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Lee El Siguiente Texto y Responde Las Preguntas 15 A 18
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2. ¿Qué información sobre los animales se muestra en esta parte del texto?
A. Con el pollo.
B. Con el cerdo.
C. Con el vacuno.
D. Con el cocodrilo.
El rey Midas
Adaptación
Hace muchos años vivió en un país muy lejano un rey que se llamaba Midas. Era muy rico y se
pasaba todo el día contemplando sus tesoros. Tenía un gran palacio y montañas de monedas
de oro. Pero nunca estaba satisfecho, siempre quería tener más y más riquezas.
Un día, en que estaba cazando por sus campos, perdonó la vida a un hermoso antílope. El
antílope era, en realidad, un mago que en agradecimiento le dijo
̶ Has sido tan bueno conmigo, pídeme lo que quieras, que te lo concederé.
El rey, como era tan avaro, sin pensarlo dos veces le pidió el siguiente deseo:
- Solo deseo una cosa: ¡que lo que yo toque se convierta en oro!
El rey salió a su hermoso jardín, lleno de flores y cogió una rosa. Al momento, la flor se
convirtió en oro. Luego, tocó la rama de un árbol y todo el árbol se convirtió en oro. Después,
tocó una piedra y al momento se convirtió en oro.
Corrió luego hacia sus campos, tocándolo todo. Y todo se iba convirtiendo en oro.
Por último, exhausto pero lleno de alegría, pidió su comida. Los sirvientes le sirvieron un
enorme banquete.
— ¡Oh, qué hambre tengo! —dijo mientras ensartaba un trozo de carne y se lo llevaba a la
boca.
Entonces, Midas se dio cuenta de que, de repente, su deseo no era tan maravilloso como
había pensado; por lo pronto, al morder la carne, ésta se había convertido en oro. Al sentirse
debilitado por el temor, buscó un jarro con agua, pero ¡ay! lo único que sus labios pudieron
tocar fue el frío y duro metal. El agua se había convertido en oro.
— ¡Mago! —Grito levantando las manos al cielo—. ¡He sido un codicioso loco! ¡Deshaz mi
deseo! ¡Libérame de mi toque de oro! ¡Ayúdame!
Los sirvientes sentían pena por él, pero no se atrevían a acercársele por temor a quedar ellos
también, convertidos en oro.
Mientras todos se lamentaban, el mago apareció de pronto en el jardín del palacio. Permaneció
un momento en frente del lloroso rey, y luego dijo:
—Levántate, Midas.
El rey Midas se puso de pie con dificultad, y le suplicó que deshiciera el deseo.
—Fuiste codicioso y necio, amigo mío —dijo el mago, pero voy a perdonarte.
Ahora ve lava tus manos en el río y perderás la magia que te hace tan desgraciado.
El rey hizo lo que el mago le indicó y ¡qué maravilla! Todo volvió a ser como antes: las flores, la
comida, las piedras... Desde ese momento, Midas dejó de ser avaro y se volvió más humano,
pensando en los demás y repartiendo sus riquezas entre todos los pobres de su reino.