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Nos desvestimos, sacamos la esfera y

subimos al poderoso y majestuoso carro


que habíamos traído.
Me sorprendió que arrancara al primer
intento, ¡alucinante!
Transitamos sobre la carretera Panamericana
en el asfalto negro, una alfombra sin fin que
nos hipnotizaba.

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¡Qué calor, espejismo y polvo! Nos equivocamos de
rumbo. Pasamos la Pampa de Villacurí, al borde del
desierto de Atacama.
Sabía que mi papá se había equivocado de dirección,
pero me quedé callado, pues pensé que yo no debía
haber venido así que mejor quedarme tranquilito para
no molestar.
De repente apareció un monumento llamado Iglesia
de Yauca, bajamos del auto y rodeamos la iglesia.
Felizmente, no encontramos a nadie.
¡Qué monumento más raro!
Regresamos al poderoso carro, que
por cierto ha funcionado muy bien.

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Próxima parada, Huacachina, que es un oasis
con aguas verdes como en el planeta Orito.
De pronto, vimos salir una sirena de la laguna.
Mi papá se pegó un gran susto y gritó: ¡Al carro
inmediatamente, lo más rápido posible! La sirena
era mitad pez y mitad terrícola.
Retomamos el camino e imagínense que
de vuelta nos volvimos
a equivocar.

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Continuamos el circuito y llegamos
a ver unos campos llenos de viñas,
los frutos son uvas. Muchísimas,
deliciosas, exquisitas.
Llegamos a la hacienda Tacama y
allí por primera vez vimos una pileta
con agua plateada,

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bellísima. La pileta estaba llena de
piezas de metal redonditas, y descubrí
que las arrojaban allí para traer suerte.
¡Justo lo que necesitábamos en ese
momento! Bebimos, nos bañamos,
jugamos y nos divertimos muchísimo.

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Luego trepamos a un ficus enorme, pero mis
padres me ayudaron a subir porque no sé
trepar, y allí pasamos la noche.
Al día siguiente visitamos la fachada rosada de
una torre con campanario, según cuentan fue
construida por el Inca Pachacútec, el mismo que
construyó Machu Picchu. ¿No es curioso? Las
campanas repicaban todo el tiempo.

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Al principio pensamos que nos habían
descubierto y quisimos escapar, pero
luego nos dimos cuenta de que las
tocaban por tradición. Nosotros, los
osos, tenemos esta actitud huraña y,
al estar en esta misión, tratamos de
evitar contacto con los locales. El lugar
es grandioso.

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Luego descubrimos un lugar llamado
la bodega Tacama. Vi una puerta
abierta, me metí a la bodega y me puse
a jugar con mi pelota.
Era genial porque había un montón
de espacio. Techos altos y un olor raro,
eran jugos fermentados de uvas, lo
que llaman vinos y piscos.

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A la mañana siguiente partimos, sabiendo que
estábamos cerca de nuestro destino final, la
Montaña Mágica del Oso, pero NOS VOLVIMOS
A EQUIVOCAR. ¡Imagínense!
Junto a la carretera encontramos una piedra
enorme y rarísima, nos paramos y yo fui a verla.
Debe haber caído de otro planeta. Mis padres
me gritaron y me obligaron a volver al carro
para continuar la marcha. Nunca olvidaré
lo que vi en la piedra.

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Al ver el inmenso mar, mi papá se entusiasmó,
aceleró y se zampó con el vehículo al Océano
Pacífico, con nosotros adentro. No dije
una palabra al respecto otra vez. Calladito
me quedé. Hay que tener tacto para este tipo
de situaciones.
Nuestro poderoso carro flotó y navegó de la
manera más increíble y a toda velocidad.
Felices los cinco navegamos al borde de la costa
peruana al lado de la Península de Paracas.

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Ahí está el Candelabro que bien podría haber
sido nuestra brújula para poder orientarnos,
ya que nos habíamos equivocado de giro varias
veces.
Surcamos el mar hacia el sur y disfrutamos
de la maravilla de sus olas, sus acantilados y
arrecifes. El fabuloso desierto se veía a lo lejos,
Las Salinas, las dunas, un paisaje espectacular.

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Papá tuvo que admitir que se equivocó,
algo le costó. Tuvimos que regresar a
Nazca. Salimos del océano y buscamos
la carretera nuevamente.
Empezó a anochecer y la puesta
de sol fue algo que nunca habíamos
visto. ¡Sensacional!

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Allí encontramos un hotel muy especial
llamado Majoro, y mamá con su buen
olfato descubrió a las abejitas Angelitas,
las cuales extrañamente no pican,
por lo que aprovechamos para comer
mucha miel. ¡Deliciosa!

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A lo lejos pudimos ver a nuestro primer gran
animal terrestre, una vicuña color canela, como
su nombre. Encantadora, nunca la olvidaré.
Se acercó cautelosamente a nosotros, tenía
unas pestañas larguísimas y tarareaba una
linda canción que decía: “Me llamo Canela,
soy la reina de este lugar sereno y celestial, mi
piel es canela, el color y olor de la flor popular.
Al irme lloré mucho, esa fue una TRISTE Y
DURA DESPEDIDA.

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Al día siguiente enrumbamos hacia la sierra,
hacia Puquio, zigzagueando por un camino
infernal.
¡Qué terrible experiencia!
Mamá se durmió, mis hermanos estaban
vomitando y papá, muy malhumorado, me daba
órdenes para que le leyera el mapa. Felizmente
mi abuelo me había enseñado a hacerlo.

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Despacito logramos subir casi 4500 metros sobre
el nivel del mar. El río Abancay apareció de pronto
con sus aguas plateadas. ¡Qué espectáculo!
Lentamente llegamos a unos baños termales, Baños
de Pincahuacho, y todos nos bañamos felices.
Luego de pasar por varios pueblitos de Abancay,
llegamos a Ollantaytambo y encontramos un bello
lugar para estacionar.
Es mi naturaleza ser curioso y me fui a explorar.
Adivinen, ¡al Puma logré encontrar!
UN PUMA (UTURUNCO). ¡FRENTE A FRENTE!

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Corrí con mucho terror de espaldas, contemplándolo.
Él logró alcanzarme en mi huida y me dijo: “Joven
Oso de anteojos, conocido por estos lares desde la
antigüedad. ¡Qué gusto verte!”
– ¡Usted me asusta!
“Soy el Dios PUMA”, me replicó. “No temas pequeño
amigo, vengo a dejarte un mensaje. Son dos palabras
que predico a todos los gentiles de este valle”.
¡VALOR Y DETERMINACIÓN!”, exclamó.
En tu largo camino verás que somos tres dioses:
El Cóndor, quien vuela y da libertad.
El Dios Serpiente es la inteligencia
y la agilidad.

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Yo, el Puma, soy la fuerza y abro el camino al cielo.
Siendo un dios andino, puedo darte estos dones:
VALOR Y DETERMINACIÓN. (Curioso, lo mismo que
me decía mi abuelo).
“Eso le ofrezco a todos los seres queridos”.
“Muchos pumas vivimos en el cerro del sapo.
¡Mira a lo lejos y lo verás”.
Luego, con el pecho hinchado, alardeó: “Ahora usaré
la energía de la tierra y, cuando salte, el arcoíris
aparecerá. ¡¡ASÍ DE FUERZA ENÉRGICA TENGO!!”.
Era verdad, un espléndido arcoíris apareció después
de ese salto increíble. Asustado y asombrado me
fui corriendo en busca de mi familia.

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La única forma de llegar al lugar indicado
por la esfera Quipu 456 era usando el
Ferrocarril del Perú.
Felizmente, la estación de tren estaba
completamente vacía, así que trepamos
todos en el tren sin que nadie nos viera
con dirección a Aguas Calientes.
Toda esta información se encontraba
en la esfera Quipu 456. ¡Impresionante!

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Llegó el inspector del tren y pasó
delante de nosotros sin notarnos,
seguramente creyó que éramos unos
sacos de papas o algo así, ya que
nos hicimos redonditos para que no
nos reconociera y resultó.

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Al llegar a Aguas Calientes, bajamos
del tren y subimos la montaña con
la esperanza de encontrar Macchu
Picchu, Wayna Picchu y nuestro
destino, LA MONTAÑA MÁGICA
DEL OSO.

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AGRADEZCO DE TODO CORAZON

Abraham Llucià López, ¡el GRAN ABRA CADABRA!

¡Sin él creo que no hubiéramos logrado aterrizar en Nasca!

René Carbonel de Olaechea.

Helena Pardo, Isabella Polk, Leo Polk, Kingsley Koch, Cassidy Koch,
Manuela Rojas, Betsi Bellido, Gerardo Hurtado, Daniela de Francesco,
Henri Mitrani, Mario Laos, Patrícia Cardona, Juan Marcos Pagilai,
Peter Rölli, Sibill Zellweger, Lourdes Medina Cueva, Felix Medina,
Edgard Sánchez, Manuel Augusto Olaechea, Araceli Masaredo,
Monica Germany, José Olaechea.

También quiero agradecer a los dueños de Tacama, familia Olaechea


Álvarez Calderon y a la familia Jaime Pardo por permitirnos que
Tacama y Majoro figuren.

Finalmente, al Perú por prestarse a entretenernos


con toda su historia y geografía tan intrigante y entretenida.

¡País incomparable y fascinante!


CRÉDITOS
Autor: Gloria Alegre Robles
Diseño, Diagramación y Photoshop:
Gerardo Hurtado, bewriter.com
Diseño: Peter Rölli Werbe GmbH

© 2016 Gloria Alegre Robles

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