-
pación de provincias, siempre que cumplan
con las exigencias que resultan planteadas en
la recién citada norma, y que además sigan el
procedimiento establecido por los artículos 245
y 246 de la CRE. No obstante debe destacarse
que estas Regiones contarán con un régimen de
competencias exclusivas, expresamente deter-
minadas en el artículo 262 de la CRE, y a su
vez, contarán con un sistema de gobierno que

134
gozará de autonomía administrativa, política y
económica, siempre en el marco de sus compe-
tencias, y en atención a los principios de indivi-
sibilidad y unidad del territorio.
Así, para el caso de las Regiones, de
acuerdo a lo estipulado en el artículo 251 de
la CRE, el gobierno de las provincias estará re-
presentado por un gobernador y la función le-
gislativa por un Consejo Regional, siendo todas
esas autoridades electas por el pueblo mediante
el sufragio. De igual forma se contará con un
Vice-Gobernador que será electo entre los
miembros del Consejo Regional.
Por su parte las Provincias, de acuerdo a lo
planteado en el artículo 252 tendrán:
“un consejo provincial con sede en su capital, que estará
integrado por una prefecta o prefecto y una viceprefecta o
viceprefecto elegidos por votación popular; por alcaldesas
o alcaldes, o concejalas o concejales en representación de
los cantones; y por representantes elegidos de entre quie-
nes presidan las juntas parroquiales rurales, de acuerdo
con la ley”.

De esta manera, puede apreciarse que el


órgano legislativo provincial se encuentra com-
puesto por representantes de los órganos eje-
cutivos y legislativos de los cantones y por el
propio ejecutivo de la Provincia, siendo dicho
órgano ejecutivo provincial la figura del pre-
fecto, de acuerdo a lo señalado en el mismo ar-
tículo 252 de la CRE.
En lo que respecta a los Cantones, el artí-
culo 253 de la CRE señala que tendrán:
“un concejo cantonal, que estará integrado por la alcal-
desa o alcalde y las concejalas y concejales elegidos por

135
votación popular, entre quienes se elegirá una vicealcal-
desa o vicealcalde. La alcaldesa o alcalde será su máxima
autoridad administrativa y lo presidirá con voto diri-
mente. En el concejo estará representada proporcional-
mente a la población cantonal urbana y rural, en los
términos que establezca la ley.”

Situación distinta acontece en las denomi-


nadas Parroquias Rurales, es decir, los órganos
locales, cuya conformación de gobierno estará
dada por una junta parroquial con funciones
ejecutivas y reglamentarias, que estará confor-
mada por vocales, quienes serán electos en me-
diante el sufragio del pueblo.
En lo que respecta al caso de Bolivia, debe
indicarse que de acuerdo a lo previsto en el ar-
tículo 269 de la CRB, dicho Estado se organiza
territorialmente en Departamentos, Provincias,
Municipios y los Territorios Indígenas, todos
ello configurados en atención a lo principios
de integridad y unidad territorial, como bien lo
plantea el artículo 270 de dicho texto constitu-
cional, detentando autonomía administrativa,
económica y política, en lo que respecta a la
elección de sus autoridades.
En lo referido a los Departamentos, los
mismos poseen un órgano legislativo, repre-
sentado por una Asamblea Departamental,
constituida por asambleístas electos por el
pueblo mediante sufragio obligatorio, (artícu-
los 277 y 278), y por su parte el órgano eje-
cutivo representado por el Gobernador, quien
también será producto de una elección popu-
lar. Dentro de tales Departamentos, podrán
configurarse la existencia de las denominadas
Provincias, que constituyen demarcaciones

136
regionales que encuentran de igual manera
constituidas por su parte, los Municipios es-
tarán de igual manera constituidos por un ór-
gano encargado del ejercicio de las función
legislativa, como lo es el Concejo Municipal y
por un órgano de función ejecutiva, represen-
tado por el Alcalde, (artículos 283), siendo los
representantes de tales órganos electos popu-
larmente mediante el sufragio directo, secreto
y universal.
Cabe destacar que desde un punto de vista
macro, las Constituciones de Ecuador y Bolivia,
prevén una mayor concentración de competen-
cias de diversa índole a nivel municipal, que las
que se encuentran previstas en la CRBV para
los Municipios, destacando la existencia en
Ecuador y Bolivia de competencias a nivel mu-
nicipal o local, que en Venezuela son atribuidas
al nivel estadal.

C.- Profundización de los Derechos


Una de las características fundamentales que
resulta común en los tres textos constituciona-
les a los que se viene haciendo referencia, es
el amplio desarrollo que es contemplado en la
materia de los derechos de los ciudadanos y de
los derechos colectivos que es previsto en los
más variados órdenes de la vida social, con el
propósito de otorgar cobertura y protección a
todos los sectores que hacen vida dentro del
Estado, así como también a todas aquellas áreas
o aspectos que resultan vitales para la obten-
ción de una sociedad signada por la igualdad y
la justicia social.

137
Así, puede encontrarse dentro del articulado
de los tres textos constitucionales un desarrollo
profuso en relación de los derechos humanos,
a los derechos políticos de las personas, a los
derechos de los indígenas, de los niños, de los
adultos mayores, etc. De igual manera, si nos
referimos a los derechos que tratan de estable-
cer las condiciones necesarias para el estable-
ciendo de la buena marcha del Estado y de
la regulación de los diversos órdenes sociales,
puede de igual manera evidenciarse que dichos
textos constitucionales abarcan una regulación
de los derechos ambientales, derecho en el
campo educativo, laboral, cultural, económico,
de salud, etc.
No obstante, si debe destacarse que en esta
materia de los derechos existe un desarrollo
más amplio tanto en la CRE y en la CRB que
en el texto de la CRBV, motivado ello al pro-
ducto de las experiencias que se han venido
desarrollando en Venezuela, en relación a
determinadas materias, las cuáles han servido
de apoyo para completar en mejor manera as-
pectos que resultan necesarios en el desarrollo
social del Estado, aunado lógicamente a las
realidades concretas y específicas de cada país,
que lógicamente inciden en el contenido exis-
tente en cada uno de los textos constitucionales
aquí referidos, y que comportan que exista ma-
yor dedicación a una materia en determinado
país que en otro no requiere de tal cantidad.
Con esta no quiere decirse que aspectos,
áreas o materias no se encuentren contempla-
das o regulados en un texto constitucional u
otro, sino ya que en relación en todos los textos

138
constitucionales se encuentran abordados temas
esenciales para el desarrollo e igualdad social de
todo Estado, como lo son los derechos ambien-
tales, los derechos educativos, los derechos de
salud, los derechos de los pueblos indígenas, o
los derechos de la población adulto mayor; pero
sí resulta necesario señalar que en la CRE y en
la CRB contemplan un desarrollo y regulación
más extenso y específico, entrando incuso a la
regulación de aspectos concretos como existe
en el caso de los derechos ambientales, y los de-
rechos de los indígenas, o los derechos de los
niños y adolescentes y de la población adulto
mayor, que son desarrollados en extenso en los
textos constitucionales de Bolivia y Ecuador.
Así a manera de ejemplo, para el caso de
la CRE existe todo un capítulo destinado a la
regulación de los derechos del “buen vivir”,
donde se incluye derechos de variada índole
que son desarrollados en diversos aspectos. A
manera de ejemplo, si tomáramos para su aná-
lisis el campo de los derechos de las personas
con discapacidades o el campo de los adultos
mayores, puede observarse que existen regu-
laciones específicas en relación a elementos
económicos, como lo es el derecho a no pa-
gar pasajes en medios de transporte o de tener
un sistema de jubilaciones, pensiones o ayu-
das económicas, gozar de atención prioritaria
en todos los instituciones públicas, rebajas en
servicios de recreación y espectáculos, acceso
gratuito a medicinas, el desarrollo de una red
de infraestructura de salud por parte del Estado
que realice atención médica especializada a ta-
les sectores.

139
Lo mismo podría señalarse respecto al caso
de los derechos de los pueblos indígenas, (artí-
culos 57 y siguientes de la CRE y artículos 30
y siguientes de la CRB), los cuales tanto en la
Constitución de Ecuador como la de Bolivia,
presentan un desarrollo amplio en determina-
dos aspectos, como lo son la creación de un sis-
tema de fondos especiales para su desarrollo, el
derechos de participar en los procesos de adju-
dicación de concesiones de explotación de re-
cursos naturales, la participación directa de los
mismos en los procesos de aprovechamiento
de los recursos naturales, el establecimiento y
respeto de comunas indígenas, el desarrollo de
una jurisdicción indígena ampliamente regu-
lada, la adjudicación de sus tierras ancestrales,
su participación en los cargos públicos, entre
otros aspectos.
Ahora bien, también debe señalarse que un
aspecto de avanzada que se presenta en los tres
textos constitucionales aquí analizados, y con
mayor énfasis en los de Bolivia y Ecuador, es
la colectivización que existe de los derechos, en
atención a una concepción que dimana del ca-
rácter social que informa el modelo de Estado
de cada uno de estos.
Ello desde luego comporta o implica asu-
mir a los derechos, de cualquier índole, como
valores del más alto nivel dentro de la socie-
dad, es decir, como valores sociales que nece-
sariamente revisten de vital protección y tutela
para alcanzar la protección social del bien tu-
telado que busca preservar. De esta forma, se
supera entonces la concepción de meras liber-
tades públicas a las que se suelen asimilar la

140
concepciones de Estado formal de derecho,
en atención al replanteamiento en el rol y el
papel que al Estado le corresponde desarro-
llar frente a los mismos, bajo el entendido de
que al ser concebidos como libertades en una
perspectiva meramente individual, implica una
restricción del Estado en su actuación, es decir,
una postura pasiva del Estado para afrontar su
tutela, que desde luego termina traduciéndose
en una falta de tutela de los mismos que ge-
nera mayores posibilidades en su vulneración.
Por el contrario, la visión colectiva de los dere-
chos comporta un rol activo y decisivo para el
Estado, en el sentido de que se ve en la obliga-
ción de actuar con miras a cristalizar aquellos
valores, procurando no tan sólo su protección y
tutela, sino también su consolidación y efectiva
materialización.
En atención a ello, resulta lógico que el re-
planteamiento sobre la concepción de los dere-
chos deviene en razón del carácter social que
resulta inmanente al ser humano y por ende la
necesaria interrelación entre los diversos ele-
mentos que conforman el Estado, para de esta
manera lograr el armonioso funcionamiento del
mismo; surgiendo producto del cambio que
con el transcurrir del tiempo opera en la con-
cepción del Estado, y del rol que el mismo se
encuentra obligado a desempeñar en el plano
de las relaciones e interacciones sociales que
tienen lugar dentro del mismo.
En efecto, en atención a la necesidad de
superar la visión del Estado liberal que pre-
dominó en la dinámica mundial, ocasionando
grandes distorsiones por todas conocidas, (y

141
que aún en los actuales momentos genera,
como bien lo pone en evidencia el panorama
actual económico y la enorme crisis financiera
por la que atraviesa el mundo), es que se sos-
tiene y se da cabida a una visión de Estado en
la que el mismo es requerido a desarrollar un
papel más activo en las relaciones económicas
que tienen lugar en el ámbito social, pasando a
fungir como agente protagónico en el proceso
de redistribución de las rentas, a través del sis-
tema tributario; en razón de que en términos
económicos, resulta inviable que se sostuviera
el desarrollo de un país fundamentado única y
exclusivamente en las reglas puras del mercado,
siendo precisamente esta la causa por la cual se
habían degenerado las relaciones sociales, polí-
ticas, económicas y culturales que dieron lugar
a la crisis que se ha venido reseñando.
Bajo este contexto, la noción o el paradigma
del Estado Social que es consagrada tanto en
la CRBV, en la CRE y en la CRB, comporta
la consecuencia de que el Estado se presenta
comprometido en cada una de sus manifesta-
ciones de su actuación, con el logro de la felici-
dad y del desarrollo integral de los individuos
y por ende, con la creación de las condiciones
necesarias para que la misma sea efectivamente
alcanzada; lo cual comporta la realización de
un conjunto de tareas y cometidos de variada
índole orientados todos a la satisfacción de las
necesidades que aquejan a la población vista
como conjunto, lo cual conlleva a que se deja
atrás también, además de la concepción indivi-
dualista de la sociedad y del rol del Estado, una
concepción si se quiere meramente iusprivatista

142
de los derechos, es decir una visión individual y
particular de los mismos, para darse paso a una
visión que atiende en realidad a una finalidad
de necesaria concreción por parte del Estado,
como lo es la preservación de la población vista
en términos generales, en una visión de con-
junto y global, que necesariamente conlleva a
que los derechos sean vistos y apreciados desde
la misma perspectiva global y colectiva.
En base a ello es claro entonces que, bajo
esta línea de pensamiento, se asume que la ma-
nera en la que los derechos puedan efectiva-
mente responder a su auténtica concepción, es
decir, que se verifique la actuación del Estado
asumiendo una obligación no tan sólo de vi-
gilar su cumplimiento o de sancionar la falta
del mismo, sino actuando para fortalecerlos y
consolidarlos, en el entendido de que dicho
conjunto de valores de alto orden responden y
atienden al conjunto social, político e histórico
que se presente en la dinámica social, y que por
tanto, son dichos valores a los que el Estado
debe preservar, tutelar y consolidar.
Bajo esta línea de pensamiento, es que di-
chos textos constitucionales incluyen dentro de
sí, un catálogo de derechos de índole social o
colectivo, destinados u orientados principal-
mente a resaltar la dignidad y el desarrollo
de los ciudadanos entendidos como conglo-
merado social, en los cuáles se asume que el
Estado detenta como responsabilidad del más
alto nivel, la preservación de diversos ordenes
de la vida para asegurar la procura existencial
de la sociedad, y en donde el Estado asume la
responsabilidad de intervenir de manera activa

143
precisamente para en razón de alcanzar dicho
objetivo, asumiendo para sí la gestión de deter-
minadas prestaciones, actividades y servicios,
así como también haciéndose responsable y ga-
rante de ciertos necesidades vitales requeridas
por los ciudadanos para su existencia.
De esta manera, estos derechos en su con-
cepción colectiva atienden a dinámicas sociales,
con el propósito de sopesar las desigualdades
naturales presentes en toda sociedad, y garanti-
zar la satisfacción de las necesidades esenciales
de la sociedad, para que la misma alcance, en
términos globales, condiciones o estándares de
vida digna.
Por su puesto, bajo esta concepción, ello
comporta incluso tanto para la concepción de
los derechos de rango constitucional como los
de rango legal, un auténtico cambio en la for-
mulación de los mismos, es decir, –utilizando la
terminología del catedrático español Eduardo
García de Enterrría–, un cambio en la “Lengua
de los Derechos,”16 que impone que los mismos
no puedan ser presentados o no pue-
dan únicamente circunscribirse a con-
tener parámetros de libertad para los
ciudadanos, o representar normas per-
misivas, bajo una postura en sentido ne-
gativo o abstencionista del Estado, como
se verifica en el Estado liberal, sino que
las normas y la actividad legislativa
pasa a ser materializada en término de
imposición de derechos imprescindi-
bles y vitales para la res societae, con el
16
García de Enterría, Eduardo: “La Lengua de los De-
rechos.” Editorial Alianza. Madrid. 2000.

144
correspondiente correlativo de los debe-
res impuestos al Estado en la tutela y al-
cance de los mismos.
De tal manera, que tales normas, regula-
doras de los derechos fundamentales incluyen
no solamente derechos subjetivos de defensa
de los individuos frente al Estado, y garantías
institucionales, sino también deberes positivos
de parte de éste, por lo que se deduce no sola-
mente la obligación negativa del Estado de no
lesionar la esfera individual o institucional pro-
tegida por los derechos, sino también la efecti-
vidad positiva de contribuir a la efectividad de
tales derechos y de los valores que representan.
Bajo tal sentido, es que puede apreciarse
como en la constitución ecuatoriana existe
la consagración de derechos sociales como
el derecho al respeto del agua, y su correcta
utilización; los derechos de la naturaleza (artí-
culo 72 y ss), en los que de forma novedosa se
consagran una serie de derechos en favor del
medio ambiente destinado a su preservación;
la seguridad social que abarca a las personas
desempleadas, las amas de casa, a aquellas per-
sonas que laboran en el campo, así como tam-
bién a las personas que desarrollan actividades
de auto sustento, (artículo 43 y ss); derechos a
las personas privadas de libertad (Artículo 51);
derechos de las mujeres embarazadas (Artículo
43); derechos de las personas con enfermeda-
des catastróficas, los cuáles incluyen amplias re-
gulaciones para personas portadoras del Sida,
(artículo 50); derechos a los consumidores y
usuarios (artículo 53); los derechos a la comu-
nicación social, información veraz, objetiva y

145
plural, lo cual abarca de manera expresa a la
creación de medios de comunicación comu-
nitarios y alternativos, el deber del Estado en
la creación y el apoyo de toda índole de estos
medios de comunicación social comunitarios,
la prohibición de mantener monopolios en las
frecuencias del espacio radio eléctrico, la regu-
lación de contenidos con fines educativos, for-
mativos, informativos y culturales, (artículos 16
al 20), etc.
Por su parte, en la CRB destaca de ma-
nera específica la consagración de derechos ta-
les como el de seguridad alimentaria, con un
amplio desarrollo en la materia (Artículo 16);
los bienes y servicios de salud propiedad del
Estado sin posibilidad de ser privatizados (38);
la educación consagrada para el fortalecimiento
de la conciencia social crítica y como obliga-
ción indeclinable del Estado (artículo 80); el
derecho de acceso universal del pueblo al servi-
cio de electricidad, agua potable, alcantarillado,
gas, etc. (Artículo 20); una amplia regulación de
los derechos de los pueblos indígenas y cam-
pesinos, que incluyen entre otros aspectos la
titulación individual y colectiva de sus tierras
y territorios, el desarrollo de su propio sistema
jurisdiccional, el desarrollo de sus propios sis-
temas de comunicación, el reconocimiento de
sus sistema económico, político y jurídico, etc.
(Artículos 30 y ss); un amplio desarrollo del de-
recho de las familias, incluyendo un desarrollo
sobre diversos aspectos de reconocimiento a
uniones estables de hecho, (artículos 62 y ss);
derecho a la información y comunicación so-
cial, lo cual incluye el deber de los medios de

146
comunicación al respeto de los valores éticos y
sociales y a contribuir con la protección de los
valores educativos y culturales, (artículo 107),
entre otros.
De esta manera, puede entonces apreciarse
que, haciendo reserva expresa de los dere-
chos de contenidos económico y del sistema
económico del Estado, que de igual manera
se encuentra orientado a la satisfacción de las
necesidades sociales, pero que serán abordados
de manera concreta en un punto específico del
presente trabajo; puede apreciarse que en los
tres textos constitucionales aquí analizados, se
contempla una visión colectiva de los derechos,
los cuáles incluyen no tan solo la canalización
de los derechos en función del interés social,
sino también el deber de actuación e interven-
ción del Estado para asegurar la igualdad y la
justicia social, todo ello como desarrollo de la
concepción de Estado que se encuentra plan-
teada para cada uno de estos en los tres textos
constitucionales.

D.- Sistema Económico


Mención particular requiere el aspecto relativo
al sistema económico de Estado que se encuen-
tran planteado tanto en la CRBV, como en la
CRE y en la CRB, los cuáles, como resulta ló-
gica consecuencia del modelo o paradigma de
Estado adoptado en dichos textos constitucio-
nales, responde a una visión social de la eco-
nomía y no a una visión individualista y liberal.
Así, al observar las regulaciones constitucio-
nales que en materia económica se encuentran

147
contempladas tanto en la CRBV, como en la
CRB y en la CRE, puede observarse con clara
facilidad, que las mismas implican un completo
quiebre del modelo económico liberal, que sig-
nifica o se traduce en el desangramiento de las
clases sociales más deprimidas, para concen-
trarse en un esquema económico de naturaleza
e idiosincrasia social, cónsona con el modelo de
Estado asumido en estos tres países, y que re-
presenta la vía para alcanzar la materialización
de los cometidos que en el ámbito económico
propenderán y contribuirán a la satisfacción
global de los altos fines del Estado.
En el concreto caso venezolano puede
observarse que la regulación constitu-
cional busca consolidar un replantea-
miento en la dinámica de las relaciones
sociales, así como también el estable-
cimiento de un nuevo orden en las re-
laciones y factores de producción de la
sociedad, como puede evidenciarse en
los artículos 299, 300, 301, 308 y 309;
todo ello definido con el propósito de
establecer relaciones sociales bajo una
orientación que tenga como punto de
partida el bienestar colectivo y la felici-
dad social, en la consolidación del prin-
cipio del humanismo, como condición
fundamental para la consecución de los
verdaderos fines y objetivos de la socie-
dad, como lo son la paz y la justicia.
Siendo ello así, lo que busca la CRBV,
desde la perspectiva económica, es establecer la
fuerza económica de la sociedad partiendo del
propio pueblo, en ejecución de los principios

148
de igualdad y libertad, así como también como
consecuencia de la materialización de los pos-
tulados de un auténtico y verdadero poder del
pueblo, y en tal sentido, orientándose a que
el pueblo se encuentre integrado al esquema
económico que tenga desarrollo en la misma,
es decir, que el pueblo se integre en igualdad
de condiciones al sistema económico y así, en
forma armónica y unificada, se actúe en el desa-
rrollo del país.
Bajo tal perspectiva, es que el artículo 308
constitucional alude al deber del Estado de
proteger y además promover la pequeña y me-
diana industria, y cualquier manifestación orga-
nizativa de naturaleza económica (cooperativas,
cajas de ahorro, empresas familiares, etc.), in-
cluso bajo un régimen de propiedad colectivo,
con el fin de cristalizar la iniciativa popular, y
por ende el poder del pueblo, en el aspecto
económico de la Nación; lo cual de igual ma-
nera se ve verificado en el deber del Estado en
lo que se refiere a la protección de la artesanía
e industrias populares típicas, consagrada dicha
obligación en el artículo 309 eiusdem, enmar-
cado todo ello en el deber expreso que consti-
tucionalmente viene atribuido al Estado en los
artículos 299 y 300, en relación a la protección
y promoción de la creación de organizaciones
y entes económicos bajo los principios de la
solidaridad, humanismo y preservación de las
pequeñas y medianas empresas.
En función de ello, se busca eliminar o su-
primir las relaciones de explotación, dado que
no existe un sistema económico que en razón
de su diseño, permita que exista un capital

149
focalizado en sectores económicos reducidos y
que ello sea utilizado como base de dominio
de la sociedad, respecto de los sectores que no
poseen fuerza económica, ya que es el pueblo
organizado, sobre la base del principio de igual-
dad y libertad, será el que conforme un orden
económico homogéneo en el que detente los
medios y factores de producción por igual y de
acuerdo a sus capacidades, desarrollando la se-
rie de relaciones que en esta materia, atiendan
al bienestar y desarrollo de la sociedad, es de-
cir, ejecutando la economía a favor de la felici-
dad social.
Así, el desarrollo económico de la sociedad
y la serie de relaciones de esta naturaleza que
dentro de la misma tienen lugar, se encuentran
orientadas constitucionalmente para ser desarro-
lladas por la generalidad del pueblo en los distin-
tos sectores que tal clase de actividad comporta,
en beneficio de la colectividad, y por tanto, el
pueblo trabaja y se desarrolla en beneficio del
mismo, es decir, consiente que existe dentro de
una sociedad y que a la misma se debe, por lo
que se obtiene de esta manera un desarrollo
homogéneo que impide la formación de des-
igualdades capaces de generar precisamente las
relaciones de subordinación y explotación den-
tro de la sociedad en función del capital.
Desde luego, ello implica, como se
advirtió con anterioridad, una necesaria
intervención en las relaciones de orden
económico, no solo regulando las liber-
tades o derechos que en esta materia
detentan los ciudadanos, sino además
creando las condiciones y otorgando las

150
herramientas para configurar un mo-
delo económico que en razón de sus ca-
racterísticas, permita la consolidación
de lo antes expuesto, implementando
por consecuencia, la serie de medidas
y acciones que sean necesarias para el
cumplimiento de los objetivos plantea-
dos en el texto constitucional.
De esta manera, lo que se busca es la im-
plementación de un sistema económico basado
en modos y medios de producción social, así
como también en la noción de propiedad so-
cial, (artículo 308 constitucional), y en el inter-
cambio de bienes y servicios sin atender a un
valor monetario, modificando la noción de uti-
lidad y erradicando la concepción de plusvalía
y la exclusividad de la moneda como medio de
valor de intercambio.
Por tanto, la teleología del orden econó-
mico, más aún con la crisis económica que en
los actuales momentos se verifica a nivel mun-
dial, se asienta en la conformación de un sis-
tema en el que todos los individuos actúan para
el desarrollo social, para el bienestar social, lo
cual se lleva a cabo en función de que el de-
sarrollo del medio social comporta por conse-
cuencia necesaria, bajo los parámetros de una
sociedad homogénea, el desarrollo y bienestar
de todos los individuos que la conforman, lo-
grando de esta manera la vida armónica de la
misma, y la consolidación de uno de los prin-
cipios fundamentales bajo el cual estará regido
el sistema económico, como lo es el humanista.
Pero a su vez, lo anterior plantea que
el Estado debe no tan solo intervenir en la

151
dinámica económica para regular y fiscalizar
las relaciones que tengan lugar en el seno de la
misma, así como los derechos de los ciudada-
nos; sino también, de intervenir para crear las
condiciones y adoptar las medidas de acción
que sean necesarias para establecer la vigencia
de sus postulados, y configurar un nuevo orden
en las relaciones económicas que responda a
los valores de la igualdad, el humanismo y a
un carácter integrativo, que es en definitiva el
telos de normas como las contenidas en los ar-
tículos 299, 300 y 301 de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela.
En el caso venezolano, este deber de
intervención al que venimos haciendo
referencia se encuentra desplegado y de-
sarrollado en distintos preceptos consti-
tucionales, tendientes todos a procurar
la intervención del Estado en órdenes
sociales de variada naturaleza, para
brindar de esta manera una protección
integral del conglomerado social. A
manera de ejemplo, con la finalidad de
“la promoción de la prosperidad y del
bienestar social del pueblo” que indica
el artículo 3 constitucional, se prevé en
el artículo 299 de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela que
constituye deber del Estado:
“(…)conjuntamente con la iniciativa pri-
vada promover el desarrollo armónico
de la economía nacional, a fin de generar
fuentes de trabajo, alto valor agregado
nacional, elevar el nivel de vida de la po-
blación y fortalecer la soberanía econó-

152
mica del país, garantizando la seguridad
jurídica, solidez, dinamismo, sustenta-
bilidad, permanencia y equidad en el
crecimiento de la economía, para lograr
una justa distribución de la riqueza (…)
[expresando a su vez que el régimen so-
cioeconómico de la República debe estar
fundamentado en los principios de](…)
de justicia social, democracia, eficien-
cia, libre competencia, protección del
ambiente, productividad y solidaridad
(…)[y ello con la finalidad de](…)asegu-
rar el desarrollo humano integral y una
existencia digna y provechosa para la co-
lectividad.”

En el caso Boliviano, debe señalarse que


ocurre lo mismo, en lo que respecta a la fina-
lidad última del sistema económico que se en-
cuentra trazada en dicho texto constitucional, lo
cual puede evidenciarse del contenido de los
artículos 306, 307 y 308 de la CRB, los cuáles
resultan del siguiente tenor:
“Artículo 306.
I. El modelo económico boliviano es plural y está orien-
tado a mejorar la calidad de vida y el vivir bien de todas
las bolivianas y los bolivianos.
II. La economía plural está constituida por las formas de
organización económica comunitaria, estatal, privada y
social cooperativa.
III. La economía plural articula las diferentes formas de
organización económica sobre los principios de comple-
mentariedad, reciprocidad, solidaridad, redistribución,
igualdad, seguridad jurídica, sustentabilidad, equilibrio,
justicia y transparencia. La economía social y comunita-
ria complementará el interés individual con el vivir bien
colectivo.
153
IV. Las formas de organización económica reconocidas
en esta Constitución podrán constituir empresas mixtas.
V. El Estado tiene como máximo valor al ser humano y
asegurará el desarrollo mediante la redistribución equi-
tativa de los excedentes económicos en políticas sociales,
de salud, educación, cultura, y en la reinversión en desa-
rrollo económico productivo.

Artículo 307. El Estado reconocerá, respetará, pro-


tegerá y promoverá la organización económica comuni-
taria. Esta forma de organización económica
comunitaria comprende los sistemas de producción y re-
producción de la vida social, fundados en los principios
y visión propios de las naciones y pueblos indígena origi-
nario y campesinos.

Artículo 308.
I. El Estado reconoce, respeta y protege la iniciativa
privada, para que contribuya al desarrollo económico,
social y fortalezca la independencia económica del país.
II. Se garantiza la libertad de empresa y el pleno ejerci-
cio de las actividades empresariales, que serán reguladas
por la ley.

Artículo 312.
I. Toda actividad económica debe contribuir al fortaleci-
miento de la soberanía económica del país. No se permi-
tirá la acumulación privada de poder económico en
grado tal que ponga en peligro la soberanía económica
del Estado.
II. Todas las formas de organización económica tienen
la obligación de generar trabajo digno y contribuir a la
reducción de las desigualdades y a la erradicación de la
pobreza.
III. Todas las formas de organización económica tienen
la obligación de proteger el medio ambiente.

154
Artículo 313. Para eliminar la pobreza y la exclu-
sión social y económica, para el logro del vivir bien en sus
múltiples dimensiones, la organización económica boli-
viana establece los siguientes propósitos:
1. Generación del producto social en el marco del respeto
de los derechos individuales, así como de los derechos de
los pueblos y las naciones.
2. La producción, distribución y redistribución justa de la
riqueza y de los excedentes económicos.
3. La reducción de las desigualdades de acceso a los re-
cursos productivos.
4. La reducción de las desigualdades regionales.
5. El desarrollo productivo industrializador de los recur-
sos naturales.
6. La participación activa de las economías pública y
comunitaria en el aparato productivo.”

Nótese entonces como la CRB, al igual que


lo plantea la CRBV, orienta la concepción de
su sistema económico hacia una visión de la
economía como ciencia al servicio a la resolu-
ción de las necesidades del pueblo, declarando
como base de la concepción económica del
Estado, el fortalecimiento del país, (Artículo
312), y el bienestar social del pueblo, (artículo
306), lo cual evidentemente establece el direc-
cionamiento del actuar económico del Estado
en atención a un fin, eminentemente social y en
función de los intereses del pueblo, siendo ello
reflejado en potestades de intervención en la ca-
dena productiva o en diversas áreas económi-
cas con miras a garantizar el bienestar social de
país (artículo 311 y 316); o la posesión social de

155
medios y sistemas de producción (artículo 307);
o la propio declaración de reconocimiento, y
protección de la industria privada que contri-
buya al desarrollo económico y social del país
(artículo 308); la potestad del Estado de determi-
nar la político industrial y comercial del Estado
(318, 319 y 320), la no prescripción para el cas-
tigo de aquellos actos que generen daños eco-
nómicos al Estado (artículo 324); y la diversidad
de disposiciones que son contempladas para la
administración de los recursos ambientales, mi-
neros, hídricos, de los hidrocarburos, etc.
De igual forma, puede apreciarse de la se-
rie de preceptos normativos antes indicados, la
manera en la que son introducidos al sistema
económico, nuevos actores bajo la orientación
de consagración un principio de democracia
verdaderamente protagónica del pueblo en
cada una de las perspectivas o áreas de la vida
estatal, siendo precisamente la económica una
de ellas. Por ende, puede evidenciarse como se
indica el reconocimiento y el apoyo del Estado
a organizaciones económicas comunitarias (artí-
culos 307, 334, 335, 336), así como también la
distribución y régimen de aprovechamiento de
la tierra para el cumplimiento del objeto de la
creación del agente económico, la generación
de empleos y la producción y comercialización
de bienes y/o servicios (Artículo 315); o la de-
claratoria del estado como administrador de los
recursos naturales (artículos 351, 352, 355); etc.
Todo ello deja en evidencia un amplio desa-
rrollo a nivel normativo del aspecto económico,
que no tiene sino por finalidad la consecución
del bienestar social del pueblo; que de igual

156
manera obtiene gran desarrollo a nivel de la
CRE, valiendo la pena destacar el contenido
de los artículos 283 y 284 que expresamente
señalan:
“Art. 283.- El sistema económico es social y solida-
rio; reconoce al ser humano como sujeto y fin; propende
a una relación dinámica y equilibrada entre sociedad,
Estado y mercado, en armonía con la naturaleza; y tiene
por objetivo garantizar la producción y reproducción de
las condiciones materiales e inmateriales que posibiliten
el buen vivir.
El sistema económico se integrará por las formas de or-
ganización económica pública, privada, mixta, popular
y solidaria, y las demás que la Constitución determine.
La economía popular y solidaria se regulará de acuerdo
con la ley e incluirá a los sectores cooperativistas, asocia-
tivos y comunitarios.”
“Art. 284.- La política económica tendrá los siguien-
tes objetivos:
1. Asegurar una adecuada distribución del ingreso y de
la riqueza nacional.
2. Incentivar la producción nacional, la productividad y
competitividad sistémicas, la acumulación del conoci-
miento científico y tecnológico, la inserción estratégica en
la economía mundial y las actividades productivas com-
plementarias en la integración regional.
3. Asegurar la soberanía alimentaria y energética.
4. Promocionar la incorporación del valor agregado con
máxima eficiencia, dentro de los límites biofísicos de la
naturaleza y el respeto a la vida y a las culturas.
5. Lograr un desarrollo equilibrado del territorio nacio-
nal, la integración entre regiones, en el campo, entre el
campo y la ciudad, en lo económico, social y cultural.
6. Impulsar el pleno empleo y valorar todas las formas
de trabajo, con respeto a los derechos laborales.

157
7. Mantener la estabilidad económica, entendida como
el máximo nivel de producción y empleo sostenibles en el
tiempo.
8. Propiciar el intercambio justo y complementario de
bienes y servicios en mercados transparentes y eficientes.
9. Impulsar un consumo social y ambientalmente res-
ponsable.”

Nótese que las normas antes citadas, al igual


que lo plantean la CRBV y la CRB, colocan
en primer lugar al hombre, y el desarrollo y
felicidad social del pueblo, como factor deter-
minante y esencial del sistema económico del
Estado, reconociendo diversas modalidades de
formas de organización económica con miras a
la consecución de dichos fines (artículo 283), así
como también determina la finalidad de las po-
líticas económicas del Estado, en función de ob-
jetivos sociales, como la de asegurar una justa
distribución y desarrollo del país en campos
y ciudades. De igual manera, se indica como
uno de los objetivos fundamentales del sistema
económico, el mantenimiento de la seguridad
alimentaria, impulsar la estabilidad económica,
lograr sistema de producción e intercambio
comercial estable, concientizar el consuno de
manera responsable, así como diversidad de
otros aspectos que tienen como propósito, la
existencia de un sistema económico que en rea-
lidad atienda a la consecución del bien común
y el bienestar social, valiendo si destacar que
de los tres textos constitucionales, el que mayor
presenta una regulación extensa y detallada en
una gran diversidad de aspectos económicos,
resulta la CRB.

158
Pero por otra parte, otro de los aspectos que
caracteriza a la visión y concepción del sistema
económico que se encuentran contemplados
en los textos constitucionales aquí analizados,
lo constituye, como consecuencia lógica de la
propia concepción aquí explicada, el necesario
replanteamiento de los llamados de libertad
económica, catalogados de esta manea para
proceder al desarrollo de intereses personales
de manera desmedida, alienante y explotadora
por parte de unos pocos frente al resto de sus
semejantes. En función de ello, el contexto que
exige el modelo de la sociedad a la que se viene
haciendo referencia, impone necesariamente la
conciencia de establecer que no puede existir
en forma alguna libertad absoluta e irrestricta
en la sociedad, ya que el individuo se debe a la
misma, se desarrolla e interacciona dentro de
ésta, debiendo por consecuencia entender que
el desarrollo y bienestar de la sociedad necesa-
riamente impone la armonía entre los diversos
elementos que la componen, siendo un factor
decisivo en ello la articulación de los derechos
individuales en función de los intereses sociales.
Desde esta perspectiva, estos dere-
chos de libertad deben forzosamente
encontrarse limitados y regulados en
cuanto a su extensión, contenido y atri-
butos, para que los mismos pueden ser
ejercidos en compaginación con el bien-
estar social, logrando de esta manera
evitar que mediante el ejercicio de los
mismos se incurra en atropellos y a su
vez, que exista el debido equilibrio y
paz que toda sociedad requiere. Siendo

159
ello así, tal concepción reviste de fun-
damental importancia en derechos de
contenido económico, como lo es preci-
samente el derecho a la libertad econó-
mica, siendo esta la noción que respecto
del mismo viene establecida en la CRBV.
En efecto, dicho derecho es reconocido
de manera expresa en nuestro Estado
en el artículo 112 de la Constitución de
la República Bolivariana de Venezuela,
el cual se expresa en los siguientes
términos:
“Artículo 112: Todas las personas pueden dedicarse
libremente a la actividad económica de su preferencia,
sin más limitaciones que las previstas
en esta constitución y las que establez-
can las leyes, por razones de desarrollo humano,
seguridad, sanidad, protección del ambiente u otras de
interés social. El Estado promoverá la iniciativa privada,
garantizando la creación y justa distribución de la ri-
queza, así como la producción de bienes y servicios que
satisfagan las necesidades de la población, l libertad de
trabajo, empresa, comercio, industria, sin perjuicio de su
facultad para dictar medidas para planificar, racionali-
zar y regular la economía e impulsar el desarrollo inte-
gral del país.”

Este derecho a la libertad económica


abarca toda actividad humana desti-
nada a generar riqueza mediante el
desarrollo de los factores productivos;
por ende, las libertades de contratar, de
comercio, de industria, de ejercer las
profesiones liberales y en general, toda
actividad capaz de producir bienes y ri-
queza, quedan enmarcadas dentro de la

160
noción de la libertad económica, cuando
las mismas persiguen una finalidad
de tal naturaleza. En otras palabras, el
derecho a la libertad económica se en-
tiende entonces como aquel derecho que
tienen todos a dedicarse libremente a la
actividad económica de su preferencia,
con la garantía de que los poderes cons-
tituidos deben abstenerse mediante su
actuación de privar todo el sentido del
ejercicio de tales actividades.
Ahora bien, si bien se consagra en
nuestro país el derecho a una libertad
del ejercicio económico, no es menos
cierto que la materialización de tal de-
recho, como todo derecho, se encuentra
sujeto a una regulación que determina
y canaliza su ejercicio en sociedad, ya
que como es perfectamente conocido,
ningún derecho es plenamente abso-
luto, sino que en aras de garantizar una
adecuada convivencia social y su arti-
culación dentro del todo armónico que
debe representar la sociedad, se debe
encontrar sometido a una serie de li-
mitaciones para su adecuado ejercicio;
limitaciones éstas que vienen impues-
tas y determinadas en la Constitución
y las Leyes, por razones de desarrollo
humano u otras de interés social que el
Estado determine, lo que permite que
el Estado posea un régimen de interven-
ción en la economía, que resulta del todo
comprensible, bajo el entendido de que
precisamente el conjunto de actividades

161
y el actuar del Estado con tal naturaleza
de contenido, implica una de las princi-
pales formas a través de las cuáles éste
alcanza su desarrollo y la consecución
de sus fines.
Siendo así las cosas, se debe enten-
der que la regulación y limitación que de
éste derecho se realiza en el texto cons-
titucional, resulta eminentemente nece-
saria, ya que a través de ésta es que se
armoniza el ejercicio de dichos derechos
por parte de la pluralidad de los ciuda-
danos. Además, debe comprenderse que
en la generalidad de los derechos, y en
especial en el campo de los derechos
económicos, se ha cedido y superado la
concepción individualista de los mis-
mos, para darle paso a una concepción
social, bajo el entendido de que el hom-
bre no se debe sólo a sí mismo, sino que
constituye un elemento que vive y se de-
sarrolla en un medio social, en donde
tienen lugar la interacción de una gran
cantidad de sujetos titulares de dere-
chos de la más variada naturaleza, y en
donde en definitiva el Estado, en su con-
dición de garante del orden público, del
interés general, de la paz y de la justicia,
detenta una serie de deberes respecto de
sus habitantes, concebidos como cuerpo
social, con miras hacia la consecución
de los altos fines que rigen y condicio-
nan su existir y su proceder, sobre la
base de la materialización de una socie-
dad justa, próspera y progresista.

162
Bajo esta misma óptica encontramos tal de-
recho en el texto de la CRE, específicamente en
su artículo 66 numeral 15, en el que se señala
que se reconoce y protege por parte del Estado,
“El derecho a desarrollar actividades económicas, en
forma individual o colectiva, conforme a los principios
de solidaridad, responsabilidad social y ambiental.” En
igual sentido, el artículo 47 de la CRB expresa:

“Artículo 47. I. Toda persona tiene derecho a dedi-


carse al comercio, la industria o a cualquier actividad
económica lícita, en condiciones que no perjudiquen al
bien colectivo.
II. Las trabajadoras y los trabajadores de pequeñas uni-
dades productivas urbanas o rurales, por cuenta propia,
y gremialistas en general, gozarán por parte del Estado
de un régimen de protección especial, mediante una polí-
tica de intercambio comercial equitativo y de precios jus-
tos para sus productos, así como la asignación preferente
de recursos económicos financieros para incentivar su
producción.
III. El Estado protegerá, fomentará y fortalecerá las for-
mas comunitarias de Producción.”

Nótese entonces, de la redacción de los pre-


ceptos normativos antes referidos, que todos
si bien contemplan el derecho de los ciudada-
nos a dedicarse a la actividad económica que
consideren conveniente, comportan el replan-
teamiento del mismo, en el sentido de que no
establecen un derecho de libertad absoluto,
sino lógicamente, (y como ocurre con cualquier
libertad que es ejercida en sociedad), condicio-
nado al bienestar social que dicha libertad eco-
nómica debe reconocer, respetar y trabajar por
consolidar.

163
En similares términos podríamos hacer re-
ferencia al derecho de propiedad, el cual es
garantizado de manera plena en los tres textos
constitucionales bajo estudio, pero reconocién-
dole al mismo su función social, como lo hace
el artículo 115 de la CRBV al señalar que:
“Se garantiza el derecho de propiedad. Toda persona tiene
derecho al uso, goce, disfrute y disposición de sus bienes.
La propiedad estará sometida a las contribuciones, res-
tricciones y obligaciones que establezca la ley con fines de
utilidad pública o de interés general. Sólo por causa de
utilidad pública o interés social, mediante sentencia firme
y pago oportuno de justa indemnización, podrá ser decla-
rada la expropiación de cualquier clase de bienes”.

Por su parte, también bajo el mismo sentido


el artículo 321 de la CRE plantea que “El Estado
reconoce y garantiza el derecho a la propiedad en sus for-
mas pública, privada, comunitaria, estatal, asociativa,
cooperativa, mixta, y que deberá cumplir su función so-
cial y ambiental.” Quizás más determinante en su
redacción resulta el artículo 56 de la CRB, que
al hacer referencia al derecho de propiedad, en
el contexto de un Estado Social de Derecho, in-
dica que “Toda persona tiene derecho a la propiedad
privada individual o colectiva, siempre que ésta cumpla
una función social. Se garantiza la propiedad privada
siempre que el uso que se haga de ella no sea perjudicial
al interés colectivo.”
Así, en el caso de Bolivia se reconoce el de-
recho de propiedad siempre que el mismo se
encuentre canalizado en atención a la función
social que la misma deba desempeñar en la so-
ciedad, como de manera categórica lo contem-
pla el artículo 56 de dicho texto constitucional
que expresamente señala:
164
“Artículo 56: I. Toda persona tiene derecho a la pro-
piedad privada individual o colectiva, siempre que ésta
cumpla una función social.
II. Se garantiza la propiedad privada siempre que el uso
que se haga de ella no sea perjudicial al interés colectivo.
III. Se garantiza el derecho a la sucesión hereditaria.”

De esta manera, la CRB supedita el recono-


cimiento del derecho de propiedad, siempre
que el mismo no afecte el interés público y
siempre que la misma cumpla efectivamente su
función social.
Constituyen por ende, en atención a las con-
sideraciones precedentemente efectuadas, tanto
la CRBV, como la CRE y la CRB, textos consti-
tucionales que contemplan un replanteamiento
de la concepción tradicional de un sistema eco-
nómico de un Estado, en el que se deja atrás la
perversa y nociva postura abstencionista, para
enmarcar el mismo dentro del proceso de desa-
rrollo social del Estado, con el propósito de vol-
car a la economía hacia el elemento teleológico
que por esencia es el que le debe corresponder,
es decir, la ciencia destinada a la salvaguarda
de los derechos e interés del pueblo como con-
junto social.

V.- Conclusiones

A manera de colofón podríamos señalar, en


orden de todas las anteriores consideraciones
realizadas, que uno de los más grandes avances
que comporta el texto de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela, radica en
un cambio radical en el modelo de Estado, en

165
la búsqueda de lograr una profunda transfor-
mación en el mismo, hecho que, como se ha
tratado de explicar, repercute e incide de las
más variadas maneras en nuestro existir, que
parte de la esencia del existir del Estado, te-
niendo por fin dicho proceso de trasformación,
la igualdad y la justicia que resultan necesarias
en toda sociedad para su desarrollo armónico.
Sin embargo, lo más importante debe con-
sistir en el hecho de comprender y asimilar
que dicho proceso de cambio se traduce en
el establecimiento de nuevos paradigmas so-
bre los cuáles habrán de estudiarse las distin-
tas instituciones políticas, sociales, económicas
y jurídicas, debido a que ello viene impuesto
necesariamente por la trasformación que den-
tro del Estado se ha verificado con el estable-
cimiento de un modelo de Estado Social de
Derecho y de Justicia.
Por ende, resulta importante estar conscien-
tes de que dicho cambio, opera e incide sobre
todos, lo cual implicará una necesaria reflexión
interna, profunda y desde el alma, a los efec-
tos de adquirir conciencia sobre el mismo, y
en base a la Constitución, luchar por la conse-
cución de la sociedad justa, libre, progresista,
amante de la paz y de la libertad que todos an-
helamos; sociedad en cuya construcción jugará
un papel fundamental la intervención ciuda-
dana, concebida en el actual modelo de Estado
en las amplias dimensiones anteriormente ex-
planadas; con lo cual se logra la implantación
de un sistema de gobierno y de gestión pú-
blica dinámico y en constante evolución, que
sin duda alguna se materializará, como lo ha

166
venido haciendo, en resultados acordes, efecti-
vos y cónsonos con las realidades sociales im-
perantes en nuestro Estado; alcanzando de esta
manera aquella sociedad justa, equitativa, pro-
gresista, amante de la paz, de la libertad y de la
justicia que todos aspiramos.

167
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170
Justicia: Musa de la libertad

Carlos Escarrá Malavé (Fragmento)


“Una mujer firme y sin vendas su vestido esta ceñido a su
hermoso y ondulante cuerpo, es insinuante, invita a per-
derse, a hundirse en ella hasta el final, hasta ese instante
en que somos uno. Tiene una hermosa y rebelde cabellera
llena de vientos olas y mar. Como nunca entendí lo de la
venda, prefiero verle sus ojos penetrantes que acarician
con la mirada, para que la balanza sea el suave contacto de
sus manos que lleva a la igualdad. Es fuerte, telúrica como
la tormenta, abraza como el mar. Quizás se pregunten por
la espada, si la tiene, pero no en posición pasiva, la levanto
y la blandió contra la ley cruel, atravesó la ley y la ley no
murió en el surco, en la herida, en la huella; donde enterró
la espada, nació una flor y la ley volvió justa. La ley sintió
que brotó otra flor e invito a todos los hombres a que
accedieran a la justicia sin formalismos ni trabas porque
como decía Bentham, “lo importante es la felicidad social”.
II Parte:
La Justicia y los poderes del
Juez en la nueva Constitución
de la República Bolivariana de
Venezuela. Sentencia 00659 de
la Sala Político-Administrati-
va del Tribunal Supremo de
Justicia del 24 de marzo de
2000. Magistrado Ponente:
Carlos Escarrá Malavé

173
Magistrado Ponente:
CARLOS ESCARRA MALAVE
Exp. Nº 0015

En fecha 12 de enero del año 2000, fue pre-


sentado ante esta Sala, escrito contentivo
del recurso contencioso-administrativo
de nulidad ejercido conjuntamente con
solicitud de amparo cautelar por la abo-
gada ROSARIO NOUEL DE MONSALVE,
titular de la cédula de identidad Nº
4.598.430 e Inscrita en el Inpreabogado
bajo el Nº 12.916, actuando en su propio
nombre; contra “…la Resolución Nº 614
de fecha 09 de noviembre de 1999, dictada
por la Sala Administrativa del Consejo de
la Judicatura y la Comisión de Emergencia
Judicial que (le) fuera notificada el 13 de
diciembre de 1999, mediante la cual fu(e)
suspendida del cargo de Juez de Primera
Instancia del Circuito Judicial Penal del
Área Metropolitana de Caracas…”.
175
Mediante decisión de fecha 17 de fe-
brero del año 2000, esta Sala se declaró
competente para conocer de la acción
conjunta de nulidad y amparo, admitió
la solicitud cautelar de amparo consti-
tucional y ordenó notificar al Presidente
de la Comisión de Emergencia Judicial
y al Inspector General de Tribunales, a
fin de que presentaran el informe al cual
alude el artículo 23 de la Ley Orgánica
de Amparo sobre Derechos y Garantías
Constitucionales.
Estando dentro de la oportunidad
legal, la representación judicial de la
parte accionada (tanto de la Comisión
de Emergencia Judicial como de la
Inspectoría General de Tribunales) con-
signó el escrito de informe al cual alude
el artículo el referido artículo 23 de la
Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos
y Garantías Constitucionales.
A través de auto de fecha 24 de febrero
del año 2000, se fijó la oportunidad para
que las partes expusieran sus argumen-
tos en forma oral y pública, a tenor de
lo establecido en el artículo 26 de la Ley
Orgánica de Amparo sobre Derechos y
Garantías Constitucionales, dejándose ex-
presa constancia que el 28 del mismo mes
y año (oportunidad fijada para la realiza-
ción de la precitada audiencia constitucio-
nal), comparacieron el abogado Leopoldo
Sarría Pérez en representación de la ac-
cionante y los abogados Yudmila Flores
Bastardo en representación de la Comisión

176
de Funcionamiento y Restructuración del
Sistema Judicial y René Molina Galicia
en su carácter de Inspector General de
Tribunales asistido por el abogado Gustavo
Linares Benzo.

I
DEL RECURSO DE NULIDAD
INTERPUESTO CONJUNTAMENTE
CON SOLICITUD DE AMPARO
CAUTELAR

La parte accionante fundamentó su es-


crito recursivo en los alegatos que a con-
tinuación esta Sala resume:
1.- Que el acto impugnado está vi-
ciado en razón que la Asamblea Nacional
Constituyente carecía de competencia
para dictar el Decreto que declara la re-
organización de todos los órganos del
Poder Público, de fecha 12 de agosto de
1999, así como también para dictar los
Decretos de Emergencia Judicial y de
Protección Cautelar del Sistema Judicial,
esgrimidos como fundamentos de la me-
dida de suspensión que recurre.
2.- Que los límites de funcionamiento
de la Asamblea Nacional Constituyente
se encuentran contemplados en la Base
Comicial Octava para el Referéndum
Consultivo sobre la Convocatoria a la
Asamblea Nacional Constituyente dic-
tadas por el Consejo Nacional Electoral
mediante la Resolución Nº 990323-70
177
del 23 de marzo de 1999 y que de ello y
siguiendo la lectura y análisis de la sen-
tencia dictada por este Máximo Tribunal
en fecha 13 de abril de 1999, se desprende
que la actuación de la Asamblea Nacional
Constituyente, se encontraba limitada
por el respeto a los tratados internacio-
nales, acuerdos y compromisos válida-
mente adquiridos por la República y por
el carácter progresivo de los derechos
fundamentales del hombre y las garan-
tías democráticas.
3.- Que la Asamblea Nacional
Constituyente al dictar los actos me-
diante los cuales intervino para reorga-
nizar los poderes públicos y entre ellos
el Poder Judicial, transgredió los lími-
tes impuestos por la Soberanía Popular
mediante el referéndum del 25 de abril
de 1999, y por tanto, dichos actos –según
aduce–, son nulos por incompetencia del
órgano de quien emanó y a su vez, nulo el
acto de suspensión de la que fue objeto.
4.- Que los referidos límites impuestos
a la Asamblea Nacional Constituyente
por el pueblo en el referéndum del 25
de abril de 1999 fueron violados por la
Comisión de Emergencia Judicial, la
Inspectoría General de Tribunales y la
Sala Administrativa del Consejo de la
Judicatura para la adopción de la sus-
pensión que le fue impuesta, ya que la
misma, según argumenta, no fue prece-
dida de un proceso en el cual se le otorga-
ran las garantías al derecho a la defensa

178
y al debido proceso y se le concediera la
oportunidad para probar y alegar todo lo
que le favoreciera, a fin de desvirtuar las
presunciones de un “...por demás inexis-
tente, retardo procesal”.
5.- Que jamás tuvo acceso a los
recaudos en los que se basaron la
Comisión de Emergencia Judicial, la
Inspectoría General de Tribunales y la
Sala Administrativa del Consejo de la
Judicatura para suspenderla del cargo,
pese a que en reiteradas oportunidades
acudió a la Sede donde funcionan a re-
querir el acceso al expediente lo que en
todo momento le fue negado, alegando
los funcionarios que debía esperar por la
notificación correspondiente.
6.- Que lo genérico de las imputaciones
en su contra, insiste, le impiden el cabal
ejercicio del derecho a la defensa, consa-
grado en el artículo 49 de la Constitución
de 1999, en razón de que no conoce los
casos, así como los parámetros aplicados
para el estudio de las actas procesales y
las hojas de control de los casos “...que
en palabras de los autores del acto, han re-
flejado un reiterado y grave retardo proce-
sal inexcusable, por el cual se (le) suspende
del cargo”.
7.- Que otro de los derechos descono-
cidos por estos órganos delegados de la
Asamblea Nacional Constituyente y pre-
vistos en los Tratados Internacionales
suscritos por la República (entre ellos el
Pacto Internacional de Derechos Civiles,
179
Políticos y Sociales y la Convención
Americana sobre Derechos Humanos),
es el de ser Juzgado por sus Jueces
Naturales, imparciales, en razón de que
los actos disciplinarios no fueron adop-
tados por el Consejo de la Judicatura,
órgano que por ley, tiene a su cargo, el
ejercicio de la potestad disciplinaria
sobre los jueces, siguiendo el procedi-
miento previsto en la Ley Orgánica del
Consejo de la Judicatura que regula todo
el procedimiento a seguir y que entre
las personas que suscribieron el acto de
suspensión, se encuentran miembros
de la Comisión de Emergencia Judicial
que fueron nombrados por la Asamblea
Nacional Constituyente y que de acuerdo
al ordenamiento jurídico vigente, care-
cen de potestad legal para intervenir el
Poder Judicial.
8.- Que la medida cautelar de suspen-
sión no se tomó porque existieran cau-
sas graves que así lo ameritara ni para
evitar que desaparecieran las pruebas
existentes en el Tribunal a cargo del Juez
investigado, conforme lo dispone el ar-
tículo 40 de la Ley Orgánica del Consejo
de la Judicatura, y ello en virtud a que
el retado procesal que se le imputa –se-
gún afirma– se corresponde con el des-
empeño del cargo como Juez Décimo
de Primera Instancia en lo Penal y de
Salvaguarda del Patrimonio Público de
la Circunscripción Judicial del Área
Metropolitana de Caracas, el cual a su

180
decir, dejó de ejercer el 22 de julio de
1999, fecha en la cual fue designada Juez
Décimo de Juicio de Primera Instancia
del Circuito Judicial Penal de la misma
Circunscripción Judicial, sino que se par-
tió de una premisa injusta como lo fue
el número de expedientes entregados
al Tribunal de Transición, sin tomar en
cuenta factores de importancia que en
su caso específico influyeron en ello, tal
como fue, el haber recibido el cargo de
un Tribunal con un excesivo retardo en
la solución de las causas pendientes por
decisión.
9.- Que se le ha pretendido imputar la
responsabilidad de un retardo existente
en la tramitación y decisión de los asun-
tos que corresponden a gestiones ante-
riores, carga que debió soportar de una
premisa injusta y de un falso supuesto,
donde se violaron disposiciones consti-
tucionales y la contenida en el artículo
12 de la Ley Orgánica de Procedimientos
Administrativos, referida a los límites
de la discrecionalidad administrativa,
por cuanto quienes suscribieron el acto
recurrido, debieron tomar en cuenta la
complejidad de la materia debatida y la
calidad de las decisiones dictadas para
determinar la existencia de un posible
retardo procesal.
En virtud de los fundamentos antes
mencionados, la recurrente solicitó la
declaratoria de nulidad de la Resolución
Nº 614 de fecha 9 de noviembre de 1999,

181
mediante la cual fue suspendida del cargo
de Juez de Primera Instancia del Circuito
Judicial Penal del Área Metropolitana
de Caracas y el decreto de medida cau-
telar de amparo, a fin de suspender los
efectos del acto de suspensión, “...hasta
tanto (este) digno Tribunal resuelva el re-
curso de nulidad intentado, y en conse-
cuencia, se (le) restituya” en el cargo antes
mencionado.
La invocada medida de suspensión
de efectos mediante amparo cautelar,
la fundamenta en la presunción de vio-
lación de los derechos constitucionales
a la defensa y al debido proceso y a ser
juzgada por sus jueces naturales, “...
contemplados en los artículos 68 y 69 de
la Constitución de 1961, ahora previstos
en el artículo 49 de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela y en
los Tratados Internacionales que son leyes
de la República, a saber, el artículo XXVI
del Capítulo Primero de la Declaración
Universal de los Derechos Humanos,
adoptada y proclamada por la Asamblea
General de la N.N.U.U en Resolución Nº
217 A, III del 10-12-48; el artículo 14,7 del
Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos, aprobado por la N.N.U.U el 16-
12-66 y suscrito por Venezuela el 24-6-69 y
el artículo 8, numeral 1 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos,
Pacto de San José Costa Rica, del 22-11-69,
con vigencia nacional desde el 9-8-77”.

182
II
INFORME DE LA COMISION DE
EMERGENCIA JUDICIAL

Mediante escrito presentado en fecha


24 de febrero del año 2000, las abogadas
Yudmila Flores Bastardo y Ana Gabriela
Marín, inscritas en el Inpreabogado bajo
los Nros. 43.820 y 65.758, respectiva-
mente, actuando en su carácter de repre-
sentantes judiciales de la Comisión de
Emergencia Judicial, consignaron el in-
forme al cual hace referencia el artículo
23 de la Ley Orgánica de Amparo sobre
derechos y Garantías Constitucionales,
formulando los argumentos que a conti-
nuación se resumen:
1.- Que resulta imposible por este
medio judicial el restablecimiento de la
situación jurídica que la accionante es-
tima presuntamente lesiva de sus dere-
chos y garantías constitucionales, por
cuanto la misma ejerció la acción con-
junta de nulidad y amparo contra la me-
dida de suspensión con goce de sueldo
del cargo que ejercía, siendo que dicha
medida cesó al producirse su separación
definitiva de la judicatura, en virtud del
acto de destitución dictado en su contra
por la Comisión de Emergencia Judicial
mediante Resolución de fecha 9 de di-
ciembre de 1999, publicada en la Gaceta
Oficial de la República Bolivariana de
Venezuela Nº 36.870 de fecha 14 de enero
del año 2000.
183
2.- Que siendo ello así, “…sería este
último acto administrativo, cuya impug-
nación y eventual procedencia harían posi-
ble la pretensión restitutoria de la presunta
agraviada…”, por lo que “…la acción de
amparo cautelar que nos ocupa carece
de objeto, toda vez que, en el supuesto de
que esta honorable Sala lo estimase pro-
cedente, no sería posible volver las cosas
al estado que tenían antes de la presunta
violación, dada la irreparabilidad de la
situación que se invoca como infringida”,
razones por las que solicitan la declara-
toria de inadmisibilidad de la acción de
amparo cautelar, de conformidad con
lo previsto en el numeral 3 del artículo
6 de la Ley Orgánica de Amparo sobre
Derechos y Garantías Constitucionales.
3.- Que la “…suspensión con goce
de sueldo del cargo de Juez Décimo de
Juicio de Primera Instancia del Área
Metropolitana de Caracas, que afectó a la
actora, constituye una medida preventiva
de carácter urgente, dictada con el propó-
sito de garantizar la eficacia del proceso
de reorganización del Sistema Judicial,
impulsado en el contexto del proceso
constituyente”, siendo que estas medi-
das “cautelares” pueden ser dictadas sin
haberse iniciado el respectivo procedi-
miento, “…pues se insiste, es el carácter
urgente de tales medidas que justifica su
aplicación in audita altera parte.
4.- Que mal puede alegar la accionante
que al dictarse la medida cautelar de

184
suspensión, presuntamente se vulneró su
derecho a la defensa y al debido proceso,
pues ha sido criterio reiterado de este
Máximo Tribunal que la presunta viola-
ción de los derechos en referencia sólo
se verifica cuando se haya incumplido
el procedimiento legalmente establecido
y en consecuencia se haya impedido de
manera absoluta la participación del in-
teresado en el proceso, lo cual no ocurrió
en el presente caso, dada la especial na-
turaleza que reviste la medida cautelar
impuesta a la accionante.
5.- Que la medida de suspensión cuya
impugnación se solicita por vía de am-
paro, fue dictada por la Comisión de
Emergencia Judicial, el Consejo de la
Judicatura y la Inspectoría General de
Tribunales, con fundamento en un análi-
sis de las actas de inspección ordinaria,
con vista a las estadísticas llevadas por el
entonces Consejo de la Judicatura, a los
fines de determinar el rendimiento del
Juzgado a cargo de la accionante durante
el año judicial de 1998, análisis éste que
reflejó un reiterado retardo procesal inex-
cusable en las causas cuya competencia
correspondía al Tribunal a su cargo, y que
ello constituía un hecho grave que atenta
contra los más elementales derechos hu-
manos de las partes en juicio, “…de allí
la necesidad urgente de separar de manera
cautelar y temporal a la mencionada Juez
del ejercicio de la función jurisdiccional, si-
tuación ésta que posteriormente conllevó a

185
su inmediata destitución por tener un ren-
dimiento inferior a la tercera parte de la
media ponderada Nacional”.
6.- Que en relación al alegato de la ac-
cionante de que le fue violado su derecho
a ser juzgada por sus jueces naturales,
se debe indicar que “…los actos dictados
por la Comisión de Emergencia Judicial, el
Consejo de la Judicatura y la Inspectoría
General de Tribunales, no fueron emitidos
en uso de una facultad jurisdiccional, toda
vez que ese poder sólo es atribuible a los
Tribunales de la República”, siendo que el
acto cuya validez se cuestiona fue dictado
en uso de las competencias conferidas
por la Asamblea Nacional Constituyente,
“…órgano supremo, extraordinario y so-
berano, como lo declaró la Sala Plena de
este Supremo Tribunal en sentencia de fe-
cha 14 de octubre de 1999”.
Por las razones antes mencionadas, la
representación judicial de la Comisión
de Emergencia del Poder Judicial, solicitó
de esta Sala la declaratoria de inadmisi-
bilidad de la acción de amparo cautelar o
en su defecto, la declaratoria de improce-
dencia de la misma.

III
INFORME DE LA INSPECTORIA
GENERAL DE TRIBUNALES

Mediante escrito presentado en fecha


24 de febrero del año 2000, el abogado
RENE MOLINA GALICIA, actuando en

186
su condición de Inspector General de
Tribunales, presentó el informe a que
hace referencia el artículo 23 de la Ley
Orgánica de Amparo sobre Derechos y
Garantías Constitucionales, esgrimiendo
los alegatos que a continuación se señalan:
1.- Que de manera previa debe indicarse
que en la presente acción de amparo no
hay materia sobre la cual decidir, en virtud
de que la medida cautelar de suspensión
ha perdido vigencia, al ser la accionante
separada definitivamente del cargo.
2.- Que la medida cautelar de suspen-
sión fue tomada sobre la base de actas de
inspección y hojas de control de casos y
ello, contraviene lo expresado por la ac-
cionante cuando señaló que la referida
medida fue tomada en ausencia abso-
luta de un procedimiento administrativo
fundado en las normas que aseguren el
derecho a la defensa., siendo menester
destacar que tales medidas cautelares,
no prejuzgan sobre la inocencia o culpa-
bilidad del sujeto sobre quien recaen, por
cuanto como su nombre lo indica “cau-
telares”, su objetivo es la prevención, y
las mismas pueden tomarse bien sea en
procesos administrativos como en juris-
diccionales, e incluso, pueden dictarse sin
necesidad de oír a la otra parte y que, en
el presente caso, lo que se pretende es sal-
vaguardar la majestad del Poder Judicial.
3.- Que la medida cautelar de suspen-
sión fue tomada sobre la consideración
de que su rendimiento en el desempeño

187
de su función está por debajo del rendi-
miento ponderado medio a nivel nacio-
nal y ello connota una presunción de que
la referida juez se encuentra incursa en
un retardo procesal inexcusable.
4.- Que en el caso de autos, no existe
presunción de violación a ser juzgado
por sus jueces naturales por cuanto la
Comisión de Emergencia Judicial no era
un órgano constituido, sino que tenía ple-
nos poderes delegados por la Asamblea
Nacional Constituyente, y la medida recu-
rrida ha sido aplicada sobre la base de un
Decreto dictado por la Asamblea Nacional
Constituyente, mediante la cual se re-
organiza el Poder Judicial en el Decreto
Cautelar de Protección al Sistema Judicial
dictado por la Junta Directiva de dicha
Asamblea y la Comisión de Emergencia
Judicial, los cuales son instrumentos nor-
mativos que poseen especial naturaleza
tal como lo ha declarado la extinta Corte
Suprema de Justicia en Sala Plena.
5.- Que tales medidas cautelares esta-
ban justificadas en el marco del proceso
constituyente, en virtud de la necesidad
de dictar urgentemente las medidas
cautelares, vista la grave situación que
afectaba el Poder Judicial y a los fines de
evitar daños irreparables a la credibi-
lidad del Sistema Judicial, que, en caso
de no tomarse las mismas, se hubiese
afectado los procedimientos disciplina-
rios que se encontraban en curso, favore-
ciendo la impunidad de quienes podían
ser responsables.

188
En virtud de las alegatos antes de-
sarrollados, el Inspector General de
Tribunales solicitó de esta Sala la decla-
ratoria de que “no hay materia sobre la
cual decidir”, o, en su defecto, la declara-
toria “sin lugar” de la acción de amparo
cautelar interpuesta por la quejosa.

IV
DILUCIDACIONES PREVIAS

La Justicia como hecho democrático, social


y político. Marco de la Justicia dentro del
Proceso Constituyente Venezolano
Para esta Sala es importante hacer al-
gunas consideraciones en relación con
la idea de la justicia como un hecho de-
mocrático, social y político, y al Poder
Judicial como elemento no tan sólo de
equilibrio entre los cinco poderes del
Estado, sino también como garante de
los valores y principios constitucionales
y como factor fundamental para que el
Estado democrático y social de Derecho
y de Justicia previsto en el artículo 2 de la
Constitución de la República Bolivariana
de Venezuela no sea un simple monólogo
entre los diseñadores del sistema sino
que sea un factor de perfectibilidad en
una justa sociedad libre.
En este contexto, Venezuela ha vivido
un proceso constituyente en el que se han
consumado algunas de sus etapas importan-
tes, pero que aún no ha concluido. El Poder

189
Constituyente en los términos de SIÉYES, es
pleno, originario y fundacional, de donde de-
rivan al decir de LINARES QUINTANA “la
facultad inherente a toda comunidad soberana a darles
su ordenamiento político fundamental por medio de una
Constitución, y a transformar ésta parcial o totalmente
cuando sea necesario”, y, por supuesto, crear las
reglas de transición entre una formulación his-
tórico-política de Estado, y los nuevos valores
y principios que emanan del texto constitucio-
nal, hasta tanto se solidifiquen las instituciones
fundamentales conceptualizadas en el texto
constitucional.
Por ello, uno de los avances más impor-
tantes del proceso constituyente venezolano
radica en el paso hacia un modelo constitucio-
nal normativo, diseñado con base a valores y
principios (Artículos 2 y 3 de la Constitución
de la República Bolivariana de Venezuela), en
cuyo proceso de adaptación, la labor del Poder
Judicial es de suma importancia.
Esto nos lleva a replantear, en términos de
LOUIS JOSSERAND, la dicotomía entre una
concepción dogmática, exegética, de rígidos
contornos y de formas absolutas de la ciencia
jurídica, que la hace una ciencia exacta deshu-
manizada y por otro lado en los términos de
CARBONNIER Y FRIEDMAN (Vgr. Teoría
Pluralista del Derecho; La Acción Directa) al derecho
como una ciencia social, resultante de una cul-
tura determinada en un tiempo determinado
que se nos presenta como ondulante que sigue
el paso de la comunidad de la cual debe ser
regla e imagen, marco y reflejo.

190
La nueva concepción que emana del pro-
ceso constituyente que vive Venezuela, coloca
al pueblo como protagonista del desarrollo
del Estado, que a su vez obedece a valores y
principios que han de ser desarrollados e in-
terpretados por el órgano que garantiza un
Estado-Realidad, que proporcione al soberano
los instrumentos de convivencia social con paz
y dignidad.
Es así, que en el mismo sentido de OTTO
BACHOF “existe una preocupación no sólo ya para
asegurar al Juez a su anterior sujeción al soberano, sino
también para vincularlo con la realidad social y polí-
tica… (omissis) … necesita también forzosamente –el
Juez– de un contrapeso: una fuerza que se preocupe de
que, al menos, los valores superiores de derecho y del
orden, que la Constitución ha establecido como funda-
mental, permanezcan protegidos; una fuerza que decide,
al mismo tiempo, con la mayor autoridad posible, si en
un conflicto eventual esos valores han quedado salva-
guardados, asegurando o restableciendo la paz jurídica.
El Juez no es menos órgano del Pueblo
que todos los demás órganos del Estado”
(Vgr. “Jueces y Constitución”. Editorial Civitas,
S.A. Madrid-España. 1987. Págs. 57 y ss).
Por ello, el Poder Judicial como sistema
debe tener como valor fundamental a la Justicia
y por ende la construcción de una sociedad
justa y amante de la paz, que a su vez sea re-
sultante del ejercicio democrático de la volun-
tad popular (Artículo 3 de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela). El Juez
no puede ser un agente de factores de poder
(económicos, partidistas, entre otros), que se
organice en claves o carteles, y que decida en

191
nombre propio o de estos grupos de poderes; el
poder de administrar justicia se hace en nom-
bre de la República y emana de los ciudadanos
(Artículo 253 de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela); ese poder se debe
ejercer con independencia e imparcialidad, por
lo que el Juez debe tener una consistencia tal
que lo haga ajeno a subordinaciones y a pre-
siones indebidas ( Artículos 254 y 256 de la
Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela); al ser la justicia, en el sentido de
Gómez Robledo un cuerpo vivo que se inte-
gra al cuerpo social desde la comunidad más
pequeña hasta la gran urbe, y, respetando los
valores culturales y étnicos que establezcan es-
pecial particularidades en cada núcleo humano
se debe establecer una justicia de paz y a su
vez reglas especiales para los pueblos indígenas
(Artículos 258 y 260 de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela).
De igual forma, si el objeto fundamental del
Estado como organización política es que éste,
mediante sus instituciones otorgue las garantías
necesarias para crear condiciones de conviven-
cia digna, se establece, para la justicia, la nece-
sidad de garantizar una administración pública
prestadora de servicios eficientes (Artículo 259
de la Constitución de la República Bolivariana
de Venezuela). En este orden de ideas no tan
sólo se sustituye la teoría de los actos excluidos
de control por la teoría de la de universalidad
de control de los actos del Poder Público, sino
que se va más allá, se incorpora el elemento
técnico-eficiente del Servicio Público como ex-
presión de un Estado de bienestar.

192
Como se observa, existe un nuevo pa-
radigma en cuanto los valores y princi-
pios constitucionales que se vinculan a
la justicia como hecho social, político y
democrático. Esta nueva concepción de
Estado de Justicia trae consigo no tan
solo una transformación orgánica del
sistema judicial (Artículos 253 y 254 de la
Constitución de la República Bolivariana
de Venezuela), sino también un cambio
en la razón íntima que cada ciudadano, y
especialmente el Juez, debe tener con el
fin de lograr que la justicia más que un
bálsamo frente a las heridas de la socie-
dad, en los términos de CALAMANDREI,
sea ese cuerpo vivo que late y palpita
según lo expresa GÓMEZ ROBLEDA.
(“Meditaciones sobre la Justicia”. Fondo
de Cultura Económica, Pág. 17).
En este sentido el Juez, a quien se le reclama
y exige justicia, debe ser igualmente producto
de un hecho democrático que establezca un
vínculo de afinidad entre la sociedad que exige
y el poder que interpreta los valores y princi-
pios constitucionales para alcanzar los fines del
Estado. Así, es el Juez quien debe amparar –en
nombre de la República y como expresión sobe-
rana del pueblo– a quien pide restablecimiento
de la situación jurídica, es él quien tutela y ar-
moniza los derechos e intereses con los fines del
Estado (Artículos 26 y 27 de la Constitución de
la República Bolivariana de Venezuela), y esta
obligación la identifica la Constitución con el
Juez cuando lo obliga a asegurar la integridad de
la Constitución, y por ende, le da la potestad de

193
desaplicar las normas que colidan con el texto
fundamental (Artículo 334 de la Constitución de
la República Bolivariana de Venezuela).
Entonces, el Poder Judicial en una distribu-
ción tripartita del Poder Público no es el tercer
poder, así como en una distribución pentapar-
tita el Poder Judicial no es el quinto poder; el
Poder Judicial representa el poder integrado y
estabilizador del Estado, ya que es el único que
tiene competencia para controlar y aún disolver
al resto de los Poderes Públicos. Eso nos hace
un Estado Judicialista.

A.- Acerca de la función judicial


Ahora bien para que ese poder se adapte y
cumpla con el rol que le asigna el nuevo texto
constitucional, es necesario que quienes lo com-
ponen sean el resultado de un proceso público
de evaluación y concurso, que no tan solo ase-
guren su idoneidad y excelencia, sino que ga-
rantice el conocimiento por parte de éstos de
los principios y valores de la Constitución, a
los efectos de evitar una ruptura entre Estado y
Sociedad. En ese sentido el rol protagónico del
pueblo consustanciado con la idea democrática,
se materializa a través de su participación in-
tensa en los procesos de selección y evaluación
de los Jueces (Artículo 255 de la Constitución
de la República Bolivariana de Venezuela).
En razón de ello, la participación ciudadana
debe orientarse y manifestarse desde la selección
de jurados en el inicio de los procesos de eva-
luación y concurso a través de la sociedad civil
organizada; en la consulta sobre los aspirantes a

194
ser jueces o juezas; en su presencia o interven-
ción en los concursos públicos; así como en la
selección definitiva del Juez y en el control per-
manente que la sociedad debe hacer en relación
a la conducta pública y privada, en la actuación
del Juez como administrador de justicia, en su
comportamiento profesional, académico y aún
familiar. Esto ratifica a la justicia como hecho
democrático, y reiterando a Otto Bachof al Juez
como expresión soberana del pueblo.

B.- De la necesaria intervención de los


Poderes Públicos a fin de la relegiti-
mación de los mismos en el marco
de un Proceso Constituyente
Ahora bien, la disposición derogatoria de la
Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, establece la perdida de vigencia del
ordenamiento jurídico anterior a la Constitución
que la contradiga. En este sentido todo proceso
en razón del cual no haya estado la justicia como
hecho social político y democrático quedó de-
rogado, y en consecuencia bajo una concep-
ción de refundar la República y relegitimar los
Poderes Públicos se hace impretermitible con-
cluir que no habiendo sido garantizada la inter-
vención y participación de los ciudadanos en los
distintos procesos de selección y nombramiento
de los jueces se ha producido una inconstitucio-
nalidad sobrevenida, decayendo el objeto de los
diferentes actos de nombramiento, por lo que se
establece con las “Normas de Evaluación y Concurso
de Oposición para el Ingreso y Permanencia en el Poder
Judicial”, de fecha 14 de febrero del año 2000,

195
publicadas en Gaceta Oficial Nº 36.899 de fecha
24 de febrero del mismo año, el desarrollo de
procedimientos destinados a garantizar la credi-
bilidad y legitimidad del sistema de justicia, por
medio de controles sociales e institucionales so-
bre el comportamiento de los jueces, idoneidad
que se hace indispensable para lograr su capaci-
dad profesional e independencia.
En efecto con la entrada en vigencia de la
Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela y bajo las reglas de un régimen de
transición constitucional en el que sus normas
tienen igual rango, y así como se está proce-
diendo a la relegitimación del Poder Ejecutivo y
del Poder Legislativo mediante procesos comi-
ciales, y una vez instalada la Asamblea Nacional
se deberá proceder a la relegitimación de las
máximas autoridades del Poder Ciudadano y
Electoral, y de igual forma se procederá en rela-
ción a los integrantes del Tribunal Supremo de
Justicia, el resto del Poder Judicial está siendo
objeto del mismo proceso de relegitimación, en
el cual las situaciones anteriores a los actos dic-
tados por la Asamblea Nacional Constituyente
y a la misma Constitución no son oponibles.
Así se declara.

V
CONSIDERACIONES PARA DECIDIR:
REFLEXIONES ACERCA DEL DERECHO
CONSTITUCIONAL DE SER “JUEZ”

No puede pasar inadvertido para esta Sala,


más aún dentro de un proceso de transición

196
constituyente el hecho de que se sostenga el
derecho de ser Juez. La condición de Juez se
adquiere luego de concluidas diferentes fases y
etapas en la formación de un ciudadano y me-
diante procedimientos especiales que a la luz
del nuevo texto Constitucional-derogatorio de
todo el ordenamiento jurídico que lo contraiga,
debe contar con la participación ciudadana, y
manifestarse a través de un concurso de oposi-
ción pública.
No se nace con el derecho a ser ni de ser
Juez. Y ni siquiera con la obtención del título
de abogado se materializa el referido derecho.
Aún más dentro de un proceso de relegitima-
ción de los Poderes Públicos quienes hayan
ostentado la condición de Juez, no tienen el de-
recho de ser Juez. Ni siquiera cumpliendo con
los procedimientos y requisitos del nuevo orden
jurídico existe el derecho a ser ni de ser Juez.
Ser Juez es una condición, y la permanencia
en dicha categoría es perfectamente revocable
tanto por razones preexistentes y sobrevenidas,
como por procesos de evaluación y control
disciplinario.
La situación actual en la que sin discrimi-
nación de ninguna naturaleza, se ha hecho un
llamado público y general para que cualquier
persona que cumpla los requisitos (haya sido o
no Juez; y en esta última hipótesis esté o no sus-
pendido o destituido) manifieste su voluntad de
optar para evaluación y concurso. Por lo que
quienes hayan manifestado su voluntad tienen
una expectativa de derecho más no el derecho
de ser Juez y en este sentido, así se declara.

197
A.- De la naturaleza jurídica del acto
administrativo impugnado
Se ha señalado que la Resolución Nº 614
guarda una doble vocación jurídica, a saber:
a).- desde el punto de vista jurídico-procesal
se trata de una medida cautelar b).- desde el
punto de vista jurídico-administrativo, estamos
en presencia de un acto de trámite. Esa duali-
dad de perspectiva se unifica en el criterio de
que se trata de un acto instrumental o de sus-
tanciación, que no tiene carácter definitivo ni
va al fondo del asunto debatido.
En su visión de medida cautelar adoptada
en el marco de un proceso constituyente, la
misma, debe cumplir con los elementos gene-
rales que se establecen para la procedencia de
este tipo de decisión como lo son el fumus boni
iuris y el periculum in mora.
El humo o presunción de buen derecho es
incuestionable en tanto y cuanto la Comisión
de Emergencia Judicial, la Sala Administrativa
del extinto Consejo de la Judicatura, así como
la Inspectoría General de Tribunales ejercie-
ron una competencia que les fue atribuida
por la Asamblea Nacional Constituyente, y en
consecuencia su competencia emanó de una
voluntad soberana. Ciertamente “que el buen
derecho” es el que tiene todo ciudadana a una
justicia proba, honesta, idónea, de calidad y
consustanciada con el nuevo modelo de Estado
de Justicia que se gestó en el proceso constitu-
yente. Y los órganos facultados para amparar
ese “buen derecho” del justiciable fueron a los
que la Asamblea Nacional Constituyente les

198
otorgó una misión-visión para establecer un
nuevo Poder Judicial.
Por lo que, es de perogrullo concluir que
el humo o presunción de buen derecho es el
que dimanó de un proceso constituyente como
expresión soberana de la comunidad para re-
fundar la República y relegitimar los Poderes
Públicos. Y, también, en concordancia y con-
sistencia con la decisión de la extinta Corte
Suprema de Justicia del 14 octubre de 1999,
que declaró supraconstitucional los actos ema-
nados de la Asamblea Nacional Constituyente.
El peligro de daño se evidenció en un Poder
Judicial corrupto, tribal, que originaba descon-
fianza al justiciable, y que en definitiva abrió un
surco profundo en la sociedad a quien se le li-
mitó su acceso a la justicia, que cuando pudo
acceder a ella se le negó, y que en definitiva fue
el gran causante de la ruptura entre el Estado
y la Sociedad. Huelgan los informes naciona-
les e internacionales en relación al desmorona-
miento del Poder Judicial venezolano.
En su noción de acto de trámite, podemos
significar que se trata de uno de los tantos actos
coligados entre sí que se presentan a lo largo de
un procedimiento administrativo y cuyo objeto
fundamental es determinar situaciones o fases
de dicho procedimiento, encausándolo y con-
duciéndolo a la etapa de la decisión final, que
en el caso concreto va a estar representada por
la ratificación o destitución del Juez.
A tal fin, en virtud de sendos ins-
trumentos normativos dictados por
la Asamblea Nacional Constituyente
(los Decretos de Reorganización del

199
Poder Judicial y de Medidas Cautelares
Urgentes de Protección del Sistema
Judicial), se dictaron en ciertos casos,
medidas cautelares de suspensión del
cargo, a aquellos jueces sobre los cuales
recaían elementos de juicio negativos
con respecto al desempeño de sus fun-
ciones, sin que pudiera entenderse que
tal suspensión fuese en términos defini-
tivos, toda vez que incluso dicha suspen-
sión no acarreaba la falta de pago de sus
respectivos emolumentos y, la misma,
estaba dirigida a comprobar determina-
dos hechos que eventualmente podrían
devenir en actos definitivos, que acor-
daren o la revocatoria de la suspensión
cautelar acordada a aquellos jueces si
no se les hubiere encontrado y probado
suficientes elementos de juicio para se-
pararlos del cargo, o bien, al comprobar
que los jueces suspendidos se encon-
traban incursos en causales que ameri-
taban la separación del cargo, acordar
la misma, mediante acto administra-
tivo definitivo, todo ello con el único
fin, de propender al correcto funciona-
miento del servicio público constituido
en uno de los pilares fundamentales
del Estado de Derecho, como lo es la
Administración de Justicia.
Con respecto a los actos de “trámite”
dictados dentro de un proceso consti-
tutivo o de primer grado de naturaleza
disciplinaria, esta Sala debe observar
que los mismos, por contraposición, no

200
pueden entenderse lógicamente como
acto “definitivos”. Con respecto a este
punto, para este órgano jurisdiccional re-
sulta menester invocar lo expresado en
la decisión dictada en el caso “Miranda
Entidad de Ahorro y Préstamo”, en la cual
se señaló lo siguiente:
“…Otra condición de admisibilidad del
recurso que, también había sido tradicio-
nalmente exigido por la Jurisprudencia
de la Corte pero no fue consagrado en el
texto orgánico de la misma, atañe al ca-
rácter definitivo del acto impugnado. Se
entiende que un acto administrativo es
definitivo, cuando implica la resolución,
con plenos efectos jurídicos, de la cues-
tión sometida a conocimiento o decisión
de la Administración. El acto definitivo,
por tanto, es el que resuelve el fondo del
asunto y por ello, no necesariamente es
un acto que emana del superior de la je-
rarquía pues más bien casi siempre se
produce a niveles inferiores, por lo cual
no debe confundirse el acto definitivo en
el campo administrativo, del acto que
causa estado”.

Entendido pues, que el acto administrativo


recurrido no puede considerarse como un acto
definitivo de separación absoluta del cargo que
ejercía la quejosa como juez, sino como un acto
de trámite de naturaleza cautelar y por ende,
provisional dentro de un procedimiento sancio-
natorio, es razón por la que, esta Sala declara
que dicho acto no causa indefensión, no pre-
juzga como definitivo y no impide la tramitación
del procedimiento administrativo sancionatorio.

201
En este sentido, en la perspectiva de la
Resolución Nº 614 como acto de trámite, y
habida cuenta de la naturaleza de ésta, en
conformidad con lo establecido en el artículo
85 de la Ley Orgánica de Procedimientos
Administrativos, éstos – los actos de trámites–
tan sólo son recurribles en sede Administrativa
(y por ende en Sede Jurisdiccional) cuando cau-
sen indefensión, prejuzguen como definitivos o
impidan la tramitación del procedimiento.
Una medida cautelar, independientemente
de la característica de homogeneidad, no pre-
juzga sobre lo definitivo; en el caso de marras
la suspensión del cargo de Juez para realizar
una investigación a profundidad no determina
sobre las cualidades del Juez y sobre su perma-
nencia en el Poder Judicial.
Igualmente debemos señalar que con bas-
tante posterioridad a la medida de suspensión,
y como resultante del procedimiento, según
se evidenció en la audiencia oral y pública y
en los documentos anexados al expediente, se
produjo el acto definitivo de destitución, por
lo que ni se causó indefensión ni se impidió la
continuación del procedimiento.
De manera que salvo las tres circunstancias
excepcionales cuya ocurrencia no se produjo
en este caso, los actos de trámite no son suscep-
tibles de ser impugnados por vía principal, ya
que los miembros son objeto de revisión al mo-
mento de impugnarse el acto definitivo, razón
por la que se hace inadmisible la acción princi-
pal de nulidad, y decae la medida de amparo
cautelar solicitada y así se declara.

202
VI
DECISIÓN

Por las razones anteriormente expues-


tas, esta Sala Político Administrativa,
administrando Justicia en nombre de
la República y por autoridad de la Ley,
declara INADMISIBLE el recurso de nu-
lidad interpuesto de manera conjunta
con solicitud de amparo cautelar, con-
tra la Resolución N° 614 de fecha 09 de
noviembre de 1999, dictada por la Sala
Administrativa del extinto Consejo de la
Judicatura, la Comisión de Emergencia
Judicial y la Inspectoría General de
Tribunales, mediante la cual fue sus-
pendida del cargo de Juez de Primera
Instancia del Circuito Judicial Penal del
Área Metropolitana de Caracas, con lo
cual resulta entendido el decaimiento de
la acción accesoria, referido a la solicitud
de amparo cautelar.
En consecuencia, ORDÉNESE el pase
del presente cuaderno separado y la pre-
sente decisión al Juzgado de Sustanciación
de esta Sala, a fin de que la misma sea
incorporada en el cuaderno principal de
la causa.
Publíquese, regístrese y comuníquese.
Dada, firmada y sellada en Caracas en
el Salón de Despacho de la Sala Político
Administrativa del Tribunal Supremo
de Justicia, en Caracas, a los 24 días del
mes de marzo del año dos mil (2000).

203
Años 189º de la Independencia y 140º de
la Federación.

El Presidente-Ponente,
CARLOS ESCARRA MALAVE

El Vicepresidente,
JOSE RAFAEL TINOCO

El Magistrado,
LEVIS IGNACIO ZERPA

La Secretaria,
ANAIS MEJIA CALZADILLA

CEM/vam
Exp. Nº 0015
Sent 00659

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