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Gracia a Vosotros :: desatando la verdad de Dios, un versículo a la vez

La soberanía de Dios en la salvación


Scripture: Efesios 1:13–14
Code: GAV-80-46

Sobre cualquier otra cosa, estamos agradecidos con Dios porque Él nos ha salvado. Nada más
importaría, si eso no fuera verdad. Y afirmamos juntos que nuestra salvación es la obra de Dios en
su totalidad, y que Él es digno de toda la alabanza, porque Él ha provisto para nosotros la salvación;
es un regalo, nos ha sido dado. Es la obra de Dios en su totalidad y toda la gloria le pertenece a Él.
¡Qué verdad tan maravillosa es esa! Un pasaje sobresale en mi mente al pensar en esto, es Efesios,
capítulo 1, y lo invito a abrir su Biblia ahí si es tan amable, Efesios, capítulo 1, y quiero leerle los
versículos 3 al 14. Este gran himno de alabanza de corazón del Apóstol Pablo, no es una
documentación inteligente de algún argumento teológico, es la pasión y el brote de su propio
corazón agradecido. En el original aparece sin división alguna.

Y mientras que algunos de los traductores han escogido colocar comas y puntos, en el original no
aparece que hay punto alguno para detenerse del versículo 3 al 14; él simplemente permite que su
corazón, bajo la inspiración del Espíritu de Dios, brote de alabanza hacia el Dios que lo ha salvado.

Y conforme lo leo, escuche con atención esas cosas que le asigna nuestra salvación de manera
total a Dios: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda
bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en Él antes de la
fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de Él en amor, habiéndonos
predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo según el puro afecto de Su
voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia con la cual nos hizo aceptos en el Amado, en
quien tenemos redención por Su sangre, el perdón de pecados, según las riquezas de Su gracia,
que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia, dándonos a conocer el
misterio de Su voluntad según Su beneplácito, el cual se había propuesto en Sí mismo de reunir
todas las cosas en Cristo en la dispensación del cumplimiento de los tiempos; así las que están en
los cielos como las que están en la tierra.

En Él, asimismo, tuvimos herencia habiendo sido predestinados conforme el propósito del que hace
todas las cosas según el designio de Su voluntad, a fin de que seamos para alabanza de Su gloria,
nosotros, los que primeramente esperábamos en Cristo, en Él también vosotros, habiendo oído la
Palabra de verdad, el Evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído, fuisteis sellados con el
Espíritu Santo de la promesa que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión
adquirida para alabanza de Su gloria”. Lo que domina a esta sección maravillosa de las Escrituras
es la idea de que Dios ha llevado a cabo la salvación por Su propia voluntad y Su propio propósito, y
Su propio diseño, y para alabanza de Su propia gloria.

En los versículos 5, 9 y 11, la salvación se acredita Su voluntad; en los versículos 6 y 7, se acredita


Su gracia; de nuevo, en el versículo 7, a Su sangre; en el versículo 4, a Su amor; en el versículo 9, a
Su beneplácito; en el versículo 11, a Su propósito; y en los versículos 12 y 14, a alabanza de Su
gloria. La salvación no es un resultado de la voluntad del hombre, no es un resultado del mérito del
hombre, no es un resultado de algún sacrificio religioso por parte del hombre, no es resultado del
amor del hombre, no es resultado de la buena intención del hombre, no es resultado del propósito
del hombre, y no es para alabanza y la gloria del hombre. Todo aspecto de la salvación nace del
propósito y la voluntad y el plan de Dios, para que cuando sea cumplido, sea única y exclusivamente
para la alabanza y la gloria de Dios. Dios nos ha salvado para que Él sea glorificado.

Por lo tanto, toda nuestra salvación le pertenece a su crédito, todo aspecto de la salvación es la
obra de Dios; pero notará usted aquí que esa obra es mediada mediante Cristo. En el versículo 4
dice que es “en Él”, apuntando a Cristo; en el versículo 5, dice que es “mediante Jesucristo”; en el
versículo 6, dice que es “en el Amado”, refiriéndose a Cristo; en el versículo 7, “en Él”, refiriéndose
a Cristo; en el versículo; en el versículo 9, “según lo planeó en Él”, refiriéndose a Cristo; en los
versículos 10 y 11, “en Él”, refiriéndose a Cristo; en el versículo 12, “en Cristo”; en el versículo 13,
dos veces “en Él”, de nuevo refiriéndose a Cristo. Nuestra salvación única, exclusiva y totalmente es
la obra de Dios, pero es llevada a cabo mediante Cristo y también con el Espíritu Santo.

El versículo 13 señala que hemos sido sellados en Él con el Espíritu Santo de la promesa, que es
dado como las arras de nuestra herencia. La garantía de la redención completa y futura de la
posesión misma de Dios. Dios Padre, Dios Hijo, y Dios Espíritu Santo, reciben todo el crédito por la
salvación, y de esta manera, es de ellos toda la alabanza. Permítame recordarle que todo elemento
en la salvación es la obra de Dios, y permítame recordarle usando las palabras inspiradas por el
Espíritu Santo escritas por Pablo. En primer lugar, note el versículo 3: “Bendito sea el Dios y Padre
de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales
en Cristo”, Pablo ahí está diciendo que el que merece todo el crédito es Dios, el Padre de nuestro
Señor Jesucristo, porque Él nos bendijo con toda bendición espiritual, esto es alabanza a Dios,
alabanza dirigida a Dios Padre por lo que Él ha hecho. ¿Y qué es lo que Él ha hecho?

Número 1: Él nos escogió. Observe el versículo 4: “Según nos escogió en Él –refiriéndose a Cristo–
antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos y sin mancha delante de Él”. Él nos
escogió para que fuésemos hechos santos en Cristo, Él nos escogió para volvernos irreprensibles
en Cristo, Él nos escogió antes de la fundación del mundo. Ahora, el verbo “nos escogió” significa
escoger para uno mismo, es un verbo reflexivo; se dirige de regreso al que escoge. Dios escogió
para Sí mismo, Él escogió para su causa muy personal, y Él nos escogió a todos nosotros los que
somos salvos, Él escogió –dice de manera muy explícita, observe– antes de la fundación del
mundo, antes de que el mundo siquiera comenzara, antes de que el mundo jamás fuera creado, lo
cual significa: antes de que cualquiera de nosotros inclusive hubiera nacido, Él ya nos había
escogido.

Las Escrituras repiten esta verdad tremenda de la elección de Dios de aquellos que serán redimidos
antes de que el mundo siquiera fuera hecho, se repite en muchos lugares, Mateo 25:34: “Venid,
benditos de mi Padre –dijo Jesús– heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del
mundo”. El Señor diseñó su reino desde antes de la fundación del mundo y Él diseñó quién estaría
en él desde antes de la fundación del mundo, y usted y yo somos salvos y conocemos al Señor
Jesucristo porque Dios nos escogió antes de que el mundo siquiera comenzara. ¡Qué increíble
realidad! En Lucas 12:32 volvemos a encontrar que el Señor dice: “No temáis manada pequeña,
porque vuestro Padre ha escogido, le ha agradado daros el reino”. Y de nuevo, la elección es
siempre con Dios. Los hombres no escogen a Dios, Dios los escoge; la elección es de Él.

En Juan hay varias afirmaciones maravillosas que hablan de esto. Una que nos es conocida, Jesús
dice: “Ninguno puede venir a Mí, si el Padre que me envió no le trajere, lo trajere, lo jalare, lo
arrastrare”. Y en Juan 15:16, esa afirmación maravillosa de Jesús a los discípulos en la cual Él dice:
“Vosotros no me elegisteis a Mí, sino yo os elegí a vosotros y os he puesto para que vayáis y deis
fruto”. Nosotros no lo escogimos a Él, Él nos escogió a nosotros, nosotros no decidimos por Cristo
en el sentido más puro; Él decidió por nosotros. En Hechos, capítulo 9, usted recuerda que el
Apóstol Pablo fue confrontado por el Señor en el camino a Damasco, y el Señor dijo en el versículo
15: “Ve, porque instrumento escogido me es éste”. La conversión del Apóstol Pablo fue algo
contundente, abrupto, sorprendente; el hombre iba camino a perseguir cristianos y él fue convertido
sobrenaturalmente, de manera divina ahí mismo, transformado y llamado a ser un apóstol porque
Dios lo escogió para que fuera eso antes de que el mundo comenzara.

En el capítulo 13 de Hechos una afirmación fascinante se encuentra en el versículo 48; Pablo y


Bernabé están listos para predicar, y oyendo esto los gentiles, esto es con respecto al Evangelio, al
Evangelio de la salvación; comenzaron a regocijarse y a glorificar la Palabra del Señor. Y ahora
observe esto: “Y todos los que habían sido ordenados para vida eterna, creyeron”. Las únicas
personas que creen son aquellas que son designadas para vida eterna. Dios solo concede el regalo
de la fe a aquellos que son predestinados para salvación; Él nos escogió, y aquellos a los que Él ha
escogido, Él da el poder para creer.

En 2ª de Tesalonicenses, una afirmación maravillosa en el capítulo 2, versículo 13: “Mas nosotros


siempre debemos dar gracias a Dios por causa de vosotros”, ¿por qué debemos dar siempre
gracias a Dios, hermanos? Porque Dios os ha escogido desde el comienzo para salvación. Esta es
la razón por la que le agradecemos a Él; no le damos gracias a ustedes por su salvación, no le
damos gracias a ustedes por ser lo suficientemente brillantes, lo suficientemente inteligentes, lo
suficientemente espirituales por tener el suficiente entendimiento; le damos gracias a Dios por
ustedes, porque Dios los ha escogido a ustedes desde el comienzo para salvación mediante la
santificación por el Espíritu junto con la fe en la verdad; tiene que haber fe por parte de usted, pero
esa fe es el resultado de la elección de Dios conforme Él la produce por su Espíritu.

En 2ª de Timoteo 1:9 dice: “Según nos salvó –hablando de Dios– y nos llamó con un llamamiento
santo, no según nuestras obras, sino según Su propio propósito y gracia, la cual –siga esto– nos fue
concedida en Cristo Jesús desde toda la eternidad”. Afirmación tremenda, Él nos salvó, Él nos
llamó, no según nuestras obras, sino según Su propósito, Su gracia, nos concedió en Cristo desde
toda la eternidad. Eso me deja boquiabierto. Yo soy cristiano hoy porque antes de la fundación del
mundo, desde la eternidad pasada, Dios escogió colocar su amor en John MacArthur y darle la fe
para creer en el momento en el que Dios quiso que creyera. Él nos escogió, nuestros nombres dice
en Apocalipsis 17:8, fueron escritos en el Libro de la Vida del Cordero antes de la fundación del
mundo, antes de la fundación del mundo. “Somos –dice Pedro– elegidos, elegidos, según la
presencia de Dios Padre, por la obra de santificación del Espíritu, para que obedezcáis a Jesucristo
y seáis rociados con su sangre”. Somos elegidos para salvación, somos elegidos para pertenecerle
a Él.

Cuando usted ve su salvación, entonces dele gracias a Dios, dele gracias a Dios porque usted es
cristiano debido a que Él lo escogió a usted. No entiendo el misterio de eso, eso es simplemente lo
que la Palabra de Dios enseña; esa es la doctrina más humillante en todas las Escrituras. Yo no
tomo el crédito ni siquiera por mi fe, todo vino de Él; Él me eligió, Él seleccionó a personas para que
fueran hechas santas para estar con Él para siempre. ¿Por qué me seleccionó a mí? Nunca lo
sabré. Yo no soy mejor que nadie más, yo soy peor que muchos, pero me escogió. Alguien escribió:
“Busqué al Señor, y después supe que Él movió mi alma para buscarlo a Él porque Él me buscó a
mí. No fue que yo te encontré a ti, oh, Salvador, no, sino que yo fui encontrado por Ti”. Él nos
escogió, Él recibe todo el crédito.

En segundo lugar, Él nos predestinó. Versículo 5 lo dice: “Habiéndonos predestinado para ser
adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de Su voluntad”, Su voluntad,
Su intención, Su propósito determinó nuestro destino, eso es lo que “predestinado” significa.
Significa haber determinado previamente el destino de antes. Él lo hizo, Él nos escogió, y el
propósito de Su elección fue establecer nuestro destino. ¿Y cuál fue nuestro destino? Ser adoptados
como hijos. ¡Increíble! Él nos escogió con el propósito de predeterminar nuestro destino para ser
hijos de Dios. El propósito de Su elección fue hacernos sus hijos. “Mas a todos los que le recibieron
–Juan 1:12– les da el poder o la potestad de convertirse en los hijos de Dios”, y somos sus hijos.
Romanos 8 dice: “Y clamamos, ¡Abba, Padre!”, “Papito”, dice lo mismo en Gálatas 3:26: “Somos sus
propios hijos amados”, le pertenecemos.

En Gálatas 4:6 dice: “Y debido a que sois hijos, Dios ha enviado el Espíritu de Su Hijo a sus
corazones clamando, ¡Abba, Padre! Por tanto, ya no sois un esclavo sino un hijo, y si hijo, entonces
un heredero mediante Dios”. ¡Qué realidad tan tremenda! Somos sus hijos. No solo somos sus hijos,
sino que somos sus hijos amados, somos sus hijos adorados. Y Juan dice, y no es sorprendente
que él lo dice en 1ª de Juan 3:1: “Mirad cuán grande amor el Padre nos ha dado, para que seamos
llamados hijos de Dios”, pero lo somos, lo somos. Y entonces, Él nos escogió y nos escogió con el
propósito de predeterminar nuestro destino para convertirnos en sus hijos, y lo hizo según el puro
afecto de Su voluntad; lo hizo, dicho de manera simple, porque lo quiso hacer, le dio placer. Y dice
en Isaías 46:10: “Hago todo mi beneplácito, cumplo todos mis propósitos”. Es un pensamiento
increíble. Dios en la eternidad pasada lo escogió a usted para un destino, y ese destino fue para
convertirse en su hijo.

Ahora, para hacer eso posible llegamos a una tercera realidad aquí: Él nos concedió gracia, nos
concedió gracia. El plan, la elección, la predestinación fueron activados en realidad mediante Su
gracia. Versículo 6: “Para alabanza de la gloria de Su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el
Amado, quien es Cristo”. ¿Qué es gracia? Favor inmerecido, bendición no ganada, bondad y
amabilidad no ganadas; la gracia es darnos algo que no merecemos en absoluto, y esa es la
manera en la que somos salvados, somos salvados por gracia. En Efesios 2 dice: “Porque por
gracia sois salvos mediante la fe, y esto no de vosotros, pues es don de Dios. No por obras para
que nadie se gloríe”, tomaríamos todo el crédito si hubiera algún crédito qué tomar; pero todo es de
Él, la gracia es de Él, la fe es de Él, no según nuestras obras.

En Hechos 15:11, ¿recuerda esa afirmación maravillosa y simple y directa? “Pero creemos que
somos salvos mediante la gracia del Señor Jesús”, ¡qué testimonio! Creemos que somos salvos
mediante la gracia del Señor Jesús. En el capítulo 18 de Hechos, mismo libro, versículo 27, dice – él
quería ir a Acaya, los hermanos le animaron escribiéndole a los discípulos para que le dieran la
bienvenida, hablando de Pablo; cuando él llegó, él ayudó mucho a aquellos que habían creído
mediante la gracia; es la única manera en la que alguien cree, es Dios en Su gracia, dándole la
capacidad de creer. ¡Usted no lo merece! De cualquier manera, Él lo da. Usted no se lo puede
ganar, de cualquier manera Él lo da; usted no se lo puede ganar, de cualquier manera Él lo da.

Romanos 3:24 dice: “Siendo justificados como un regalo por Su gracia”, un regalo por Su gracia. Él
nos concedió gracia. De hecho, la frase aquí en el versículo 6 literalmente significa “Por gracia
hemos sido agraciados”, esa es la idea. Él nos agració en Cristo, el Amado. La gracia, entonces, fue
el medio por el cual Él cumplió su elección y su destino predeterminado y nos hizo sus hijos.

En cuarto lugar, observe lo que hizo: Él nos redimió. Versículo 7: “En quien tenemos redención por
su sangre”. Él nos redimió. ¿Qué significa redimir? Comprar de regreso. ¿Qué hizo para
comprarnos? Bueno, éramos esclavos al pecado, éramos esclavos a la muerte y al infierno y a
Satanás y a los demonios, éramos esclavos a la carne caída, éramos esclavos al mundo, y ahí
estábamos en el mercado de esclavos, y Él vino al mercado de esclavos y Él nos compró
miserables, viles, putrefactos, entenebrecidos, sin esperanza, con mentes que nunca podían
conocer a Dios y corazones que nunca habrían podido buscar la justicia; y nuestro único deseo era
la lujuria y la maldad, y éramos indignos, y Él vino y nos compró, ¿por qué? Porque Él nos eligió,
porque Él nos predestinó, porque Él quiso agraciarnos con gracia.

Dice usted: ¿Por qué quiso hacer Él eso? No sé. Él simplemente lo hizo, esa fue Su voluntad, ese
fue Su propósito, ese fue Su beneplácito. ¿Cómo es que Él nos redimió? Mediante Su sangre, Él
pagó el precio. La paga del pecado es muerte, el precio de la redención es muerte, el precio de la
redención es sangre derramada, y Él pagó ese precio. No fue fácil pagar ese precio, Él tuvo que
adoptar forma humana, venir al mundo, morir en una cruz, derramar Su sangre como un sacrificio
por el pecado, pero Él pagó el precio para comprarnos de regreso. Esa es la razón por la que la
sangre de Cristo es preciada; esta es la razón por la que Pedro dice que no fuisteis redimidos con
cosas perecederas, cosas como plata u oro de vuestra vana manera de vivir, heredada de vuestros
padres, sino con la sangre preciosa como de un Cordero sin mancha, la sangre de Cristo, claro que
es preciada, también es digna de alabanza.

Esa es la razón por la que en Apocalipsis 5 dice: “Y cantaron un cántico nuevo, digno eres Tú de
tomar el libro y romper sus sellos porque Tú fuiste inmolado y compraste para Dios con Tu sangre a
hombres de toda tribu, lengua y nación y pueblo”. ¿No es sorprendente que las huestes del cielo
están alabándolo? Su sangre es preciada, Su sangre es digna de alabanza, fue el precio de nuestra
redención, fue el derramamiento de sangre en la muerte sacrificial que permitió a Cristo comprarnos
del mercado de esclavos del pecado y traernos a Su presencia santa, y ya no somos esclavos del
pecado, somos los esclavos de Dios.

Y esa obra redentora hizo posible que Él hiciera algo más: una vez que Él nos compró del mercado
de la esclavitud, en quinto lugar, Pablo dice: “Él nos perdonó”. ¡Oh, qué bendición! Versículo 7: “El
perdón de pecados, según las riquezas de Su gracia, que hizo sobreabundar para con nosotros”. ¡Él
nos perdonó! Él nos compró del mercado de esclavos no para decir: “Bueno, me vas a pagar todo
eso, te he hecho un gran favor, pero no creas que te vas a salir con nada en el futuro”. ¡No, no, no,
no! Él nos compró del mercado de esclavos y nos perdonó. Jesús, cuando Él estaba instituyendo su
mesa, en Mateo 26:28, Él dijo: “Esta es mi sangre del Nuevo Pacto”, cuando Él levantó la copa, la
cual es derramada por muchos por el perdón de pecados.

Él nos perdonó. Perdón, “aphiemi”, enviar para nunca regresar. Él alejó nuestros pecados tan lejos
como está el Este del Oeste, Él los sepultó en las profundidades del mar, Él ya no se acuerda de
ellos. ¿No es sorprendente que Miqueas dice: “¿Quién es un Dios perdonador como Tú?”; Pablo
dice: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo”, Efesios 4:32;
Colosenses 2:13 dice: “Somos perdonados”; 1ª de Juan 2:12: “Hijitos míos, Él les ha perdonado
todos vuestros pecados por causa de Su nombre”. ¿Cómo pudo Él hacer eso? Mediante su gracia,
mediante las riquezas de su gracia, que hizo sobreabundar para con nosotros. Demandó mucha
gracia, mucha gracia porque teníamos mucho pecado. De hecho, según la parábola de Mateo 18,
tenemos una deuda impagable, casi una deuda imposible de contar, una deuda indescriptible; ¿a
quién le debe usted su salvación? Se la debe al Dios que lo escogió a usted, se la debe usted al
Dios que lo predestinó, se la debe al Dios que lo redimió, al Dios que lo perdonó, al Dios que quiso
que fuera suyo. Debido a que Él quiso que usted fuera de Él, no da ninguna otra razón, aunque
somos tan indignos, tan indignos.

Y ahora Él ha ido aún más allá de eso: Ahora que somos sus hijos, Él nos iluminó, Él nos iluminó.
Observe el versículo 8 en adelante, a la mitad del versículo dice: “En toda sabiduría e inteligencia,
dándonos a conocer el misterio de Su voluntad, según Su beneplácito, el cual se había propuesto
en Sí mismo”. Él inclusive nos dio un vistazo de la dispensación del cumplimiento de los tiempos: “Al
reunir todas las cosas en Cristo, así las que están en los cielos como las que están en la tierra”,
conocemos todo acerca de la administración de la plenitud de los tiempos, cómo todo se consuma
en Cristo, la gloria venidera, el milenio, el estado eterno, cómo todo en el cielo y todo en la tierra se
unirá en Cristo para su alabanza.

Él nos iluminó, Él nos dio sabiduría en cosas eternas, Él nos dio prudencia en cosas terrenales, y Él
nos mostró su plan hasta el final aquí en el mundo, Él nos permitió ver todo eso; Él nos dio no solo
la Palabra sino que nos dio al Maestro de la verdad que reside en nosotros, Él nos dio a su Espíritu
Santo de tal manera que no necesitamos que los hombres nos enseñen porque tenemos un
Maestro de Dios; Él nos dio a su Espíritu y por eso conocemos la mente de Cristo, y por eso
conocemos el plan de Dios.

Cuán bendecidos estamos, cuán absolutamente bendecidos estamos de las cosas que el mundo no
ve, las vemos; las cosas que el mundo no entiende, las entendemos; las cosas que el mundo no
puede conocer, las conocemos; porque no hemos recibido el espíritu del mundo, dice Pablo en 1ª
de Corintios 2:12, sino el Espíritu quien es de Dios para que conozcamos las cosas que nos han
sido dadas gratuitamente por parte de Dios. ¿No es maravilloso? Él nos iluminó. Estábamos
cegados por el dios de este mundo, estábamos en tinieblas y pecado y muerte, y no podíamos
conocer a Dios ni nada acerca de Él y no podíamos entenderlo y Él nos iluminó, Él nos iluminó. ¿Por
qué hizo Él eso? Él nos dio a conocer el misterio de Su voluntad según Su beneplácito, que Él
determinó en Él, porque Él quiso; fue Su plan, Su placer, Su gozo que pudiéramos conocerlo y todo
acerca de su plan.

En séptimo lugar, Él nos prometió una herencia. Versículo 11: “En Él, así mismo, tuvimos herencia,
habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio
de Su voluntad, a fin de que seamos para alabanza de Su gloria, nosotros los que primeramente
esperábamos en Cristo”. Y él repite que todo pertenece a Dios. La voluntad fue de Dios, el propósito
fue de Dios, el beneplácito fue de Dios y la gloria es de Dios, y Él nos dio una herencia porque Él
nos predestinó para ser sus hijos, y sus hijos iban a recibir su herencia. Él nos prometió una
herencia. Romanos 8 dice que los sufrimientos de este siglo no son dignos de compararse con la
gloria que será nuestra. Y en 1ª de Juan dice en el capítulo 3, versículo 2: “Todavía no se ha
manifestado lo que seremos, pero sabemos que seremos como Él cuando le veamos como Él es”, y
después Pedro dice: “Tenemos una herencia incorruptible, incontaminada, inmarcesible, reservada
en los cielos para nosotros”. “Toda promesa en Cristo –Pablo dijo en 2ª de Corintios 1:20– es sí”.

¿Qué quiso decir con eso? Que todo lo que Jesús nos prometió es sí. ¿Entendemos eso? Sí.
¿Recibimos eso? Sí. ¿Recibimos eso? Sí. ¿Recibimos eso? Sí. ¿Paz? Sí. ¿Amor? Sí. ¿Sabiduría?
Sí. ¿Vida eterna? Sí. ¿Gozo? Sí. ¿Victoria? Sí. ¿Fortaleza? Sí. ¿Poder? Sí. ¿Conocimiento? Sí.
¿Justicia? Sí. ¿Vida eterna? Sí. ¿Verdad? Sí. ¿Cielo? Sí. ¿Riqueza? Sí. ¿Reinar? Sí. ¿Gobernar?
Sí. Todo es sí. ¿Por qué? Porque Él quiso. Su propósito, Su voluntad, Su gracia lo hizo todo,
entonces Él recibe toda la gloria. ¿Y qué tan segura está su herencia?

Número 8, observe: Él nos selló. Versículo 13: “En Él también vosotros, habiendo oído la Palabra de
verdad, el Evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en Él, fuisteis sellados con el Espíritu
Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión
adquirida para alabanza de Su gloria”. Él nos selló. Sellar algo en tiempos antiguos era una señal de
posesión, una señal de seguridad, una señal de autenticidad y una señal de una transacción
terminada. Cuando fuimos salvos, Él nos selló, ¿cómo? Nos dio a su Espíritu. El Espíritu Santo
morando en un creyente es una señal de que Dios es dueño de ese creyente, una señal de que el
creyente está seguro, una señal de que el creyente es auténtico, una señal de que el creyente ha
recibido la transacción terminada. Él nos asegura, nos certifica, nos completa y nos posee y somos
su posesión personal.

El versículo 14 dice: “Y el Espíritu que mora es la garantía de que algún día experimentaremos la
plenitud de lo que eso significa”. Maravilloso. Esperamos la redención completa. Romanos 8 dice:
“Pero estamos sellados hasta ese día”. Ahora, escuche con atención, permítame concluir esto para
usted. Cuando ustedes piensan en su salvación, amados, hay solo una dirección en la que usted
puede apuntar su gratitud y eso es hacia Dios. Él nos escogió en Cristo antes de que el mundo fuera
hecho.

Entonces, todo es de Su voluntad, todo es Su propósito, no tiene nada que ver con nosotros, y todo
es para Su gloria. Él después nos predestinó mediante Cristo en base puramente a Su amor para
Su propio beneplácito, en base únicamente a Su voluntad hacernos sus hijos para Su gloria, y
después Él nos agració lo cual significa que no hay mérito de nuestra parte; no fue el 99% Dios y
1% nosotros, no fue 99.9% Dios y 0.1% nosotros; todo fue Dios y nada nosotros, fue dado
gratuitamente dice, dado gratuitamente, y eso le trae toda la alabanza y toda la gloria a Él. Él nos
redimió, esto es, Él proveyó y pagó el precio por nuestros pecados, y nos concedió libertad de la
esclavitud y el pecado y la muerte según las riquezas de su gracia inmerecida, lo cual le da a Él toda
la gloria, y después Él nos perdonó, habiendo pagado el precio Él entonces nos perdonó de manera
libre de todos nuestros pecados en base a nada que hubiéramos hecho, de nuevo, dándose a Sí
mismo toda la gloria, toda la alabanza. Después, Él nos iluminó, Él nos reveló Su voluntad, lo cual
de otra manera nunca habríamos conocido ni jamás hubiéramos podido descubrir; toda la gloria
para Su revelación de Sí mismo entonces le pertenece a Él.

Y después Él nos dio una herencia, una herencia que no podríamos ganarnos, de tal manera que
toda la alabanza es de Él; Él la dio porque Él nos predestinó para ella, porque Él determinó nuestro
propósito para ella, porque Él la quiso para nosotros. Y después Él nos selló, Él proveyó seguridad;
si no fuera por eso, fallaríamos, fracasaríamos; pero Él nos asegura y entonces toda la alabanza es
de Él. Entonces, ¿qué hay de nosotros? ¿Hacemos algo? ¿Nada más nos paramos hasta que Él lo
haga? Observe, si es tan amable, los versículos 12 y 13, dos cosas se mencionan y solo dos, y casi
de manera inadvertida. Dice en el versículo 12 que fuimos los primeros en esperar en Cristo, y en el
versículo 13 dice: “Después de haber oído el mensaje de la verdad, el Evangelio de Su salvación,
habiendo también creído”.

Esperar en Cristo, creer en el Evangelio, esa es nuestra parte. Bueno, dice usted: “Espere un
momento, acabas de decir que todo fue de Dios”, bueno, esa es nuestra respuesta a la obra de
Dios, pero escuche con atención, inclusive eso es generado por Dios, aún eso es generado por
Dios. “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe, y aún eso no es de vosotros, sino es el don
de Dios”. Es Dios quien le da a usted el poder de esperar en Cristo, es Dios quien abre sus oídos
para oír el mensaje de la verdad, oír el Evangelio de salvación y creer, eso también es un regalo.
Todo es de Él, todo es activado por el Espíritu Santo; usted no puede esperar en Cristo sin que el
Espíritu Santo genere esa esperanza, usted no puede creer en Cristo sin que el Espíritu Santo
genere esa fe.

Entonces, ¿por qué parte de nuestra salvación merecemos alabanza? Por ninguna, absolutamente
ninguna, absolutamente ninguna. La raza humana entera va camino al infierno, y serán condenados
al infierno debido a incredulidad; son condenados, Jesús dijo en Juan 3, “porque no creen”. Pero
Dios, en gracia soberana, ha escogido salvar a aquellos sobre quienes ha colocado Su amor, y los
escoge del arroyo de hombres que van en una cascada al infierno. ¡Qué verdad tan bendita! ¡Qué
verdad tan humillante! ¡Qué verdad que aplasta y despedaza el orgullo! Todos somos salvos por su
gracia. ¿Podemos agradecerle lo suficiente? ¿Por qué nosotros? ¿Por qué nosotros? No es
sorprendente que el versículo 3 dice lo que dice: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo”. La
bendición le pertenece a Él, la gloria le pertenece a Él, la alabanza le pertenece a Él.

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