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LA OTRA HIJA
Annie Ernaux
Traduccién de Galo Ghigliotto
Prologo de Nayareth Pino LunaEs una foto de color sepia, ovalada, pegada
a la portada amarilla de una libreta, muestra
a una bebé sobre unos cojines festoneados,
superpuestos. Esta vestida con una cami-
sa bordada, de un solo botén, ancha, sobre
la que se amarra un grueso nudo, un poco
detras del hombro, como una gran flor 0
las alas de una mariposa gigante. Una bebé
alargada, delgada, con las piernas abiertas,
tendidas hasta el borde de la mesa. Bajo sus
cabellos castafios, enrollados sobre su frente
abombada, abre los ojos con una intensidad
casi devoradora. Sus brazos abiettos pare-
cen agitarse. Pareciera que va a saltar, De-
bajo de la foto, la firma del fotografo —M,
Ridel, Lillebonne— cuyas iniciales entrela-
ANNIE ERNAUX
yeyadas adornan también la esquina superi
4 a
izquierda del Album, muy manchado, con
hojas medio sueltas.
Cuando era nifia crefa —asi me habian die
cho— que era yo. No soy yo, eres tu.
Pero habfa otra foto mia, tomada sobre la
misma mesa, por el mismo fotdgrafo, el
pelo castafio también enrollado sobre la
frente, pero yo aparecia gorda, con los ojos
hundidos en una papilla redonda, una
entre los muslos. No recuerdo haber e
inttigada entonces por la diferencia, pa
entre ambas fotos.En los alrededores del dia de Todos los San-
tos voy al cementerio de Yvetot y dejo flores
en las dos tumbas. La de los padres y la tuya.
De un afio a otro olvido como llegar has-
ta ellas, pero me ubico por una cruz alta y
muy blanca, visible desde el callején central,
que se encarama en tu tumba, justo al lado
de la de ellos. Dejo sobre cada una un eri-
santemo de color diferente, a veces sobre la
tuya pongo un brezo, en un maceterito que
hundo en la grava de la jardinera excavada
exptesamente al pie de la losa.
No sé si se medita mucho delante de las
tumbas. Delante de la de los padres, me de-
tengo un momento. Es como si les dijera
ANNIE ERNAUX
3“aqui estoy”, Y les hablara sobre en qué me
he convertido en el ultimo afio, lo que he
hecho, escrito, espero escribir. Después
paso a la tuya, a la derecha, mito la es-
trella, leo una vez mas la inscripcion en
grandes caracteres dorados, demasiado
resplandecientes, restautados toscamente
en los afios noventa por encima de los ori-
ginales, mas pequefios, que se han vuelto
ilegibles. Sin consultarle a nadie, el mar-
molista suprimio la mitad de la inseripeién
original, eligiendo no dejar bajo tu nom-
bre y apellido més que esta nica men-
cién, ciertamente porque la consideraba
primordial; “Fallecida el Jueves Santo de
1938”. Me ha chocado desde la primera
vez que vi tu tumba. Como una prueba
escrita en piedra de la voluntad de Dios
y de tu santidad. En los veinticinco afios
que vengo a las tumbas, nunca he tenido
nada que decirte.
Segiin el registro civil, eres mi hermana.
Llevas el mismo apellido que el mio, mi
LA OTRA MIVA
apel
bret:
jiror
mies
el M
de |
la tr
fri
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en]
cid
Per
sid
do
sé ¢
vist
ime
Lle
nat
lac
las
Sieapellido de soltera, Duchesne, Fin la li-
breta de familia de los padres, hecha casi
jirones, en la parte del registro de Naci-
miento y Muerte de los Hijos nacidos en
el Matrimonio, figuramos una por debajo
de la otra. Tu artiba, con dos timbres de
la municipalidad de Lillebonne (Seine-In-
férieure), yo con uno solo —mi casilla de
deceso sera Ilenada en otra libreta oficial,
en la que se certifica mi propia reproduc-
cion familiat, con otto apellido—.
Pero no erés mi hermana, nunca lo has
sido. No hemos jugado, comido, dormi-
do juntas, Nunca te toqué ni te besé. No
sé de qué color son tus ojos. Nunca te he
visto. Existes sin cuerpo, sin voz, solo una
imagen plana en unas pocas fotos en blan-
co y negro. No guatdo un recuerdo de ti.
Llevabas muerta dos afios y medio cuando
nac{. Eres el angelito, la nifia invisible de
la que nunca hablamos, la ausente en todas
las conversaciones. El secreto.
Siempre has estado muerta. Entraste en
aNALE ERNAUXFe ean In
mi vida el verano en que cumpli diez
Nacida y muerta en un relato, asf co:
Bonny, la hijita de Scarlett y de Rhett ¢
Lo que el viento se Mev,La escena del relato transcurre durante las
vacaciones de 1950, en el ultimo verano
de largas jornadas de juego, de mafiana a
tarde, entre primos, algunas nifias locales y
veraneantes en Yvetot. Jugabamos a la ven-
dedora, a los adultos, construfamos casas
en diversas zonas de los patios, de las te-
trazas de los padres, con mesitas hechas de
botellas, cartones y telas viejas. Cada una
cantaba a su vez, paradas en los columpios,
canciones como Maitre Pedro 0 Ma gnépiere
et mes longs jupons, como si estuviéramos en
un concurso radial. Nos escapabamos para
recoger moras. Nuesttos padres nos prohi-
bian juntarnos con nifios diciéndonos que
cllos preferian los juegos de mano. Por la
cru metaa aes
18ig
noche nos separabamos, sucias como pei-
netas. Me lavaba los brazos y las piernas,
feliz de empezar de nuevo al otto dia. Al
afio siguiente, todas las chicas estaran dis-
petsas o enojadas, me abutriré y sdlo leeré.
Me gustaria seguir describiendo estas va-
caciones, retrasarlo. Hacer el relato de este
relato seria acabar con el desenfoque de lo
vivido, como lanzatse a revelar un tollo fo-
tografico conservado en un armario desde
hace sesenta afios y nunca antes revelado.
aEs un domingo a ultima hora de la tarde, al
comienzo de la estrecha via que pasa por la
parte trasera de la tienda de abarrotes y café
de los padres, la calle De I'Ecole, llamada
asi por un jardin infantil ptivado que hubo
a ptincipios de siglo, cerca del jardin de ro-
sas y dalias, protegido por un alto alambra-
do que corre a lo latgo de toda Ia pared por
encima de un talud de malezas. Al otto lado,
un matorral frondoso y alto, Desde hace un
rato, mi madre sostiene una larga conversa-
cién con una joven de Le Havte que pasa las
vacaciones con su hijita de cuatro afios en
la casa de sus suegtos, los S., cuya casa esta
unos diez metros mas adelante, en la mis-
ma calle, Probablemente sali6 de la tienda,
ANNIE ERNAUXpara seguir
que nunca cerraba en es4 época,
go cerca de
hablando con su clienta. Yo jue:
ellas con la nifiita, que se llama Mireille, a
corter y atraparnos. No sé por qué paré la
oreja, quizds porque la voz de mi madre
bajé de golpe. Me puse a escuchar, como
si dejase de respirar.
No puedo testituir su relato, sdlo su:conte-
nido y las frases que han atravesado afios,
hasta hoy, propagadas de pronto a toda mi
vida de nifia, como una llama muda y sin
calor, mientras continuaba bailando y gi-
tando a su lado, cabeza abajo para no des-
pertar sospechas.
[Aqui me parece que las palabras desga-
fran una zona crepuscular, me atrapan y
se acaban].
Dice que tuvieron otra hija y que murié de
difteria a los scis afios, antes de la guetta,
en Lillebonne. Describe las erupciones so-
bre su garganta, la asfixia, Dice: murié coma
ana pequeha santa,
SlCuenta lo que le dijiste antes de morir: voy
aver ala Virgen santisima y al buen Jesis,
Dice mi marido se volvié loco cuando te
encontré muerta al volver de su trabajo en
las refinerias de Port-Jéréme.
Dice que xo es lo mismo que perder a un com-
panero, dice de mi que: no sabe nada, no qui-
simos entristecerla. Al final agrega que tu te
portabas mejor que “esta”. “Esta”, soy yo.
OoRue de l'Bcole; D.R.
LA OTRA HidaEl escenario del relato no ha cambiado, no
mas que una foto. Veo la posicién exacta
de esas dos mujeres, en la calle, una en re-
lacion a la otra. Mi madre, que lleva una
bata blanca, se limpia los ojos de vez en
cuando con su pafiuelo. La silueta de la
joven, mas elegante que las clientas habi-
tuales, con un vestido claro, su pelo tira-
do hacia atrés en un mofio bajo, su figura
como un 6yalo suave.
Esta toma espontanea la tealiza mi memo-
tia a partir de una multitud de personas
como si fuesen disefios de un juego de car-
tas. Ahora la confundo con la directora de
un campamento de vacaciones donde fui
Monitora en Ymate, cerca de Rouen, en
ANNIE ERNAUX
181959, Filla se vestia de blanco y beige, y la
a una hormiga.
insignia ef
Mas que nada, la realidad de la escena llega
a mi como una especie de alucinacion cor-
poral. Me siento correr en cireulos estrechos alre-
dedor de las dos mujeres, veo los pedernales de
la calle de I'Ecole, que no estaria asfaltada
hasta los afios ochenta, el talud, la parrilla,
la luz tenue, como si hubiese sido necesario
absorber todo el paisaje del mundo para so-
portat lo que pasaba.
No puedo determinar con exactitud ese do-
mingo de verano, peto siempre lo he situa-
do en agosto, Hace veinticinco afios, al leer
el Diario de Pavese, descubti que se suicidé
en una habitacidn de hotel en Turin el 27 de
agosto de 1950. Lo comprobé y era domingo.
Desde entonces, supongo que fue el mismo
Me alejo cada afio, Pero eso es solo una ilu-
sion. No hay tiempo entre tii y yo. Sdlo hay
palabras que nunca han cambiado qBien portada. Me parece que ya sabia que esa
exptesion no podria aplicarse a mi misma
debido a los calificativos que recibia coti-
dianamente de parte de mis padres, seein
mis comportamientos: intrépida, coqueta y su-
tia, golosa, senorita lo-s¢-todo, desagradable, tie-
nes él diablo en el cuerpo. Pero sus teproches
se deslizaban sobre mi gracias a la cetteza
de ser amada, segiin demostraban con su
constante preocupacioén por mi pequefia
persona, con los regalos que me hacian,
Hija unica, mimada porque unica, siem-
pre la primera del curso sin esfuerzo, me
sentfa, en definitiva, con derecho a ser lo
que era,
ANNIE ERNAUXBien portada, tampoco lo era ante la mirada
de Dios, como me habia manifestado ca-
tegdricamente el abate B., en mi primera
confesion 2 log siete-afios, cuando confesé
haber hecho “malas acciones sola y tam-
bién en compajiia”, lo cual, segtin él, me
condenaba al infierno, Como me confirma-
tia ademas un dia la directora del internado,
atravesindome con sus ojos centelleantes
mientras decia “se puede tener puros sic-
tes y no ser agradable a los ojos de Dios”.
No me interesaban las cosas de la religion.
No amaba a Dios, le temia, pero nadie lo
sospechaba —solo me volvia reticente y
silenciosa cuando me susurraban en la igle-
sia, atrodillada ante la luz toja: reza bien
a! buen Jesds, \nsteuccion que sentia como
una puerilidad indigna de la madte-toda-
poderosa que era.
Bien portada, significaba también afectuo-
Sa, Carifiosa, “amistosa”, como se decia en
normando a los nifios y los perros. Distan-
te con los adultos, prefiriendo observatlos
LA OTRA HIJA
y escuct
conside
estaba §
Sesenté
minod
de inte
relacié
tido ft
posicic
ahora
aparté
gar. R
elevas
incon
un asi
sione:
Ser o
Entre
cobri
su lu
Mejor
quies
deny escucharlos en lugar de abrazarlos, no me
consideraba como tal. Pero con ellos dos
.
estaba segura de setlo, mas que otros nifios,
Sesenta afios han pasado y todavia no ter-
mino de tropezar con aquella expresion, ni
de intentar desentrafiar sus significados en
relacion a ti, a ellos, toda vez que su sen-
tido fue resplandeciente, que cambié mi
posicion en un segundo. Entre ellos y yo,
ahora estas tu, invisible, adorada. Hstoy
apartada, desplazada para hacerte un lu-
gar. Repelida hacia las sombras mientras te
elevas en la luz eterna. Comparada yo, la
incomparable, la hija Gnica. La realidad es
un asunto de palabras, un sistema de exclu-
siones. Mas/Menos, O/Y. Antes/Después.
Ser o no ser. Vida o muerte.
Entre mi madre y yo, dos palabras, Se las
cobré. Escribi en su contra. Para ella. En
su lugar, de obrera orgullosa y humillada.
Mejor portada, me pregunto si no fue ella
quien me dio el derecho, 0 incluso la or-
den, de no setlo: bien portada. Este domin-ik
go no percibo mi oscuridad, se convierte
en mi ser. FE] dia del relato es el dia del
juicio.
A los veintidds afios, después de una pelea
con ellos en la mesa, eseribo en mi diatio:
“gPot qué, desde siempre, he sido lo que
quiero ser, pero igual sigo sufriendo?”.
Nada de lo que sucede en la infancia tiene
nombre. No sé qué es lo que sentia enton-
ces, pero no estaba triste. Quiz4s algo “bo-
rrosa”’, pero esta palabra, vinculada a mis
lecturas de De Beauvoir afios después, me
parece irreal, ingravida, incapaz de posarse
sobre mi set infantil. Después de mucho
buscar, la palabra que me viene mejor, irre-
futable, es engariada, Estaba engafiada en el
sentido popular, mortificada. Habfa vivido
en la ilusién. Yo no era tinica. Habfa otra,
surgida de la nada. Todo el amor que creia
recibir cra falso,
Me parece que también estaba resentida
contigo por haber dicho que te ibas a ver
LA OTRA Hin
cas
los
nit
vac
per
exja la Santisima Virgen y al buen Jesiis, Pala-
bras que me mostraban toda mi indignidad,
ya que nunca habtian attavesado mis labios,
porque yo no queria ver a Dios, Después,
de adulta, me enfadé con mi madre, has-
ta enfurecer, por hacerte creer en tonteras.
Pero ya no tengo mas rabia, acepto la idea
de que cualquier consuelo, una oraci6n, una
cancidn, sirve en el momento de caer en la
nada y ptefiero pensar que te fuiste feliz.
Segiin mi prima G. fue C., otta prima,
quien, uno o dos afios antes, me habria re-
velado tu existencia y tu muerte. La imagino
disfrutando presumida por ser la primera
en contarme eso que siempre habia ignora-
do, exactamente como cuando me ensefiaba
los secretos del sexo que, siendo tres afios
mayor que yo, ya conocia. Pero no tengo
ningtin recuerdo. El sol uniforme de las
vacaciones se extiende sobre ese momento
perdido, Quizds me resistfa 4 creet en tu
existencia, preferfa suprimirla.
18ra eseri p resucitarte y ma-
Sera _ eecribo para resuc
[eSera que te scribo f
tarte otta vez?|-
unto quizas ya estabas ahi aque-
Me preg
eae un afio o dos
e de verano que situo
lla tard She
Estoy en el jardin y
antes de la narracion.
esctibo un cuento, la historia de una nifia
de vacaciones en una granja, que muere
asfixiada accidentalmente bajo una “Villot-
te”, como Ilaman en el pais de Caux a los
fardos de paja tubulares que se dejan en
los campos después de la cosecha. Le hago
leer el cuento a mi padre, que se maravilla
de mis habilidades delante de los clientes
del café —exagerado, me parecid—. A ella
se lo lef también, pero no recuerdo su co-
mentario.
Estas todavia en ese suefio hicido que tuve
petsistentemente entre los cinco y diez
afios?: estoy acostada en una cuna decora-
da con velos tosados, con J.. una pequefia
refugiada de Le Havre en Lillebonne, en
re mi compafiera favorita de juegos en
a 2
plaza, con la que una vez al afio volvia a
LA OTRA Haas
ene!
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la 4
en
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Sé
noenconttarme, entusiasta, en verano, duran-
te un gran almuerzo en el que se juntaban
nuestros padres. En la cuna nos veo abraza-
das la una contra la otra, como dos mufiecas
de ojos abiertos. Era la imagen perfecta de
Ia felicidad. (Al escribir sobre mi madre, en
1986, lo titulé “el suefio rosa”, pero no fi-
gurarA finalmente en el libro porque no me
sentia segura de la interpretacién cliché que
le prestaba entonces, como una nostalgia del
estado intrauterino).
Y, por supuesto, debes haber estado mero-
deando a mi altededor, rodeandome con tu
ausencia en el tenue rumor que enyuelve los
ptimeros afios de vida. En relatos hechos a
ottas mujeres, en Ja tienda, en los bancos de
la plaza donde, por falta de mercaderia y de
clientes, me llevaba todas las tardes durante
la guerta. Relatos que no han dejado rastro
en mi conciencia. Permanecen, sin imagenes
ni palabras.
Slo qued6 en mi memoria aquel relato que
no debia ofr, que no estaba destinado a mf,
ANNIE ERNAUXdirigido a esa joven clegante que lo recibia
indudablemente on ;
char una desgracia temida pata si misma. EI
tinico relato verdadero, con us palabras y
su voz, su voz auforizada porque ella era la mas
capaz de Ja pareja de ellos dos —lo entendi ese
dia— para soportar la muerte del otro. Un
telato cerrado, definitivo, inalterable, que te
presenta viviendo y muriendo como santa,
como Tetesa de Lisieux, cuya inmensa foto
bajo un cristal gobierna desde un muro de
la habitacidn. El tnico relato —no habra
otro— que inaugura pata mi el mundo don-
con la fascinacién de escu-
de existes como muerta y como santa. El
telato que cuenta la verdad y me excluye.
A veces pienso, ¢cémo es que, consciente
de mi presencia, mencionandome, se puso
a hablar de ti? La explicacién psicoanalitica
— gracias a una jugarreta de su inconscien-
te, mi madre habrfa encontrado la forma
de revelatme de esa forma el secreto de
tu existencia y yo habria sido el verdadero.
destinatario de la nattacion— queda, como
5 )de costumbre, en el plano de la seduccién.
Pero esta explicacion no toma en cuenta la
edad mental.
Lin los afios cincuenta, los adultos nos con-
sideraban, a nosotros, los nifios, como se-
res de ofdos inservibles, ante los cuales se
podia decir todo sin ninguna consecuencia,
con excepcion de las cosas sexuales, de las
que sdlo se hacian alusiones. Y de esto es-
toy segura, porque a menudo escucheé, mas
adelante, relatos mortuorios, confiados de
mujer a mujer, en un tren, en un salon de
belleza, o en la cocina, alrededor de una
taza de café, especies de Memento mori don-
de el dolor se derrama y se comparte en la
precision de las circunstancias y Ja enume-
tacion de los detalles: cuando comenz6 @
hablar de ti, ella fue incapaz de detenerse,
de no ir hasta el final, encontrando en esta
joven madre, no solo una oyente al relato de
tu muerte, quien lo escuchaba pot primera
vez, sino también un consuelo, una forma
de resurrecci6n.18
Hay otra historia.
Mis fotos de bebé rechonchita y de nena
robusta son engafiosas. A los diez afios, en
el momento del relato de tu muerte, tengo
un incémodo pasado de nifia delicada, victi-
ma de males insdlitos, de accidentes, que se
detallan delante de mi y que me distinguen
de otros nifios, banalmente enfermos de sa-
rampién y de varicela—que también me
dan pero por mas tiempo— algo a medio
camino entre una maldicién y una bendi-
cién. Parti mal desde temprano. A los pocos
meses, una fiebre aftosa —ratisimo caso de
una transmision desde la vaca a un humano
pot la leche del biber6én— luego, cuando
LA OTRA Higa
por
una
con
alo
lla,
hiz
bal
ade
cue
em
En
cif
ha
nis
ras
si
frcomenzaba a caminar, el hallazgo, realizado
por una clienta de la ticnda de abarrotes, de
una cojera que me valié estar inmoyilizada
con un yeso durante medio afio, Una caida
a los cuatro afios sobre un trozo de bote-
lla, en el patio de atras de la casa, que me
hizo un agujero en el labio —ella lo conta-
ba levantando el dedo: yo podta meterle el dedo
adentro— y dejado una cicatriz como una
cuerda. Ademas, una miopia que no deja de
empeotar y unos dientes ya catiados.
En esta enumeracién falta lo esencial. A los
cinco afios estuve a punto de morir. Y ahi
hay otro telato. En ese, yo soy la protago-
nista. Me sé de memoria el domingo de ve-
rano en el que apareces en mi vida de nifia.
Ella, mi madre, lo ha hecho tantas veces
sin esconderse, en mi presencia, con mas
frecuencia que mi padre —son las mujeres
quienes llevan el registro de la infancia—,
siempre con alegria, porque suscita invaria-
blemente el estupor incrédulo y el asombro
de quienes lo escuchan.En agosto de 1945, en el jacdin ptiblico de
Lillebonne, me hice una herida en la ro.
dilla con un clavo oxidado. Varios dias mas
tatde, mi cansancio anormal, mi cuello tieso
y mis dificultades para abrir la boca, ics lle-
varon a llamar al médico. Era un practicante,
Después de examinarme se quedd en silencio
y luego dijo espero equivocarme, vay a buscar a wn
cokega, Exa tétano. Ni él ni ella sabfan lo que
eta, nunca lo habian escuchado mencionar,
Los médicos me inyectaron una dosis masiva
de sucto antitetanico y dijeron que st no suelta
Jos dientes para esta noche, esta perdida. Entonces
ella me hizo beber agua de Lourdes dejan-
dola escurrir entre mis dientes ya apretados.
Mi boca se abrio de nuevo. Al afio siguiente,
para pagar la manda, se fue a Lourdes, via-
jando toda una noche en un tren con asientos
de palo, llevando una caja de sardinas como
Unica comida a causa de las restricciones, €
hizo el via crucis de rodilla, montafia arriba.
A su vuelta me trajo una mufieca que cami-
naba sola y que se Ilamaba Bernadette.
UA OTRA HiyA
sin
jato
mor
mut
los |
hae
est
ped
qui
Est
toy
cio
suk
dan
Vec
de
Est
otr
bo
ter
enSin duda, debido a la repeticidn de este re-
lato, fjé prontamente las imagenes de ese
fmomento que no recuerdo haber -vivido con
mucho susto, menos en todo caso que para
los bombardeas. Veo la plaza soleada, cotto
hacia mis padres porque me lastimé al subir-
me a un banco con los listones atrancados,
estan tumbados en la hierba, les muestro un
pequefio agujero rojo debajo de la rodilla iz-
quierda, me dicen xo es nada, ve a jugar.
Estoy en una reposera en la cocina, no es-
toy jugando, mi prima C. esta allf de vaca-
ciones en casa, después de comer ella se
sube a la mesa y canta Gentil coquelicot mes-
dames gentil caquelicot nouveau, estoy celosa.
Veo las imagenes confusas de un alboroto,
de idas y venidas alrededor de mi reposera.
Estoy en mi camita junto a la de ellos, ella
se inclina sobre mi mas tarde, sin duda
otro dia, un torrente de sangte me Ilena la
boca, hay gente en la habitacion y grita que
tengo que tumbarme, hacerme una lave
en la espalda para detener la hemorragia.
ANNIE ERNAUX» a Bernadette, la mufieca tiesa que ng
yestida de azul.
Vee
se podia sentar,
Bl orden de los dos relatos, el mio y el tu ra
ya en el sentido contratio del tiempo, de su.
marcha. Es un orden en el que casi mi
antes que tu. Estoy segura: el domin,
verano de 1950, cuando escucho el r
de tu muerte, no me imagino, me a
Veo, con una precision sin duda mayor que
Ja de ahora, la habitacién de Lillebonne, la
cama de ellos paralela a la ventana, la mia
de madera de rosal a un lado. a
TE VEO ACOSTADA EN MI LUGA
SOY YO LA QUE MUERE.
Leo en un diccionario Larousse de 1949:
tétano, una vez declarado, suele resultar
tal, Sin embargo, se han citado casos
cién por administracién de suero antit
en dosis altas y continuas”, No & :
LAOTRA Higa
Ip existe
rernet m
partir de
“su pues
rasta de
Me pat
cida de
agua d
escasas
de mi
estudi
de la «
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bras ¢
se abog
Entre
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Lour
Suerc
des,Ja existencia de una vacuna. Buscando en In-
tenet me entero de que esta fue obligatoria a
partir de 1940 para todos los nifios, pero que
“su puesta en circulacion no fue efectiva sino
hasta después de 1945”,
Me parece haber estado siempre conven-
cida de la superioridad del suero sobre el
agua de Lourdes, pasandola por alto las
escasas veces que he evocado este episodio
de mi infancia, por ejemplo en 1964, a un
estudiante de Medicina, en su habitacién
de la calle Bouquet, en Ruan, cuando me
hablo de sus turnos en el hospital y de los
pacientes con tétano que morian con dolores inan-
difos, Entonces me habian vuelto las pala-
bras espantosas de mi madre en otra época
se ahogahan entre dos colchonetas.
Entre las preguntas que nunca me he he-
cho: gpor qué no tuviste derecho al agua de
Lourdes? gO si, pero no funciono?
Sueto 0 agua bendita, poco importa. Lour-
des, La Salette, Lisieux, Fatima, se vivia en
ANNIE ERNAUXsibilidad del milagro, continuamente
la po:
alabra de los sacerdotes y
presente em la p’
de las religiosas
tos que:se vendian en Ja iglesia, en aquella
época 4] Peregrine, La Crnz, incluso la “pe-
quefia Marfa” una de los hijos de “Brigitte”
—figura ideal de la mujer en una coleccién
seller— habia sido
del internado, en los folle.
eponima y gan best-
curada de su discapacidad en el agua de
la gruta.
La realidad no penetra en las cteencias de la
infancia. Lo que era un milagro es que yo
existiera en 1950. Que quizas todavia existo,
Y solo cuenta lo que el primer relato, el de
mi muerte anunciada y de mi resurreccion,
Je ha hecho al segundo, el de tu muerte y de
mi indignidad. Como se conectaron. Qué
verdades actuantes han construido. Por-
que debi arreglarmelas con esta misteriosa
incoherencia: ta, la buena hija, la pequefia
santa, no pudiste ser salvada, yo, el demo-
nio, sobtevivi. Mas que sobrevivi, fui un
milagto.
LA OTRA HIDAira necesario entonces que murieras a los
seis afios pata que yo viniera al mundo y
pudieta ser salvada,
Orgullo y culpabilidad por haber sido, en
un designio ilegible, elegida para vivir.
Quiz4s me sienta menos culpable que or-
gullosa de mi supervivencia, Pero elegida
para hacer qué. A los veinte afios, después
de haber descendido al infierno de la buli-
mia y la sangre mensual seca, una tespues-
ta vino a mi: escribir. En mi habitacion en
casa de los padres, puse esta frase de Clau-
del, cuidadosamente copiada en un gran
plicgo con los bordes quemados con un
encendedor, como un pacto satanico: “Si,
creo que no he yenido al mundo para nada
y que habia en mi algo de lo que el mundo
no podia prescindir”.
No escribo porque estés muerta. Moriste
pata que yo escriba, eso hace una gran di-
ferencia.
“ANNIE ERNAUX‘Apenas tengo seis fotos tuyas y todas me
fucron entregadas por primos, algunas
después del enticrro de mi madre, otras
muy frecientemente. Sélo conocia dos, con-
setvadas pot mi madre en un cajon de su
armatio y que desaparecieron hacia 1980,
sin duda botadas por ella en uno de sus
impulsos destructivos, sintoma precoz de
su Alzheimer.
Bin esas fotos, excepto en la que sales de
bebé, debes tener entre cuatro y seis afios.
Sin duda fueron tomadas con la camara
que decian haber ganado en una feria am-
bulante antes de la guerra y que conserva
ron hasta finales de los afios cincuenta. Yo
UA OTRA Higa
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preJa he usado a menudo. Casi siempre, bajas
Ja cabeza haciendo muecas o te proteges
Jos ojos con el braze, como si la luz te do-
lieta, como si no pudieras soportarla. En
una carta reciente, mi prima G., quien tam-
bién lo noto, deduce: “No parece amarse”,
Esta observacion me constetna terrible-
mente. ¢Alguna vez fuiste feliz? Nunca me
he preguntado por tu felicidad, como si la
interrogante fuese absurda, indignante, al
tratarse de una nifia desaparecida. Como si
el sufrimiento de ellos por tu pérdida, su
nostalgia de tu amabilidad, fuesen pruebas
que constituyen la garantia de tu felicidad.
En virtud de la creencia de que ser amado
es lo que te hace feliz, entonces lo eras sin
duda. Las santas son felices. Pero quizas ta
‘no lo eras.
Horror y culpa por sorprender en mi el pen-
samiento salvaje de que, como se ve, No cs-
tabas hecha para la vida, tu muerte estaba
ptogramada en el computador del universo
y s6lo fuiste enviada a la tierta, como escti-
apie DAL.pe Bossuet: “para ajustar cuentas”, Ve
za de sentir que la creencia resurge ¢
tenias que motir, set sactificada para que
viniera al mundo.
No hubo predestinacion. Solo una epi
de difteria y ta no estabas vacunada, ]
acuerdo con Wikipedia, la vacuna se
obligatoria a partir del 25 de noviem
1938. Moriste siete meses antes.
lo
se
er
faDos nifias, una muerta y otra que estuyo a
punto de estarlo. Mientras vivid, ella que
era la vida en toda su exubetancia era una
portadora de la muerte. Attaida por ella y
atrayéndola. Hasta los catorce 0 quince afios,
ctela que me dejaria morit como tu. O que
me dejara morir a propdésito, en un castigo
general que incluyera a mi padre, como de-
cfa en sus dfas de gran céleta: ya verdn cnando
me vaya (pero eno era mas bien la amenaza
de dejarnos, de ir a vivir a otro lugar). En
el barrio, venfan a buscarla para atender 4
los moribundos y bafiar a los muertos. Ella
se apuraba y devenia en un estado extranio
en el que me parecia discernit cterta satis-
faccién, De una joven que habia muerto de
ANNIE ERNAUXtuberculosis, dijo que habia declarado con sy
ul DAR 9:
sdbana alrededor de Ja cabeza coma santa Teresa de
Listen, Cuando debi ser operada de la ca.
astence, C
ys cuarenta y cinco afios, pensé que
la anestesia, que moriria
dera a Ic
no despettaria de
antes que ella; asi, ella, mi padre, y ahora yo,
nos entertaria a /odos.
En un dibujo de Reiser aparece, de espaldas,
un hombre que lleva a un nifio de la mano.
sobre un largo y estrecho puente, sin pro-
teccion, sobre un abismo. Detrds de ellos, a
la derecha, el puente esta cottado, abietto
al vacio. Delante de ellos, a la izquierda, del
Jado del nifio, una falla idéntica. Observan-
do las huellas de los pasos —las del adul-
to, enmarcadas por las de dos nifios— se
comprende que el padre ya ha soltado a un
primer hijo al abismo y que se dispone a ha-
cer lo mismo con el segundo, un poco mas
Icjos, micntras que él proseguira su travesta.
tranquilamente hasta el final. Reiser llama
su dibujo El puente de los nittas perdidos.
Sin embatgo, log hechos desmienten el mito:
LWOTRA Higa
ell
no,ella me abrigaba excesivamente en el invier-
no, al menor resfrio mandaba a mi padre
a buscar al médico, me levabaa consultar
especialistas en Rouen, me pagaba cuidados
dentales mas caros de lo que cubria su se-
guro, compraba higado de ternera y catne
roja sdlo para m{, pero su comentatio “nos
cuesta un ojo de Ja cata” sonaba como un
reproche a mi fragilidad. Me sentia culpable
de toser, de “tener siempre algo”. Mi sobre-
vida les costaba cara.
Naturalmente, yo la adoraba, Decian de ella
que eta una mujer hermosa y que yo habia
“salido a ella”. Me enorgullecia parecerme a
ella. A veces la odiaba y levantaba el pufio
delante del espejo del armario deseando que
se mutiera, Escribirte es hablar de ella sin
parar, ella la usurpadora del relato, la pro-
feta del juicio, con quien Ja lucha nunca ha
cesado, excepto al final, cuando era tan mi-
serable, tan perdida en su demencia y yo no
querfa que muriera.
Entre ella y yo hay una cuestién de palabras.
ANNIE ERNAUX