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Tema: FUEGO EXTRAÑO EN EL ALTAR: una poderosa enseñanza sobre servicio a Dios

Levítico 10: 1-11 LA MUERTE DE NADAB Y ABIU

I. Introducción:
Nadad y Abiú eran los dos hijos mayores Aarón. Ellos tuvieron el privilegio de subir ante Jehová al Sinaí
junto con su padre con Moisés y los setenta ancianos de Israel (Éxodo 26:1-9).
Posteriormente fueron consagrados como sacerdotes (Éxodo 28:11 Levítico 8-9). De ellos se esperaba una
vida de santidad por cuanto se acercarían diariamente a ministrar delante del Señor.

Sólo con este fuego que representaba la presencia y santidad de Dios debían ministrar.
La Escritura señala que todos los creyentes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa (1 Pedro 2:9).
La consagración y la santidad constituyen una exigencia para todos los hijos de Dios, pues todos tenemos la
responsabilidad de servir al Señor (1 Pedro 1: 15, 16)
II. LA IRREVERENCIA DE LOS SACERDOTES
Nadab y Abiú, tomaron cada uno su incensario, y pusieron en ellos fuego, sobre el cual pusieron incienso, y
ofrecieron delante de Jehová fuego extraño, que él nunca les mandó (10:1).
¿EN QUÉ CONSISTIÓ SU FALTA?
Para ofrecer incienso, los sacerdotes debían tomar carbones encendidos del altar de bronce. Al parecer. estos
hombres tomaron fuego de otro lugar. Por eso se dice que ofrecieron fuego extraño, que él nunca les mandó
(10:1).
Es probable que se hubieran embriagado antes de entrar al tabernáculo. Fallaron terriblemente. tanto en los
elementos como en el procedimiento que siguieron. Y salió fuego de delante de Jehová y los quemó, y
murieron delante de Jehová (10:2). Dios no pasó por alto la irreverencia de estos sacerdotes.

El Señor dejó la advertencia de que la rebeldía trae consecuencias funestas.

Los hijos de Aarón hicieron todo lo contrario: glorificaron su ego y su orgullo. por lo que Dios se manifestó a
su pueblo, trayendo su justo juicio en contra de los rebeldes. Ministrar en la casa de Dios no es un juego.
Sin importar el área en la que sirvamos, tenemos una gran responsabilidad de parte del Señor. Todo el que
adora y sirve al Señor. debe honrar siempre su santidad

Nadab y Abiú, además de ser un ejemplo de lo que los creyentes no debemos hacer. nos deja valiosas
lecciones. Muchas personas (y los mismos creyentes) justificamos nuestro mal proceder ante Dios diciendo:
‘errar es humano”; ‘todos nos equivocamos alguna vez”; “nadie es perfecto” … Todas estas son excusas
que de poco sirven para justificar nuestra conducta errónea delante de Dios.

CONCLUSIÓN

La gloria y la presencia de Dios se manifiestan cuando hay un ambiente de obediencia a las normas santas
que él ha dejado en su Palabra para su pueblo. Los que sirven y adoran al Señor deben buscar la gloria del que
los llamó y no seguir su propia voluntad. Honremos al Padre viviendo en obediencia y santidad.

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