Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Palau Pascual. La Depresixn Esencial.
Palau Pascual. La Depresixn Esencial.
Máster Universitario en Psicología y Psicopatología Perinatal e Infantil
DEPRESIÓN ESENCIAL Y DEPRESIONES1
Prof. Pascual Palau
En el campo de la psicopatología, la clase de las depresiones comporta una gran
cantidad de géneros. La puesta en orden de ésta diversidad clínica varia según
la lectura nosográfica utilizada y la concepción que el investigador se ha
construido del funcionamiento mental y de sus desordenes patológicos.
La depresión esencial es un producto de la investigación psicosomática. Su
identificación clínica se produce en 1962 en “L´investigation psychosomatique”
(P.Marty, M. De M´Uzan y Ch. David) y su descripción sistemática en 1966 por
P. Marty. Todos ellos investigadores clínicos, fundadores de la Escuela de
Psicosomática de Paris.
La importancia teórica y clínica mayor de la depresión esencial proviene de su
valor de signo de las desorganizaciones contra‐evolutivas, de ahí el interés de
un diagnóstico precoz para evitar la aparición frecuente de numerosas y
frecuentemente graves enfermedades somáticas que son su consecuencia.
Podemos distinguir dos categorías de depresión: las depresiones con expresión
y las depresiones sin expresión.
Las depresiones con expresión se manifiestan a través de una sintomatología
mental positiva. Por ejemplo, la referencia a sentimientos de pérdida ó de
fracaso en la configuración depresiva neurótica así como una temática delirante
auto acusadora en la melancolía. Estas expresiones señalan la eficacia de las
defensas psíquicas. Las depresiones con expresión son depresiones más ó
menos bien mentalizadas.
Las depresiones sin expresión, al contrario de las primeras, no se manifiestan a
través de una sintomatología mental positiva claramente identificable. Su
configuración ha sido siempre de acceso difícil, tal como lo atestiguan las
diferentes entidades repertorizadas por la psiquiatría clásica y lo embarazoso
que ha resultado identificarlas así como asegurarles un lugar y un estatus en el
orden de la nosografía. La depresión reactiva, la depresión enmascarada, la
depresión latente ó crónica, ó la depresión de agotamiento son un ejemplo.
1
Síntesis extraída del libro “La vie opératoire” de Claude Smadja. Editado en 2001 por PUF. Paris.
2
La depresión esencial, a partir de la observación de pacientes con
enfermedades somáticas ha permitido, por su rigor clínico, ofrecer un encuadre
conceptual a todas esas entidades depresivas vagas y dispersas cuyo lazo se
encuentra en la inexpresividad, más ó menos grande de toda sintomatología
mental.
En este sentido, si consideramos la depresión esencial como el referente clínico
de las depresiones sin expresión es necesario que nos acostumbremos a
escuchar la clínica de éstos estados depresivos de otra manera. En efecto, no
escuchamos ni expresión de sufrimiento psíquico, ni culpabilidad, ni
sentimiento de inferioridad, ni siquiera angustia. Nos encontramos ante una
banalización de la semiologia. La clínica se ha vuelto clínica de lo ordinario.
El signo mediante el cual el paciente se revelaba deprimido a nuestra mirada,
ha sido despojado de la densidad enigmática que buscaba una seducción en el
que escuchaba. El signo se ha vuelto ordinario, trivial. Ya no ejerce seducción.
La depresión sin expresión se revela a través de la fatiga, una fatiga como la de
todo el mundo, sin una apariencia particular, pero una fatiga tenaz que se
convierte en cansancio ante la vida y todas las cosas ordinarias de la vida.
La depresión sin expresión se revela también a través de un estado de tensión
que los pacientes llaman algunas veces como un estado de estrés. Se trata de un
estado por el cual los pacientes hablan de su incapacidad para dejarse llevar
para encontrar la distensión en su interior.
La depresión sin expresión se revela también, a veces, a través de un malestar
vago, difuso y persistente análogo de los estados de angustia difusa.
Simultáneamente, en estos estados depresivos, encontramos frecuentemente
quejas corporales diversas. El cuerpo, al contrario que el psiquismo, se
convierte en objeto de expresión dolorosa.
La depresión esencial, que acompaña regularmente el pensamiento operatorio,
del que hablaremos más adelante, traduce la disminución del tono de los
instintos de vida. Se la califica de esencial en la medida en la que la disminución
de éste tono se encuentra en estado puro, sin coloración sintomática.
La depresión esencial reenvía no sólo a fenómenos precoces sino también a las
dificultades de la existencia primaria en las personas afectadas.
También se la llamó depresión sin objeto debido a la ausencia de objetos
interiores a los que recurrir, situación que va pareja a la ausencia de
posibilidades relacionales con los objetos exteriores. Situación que recuerda
mucho la depresión analítica de R. Spitz.
3
La carta de identidad clínica de la depresión esencial reposa sobre dos
conjuntos de signos, enigmáticos en su formulación: la existencia (la presencia)
de una amplia sintomatología negativa y la falta (la ausencia) de una
sintomatología positiva.
La primera, la presencia de una sintomatología negativa, se refiere al eje de la
desorganización mental. En la medida en que existe una corriente de
desorganización, existe presencia en éste eje. Lo que procede de la
desorganización se inscribe en términos de borramiento y de desaparición del
trabajo mental: existe por tanto al mismo tiempo sintomatología negativa ó
negatividad de la expresión sintomática.
Así pues la depresión esencial se revela a través de una larga desorganización
mental que testimonia la negatividad de sus signos, mientras no se opere
ninguna reorganización que podría revelarse por una expresión sintomática
mental mostrando una temática depresiva.
La negatividad opera sobre dos polaridades del trabajo psíquico: el afecto y la
representación. La extensión del campo barrido por la negatividad da cuenta
del carácter poco ruidoso de la depresión esencial y de su banalización
semiológica.
En la vertiente de las representaciones, la negatividad opera por supresión,
abrasión ó sustracción de su anclaje simbólico, portador de las significaciones
sexuales infantiles e históricas del individuo así como de las significaciones
transgeneneracionales y filogenéticas de la historia de la especie humana.
Desemboca en el funcionamiento operatorio en el cual domina la
sobreinvestidura de lo perceptivo y el vinculo anaclítico a los ideales y normas
de lo colectivo.
En la vertiente de los afectos, la negatividad opera de la misma manera, por
supresión y abrasión. Lo que resulta suprimido aquí es principalmente la
función de señal del afecto, que se trate de la angustia ó del dolor. El
sufrimiento psíquico se vuelve ausente en su expresión y en su representación.
El carácter indoloro de la depresión esencial se convierte así en el resultado, a la
vez, enigmático y con mayores consecuencias para el porvenir psicosomático
del sujeto. Esto es debido a una corriente monstruosa de negatividad que abrasa
el trabajo mental.
Éste carácter indoloro hace difícil el diagnostico de la depresión esencial y
retrasa a menudo una intervención terapéutica. Debido a ésta semiología en
negativo no hay mucho a lo que hincarle el diente.
4
P. Marty decía que el aspecto atónico de la depresión esencial, por muy secreto
que fuese, señala mejor la desorganización mental. Éste aspecto atónico, del que
el paciente no tiene palabras ni, a menudo, representaciones para decirnos algo,
se trasmite habitualmente por transferencia de una experiencia del paciente
hacia el especialista que experimenta en sí mismo algo del orden del afecto que
falta precisamente en el paciente.
La diferencia con un paciente neurótico es que lo que falta da para pensar,
mientras que lo que es experimentado enfrente de un paciente deprimido
esencial (ó operatorio) es que lo que falta no da para pensar.
En este sentido pues, existe una cualidad de percepción afectiva en el
especialista. El paciente está presente pero vacío. Ninguna modulación afectiva
sostiene su discurso ni acompaña el momento de nuestro encuentro con él.
Pero también está la localización de cierto número de funciones, que la
investigación permite, a posteriori, afirmar que han sido el objeto de un proceso
de negativación. Aquí el borramiento, en tanto que resultado de un proceso
dinámico, toma valor positivo.
Comparando el cuadro clínico de la depresión esencial con el de la melancolía
tenemos que aquí los síntomas son ruidosos y espectaculares y allí son
silenciosos y pasan desapercibidos. Aquí las quejas invaden el campo de la
relación y allí son casi inexistentes. Aquí el sentimiento de culpabilidad es
consciente, dolorosamente agudo y conlleva la adhesión del yo y allí está
ausente. Aquí el sujeto está inhibido en su actividad, incluso postrado, allí el
paciente prosigue maquinalmente sus actividades.
El único síntoma que acerca ambos cuadros clínicos es el derrumbe del
sentimiento de estima de sí mismo.
En la depresión esencial prosiguen las ocupaciones habituales, el
mantenimiento aparente de los intereses inmediatos, así como la conservación
de una sensibilidad afectiva interna a las excitaciones exteriores, visible en las
reacciones gestuales, mímicas ó viscerales, sin que exista ya la capacidad de
elaboración mental que se ha desvanecido.
La depresión esencial se establece como consecuencia de acontecimientos
traumáticos que desorganizan un cierto número de funciones psíquicas a las
que desbordan en su capacidad de elaboración. La depresión esencial se
encuentra regularmente acompañada por el pensamiento operatorio del que
ella constituye uno de los elementos. Pensamiento operatorio del que ha sido
extraída una dimensión llamada Alexitimia por parte de Sifneos, consistente en
la dificultad para descifrar las propias emociones. Aunque Sifneos le atribuye
una etiología neuropsicológica con la que no están de acuerdo los
psicosomatólogos de Paris ya que adecuadamente tratada con psicoterapia es
5