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El concepto de vulnerabilidad

y las prácticas de salud:


nuevas perspectivas y desafíos

JOSÉ RICARDO DE CARVALHO MESQUITA AYRES


IVAN FRANÇA JÚNIOR
GABRIELA JUNQUEIRA CALAZANS
HARALDO CÉSAR SALETTI FILHO

Introducción
Para algunos no es una gran novedad. Para otros tampoco es exacta-
mente nuevo, aunque aún no esté totalmente comprendido. Para mu-
chos, por consiguiente, es sólo una remota referencia, cuando no un to-
tal desconocido. De hecho, parte expresiva de los profesionales de la
salud no está familiarizada con el concepto de “vulnerabilidad”, a pesar
de que ya está en uso hace cerca de diez años.1
No es para asombrarse. Una década es tiempo relativamente corto en
la vida de un concepto. Sin embargo, en esos breves diez años, la vitali-
dad que demostró en el campo de las respuestas a la epidemia de
HIV/SIDA, de donde surgió, sugiere que estamos ante una contribución
relevante para las propuestas de renovación de las prácticas de salud, de
un modo general, y de la prevención y de la promoción de la salud, en
particular.
En el campo del SIDA, el surgimiento de esa referencia conceptual ha
representado un importante paso en el camino de la producción de un
conocimiento efectivamente interdisciplinar y de la construcción de in-
tervenciones dinámicas y productivas. No hay razones para suponer que

1. No confundir con el concepto de vulnerabilidad divulgado en los años 60 a partir de la


técnica de planeamiento llamada Cendes/OPS, en que vulnerabilidad (de la enfermedad a
la intervención y no de las personas a la enfermedad), magnitud y trascendencia configu-
raban el trío básico sobre el cual se asentaba el hoy llamado planeamiento normativo.
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ese desempeño no pueda repetirse en otros frentes de trabajo de la sa- El nacimiento de un concepto
lud. Al contrario, somos de la opinión de que una de las razones del éxi-
to que el concepto de vulnerabilidad alcanzó en el campo del SIDA se Originario del área de la abogacía internacional por los Derechos In-
debe justamente al hecho de haberse percibido que la epidemia respon- ternacionales del Hombre, el término vulnerabilidad designa, en su ori-
día a determinantes cuyos alcances iban mucho más allá de la acción gen, grupos o individuos frágiles, jurídica o políticamente, en la promo-
patogénica de un agente viral específico. ción, protección o garantía de sus derechos de ciudadanía (Alves, 1994).
El concepto de la vulnerabilidad es, simultáneamente, construcción La expresión penetra más ampliamente en el campo de la salud a partir
y constructor de esa percepción ampliada y reflexiva, que identifica los de la publicación en los Estados Unidos, en 1992, del libro Aids in the
últimos conocimientos de la epidemia y de sus impactos en totalidades world, parcialmente reeditado en Brasil en 1993 (Mann, Tarantola & Net-
dinámicas formadas por aspectos que van de susceptibilidades orgáni- ter, 1993). En consecuencia, el concepto de vulnerabilidad, específica-
cas a la forma de estructuración de programas de salud, pasando por as- mente aplicado a la salud, puede ser considerado el resultado del proce-
pectos de comportamiento, culturales, económicos y políticos. Por eso so de progresivas intersecciones entre el activismo ante la epidemia de
la propuesta de la vulnerabilidad es interesante; por eso ella es aplicable, SIDA y el movimiento de los Derechos Humanos, especialmente en los
rigurosamente, a cualquier agravio o condición de interés para la salud países del Norte. Tal intersección conduce a la vulnerabilidad a deslizar-
pública, claro que con grados de interés diversos. se hacia el discurso de la salud pública y a ganar en ese lugar los rasgos
El objeto de este artículo es, por tanto, doble. Por un lado, buscare- particulares que vamos a discutir.
mos divulgar más ampliamente a la comunidad técnica, académica y Es a partir de la Escuela de Salud Pública de Harvard desde donde se
política de la salud colectiva, los orígenes y los fundamentos, epistemo- difunde más ampliamente la polémica de la vulnerabilidad, por medio
lógicos y prácticos, de la vulnerabilidad como panorama conceptual. de la propuesta de un diagnóstico de las tendencias mundiales de la
Por otro, procuraremos sustentar la tesis de que la vulnerabilidad repre- pandemia al inicio de los 90 con base en el concepto y, más reciente-
senta una novedad importante en el campo de la salud pública y demos- mente, aproximándolo hacia el debate de los Derechos Humanos (Mann
trar hacia qué direcciones apunta esa renovación. et al., 1994; Mann & Tarantola, 1996). No obstante, hoy, en torno a la vul-
Lo que presentamos aquí es la síntesis de una serie de reflexiones de nerabilidad se aglutina una gama ya bastante amplia y diversificada de
un programa de investigación que se vino desarrollando desde media- proposiciones, algunas incluso divergentes en términos político-ideoló-
dos de los años 902. Comenzaremos por una breve recuperación del de- gicos y teórico-filosóficos. Lo que todas tienen en común es el interés
sarrollo histórico del concepto de vulnerabilidad, por juzgar que sólo así por la ampliación de horizontes que la vulnerabilidad imprime a los es-
podemos abarcar más claramente lo que este proyecto de conocimiento tudios, acciones y políticas, en la dirección del control de la epidemia.
e intervención representa; después, trataremos de examinar qué intere- Como nos dice Parker (1996:5):
ses y limitaciones presenta este concepto, contrastándolo con otras
construcciones conceptuales en operación en el campo de la preven- Tal vez la más importante transformación aislada en nuestra manera de
ción del SIDA y de la salud de modo general, especialmente, el concep- pensar sobre el HIV/SIDA al inicio de los años 90 haya sido el esfuerzo de
to de riesgo; al final, buscaremos orientar las perspectivas del uso del superar esa contradicción (entre “grupos de riesgo” y “población general”)
concepto, qué desafíos nos establece y cómo vislumbramos –desde don- por la transformación de la noción de riesgo individual en una nueva per-
de podemos entrever la cuestión hoy– las posibilidades de superación cepción de vulnerabilidad social, comunicación crucial no sólo para nues-
de esos límites. tra comprensión de la epidemia, sino para cualquier estrategia capaz de
contener su avance.

La respuesta que la vulnerabilidad está intentando dar a la necesidad


de avanzar más allá del tradicional abordaje de las estrategias de reduc-
2. “La identidad sociocultural y la salud en la adolescencia: auto-representación y vulnera-
bilidad al HIV/ SIDA entre chicas y chicos de la periferia de San Pablo”, proyecto financia- ción de riesgo puede ser entendida en el ámbito de las diferentes etapas
do por la MacArthur Foundation (Chicago), de 1995 a 1998. históricas de experiencia con la epidemia y sus correspondientes formas
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de respuesta científica, técnica y política. Sabemos como el concepto “pertenecientes” a esos grupos no deberían tener relaciones sexuales,
epidemiológico de riesgo está ocupando un papel nuclear en esas res- donar sangre ni usar drogas inyectables. Los resultados prácticos de esas
puestas y cómo las diversas categorías, que a partir de él fueron plasma- estrategias son ya bastante conocidos: además de éxitos técnicos muy
das, como grupo de riesgo y comportamiento de riesgo, se transforma- restringidos, produjeron en gran escala marcas infamantes y prejuicios.
ron en el centro de importantes contradicciones y conflictos El aislamiento en laboratorio del HIV por Montaigner y Gallo puede
(Kalichman, 1993; Ayres, 1994; Camargo Jr., 1994; Castiel, 1996). Haga- ser considerado un marco final de esta etapa, tanto por las nuevas posi-
mos entonces, una breve recuperación, ya explotada más detalladamen- bilidades tecnológicas, que entonces se abrían, como porque, en la épo-
te en otro texto (Ayres et al., 1999), de cómo se transitó del riesgo hacia ca del descubrimiento, el fenómeno epidémico y su impacto social ya
la vulnerabilidad en esas dos décadas de epidemia, tomando como base eran, cuantitativa y cualitativamente, lo bastante diversos para caracte-
una periodicidad elaborada por Mann & Tarantola (1996). rizar una nueva fase de la experiencia con la epidemia.

Período del descubrimiento: 1981-1984 Período de las primeras respuestas: 1985-1988


Este período corresponde a los primeros contactos con la nueva en- En ese período, ya se estaba claramente ante el carácter pandémico
tidad de la práctica de la medicina que vino a llamar la atención de los del SIDA. La epidemia no respetaba límites geográficos, sexo u orienta-
servicios de asistencia y, especialmente, de los centros de investigación ción sexual. El carácter transmisible ya estaba bien delimitado y su
epidemiológica, con sus primeras declaraciones en los EE.UU. y Francia. agente originario aislado, con todas las implicaciones de este hecho pa-
El uso de instrumental epidemiológico mostró tener una importancia ra las prácticas de salud pública: detección de portadores sanos, diag-
fundamental ante la epidemia emergente, dándose luego inicio a una nóstico precoz de enfermos, posibilidad de screenings, monitorización
serie de estudios que pasaron a buscar activamente los factores de ries- de las guardias clínicas, inversiones en el desarrollo de vacunas y desa-
go asociados a la nueva enfermedad. rrollo de medicinas para tratamientos específicos.
Ocurre que los factores de riesgo utilizados para los primeros estu- El concepto de grupo de riesgo entra en franco proceso de crítica. Por
dios epidemiológicos experimentaron una separación discursiva de im- un lado, por la inadecuación que la propia dinámica de la epidemia de-
plicaciones prácticas extremadamente relevantes. De categorías analíti- mostraba; por otro por los severos ataques que recibió de los grupos más
cas instructoras del raciocinio causal (Ayres, 1997), el factor de riesgo se alcanzados por la estigmatización y exclusión que acarreaba consigo, es-
transformó en concepto operativo de grupo de riesgo. Esa separación no pecialmente del organizado movimiento gay norteamericano (Crimp,
se dio apenas en el campo del SIDA, sin embargo aquí asumió un carác- 1988). Las estrategias de abstinencia/aislamiento cedieron lugar, así, a
ter inaudito. las llamadas estrategias de reducción de riesgo, basadas en la difusión
La noción de grupo de riesgo se difundió ampliamente, especialmen- de información, control de los bancos de sangre, estímulo y adiestra-
te a través de los medios de comunicación de masas, y ya no en forma de miento para el uso del preservativo y otras prácticas de “sexo más segu-
categoría analítica abstracta, sino como verdadera categoría “ontológi- ro”, pruebas, recomendaciones y, finalmente, estrategias de reducción
ca”, como una identidad concreta. Los llamados grupos de riesgo se con- de daños en usuarios de drogas inyectables, con la polémica introduc-
virtieron en la base de las pocas y toscas estrategias de prevención pre- ción de las prácticas de distribución o cambio de agujas y jeringuillas
conizadas por políticas de salud en la época, mostrándose equivocadas (Bastos, 1996; Fernández, 1997).
e ineficaces, desde el punto de vista epidemiológico, e incitadores de El concepto clave aquí, también en estrecha relación con el saber epi-
profundos prejuicios e inequidades. Los llamados cuatro Hs (homosse- demiológico, pasa a ser el de comportamiento de riesgo. La superioridad
xuals, hemophilics, haitians y heroinadicts) pasaron a ser, en los Estados de ese nuevo concepto en relación con su predecesor es evidente. Él
Unidos, los primeros “objetos” de las estrategias de prevención y a sufrir tiende a retirar el peso de la estigmatización de los grupos en los cuales
sus “efectos adversos”. la epidemia fue inicialmente detectada, universaliza la preocupación
La prevención gravitó en esa época, predominantemente en torno a con el problema y estimula una implicación activa con la prevención.
los grupos de riesgo, al tema de la abstinencia y al aislamiento: los Pero, el comportamiento de riesgo también mostró límites importantes
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como elemento director de estrategias de conocimiento e intervención diagnósticos, pronósticos y terapéuticos, aunque las investigaciones en
en el SIDA. La tendencia a la culpa individual es su otra cara: cuando el el campo preventivo encuentren aún límites importantes.
comportamiento del individuo es llevado al centro de la escena, la con- En el campo de la diagnosis y pronósticos, la gran estrella es la técni-
secuencia inevitable es que se atribuye al descuido personal, o como mí- ca de cómputo de campo viral, que alcanza alta sensibilidad y un gran
nimo, a una eventual falta en la prevención. poder predictivo de la susceptibilidad orgánica a la enfermedad entre
Una vez más, es de la intersección con el movimiento social organi- los infectados, sumando elementos a la evaluación vía cómputo de lin-
zado, de su experiencia, reflexión y militancia, desde donde se levantan focitos CD4, recurso más utilizado hasta entonces. En el campo de la te-
algunas de las más expresivas voces críticas de ese concepto. El movi- rapia, la gran novedad es el llamado “cóctel” y la combinación de anti-
miento por los derechos de las mujeres, especialmente, acarrea, con la rretrovirales con diferentes mecanismos de intervención sobre el ciclo
noción de empowerment, (Batliwala, 1994; Heyzer, 1996), una perspecti- de multiplicación del HIV, que, aunque de uso aún reciente, ya presenta
va crítica positiva para los modelos que se basan en los conceptos y las impactos sobre la tasa de ocupación de camas de SIDA en los hospitales
prácticas ligados al comportamiento de riesgo. y sobre la mortalidad de los enfermos, con gran repercusión en los me-
La discusión del empowerment, término para el cual no tenemos tra- dios de comunicación. Ambos, entretanto, tienen un costo financiero al-
ducción adecuada, se podría aproximar más a algo como “empodera- tísimo, siendo menos accesibles justamente para los más susceptibles a
miento”, deja claro que el cambio a un comportamiento protector en la la infección y a enfermar, excepto en contextos donde la respuesta pro-
prevención del SIDA no es la resultante necesaria de “información + vo- gramática incorpora y responde a esa necesidad.
luntad”, sino que pasa por actuaciones de impulso y recursos de natura- Esos éxitos obtenidos en la perspectiva clínica no correspondieron,
leza cultural, económica, política, jurídica y hasta policial desigualmen- como era de esperar, a un efectivo control de la epidemia, que, al contra-
te distribuidos entre los géneros, países, segmentos sociales, grupos rio, continúa en extensión, especialmente en los países y segmentos so-
étnicos y franjas de edad (Gupta, 1996). ciales más pobres (Unaids, 2000), o que a su vez, traen consigo el proble-
Más allá de las críticas que vinieron desde dentro y fuera del medio ma de su “banalización” (Kalichman, 1994), esto es, de la convivencia
técnico y académico, la experiencia que se fue acumulando con la im- complaciente con el problema por parte de los segmentos más podero-
plementación de programas de prevención con base de comportamien- sos, de la pérdida de calor de la reacción social y de la correspondiente
to se fortalecía con la percepción de los límites de esas estrategias. A la desatención de los formuladores y financiadores de políticas. Es en ese
relativa falta de éxito demostrado por las evaluaciones de esos progra- momento en el cual pasan a ganar más terreno las proposiciones que ve-
mas se sumó la explosión de la epidemia rumbo a los sectores social- nían defendiendo estrategias de prevención no restringidas a la reduc-
mente más debilitados: los más pobres, las mujeres, los negros, los jóve- ción individual de riesgos, sino que apuntaban a otras, de alcance social,
nes (Granjeiro, 1994; Kalichman, 1994; Buchalla, 1995). El conjunto de o estructural. Entre éstas, se destaca la importancia fundamental de ac-
esos aspectos marca el paso a una nueva fase de respuesta a la epidemia, ción de las organizaciones no gubernamentales, que, como la propia
iniciada en el fin de los años ochenta. historia de la epidemia fue demostrando, son agentes privilegiados de
los cambios estructurales necesarios para que los recursos disponibles
para el control de la infección y de la enfermedad sean justos y efectiva-
Período actual: desde 1989 hasta nuestros días mente explotados y distribuidos (Altman, 1995; Galvão, 2000).
Si David Ho y el “cóctel” de medicamentos fueron la gran estrella en la
En este último período, la experiencia de la epidemia alcanza sus ras- cobertura periodística de la Conferencia Internacional de SIDA de Van-
gos actuales. El SIDA es una realidad mundial, alcanzando de modo ex- couver, esa especie de balance de la experiencia de los años 90, no será
plosivo el continente africano y asiático. Al mismo tiempo que se expande un exceso de optimismo decir que los cúmulos en el campo social tam-
geográficamente, la epidemia reitera su tendencia a la pauperización, di- poco serán poco importantes, ni menos estimulantes sus conclusiones:
fundiéndose más rápidamente en los países pobres y en los suburbios y
barrios pobres de las grandes ciudades, también entre las naciones ricas. Otro mensaje que aún se hizo oír claro y fuerte fue que programas con
Con los avances tecnológicos del período y las posibilidades abiertas abordajes no restringidos al HIV son cada vez más sostenibles. Una aten-
por el aislamiento del agente viral, progresarían rápidamente los recursos
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ción mucho más vigorosa a los factores estructurales relacionados con la en esa dirección. Cuanto mayor fuera el grado y la calidad del com-
vulnerabilidad y con el impacto del HIV fue puesta en evidencia en las pre- promiso, recursos, gerencia y seguimiento de programas naciona-
sentaciones sobre “empowerment” de comunidades, como poblaciones in- les, regionales o locales de prevención y cuidado relativo al HIV/SI-
dígenas, gays, usuarios de drogas inyectables, trabajadoras del sexo y mu- DA, mayores serán las oportunidades de canalizar los recursos
jeres. (Mane, 1996: 4) sociales existentes, optimizar su uso e identificar la necesidad de
otros recursos, fortaleciendo los individuos ante la epidemia.
Vulnerabilidad es el término clave en la exposición de arriba. Siem-
pre que ahí se buscó relatar o proponer aproximaciones teóricas o inter- Nótese que los análisis de vulnerabilidad no prescinden de los análi-
venciones no restringidas al HIV, al riesgo, o al comportamiento indivi- sis epidemiológicos de riesgo. Establecer asociaciones probabilísticas de
dual, a los abordajes biomédicos, fue “vulnerabilidad” el término la distribución poblacional de la infección entre diferentes condiciones
preferentemente escogido. También Mann y Tarantola, en el texto de objetivas, mensurables, tales como sexo, edad, profesión, prácticas se-
1996, dejan clara su posición de que el período actual está marcado, en xuales, etc., seguirá siendo siempre una importante fuente de informa-
el campo de la prevención, por la emergencia de ese nuevo concepto. ción e hipótesis. Sin embargo, si esas variables no son interpretadas en
Es en ese contexto donde el concepto de vulnerabilidad se desen- cuanto a la variabilidad y a la dinámica de sus significados sociales con-
vuelve. Éste puede ser resumido justamente como ese movimiento de cretos, y si el riesgo conferido pasa de una categoría analítica abstracta
considerar la oportunidad de exposición de las personas a la enferme- al diseño de prácticas de intervención sin las mediaciones necesarias,
dad como la resultante de un conjunto de aspectos no sólo individuales, entonces no sólo éste se muestra insuficiente sino, frecuentemente, per-
sino también colectivos, contextuales, que acarrean mayor susceptibili- judicial. Los análisis de asociación probabilística precisan comparar va-
dad a la infección y a la enfermedad y, de modo inseparable, mayor o riables lo más independientemente posible entre sí; por otro lado las ca-
menor disponibilidad de recursos de todas las clases para protegerse de tegorías de intervención, a diferencia de éstos, necesitan incorporar de
ambos. Por eso, los análisis de vulnerabilidad engloban la evaluación ar- la forma más exhaustiva posible sus mutuas interferencias, a la resultan-
ticulada de tres ejes entrelazados: te conjunta de los diversos factores envueltos. Es aquí donde la vulnera-
bilidad quiere contribuir.
• Componente individual: se refiere al grado y a la cantidad de la in-
formación que los individuos disponen sobre el problema; a la ca-
pacidad de elaborar esas informaciones e incorporarlas a sus reper- El enfoque de la vulnerabilidad: un ejemplo
torios cotidianos de preocupaciones; y, finalmente, al interés y a las
posibilidades efectivas de transformar esas preocupaciones en Para intentar aclarar la particularidad del enfoque relacionado con la
prácticas protegidas y protectoras. perspectiva de la vulnerabilidad en la comprensión de las tendencias y
• Componente social: se refiere a la obtención de informaciones, a las determinantes de la epidemia de HIV, vamos a reproducir aquí el relato,
posibilidades de metabolizarlas y al poder de incorporarlas a cam- también ya discutido en otra ocasión (Ayres, 1998), de un impresionan-
bios prácticos, o que no dependan sólo de los individuos, sino de te testimonio personal extraído como parte de nuestras investigaciones
otros aspectos, como acceso a medios de comunicación, escolari- sobre las relaciones entre el SIDA y la adolescencia sobre la perspectiva
zación, disponibilidad de recursos materiales, poder de influenciar de la vulnerabilidad.
decisiones políticas, posibilidad de enfrentar barreras culturales, Se trata del testimonio personal de una joven de 14 años, paciente del
estar libre de coerciones violentas, o poder defenderse de ellas, etc. Programa de Prenatal del Centro de Salud Escuela Samuel B. Pessoa, de
Todos esos aspectos deben ser, por tanto, incorporados a los análi- la Universidad de San Pablo, unidad principal que atiende a poblaciones
sis de vulnerabilidad. de baja renta de la periferia oeste de la ciudad de San Pablo. Cuando ha-
• Componente programático: para que los recursos sociales que los bla sobre las condiciones en las que quedó embarazada, Joyce (nombre
individuos necesitan para no exponerse al HIV y protegerse de sus ficticio, así como el de su novio) expone un conjunto de condiciones que
males, sean puestos a disposición de modo efectivo y democrático, la rodean, tanto como a muchos otros jóvenes que viven en condiciones
es fundamental la existencia de esfuerzos programáticos volcados semejantes, extremadamente expuestos a la infección por el HIV.
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Final de la tarde de un día cálido al inicio de diciembre en una favela del virus HIV de uno hacia el otro o el mismo intercambio de cargas vi-
de la periferia oeste de la ciudad de San Pablo. Joyce, de 14 años, está de rales, en el caso de que ambos ya estuvieran infectados.
bruces en la línea divisoria de madera que separa la barraca donde vive Entretanto, examinándose la situación concreta, es admisible pre-
de la callejuela de barro que desciende hasta la animada avenida de as- guntar: ¿es posible decir que esos jóvenes “adoptaron” un comporta-
falto. En la barraca en una habitación, de entre los pocos muebles viejos, miento de riesgo? ¿Es razonable atribuir el riesgo de infección que am-
se destaca la imagen sonriente de su hermano más joven, Pedro, fatal- bos corrieron a la libre adopción de un comportamiento “inadecuado”?
mente atropellado en la avenida cercana. Del lado contrario de la habita- ¿Cuál es el sentido práctico de reducir toda la complejidad de influen-
ción, la presencia (¿triste?, ¿frágil?, ¿amenazadora?) del padrastro, borra- cias y condiciones, envueltos en la escena descrita encima, apenas al
cho, recostado en el terreno plano hecho del mismo barro de la calle, momento en que Joyce y su compañero “deciden” tener relaciones sin
entretenido en decir cosas sin sentido. preservativo? Es más: ¿dónde estaba el riesgo apreciable para aquellos
Joyce está de espalda a su casa, de frente a la calle, separada de ella jóvenes?: ¿en el virtual e incorpóreo virus HIV o en la amenaza concreta
por el muro improvisado con tablas. De un lado, a media distancia, ve el de la violencia a la que ambos estuvieron expuestos? ¿Qué significados
edificio pintarrajeado de la escuela pública que llegó a frecuentar por al- positivos, afirmativos de la necesidad de vivir, están igualmente asocia-
gún tiempo. De otro, más distante, el horizonte recortado de los edificios, dos a la arriesgada cópula en los fondos de la escuela? ¿De qué recursos
donde, en algún lugar, estará su madre cuidando otra casa, ciertamente aquellas personas efectivamente disponían para encontrar una alterna-
mayor y más llena de muebles. Entre la gente que pasa, la mirada de Joy- tiva a la “elección” entre la negación de vida, ofrecida detrás de la cerca
ce encuentra la de João, que desciende hacia la avenida con la alegre pri- de madera, y el arriesgado, pero vital, encuentro más allá de los muros
sa de los que quieren aprovechar el resto de su día. João corresponde a la de la escuela? Y ¿cómo sería la historia de Joyce y João si la escuela que
mirada sin disminuir el paso. Sonríe. Es correspondido. La mirada insis- sirvió de “motel” fuese, de hecho, la escuela de Joyce?
tente de Joyce lo persigue. Aminora el paso, resuelve parar, y va hacia su No se trata aquí, obviamente, de aceptar el riesgo como condición
encuentro. constitutiva de la pobreza, de la miseria, de la falta de recursos, sino, al
Los dos conversan. Encuentran muchas afinidades. El tiempo parece contrario, se trata de no conformarse con la falta de alternativa, de la que
detenerse. Y después ya se acarician. Los labios y el cuerpo de João la ha- el riesgo de los comportamientos es, entonces, sólo una expresión. Se
cen percibir en ella el suyo propio como pocas veces antes, pero Joyce teme trata de recusar esa compresión parcial e individual de las listas de opor-
la conocida violencia del padrastro. Los dos, entonces, salen de allí apre- tunidades de infección y muerte por el HIV como un riesgo que las per-
surados. Ya en lo oscuro de la noche, buscan la escuela vecina, el patio de sonas “deciden” correr ya sea por cualquier razón y, por consiguiente, re-
atrás de sus paredes pintarrajeadas. “En escuela de pobre, cualquiera en- cusar también como estrategia exclusiva o privilegiada de prevención el
tra”, dice. Entran. Allí permanecerán hasta casi el amanecer. Hacen el “convencimiento” de cada individuo de que “precisa actuar de modo di-
amor durante casi toda la noche. Joyce supone que ni llegó a pensar en el ferente”.
SIDA o en un preservativo. Está claro que trabajamos aquí con apenas un escenario; una situa-
ción extrema que, con sus matices fuertes, ilustra otras, más comunes y
El efecto más poderoso que esta escena parece ejercer es el de expo- menos visibles, aunque de naturaleza semejante, especialmente entre
ner la fragilidad, la casi ingenuidad, de nuestras aproximaciones habi- los jóvenes: la frecuentemente estrecha asociación de lo arriesgado con
tuales al problema del SIDA en el modelo de la reducción de riesgos. Joy- lo necesario, lo necesario restringido a pocas alternativas posibles, las
ce no se encuadraría en ninguno de los grupos de riesgo más mostrados posibilidades condenadas a repetirse por necesidad.
en la literatura, sea la especializada, sea en los grandes medios de comu- No existe más verdad en la perversa dialéctica de riesgo-necesidad
nicación, que vienen acompañando de cerca esa epidemia. Se podría apuntada en la historia de Joyce y João, que en la de centenares de otros
decir, sin embargo, que ella y su compañero adoptan un comportamien- personajes igualmente reales, como las parejas que “no pueden” hablar
to de riesgo en aquella noche. Ninguno de los dos podía tener certeza del de preservativo sin amenazar la “estabilidad” de sus relaciones; como los
estado sanguíneo del otro, aun así tuvieron relaciones sexuales despro- usuarios de drogas que no cambian sus jeringuillas para “mantener la
tegidos. No usaron preservativo, potenciando una eventual transmisión seguridad” de su anonimato; como los jóvenes que no pueden comprar
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preservativos sin recibir miradas, juicios, compromisos; como los jóve- vulnerabilidad. En ese sentido, una primera diferencia que debe ser
nes que simplemente no pueden comprar preservativos, y que no por marcada es el carácter eminentemente analítico del riesgo, en contras-
eso van a desear menos el sexo. Cuando sólo se puede escoger entre ser te con las aspiraciones sintéticas de la vulnerabilidad.
feliz corriendo riesgo o no ser feliz, ¿qué escogería la mayoría de noso- El concepto epidemiológico de riesgo nació de una larga y trabajosa
tros? trayectoria que, consustanciada en el desarrollo de las ciencias moder-
nas, buscó construir instrumentos teóricos capaces de identificar aso-
ciaciones entre eventos o condiciones patológicas y otros eventos y con-
Riesgo y vulnerabilidad: proximidades y particularidades diciones no patológicas, causalmente relacionables (Ayres, 1997). Todo
el empeño técnico-metodológico de la epidemiología en sus desarrollos
Si tenemos mínimamente claros, con el ejemplo anterior, la esfera de contemporáneos se ha dirigido, de ese modo, a un aislamiento fenome-
fenómenos y el tipo de aproximación de los que el concepto de vulnera- nológico cada vez más preciso entre variables independientes y depen-
bilidad quiere dar cuenta, tal vez sea el momento de intentar discernir, dientes, y cada una de ellas entre las de su categoría, más allá de un con-
hasta donde eso sea posible, las semejanzas y diferencias entre ésta y su trol progresivamente más riguroso del grado de incertidumbre acerca de
pariente próximo, el riesgo, en el modo como operan la construcción del la no casualidad de las asociaciones establecidas. Es por tanto, predomi-
conocimiento y las prácticas preventivas. nantemente analítico el desarrollo elegido por la epidemiología para la
construcción de su identidad y validez como conocimiento objetivo.
La vulnerabilidad, como ya hemos señalado, nace de una pretensión
Vulnerabilidad y conocimiento casi inversa. Menos que aislar analíticamente, la gran pretensión es la
búsqueda de la “síntesis”. Traer los elementos abstractos asociados y
Examinemos, en primer lugar, la perspectiva de la construcción del asociables a los procesos de enfermedad para los planes de elaboración
conocimiento. ¿Cuál es, al final, la diferencia entre riesgo y vulnerabili- teórica más concretos y particularizados, en los cuales los nexos y me-
dad? La pregunta no es infrecuente, y eso tiene su razón de ser. Ha sido diaciones entre esos fenómenos sean el objeto propiamente dicho del
cada vez más común, conforme se disemina la expresión, el uso del tér- conocimiento. Lo que, para análisis de riesgo consistentes, debe ser cui-
mino vulnerabilidad como un sinónimo de riesgo. Cámbiese un térmi- dadosamente dejado “fuera,” es lo que constituye la quintaesencia de los
no por otro y el texto no cambia en nada su significado y sentido. Tal vez estudios de vulnerabilidad: la co-presencia, la mutualidad, la interferen-
vulnerabilidad parezca más “moderna” o “políticamente correcta” que cia, la relatividad, la inconstancia, lo no unívoco, lo no constante, lo no
riesgo en función de la historia problemática de este último término en permanente, lo propio de ciertas totalidades circunscritas en el tiempo
el campo de las respuestas al SIDA. y en el espacio. El conocimiento sobre vulnerabilidad, diferentemente
No obstante, aunque riesgo y vulnerabilidad guarden, como vimos, de los estudios de riesgo, busca universalidad no en la reproducibilidad
una estrecha relación histórica, la confusión terminológica no trae be- ampliada de su fenomenología e inferencias, sino en el interés y posibi-
neficios a ninguno de los dos conceptos. Al riesgo porque, como con- lidad “trans-regional” de su pragmática.
cepto epidemiológico tiene ya una identidad bastante sólida y clara, al En otras palabras, estudios de vulnerabilidad, para dar cuenta de las
contrario de la vulnerabilidad, lo que, sumado a su positivo interés aspiraciones prácticas que vimos marcar en su historia, deben validarse
científico y técnico en diversos aspectos del área de la salud, hace ab- como conocimiento objetivo con base en su éxito en particularizar rela-
surda cualquier pretensión de “exclusión política”. Tampoco hace justi- ciones partes-todo identificadoras de situaciones cuyo conocimiento
cia al concepto de vulnerabilidad porque, como concepto emergente, permita intervenir sobre la susceptibilidad de las personas al daño en
en construcción, depende de una cautelosa vigilancia terminológica cuestión. Interesan, por tanto, sinergias, sincronismos, simpatías, con-
para que la particularidad potencial de contribución no se pierda ni se trastes y, claro, síntesis.
confunda con un “modismo” puramente retórico, en el sentido peyora- Otro aspecto que diferencia riesgo y vulnerabilidad, obviamente rela-
tivo. Como etapa de su consolidación conceptual, es preciso que traba- cionado a lo anterior, es el “carácter no probabilístico” de la vulnerabili-
jemos en el sentido de aclarar y construir un consenso respecto a lo que dad. Riesgo epidemiológico, a grosso modo, es la probabilidad de que un
estamos refiriéndonos exactamente cuando recurrimos a la expresión
148 R. DE C. MESQUITA AYRES - I. JÚNIOR - G. CALAZANS - H SALETTI FILHO El concepto de vulnerabilidad y las prácticas de salud 149

individuo cualquiera perteneciente a una identidad determinada (ex- objetivos y resultados que cada una de las estrategias elige y realiza, con-
puestos) vaya también a pertenecer a otro grupo identificado (afecta- forme el esquema que sigue:
dos). Ahora bien, en una perspectiva que busca identificar situaciones
de susceptibilidad hacia un daño con base en relaciones partes-todo
particulares, no tiene sentido ese procedimiento estocástico. Si el riesgo Concepto Problema-objetivo Resultado esperado
Grupo de riesgo Contacto entre infectado Barrera a la transmisión
y susceptible
busca expresar las “oportunidades matemáticas” de enfermedad de un
“individuo cualquiera”, desde que es portador de un cierto rasgo identi-
ficado específico, la vulnerabilidad quiere expresar los “potenciales” de Comportamiento de riesgo Exposición al virus Prácticas seguras
enfermedad/no enfermedad relacionados a “todo y cada individuo” que Vulnerabilidad Susceptibilidades poblacionales Respuesta social
vive en un cierto conjunto de condiciones. Las asociaciones probabilís-
ticas muchas veces traen importantes indicadores de vulnerabilidad,
pero no es aquí donde esta última quiere detenerse. Para comenzar por
El concepto de grupo de riesgo tiene como objetivo un viejo desafío
una razón muy simple: estudios de riesgo dependen de una cierta ca-
de la salud pública: evitar el contacto entre agentes infecciosos y nuevos
suística que permita investigar asociaciones matemáticas, y susceptibi-
receptores potenciales. También es bastante conocida, desde las prácti-
lidades potenciales pueden ser inferidas antes que los sucesos ocurran.
cas de la cuarentena, el tipo de solución propuesto: barreras entre infec-
Las asociaciones probabilísticas exigen independencia entre los gru-
tados y susceptibles de serlo (Rosen, 1994).
pos cuya intersección procuran estimar, pero tal dependencia es, como
Cuando, en el campo de las respuestas al SIDA, se pasó a privilegiar
vimos, extraña a las aspiraciones teóricas de la vulnerabilidad. Por eso,
el concepto de comportamiento de riesgo, una transformación impor-
“plausibilidad” parece expresar mejor el tipo de nexo que los estudios de
tante se realizó en esos procedimientos clásicos. El objetivo de las accio-
vulnerabilidad buscan dilucidar. Plausibilidad construida con base en la
nes dejó de ser el contacto entre infectado y susceptible de serlo, pasan-
consistencia lógica, en la coherencia empírica y en la evidencia práctica
do a ser el aislamiento del agente infeccioso a través de estrategias
de una cierta relación partes-todo, no siempre demostrables en térmi-
capaces de impedir su movimiento en el ambiente humano. En ese sen-
nos probabilísticos, pero siempre plausibles de contra-argumentación
tido, la población ya no está dividida entre “individuos afectados y/o pe-
lógica, empírica y práctica.
ligrosos” e “individuos a proteger”, y sí entre el peligro y la población ex-
puesta en general. En vez de una barrera entre los individuos se
proponen una serie de cambios en las prácticas de las personas, debido
Vulnerabilidad y prácticas preventivas a la falta de una tecnología que actúe directamente sobre el agresor, pa-
En el plano de las prácticas de intervención, la confusión entre ries- ralizándolo, con la finalidad de disminuir las oportunidades de “encon-
go y vulnerabilidad es menos frecuente. En esta esfera, la confusión no trar” el virus.
acontece tan frecuentemente en verdad porque son raras las propuestas La percepción, sin embargo, de que la exposición al virus no es ho-
de intervención que se sitúan como referencia a la reducción de vulne- mogénea sobre la población en general y de que, relacionado con eso,
rabilidad. Al contrario, lo que vemos con frecuencia es que las acciones las posibilidades de cambio de prácticas no dependen sólo de la volun-
implementadas difícilmente escapan de la reducción de riesgo, lo mis- tad individual, sino del contexto en que esas individualidades se con-
mo cuando se adhieren filosóficamente a una lectura de la realidad ins- forman y manifiestan, hizo surgir la necesidad de focalizar las acciones
truida por el panorama de la vulnerabilidad. en las diferentes susceptibilidades a la infección observadas en las po-
No obstante, aunque aún incipientes y no siempre orgánicamente blaciones expuestas. Se pasó a buscar una movilización para la supe-
instruidas por una discusión conceptual más perfeccionada, hay ya un ración de esa susceptibilidad que alcanzase radicalmente a las relacio-
conjunto de experiencias y proposiciones que se diferencia de las estra- nes sociales, sin la cual nunca se conseguiría modificar, de forma
tegias de riesgo, sean las que recurren a las identidades grupales o a los efectiva y sostenida, los comportamientos y prácticas que precisaban
patrones de comportamiento. Para contrastar mejor esas modalidades, ser mudadas. Quedó clara la necesidad de que las personas respondie-
examinemos, aunque de modo bastante esquemático, los diferentes ran a la transformación de las prácticas no sólo en el plano estricto de
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la individualidad privada, sino como sujetos sociales, como agentes de No es preciso ser médico, por ejemplo, para identificar un síntoma
la esfera pública de la vida social. Intervención estructural, organización respiratorio y solicitar una investigación del bacilo de Koch (BK) en la
comunitaria, construcción de ciudadanía, activismo político, acción ju- expectoración. No obstante hay identidades e identidades, y acciones
rídica, derechos humanos, todo eso pasa a ser entendido como parte in- técnicas de implicaciones igualmente diferentes. En el caso del SIDA,
disociable de prevención y cuidado. esas supuestas ventajas, tal vez con algunas raras excepciones, fueron
Observando con atención el esquema anterior, vemos que, en ver- largamente suplantadas por los prejuicios traídos por la definición de
dad, cada etapa o estrategia agrega a la anterior, incorporándola de una grupos de riesgo. Identidades basadas en una interpretación demasiado
forma más rica en otra que, aunque pueda recusar algunos de sus aspec- rápida y repleta de prejuicios sobre datos preliminares y regionales de
tos problemáticos, sustenta lo que en ella hay de necesidad más legítima distribución de incidencias, así como propuestas de intervención conta-
y fundamental y, al mismo tiempo, inaugura otras tantas áreas de con- minadas de irracionalidad y temor, tuvieron, como ya apuntamos ante-
flictos, desafíos y límites. riormente, estigma y discriminación como principal efecto para los di-
Por eso no debe entenderse cualquiera de estos conceptos y estrate- rectamente afectados por la epidemia y la negligencia y desatención en
gias como el mejor, o el ideal, y mucho menos como la solución defini- relación a los no inmediatamente afectados.
tiva para las acciones preventivas. Cada una de esas modalidades de in- El principal interés en la transformación hacia la modalidad de com-
tervención nació de procesos sociales específicos y guarda intereses y portamiento fue justamente la superación de esas dificultades en una
límites relacionados con sus orígenes. Lo mejor que hemos de realizar es aproximación que convertía al SIDA en un problema de todo el mundo. No
buscar conocer esos intereses y límites para poder lidiar con ellos de la importaba quien fuese, el individuo estaba expuesto y precisaba proteger-
forma técnicamente más productiva y coherente con nuestras referen- se. Se escindieron de esa visión generalizadora e individualizadora, no
cias éticas y políticas. obstante, efectos hasta cierto punto no sorprendentes, como también ya
Volviendo, entonces, a nuestro esquema, podemos sintetizar de la si- indicamos. Por un lado, las intervenciones se hicieron muy genéricas, con
guiente forma los intereses y límites de las tres modalidades: mensajes y estrategias poco sensibles a las particularidades culturales,
morales, políticas y económicas envueltas en la construcción de prácticas
seguras. Por otro, infectarse por el HIV pasó a ser visto como una falta in-
Concepto Interés Dificultad dividual de adopción de tales prácticas “universalmente” preconizadas.
Grupo de riesgo Capacidad de particularización • Estigma; discriminación
El interés en el abordaje conceptual de la vulnerabilidad vino, por
técnicamente operacional • Negligencia tanto, de la percepción de los límites individuales en la construcción de
respuestas efectivas y en la denuncia de la falacia de una universaliza-
Comportamiento Universalización del compromiso • Intervenciones inespecíficas
de Riesgo con la prevención • Culpabilidad individual
ción extremada y no crítica. Era preciso así, aprender el peso de los dife-
rentes contextos sociales como determinante de diversas susceptibilida-
Vulnerabilidad Universalidad del compromiso • Victimización; tutela des y crear alternativas técnicas sensibles a esas diferencias. Sin
con particularización operacional • Proyección paralizante embargo, esas diferencias pasaron a ser claramente vistas no como ca-
racterísticas grupales, fijas, identificadas, sino como efecto de relaciones
sociales que, en verdad, proferían respeto a todo el tejido social. Había
No hay duda de que el concepto de grupo de riesgo tiene la ventaja que discriminar segmentos poblacionales más expuestos, sin que fuera
de establecer identidades que particularizan muy claramente ciertos por alguna línea identificadora, sino por la posición que sus componen-
segmentos poblacionales, diferenciándolos de la llamada “población ge- tes ocupan en relaciones y situaciones de responsabilidad del conjunto
neral”. Fue así con los afamados cuatro Hs, pero también ha sido así, por de la sociedad. Esto significa universalizar el compromiso con la res-
ejemplo, con los síntomas respiratorios, que constituyen un grupo de puesta a la epidemia exactamente “por intermedio” de la particulariza-
riesgo para la tuberculosis en nuestro medio. El concepto de grupo de ción de las áreas y modos de operar esas respuestas.
riesgo es también muy operacional. Siempre que se dispone de una Las dificultades inauguradas por una modificación tal de enfoque
identidad clara, definida por un criterio fijo, quedará también más fácil tampoco son pequeñas o simples. Uno de los problemas más reseñados
dirigir acciones sobre los individuos así discriminados.
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en ese sentido es continuar promoviendo una discriminación negativa Contra la proyección paralizante
de los grupos más afectados, ahora no más por el estigma, sino por su vic-
timización y correspondiente tutela, preocupación totalmente fundada. Si quisiéramos dar cuenta del conjunto de elementos que precisan
Cuántos de nosotros en este momento no oímos cosas del tipo: “las mu- ser modificados para obtener una respuesta social positiva suficiente en
jeres, tan vulnerables, cerradas”, o los jóvenes, o los negros, o los pobres, el control de la epidemia de HIV /SIDA, o algún otro mal para el cual es-
etc…, etc…, etc. Asumir una actitud tal es negar lo más esencialmente tamos razonando en términos de vulnerabilidad, ciertamente los resul-
positivo en el interés del uso del concepto; es de nuevo perder de vista el tados no serán muy animadores. La tarea ciertamente exige la acción ar-
carácter eminentemente relacional y, en ese sentido, universalmente im- ticulada de una amplia gama de fuerzas sociales. Más allá de eso, nunca
pactante de las situaciones determinantes de vulnerabilidad. tendremos total conciencia de qué precisa ser hecho y de cuáles serán
Esa dimensión de relaciones, a un mismo tiempo particular y univer- los resultados de nuestras acciones. Un único elemento nuevo puede
sal, dirigida por el enfoque de la vulnerabilidad, a su vez, determinará mudar radicalmente el rumbo de los hechos, como fue el desarrollo del
otro espectro de dificultades. Se trata del efecto paralizante que puede llamado cóctel o como podrá ser el desarrollo de una vacuna, eso sólo
sobrevenir de la percepción de amplitud y complejidad de la aprensión para quedar dentro del plano de la técnica.
y transformación de las situaciones de vulnerabilidad. De hecho, traba- A pesar de ello, si consideramos el panorama de la vulnerabilidad ca-
jar por la prevención de un daño, como el SIDA, puede parecer una ta- da vez menos como un modelo de intervención y más como una prope-
rea imposible si ella tiene que pasar por aspectos, como la exclusión so- déutica, una forma de raciocinio sistemático que nos prepara para la ac-
cial, relaciones de género, discriminación racial, violencia estructural, y ción, pero no pretende controlarla íntegramente, tal vez sea posible usar
así en adelante. Tal vez sea mejor luchar antes por la revolución, sea ella productivamente el carácter complejo y abarcador de los análisis de vul-
cual fuera, o simplemente cruzar los brazos. Pero, como diría Bachelard, nerabilidad.
según nuestra fatiga o nuestro coraje, nosotros diremos que el mundo En ese sentido, la “jerarquización y seguimiento” dinámicos y con
está inacabado o apenas comenzado. Veamos lo que una actitud valero- criterio pueden ser la clave de una actitud al mismo tiempo ambiciosa y
sa nos tendría que decir respecto a cómo enfrentarse a las dificultades realista. Por jerarquización y seguimiento, nos referimos a la constante
por el panorama de la vulnerabilidad. apreciación de posibles objetivos y estrategias para la intervención se-
gún, básicamente, tres principios:

Enfrentándose a las dificultades • Efectividad: entre las diversas alternativas para la acción que nos
son dispuestas, debemos siempre tener en mente aquellas que
No existe, claro, un “antídoto”, una fórmula capaz de neutralizar las juzgamos más capaces de ser puestas en práctica, por razones po-
dificultades en el uso del concepto de la vulnerabilidad, anteriormente líticas, éticas, filosóficas, técnicas, etc. Observemos, ¿será una es-
apuntadas. Sólo nos resta, una vez afectados sus potenciales beneficia- trategia efectiva, en este momento, controlar la transmisión del
rios, confrontar esos límites; también porque el panorama es reciente y HIV entre los usuarios de drogas apostando a la abstinencia como
aún relativamente poco explotado, son pocas las experiencias acerca de objetivo?
cómo superar o minimizar las tendencias a la victimización o a la pro- • Operatividad: algunas veces precisamos dejar ciertas posibilidades
yección paralizante. Tenemos, no obstante, algunas indicaciones toma- más ambiciosas en favor de una operatividad técnica que puede ser
das de experiencias prácticas en el campo de la salud pública, de modo definida para la efectividad de un objetivo. Por ejemplo, puede ser
general, de la prevención del SIDA, en particular, y de alguna bibliogra- bastante interesante implicar a los hombres más enérgicamente en
fía al respecto. Vamos a intentar sistematizarlas, menos como receta que la discusión del uso del preservativo. Pero, si nuestros recursos to-
como invitación a nuestros interlocutores para sus propias reflexiones y davía están centrados en los servicios de salud, y los hombres no
experimentación. son los que más frecuentan esos lugares, ¿será interesante adoptar
entonces esa estrategia?
• Progresividad: si nos circunscribimos a lo positivo y operacional y no
nos organizamos para realizar objetivos más elevados continuamente,
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entonces tenderemos a ser muy conservadores en nuestras pro- Gorovitz (1994) nos hace al respecto de tres cualidades indisociables de
puestas. Es preciso, todo el tiempo, que pensemos, aunque con las la vulnerabilidad como concepto, so pena de importantes prejuicios éti-
limitaciones arriba apuntadas, en lo que puede ser efectivo y ope- cos:
racional a corto, medio y largo plazo. Estas diferentes dimensiones • La vulnerabilidad no es binaria: ella es multidimensional, o sea, en
temporales no pueden, a su vez, ser yuxtapuestas, una tras la otra, una misma situación somos vulnerables a algunos males y no a
como es común hacer, de modo que acabamos por perder de vista otros; lo que nos puede dejar vulnerables en relación a un aspecto
lo que no sea a corto plazo. Los objetivos a corto, medio y largo pla- puede protegernos de otro.
zo deben ser vistos como círculos concéntricos que van de lo más • La vulnerabilidad no es unitaria: ella no responde al modelo “sí o
inmediato a lo más estructural en la determinación de las situacio- no”; hay siempre graduaciones, somos siempre vulnerables en dife-
nes de vulnerabilidad, siempre concebidos a partir de sus mutuas rentes grados.
relaciones, así como perceptibles aquí y ahora. Los efectos a corto • La vulnerabilidad no es estable: Las dimensiones y los grados de
plazo, a los cuales nuestra capacidad de evaluación es más sensible, nuestras vulnerabilidades mudan constantemente a lo largo del
pueden, así, en cuanto hechos articulados a nuestras propuestas de tiempo.
medio y largo plazo, servir de indicador de cuando nuestros juicios
respecto a las relaciones partes-todo son adecuados y fecundos. Por tanto, las personas no “son” vulnerables, ellas “están” vulnerables
siempre a algo, en algún grado y forma, y en un cierto punto del tiempo
Un cuarto principio, pero que en verdad traspasa los tres anteriores, y espacio.
siendo, de ese modo, casi una presuposición, es el de la democratización A esas cualidades añadiríamos una vez más una cuarta dimensión,
fundamental de la elección y seguimiento de objetivos y estrategias. que, de nuevo, traspasa a las anteriores. Se trata del ya destacado carác-
Nuestra capacidad de decidir por lo más efectivo y operacional, y de ha- ter de relación de cualquier situación de vulnerabilidad. Una situación
cer que esas cimas se movieran, está en relación directamente propor- de vulnerabilidad es siempre una responsabilidad bilateral. Cuando
cional a la amplitud y a la representatividad de los sujetos sociales en- convertimos en víctima y tutelamos a alguien, sobre la categoría natura-
vueltos en esas elecciones. No que el técnico perjudique su especialidad lizada de un “vulnerable”, lo que en verdad estamos haciendo es conser-
y relevancia en la promoción de esos procesos, pero, cuanto más planos var intocable una relación de la cual los que están en el polo menos per-
en el diálogo los técnicos logren establecer con los demás sujetos socia- judicado son también partícipes. En ese sentido, a no ser que se sientan
les, mayores oportunidades tendrán de articular su actuación con las confortables en la posición de “verdugos”, los menos vulnerables serán,
respuestas sociales más estructuradas. Por tanto, paso a paso, pero en cuanto perdurase la situación, igualmente “víctimas”.
siempre caminando, siempre buscando el horizonte y siempre acompa-
ñados.
Horizontes y perspectivas

Contra la victimización y la tutela Para concluir este ensayo, caben algunas palabras sobre los horizon-
tes abiertos por la emergencia del concepto de vulnerabilidad en el cam-
El desafío de superar las dificultades prácticas parece guardar una po de la salud y sus perspectivas de desarrollo.
relación muy estrecha con lo que podríamos llamar una cierta actitud De la misma forma que en el ítem anterior, tal vez sea interesante
ética y su contrapartida en una atenta “vigilancia epistemológica”. De la aquí una división entre el campo del conocimiento y el de la interven-
misma forma que apuntábamos anteriormente la necesidad de un cui- ción, aunque sepamos que estos están siempre íntimamente relaciona-
dado terminológico para garantizar al panorama de la vulnerabilidad dos.
un crecimiento teórico autónomo y productivo, pensamos que un mis- En lo que se refiere al campo de la intervención, parece claro que las
mo tipo de preocupación nos debe mantener sintonizados a la actitud aplicaciones de la vulnerabilidad pueden suministrar contribuciones
que nos coloca por delante de cualquier Otro como un ser humano de que van desde el desarrollo de acciones e instrumentos tecnológicos
igual estatuto y potencial. En ese sentido, son útiles los recuerdos que hasta el planeamiento y evaluación de programas y servicios de salud.
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En cuanto a ese aspecto sólo precisa quedar bien claro que, por su ori- eso, respondan de la forma que puedan superar los obstáculos materia-
gen y presupuestos, el concepto no se confunde con una teoría o méto- les, culturales y políticos que los mantienen vulnerables lo mismo que
do de planeamiento y gestión. En la condición de una propedéutica, una cuando existen alertas individuales. Más que estar informados, es preci-
disciplina del pensamiento, él puede instruir su concepción o aplica- so que las personas sepan como protegerse o se movilicen para que las
ción, pero jamás sustituirlos. Nos parece evidente, entretanto, que la situaciones estructurales que las tornan susceptibles de enfermar sean
vulnerabilidad, por su énfasis en lo relacional, en su recusa al tecnicis- de hecho transformadas.
mo y en su asunción de la dinámica de sus objetos, puede establecer un Por esta misma razón, el enfoque educacional, tan fundamental en
diálogo especialmente interesante con las escuelas de planeamiento, los procesos de promoción de la salud y prevención de daños, no puede
evaluación y gestión de enfoque comunicacional (Gallo, 1995). quedar preso de las tendencias modeladoras, fuertemente difundidas a
Instrumentos técnicos y estrategias que se denominen “reductores partir del paradigma del comportamiento. La actitud constructivista es
de vulnerabilidad” no están todavía muy difundidos, ni podemos saber aquella que mejor parece contribuir para que las personas puedan de
si un día vendrán a serlo. No obstante, una serie de prácticas ya situadas hecho buscar y apropiarse de informaciones que tengan sentido para
en escena en el campo de la prevención, especialmente del SIDA, viene ellas, movilizarse auténticamente y hallar las alternativas prácticas que
construyendo tecnologías específicas, innovadoras y con afinidad con la permitan superar las situaciones que las hacen vulnerables.
perspectiva de la reducción de vulnerabilidad, como los talleres sobre Una ampliación tal de objetos y estrategias deja en claro que las ac-
sexo seguro, movilizaciones comunitarias, reducción de daños entre ciones de reducción de vulnerabilidad no pueden tornarse efectivas y
usuarios de drogas, etc. (Mesquita & Bastos, 1994; Villela, 1996; Ayres, operacionales si las mantuviéramos restringidas a la esfera institucional
1996a, 1996b, Paiva, 2000). Algunas desviaciones tecnológicas también de la salud. La acción intersectorial es fundamental. Como mínimo sa-
pueden ya ser percibidas en nuestras propuestas, aunque muchas como lud y educación, pero, cuando conseguimos articular también las áreas
tendencias incipientes y casi siempre oscilando entre presupuestos y de trabajo, bienestar social, jurídica y cultural, las oportunidades de me-
métodos más particulares de los abordajes de reducción de vulnerabili- jores resultados se expanden proporcionalmente.
dad y aquellos más conocidos y consolidados a partir de las estrategias Parece igualmente claro que la búsqueda de respuesta social coloca
de reducción de riesgo, conforme al cuadro de síntesis que sigue: en el centro del combate de las prácticas preventivas no ya al sujeto téc-
nico, con su saber y recursos especializados, sino a aquellos capaces de
aprender mejor y lidiar con los obstáculos hacia su salud, los propios su-
Objetivo Individuos expuestos Poblaciones sensibles jetos sociales afectados. Es bueno que se repita que eso no quita impor-
Finalidad Alertar Capacitar tancia al papel del técnico, solo lo reposiciona y vuelve compleja sus ta-
Medios Información Movilización reas en la concepción, desarrollo y seguimiento de las estrategias. El
Proceso educativo Modelador Constructivista
técnico de la salud, y en eso será insustituible, debe ser ahora un media-
Base institucional Salud Intersectorial
dor del encuentro que se debe dar entre la población y el conjunto de re-
Agentes privilegiados Técnicos Pares
cursos de que una sociedad dispone (informaciones, servicios, entradas
Resultado esperado Mudanza de Transformación de
de medios, etc.) para construir su salud.
comportamiento contextos de
Finalmente, es importante destacar que el polo de la reducción de
Intersubjetividad vulnerabilidad en las modalidades preventivas, aunque éste sea tal vez
uno de los dos aspectos menos claros para muchos de sus propios eje-
cutores, está promoviendo una desarticulación significativa también en
Los abordajes de reducción de vulnerabilidad han procurado ampliar el producto de sus intervenciones, que nos parece una tendencia a ser es-
desde el plano individual hacia el plano de las susceptibilidades social- timulada. Es que el modo como los problemas de salud y la construcción
mente configuradas el objetivo de sus intenciones. En ese sentido, asu- de respuestas son entendidos en la perspectiva de la vulnerabilidad re-
men una responsabilidad que se extiende hacia más allá de la tarea de construye la vieja noción de que si nosotros, profesionales de la preven-
alertar sobre el problema. Es preciso contribuir para que los sujetos so- ción, trabajáramos bien con las personas, al cabo de un cierto tiempo,
ciales sean alertados, ciertamente; pero también para que, además de
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ellas habrán mudado sus comportamientos en una dirección más salu- condiciones muy favorables para que conocimientos de corte herme-
dable. En verdad, lo que el abordaje de la vulnerabilidad presupone y de- néutico (Gadamer, 1996a, 1996b) se adentren de forma más positiva en
muestra, simultáneamente, es que tal mudanza no parte del individuo el campo de la salud. Esa novedad es muy bienvenida, tanto por inten-
hacia el Otro y su entorno. Los cambios más profundos e interesantes sificar el diálogo de las disciplinas biomédicas con las ciencias huma-
suceden cuando percibimos y construimos posibilidades de que los in- nas y la filosofía como porque es propio a la hermenéutica establecer
dividuos estén unos frente a los otros en su entorno, de modo que se entre los saberes especializados –las lenguas abstractas de las técnico-
pueda volver la salud de todos más satisfactoria. Es exactamente de la ciencias, y los conocimientos llamados laicos– la sabiduría práctica
transformación de contextos de intersubjetividad de lo que estamos tra- puesta en movimiento en lo cotidiano de todos nosotros: una estrecha
tando cuando constatamos la mayor facilidad de hablar sobre sexo y y alentadora relación.
preservativo hoy, si lo comparamos con la era pre-SIDA, o de la necesi-
dad de una legislación específica que garantice las estrategias de reduc-
ción de daños entre usuarios de drogas, o incluso del trabajo educativo Referencias bibliográficas
vuelto hacia la reflexión sobre las relaciones de género. En cuanto a ese
aspecto, mucho ha de ser explotado todavía. Tomar conciencia de que ALTMAN, D. Poder e Comunidade: respostas organizacionais e culturais à Aids.
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esto es, asumir el carácter inexorablemente inter-subjetivo de la cons- Aids, 5)
ALVES, J. A. L. Os Direitos Humanos como Tema Global. San Pablo: Perspectiva,
trucción de nuestras identidades (Ayres, 2001), nos puede ayudar a con-
1994.
cebir nuevas estrategias y técnicas de actuación. AYRES, J. R. C. M. Epidemiologia sem números: outras reflexões sobre a ciência
Para concluir, en el plano específico de la producción de conoci- epidemiológica, a propósito da Aids. En: Seminário epidemiologia social da
miento, el concepto de vulnerabilidad también parece abrir otras pers- Aids. Anais... Río de Janeiro, 1994.
pectivas interesantes. Porque permiten y reclaman contribuciones AYRES, J. R. C. M. O jovem que buscamos e o encontro que queremos ser: a vul-
oriundas de diversas disciplinas y la comunicación entre ellas, los estu- nerabilidade como eixo de avaliação de ações preventivas do abuso de dro-
dios sobre la vulnerabilidad ofrecen oportunidades de efectivos diálogos gas, DST e Aids entre crianças e adolescentes. En: TOZZI, D. et al. (Orgs.) Pa-
interdisciplinares, que han sido un constante norte de la salud colectiva. pel da Educação na Ação Preventiva ao Abuso de Drogas e às DST/Aids. San
Pero también en cuanto a la naturaleza misma del conocimiento se Pablo: Fundação para o Desenvolvimento da Educação, 1996a. (Série Idéias,
29)
abren nuevas perspectivas. El carácter sintético y particularizador que
AYRES, J. R. C. M. Educação preventiva e vulnerabilidade às DST/Aids e abuso de
ese tipo de conocimiento persigue pone énfasis en un área de aplicación drogas entre escolares: como avaliar a intervenção? En: TOZZI, D. et al.
de la epidemiología hace mucho eclipsada por el notable desarrollo de (Orgs.) Papel da Educação na Ação Preventiva ao Abuso de Drogas e às DST-
los análisis de riesgo, los modelos matemáticos. Al rescatar la dignidad t/Aids. San Pablo: Fundação para o Desenvolvimento da Educação, 1996b.
epistemológica de las relaciones partes-todo en la aprehensión teórica (Série Idéias, 29)
de los fenómenos de la salud colectiva, el panorama de la vulnerabilidad AYRES, J. R. C. M. Sobre o Risco: para compreender a epidemiologia. San Pablo:
se configura como un interesante dispositivo para subsidiar el desarro- Hucitec, 1997.
llo de la modelación epidemiológica, y los notables progresos de los re- AYRES, J. R. C. M. Vulnerabilidade dos jovens ao HIV/Aids: a escola e a constru-
cursos computacionales y de las lógicas no clásicas, especialmente la ção de uma resposta social. En: SILVA, L. H. (Org.) A Escola Cidadã no Con-
texto da Globalização. Petrópolis: Vozes, 1998.
fuzzy logic, sólo favorecen esa tendencia.
AYRES, J. R. C. M. Sujeito, intersubjetividade e práticas de saúde. Ciência e Saú-
Es en el polo opuesto al de la formalización, no obstante, donde nos de Coletiva, 6 (1): 63-72, 2001.
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truir relaciones parte-todo de carácter aplicado, aplicación esta sus- dade e poder. Río de Janeiro/San Pablo: IMS/Uerj/Ed. 34, 1999.
tancialmente permeada por dimensiones éticas, políticas y racionales BASTOS, F. I. Ruína e Reconstrução: Aids e drogas injetáveis na cena contemporâ-
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160 R. DE C. MESQUITA AYRES - I. JÚNIOR - G. CALAZANS - H SALETTI FILHO El concepto de vulnerabilidad y las prácticas de salud 161

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