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La cocina del sentido Barthes Un vestido, un automévil, un plato cocinado, un gesto, una pelicula cinematogrifica, una miisica, una imagen publicitaria, un mobiliario, un titular de diario, de ah{ objetos en apariencia totalmente heteréclitos. Qué pueden tener en comin? Por lo menos esto: son todos signos. Cuando voy por la calle ~9 por la vida~ y encuentro estos objetos, les aplicoa todos, sin darme cuenta, una mismaactividad, que esla de cierta lectura: el hombre moderno, el hombre de las cfudades, pasa su tiempo leyendo. Lee, ante todo y sobre todo, imagenes, gestos, comportamien- tos: este automévil me comunica el status social de su propietario, esta indumentaria me dice con exactitud la dosis de conformismo, o de excentricidad, de su portador, este aperitivo (whisky, permod, 0 vino blanco) el estilo de vida de mi anfitrién. Aun cuando se tratade un texto escrito, siempre nos es dado leer un segundo mensaje entre las Ifneas del primero: si leo en grandes titulares: ePablo VI tiene miedo», esto quiere decir también: «Si usted lee lo que sigue, sabré por quén Todas estas «lecturas» son muy importantes en nuestra vida, impli- can demasiados valores sociales, morales, ideoldgicos, para que una reflexién sistemética pueda dejar de intentar tomarlos en considera: cin: esta reflexién es la que, por el momento al menos, llamamos semiologia ¢Ciencia de los mensajes sociales? ¢De los mensajes cultura- les? gDe las informaciones de segundo grado? ¢Captacién de todo lo que €s «teatro» en el mundo, desde la pompa eclesidstica hasta el corte de pelo de los Beatles, desde el pijama de noche hasta las vicisitudes de la politica internacional? Poco importa por el momento la diversidad 0 fluctuacién de las definiciones. Lo que importa es poder someter aun ‘www esnips com/web/Lalia 224 DOMINIOS de clasificacién una masa enorme de hechos en apariencia andrquicos, y la significacién es la que suministra este principio: junto a las diversas determinaciones (economicas, histéricas, psicolégicas) hay ‘que prever ahora una nueva cualidad del hecho: el sentido. El mundo esté lleno de signos, pero estos signos no tienen todos la bella simplicidad de las letras del alfabeto, de las sefales del cédigo vial (0 de los uniformes militares: son infinitamente mas complejos y sutiles. La mayor parte de las veces los tomamos por informaciones «natura les»; se encuentra una ametralladora checoslovaca en manos de un rebelde congolefto: hay aqui una informacidn incuestonable; sin em- bargo, en la misma medida en que uno no recuerda al mismo tiempo el numero de armas estadounidenses que estén utilizando los defensores del gobierno, la informacién se convierte en un segundo signo, ostenta una eleccién politica. Descifrar les signos del mundo quiere decir siempre luchar contra cierta inocencia de los objetos. Comprendemos el francés tan «natural- mentes, que jamas se nos ocurre la idea de que la lengua francesa es un sistema muy complicado y muy poco «natural» de signos y de reglas: de Ia misma manera es necesaria una sacudida incesante dela observacion para adaptarse no al contenido de los mensajes sino a su hechura: dicho brevemente: el semislogo, como el lingilista, debe entrar en la «cocina del sentido» Esto constituye una empresa inmensa,

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