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coleccién me gusta LA OTRA HIJA Annie Ernaux Traduccién de Galo Ghigliotto Prologo de Nayareth Pino Luna Es una foto de color sepia, ovalada, pegada a la portada amarilla de una libreta, muestra a una bebé sobre unos cojines festoneados, superpuestos. Esta vestida con una cami- sa bordada, de un solo botén, ancha, sobre la que se amarra un grueso nudo, un poco detras del hombro, como una gran flor 0 las alas de una mariposa gigante. Una bebé alargada, delgada, con las piernas abiertas, tendidas hasta el borde de la mesa. Bajo sus cabellos castafios, enrollados sobre su frente abombada, abre los ojos con una intensidad casi devoradora. Sus brazos abiettos pare- cen agitarse. Pareciera que va a saltar, De- bajo de la foto, la firma del fotografo —M, Ridel, Lillebonne— cuyas iniciales entrela- ANNIE ERNAUX ye yadas adornan también la esquina superi 4 a izquierda del Album, muy manchado, con hojas medio sueltas. Cuando era nifia crefa —asi me habian die cho— que era yo. No soy yo, eres tu. Pero habfa otra foto mia, tomada sobre la misma mesa, por el mismo fotdgrafo, el pelo castafio también enrollado sobre la frente, pero yo aparecia gorda, con los ojos hundidos en una papilla redonda, una entre los muslos. No recuerdo haber e inttigada entonces por la diferencia, pa entre ambas fotos. En los alrededores del dia de Todos los San- tos voy al cementerio de Yvetot y dejo flores en las dos tumbas. La de los padres y la tuya. De un afio a otro olvido como llegar has- ta ellas, pero me ubico por una cruz alta y muy blanca, visible desde el callején central, que se encarama en tu tumba, justo al lado de la de ellos. Dejo sobre cada una un eri- santemo de color diferente, a veces sobre la tuya pongo un brezo, en un maceterito que hundo en la grava de la jardinera excavada exptesamente al pie de la losa. No sé si se medita mucho delante de las tumbas. Delante de la de los padres, me de- tengo un momento. Es como si les dijera ANNIE ERNAUX 3 “aqui estoy”, Y les hablara sobre en qué me he convertido en el ultimo afio, lo que he hecho, escrito, espero escribir. Después paso a la tuya, a la derecha, mito la es- trella, leo una vez mas la inscripcion en grandes caracteres dorados, demasiado resplandecientes, restautados toscamente en los afios noventa por encima de los ori- ginales, mas pequefios, que se han vuelto ilegibles. Sin consultarle a nadie, el mar- molista suprimio la mitad de la inseripeién original, eligiendo no dejar bajo tu nom- bre y apellido més que esta nica men- cién, ciertamente porque la consideraba primordial; “Fallecida el Jueves Santo de 1938”. Me ha chocado desde la primera vez que vi tu tumba. Como una prueba escrita en piedra de la voluntad de Dios y de tu santidad. En los veinticinco afios que vengo a las tumbas, nunca he tenido nada que decirte. Segiin el registro civil, eres mi hermana. Llevas el mismo apellido que el mio, mi LA OTRA MIVA apel bret: jiror mies el M de | la tr fri deci en] cid Per sid do sé ¢ vist ime Lle nat lac las Sie apellido de soltera, Duchesne, Fin la li- breta de familia de los padres, hecha casi jirones, en la parte del registro de Naci- miento y Muerte de los Hijos nacidos en el Matrimonio, figuramos una por debajo de la otra. Tu artiba, con dos timbres de la municipalidad de Lillebonne (Seine-In- férieure), yo con uno solo —mi casilla de deceso sera Ilenada en otra libreta oficial, en la que se certifica mi propia reproduc- cion familiat, con otto apellido—. Pero no erés mi hermana, nunca lo has sido. No hemos jugado, comido, dormi- do juntas, Nunca te toqué ni te besé. No sé de qué color son tus ojos. Nunca te he visto. Existes sin cuerpo, sin voz, solo una imagen plana en unas pocas fotos en blan- co y negro. No guatdo un recuerdo de ti. Llevabas muerta dos afios y medio cuando nac{. Eres el angelito, la nifia invisible de la que nunca hablamos, la ausente en todas las conversaciones. El secreto. Siempre has estado muerta. Entraste en aNALE ERNAUX Fe ean In mi vida el verano en que cumpli diez Nacida y muerta en un relato, asf co: Bonny, la hijita de Scarlett y de Rhett ¢ Lo que el viento se Mev, La escena del relato transcurre durante las vacaciones de 1950, en el ultimo verano de largas jornadas de juego, de mafiana a tarde, entre primos, algunas nifias locales y veraneantes en Yvetot. Jugabamos a la ven- dedora, a los adultos, construfamos casas en diversas zonas de los patios, de las te- trazas de los padres, con mesitas hechas de botellas, cartones y telas viejas. Cada una cantaba a su vez, paradas en los columpios, canciones como Maitre Pedro 0 Ma gnépiere et mes longs jupons, como si estuviéramos en un concurso radial. Nos escapabamos para recoger moras. Nuesttos padres nos prohi- bian juntarnos con nifios diciéndonos que cllos preferian los juegos de mano. Por la cru metaa aes 18 ig noche nos separabamos, sucias como pei- netas. Me lavaba los brazos y las piernas, feliz de empezar de nuevo al otto dia. Al afio siguiente, todas las chicas estaran dis- petsas o enojadas, me abutriré y sdlo leeré. Me gustaria seguir describiendo estas va- caciones, retrasarlo. Hacer el relato de este relato seria acabar con el desenfoque de lo vivido, como lanzatse a revelar un tollo fo- tografico conservado en un armario desde hace sesenta afios y nunca antes revelado. a Es un domingo a ultima hora de la tarde, al comienzo de la estrecha via que pasa por la parte trasera de la tienda de abarrotes y café de los padres, la calle De I'Ecole, llamada asi por un jardin infantil ptivado que hubo a ptincipios de siglo, cerca del jardin de ro- sas y dalias, protegido por un alto alambra- do que corre a lo latgo de toda Ia pared por encima de un talud de malezas. Al otto lado, un matorral frondoso y alto, Desde hace un rato, mi madre sostiene una larga conversa- cién con una joven de Le Havte que pasa las vacaciones con su hijita de cuatro afios en la casa de sus suegtos, los S., cuya casa esta unos diez metros mas adelante, en la mis- ma calle, Probablemente sali6 de la tienda, ANNIE ERNAUX para seguir que nunca cerraba en es4 época, go cerca de hablando con su clienta. Yo jue: ellas con la nifiita, que se llama Mireille, a corter y atraparnos. No sé por qué paré la oreja, quizds porque la voz de mi madre bajé de golpe. Me puse a escuchar, como si dejase de respirar. No puedo testituir su relato, sdlo su:conte- nido y las frases que han atravesado afios, hasta hoy, propagadas de pronto a toda mi vida de nifia, como una llama muda y sin calor, mientras continuaba bailando y gi- tando a su lado, cabeza abajo para no des- pertar sospechas. [Aqui me parece que las palabras desga- fran una zona crepuscular, me atrapan y se acaban]. Dice que tuvieron otra hija y que murié de difteria a los scis afios, antes de la guetta, en Lillebonne. Describe las erupciones so- bre su garganta, la asfixia, Dice: murié coma ana pequeha santa, Sl Cuenta lo que le dijiste antes de morir: voy aver ala Virgen santisima y al buen Jesis, Dice mi marido se volvié loco cuando te encontré muerta al volver de su trabajo en las refinerias de Port-Jéréme. Dice que xo es lo mismo que perder a un com- panero, dice de mi que: no sabe nada, no qui- simos entristecerla. Al final agrega que tu te portabas mejor que “esta”. “Esta”, soy yo. Oo Rue de l'Bcole; D.R. LA OTRA Hida El escenario del relato no ha cambiado, no mas que una foto. Veo la posicién exacta de esas dos mujeres, en la calle, una en re- lacion a la otra. Mi madre, que lleva una bata blanca, se limpia los ojos de vez en cuando con su pafiuelo. La silueta de la joven, mas elegante que las clientas habi- tuales, con un vestido claro, su pelo tira- do hacia atrés en un mofio bajo, su figura como un 6yalo suave. Esta toma espontanea la tealiza mi memo- tia a partir de una multitud de personas como si fuesen disefios de un juego de car- tas. Ahora la confundo con la directora de un campamento de vacaciones donde fui Monitora en Ymate, cerca de Rouen, en ANNIE ERNAUX 18 1959, Filla se vestia de blanco y beige, y la a una hormiga. insignia ef Mas que nada, la realidad de la escena llega a mi como una especie de alucinacion cor- poral. Me siento correr en cireulos estrechos alre- dedor de las dos mujeres, veo los pedernales de la calle de I'Ecole, que no estaria asfaltada hasta los afios ochenta, el talud, la parrilla, la luz tenue, como si hubiese sido necesario absorber todo el paisaje del mundo para so- portat lo que pasaba. No puedo determinar con exactitud ese do- mingo de verano, peto siempre lo he situa- do en agosto, Hace veinticinco afios, al leer el Diario de Pavese, descubti que se suicidé en una habitacidn de hotel en Turin el 27 de agosto de 1950. Lo comprobé y era domingo. Desde entonces, supongo que fue el mismo Me alejo cada afio, Pero eso es solo una ilu- sion. No hay tiempo entre tii y yo. Sdlo hay palabras que nunca han cambiado q Bien portada. Me parece que ya sabia que esa exptesion no podria aplicarse a mi misma debido a los calificativos que recibia coti- dianamente de parte de mis padres, seein mis comportamientos: intrépida, coqueta y su- tia, golosa, senorita lo-s¢-todo, desagradable, tie- nes él diablo en el cuerpo. Pero sus teproches se deslizaban sobre mi gracias a la cetteza de ser amada, segiin demostraban con su constante preocupacioén por mi pequefia persona, con los regalos que me hacian, Hija unica, mimada porque unica, siem- pre la primera del curso sin esfuerzo, me sentfa, en definitiva, con derecho a ser lo que era, ANNIE ERNAUX Bien portada, tampoco lo era ante la mirada de Dios, como me habia manifestado ca- tegdricamente el abate B., en mi primera confesion 2 log siete-afios, cuando confesé haber hecho “malas acciones sola y tam- bién en compajiia”, lo cual, segtin él, me condenaba al infierno, Como me confirma- tia ademas un dia la directora del internado, atravesindome con sus ojos centelleantes mientras decia “se puede tener puros sic- tes y no ser agradable a los ojos de Dios”. No me interesaban las cosas de la religion. No amaba a Dios, le temia, pero nadie lo sospechaba —solo me volvia reticente y silenciosa cuando me susurraban en la igle- sia, atrodillada ante la luz toja: reza bien a! buen Jesds, \nsteuccion que sentia como una puerilidad indigna de la madte-toda- poderosa que era. Bien portada, significaba también afectuo- Sa, Carifiosa, “amistosa”, como se decia en normando a los nifios y los perros. Distan- te con los adultos, prefiriendo observatlos LA OTRA HIJA y escuct conside estaba § Sesenté minod de inte relacié tido ft posicic ahora aparté gar. R elevas incon un asi sione: Ser o Entre cobri su lu Mejor quies den y escucharlos en lugar de abrazarlos, no me consideraba como tal. Pero con ellos dos . estaba segura de setlo, mas que otros nifios, Sesenta afios han pasado y todavia no ter- mino de tropezar con aquella expresion, ni de intentar desentrafiar sus significados en relacion a ti, a ellos, toda vez que su sen- tido fue resplandeciente, que cambié mi posicion en un segundo. Entre ellos y yo, ahora estas tu, invisible, adorada. Hstoy apartada, desplazada para hacerte un lu- gar. Repelida hacia las sombras mientras te elevas en la luz eterna. Comparada yo, la incomparable, la hija Gnica. La realidad es un asunto de palabras, un sistema de exclu- siones. Mas/Menos, O/Y. Antes/Después. Ser o no ser. Vida o muerte. Entre mi madre y yo, dos palabras, Se las cobré. Escribi en su contra. Para ella. En su lugar, de obrera orgullosa y humillada. Mejor portada, me pregunto si no fue ella quien me dio el derecho, 0 incluso la or- den, de no setlo: bien portada. Este domin- ik go no percibo mi oscuridad, se convierte en mi ser. FE] dia del relato es el dia del juicio. A los veintidds afios, después de una pelea con ellos en la mesa, eseribo en mi diatio: “gPot qué, desde siempre, he sido lo que quiero ser, pero igual sigo sufriendo?”. Nada de lo que sucede en la infancia tiene nombre. No sé qué es lo que sentia enton- ces, pero no estaba triste. Quiz4s algo “bo- rrosa”’, pero esta palabra, vinculada a mis lecturas de De Beauvoir afios después, me parece irreal, ingravida, incapaz de posarse sobre mi set infantil. Después de mucho buscar, la palabra que me viene mejor, irre- futable, es engariada, Estaba engafiada en el sentido popular, mortificada. Habfa vivido en la ilusién. Yo no era tinica. Habfa otra, surgida de la nada. Todo el amor que creia recibir cra falso, Me parece que también estaba resentida contigo por haber dicho que te ibas a ver LA OTRA Hin cas los nit vac per exj a la Santisima Virgen y al buen Jesiis, Pala- bras que me mostraban toda mi indignidad, ya que nunca habtian attavesado mis labios, porque yo no queria ver a Dios, Después, de adulta, me enfadé con mi madre, has- ta enfurecer, por hacerte creer en tonteras. Pero ya no tengo mas rabia, acepto la idea de que cualquier consuelo, una oraci6n, una cancidn, sirve en el momento de caer en la nada y ptefiero pensar que te fuiste feliz. Segiin mi prima G. fue C., otta prima, quien, uno o dos afios antes, me habria re- velado tu existencia y tu muerte. La imagino disfrutando presumida por ser la primera en contarme eso que siempre habia ignora- do, exactamente como cuando me ensefiaba los secretos del sexo que, siendo tres afios mayor que yo, ya conocia. Pero no tengo ningtin recuerdo. El sol uniforme de las vacaciones se extiende sobre ese momento perdido, Quizds me resistfa 4 creet en tu existencia, preferfa suprimirla. 18 ra eseri p resucitarte y ma- Sera _ eecribo para resuc [eSera que te scribo f tarte otta vez?|- unto quizas ya estabas ahi aque- Me preg eae un afio o dos e de verano que situo lla tard She Estoy en el jardin y antes de la narracion. esctibo un cuento, la historia de una nifia de vacaciones en una granja, que muere asfixiada accidentalmente bajo una “Villot- te”, como Ilaman en el pais de Caux a los fardos de paja tubulares que se dejan en los campos después de la cosecha. Le hago leer el cuento a mi padre, que se maravilla de mis habilidades delante de los clientes del café —exagerado, me parecid—. A ella se lo lef también, pero no recuerdo su co- mentario. Estas todavia en ese suefio hicido que tuve petsistentemente entre los cinco y diez afios?: estoy acostada en una cuna decora- da con velos tosados, con J.. una pequefia refugiada de Le Havre en Lillebonne, en re mi compafiera favorita de juegos en a 2 plaza, con la que una vez al afio volvia a LA OTRA Haas ene! teu nue das de ¢ la fi 198 gut sen le p esti Y, 1 dez pri ott la clic la 4 en ni Sé no enconttarme, entusiasta, en verano, duran- te un gran almuerzo en el que se juntaban nuestros padres. En la cuna nos veo abraza- das la una contra la otra, como dos mufiecas de ojos abiertos. Era la imagen perfecta de Ia felicidad. (Al escribir sobre mi madre, en 1986, lo titulé “el suefio rosa”, pero no fi- gurarA finalmente en el libro porque no me sentia segura de la interpretacién cliché que le prestaba entonces, como una nostalgia del estado intrauterino). Y, por supuesto, debes haber estado mero- deando a mi altededor, rodeandome con tu ausencia en el tenue rumor que enyuelve los ptimeros afios de vida. En relatos hechos a ottas mujeres, en Ja tienda, en los bancos de la plaza donde, por falta de mercaderia y de clientes, me llevaba todas las tardes durante la guerta. Relatos que no han dejado rastro en mi conciencia. Permanecen, sin imagenes ni palabras. Slo qued6 en mi memoria aquel relato que no debia ofr, que no estaba destinado a mf, ANNIE ERNAUX dirigido a esa joven clegante que lo recibia indudablemente on ; char una desgracia temida pata si misma. EI tinico relato verdadero, con us palabras y su voz, su voz auforizada porque ella era la mas capaz de Ja pareja de ellos dos —lo entendi ese dia— para soportar la muerte del otro. Un telato cerrado, definitivo, inalterable, que te presenta viviendo y muriendo como santa, como Tetesa de Lisieux, cuya inmensa foto bajo un cristal gobierna desde un muro de la habitacidn. El tnico relato —no habra otro— que inaugura pata mi el mundo don- con la fascinacién de escu- de existes como muerta y como santa. El telato que cuenta la verdad y me excluye. A veces pienso, ¢cémo es que, consciente de mi presencia, mencionandome, se puso a hablar de ti? La explicacién psicoanalitica — gracias a una jugarreta de su inconscien- te, mi madre habrfa encontrado la forma de revelatme de esa forma el secreto de tu existencia y yo habria sido el verdadero. destinatario de la nattacion— queda, como 5 ) de costumbre, en el plano de la seduccién. Pero esta explicacion no toma en cuenta la edad mental. Lin los afios cincuenta, los adultos nos con- sideraban, a nosotros, los nifios, como se- res de ofdos inservibles, ante los cuales se podia decir todo sin ninguna consecuencia, con excepcion de las cosas sexuales, de las que sdlo se hacian alusiones. Y de esto es- toy segura, porque a menudo escucheé, mas adelante, relatos mortuorios, confiados de mujer a mujer, en un tren, en un salon de belleza, o en la cocina, alrededor de una taza de café, especies de Memento mori don- de el dolor se derrama y se comparte en la precision de las circunstancias y Ja enume- tacion de los detalles: cuando comenz6 @ hablar de ti, ella fue incapaz de detenerse, de no ir hasta el final, encontrando en esta joven madre, no solo una oyente al relato de tu muerte, quien lo escuchaba pot primera vez, sino también un consuelo, una forma de resurrecci6n. 18 Hay otra historia. Mis fotos de bebé rechonchita y de nena robusta son engafiosas. A los diez afios, en el momento del relato de tu muerte, tengo un incémodo pasado de nifia delicada, victi- ma de males insdlitos, de accidentes, que se detallan delante de mi y que me distinguen de otros nifios, banalmente enfermos de sa- rampién y de varicela—que también me dan pero por mas tiempo— algo a medio camino entre una maldicién y una bendi- cién. Parti mal desde temprano. A los pocos meses, una fiebre aftosa —ratisimo caso de una transmision desde la vaca a un humano pot la leche del biber6én— luego, cuando LA OTRA Higa por una con alo lla, hiz bal ade cue em En cif ha nis ras si fr comenzaba a caminar, el hallazgo, realizado por una clienta de la ticnda de abarrotes, de una cojera que me valié estar inmoyilizada con un yeso durante medio afio, Una caida a los cuatro afios sobre un trozo de bote- lla, en el patio de atras de la casa, que me hizo un agujero en el labio —ella lo conta- ba levantando el dedo: yo podta meterle el dedo adentro— y dejado una cicatriz como una cuerda. Ademas, una miopia que no deja de empeotar y unos dientes ya catiados. En esta enumeracién falta lo esencial. A los cinco afios estuve a punto de morir. Y ahi hay otro telato. En ese, yo soy la protago- nista. Me sé de memoria el domingo de ve- rano en el que apareces en mi vida de nifia. Ella, mi madre, lo ha hecho tantas veces sin esconderse, en mi presencia, con mas frecuencia que mi padre —son las mujeres quienes llevan el registro de la infancia—, siempre con alegria, porque suscita invaria- blemente el estupor incrédulo y el asombro de quienes lo escuchan. En agosto de 1945, en el jacdin ptiblico de Lillebonne, me hice una herida en la ro. dilla con un clavo oxidado. Varios dias mas tatde, mi cansancio anormal, mi cuello tieso y mis dificultades para abrir la boca, ics lle- varon a llamar al médico. Era un practicante, Después de examinarme se quedd en silencio y luego dijo espero equivocarme, vay a buscar a wn cokega, Exa tétano. Ni él ni ella sabfan lo que eta, nunca lo habian escuchado mencionar, Los médicos me inyectaron una dosis masiva de sucto antitetanico y dijeron que st no suelta Jos dientes para esta noche, esta perdida. Entonces ella me hizo beber agua de Lourdes dejan- dola escurrir entre mis dientes ya apretados. Mi boca se abrio de nuevo. Al afio siguiente, para pagar la manda, se fue a Lourdes, via- jando toda una noche en un tren con asientos de palo, llevando una caja de sardinas como Unica comida a causa de las restricciones, € hizo el via crucis de rodilla, montafia arriba. A su vuelta me trajo una mufieca que cami- naba sola y que se Ilamaba Bernadette. UA OTRA HiyA sin jato mor mut los | hae est ped qui Est toy cio suk dan Vec de Est otr bo ter en Sin duda, debido a la repeticidn de este re- lato, fjé prontamente las imagenes de ese fmomento que no recuerdo haber -vivido con mucho susto, menos en todo caso que para los bombardeas. Veo la plaza soleada, cotto hacia mis padres porque me lastimé al subir- me a un banco con los listones atrancados, estan tumbados en la hierba, les muestro un pequefio agujero rojo debajo de la rodilla iz- quierda, me dicen xo es nada, ve a jugar. Estoy en una reposera en la cocina, no es- toy jugando, mi prima C. esta allf de vaca- ciones en casa, después de comer ella se sube a la mesa y canta Gentil coquelicot mes- dames gentil caquelicot nouveau, estoy celosa. Veo las imagenes confusas de un alboroto, de idas y venidas alrededor de mi reposera. Estoy en mi camita junto a la de ellos, ella se inclina sobre mi mas tarde, sin duda otro dia, un torrente de sangte me Ilena la boca, hay gente en la habitacion y grita que tengo que tumbarme, hacerme una lave en la espalda para detener la hemorragia. ANNIE ERNAUX » a Bernadette, la mufieca tiesa que ng yestida de azul. Vee se podia sentar, Bl orden de los dos relatos, el mio y el tu ra ya en el sentido contratio del tiempo, de su. marcha. Es un orden en el que casi mi antes que tu. Estoy segura: el domin, verano de 1950, cuando escucho el r de tu muerte, no me imagino, me a Veo, con una precision sin duda mayor que Ja de ahora, la habitacién de Lillebonne, la cama de ellos paralela a la ventana, la mia de madera de rosal a un lado. a TE VEO ACOSTADA EN MI LUGA SOY YO LA QUE MUERE. Leo en un diccionario Larousse de 1949: tétano, una vez declarado, suele resultar tal, Sin embargo, se han citado casos cién por administracién de suero antit en dosis altas y continuas”, No & : LAOTRA Higa Ip existe rernet m partir de “su pues rasta de Me pat cida de agua d escasas de mi estudi de la « hablo pacient ditos. 1 bras ¢ se abog Entre cho: ¢ Lour Suerc des, Ja existencia de una vacuna. Buscando en In- tenet me entero de que esta fue obligatoria a partir de 1940 para todos los nifios, pero que “su puesta en circulacion no fue efectiva sino hasta después de 1945”, Me parece haber estado siempre conven- cida de la superioridad del suero sobre el agua de Lourdes, pasandola por alto las escasas veces que he evocado este episodio de mi infancia, por ejemplo en 1964, a un estudiante de Medicina, en su habitacién de la calle Bouquet, en Ruan, cuando me hablo de sus turnos en el hospital y de los pacientes con tétano que morian con dolores inan- difos, Entonces me habian vuelto las pala- bras espantosas de mi madre en otra época se ahogahan entre dos colchonetas. Entre las preguntas que nunca me he he- cho: gpor qué no tuviste derecho al agua de Lourdes? gO si, pero no funciono? Sueto 0 agua bendita, poco importa. Lour- des, La Salette, Lisieux, Fatima, se vivia en ANNIE ERNAUX sibilidad del milagro, continuamente la po: alabra de los sacerdotes y presente em la p’ de las religiosas tos que:se vendian en Ja iglesia, en aquella época 4] Peregrine, La Crnz, incluso la “pe- quefia Marfa” una de los hijos de “Brigitte” —figura ideal de la mujer en una coleccién seller— habia sido del internado, en los folle. eponima y gan best- curada de su discapacidad en el agua de la gruta. La realidad no penetra en las cteencias de la infancia. Lo que era un milagro es que yo existiera en 1950. Que quizas todavia existo, Y solo cuenta lo que el primer relato, el de mi muerte anunciada y de mi resurreccion, Je ha hecho al segundo, el de tu muerte y de mi indignidad. Como se conectaron. Qué verdades actuantes han construido. Por- que debi arreglarmelas con esta misteriosa incoherencia: ta, la buena hija, la pequefia santa, no pudiste ser salvada, yo, el demo- nio, sobtevivi. Mas que sobrevivi, fui un milagto. LA OTRA HIDA ira necesario entonces que murieras a los seis afios pata que yo viniera al mundo y pudieta ser salvada, Orgullo y culpabilidad por haber sido, en un designio ilegible, elegida para vivir. Quiz4s me sienta menos culpable que or- gullosa de mi supervivencia, Pero elegida para hacer qué. A los veinte afios, después de haber descendido al infierno de la buli- mia y la sangre mensual seca, una tespues- ta vino a mi: escribir. En mi habitacion en casa de los padres, puse esta frase de Clau- del, cuidadosamente copiada en un gran plicgo con los bordes quemados con un encendedor, como un pacto satanico: “Si, creo que no he yenido al mundo para nada y que habia en mi algo de lo que el mundo no podia prescindir”. No escribo porque estés muerta. Moriste pata que yo escriba, eso hace una gran di- ferencia. “ANNIE ERNAUX ‘Apenas tengo seis fotos tuyas y todas me fucron entregadas por primos, algunas después del enticrro de mi madre, otras muy frecientemente. Sélo conocia dos, con- setvadas pot mi madre en un cajon de su armatio y que desaparecieron hacia 1980, sin duda botadas por ella en uno de sus impulsos destructivos, sintoma precoz de su Alzheimer. Bin esas fotos, excepto en la que sales de bebé, debes tener entre cuatro y seis afios. Sin duda fueron tomadas con la camara que decian haber ganado en una feria am- bulante antes de la guerra y que conserva ron hasta finales de los afios cincuenta. Yo UA OTRA Higa Ja he t Ja cab jos OF liera, una pién | usta ment he p: inter trata el st nost gue En es | duc no Ho sar tak pre Ja he usado a menudo. Casi siempre, bajas Ja cabeza haciendo muecas o te proteges Jos ojos con el braze, como si la luz te do- lieta, como si no pudieras soportarla. En una carta reciente, mi prima G., quien tam- bién lo noto, deduce: “No parece amarse”, Esta observacion me constetna terrible- mente. ¢Alguna vez fuiste feliz? Nunca me he preguntado por tu felicidad, como si la interrogante fuese absurda, indignante, al tratarse de una nifia desaparecida. Como si el sufrimiento de ellos por tu pérdida, su nostalgia de tu amabilidad, fuesen pruebas que constituyen la garantia de tu felicidad. En virtud de la creencia de que ser amado es lo que te hace feliz, entonces lo eras sin duda. Las santas son felices. Pero quizas ta ‘no lo eras. Horror y culpa por sorprender en mi el pen- samiento salvaje de que, como se ve, No cs- tabas hecha para la vida, tu muerte estaba ptogramada en el computador del universo y s6lo fuiste enviada a la tierta, como escti- apie DAL. pe Bossuet: “para ajustar cuentas”, Ve za de sentir que la creencia resurge ¢ tenias que motir, set sactificada para que viniera al mundo. No hubo predestinacion. Solo una epi de difteria y ta no estabas vacunada, ] acuerdo con Wikipedia, la vacuna se obligatoria a partir del 25 de noviem 1938. Moriste siete meses antes. lo se er fa Dos nifias, una muerta y otra que estuyo a punto de estarlo. Mientras vivid, ella que era la vida en toda su exubetancia era una portadora de la muerte. Attaida por ella y atrayéndola. Hasta los catorce 0 quince afios, ctela que me dejaria morit como tu. O que me dejara morir a propdésito, en un castigo general que incluyera a mi padre, como de- cfa en sus dfas de gran céleta: ya verdn cnando me vaya (pero eno era mas bien la amenaza de dejarnos, de ir a vivir a otro lugar). En el barrio, venfan a buscarla para atender 4 los moribundos y bafiar a los muertos. Ella se apuraba y devenia en un estado extranio en el que me parecia discernit cterta satis- faccién, De una joven que habia muerto de ANNIE ERNAUX tuberculosis, dijo que habia declarado con sy ul DAR 9: sdbana alrededor de Ja cabeza coma santa Teresa de Listen, Cuando debi ser operada de la ca. astence, C ys cuarenta y cinco afios, pensé que la anestesia, que moriria dera a Ic no despettaria de antes que ella; asi, ella, mi padre, y ahora yo, nos entertaria a /odos. En un dibujo de Reiser aparece, de espaldas, un hombre que lleva a un nifio de la mano. sobre un largo y estrecho puente, sin pro- teccion, sobre un abismo. Detrds de ellos, a la derecha, el puente esta cottado, abietto al vacio. Delante de ellos, a la izquierda, del Jado del nifio, una falla idéntica. Observan- do las huellas de los pasos —las del adul- to, enmarcadas por las de dos nifios— se comprende que el padre ya ha soltado a un primer hijo al abismo y que se dispone a ha- cer lo mismo con el segundo, un poco mas Icjos, micntras que él proseguira su travesta. tranquilamente hasta el final. Reiser llama su dibujo El puente de los nittas perdidos. Sin embatgo, log hechos desmienten el mito: LWOTRA Higa ell no, ella me abrigaba excesivamente en el invier- no, al menor resfrio mandaba a mi padre a buscar al médico, me levabaa consultar especialistas en Rouen, me pagaba cuidados dentales mas caros de lo que cubria su se- guro, compraba higado de ternera y catne roja sdlo para m{, pero su comentatio “nos cuesta un ojo de Ja cata” sonaba como un reproche a mi fragilidad. Me sentia culpable de toser, de “tener siempre algo”. Mi sobre- vida les costaba cara. Naturalmente, yo la adoraba, Decian de ella que eta una mujer hermosa y que yo habia “salido a ella”. Me enorgullecia parecerme a ella. A veces la odiaba y levantaba el pufio delante del espejo del armario deseando que se mutiera, Escribirte es hablar de ella sin parar, ella la usurpadora del relato, la pro- feta del juicio, con quien Ja lucha nunca ha cesado, excepto al final, cuando era tan mi- serable, tan perdida en su demencia y yo no querfa que muriera. Entre ella y yo hay una cuestién de palabras. ANNIE ERNAUX

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